Partida Rol por web

Tras la marcha de Nick y Robin las dos hermanas siguieron su camino en busca del bebé. No tardaron en localizarlo en el cuarto de Skyler gracias a las instrucciones del pelirrojo. La puerta estaba entreabierta y, de asomar la cabeza, podrían ver que la chica  estaba sentada a lo indio encima del colchón que usaba de cama, con su saco de dormir enrollado con pulcritud. 

Entre manos tenía un trozo de toalla que había estado convirtiendo en pañales y en ese momento se encontraba recortando con unas tijeras los flecos que habían quedado en los bordes de la tela. Junto a ella, sobre la cama, había otro trozo como ese, ya pulido y con forma de una «T» enfrentada a otra. 

Cerca de ella estaba el capazo con el crío envuelto en la misma manta que tenía al llegar. El bebé dormía profundamente y Skyler, que parecía mucho más relajada de lo que habitualmente se mostraba delante de la gente, tarareaba entre dientes mientras echaba vistazos frecuentes en dirección a la cesta. 

Algunos pasos atrajeron la atención de Kane por un instante, mientras trabajaba en el huerto. A través de la cristalera pudo ver a Nick dirigirse a la puerta, seguido de cerca por Robin. Ambos salieron del edificio, el escritor con expresión de alivio en la cara y el pelirrojo con actitud de estar siguiendo a Nick, pero, al mismo tiempo, tratando de aparentar que iba a su rollo.

Kane estaba enfrascado en el trabajo del huerto, por un instante se había desconectado de lo que sucedía, en apariencia, pero eso no quería decir que dejara de prestar atención a lo que acontecía a su alrededor. Ver a Nick y a Robin salir una vez más hizo que, invariablemente, se encogiera de hombros, si lo necesitaban ya lo llamarían. Se preguntó por la situación del bebé, echó una mirada al primer piso fugaz, y luego la mirada se le desvió hacia la zona de la capilla sin formular ningún pensamiento concreto.

Suspiró y siguió perfilando la zanja por la que debía fluir el agua, no le quedaba mucho, al fin y al cabo lo había hecho decenas de veces en días anteriores.

Conforme iban avanzando, los pasos de Cassandra se fueron ralentizando de forma imperceptible hasta quedar medio por detrás de su hermana, su intención era que la primera cara que se viese no fuese la suya. Vio la escena por encima del hombro de Trish, parecía que el bebé era una buena influencia para el humor de Skyler y la morena tomó nota mental de ese hecho.

Esperó en ese segundo plano a que la peliazul iniciase una conversación con la rubia, pues estaba tan segura de que eso pasaría como de que eran familia a pesar de todo lo que las diferenciaba, preferiría que saliesen fuera pero como eso no estaba en sus manos aprovecharía ese momento para deslizarse hacia el cesto y acariciaría al pequeño. Lo que pasase luego... ya lo vería.

Después de dejar atrás al escritor y al pelirrojo Trish continuó con la marcha hacia el cuarto donde se encontraba el bebé, ahora a tiro fijo. Sus pasos eran largos y poco a poco la sonrisa volvía a sus labios. No imaginaba de manera activa qué podía estar haciendo el crío, o qué habría hecho desde la última vez que lo había visto, pero sentía cierta impaciencia y expectación.

Al encontrar la puerta entreabierta se giró hacia Cass y se dispuso a abrir, asomando primero la cabeza con los ojos bien abiertos. El instante que tardó en entender qué estaba haciendo Skyler fue debido a que no puso su atención en ella más que un segundo antes de buscar al crío con la mirada. Tras verlo dormido la muchacha apenas tardó un instante en pasar sin llamar, dejando la puerta abierta para que su hermana la siguiera.

—Ey, hola... —dijo en un susurro muy bajo, intentando no despertar al crío, al mismo tiempo que saludaba con la mano para compensar la falta de volumen.

Caminó en dirección al colchón, adonde se encontraba Skyler, y desde allí se inclinó hacia el crío para mirarle un instante. Se quedó como hipnotizada durante un par de segundos antes de hablar directamente a la primera de Robin.

—Cómo molan los pañales, bien pensado —comentó sentándose en la cama sin pedir permiso. Seguía hablando en voz muy baja, y pronto sus pupilas volvieron a buscar al crío—. Nosotros hemos conseguido leche en polvo. Y si quieres una mano, luego tengo un rato.

