Partida Rol por web

Al apartarse de las chicas, pegado a su tío, al de verdad, sus pensamientos volvieron a su paseo de hacía apenas un hora entre cocina y almacén.

Sonrió al silencio que les envolvía y paladeó en él el cansancio de su padrino. Era un silencio diferente al que vivía con Cass, y muy diferente al que le quemaba cuando se trataba de Skyler.

Estar al lado de Nick, porqué sí, sin otro motivo que llevar los pasos a un mismo sitio que después cambiaría para ambos era como escuchar de su tío que confiaba en él y del mismo modo Robin sabía que su despedida frente a la puerta de la habitación de Nick aun sin contacto alguno y sin nuevas palabras sería escuchada por su padrino como que le quería.

Que no desayunara le seguía preocupando pero dormido no necesitaba la energía de las papas, ya las tomaría cuando la falta de sueño llegara a sus tripas y rugieran desperezadas.

— Patas, patas —le corrigió otra línea de pensamiento más consciente que estaba atenta a sus errores y a su entorno para activar el codazo de "Skyler a la vista" —.

La canción de su prima le pareció exquisita, incluso comparándola con Clementine, le faltaba técnica ¿pero no era su voz encantadora? Se notaba su buen humor y no le hacía falta verla para imaginarla sonriendo y llenando al mundo con ello.

Solo por un segundo de esto merecía la pena verla mofletuda y ceñuda con Daniel o cualquiera, incluso sí mismo.

El pelirrojo empujó la puerta con suavidad y mimo cuando Skyler terminó de hablar para asomar sus ojitos evitando el ruido de llamar antes para no despertar al peque.

— Hey —susurró a su prima con una entonación mirada y sonrisa que preguntaba "¿duerme?" —, te he oído cantar—dijo a modo de "me alegra verte animada"—.

Entonces, si Sky no lo impedía terminaría de entrar en silencio y buscaría el suelo con sus rodillas para sentarse sobre sus piernas junto a Skyler.

Acomodaría la parca a su lado y centraría los ojos en los pañales.

La ausencia de Kane, por otro lado, no preocupó más al joven que poner a trabajar una parte de su cabeza en localizarlo dentro (por lo que más quisiera dentro) de Major Morris.

Sabía que no estaba en el huerto, de lo contrario hubiese ayudado a Cass con los cubos y le hubiesen visto. Seguro. Tampoco estaba en la cocina, ni tenía motivo para haber vuelto a la sala común.

Se centró en ese momento en la imagen de él, Clementine y el bebé mientras sus ojos volvían a Skyler en el ahora.

— Son geniales. ¿Me ayudas a probar algo?

Separada a Clementine de la foto familiar, Robin se fijó en la expresión de Kane y reconoció en ella sus comisuras frente al espejo y los ojos de Sky antes de necesitar un abrazo y jamás pedirlo. Y en aquel momento se le hizo obvio dónde se encontraba el hombre y añoró a su madre.

Con la cabeza señaló la puerta que unía aquella habitación con la suya, pidiendo espacio con el pequeño para ganar comodidad en la voz. Estarían cerca y lejos. Y eso mismo quería idear.

Tras despedirse de los dos varones Trish formó una pequeña sonrisa antes de mirar a Cass. Empezó a caminar a su lado ya mientras ella decía que sólo dejaría los cubos, como si una parte de ella, una difícil de localizar dentro de la inmensidad que era su cerebro, fuese reacia a separarse de su hermana.

Acto seguido, mientras la mujer hablaba sobre su experiencia negociando, Trish se encogió de hombros con naturalidad.

—Hay cosas que son más difíciles sin ver la cara del otro —dijo mirando al frente mientras caminaban, como si pensase en voz alta, y entonces se dejó caer un poco contra su hermana. No como si hubiera perdido el equilibrio, ni mucho menos, sino como si le diera un empujón amistoso—. Y todos los buscadores son un poco aprovechados —aseguró divertida, como si así se estuviera metiendo con ella—, no como los de cualquier mercado, por supuesto.

