Partida Rol por web

La onda de choque logró reventar algunos tarros, derribar algunos escombros e incluso mandar muerte girando desde el piso superior. Fue una de estas piezas de mobiliario proyectadas a gran velocidad la que atravesó la protección facial de la armadura de caparazón del sanitario kasrkin, el Emperador sabía cómo. Y a juzgar por el sonido que hizo y como cayó, era evidente que lo había matado. 

Los penales también recibieron lo suyo, aunque en su mayoría se trataba de cortes con los que podrían vivir. 

Por lo demás, desde el suelo Nicodemus esperaba una repetición... Y esperaba... Y esperaba. Y parecía que nunca llegaba el siguiente impacto. 

Aun con el cuerpo dolorido por el golpe, Khaled no tardó en arrastrarse a toda prisa hasta una de las estanterías cercanas, donde se puso a cubierto y se cubrió como pudo, esperando más de aquellas explosiones. Tras un tiempo prudencial, dejó de cubrirse la cabeza y levantó la mirada, a medio camino del acojone puro y la esperanza de que aquello no se repitiera una segunda vez.

Al levantar la vista, vio el cuerpo del sanitario Kasrkin en el suelo. Tragó saliva a duras penas, y aun con el miedo metido en el cuerpo y sin moverse del sitio, corroboró que con aquella cantidad de sangre debajo del cuerpo era seguro que ahora tenían un sanitario menos. - Siñor. - llamó la atención. - Il Kasrkin ha muirto. - sentenció, mientras esperaba que aquella calma se alargara lo suficiente como para darle le valor a seguir con lo que estaba haciendo, o que un nuevo temblor le avisara de que debía volver a cubrirse.

Tras haber permanecido el tiempo de rigor a cubierto, dejando que pasasen los segundos (cuenta siempre veinte) antes de que llegase la siguiente detonación, el protocolo habitual si uno no quería morir en la onda expansiva de las mandadas secundarias, Nicodemus empezó a erguirse para comprobar el loca, lo que era por desgracia su responsabilidad en aquel momento. Daños superficiales, nada al parecer que implicara rotura o desangramiento, nada estructural en la base del edificio, bien, bien...

"Il Kasrkin ha muirto"

"Fug"

-¿Estás seguro de que ha...? - la voz se le perdió cuando se acercó a comprobar al Karskin para ver su estado actual. Sanguinus Bendito, de ese no quedaba ya ni para infectarse- Confirmado, hemos perdido a otro efectivo -suspiró- Quiero que se empiece a desalojar los escombros en tres minutos, si no se repite una detonación: oficial Mitchells, hágame el favor de darle orden a sus penales. Y que alguien avise a los kasrkin de que tienen una víctima a retirar -se dirigió al compañero de Norman- Puedes ir y llevarlo cuando veamos que no caigan más bombas, pero no te entretengas: no hay tiempo para velar y ahora eres el medicae de tu unidad en este estercolero. Felicidades. Te quiero aquí en siete, máximo.

Se apartó el polvo blancuzco de la tierra y descascarillado de la cabeza, maldiciendo su estampa. El fezzornoso fuera empeñado en hacer de héroe abnegado y ahora además dos manos menos: esperaba que el recluta que les acompañaba hubiera aprendido algo, porque acababa de recibir un ascenso de asistente a medicae en funciones en el momento. Y Dios sabía si Titus recibiría el mismo ascenso probnto, con aquel día...

Todos se pusieron en movimiento de nuevo, con el cadiano pipiolo aceptando las órdenes de Nicodemus con naturalidad. Ahora habían ganado un enfermero adicional, aunque desde luego era preferible tener alguien plenamente formado. Unos pasos pesados descendieron por la escalera a buen ritmo, revelando unas botas de caparazón negras, seguidas de unas musleras de caparazón negras, una coraza de caparazón negra...

En resumen, una figura envuelta totalmente en una armadura de caparazón del negro más oscuro, roto solo por dos insignias: una I inquisitorial, y el caduceo de las fuerzas medicae imperiales. Llevaba al costado una pistola bólter enfundada, y a la espalda colgado un rifle antiabominación, también en negro. 

-Medicae Nicodemus-saludó con una voz femenina y cierto tono indiferente-informe de la situación en la enfermería. 