Apenas dio tiempo a que la chica respondiera antes de lanzar las primeras preguntas que le vinieron a la cabeza.

—¿Ha costado que se durmiera? ¿Has tenido que hacer algo? ¿Ha hecho algo guay? —Bien es cierto que la definición de guay podía ser relativa, pero también que, aunque sólo fuera por la novedad, sólo el hecho de que el crío mease, cagase y respirase ya le parecían cosas alucinantes a la chica.

La prima de Robin interrumpió su tarareo de inmediato cuando se abrió la puerta de su cuarto. Miró a las dos hermanas y sus mejillas perdieron su palidez habitual tomando un poco de color. No era difícil notar que se estaba preguntando si la habrían oído cantar, como tampoco fue difícil ver que prefirió la incertidumbre a una respuesta que pudiese no agradarle.  

—Hola —susurró en respuesta al saludo de Trish, alternando su mirada entre las dos hasta que la más joven se sentó a su lado. 

Con la atención y la mirada sobre Trish, Skyler enderezó un poco su postura con el halago a sus pañales y sus labios incluso esbozaron una sonrisa satisfecha de sí misma. 

—Daniel me va a traer una tela mejor del mercado para que pueda hacer más y enseñarle cómo se hacen —informó, echando en ese momento un vistazo rápido a Cass, como si quisiera asegurarse de que ella también escuchaba esas palabras—.  Leche en polvo. Genial, así tendrá algo que comer mejor que el puré soso que han hecho los chicos —siguió hablando, pero no tardó en poner la puntilla al logro de Trish—. Sería muchísimo mejor leche materna, claro, pero tendremos que aguantarnos. 

Llevó su mirada de nuevo a Cass, que en ese momento estiraba sus dedos para tocar al bebé y sus siguientes palabras fueron para ella. 

—Ten cuidado no lo despiertes —dijo, a medio camino entre una orden y una advertencia, para después seguir prestando atención a Trish—. Se durmió después de comer y cagar, o eso me dijeron. —Se encogió de hombros—. Y desde entonces no ha hecho nada más que dormir. Es bastante aburrido estar con él, te lo puedes llevar un rato si quieres. Y dice Robin que podrías inventar algo para escucharlo a distancia porque...

Sin duda Skyler iba a seguir hablando, pero sus palabras se detuvieron en seco al notar un espasmo en Cass. 

Cass había acercado su mano al bebé dormido, hasta llegar a tocar su piel, y un instante más tarde los ojos de la buscadora se habían vuelto en blanco y su cuerpo se había convulsionado en un espasmo. No había llegado a caer al suelo, pero temblaba y sus labios se movían como si hablase para sí misma, sin llegar a emitir sonido alguno.

—¡Ay, Dios! —exclamó Skyler, poniéndose en pie sin preocuparse de que la tela que tenía entre manos cayese al suelo junto a las tijeras, que repiquetearon con un sonido agudo—. ¿Qué le pasa? ¿Es epiléptica?

La rubia buscó la mirada de Trish antes de moverse hacia Cass, cosa que parecía dispuesta a hacer con rapidez. Sin embargo la mayor de las dos hermanas no parecía estar teniendo un ataque ya que seguía manteniendo el equilibrio, más bien parecía estar sumergida en algún tipo de extraño trance. 

Los dedos de Cass rozaron la mejilla del bebé dormido y una sensación eléctrica recorrió todo su brazo, naciendo en ese pequeño punto de unión y extendiéndose hasta su espina dorsal. Cass notó cómo su piel temblaba a medida que el mundo parecía desvanecerse en una espesa neblina. No le era ajena la sensación, pero tampoco era cómoda. 

Y en el blanco que había invadido todos sus sentidos una imagen empezó a formarse, borrosa al principio, pero cada vez más nítida. 

[color=#0B4C5F]La noche extiende su manto de terciopelo sobre las calles de la ciudad mientras la chica llega a su destino, mirando por encima del hombro a cada paso. Se agacha junto a la empalizada que pondrá a salvo la mercancía que lleva encima y vuelve a mirar a ambos lados antes de sacar del bolsillo un destornillador afilado. Tan sólo los pálidos rayos de la luna permiten delinear las siluetas, pero al comprobar que está sola, se quita la capucha y libera una espesa mata de cabello rizado. Su piel es oscura, parece del color del chocolate, y sus ojos son grandes, también oscuros. El bebé que ha dejado junto a ella duerme en el capazo mientras termina un trabajo ya empezado y afloja la tabla que le abrirá paso hacia su destino. [/color]

