Partida Rol por web

En cuanto los primeros aparecieron, antes de que pudiera verse qué había pasado con nadie, la escopeta de Nicodemus, el líder temporal de aquella plana, empezó a retumbar su carga de proyectiles. En defensa del hombre, había dicho bien claro que el santo y seña era muerte.

WLAM! WLAM! WLAM!

Los zonbis iban moviéndose, y entre disparo y disparo el hombre pudo empezar a ver qué es lo que había pasado. Los kriegers, se maldijo para sus adentros. Los krieger y sus malditas máscaras. Al menos 1/5 de las fuerzas supervivientes había mutado, más si consideraban que los granaderos pesados podían estar sufriendo el mismo destino, y ahora estaban encerrados con ellos... y dudaba que fueran una prioridad en supervivencia si las cosas estaban tan mal que la Gran I había decidido poner el tapón.

"Fug"

*¡FUEGO A DISCRECIÓN! ¡CADA PASO QUE GANEN ESAS ESCORIAS ES UN PALMO DE ESPACIO DE ASISTENCIA QUE PERDEREMOS! ¡MANTENEDLOS EN LA PUERTA!*

La salva de fuego reventó a uno de los enemigos, y se llevó buena parte del brazo de otro, pero en enemigos sin capacidad de shock o que no parecen atacar demasiado con las manos aquello era un consuelo muy magro.
 

Los disparos habían comenzado. Comenzó a arrastrar la camilla, ya no le daría tiempo a colocarla donde él quería, no, si quería evitar a aquellas criaturas y el fuego cruzado. Comenzó a tirar de la camilla y entonces vio el rostro a una de aquellas abominaciones, viendose transportado al campo de batalla una vez más, donde el miedo hizo presa de él... varias veces.

Esta vez no podía ocurrir lo mismo si querían sobrevivir. Así que debía centrarse y si debía centrarse lo primero era montar la barricada. Así que arrastró la camilla hasta la linea de fuego.

Aunque aprobaba laa iniciativa de Khaled de formar una barricada, mi mente decidió que no había tiempo para eso, así que decidí centrarme en coger mi arma y usar aquellos elementos que ya estaban colocados de forma que podían servir de escudo, así que corrí a esconderme tras la estantería más cercana*.

Dos amigos más se unen a la fiesta, siendo ya cinco los kriegers no muertos que bajan dando tumbos por la escalera. Solo Nicodemus ha logrado hacer algo contra uno de ellos, y tampoco demasiado. Más valía que empezaran a espabilar, o acabarían arrinconados por los no muertos. No muertos que, por cierto, parecían retener cierta habilidad para disparar, aunque con una puntería infernal. 

Aquello comenzaba a llenarse de seres corrompidos por el caos. Una rabia inusual le hizo apretar los dientes, sentía la necesidad de soltar la camilla y comenzar a disparar, pero si quería llevar a cabo su plan, necesitaba seguir moviendo la camilla hasta una posición que le sirviera de algo. No sabía cuanto tiempo tendrían que aguantar allí.

Así, arrastró lo que pudo la camilla con una mano, mientras ponía la otra sobre el gatillo de su rifle láser y aprovechando la pequeña apertura que le quedaba, disparó. Aunque el destino quiso que fallara, ya se había cansado de estar montando barricadas sin más. Acabaría por colocar la camilla y comenzaría a disparar a esos seres corruptos. De ser él uno de esos seres, también querría que lo destrozaran a disparos y quemaran su cadaver.
 

Había conseguido esconderme tras la estantería que esperaba que hiciera de cierta defensa, ya que a todos les había dado tiempo a verme moverme. Pero al asomarme vi que no debía preocuparme demasiado por mí, ya que muchos de mis compañeros no se habían puesto a cubierto.

Apunté y disparé entonces sin pensarlo mucho, por no perder tiempo. Por suerte la cercanía era una ventaja.

Mantener la línea y saturarlos con fuego era la única posibilidad que les quedaba, dado que colapsaban la entrada, y maldita fuese su estampa si no era eso lo que iban a hacer: a su orden todos se habían puesto a disparar, y él fue uno de los que continuó haciéndolo. Después de todo, medicae o no, eran soldados, y es lo que un soldado hace: defiende la línea como si su vida dependiera de ello. Y admás es asi, así que, bonus.

"Effin´kriegers"
 

Aquellas cosas eran condenadamente duras, eso había que reconocérselo. Uno de ellos avanzaba con dos heridas de escopeta y un impacto de revolver, la armadura dañada por ellos, pero apenas se había tambaleado al recibirlos. Por suerte, eran lentos... Y además esta vez no pudieron o intentaron disparar.

Por suerte, aquellas aberraciones lejos de la Luz del Emperador se movían despacio, no disparaban y eran blanco fácil. Al menos lo eran para sus compañeros, ya que él, mientras arrastraba la camilla y avanzaba no conseguía impactar en ninguno de los soldados. Por suerte, estaba próximo a situar la camilla en posición de hacer una barricada, y desde aquella nueva posición, poder disparar sin piedad ni descanso al enemigo.