Desde la superficie, más allá de la explosión, te ha parecido escuchar algo más... Algo como unas campanas y una canción, como una especie de marcha militar.

-Medicae Nicodemus, estoy esperando-insistió la voz, con un deje de impaciencia-o bueno, un informe por parte de cualquiera será de agradecer. Usted también me vale-añadió, en dirección a Hilliard cuando bajó. 

Lo cierto es que ver a un agente de la "gran I" no era algo que trajera buenas sensaciones a casi nadie. Tenían una fama terrible, duramente ganada, y nadie sabía qué podría ocurrirle de caer en sus garras. Mitchells fue el primero en sobreponerse, quizás por su entrenamiento para ejercer de comisario.

-¡¡MALDICIÓN, RATAS DE CLOACA!! ¡FIRMES, MALDITA SEA, O PINTARÉ LAS PAREDES CON VUESTROS SESOS!-bramó a los penales, que obedecieron como buenamente pudieron dado su lamentable estado. 

Tras un momento fugaz comprobando los daños, el medicae del 13 se cuadró. Hacer esperar a la Escolta Inquisitorial podía ser mala idea, pero dar una información falible hubiera sido peor idea todavía, cualquiera de ellas sancionable con que le pusieran de cara a la pared y lo apiolasen como un perro. Era una situacción en la que no podía ganar, así que decidió jugarla al menor riesgo.

-¡Sí señor! El personal médico se compone ahora mismo de los que ve aquí. Hemos perdido un miembro en la última batida, la base no parece haber sufrido daños estructurales de precisión, todo el material médico actual no asignado está recogido en esa zona para racionamiento -señaló a la mesa- y hemos organizado una base improvisada con camastros y camillas. Los enemigos penetraron la entrada pero no avanzaron más allá de lo que ve: nos concentramos en usar armas de fuego conciso para evitar dispersión de carne corrupta y sacrificamos la mínima cantidad de fuego. ¡Me he ocupado de que ninguno de mis hombres establezca contacto con los focos de infección, señor!

Dijo, con la mano cerrada en el saludo de media aquila sobre la frente, con la mirada dirigida al stormtrooper pero concentrada en un punto más allá de él, por su hombro derecho: la forma perfecta de dirigirte a un superior cuando no quieres tentar a que te tiren de un campanario (o su equivalente en efectos disciplinarios). La veteranía eraa un grado.
 

Con la inquisición allí, ni estaba al mando ni quería estarlo. Él por suerte siempre había permanecido a ese pequeño grupo de gente de perfil bajo, clásicas personas que independientemente de sus habilidades, nadie solía reparar en ellas. Cosa que mayoritariamente era una ventaja.

Y así se quedó en segundo plano, quieto como una estatua y mudo como un muerto. Al menos hasta que la escolta inquisitorial alzó la voz, que le hizo ponerse tieso como un palo, sacando pecho y vista al frente. Y callado como pocas veces lo había estado. A decir verdad, ni siquiera tenía claro querer saber que estaba pasando.

Ah... Bendita Ignorancia...

La medicae inquisitorial repasó con la mirada la zona tras el informe de Nicodemus. No había forma de saber lo que pasaba tras la máscara, pero el leve chasquido de la lengua que emitió cuando terminó aquel breve repaso visual parecía indicar que no estaba muy satisfecha con lo que veía.

-Supongo que es lo mejor que hay-dijo, más para sí misma, suspirando. Se acercó con calma al medicae más cercano, mientras hurgaba en busca de algo en una de las bolsas del cinto, encontrándolo finalmente cuando llegó a la altura de Khaled: un manojo de papeles.

-Muy bien, escuchadme, y escuchadme bien-añadió, con un tono indiferente que parecía ir en contra de aquella orden-nos enfrentamos a algo muy serio en estos momentos. Ni voy a robaros tiempo con las explicaciones en profundidad ni creo que debáis saber demasiado, pero al menos tenéis que tener claro como actuar frente a esto. Esta cepa es una malvada creación del Enemigo, una mezcla de biología vírica y hechicería disforme. Y es jodidamente contagiosa. Alguien debió acercarse a lo que no debía, y ahí ha tenido que empezar este contagio. Los síntomas últimos quedan a la vista de todos, pero antes se padecen algunas úlceras y pústulas, que van avanzando rápidamente mientras el pelo y la piel se caen, para dejar finalmente esas carcasas sin alma y hambrientas de carne humana-explicó.

