Al apoyar la mano en el espejo el mundo a vuestro alrededor pareció dejar de girar. El sonido se amortiguó, y las imágenes se comenzaron a hacer más borrosas, como si estuvierais a punto de desmayaros. Curiosamente, no os sentisteis alarmados por la sensación al sentir el frío del espejo en la mano y ser conscientes de que podríais romper el contacto con un simple gesto.
La imagen del espejo dejaba de ser la vuestra para que se formara otra borrosa y desconocida. A un lado del espejo parecía haber una chica de ascendencia afroamericana y con una medio melena. En el otro, un chico que parecía estar llevando un chaleco y un sombrero alto.
Se hizo el silencio mientras dos corazones comenzaban a cantar. Solo hacía falta saber si la canción sería la misma, y saber quien sería el primero en romper el hielo.
Al fin había llegado el momento. Lo había esperado con ansia y aunque me costara reconocerlo no era exactamente por el hecho de saber a quién me encontraría al otro lado. Más bien era por saber como me sentiría después de desvanecerme por unos instante y volver a hacerlo delante de una persona, o tal vez era ella la que se materializaba ante mí, pues yo me seguía sintiendo igual y sin embargo fuera quien estuviera al otro lado no parecía estar igual que siempre. Al menos algo más borrosa.
—¿hay alguien ahí?—pregunté por simple cortesía pues era capaz de ver a una chica borrosa tras la superficie bruñida del espejo—. ¿O he vuelto a pasarme con la absenta?
Una risilla traviesa se escuchó tras esas palabras seguidas de un silencio que parecía más reflexivo que incómodo.
—¿Y bien? ¿Qué es lo que te ha traído hasta este espejo?—pregunté con cordialidad—¿Hay algo que hayas perdido para que andes tras sus pasos?
-¡Hola! ¿Cómo estás?
El borrón que era su cara se hizo grande al otro lado al acercarse al espejo.
-Me llamo… -hubo una abrupta pausa- Supongo que no podemos decirlo. O la magia del espejo modificará el nombre. No se.
-¿Absenta? Estás de broma, ¿no? -imaginó que sí, por esa risilla. Sí, bromeaba.
-Me gustan las personas bromistas con buen sentido del humor.
Miró la imagen difuminada del chico. La voz era de chico. Un sombrero de copa, qué curioso y gracioso. Su atenció volvió al espejo. Quitó las manos.
El sombrero desapareció y ella regresó a la sala. De nuevo las posó sobre el cristal.
Ahí estaba la cara borrosa.
Las quitó de nuevo.
-Woo.
Repitió el proceso un par de veces más.
-¡¿Has visto?! Es instantáneo, pones quitas las manos, estamos y ya no. Me encanta.
Hubo un momento de duda.
-¿Estoy haciendo la payasa? Es que soy muy curiosa, me intriga todo esto. Me gusta aprender aunque no soy buena en los estudios, lo reconozco. Procastinación es mi segundo nombre.
Su voz sonaba divertida, algo nerviosa, extrovertida.
Se encogió de hombros ante las últimas preguntas
-Teníamos que venir, sí o sí. Ya sabes. Que yo quería desde luego. Me podría haber librado, pero eso sería muy tonto. Todo el mundo quiere estar aquí. -se detuvo un momento en su parloteo.
-No he perdido nada. Que yo sepa. ¿Y tú? Oye, ¿tú bailas? Yo soy superfan de la danza.
Con cada retirada de manos del espejo el reflejo de la imagen de la otra persona se hizo algo más tenue y su voz sonó algo más lejana, aunque comprensible. Parecía que el retirar las manos cortaba, de algún modo, la conexión, y el restablecimiento no era con la misma potencia.
No parecía que hubiera riesgo de terminar su charla de forma abrupta, pero tal vez la magia del espejo no estuviera preparada para la energía de la chica.
Era curioso el juego de claroscuros que conformaban aquella imagen distorsionada. Un encuentro que rebasaba con creces los matices de lo cotidiano aunque la mera oportunidad de estar frente aquella joya mágica era suficiente para estar de tan buen humor. Su rostro borroso y a veces distorsionado me invitó a acercarme también a la superficie bruñida.
—Estoy muy bien—contesté cortés a la pregunta—. No creo que al espejo le importe nuestros nombres, pero aunque así fuera el nombre es algo tan accesorio como unos zapatos o un sombrero. ¿Quieres que juguemos a algo?
