Partida Rol por web

Así que tendrían que quemar los restos para evitar que vuelvan a levantarse. Dadas las indicaciones y las instrucciones, lo mejor sería preparar el lugar para recibir a los heridos que no estuvieran infectados. Por otro lado, no podía sentirse más útil pensando que no había habilidad médica suficiente como para ayudar a los infectados.

Negando con la cabeza, confirmó que él tampoco tenía más preguntas.

Antes de repasar mentalmente la lista de factores que tenían a mano, Nicodemus repasó mentalmente la lista de agentes siquiera competentes que tenía a su cargo. Cedric parecía alguien que callaba y seguía órdenes, no tenía ni idea de su comeptencia pero podría bastar. El grandullón de Schuyler parecía estar en la misma onda que él al menos, así que lo archivó de forma silenciosa en el archivo *personal fiable* compuesto por pocas personas, una de las cuales no era el cabezatoalla medicae del regimiento de tiradores, que le parecía poco menos que un idiota y en el que no confiaba tan lejos como pudiera lanzarlo. Aun así tendría que valer, ¡y más le valía que aprendiera rápido!

-Ninguna pregunta más -sacudió la cabeza- Agradecemos la información. Continúe con su trabajo, Schuyler.

Empezó a pensar en todo lo que tenían a mano, y qué hacer con ello.

*trrrrrrrr*
*trrrrrrrr*

Dentro de lo que cabía, eran afortunados. Sí, la enfermedad era absoluta, total y completamente horrenda y una afrenta a las leyes de Dios y del Hombre, pero comparado con lo que podría ser había cepas peores. El periodo de incubación y contagio durmiente de 24 horas máximas era un factor a favor del bando sanitario, y otro tanto con la rápida degeneración de la neuroquímica del afectado: si podían poner coto a la transmisión aérea del virus (respiradores, cubiertas, o al menos un maldito paño húmedo sobre la cara) podrían contener la mayoría de los problemas, dada la lentitud, falta de coordinación y preferencia por el contacto físico para el contagio de la enfermedad, una de las más inútiles formas de transmisión posibles. No le disgustaban sus oportunidades.

Por supuesto todo esto se limitaba al personal militar: la enfermedad iba a causar estragos enormes en la población antes de ser contenida, pero él era el Oficial Medicae ahora mismo, no la cabeza de las Hermanitas del Perpetuo Martirio. De los civiles que se encargaran otros. El uso masivo de armamento láser minimizaría la exposición de tejido infectado al exterior, lo que era otra ventaja añadida. Si querían mantener a unidades vivas iban a tener que realizar demasiados turnos de rotación de observación, lo que disminuiría las fuerzas disponibles: normalmente los pondrías a hacer guardia igual mientras permanecían en revisión, pero, de nuevo, enfermedad con sentiencia. O alguna clase de patrón similar. ¿Xenomicética parasitoide? Muy probable, era mucho más eficiente que las cepas de muerte viviente común.

Ante el comentario de Nicodemus asentí levemente, y comencé a subir las escaleras, aunque paré tras un par de escalones. No me habían reclutado para pensar, al menos no más allá de lo necesario para hacer de medicae, pero me asaltó una leve duda. Quería pensar que la Capitana Obviedades ya lo habría tenido en cuenta... Pero mis experiencias con los mandos no fezzornitas hasta la fecha oscilaban entre "Sus padres eran hermanos y encima se pegó en la cabeza de pequeño" y "¿Estamos seguros de que no trabaja para el Enemigo?", decidí darle voz a mi pensamiento.

— Normalmente lo dejaría al sentido común, pero dado que tenemos casos de infección está claro que eso no abunda... ¿No deberíamos informar a la tropa? Si son conscientes de como se propaga la infección es menos probable que tengamos nuevos casos. Y dada nuestra situación, necesitamos hasta al último hombre y mujer en pie.

Esperé a la respuesta, afirmativa o negativa, para marcharme. Si autorizaban a que explicásemos la infección a los soldados, podría aprovechar y llamar la atención de alguno de los compañeros en la el bajo para que hiciesen llegar la información a los suboficiales. Si no... Bueno, que el Dios Emperador les guardase.