—Ahora en serio —enunció, aunque su tono no decía lo mismo—, supongo que hablar cara a cara ayuda también a saber qué quieren ellos de verdad, y eso lo pone más fácil. —Trish prácticamente pensaba en voz alta, sin perder la sonrisa ni la expresión soñadora. Era un poco extraño intentar analizar y poner en palabras lo que había sucedido con Karina y con Jimmy y lo que creía que podía haberle faltado a Cass. Para ella todo había sido, simplemente, natural—. Si consigues eso por la Red, lo tienes hecho. Una cosa eres tú buscando y el otro en una posición de poder, otra dos partes buscando un trato que les beneficie.  —Su sonrisa se ladeó entonces—. Y cualquier trato sellado con un peta sale siempre mejor. Eso no se puede hacer por la Red.

La muchacha tardó un instante en seguir hablando. No dejó que el silencio se alargase, ni mucho menos, pero quizá sí fue más extenso de lo que ella solía esperar.

—¿A ti qué te parece lo de tener al crío aquí? ¿Crees que deberíamos quedárnoslo?

Los pasos de las dos chicas no se detuvieron mientras charlaban de camino a la sala común. Allí, las cosas estaban como Cass las había visto un momento atrás: la mesa recogida y casi vacía, salvo por la presencia de una olla, una jarra con algo de agua, dos platos, cucharas y vasos, con ese desayuno listo que Robin había dejado allí para Trish y Nick. 

Dentro de la olla había puré de patata y cebollino, suficiente para dos o tres personas, aunque, a juzgar por su aspecto y su temperatura después del rato que ya llevaba preparado, no sería el mejor que ninguna de las hermanas había probado*. 

Finalmente los pasos del pistolero le habían llevado a su habitación cuando Skyler se había hecho cargo del bebé. Todo aquel asunto le había perturbado y lidiar con las emociones revueltas en su pecho era, sin duda, más difícil que hacerlo con los malhechores a los que había perseguido antes de que la luz de Clementine se cruzase en su camino. 

Desde allí llegó a escuchar algunos movimientos en el antiguo centro de salud. La puerta principal se abrió y se cerró en varias ocasiones y algunas voces llegaron a sus oídos. Escuchó los pasos de dos personas subiendo al piso superior, aunque se separaron cuando una puerta se abrió y se cerró allí. Los otros pasos continuaron hacia el final del pasillo, donde estaban las habitaciones de las hermanas y los primos. Por otro lado, en el piso inferior le parecía escuchar al menos dos voces femeninas hablando, hasta que se metieron en algún lugar y dejó de escucharlas. 

El día estaba siendo extraño, de eso no cabía duda desde el mismo instante en que el llanto de un bebé había roto la habitual paz de Major Morris. Por la ventana del cuarto que Kane se había apropiado podía ver cómo, a medida que la mañana avanzaba,  el sol ascendía detrás de las nubes que cubrían el cielo. No necesitaba poner un pie fuera del refugio para darse cuenta de que al otro lado de sus paredes debía hacer un frío invernal. Y, sin embargo, una curiosa punzada cálida amenazaba con enmarañar sus sentimientos cada vez que pensaba en el crío.

La sorpresa de escuchar una voz que no era la propia hizo que Skyler alzase la mirada de repente y frunciese el ceño. Sin embargo, incluso en ese momento en que se puso a la defensiva Robin podía ver que sus ojos tenían el brillo del orgullo restañado. 

Hizo una mueca, desdeñando el tarareo de sus labios momentos atrás, pero no mostró vergüenza porque su primo le hubiese escuchado. Después de criarse juntos había pocas cosas que la hiciesen enrojecer cuando se trataba de Robin. Acercó la tela al muchacho, dejando que examinase su obra mientras ella se hinchaba como un pavo por su halago. Después asintió con la cabeza. 

—Claro —susurró, echando un vistazo protector al bebé antes de ponerse en pie para acompañar a Robin a su cuarto—. ¿Sabes qué? —preguntó, para responder ella misma acto seguido—. Daniel me ha pedido muchas disculpas y dice que quiere que le enseñe a hacer los pañales. —Elevó ambas cejas con esas palabras.

Antes de cruzar la puerta hacia el cuarto de su primo dedicó una última mirada al bebé, asegurándose de que nada había a su alcance que pudiera suponer un problema por alejarse unos cuantos metros de él. 