Por ello, siguió tirando del objeto con fuerza, mientras volvía a abrir fuego sin éxito alguno. No pudo evitar maldecir para sus adentros, una silenciosa queja sobre su falta de habilidad en el combate.

Que aquellos asquerosos zombies fueran lentos y tuvieran menos puntería que el más borracho de nuestros hombres no era ningún consuelo: parecían duros como piedras, y las balas no hacían apenas daños. Aún así, seguí disparando, a la espera de una idea mejor.

Ninguno de los doctores cambió de idea en su plan de derribar al enemigo mediante saturación, aunque aquellos cuerpos muertos y podridos tuvieran mucha más resistencia al shock de la que ningún hombre normal debería tener. No es que importase en aquella situación, y a Nicodemus, que seguía concentrando fuego de escopeta sobre ellos, menos que nadie: su preocupación rayaba más en el hecho de que no estaba llegando rescate, con lo que o las cosas arriba estaban muy jodidas o la Inquisición había decidido dejar que se pudrieran y tomar medidas con lo que acabase saliendo vivo tras el choque y conque los penales no estaban metiendo un jodido tiro. Estás borracho, ya ves tú, se burló. Como si nadie hubiera ido borracho al campo de batalla jamás.

Los casquillos de bala caían al suelo, aún ardiendo, uno detrás de otro mientras el Enviudador seguía saturando a sus enemigos a disparos. No tenía más que una granada y necesitaba racionarla, y lanzar una granada en la entrada estratégica de una zona que podía ser frágil se le antojaba no una idea genial.

Y el primer zombie cayó. Finalmente, ni la armadura antifragmentación completa, que como todos saben es el mejor blindaje de infantería de toda la Galaxia, ni la putrefacta y vil carne reforzada por medios arcanos y heréticos, pudieron aguantar el castigo continuado de disparos, y fue uno de los perdigones de Nicodemus el que acabó con aquel ser.

Aquello debió animar de algún modo a los haraganes borrachos que tenían con ellos (quizás pensando que dos habían caído en vez de uno debido al lamentable estado en que se encontraban), tanto que dos de ellos acertaron, y parecieron dañar a uno de los cadáveres animados mucho más profundamente de lo que habían logrado el resto con anterioridad. Puede que incluso la escoria tuviera suerte de vez en cuando.

Era el momento de abrir fuego. Habia tumbado la camilla, y ahora podría usarla para apoyar el arma y tener mejor equilibrio en el disparo. Como médico, había recibido el entrenamiento básico en disparo, y los suyos no solían mantener estrategias estáticas de defensa o ataque, por lo que aquello le parecía extraño o fuera de lugar.

Con aquellas ideas en mente, sujetó con ambas manos el rifle y abrió fuego una vez más, con la misma suerte que había corrido las veces anteriores en sus disparos.

Los zombies siguen avanzando, ante la impasibilidad de buena parte de los presentes, seguramente con cierto shock al ver que todos esos cuerpos soportaban heridas que era médicamente imposible que sobrellevaran. Algo que no parecía afecta al sanitario de los acechadunas, a pesar de su mala puntería, o a los penales, que lograron derribar a otro.

Los zombies esta vez respondieron con fuego, haciendo estragos entre los estantes... Y ya.

A pesar de las heridas, a pesar de los disparos aquellas criaturas no parecían retroceder, ni sentir dolor, ni detenerse. Comenzaba a desesperarse, a sentir el miedo recorrer su espalda. Era como en aquel campo de batalla, no hace demasiado, donde no importaba cuantos disparos destrozaran a sus enemigos, siempre había más. Aquel temblor en las manos le impedia acertar disparo alguno, y eso que no estaban demasiado lejos.

El medicae de los Enviudadores seguía allí, impasible ante el fuego enemigo como alguien que no hubiera escuchado jamás de cobertura mientras sus disparos seguían siendo extraordinariamente precisos para lo que se esperaba del personal médico de un regimiento... pero era el medica de un cuerpo especializado de asalto urbano de la Schola, así que los baremos podían ser diferentes, después de todo. Como fuese, su necesidad de retroceder ante el horror o de buscar coberturas parecían haber sido devoradas por la saludable preferencia de descargar escopetazos de bala gruesa sobre el enemigo.

BLAM! BLAM! BLAM!

Continuaba manteniendo el fuego, descargando tiros sobre aquellas criaturas que permanecían indemnes ante la más fiera candela, y comprobando que había invertido ya casi medio cargador en aquellas aberraciones. Tenía suerte de que aún le quedasen unos cuantos.

-¡Vamos señores! ¡Cada palmo que conseguimos que esas cosas no avancen es un palmo más que no tendremos que sanear, cuarentenar y contrarrepasar! ¡Continúen saturando a esas abominaciones contranatura hasta que vuelvan al suelo sin moverse como el Emperador quiso que hiciéramos los hombres!