La respuesta de la doctora stormtrooper ante la pregunta de Hilliard no se hizo esperar mucho.

-No. No deben informar-dijo, y durante un momento pareció que iba a quedarse ahí, pero finalmente suspiró con resignación-podría, y me gustaría recalcar el condicional, haber más enemigos de los que pensamos, algunos entre nuestras propias fuerzas. Si aireamos esto, nos arriesgamos a un sabotaje por llegar a oídos que no debería. Prefiero cien soldados muertos más, que miles de civiles por un chivatazo-sentenció. Quizás era más humana de lo que daba a entender, aunque desde luego esa pequeña revelación sobre algún posible enemigo adicional fue chocante. ¿Quién más estaba metido en esto? Justo en esos momentos, a la que subía la medicae de los fezzornitas, bajó su sargento con paso firme. 

Allí se encontró una enfermería donde había algunos cadáveres, varios con aspecto de haber estado infestando, que unos penales borrachos como cubas parecían haber estado remolcando hasta hace unos momentos bajo la atenta mirada de Mitchells, así como la medicae stormtrooper instruyendo a los allí presentes, que se giró al escuchar a alguien bajar, con la mano en la cartuchera de la pistola, aunque la apartó al comprobar que era el sargento. 

Había esperado que la medicae se marchara en cuanto terminara de explicarles todo, pero no lo había hecho. Y por el lenguaje corporal que se intuía, no tenía aspecto de que se fuera a ir en inmediato. Tanto le costará, pensó Nicodemus, decir que tomaba el mando de esta operación y del personal de esta sala. Que era algo que había hecho automático sólo por ser quien era. Cierto. Pero aun así había maneras, y para la gente del oficio las maneras y la disciplina eran uno, y la disciplina era lo único que les aferraba a un mundo frío y cruel. Dentro del orden y la disciplina había un propósito, sencillez y falta de preguntas. Con ellas las cosas funcionaban.

Saludó militarme, la media águila a asta sobre la frente, conforme entraba un rango superior, y unos segundos después en dirección a la Medicae Inquisitorial.

-Con la venia, permiso para proceder a inspeccionar al personal responsable de esta sala en busca de símbolos de la enfermedad.

Se mordió el "mi -" dado que no era sargento, teniente, capitán, gunny, frumentarii, optione, centurión ni cualquier otro de los rangos lógicos por los que terminar la frase. No sabía muy bien cómo referirse a alguien que no tenía un rango oficial en la Guardia y al que tampoco podía llamar "Mi Comisario" o "Su Gracia". 

"¿Su reverencia...?"

Jesusito Sanguinus, qué complicadas son las cosas a veces, se encogió de hombros mentalmente el medicae, que sabía resignado que bien podría estar jugándose varios meses de voluntario a todas las guardias de noche, veterano como era.
 

Parecía que cuando nada podía ir a peor, el ciclo se repetía. Poco podía hacer él allí, más que guardar silencio, esperar y cumplir órdenes. Comenzaba a sospechar que los acechadunas no eran muy bien vistos en aquel lugar, y menos en aquella enfermería. Tenía un par de sugerencias, pero lo mejor sería seguir callado... si las decía, solo por decirlas él, seguro que alguien le decía que no.

Así que mejor callado y quieto.

A pesar del respidor, no pude evitar llevarme la mano a la cara al bajar a la enfermería antes de darme cuenta de que no era necesario debido al mismo

- ¿Habéis comprobado que no haya accesos a las alcantarillas? - pregunto a los presentes pese a que termino mirando a la medicae inquisitorial - Lo último que necesitamos es que también salgan desde abajo.

Explico mi razonamiento para venir hasta aquí, porque intuía esa posibilidad desde hacía tiempo.

Cuando la stormtrooper iba a hablar, una serie de gritos llegó desde la escalera, con la inconfundible y encantadora voz de Hilliard.

