Partida Rol por web

Nada más tocar el espejo sus respectivos reflejos se fueron formado. Dos chicas se miraban frente a frente. Una  de piel clara, grácil, con una media melena rubia que le llegaba un poco más allá de sus hombros. La otra morena, de pelo algo más corto y de sonrisa resplandeciente.

Ya sabían que su tiempo sería corto. Era hora de que las palabras de la boca desataran a las del corazón.

El momento había llegado y yo estaba cada vez más desanimada ante la posibilidad de que el espejo me mostrara algo... interesante. No es que las otras veces no lo hubiera hecho, pero tenía la sensación de que esta vez no iba a salir bien.

El reflejo ante mí se formó y una chica morena apareció en el borrón. ¿Otra chica? ¿Qué intentaba decirme el espejo?

—Hola —dije curiosa—. Eh... ¿qué tal?

Tercera cita. Manos en el espejo y a la espera de su nueva pareja. Resultaba un poco estresante. También, divertido. 

Las aguas del cristal se calmaron, dejaron de oscilar y dejaron a su vista la sombra de una chica. 

La voz femenina lo confirmó. 

-¡Oh! Una chica. ¡Hola! -resultaba evidente que sonreía - ¡Bien! ¿Y tú? 

Fue una sorpresa. Por algún motivo desconocido pensó que le tocaría otro chico.

-¿Qué te inquieta? Noto cierta inquietud en tu voz. ¿Todo bien? ¿De dónde eres?

La energía de la chica al otro lado del cristal me hizo dar un pequeño salto; no me la esperaba en absoluto.

—Eh... bien, bien —dije, recuperándome de la sorpresa inicial—. Nada, es que la anterior cita me sorprendió y esta también —sonreí un poco—. Soy tímida —advertí.

No era mentira, tampoco del todo cierto. Más bien, introvertida.

—Todo bien. Algo confusa con esto de entrar y salir de los espejos, la gente, ya sabes. ¿Qué tal tus citas anteriores? ¿Está siendo una experiencia... divertida? —quise saber, evitando mencionar de dónde era.

-No pasa nada por ser tímida. Diversidad. Yo, al contrario. Bueno, no soy exageradamente extrovertida -hubo una risa alegre- . Pero vamos, no suelo ser cortada.

Dudó un par de segundos - Tampoco intrusiva, eh. No quiero molestarte con nada.

Su voz sonaba clara, sin ápice de inseguridad. Aterciopelada.

-Podría decirse que sí, divertida. Estimulante. Dos chicos, uno más de la broma, el otro más serio. Majos los dos. En una hemos logrado que suene una canción. ¿Te gustaría? -se acercó un poco más al espejo.

-He sido afortunada -espero continuar siéndolo- Se cuenta que algunas charlas han sido desastrosas y gente muy borde. 

Hizo una pausa reflexiva.

-¿Qué te sorprendió de la anterior? ¿Y de esta? -quiso saber, prestando atención a la respuesta. Acaban de comenzar y estaba sorprendida, ¿por qué?

Sonreí un poco.

—Eso nos va bien, porque si fueras tímida, tendríamos una conversación... limitada —dije con seguridad—. No me molestas, tranquila —sonreí levemente.

Me contó un poco sobre sus citas.

—Yo he tenido... una primera cita genial —sonreí bajando la mirada—. La segunda fue con una chica, genial también pero breve; se cortó la comunicación antes de tiempo y apenas pudimos hablar —suspiré—. Espero que no pase con esta.

—Claro. ¿Qué canción sonó? —pregunté curiosa.

—Yo de momento parece que estoy teniendo suerte —sonreí—. No vayas a romper tú la racha —bromeé—. Prometo no hacerlo yo si tú también estás en racha de gente maja.

—Me sorprendió que ambas fuerais chicas. No es que tenga nada en contra, ni mucho menos. Nunca me he parado a pensar qué me gusta, si chicos o chicas... porque nunca me ha gustado nadie en realidad —me encogí de hombros—. Soy chica de buenas notas, así que no tengo tiempo para... esas cosas —carraspeé—. Pero dicen que el espejo te puede conectar también con gente que puede ser buena amiga, no todo tiene que ser romántico, creo.

-Lo lamento. Las charlas son breves y que se corte la conexión, es una lata. Demuestra que el espejo no es infalible. Y caprichoso. Quién sabe de sus motivos.

