Partida Rol por web

Albius aguantó el puyazo como venía siendo habitual en él, sin decir ésta boca es mía, y tras escuchar a Nicodemus y lo que tuviera que decir el otro oficial, no le hizo falta esperar más, se dio media vuelta y subió a retomar su posición, dando el informe pertinente.

Paul entraba dispuesto para el combate cuando se hizo evidente que la enfermería estaba asegurada, al menos todo lo asegurada que podía estar en las circunstancias actuales.

Mientras su adrenalina descendía hasta niveles normales, saludó a su compañera Hillard y al resto de los presentes con una ligera inclinación de cabeza. Habría tomado el antebrazo de la médico de su unidad como gesto de camaradería, pero seguro que había estado en contacto con toda clase de sustancias potencialmente letales, así que finalmente decidió no hacerlo. 

Su voz cavernosa tenía un sonido casi fantasmal tras la máscara de gas -Si tengo que hacer un cálculo aproximado diría que la mitad de nuestros efectivos muestran signos de infección. La primera planta y el bajo están libres de hostiles, pero no puedo asegurar lo mismo del exterior.

Fijándose en la pechera del cadete que monitorizaba a los penales (con una disciplina algo laxa, viendo la evidente embriaguez que mostraban) realizó un rápido saludo antes de continuar. -El Emperador protege, señor. Si tienen algún voco-comunicador disponible sería importante contactar con nuestros mandos y que nos indicasen dónde somos más necesarios. Como puede ver dijo señalando a los representantes de los distintos regimientos que habían bajado las escaleras temiendo lo peor parece haber cierta confusión en todos los regimientos sobre el estado general de la situación. Cierta confusión... soy un maestro de los eufemismos. 

Si no dispone de ellos, por mi parte creo que volveré a mi puesto de tiro en la primera planta. Si en el exterior de la mansión lo han pasado como nosotros, no me sorprendería que retrocediesen hacia aquí perseguidos por el Archienemigo y aquellos de los nuestros que han sucumbido a la infección.

Fedor entró dispuesto a lanzar metralla a lo primero que encontrase... que se trataba de supervivientes aliados y otros soldados que entraban sin sentido a aquel lugar. Y como no quería que lo ejecutasen, abortó su intento de disparar al no ver objetivos enemigos válidos. Los medicae se habían defendido bien por su cuenta.

El lantanita había pensado en la posibilidad de, si hacía falta, recoger munición y armas de los cuerpos caídos infectados, aunque diversas y poderosas dudas le atenazaban al respecto. Con las advertencias y órdenes de los enfermeros quedó bien claro que lo mejor para esas cosas era no tocar nada, napalm y lanzallamas.

Habrá que revisar a los caídos no infectados solamente. Y con lupa, estimó el artillero.

Los penales supervivientes se emborrachaban excepto el que había luchado con él, un tal McKnife, que recibía ladridos de un cadete, los enfermeros parecían estar bien, numerosos infantes de diversas compañías aparecían por aquí y allá, venidos de ninguna parte y sin mandos... Todo parecía un auténtico...

- Caos - respondió a la pregunta de uno de los medicae -. Aunque la mansión y los jardines externos parecen asegurados. El resto del pueblo... - detuvo su hablar, suspiró y negó con la cabeza, pesimista -. Los que sobrevivan a la hecatombe terminaran aquí - convino con un fezzornita. Inaudito -. A saber si vendrán límpios - dejó caer mirando a los medicae con una clara sugerencia sobre su necesaria presencia, evaluando a los que fueran llegando -. Y no quedaremos muchos en total - sentenció con tono amargo.

Tras ver que el sótano estaba asegurado y la limpieza infecciosa iba a corresponderles a otros el artillero se giro, realizó un gesto con la barbilla a su ayudante binomio en dirección a las escaleras y comenzó a subirlas.

- Subo arriba. Si hace falta bombardear algo mejor que Olga esté en posición alta - comentó antes de abandonar el lugar.

Arthur se encogió de hombros.- Pues si aquí estáis bien- y visto que no queda nada de MI vino, pensó,- yo me subo también, a ver si hay que matar algo más.- comenta,- vamos amontonando cadáveres ¿no?- pregunta a Mitchaels.- Estan tirados por todas partes, incluidos los no infectados. El equipo que sea recuperable, no lo vamos a dejar aquí para el proximo zombie que llegue.

La respuesta a los interrogantes de los recién llegados fue respondida con una negativa por parte de Mitchells.