—Dice que me buscará una tela genial en el mercado para que le enseñe —continuó dejando atrás los susurros, mientras sus mejillas adquirían un rubor suave que no habría sido notorio de no ser por la palidez habitual de su tez—. Ya le dije que había sido un bocazas, pero me lo pidió tan arrepentido que le dije que sí.

Y sólo una vez hubo explicado su cambio de humor hizo un gesto con la barbilla hacia el pelirrojo, instándole a que hablase él. 

—¿Y a qué quieres que te ayude?

De algún modo la necesidad de estar a solas con sus propios pensamientos se había convertido en una exigencia ineludible para Kane. Aquel bebé le revolvía las entrañas, ni que decir que los recuerdos también, cuajó la mandíbula resolviendo que no iba a solucionar nada escondiéndose de la realidad en su habitación, así que salió de la misma para ver quien pululaba por el salón principal.

Hola. saludó escueto el pistolero a Trish y a Cass al verlas en el salón, ojeó los alrededores antes de añadir. Supongo que a pesar de la novedad, la vida sigue.. apuntó mientras se quedaba en pie, tampoco quería interrumpir ninguna conversación privada entre ambas.

Al pasar por el pasillo, Kane vio un par de cubos vacíos pegados a la pared. Los conocía bien porque eran los que solía usar Cass para subir cada día agua del sótano y llevarla al huerto.

Ya en la sala común el pistolero pudo ver que alguien había recogido los platos, vasos y cubiertos del desayuno. La mesa estaba vacía a excepción de la olla con el puré, la jarra de agua y dos platos, dos cucharas y dos vasos que habían sido dejados allí con toda la pinta de estar preparados para quien aún no hubiese podido desayunar. 

Robin se levantó con su prima, acompañándola en la mayoría de los gestos pero olvidando aquel de su inicio en el que vigilaba al bebé.

Había algo en ese niño que hacía que Robin no acabara de asumirle como alguien de quien estar pendiente. Y aquella sensación despertaba en él remordimientos que anfitrionaban debates sobre sí era o no mala persona; si le gustaba o no tener un bebé en la familia Morris; y si le consideraba o no parte de ellos.

Sus ideas incluso llegaban a sorprenderle, y el motivo que no se atrevía ni a pensar en conciencia, le preocupaba. ¿En qué momento el bebé había dejado de ser una rotunda alegría para él?

Escuchó a su prima obligando a sus ojos a quedarse con ella para parecer más atento de lo que estaba. Y una pequeña risa aspirada aparcó su propio juicio moral para hundirse en el caldero del cotilleo con el interés de Daniel por esos pañuelos.

— Pobre Daniel, te han Skyleado —pensó sabiendo que el chico solo admiraba los pañales cómo disculpa y aplaudiendo la sutileza de mantener la razón cambiando la tela pero dejando a Skyler contenta—.

— Me alegro que haya tegua entre vosotros —celebró antes de responder y cambiar de tema, estaba claro que lo que había pasado con los pañales era importante para su prima y no iba a dejarlo así como así—. Ha sido poco asertivo pero estoy seguro que ha aprendido.

Sus ojos esta vez se deslizaron hacía el pequeño, para comprobar que seguía bien y dormido, o porqué iba a hablar de él, ya no lo tenía muy claro.

— He pensado en hacer algo para escucharle desde lejos. Es importante que pueda dormir, el sueño hace que el cerebro se desarrolle mejor y es difícil que un bebé duerma con el ruido de once personas —y un perro —estuvo a punto de añadir pero lo dejó pasar—. Hablo de una tontería, ¿qué sé yo? dos tarros y un tubo. Algo que nos lleve sus balbuceos para no correr con el llanto —se encogió de hombros— ¿tu que crees?

Preguntó mientras llevaba la parca al armario y se deshacía del jersey para guardarlo también.

— Así no tendrás que estar con él todo el rato ¿o te gusta? —preguntó con desenfado pero al oírse se heló. Había hablado con Daniel y Shamira de hijos pero ¿y Skyler? Esperaba que no quisiera quedarse al bebé bien quedado. Más cuando sí solo era masilla para el gran agujero que sus padres debían haber dejado en ella.