Se notaba que sonreía un poco -Pero me alegro de que hayan sido geniales. Seguro que podrás conocer mejor a esa chica durante el baile. Anímate.

No le había comentado de donde era. Se guardaba esa información, introvertida y tímida. 

Se encogió de hombros. “No hay problema”.

-Yo espero que no, que no se rompa la racha - hubo otra risa alegre y sincera- . Puedo abrumar con mi energía. Pero también se estar calladita y de relax. - guiñó un ojo, sin caer en la cuenta que su pareja no podía verlo.

-Evanescence. ¿Te gusta? ¿Qué música te va? 

Prestó atención a la respuesta de la chica rubia y reflexionó acerca de la suya propia.

-Pues… yo no soy de buenas notas, lo confieso. Soy de procastinar mucho y de actividades al aire libre - compuso un gracioso mohín dubitativo- Aunque comparto lo que dices. Lo de no pensar en plan pareja o tener un rollo.

Se hizo un breve silencio.

-A mí me gustan las personas. Más allá de cualquier otra circunstancia. Eso sí lo tengo claro -confesó.

-Tuve… no se como describirlo. Un lío hace unos años. Cortito, intenso. No pasamos más allá de unos besos, eh! Jajaja. 

Se apartó un poquito del cristal. -No creo que entienda lo que sentí. No se. Estoy a otras cosas, supongo que sigo siendo más infantil de mi edad. O no soy nada romántica, puede. 

Asentí a sus palabras sobre lo que me sucedió con el corte de la cita anterior.

—Gracias, bueno, todo pasa por algo. Dicen —me encogí de hombros—. Ahora estamos aquí, sería interesante saber por qué el espejo cree que teníamos que hablar —dije, con una sonrisa suave.

—¿Esperas bailar con alguna de tus citas anteriores, imagino? —pregunté, interesada—. Mi primera cita fue divertida. Pero es un chico tan genial que seguro va a tener muchos bailes —sonreí más divertida que triste—. A mí me resultas agradable, no tienes una energía demasiado atronadora, al menos, de momento —lo cierto es que me sentía cómoda.

—Evanescence... no, perdona. No conozco mucha música muggle... temas de familia —suspiré.

Todos parecían conocer cosas muggles que yo no y quizás ese iba a ser un problema ahora que salíamos al mundo exterior.

—Yo no puedo sacar malas notas, de nuevo, temas de familia. Se espera bastante de mí —me apoyé de lado en el espejo, apoyando el hombro en él y cruzándome de brazos—. Pero lo cierto es que no tengo nada claro qué hacer ahora. Cuando acaben las clases, digo. ¿Tú tienes plan?

—No voy a juzgarte —sonreí divertida—. Yo nunca he besado a nadie, no me ha llamado la atención nadie como para querer intercambiar fluidos. No le veo la gracia, la verdad. Aunque confieso que con mi primera cita... le he dado un beso al espejo. Pero de mejilla —bromeé aclarándolo yo ahora como si fuera ella quien fuera a juzgarme.

—El romanticismo no sirve para nada fuera de los libros. La vida que nos rodea es... fría, cruel, gris. El romanticismo en la vida real es solo una frustración más con la que lidiar. Hay que asumir que lo que pasa en los libros, se queda entre sus líneas.

Meneó la cabeza, no del todo de acuerdo.

-Ya te digo que pienso que el espejo es caprichoso. Nos une de forma aleatorio o puede que “sienta” las conexiones. Esto último es… me parece fascinante.

Así era. Unía personas que vivían al otro extremo del mundo. O en un par de habitaciones más allá.

Tras la siguiente confesión, la joven de cabellos negros dejó escapar una risa.

-Eso me emociona. Quiero decir que me alegro por ti. Ya tienes ahí tu elección, ¿no? -su tono de voz no demostraba decepción alguna- Me da el pálpito de que tú también eres una chica genial. 

Era cierto. Ella tenía un sexto sentido para estas cosas. No pensó para nada en dejar la cita, tenía la oportunidad de ganar una nueva amiga. 

-Es una lástima lo de la música. ¿Y qué te gusta? -preguntó de nuevo. - ¿Cómo te llevas con los muggles? Yo lo soy. Un bisabuelo era mago, sangre pura. -aquí sí se notaba cierta inquietud.

El beso en la mejilla reforzaba la intensa primera cita que tuvo la joven introvertida.  Suspiró. 