-Por supuesto, no es un hambre real. No morirán de inanición, simplemente es un mecanismo básico para transmitir su inmunda carga vírica. ¿Cuales son las vías de contagio? Ahí se pone divertido. Fluidos, incluidos aquellos en los que hayan caído cuerpos contagiados, Y-añadió, con especial énfasis-aéreo. Sí señores, el virus sobrevive algún tiempo en el aire, y es expulsado por esos seres en un remedo de respiración, acompañado por toda una serie de tejido descompuesto microscópico, aquel que antes eran sus pulmones y órganos internos. En resumen, es mejor tocar lo menos posible, y la mayoría del equipo debería ser incinerado sin contemplaciones. Tú, reparte esto-dijo, tendiendo a Khaled las hojas que había sacado.

-¿Preguntas?

Las palabras "supongo que es lo mejor que hay" eran bastante ofensivas (y ciertas), pero Nicodemus era de la escuela de que en los asuntos de los señoritos ver, oir y callar, así que se mantuvo igual de neutro que cuando había empezado mientras escuchaba la explicación. Poco más o menos lo que habían imaginado, menos el hecho de que fuera hechicería demoníaca la que estaba detrás de la infección. Así que no son técnicamente mutantes lentos, son cosas demoníacas, pensó el medicae sin demasiado interés. Oh bueno.

-¿Medicación que se pueda suministrar en alguna de las primeras fases? ¿Tiempo de maduración desde los primeros síntomas? ¿Es una bacteria resistente a la esterilización?

Aquellas eran, en resumen, las preguntas que le interesaban a un medicae como era él y a todos los que estaban allí, porque querían decir en un caso o en otro si tenías que molestarte en tratar a los afectados utilizando valiosos recursos y antibiovíricos o limitarte a aplicar piedad y seguir marchando. Otro tanto con el factor esterilización: el diagnostor y el equipo medicae eran estériles de forma automática, pero en el caso de que fuera una enfermedad que de verdad no actuase como enfermedad las águilas rojas corrían el riesgo de convertirse en maría tifoideas.

"Eeeeehhh..."

Lo que tampoco es que importase tanto, ya que cuando tienes las tirpas fuera o un brazo y pierna perdidos prefieres concentrarte en el problema inmediato que en una posible infección causada por el material a futuro. Pero. Ya sabes. Sigue siendo un factor a tener en cuenta saber si el contacto con las herramientas tenía que reducirse al mínimo.

-Hasta ahora ninguno de los infectados ha tratado de mordernos, todos han usado armas... -pensó en voz alta- ¿Las capacidades mentales también se degeneran conforme avanza la infección? ¿Dejan de ser capaces de coordinación eficiente, usar herramientas, etcétera?

Una información así hubiera sumido en el pánico, la locura, la paranoia o la ascosidad a la mayoría de los soldados... pero no a los medicae. Para ellos, las horribles epidemias y la inhumanidad biológica, en sus ambas horribles acepciones natural y antinatural eran el pan nuestro de cada día, y el convivir con ellas era el pan nuestro de cada día: ningún med sobrevivía sin morir un tanto por dentro de cara al terror y la miseria. Eran, quizá, de las gentes más preparadas para poder tratar un caso así de manera práctica.
 

Estar quieto y callado no le funcionó. Y eso que solía funcionar la mayoría de veces, pero parecía que el séquito inquisitorial tenía buen ojo incluso para los que callados como él. Cuando le tendió el manojo de papeles, los tomó y bajó la vista. Alzó una ceja mientras repasaba rapidamente lo que estaba escrito, para acto seguido acabar frunciendo el ceño con interés. Precisamente esto era lo que él intentaba hacer unos minutos atrás.

Aun le quedaba por leer la última parte cuando escuchó aquel "escuchadme bien". Aquello era mucho más complicado de lo que parecía, y después de aquel ataque debían observarse muy bien por si ellos mismos ya estaban contagiados. Aun así, en cuanto recibió la orden, comenzó a repartir aquellos papeles sin esperar lo más mínimo.