— Bueno, tu o cualquiera. Puede ser cómodo, ¿no?

Trish había entrado en la sala común caminando animada. Se veía que las cosas que estaban sucediendo le parecían más curiosas que preocupantes. O al menos eso era lo que mostraba. Su actitud era tan jovial como de costumbre, y al ver el desayuno que Robin había dejado preparado se sirvió directamente, sin molestarse siquiera en calentarlo. Puso una ración de puré tirando a pequeña en su plato, se llenó el vaso, y se sentó lista para dar buena cuenta de lo que tenía delante.

Al ver llegar a Kane lo saludó con la cabeza y con la sonrisa, y con sus escuetas palabras se encogió de hombros.

—La vida sigue —asintió, y la pausa que hizo después fue breve—. Supongo que hasta que aparezca un alado o unos tarados por la puerta.

En ese momento la chica probó el puré y no pareció sorprenderse ni por lo bueno ni por lo malo que estaba. Simplemente siguió comiendo, sin preocuparse demasiado de los modales pero sin llegar a caer en la mala educación.

—Por cierto, Kane —dijo haciendo un gesto hacia el hombre, hablando con la boca aún medio llena. Tras tragar continuó, dispuesta a ponerle al día—. Nick y yo hemos conseguido algo de leche de bebés en polvo, y luego se pasará una colega a echar un ojo al niño, ver que está bien y eso. Se llama Karina, a lo mejor la conoces del Trueque.

—¿Poco asertivo? —repitió Skyler, casi pisando las palabras de su primo con ese tono medio burlón que ponía cuando él utilizaba lo que ella llamaba su lenguaje de sabiondo—. Lo que ha sido es un puto bocazas. Pero le he perdonado.

Hizo entonces un gesto con el dedo sobre su boca, como callándose a sí misma para escuchar el resto de lo que Robin tenía que decir. Siguió al hacerlo la mirada del chico hacia el crío y durante algunos instantes la mantuvo allí, mientras el pelirrojo se libraba del calor que le sobraba. Fue cuando él preguntó si le gustaba cuando Skyler se giró rápido hacia él, negando con la cabeza cualquier desliz emocional hacia el bebé que nadie pudiera haber visto en ella. 

—Sí, puede estar bien. Estar todo el rato cuidando de él es un tostón. Pero lo del tubo y los tarros es una cutrada —sentenció sin piedad—. Además para que sirviese de algo tendrías que estar todo el rato con el tarro en la oreja y eso es una mierda —aseguró, moviendo la cabeza—. ¿Por qué no le dices a la hermana de Cass que invente algo? 

Robin sabía que esa era la forma que tenía Skyler de referirse a Trish cuando quería decir algo bueno de ella sin que pareciese que lo hacía. Eran pocas las personas a las que la rubia les reconocía fácilmente sus méritos sin poner su propia puntilla y había terminado por acostumbrarse a dar ese tipo de rodeos. Sin embargo, Skyler siguió hablando, ajena al parecer a ese detalle tan interiorizado a esas alturas en su discurso.

—Decía que quería hacer unos walkie talkies, ¿no? O a lo mejor podría apañar la radio o algo así. 

Para Robin estar al lado de Nick, porque sí, sin otro motivo que llevar los pasos a un mismo sitio que después cambiaría para ambos era como escuchar de su tío que confiaba en él y del mismo modo Robin sabía que su despedida frente a la puerta de la habitación de Nick aun sin contacto alguno y sin nuevas palabras sería escuchada por su padrino como que le quería.

El colchón que solía usar como cama esperaba al escritor en la vieja consulta que se había apropiado como dormitorio. Tendido sobre él intentó apagar su mente, cerrar los ojos, descansar, dormir. Pero sus pensamientos volaban una y otra vez hacia ese pequeño pedazo de carne que alguien había dejado en su puerta, prácticamente delante de sus narices. El cómo y el porqué pulsaban en su cerebro como dudas insidiosas, casi tanto como la máquina de escribir que esperaba pacientemente sobre la mesa del despacho contiguo a que alguien pulsara sus teclas. 