-En la segunda puse la mano en el espejo pero no pudimos tocarnos, se terminó antes. 

Le extrañó lo que la chica rubia pensaba del mundo. Ella regresó muy cerca del cristal. - No estoy de acuerdo. No se mucho del romanticismo, vale. Sin embargo el mundo, la vida, es, o puede ser, todo lo contrario a lo que dices. ¿Qué te impulsa a afirmar eso? 

Había preocupación sincera ahí.

-Ah, sí, tengo plan - sus labios casi tocaron el espejo. Susurró- Animales. Criaturas mágicas -la risa sana vibró de nuevo- También podría dedicarme al baile. Me encanta bailar, soy buena. ¿Y tú? 

Algo pasaba. ¿La conexión? ¿La chica se cansó de otra chica? ¿Fue todo un rollo lo que le contó la joven rubia hasta ahora? 

¿Se fue a tomar un café o a hacer un pis? 

Ella no era de darle vueltas a las cosas, no se comía la cabeza. A saber qué sucedía.

"Lo mismo se ha puesto mala. O la he asustado. O pasa de mí. Chica antes, chica ahora".

-¿Estás ahí? -preguntó, y apoyó la oreja en el espejo.

-Vale. ¿Estás bien? No tengo nada más que hacer, así que te espero un poquito más, chica introvertida.

Hubo una ligera risa suave.

-Lucy in the sky with diamonds... -comenzó a canturrear...

La imagen del espejo onduló lentamente, como si una piedra invisible hubiera caído en un lago de aguas profundas. Les recordaba con gentileza que su tiempo se agotaba, que si tenía que ser tenía que ser ahora o nunca. Lo que no se dijera podría no poder decirse después. Quedaba una cita y todo lo conseguido podía desvanecerse como un castillo de arena ante un tsunami. Pronto se pondrían todas las cartas sobre la mesa en el baile de los pasos perdidos.

No estaba escuchando bien lo que sucedía al otro lado.

—¿Hola? —pregunté—. Sí. Ahora te escucho. —puse la otra mano en el espejo—. El tiempo es raro, la primera cita me pareció larga, la segunda corta y esta casi inexistente. —dije pegando también un pie al cristal como si de ese modo pudiera tener más superficie de conexión.

—Lo siento pero no sé nada de música muggle —dije algo avergonzada por tercera vez al escuchar una canción que no me sonaba, a pesar de que ella la canturrease—. Suena bien, quizás en el baile me puedas enseñar algo más —le ofrecí.

Había sido corto y el espejo ya estaba dando señales de que se iba a cortar pero, ciertamente, aquella persona al otro lado me había caído bien.

—Hogwarts… soy de Hogwarts —dije en un arrebato, como si de pronto, al cortarse la conexión, esa persona pudiera encontrarme.

Al fin la otra chica regresó. Ella, entornó los ojos conforme escuchaba, mirando al techo y rascándose, distraída, el cuello.

-Ya pasa. El Espejo es caprichoso y hace de las suyas. Para ti el tiempo ha ido veloz como una bala, y yo medio me he muerto de aburrimiento. -se notaba que bromeaba.

-Ahora tienes la elección más fácil, si la primera cita te fue genial, te evitas las dudas. En caso de que las tuvieses. -hizo una breve pausa- Yo a este paso no creo que elija a nadie. Ni nadie a mí, jajajaja.

Por el tono distendido y las risas, no parecía que eso le importase mucho.

-Vale. Es una lástima que no escuches ese tipo de música. Te pierdes algo bonito. -asintió con la cabeza- Si no te monopolizan en el baile, claro, puedo descubrirte cientos de canciones. Poco a poco.

El cristal del espejo latía, su forma de tocar la bocina avisando que se agotaban los segundos. Y aquí no podían añadir unos cuantos usando la tarjeta y recargando. Vaya lástima.

Escuchó Hogwarts y abrió los ojos en plan faros de coche en horas nocturnas.

-Ah… vale.

No fue demasiada sorpresa. A medias. Lo fue que se decidiera a facilitarle ese dato. La joven le recordaba a alguien y sus sospechas se confirmaban.

-Pues hasta el baile, chica introvertida. O hasta luego. ¡Te deseo que el Espejo no sea malo en tu cuarta cita!- añadió, con ese tono siempre alegre y desenfadado.