Partida Rol por web

En el exterior todo era silencio, mientras el interior eran gritos: de advertencia, de dolor, como pequeñas descargas eléctricas. Exterior e interior, no de la enfermería, sino de mi cabeza. Observé cómo Druso entraba y salía en lo que me parecieron menos que décimas de segundo. Creía no haber escuchado lo que había dicho, al menos con los oídos, pero mi cerebro repetía las últimas palabras:

Todos preparados. Todos preparados. Todos preparados...

Y casi sin darme cuenta, lo estaba. Cuadrado, con el medikit y las armas a la misma distancia de mi persona, y aguzando el oído para no perderme nada de lo que ocurría en el exterior.

Todos preparados... Estoy preparado.

Ajeno a lo mucho que había acertado con su suposición, que ya se sabe que una mente paranoica es una mente saludable, Nicodemus se encontraba enfrascado en sus labores. A saber: que la amenaza de su superior no hiciera que los penales se mearan encima (no todavía, era la idea) y que un puchito no le hubiera caído mal. No sentía ningún tipo de violencia así que podía deducir que había tenido una cantidad razonable de acierto, motivo para no asomar la cabeza no harto de vino ahí arriba. Con una vez de suerte loca Dios ya había cumplido su cuota de milagros irrazonables para un soldado.

-No te molestes, Clayton, no hay tiros. Así que es un problema estrictamente de los de arriba.

Se encogió de hombros y se apoyó en una de las paredes cercanas.

-Mientras no salpique, sentiende.

Fue en ese silencio cuando, de algún modo, tuvieron un sobrecogimiento. Todo se acababa de volver más ominoso, más oscuro, como si una presencia siniestra se abalanzara sobre ellos. 

Muy bien, ¿qué diablos había sido ESO? Un cosquilleo había recorrido la espina dorsal de todos, como si fuera la sensación de que algo va a ir terriblemente mal. O quizás que ya está yendo mal, era complicado de saber. De repente, el nerviosismo en la enfermería acababa de incrementarse varios enteros, y de algún modo, las sombras ya no parecían tan inofensivas como antes.

...

El oficial al mando en aquel momento tuvo una mala sensación. Y por lo que vio en los ojos de los demás, aquello había sido general, mucho más parecido al trueno en una tormenta que un mal presentimiento. Como alguien que no creía en la "presciencia soldadil", Nicodemus pensó de inmediato en ALGO malo.

-PERFVTVT.M

Resumió, en un perfecto Gótico Culto, y señaló a uno de los doctores. Al que estaba más cerca.

-¡Soldado! ¡Sube ahí afuera y comprueba la situación! ¡Nada de riesgos innecesarios, ahora mismo somos las manos más raras del regimento!

Todo el mundo estaba inquieto allí, y estaban en un espacio demasiado pequeño y no confiaba en absoluto en la disciplina de los penales. Especialmente no necesitaba que acabasen meando todo el alcohol antes de tiempo.

- ¡Sí, señor!

Ni siquiera sabía si me estaba hablando a mí, pero no podía quedarme quieto más tiempo, así que obedecí y salí a ver qué había ocurrido.

La sensación de intranquilidad no disminuye mientras Cedric sale fuera a investigar. Sea lo que sea, si es que realmente es algo, ha tocado el nervio de los allí presentes...

- Señor...

Quise llamar la atención de Nicodemus nada más volver al interior de la enfermería. Llevaba en la cara el gesto del que no sabe muy bien cómo interpretar lo que ha visto.

- La Inquisición, Señor. Están ahí fuera.

La cara de Nicodemus fue la que se esperaba en estas circunstancias: la cara de absoluto póquer y el silencio demasiado prolongado que disimulaban el terror supremo. Terror reverencial.

-...

Un segundo más.

"Podía haberme llevado a un apartado y decírmelo, el hijodeputa este"

Dos. Dos segundos mejor. Sí.

-¿Han compartido el motivo por el que se encuentran aquí, medicae Clayton? Bueno, en todo caso no estamos todos muertos ni oigo sonidos de purga extrema en el exterior, ¡así que felicidades por un trabajo bien hecho, caballeros! -dijo, rompiendo el momento mágico para volver a ocuparse de lo importante- Si alguno de ellos quiere examinarlos, y por supuesto lo harán, ni que decir tiene que quiero que se les de todas las facilidades: ¡les quiero a ustedes en perfecto estado funcional y punta en blanco!

Dado que su plan consistía en tocarse los huevos lo más disimuladamente posible sin quitarse la armadura, era un perjuicio que también le incluía a él, pero. Con. La. Inquisición. No. Se. Juega.

De repente, arriba pareció armarse un jaleo de mil demonios. Empezó a haber movimiento, y... ¿eso eran disparos?

Buena pregunta.

¿Para qué habría venido la Inquisición hasta aquí? Había estado tan poco tiempo ahí fuera que no había averiguado nada.