Nick no tardó mucho en darse cuenta de que no iba a poder dormir por el momento, así que se puso en pie. En los pocos minutos que había permanecido tumbado había podido escuchar algunos movimientos por el refugio. Los pasos de Robin alejándose por el pasillo que llevaba a su habitación y algunas voces en el piso inferior, seguramente de Cass y Trish. También una puerta cercana abriéndose y pasos que bajaban la escalera. Había poco movimiento aquella mañana, pero el tiempo no parecía haberse detenido para nadie.

Cassandra avanzaba escuchando a su hermana. Las manos en los bolsillos, posiblemente jugueteando con algún objeto que allí hubiese, la cabeza inclinada hacia abajo, y ligeramente ladeada para ver el rostro de la joven, y una tenue sonrisa amarga bailando en sus labios. Ante su pregunta se detuvo y arqueó una ceja, cogió aire mientras pensaba qué responder, y lo soltó en un suspiro inaudible cuando la providente aparición de Kane la salvó de hacerlo. Seguramente el tema volviese a salir y tendría que decir algo, al menos a Trish, el resto aceptaban mejor sus silencios pero ella se encabezonaba en no dejar que se aislase. 

Se acercó a la mesa y tomó asiento al lado de la chica, que comenzó a dar cuenta de su primera comida del día. Cass no retiró las manos de los bolsillos ni para sentarse, con el pie hizo a un lado la silla y se recostó en ella mientras escuchaba la conversación. Sólo faltaba el ordenador sobre sus rodillas para que fuese una estampa habitual de sobremesa en ella.

Con la mención de los alados elevó un poco el rostro para ver la cara de su hermana, a su mente regresaron las palabras de la conversación mantenida hacía poco y comenzó a arrepentirse de haber hablado tanto. Se encogió de hombros y volvió a mirar a un punto indefinido de la plana superficie de la mesa, como si no pasase nada, pero mantuvo en la periferia de su visión a la 'peliazul'.

En cuanto tocó la cama, Nick se arrepintió. Estaba molido por el turno de guardia, las emociones del día y la preocupación. Y le inquietaba aquel Alado que había visto volar al amanecer. Le era imposible relajarse. Cambió de postura y se dio cuenta de que se había dejado una bala suelta en el bolsillo y se le estaba clavando hasta el alma. Volvió a girarse, intentó contar, intentó controlar la respiración...

- ¡Mierda!

Se puso en pie y volvió a prepararse para salir. Esta vez iría solo. Tenía que encontrar a alguien que pudiera darle alguna respuesta, o algunas buenas preguntas que hacerse. Necesitaba concretar, y para concretar en asuntos misteriosos sólo podía confiar en sus colegas de la Hermandad Blanca.

Ir a ver a Macbeth sería lo suyo, pero Morgana andaba por allí y no quería que viera a Nick teniendo reuniones misteriosas. Aquella mujer era un carácter y, como buena madre, sospechaba de todos. ¿Encontraría a algún otro compañero por las inmediaciones? Tal vez debería ir a ver a McAvoy dando un rodeo, por si le sonreía la suerte.

Ante las palabras y la delegación de Skyler Robin se encogió de hombros pero aquel encogimiento no mostraba ni una décima parte de como se había arrugado por dentro.

— Por hacer algo contigo —confesó sacudiéndo el miedo de perderla en la peligrosa franja de edad en la que empezaba a entrar y no podía seguirla por más que desearía haber nacido con ella—.

— Seguro que se le ocurre a ella sola —lo dejó correr—. O díselo tu.

Y con una sonrisa con la que su tristeza estaba a mostrarse que incluso empezaba a parecerle el modo común de expresarse, Robin cobijó su corazón y todos los recuerdos felices con su prima-hermana en él y se despidió de ella. Aquel parecía un día de pequeñas dosis. — Yo mejor voy a encargarme de lo mío.

Mientras se preparaba para salir a escape, sin dar más explicaciones que un "me marcho, no me han secuestrado" si se encontraba con alguien, Nick trazó el mapa mental de las calles cercanas. Tardaría poco en llegar a McAvoy, pero pensaba dar un rodeo. Su mente consciente le dijo que era para comprobar que nadie les vigilaba. Tomó notas de un par de sitios que recordaba donde podía esconderse alguien. En realidad, su cabeza estaba rezando a un Dios en el que no creía para que ocurriera lo imposible: que se encontrara con algún miembro de la Hermandad en aquel rodeo extraño. No sabía por qué intentaba forzar una casualidad ridícula, pero así era él. Si había un idiota con suerte en el mundo, ese era Nicholas Bennet.