-No, el munitorum no nos entrega radios a ninguno de los pastores de escoria penal. Además, este sótano no debe ser bueno para las comunicaciones... ¿No han probado la sala de comunicaciones de la segunda planta? ¿O acaso ha caído?-preguntó el cadete, interrogando brevemente a los soldados antes de darles permiso para marchar-¡Muy bien despojos, es el momento de empezar a sacar cuerpos de aquí! ¡Ya estáis tardando! ¡Y sí, eso te incluye, McKnife! Hora de que empieces con los de arriba, mientras estos inútiles beodos limpian esto.

Tras escuchar el reporte de situación asentí y bajé el arma, algo más tranquila a pesar de lo malo de la situación. Al menos sabíamos qué ocurría fuera. Asentí levemente a la sugerencia del progena, pero cuando Paul nos informó de la situación suspiré. Menudo caos. Si las cosas seguían así no aguantaríamos. Sin orden, la maquinaria del Martillo del Emperador no valía para nada. Cuando vi que Paul se iba, le eché un grito por las escaleras.

- ¡Paul, tiene que haber todavía lanzallamas entre los soldados del regimiento! ¡Que se encarguen de quemar a los caídos!

No sabía si me llegaría a escuchar, pero esperaba que si no lo hacía, al menos se le pasase por la cabeza. Entre los supervivientes debíamos de tener prometio suficiente cómo para incinerar un buen montón de cadáveres. Esperaba que si esto era el fin del 303, al menos fuese un glorioso fin en medio de las llamas del Emperador.

Tomé aire y suspiré. Tenía algo que decir, pero viendo la bronca que Nicodemus le estaba echando al acechadunas me imaginaba la respuesta. Aún así, dada la situación, poco perdía diciéndolo.

- Creo que uno de nosotros debería subir y actuar de filtro. Nuestros compañeros dudo que sean capaces de distinguir signos de infección de la fiebre producida por una herida abierta. No podemos arriesgarnos a que dejen pasar a soldados infectados, o que eliminen erróneamente a soldados sanos. No en una situación como ésta, en medio de tierra de nadie y sin refuerzos a la vista. - No necesitaba ser un psíquico autorizado para hacerme a la idea de la posible respuesta, pero joder, había que hacerlo. De nada servían nuestros conocimientos y el mantenernos vivos si hacíamos nuestro trabajo a trancas y barrancas. - Me ofrezco voluntaria para tal cometido. Estaría sólo a la entrada de las escaleras, y me dedicaría a dejar el paso o administrar la Paz del Emperador según fuese necesario. Si dejamos esto en manos de inexpertos sin los conocimientos adecuados nos arriesgamos a perder hombres de forma innecesaria o a una infección en la enfermería.

Y cuando había terminado con un idiota aparecía otro. Un idiota condenadamente alto además, lo que siempre era útil a la hora de improvisar cirujía de campo. Un idiota suicida... pero al menos este traía algo siquiera de forma remota parecido a un plan, así que lo escuchó por unos segundos.

-...

La verdad es que estuvo tentado también de gritarle que se fuera al carajo, empezaba a estar harto de la insubordinación de los meds locales, pero...

-Eso es exactamente lo que podemos arriesgar: recuerde el protocolo de intervención, soldado.

"Eeeeeeh fuggit"

-¿Cómo se llamaba, soldado? -esperó la confirmación- Está reduciendo en un quinto los efectivos médicos de esta enfermería tomando esta decisión, Schuyler, así que espero que esté bien seguro de lo que hace, porque le haré personalmente responsable de cualquier pérdida que pudiese haber en este caso por falta de efectivos.

Y como el progena de asalto que era, acostumbrado más a la política de hechos consumados que a las finas tareas de la logística y el quién-mea-a-quien en el establecer castrense, sen encogió de hombros y señaló a unos cuantos de los penales.

-Llévese a los soldados menos borrachos que encuentre para que actúen de pantalla con usted, no establezca contacto con los enfermos más allá de lo necesario para aplicación del diagnostor y deje que sean ellos los que apiolen para que pueda dejar el paso fluido de heridos lo más rápido posible.

-No hay ni rastro de Feuer dijo recordando al pirómano oficial de la unidad pero si encuentro un lanzallamas yo mismo me encargaré. Pierde cuidado. También le diré a todos los que vea que se mantengan alejados de los cadáveres y sus pertenencias.

Sin más y haciendo el signo del aquila sobre su pecho, se despidió de Schuyler y los demás, ascendiendo de nuevo las escaleras.