- Io tingo una prigunta. - levanto la mano incluso, para llamar la atención de la comitiva inquisitorial. - Si vimos un suldado infictado en primira fase y muere ¿La inficción contiua o si ditiene al murir el anfitrión? -

Me encogí de hombros, dudando mucho de la medicae inquisitorial y su capacidad para llevar el lugar, pero que se le iba a hacer. Quien tiene los galones, tiene los galones.

— Entonces, teniendo en cuenta que esto es un espacio cerrado y un virus aéreo no tardaría en expandirse a toda velocidad, será mejor que suba para terminar de montar el puesto de triaje. Si llega alguien que sólo está herido y no muestra síntomas de infección lo mando para abajo, si muestran síntomas de infección se les administra la Paz del Emperador. — Me reacomodé el rifle en el hombro, algo ansiosa por salir. Estábamos perdiendo un tiempo crucial sólo para que esta señora se quedase contenta diciéndonos que siguieramos haciendo lo que estábamos haciendo hasta que ella llegó. — Aparte de la pregunta de mi compañero, aunque imagino la respuesta... ¿Alguna prueba o test para comprobar si alguien está infectado? ¿Reaccionan ante algún tipo de compuesto? ¿O no tenemos marcadores de ningún tipo?

La medicae respondió con calma a las preguntas que fueron llegando, la mayoría de ellas lógicas. 

-No hay cura posible. Una vez estás infectado, cuanto antes seas eliminado y de la manera más limpia posible, menos posibilidades de condenar a más almas al tormento de la podredumbre. El tiempo es un misterio. Esta condenada enfermedad comparte la naturaleza cambiante del Enemigo, aunque no suele tardar más de veinticuatro horas en empezar a manifestarse. A veces el condenado acelera y decide manifestarse más rápidamente. Tiene alguna clase de inteligencia. Hay buenas noticias respecto a la esterilización: sigue siendo una cepa vírica, por muy influida por la condenada Disformidad que esté. Los desinfectantes potentes, así como el agua hirviendo, lo matan. Aunque tiene que realizarse una exposición a conciencia.

-No tienen capacidades mentales-afirmó la medicae-puede parecerlo, pero si razonan, aún no están en la fase final. No, les guía la inteligencia maligna del virus, simple pero efectiva. Retiene un control aceptable sobre el cuerpo anfitrión, aunque desde luego mucho más torpe y lento. Pero siempre intentarán avanzar y dar con vosotros. Matar es solo su directriz secundaria, la primera es infectar. Y la infección continúa hasta ser esterilizados los restos. El modo más simple, quemarlo todo. Las partículas aéreas son difícilmente esterilizables, pero su supervivencia en este ambiente no es muy elevada. Aproximadamente una hora.

Finalmente, ante las preguntas de Hilliard, negó con la cabeza.

-Me temo que no. El cabrón es bueno escondiéndose. En un laboratorio bien equipado, quizás podría detectarse, pero en el tiempo necesario para las pruebas, la infección ya habría avanzado. Mi consejo es que busquen palidez y aspecto enfermizo, náuseas, fiebre, visión borrosa o los sarpullidos verdes que indica el prospecto. A continuación, pueden proceder de dos modos: el primero, pegarle un tiro al pobre desgraciado para que no sufra más y no se convierta en un peligro. El segundo, si se ven especialmente compasivos y disponen de tiempo, realizar un examen en el que deben buscar, en primer lugar, mordiscos o arañazos. Después, preguntarle si ha entrado en contacto con cuerpos infectados o sus posesiones. Finalmente, saber si se ha visto expuesto a aguas estancadas o residuales, morgues, mataderos mal cuidados y otros lugares insalubres. Si la primera o segunda condición se dan, aconsejo ejecutarle. Si se da la tercera, pueden intentar aislarle y ver como evoluciona, no tardarán mucho en salir de dudas. ¿Algo más?

— Por mi parte ninguna pregunta más. Subiré arriba a terminar de montar el puesto de triaje para evitar que llegue a este punto ningún infectado. Aprovecharé el examen para poder marcar a los heridos y que puedan ser atendidos según gravedad.

Me preparé para subir las escaleras de nuevo — iba a terminar el día con las piernas destrozadas, y no veía ya el momento de quitarme las botas — a menos que la Capitana Obviedades tuviese algo más que decir.