Aunque la sonrisa de Trish no se mantuvo constante durante la comida sí parecía algo de fácil acceso. Para la chica estaba siendo un buen día, eso estaba claro, y que el sabor del puré no fuera una maravilla no iba a cambiar eso. Con que se dejase comer era suficiente, y había comido cosas mucho peores que esa.

El silencio de Kane demostraba que, como él mismo había dicho, la vida seguía. Quedaba ya poco en su plato cuando continuó hablando. No es que estuviera acostumbrada a hacerlo sola, pero con aquellas compañías tampoco le importaba demasiado. Miró un instante a su hermana, a la que sí sonrió, antes de proseguir.

—También hemos conocido a un chico que estaba con Ransom, Jimmy. Va un poco de sobradillo, pero no parece mala gente —informó—. Dice que puede averiguar de dónde ha salido Mattata y conseguirnos una bomba para vaciar el sótano. A ver si hay suerte —comentó encogiéndose de hombros y terminando de comer. Entonces se puso en pie.

—¿Friego esto y vemos lo de la valla, o tienes cosas que hacer? —preguntó a su hermana.

Kane se encogió de hombros mientras escuchaba a Trish, el pistolero se mostraba bastante introvertido, quizá más que de costumbre, pero tampoco quiso quedarse en silencio.

No creo que seamos tan importantes como para recibir una visita de un alado. repuso mientras escuchaba sobre el origen de la leche en polvo que habían comprado. ¿Ha costado cara? preguntó imaginándose que así había sido.

El silencio de Cassandra, tan reconocible como un viejo amigo, no perturbaba en demasía a Kane. Simplemente respetaba esa necesidad de la buscadora, tampoco es que él hubiera sido el tipo más comunicativo del mundo desde que llegó al refugio. Al ver que retomaban el hilo de la conversación que debieran tener, Kane no intervino atravesando la estancia en silencio.

Deja.. ya lo fregaré yo. dijo el pistolero. Luego iré al huerto, aun no le he echado un vistazo hoy.

Las cejas de Skyler se acercaron a sus ojos cuando la chica frunció el ceño al escuchar el cambio en los planes de Robin. Lo miró algunos segundos, escrutando en su rostro en busca de alguna pista para entender si había pasado algo o no, temerosa de haber dañado sin darse cuenta los sentimientos de su primo. Sin embargo, cuando el pelirrojo sonrió, la frente de ella se alisó de nuevo, dando por hecho que ese instante raro había sido imaginación suya. No ocultó el alivio en su expresión por no haber roto nada dentro de Robin y se encogió de hombros.

—Vale —respondió—. Yo estaré cuidando de Matthew si necesitas algo.

No añadió nada más antes de darse la vuelta para regresar a su cuarto, con los ojos ya puestos en el bebé. 

Robin salió de su cuarto, ya liberado de abrigo y jersey, y avanzó hacia las escaleras para descender al piso inferior cuando se encontró con Nick, que abandonaba su habitación, vestido y dispuesto para salir de nuevo al exterior. 

Cassandra elevó la vista hacia Trish cuando ésta formuló su pregunta, en sus ojos había incertidumbre y pesar, aunque el motivo no era la inocente pregunta si no sus pensamientos sobre el crío. Ella sabía lo que se sentía al no saber lo que había sido de tus padres, una zozobra que nunca acababa de irse de su mente y que la aguijoneaba cuando menos se lo esperaba, no saber siquiera quienes eran ni porqué te habían abandonado... Negó con la cabeza al tiempo que tomaba una determinación.

-Antes de salir vamos a echar un ojo a... -se le ocurrieron varios nombres mejores que el que le habían puesto, había leído leyendas e historias de niños abandonados y encontrados que luego habían hecho grandes cosas, pero creyó que mejor esperar a ponerle nombre cuando supiesen que no tenía ninguno -al bebé.