— ¡ME CAGO EN LA MELENA DE SANGUINIUS, FRIEDRICH! ¡SI TE DIGO QUE NO PUEDE PASAR NADIE, ES NADIE! ¡LA MADRE QUE TE TRAJO! ¡¿ERES CONSCIENTE DE QUE HAS EXPUESTO A UNO DE LOS POCOS OFICIALES SUPERVIVIENTES DEL REGIMIENTO?!

Tras eso se escuchó un sonoro golpe, al que siguieron más gritos.

— ¡PERO AL MENOS TEN LOS PUTOS COJONES DE ADMITIR QUE HAS FALLADO PERO LO HAS HECHO SIGUIENDO ÓRDENES DE UN OFICIAL SUPERIOR, QUE PARECE QUE NO TIENES SANGRE EN LAS PUTAS VENAS! ¡NO TE ACOBARDES POR SEGUIR ÓRDENES, SOMOS SOLDADOS JODER!

Y otro golpe más. 

Unos segundos de tensión siguieron a aquellas palabras, hasta que la medicae inquisitorial se aclaró la garganta, intentando recuperar algo de normalidad. 

-Naturalmente, medicae Nicodemus. Yo estoy aquí para ayudar, siga gestionando la enfermería. En cuanto a usted, sargento Frederick... ¿Acaso hay un acceso no notificado desde este lugar?

A pesar de los chillos de la medicae no me sentía culpable y únicamente había permanecido callado durante los cuales para evitar que la soldado inquisitorial pudiera escuchar atentamente mi respuesta.

- No hay noticias al respecto - le confirmé - Pero este edificio es grande. Que parte del sistema de alcantarillado pase cerca no es una locura y que el enemigo lo use para aproximarse tampoco. ¿No habréis escuchado algo en las paredes?

Se sobreentendía aue al margen del fuego de artillería previo, el cual seguro que todos habían escuchado.

...

"Bravo"

Esperando que Schuyler no lisiase de forma que perjudicase sus deberes a su auxiliar, Nicodemus consideró que, primero, los asuntos de disciplina eran cosa de su propio puto regimiento, gracias, y que segundo no era ni su asunto ni su lugar subir e intervenir y meterse en líos en los que estaba muy bien sin estar: mientras no se lo cargase o redujese sus capacidades de intervenir por él estupendo. El abuso se queda en casa.

"Naturalmente, medicae Nicodemus. Yo estoy aquí para ayudar, siga gestionando la enfermería"

El medicae puso un extraño rictus bucal: la idea de que el Enviado Inquisitorial no estuviese al mando, o insinuase siquiera que no lo estaba, no encajaba en sus esquemas mentales. Pero como nadie sobrevive en su profesión hasta el grado sin aprender a saltarse esas cosas a instrucciones de otros, asintió.

-Sus órdenes. De aparte de las explosiones... no bajo mi conocimiento, sargento.

Se acercó al primer penal que encontró y tras cerrar el casco, cogiéndolo por la mandíbula y acercándolo, lo inspeccionó con cuidado.

-*Mmmmmm...*

Sacó el aparato y lo pasó por cuidado sin establecer contacto con el hombre cerca de los canales auditivos, visuales y respiratorios, usando los desechables para tomar una muestra biológica. No parecía haber más rastros más allá de lo normal: las otras enfermedades que incubaba eran problema del cadete o del higienista del regimiento, quienquiera que fuese.

-*Essstupendo* -hizo un gesto a los dos- *Tú y tú, conmigo. Con la venia, oficial Mitchells* -sijo hacia él, requiriendo a sus hombres. Luego volvió a ellos- *Vosotros dos, ¡nombres! Necesito que hagáis que el resto de vuestros compañeros mantengan una fila ordenada para hablar conmigo: al que no mantenga orden o decida huir o resistirse hacedme el favor de meterle unos cuantos culatazos en el estómago. Todo al que yo de el "ok" necesito que lo escoltéis hasta uno de los cubos y que vayan a mear en ellos: no deberían de dar problema. Todo el que no...*

No necesitaba siquiera explicar aquello.