La pregunta no tenía ninguna segunda, me parecía valioso cada segundo que estuviéramos allí pegados y qué mejor forma de aprovecharlo de la forma más seria que conocía. Jugando. Aunque suficiente jugoso me parecía el juego de quitar y poner las manos que me hizo sonreír.
—La curiosidad es el principal motor del conocimiento—dije sin pensarlo mucho y convencido de mis palabras a lo que agregué—y la procrastinación es una evasión de responsabilidades ¿Qué te preocupa de estudiar?
Su voz me decía muchas cosas aunque aún era pronto para empezar a poner etiquetas preconcebidas. Lo mejor era seguir escuchando, seguir hablando. Conocer más.
—Venir no era casual, había mucha causalidad en ello—dije con voz ceremonial—. Aunque fuéramos de casas diferentes, o colegios, o continentes... ¿Crees que el espejo se molestará si nos damos esa información? Supongo que no pasará nada si te digo que me gusta la danza, creo en la importancia de comunicarse de los cuerpos más allá de sus palabras. Me gusta el vals. También el can can y la farandola.
Reflexión antes de responder.
-No estoy de acuerdo. El nombre te viene de los padres. Y nosotros somos engendrados por las semillas de mamá y papá. No es un accesorio. Tu sombrero, creo que llevas uno puesto, no es un simple adorno. Dice algo de ti.
Se retiró un poco del espejo.
-Hay creencias que consideran que pueden robarte el nombre si lo dices en voz alta. Superchería lo llamarán los ignorantes.
La chica escuchó, atenta. El muchacho no podía verla, quizá intuía que sonreía.
-Las palabras son unos de tus juegos, ¿no? Como un laberinto. No quiero perderme en ellas, y no podenos revelar esa información. Somos tumbas.
A propósito o no, no respondió al tema de las respondabilidades. Información censurada, muy pronto para eso.
-Hum… No he probado el can can, ¿también lo bailan los chicos? Y de la farándula ni idea. ¿Me enseñarás? Vals sí, un clásico. Y bailes más actuales, los que quieras.
Sonreía.
-Mi expresión es de soñadora. Me vuelve loca el rock & roll.
Se fijó mejor en la imagen. Se perdía y la voz del chico sonaba más lejana.
-Está fallando la conexión wifi -bromeó.- ¿Y qué más te gusta, aficiones? ¿Habilidades, sueños, proyectos?
—Pues eso, accesorio—dije de buen talante—. El nombre, el sombrero, dicen cosas de una forma superficial pero... ¿Son capaces de mostrar como te sientes? Pueden. Aunque también pueden enmascarar la realidad. Mis padres decidieron como me llamaría pero sabían muy poco de como sería. Yo me pongo un sombrero creyéndome elegante y quizás tú lo veas y te parezca ostentoso, o antiguo y trastorne de alguna forma mi realidad con la tuya.
Se notaba el nerviosismo, o tal vez el carácter dinámico de mi compañero en sus ir y venir sobre la superficie del espejo. Yo me mantenía pegado tratando de discernirla a través de sus palabras.
—Mi boca entonces permanecerá sellada—conformé a sus palabras además con intención de no volver a preguntar aquellas aristas—. El can can también lo pueden bailar los chicos ¿Por qué no? ¿Acaso no se parecen a los bailes cosacos? Tal vez en Koldovstoretz lo bailen. Mientras que la farandola es un baile social bastante divertido para hacerlo en grupo en festividades, si coincidimos sin duda que te enseñaré.
Me sorprendió lo sumamente contemporánea que parecía tanto en aficiones como en la manera de expresarse mientras que yo rozaba un clasicismo bastante bohemio. Sonreí sin pretender decirle (no iba a ser para todo tan honesto) que la conexión se iba porque probablemente no dejaba quietos los deditos, aunque no ere ese el asunto al que habíamos venido sino responder a nuestras preguntas del alma.
—Aficiones, muchas. La principal de ellas y que más hora del día me quita—dejó un segundo de silencio—. Seguramente te reirás pero mi pasión es la alquimia. Y de ella se desgranan mis mejores habilidades, mis proyectos y mis sueños.
-Alquimia -repitió, notas de interés en su voz- ¿Por qué iba a reírme? Solo lo haría si me dices que estás empeñado en transmutar plomo en oro.
La chica debía estar reflexionando en la corta pausa siguiente.
-Es muy loable. ¿Y cuáles son esos proyectos y sueños?