- La verdad, no lo sé, Señor. Sólo he tenido tiempo para verles seguir al sargento Druso.

El sonido conocido pero inesperado de los disparos volvieron a ponerme en guardia. La cosa se ponía fea. ¿Estaría la Inquisición efectuando una Purga a balazos?

...

"Antes hablo..."

Al sonido de los disparos empezó a ajustarse la armadura de nuevo. Si la Inquisición estaba allí y había empezado a barrer el territorio, aquello eran malas noticias para todos los que estaban allí. Nicodemus, que no había sido un rango en la vida ni tenía el perímetro pectoral para ser uno, se vio obligado a tomar decisiones.

Tomó la escopeta y señaló a varios.

-¡Quiero un perímetro de defensa semicircular cubriendo la puerta, rápido! ¡Tenemos que bloquear el acceso! Si ven a alguien corriendo hacia aquí dentro que no lleve una armadura inquisitorial DISPAREN A MATAR. ¡Si quien entra son fuerzas inquisitoriales, quiero que les cedan acceso y obedezcan todas sus órdenes! ¡Cualquiera que tenga el gatillo flojo y dispare a quien no debe, o no dispare a quien debe, será sumariamente ejecutado! ¿Entendido?

Ya había visto lo suficiente los últimos días como para saber que jamás volvería a una vida de civil normal y corriente. Las pesadillas lo perseguirían allá donde fuera, así que lo único que le quedaba era curar heridos y disparar a las pesadillas hasta el día en el que el Emperador lo reclamara en su gloria. Así, en aquel momento, al fondo de la sala estaba Khaled, haciendo uso de algunos suministros médicos para salvar la vida a algún desgraciado que se debatía entre la gloria de la muerte al servicio del Imperio del Hombre, o mantener su compromiso con la causa.

Fue los disparos lo que le hizo detener aquella hipnótica y repetitiva operación, haciendole girar en dirección a las escaleras de subida. Khaled tenía una habilidad especialmente buena para pasar desapercibido, así que abandonó lo que estaba haciendo, para dirigirse hacia el centro de la habitación donde pudiera hacerse notar un poco más.

Y no tuvo claro si fue su presencia lo que activó el volumen de Nicodemus, o fue la casualidad, pero no tardó en hacerle caso. Miró a su alrededor, con ese clásico tono callado suyo y tomó una de las camillas vacias, llevandola hasta la posición y tirándola para que hiciera de parapeto. Comenzó a repetir la operación hasta que dispuso algo parecido a un perímetro de defensa a base de moviliario de enfermería, cajas y demás basura prescindible.

Él se colocó en el lado derecho, tomando el rifle con la zurda y dejando un par de sus granadas delante suyo, donde pudiera cogerlas con facilidad en caso de que todo se fuera a la mierda rapidamente.

Aún no está nada claro qué ha ocurrido, pero se debe estar liando una buena. De las escaleras vienen gritos y una auténtica tormenta de disparos, sea lo que sea, tiene que ser serio a la fuerza. Pero algo más viene de la escalera... Pasos. Pasos que empiezan a descender. 

Escopeta apuntada a la entrada. Casco ceñido sobre el rostro. Armadura presta. Vista al frente. Preparado para lo que viniese.

-*¡RECORDAD VUESTRAS ÓRDENES!* -la voz, algo apagada desde detrás del casco, seguía resonando en la sala por encima del tenso silencio- *¡SEA LO QUE SEA LO QUE BAJA, SI NO LLEVA UNA ARMADURA INQUISITORIAL LO QUIERO MUERTO!*

Comprobó el arma. Clac-clac.

-*¡SEAS QUIEN SEAS, TIENES UN SEGUNDO PARA IDENTIFICARTE!*

Tirar la camilla al suelo a modo de barricada. Eso daría algo de cobertura, sí, y ahora había que ir a por otra para reforzar la estructura que componía aquella improvisada barrera. Él era mejor médico que tirador, y en comparación a los que estaban allí -la legión penal- tenía por seguro que aquellos tíos sabrían montar un buen follón y defender la posición mientras alguien como él, se dedicaba a reforzar la posición para aquellos que no tenían que pagar con su vida alguna fechoría a ojos del Emperador.

Así que hizo el segundo viaje a por otra camilla para reforzar aquella barricada. La idea era colocar las camillas de forma que dejaran un pequeño acceso para la entrada y salida, a la vez que una barricada efectiva para la defensa y cobertura en caso de tiroteo. Con dos sería suficiente, o eso esperaba él.

Unas botas aparecen en su campo visual, botas que después son seguidas por lo que deben ser pantalones de faena krieg, y el resto del uniforme, evidentemente relleno por los soldados de dicho planeta. Aunque algo en su forma de caminar hace menos evidente que sean soldados, algo muy torpe, como a trompicones... No han dado respuesta, y parecen querer abalanzarse contra los ocupantes de la enfermería.