-*Auxilia Al-Asad. conmigo. Armado y equipado. ¡TODO EL MUNDO EN ESTA SALA QUE SE ENCONTRASE EN EL MOMENTO DEL CONTACTO, QUE SE PRESENTE ANTE MI PARA INSPECCIÓN MÉDICA!* -gritó a la sala, tras hablar con ellos- *¡EN FILA DE UNO, DE FORMA ORDENADA, DESDE ESTE MOMENTO!*

Entrecerró los ojos, desconfiado, ante las palabras de la enviada inquisitorial. Y por la forma de reaccionar de más de uno y más de dos en la misma sala, pudo saber que no era el único que tenía sus reticencias respecto a aquellas palabras. De todas formas, los datos aportados por la enviada así como la inspección inicial de Nicodemus le hicieron ver que aquello iba bastante más en serio de lo que quería engañarse a si mismo de forma inicial.

ASí, cuando lo llamó, asintió una única vez con la cabeza mientras se acercaba a Nicodemus. Tras comprobar la posición en la que se formaba la cola, dio un par de pasos laterales para tener controlados a los allí presentes desde una buena posición de tiro y una distancia prudencial. Tras tomar posición, cambió el cargador del rifle, comprobó la pistola láser, quitó el seguro al rifle y lo empuñó con ambas manos a la espera de que se formara la fila y fuera realizando el triaje.

Es un procedimiento tedioso realizar una revisión múltiple, aunque fuera de relativamente pocas personas, sin embargo, era algo que debía hacerse. Llevó varios minutos, que pasaron con aquellos más alerta cayendo en que los disparos de las plantas superiores parecían haber llegado a su fin, aunque había cierto ajetreo. Frederick decidió quedarse atento, supervisando aquello y con el objetivo de asegurarse de que las alcantarillas no dieran a ese lugar. 

El primero en someterse a la pericia de los medicae fue Mitchells, que quedó declarado limpio, y subió rápidamente al último piso tras recibir la confirmación y ordenar a los penales que siguieran las instrucciones del equipo médico o se las verían con él. Una amenaza que pareció ser suficiente, a juzgar por las expresiones de aquellos pobres diablos. Uno por uno fueron pasando por las manos de los medicae, salvo Cedric, que estaba algo apático, y todos fueron declarados "limpios" (no en el sentido literal del término, claro).

Solo quedabais vosotros. Khaled salió también con buen pie del examen, así como el auxiliar del kasrkin, Nicodemus (que fue examinado por la medicae stormtrooper), y la propia medicae, que permitió ser examinada. Al quitarte el casco reveló un rostro de expresión neutra, con unos ojos fríos y de un azul glacial y un pelo castaño cortado a cepillo. Quizás podría haber sido considerada atractiva, de no servir a la gran I y aparentar la capacidad emocional de un tubérculo común. Por supuesto, los ayudantes de los tres medicae también salieron sin percances de aquella revisión.

Pero había dos que no se habían sometido a examen: Cedric y su ayudante. Tras una sugerencia por parte de la stormtrooper que tenía más de orden amenazante que de petición, avanzaron con mala gana... Y los exámenes dieron positivo. Estaban infectados. 

No necesitaba mucho más para levantar la pistola y apuntar hacia ellos. El primero que se moviera iría al suelo y todos lo sabían, en cualquier caso como no mostraban los síntomas más graves, teníamos la opción del interrogatorio.

- Rápido. ¿Usasteis algo del equipo de refuerzo?

También podrían ser parcialmente inmunes, pero aquí y sin el equipo apropiado para analizarlos eran un riesgo.

Eso no se lo esperaba. Puede que apuntar y disparar a alguien que no conociera de nada fuera dificil, pero factible. Disparar a alguien conocido, con quien hace unos minutos había luchado era... diferente. Y a pesar de todo, y sabiendo que la gran I estaba allí, se limitó a levantar el rifle láser y apuntar a Cedric, esperando la orden para disparar.