Ella no tenía tan claro su futuro.
-Yo… no se… mis proyectos son a corto plazo. Primero, un viaje, a ver si me abre la mente. Quiero conocer lugares y personas. -sonreía. El tono de sus palabras ganaba confianza.
-No viajar en plan turista, no. Sino “vivir” el viaje. Me gustan las personas, algunas tan diferentes y tan iguales. Otras culturas, otras formas de vivir.
Tal vez se mordió los labios.
-Creo que voy camino de voluntaria. A pesar de mi comportamiento un tanto… evasivo..Aunque antes necesito dedicarme a algo. Me gustan los animales también. Veterinaria. Quizá.
Soltó otra risa.
-¿Bueno y qué, entre tus sueños y proyectos aparece alguna pareja?
El que terminó por reírse del comentario terminé por serlo yo mismo. Las notas irónicas me parecieron genuinamente graciosas.
—No pretendo encontrar oro. Mi búsqueda alquímica es un poco más profunda y menos materialista—tomé un poco de aire y seguí con mi diatriba—. La alquimia más allá de su objetivo de transmutar metales es una disciplina filosófica que trata de explorar la espiritualidad.
Le pareció convincente su experiencia de viajar y así se lo hizo saber.
—Viajar es una de las cosas que te cambia la mente—observé con interés—eso es a lo que me refiero con la alquimia, la capacidad de abrir nuestra mente a nuevas realidades para generar una optimización de nuestro pensamiento.
Escuché con atención lo que tenía que decirle sobre sus pretendidas profesiones y opinó con ánimo de sacarle una sonrisa aunque no pudiera disfrutarla en aquellas superficies borrosas, al menos escucharla.
—¿Voluntaria para recibir hechizos? ¿O tal vez veterinaria de criaturas mágicas? Seguro que cuando llegue el momento adecuado no tendrás ningún tipo de duda.
La última frase lo dejó pensativo
—¿Quién no iba a querer encontrar el amor? Aunque no necesariamente una pareja. Son cosas muy diferentes. De hecho más allá de una pareja lo que deseo encontrar es algo más allá de eso. Un alma gemela que se refleje en mis respuesta y conecte con mis más escondidos secretos sin tener que desvelárselos—dijo con una minuciosa explicación—. Es esa la manera en la que entiendo la alquimia. ¿Qué pretendes encontrar tú en el terreno emocional?
-Soy una chica de contradicciones, me lo dicen mis amigas - hubo una pausa reflexiva-. No me gustan los líos, sin embargo sí ayudar y colaborar. Suelo esquivar los problemas, pero a la vez intento cumplir mis compromisos. Más o menos.
Fue sincera. Era absurdo no serlo si querías una amistad o empezar algo más.
-Supongo que sí, veterinaria de criaturas mágicas, lo he estado pensando. Aunque me da cierto miedo.
Aquello de la alquimia, la filosofía, sus ideas y la manera de expresarlas, le aclararon buena parte del caràcter del joven.
-Un mago filósofo bailarín. Me gusta el cóctel. -se notaba que sonreía - Y con sombrero de copa -bromeó.
-Yo no soy buena en alquimia. En realidad no lo soy en nada. Regulinchi en todo. Voy pasando por los pelos. -añadió, sin pudor o vergüenza en su voz.
Prestó, en silencio, atención a la respuesta del chico.
-Eso está bien. Amor pero no pareja, no al menos convencional. Una persona que te deje tu espacio y a la vez te comprenda con una mirada y esté ahí para ti. Y tú para ella.
Tomó aire.
-Tú eres más espiritual que yo. Soy más mundana. Las chicas maduran antes que los chicos pero me temo que soy más cría de mi edad. Tengo 17. ¿Y tú?
Ella no había pensado demasiado en el amor.
-¿Te enamoraste alguna vez? Yo lo estuve hace años… Bueno, puede que no fuese amor, otra cosa. Intensa. Sin embargo nada serio. No lo se. Me sentía muy bien al lado de él. Conectábamos. A lo mejor había alquimia - hubo una risa alegre- . Duró poco el hechizo. Un hechizo fugaz.
Sus palabras ahora sonaron a nostalgia.
-El oro volvió a ser plomo.
—Todos vivimos con nuestras contradicciones, somos humos—dije con naturalidad—. A mí por ejemplo me dan más miedo algunos humanos que muchas de las criaturas mágicas.