Me encogí de hombros y asentí, tras lo cual agarré de los cuellos de la gabardina a Friedich, sabiendo que si me despistaba era capaz de esconderse debajo de una camilla, y señalé a los tres penales que menos parecía que fuese a dispararse a sí mismos sin querer.

- Tú, tú y tú, conmigo. ¡VAMOS!

El grito que pegué fue más una llamada de atención que otra cosa, y dudaba que hubiese surtido mucho efecto, pero a unas malas si no se daban por enterados el comisario los mandaría detrás. Dicho esto, y preparada para cumplir con mi deber, comencé a ascender las escaleras.

De manera lastimera, los borrachos empezaron a arrastrar cadáveres, mientras que Hilliard obtenía permiso para realizar un primer triaje en el exterior de la enfermería con el objetivo de no traer infectados a la misma. Todo parecía tranquilo, por lo demás. 

Nicomedus comenzó a echarle la bronca por tomar la iniciativa y buscar la mejor forma de ayudar. Y eso que había tomado todas las protecciones y medidas de seguridad para no exponerse de ninguna de las maneras. Así, se limitó a esperar a que acabara de hablar y gritar, para quedarse quieto sin hacer nada.

Cuando quisiera preguntarle su opinión o ideas, cosa que dudaba, ya lo haría.

Después de que el soldado subiera con escolta, y los cadáveres quedasen en manos de lo más parecido a personal prescindible que tenían en aquel momento, Nicodemus pudo tomarse un momento de respiro hasta que llegasen el resto de las víctimas, viendo que el resto de sus hombres a cargo habían decidido de forma sabia no hacer en absoluto nada. Ya nos hincharemos después a hacer, meditó sobre el particular.

-Ehhhhh...

Se apoyó en la pared cerca de algunos de los camastros improvisados, no demasiado lejos de donde habían acumulado lo que podían llamar "material médico" en aquellos momentos, que se acabaría rápido a no ser que fueran muy muy imaginativos con cubos y cortinas. Más tarde que temprano bajaría la Gran I a revisar cómo andaba todo, así que mejor no dar imagen de estar trabajando mucho, no vaya a ser que crean que estamos escondiendo algo y nos neutralicen.

Continué subiendo, sin prestar atención a nada en especial.

Aquello parecía estar muy calmado. Quizás la calma que precede a la tormenta. Puede que Nicodemus fuera consciente de ello, pues tanto él como el cadete Mitchells se pusieron a cubierto en cuanto fueron conscientes de que algo empezaba a pasar. Empezó como una leve vibración, que fue in crescendo para finalmente rematarse con un estruendo que lanzó por los aires trozos de baldosas y de las paredes del sótano. Debía haber sido una bomba especialmente potente. 

Khaled estaba de brazos cruzados, observando a penales trasportando a los infectados cuando todo comenzó a vibrar. En un principio, aquello hizo que descruzara los brazos y mirara a su alrededor, dando un par de pasos hacia el centro del a enfermería mientras intentaba adivinar que demonios era aquella vibración.

Apenas tuvo tiempo cuando todo estalló, lanzando metralla en todasl as direcciones. No se esperó lo ocurrido, y un trozo especialmente grande de metralla le impactó en la armadura, tumbándolo con un fuerte golpe en el pecho, pero sin heridas aparentes.

Por el Emperador ¿Qué estaba pasando?

No había hecho aún más que apoyarse cuando lo notó.

Y como había dicho antes, no era su primer rodeo: el cuerpo reaccionó de forma natural lanzándose al suelo sobre el estómago de forma que la armadura absorbiese la mayoría del impacto (sin poder ignorar un oof resentido) y se llevó las manos cruzadas sobre la cabeza, protegiéndola.

-¡¡¡AL SUELO, ATAQUE!!!

Para cuando gritó era difícil que nadie pudiera percatarse, dado que el ataque ya estaba pasando, pero quizá sirviera para que alguien ganara las centésimas de segundo necesarias para no morirse. En efecto, a su alrededor las baldosas empezaron a reventar y la cobertura de yesogrisú del rococemento empezó a descascarillarse en trozos más grandes o más pequeños encima de todo el mundo. Se mantuvo aún en esa posición unos segundos, porque las bombas rara vez caían solas, hasta que pasó el siguiente tiempo para poder levantar la vista de su posición y ver los daños que había recibido la estancia.

Primero la vibración y después la advertencia de Nicodemus. Eso era suficiente para echarme al suelo lo más rápidamente que pude, protegiéndome la cabeza.