Y así, escoltadas las filas por dos de sus compañeros a los que se dio la motivación y permiso de brutalizar libre e impunemente a cualquiera de sus camaradas, con los que como penales que eran habían tenido rencillas, Nicodemus procedió primero a dejar la funda de la pistola láser suelta y colocada de forma accesible bajo el brazo izquierdo y segundo a examinar a todos los presentes, una tarea tediosa, repetitiva y fastidiosa, si bien necesaria. Se pensaría que el hecho de ser una tarea de la que dependía la vida o la muerte horrible de decenas de personas haría encontrarse al medicae tenso y estimulado, pero no era así: después de años y años continuos de tareas de las que dependía la vida o la muerte horrible de decenas, la mente del progena había acabado por rendirse y claudicar ante la situación. Y es que el espíritu del hombre es como la goma: si estiras y estiras de continuo, acaba por quemarse.

*Bien. Todo correcto: siguientes...*

Los allí presentes pasaron el examen médico sin encontrarse trazas de la infección. Sí trazas de infecciones que demostraban una triste higiene sexual, personal y una latente cepa gripal que no descartaba que matase a unos cuantos, pero de nuevo, no era su problema. Los presentes que pasaban el examen iban pasando al otro lado: también él y Titus se sometieron al examen, aunque no por su propia mano, ya que no hubiera sido de confianza. Fueron examinados por la MI, que a su vez se sometió al examen.

-*Sigan pasandoooo...*

Asir de la mandíbula, girar a izquierda, girar a derecha, abrir boca, aplicar bastoncillo, aplicar diagnostor, comprobar párpados, repetir; asir de la mandíbula, girar a izquierda, girar a derecha, abrir boca, aplicar bastoncillo, aplicar diagnostor, comprobar párpados, repetir; asir de la mandíbula, girar a izquierda, girar a derecha, abrir boca, aplicar bastoncillo, aplicar diagnostor, comprobar párpados, repetir...

"..."

Los dos selicanos fueron obligados a acercarse, ante lo que el Treceavo frunció una línea dura con los labios. Ni siquiera necesitaba, se temía, hacer el examen en ese caso. Sin embargo... quizá...

"No. Nada de quizá"

-*Soldados de los Lanceros Sellicanos* -dijo, mientras terminaba de estudiar el diagnostor- *habéis sido encontrados afectados de Morbo Pessima* -continuó, sacando la pistola láser, con la posibilidad que le ofrecía el saber que al menos cuatro personas estaban igual que él apuntando- *Por las ordenanzas de la Guardia, se os concede una extremaunción inmediata precediendo a la pacificación. La Paz del Emperador sea con vosotros*

No fue él el único que disparó en aquel momento: si algo pudieron decir los dos sellicanos fue el que sus muertes fueron inmediatas, y, dado que murieron en confesión y servicio, que sus almas volaron de forma inmediata y automática hacia el seno de Dios.

-Lo siento, hermano...

Murmuró de forma que apenas nadie lo pudiera oir. Unos segundos después de que el cuerpo cayera al suelo y pasando el tiempo de seguridad establecido para confirmar una muerte, se giró hacia los penales de nuevo.

-*¡Vosotros dos!* -dijo a los que habían estado evacuando antes- *¡Llevaos a estos dos con el resto ahí fuera!* -miró a otros- *¡Camilleros designados! ¡Ahora que la situación se ha estabilizado, volved al mismo protocolo que establecimos antes! ¡Vamos-vamos-vamos!*

Los dos hombres observaron confusos y aterrados al sargento, sin comprender muy bien qué es lo que se les preguntaba. Sin embargo, cuando llegó el momento, hicieron lo que sin duda era esperable por cualquier soldado que se viera en estas circunstancias, en especial sin estar habituado al protocolo de ejecuciones de la Guardia Imperial: correr. 

Por desgracia para ellos, no llegaron muy lejos. Nicodemus ya estaba preparado, así como la medicae inquisitorial y el camillero kasrkin, que abrieron fuego sin piedad sobre ellos. O puede que precisamente cargados de ella, pues era mejor morir rápidamente que convertirse en uno de esos monstruos. Y su muerte fue rápida, gracias fueran dadas al Dios Emperador. Los penales se pusieron de inmediato a la tarea, y empezaron a sacar cuerpos de allí, incluidos los de los dos fallecidos recientemente. 

Arriba, a juzgar por las voces de Hilliard, esta había empezado la valoración de heridos para derivarlos hacia la enfermería.