[color=#0B4C5F]Es menuda, no más grande que Clementine, y parece joven, tal vez tenga la edad de Trish, o quizá la de Robin. No tiene muchas dificultades para meter primero la cesta y luego pasar ella misma. Se queda pegada a la valla, moviendo los ojos con rapidez, asegurándose con cuidado de que no hay ningún centinela mirando hacia ella en ese momento. Y sólo avanza cuando está segura, moviéndose en silencio, escondiendo sus pasos en el sonido del viento nocturno. Se detiene junto a la puerta, pero su decisión, que parece planeada de antemano, no titubea. Su mano acaricia el rostro de la criatura que carga y sus dedos contrastan con la piel blanca del bebé que sonríe al contacto mientras duerme. [/color]

[color=#0B4C5F]«Mamá vendrá a buscarte cuando sea seguro», susurra en un tono tan bajo que podría haberse confundido con una hoja al caer. Se asegura de que el niño está bien tapado por la manta y, con el mismo sigilo con el que llegó, se marcha antes de que el sol empiece a despuntar por el borde de la ciudad. [/color]

La imagen comenzaba a desdibujarse, como si esa niebla que la había creado ahora desease cubrirla con una pátina de olvido, protegiendo el tiempo de la mirada indiscreta que había traspasado sus barreras. Y Cass sintió cómo su consciencia se desvanecía, arrastrada a ese blanco que llenaba ahora su mente. 

Tal vez podría pensarse que la mañana finalmente había recobrado la tranquilidad turbada por la llegada del bebé. El silencio se había adueñado de nuevo del antiguo centro de salud y el trabajo rutinario en el huerto ayudaba al pistolero a mantener su mente y su alma calmadas. Pero la ilusión de paz no duró demasiado. No había pasado mucho rato desde que Kane había visto salir a esos dos cuando un sonido inesperado rompió el silencio. 

«¡Ay, Dios!», el grito de Skyler sonó agudo y su voz parecía alarmada, proveniente sin duda del piso superior. 

El repentino grito de Skyler sacó de su ensimismamiento a Kane, que reaccionó con rapidez dirigiendo la mirada hacia arriba. Alzó una ceja, consternado, y se dejó la azada a un lado para subir las escaleras a paso ligero. No corría, pues no imaginaba que ningún peligro acechara por el lugar, pero tampoco se entretuvo.

¿Qué ocurre, Skyler? preguntó el pistolero mientras subía, atento a lo que sucedía.

Sentada en el colchón, Trish vio la sonrisa de Skyler y se alegró de haber hablado con sinceridad. La verdad es que la idea de hacer pañales cuanto antes era buena, de eso no cabía duda. Trish sabía que en otro tiempo, antes de que toda aquella locura se desencadenase, la gente solía usarlos desechables, probablemente por no lavarlos. Sin embargo aquella idea ni se le pasó por la cabeza.

Acto seguido, en cuanto la chica le dio una de cal y una de arena con lo de la leche en polvo, Trish no se molestó en llevarle la contraria. Conocía a Skyler lo suficiente como para creer que aquello sería lo mejor que obtendría simplemente porque no había sido ella quien se había encargado. Y si hubiera vuelto con leche materna probablemente se quejaría de que la madre era otra boca que alimentar, o de que no se conservaba bien. Lo importante era entender el fondo, no las palabras literales, y el fondo de Skyler no era de ser mala gente.

Después, cuando siguió hablando, Trish escuchó con los ojos brillantes y llena de atención lo que decía sobre el crío. Por un lado se alegró de no haberse perdido mucho. Por otro, no entendió que a la prima de Robin le pareciese aburrido que el crío estuviera durmiendo. Sólo eso, que una cosa así de pequeña fuera capaz de dormir sin dejar de respirar ya era algo increíble. Trish no podía desmontar al bebé pieza a pieza para examinarlo, entender sus mecanismos y luego volver a montarlo mejor de lo que estaba al principio. Pero de haber podido seguramente lo había hecho esa misma mañana.

En cuanto Skyler hizo su última aportación Trish tomó aire para explicarle que ya estaba intentando fabricar unos walkie talkie. Sin embargo antes de eso, al notar algo raro en el rostro de su acompañante, se giró para ver a Cass.