Me mantuve en silencio mientras iba poniendo una detrás de otras la colección de etiquetas que había sacado de mí. Iba a decirle algo pero le conmovió lo apesadumbrado que sonaba lo que dijo después a pesar de que el tono no mostraba ninguna afectación.
—La vida es tan corta que no somos más que aspirantes a serlo—la reconforté no obstante—. Así que solo nos vale perseguir nuestros sueños y acumular experiencias. Es lo que nos llevaremos.
Vale, me había pasado de profundo, tal vez, y ella se había dado cuenta. Incluso el más mundano tiene un mundo interior que cultivar pero allí no estábamos para plantar pensamientos sino para sacarlos a la luz.
—La edad también es una más de las etiquetas que no llegan a decir todo. Se puede ser maduro desde joven o necesitar más años para ello, cada cual hace su camino—volví a filosofar—. Pero te puedo adelantar que tengo 18.
En esta ocasión sí dejé pasar unos segundos de silencio. Unos pensamientos se cruzaron por mi mente.
—Sí. Me enamoré. Y lo hice perdidamente—concreté—. Y nunca la olvidé. Incluso pensé cuando venía hacia aquí que podría encontrarme con ella. Pero eso no va a ser posible. Ella también fue... fugaz.
La nostalgia se apoderó de ambos y yo sonreí melancólicamente al escuchar la maravillosa última frase.
—Ella era de oro. No de un oro cualquiera, sino de ese oro en polvo que en japón une las piezas de un jarrón roto—comentó dando algunos detalles—. No quiso que la viera así y nunca pude volver a encontrarla. ¿Es tanta la magia del espejo que pudiera traérmela? ¿O volver a convertir tu plomo en oro?
Junto al reflejo de Chica 2 se formó la imagen de una mujer, una que estaba grabada en el corazón de chico 3, mientras que del lado del chico se formaba otro reflejo, la imagen de un chico que había hecho que los días de chica 2 fueran valiosos como el oro.
Apenas duraron las imágenes unos segundos, antes de que la imagen del espejo ondulara lentamente, como si una piedra invisible hubiera caído en un lago de aguas profundas. Las ondulaciones eran lentas, rítmicas, casi como los latidos de un corazón cansado, y con cada una de ellas el reflejo de ambos chicos se iba diluyendo.
Nadie les tenía que explicar lo que significaba porque instintivamente lo supieron. Su tiempo se estaba acabando, aunque no podrían concretar cuanto tiempo habían pasado hablando. ¿Minutos? ¿Horas? Podía ser poco, pero el espejo tenía otros planes, y muchas veces, se necesita la distancia para que el corazón sepa apreciar sin dejarse cegar.
Sus sentidos estaban volviendo. Los dos podían oír gritos de rabia, frustración y alguna carcajada en su lado del espejo. Estaban volviendo. El lugar donde estaban, aquel lugar compartido, pronto dejaría de existir y les quedarían los recuerdos que aun estaban por hacerse.
El espejo les enseñó sus pasados, y un posible nuevo presente, algo que a su juicio podía valer la pena. Ahora estaba en su mano asirlo con firmeza para que no escapara, o abrir las manos para que se escapara como el agua de un río, permaneciendo apegado a un pasado que probablemente no volvería.
-Dieciocho. Suenas mayor. Aunque no es eso. Cultivado. Has leído mucho, ¿verdad?
Esperó un par de segundos. -Tu cultura y conocimientos son mayores que los míos. No me siento acomplejada, por eso no temas. Solo que, tal vez, no esté a tu nivel en la conversación.
Hizo un mohín que no fue más que un mínimo titilar en el espejo.
-Suelo estar mucho al aire libre. Pasear, deporte, bañarme con los rayos del sol. Me salto algunas clases, ejem. -hubo una duda.
-Mis padres son muggles. Mi bisabuelo materno era mago. Mi hermana pequeña es muggle. No soy sangre pura, cosa que algunas y algunos te recuerdan con frecuencia. Es la asignatura más difícil de todas.
Las palabras se arrastraron, como agotadas por su contenido.- Se hace cansino lidiar con la intransigencia.
La joven se emocionó con el breve relato del romance.
-¿Por qué las historias de amores trágicos nos atraen tanto? Es extraño. ¿No crees que podrías encontrarla de nuevo? ¿Se lo has pedido a un vidente?
El Alquimista parecía compungido.