Lo que vio le heló la sangre. Reaccionó rápido, poniéndose en pie y acudiendo adonde estaba Cass para intentar que no se cayera al suelo. La sujetó con los brazos, sin saber si lo normal en algo como eso era caerse o no al suelo, pero cuando vio sus ojos fue cuando se asustó de verdad. Miró un momento a Skyler y negó con la cabeza, aún sosteniendo a su hermana.

—No —negó—, nunca lo ha sido. —Entonces hizo una pausa mientras intentaba que su hermana avanzase de alguna forma hacia la cama. Miró de nuevo a Skyler—. Ayúdame.

Tras el grito de Skyler un ruido de pasos ligeros se escucharon subiendo rápido las escaleras. La voz de Kane llegó desde fuera de la habitación, pero lo que dijo se perdió entre las palabras de las dos chicas. Skyler respondió alzando la voz a pesar de no haber entendido lo que el hombre había dicho.

—¡En mi cuarto! 

Y, cuando unos segundos después el pistolero apareció en la puerta pudo ver a la rubia y a Trish agarrando los brazos de Cassandra, que estaba agachada. La buscadora . Tenía los ojos en blanco y movía los labios en silencio, como si estuviese formando palabras sólo para sí. Su mano estaba sobre la mejilla del bebé, que dormía en el capazo, a pocos pasos del colchón que Skyler usaba como cama. En el suelo un par de trozos de tela ya cortados con forma de pañal habían caído junto a sus tijeras. 

En el momento en que Kane entró las dos chicas intentaban levantar a Cass, pero en cuanto su mano se separó de la piel de la criatura, la mujer pareció desvanecerse. Sus ojos se cerraron, sus piernas perdieron la fuerza y si no cayó al suelo fue simplemente porque Trish y Skyler la estaban sosteniendo. 

—Ayúdanos —pidió la rubia, que se tambaleó un poco con el peso—. Le ha dado como un ataque o algo, vamos a tumbarla en la cama. 

El conocido hormigueo recorrió el cuerpo de la joven, el bebé y su piel rosada desaparecieron ante sus ojos para dar paso a la niebla y el lugar de la empalizada que había sido forzado apareció ante sus ojos. Cassandra fue mudo testigo de lo sucedido.

-Tan joven, -pensó al ver caer la capucha -tiene ojos de cervatillo...

La diferencia de color entre la piel de la chica y el bebé hicieron que por un instante pensase que no era suyo, que era robado, los movimientos furtivos de la chica mientras se introducía en Mayor Morris respaldaban esa suposición, pero la caricia que le dedicó al bulto envuelto en la manta hicieron que reconsiderase esa opción. Las únicas palabras que dijo la morena, y que sólo pudo escuchar por hallarse literalmente encima de la joven, deshecharon cualquier duda. O se trataba de una enferma mental o realmente era su madre. Una madre que quería mucho a su hijo, tanto como para dejarlo al cuidado de desconocidos "hasta que fuese seguro". Si se refería a seguro para ella o para él era algo que Cass sólo podría aventurar, pues conforme la silueta se alejaba de la puerta la niebla comenzó a cubrir la imagen, como si fuese el final de un sueño.

Sólo que con ese final no despertó. Se quedó prendida de esa blancura que lo inundaba todo, sus ojos, sus oídos, su tacto, todo era blanco, silencioso, etéreo. Se estaba tan bien. Sin preocupaciones, sin nada...

Los siguientes segundos pasaron demasiado rápido para Trish, y al mismo tiempo fue como si fuesen horas. Toda su percepción del tiempo cambió, como el constante tic tac de su cabeza de repente se hubiera atascado y amenazase con romperse. Como si una pieza extraña se hubiera colado entre los engranajes de su reloj y estuviera forzándolos de golpe.

Trish se creía preparada para la muerte. Para la suya, y para la de otros. Era algo que eventualmente sucedía. Y sobre todo algo que podía comprender. Pero ver a su hermana así, con los ojos en blanco y haciendo cosas raras con la boca... Eso no lo entendía. Y desde luego no le parecía un simpático y curioso misterio más por investigar y resolver. Le parecía algo urgente y, sobre todo, aterrador.

No fue mejor cuando Cass se desvaneció. El buen humor de Trish se había congelado, pero en ese momento también se sintió el rostro frío y supo que estaba palideciendo. Supo que Kane había llegado, pero ni siquiera lo asimiló del todo. Estaba bloqueada.