-No pido al espejo que me traiga el oro del pasado. ¡Anímate! Si nos comparas con ella, nunca vivirás el presente. Es bonito recordarla, claro. Con una sonrisa.
No le dijo que pensar en esa chica y desear que regresase, era como descartar cualquier posible encuentro a través del espejo.
-El oro está sobrevalorado, pensándolo bien -bromeó, divertida- La auténtica magia está en nosotros, no en el espejo. No esperes a que te la traiga, ve a por ella. Aunque… hay más chicas, ¿sabes? -añadió con cierto aire burlón pero sin mala intención.
—La biblioteca es mi refugio favorito—aseguré dándole la razón—. Aunque también disfruto del aire libre, las mejores cosas pasan viajando.
Me quedé unos instantes en silencio pero luego decidí posicionarme. No estábamos allí para juzgarnos sino para conocer a otras personas.
—No estamos en ninguna competición. Si no conociéramos personas diferentes a nosotros esto sería muy aburrido.
Asentí conforme a lo que decía e inmediatamente traté de animarla.
—Yo no soy nada clasista. Mi padre es Muggle y no creo que ser un sangre pura te haga más importante por nada. Pero bueno, también hay gente maravillosa que no hace caso de eso.
Noté a través del cristal como se emocionaba y sonreí, sobre todo después de la segunda pregunta.
—No lo sé si volveré a verla. Por un momento creí que podría encontrarla tras el cristal... Pero estás tú y eso es igualmente estupendo—dije emotivo—. Mi madre es adivina jejeje y ni siquiera ella es capaz de localizarla...simplemente se esfumó.
Tal vez pensé, por sus palabras, que me habría extralimitado hablando de otra chica, pero la pregunta había sido si me había enamorado y por ello había sacado su historia a la luz. No obstante la vida seguía y allí estaba yo estableciendo contacto a través del espejo. La magia podía saltar en cualquier momento.
—Y todo el tiempo del mundo—dije sintiendo como el espejo empezaba a perder intensidad—. Aunque no sea ahora, podrá ser en otro momento. Soy de Beauxbatons. Siendo tan dinámica y viajera tal vez te apetezca hacer un viaje a Francia. Me encantaría recibirte y mostrarte mi escuela.
Sintió como la energía seguía menguando aunque no apartó la mano hasta el último momento esperando poder escuchar sus últimas palabras.
La muchacha sintió algo de desconcierto cuando vio la imagen borrosa de una chica en el reflejo del espejo.
-El espejo nos escucha. Nos entiende. ¿Puede que tenga conciencia propia? Pregúntale sobre ella.
Igual que llegó, se fue. Y ellos también se marcharán.
-El tiempo se agota, qué rabia, ¿no?
Prestó atención a su alrededor, aunque no miró a los lados. Regresaban al aquí y ahora de la sala del espejo.
-Percibo retazos de conversaciones a este lado. No parece que a todo el mundo les vaya bien como a nosotros.
Ella sonreía. Se sonrojó incluso con algunas de las frases y halagos de él.
-Menos mal que no puedes verme. Me has hecho ruborizar, noto el calor en mis mejillas. ¿Te imaginas que pudiera fundir la superficie de cristal? - bromeó.
Era de Francia.
-Oh, Beauxbatons. Genial. Invitación aceptada. Podría preparar un viaje estas vacaciones, no tengo nada pensado, soy de improvisar.
Mantuvo también la mano sobre el espejo.
-Estoy en Howards. O lo estaba. Se acabó. ¿Has venido alguna vez aquí?
La chica lamentaba que la cita se acabase. Pensó en que luego habría otra y otra … ¿Estaba preparada para tantas emociones?
-De todas formas, nos veremos en el baile. Supongo. No se el planning de este evento. Confío en que sí.
Miró fijamente a su propia imagen.
-Lo he pasado bien, alquimista. ¿Ha sido oro o plomo? Para mí ha sido oro. -añadió, riéndose divertida y contenta.
Una pregunta quedó suspendida en el aire sin encontrar respuesta. ¿Aquello que habían tenido daba para ser considerado como oro, o todavía no habían separado un pasado de destellos rutilantes? Se habían entendido a lo largo de los minutos que habían conversado. El espejo les había mostrado personalidades poco parecidas a las suyas, tal vez con la esperanza que los opuestos se atrajeran.
Oro o plomo. Se volverían a ver, de ello estaban seguros y cuando se vieran, solo entonces, tendrían sus respuestas.