En realidad dentro de su cabeza quería llevar la contraria a Skyler. Quería decirle que no, que no la llevasen a la cama, que lo único que quería era comprobar que Cass respiraba, que tenía pulso y que todo estaba bien. Que fuera lo que fuera había pasado, y sólo estaba dormida. Pero en realidad ni siquiera era capaz de decir eso, o de hacer algo más que permanecer ahí, de pie, sujetando como podía a su hermana.

Tras un par de segundos consiguió reaccionar. Pestañeó mientras el —ahora desacompasado— reloj de su cabeza empezaba a andar de nuevo y tiró de Cassandra hacia la cama.

—Vamos —dijo con decisión, haciendo tanto como le permitían sus brazos. No habló más porque sus mandíbulas estaban apretadas con fuerza. Su expresión, su actitud, sus gestos... Probablemente ninguno de los presentes la hubiera visto nunca así, más que nada porque nunca había estado en una situación parecida. En el peor de los casos podía imaginarse a Cass, o a Nick, muriendo. Era consciente de la existencia de los alados, de las balas y de que cualquiera podría querer hacer algo contra ellos. Pero lo que acababa de pasar era algo diferente, desde luego. Era algo con lo que Trish nunca había contado.

Cass no habría podido precisar cuánto tiempo pasó sumergida en esa nube que acolchaba sus sentidos y sus pensamientos. El blanco se extendía por toda su mente hasta que la niebla comenzó a volverse menos densa y el tacto de una mano conocida la ayudó a encontrarse de nuevo. 

Al abrir los ojos se sintió descolocada por encontrarse en posición horizontal. Tardó un instante en ubicar que estaba tendida en el colchón de Skyler, en lugar de seguir agachada junto al bebé. Y un instante después se dio cuenta de que había tres pares de ojos contemplándola, con mayor o menor grado de preocupación, Skyler, Kane y Trish parecían pendientes de su despertar. 

Cassandra no reaccionó mientras la llevaban como podían hacia lo que Skyler llamaba cama. Allí, tendida sobre el colchón su tez parecía aún más pálida de lo habitual y sus labios inmóviles habían adquirido un tono entre blanco y violáceo. Sus ojos permanecieron cerrados todavía varios segundos y su pecho se movía despacio, con la placidez de quien duerme.

De pronto su respiración se agitó y sus párpados se fruncieron un instante antes de abrirse. Tenía las pupilas algo dilatadas y parecía confusa, desubicada tal vez, en su despertar. Pero poco a poco el color iba volviendo a sus mejillas hasta recuperar la normalidad.  

El susto pasado bailaba todavía en las pupilas de Skyler cuando Cass abrió los ojos. La chica la contempló de arriba a abajo, como si con sólo mirarla pudiera comprobar que estaba bien y no le iba a dar otro ataque.

Al ver que su rostro iba recuperando un tono más normal, dio un pequeño paso atrás y se cruzó de brazos.

—Joder, Cassandra —dijo, como todo saludo a la recién despertada—. Vaya susto le has dado a Trish. 

Al subir se encontró con esa escena de Cass desvanecida, a Trish bloqueada y a Skyler intentando llevarla a la cama. Sin mediar apenas palabra asistió al traslado de Cass hasta el sucedáneo de cama que había indicado Skyler. El semblante de Kane era agrio, pero resuelto, mostrando una franca preocupación en la frente.

¿Qué ha sucedido? preguntó a Skyler, dando espacio a las dos hermanas, aliviado en ver de que, al parecer, Cass se estaba recuperando. ¿Se desmayó sin más? no era médico, desde luego, pero que alguien del grupo le sucediera algo así no debía ser saludable.

Se aguantó las ganas de preguntar a Trish, era consciente de que ahora, lo importante, era asegurarse la una a la otra de que estuvieran bien.

Una vez que Cass estuvo sobre el camastro Trish se sentó a su lado, tan pegada a ella que prácticamente estaba encima de su cuerpo. La observaba atenta, intentando pensar qué hacer. Ver su tez tan pálida y el color de sus labios hacía que la propia Trish siguiese su camino hacia la lividez. Al menos ya no se agitaba ni convulsionaba, aunque la chica no sabía decir si eso era algo bueno o algo malo.

En esa posición Trish puso las dos manos en los hombros de su hermana. Tenía los labios apretados y las pupilas tan dilatadas que cualquiera podría olvidar que sus ojos eran azules. Vio, impotente, cómo su respiración se agitaba y a punto estuvo de dar un paso más allá, de centrarse en su hermana como hacía mucho que no hacía.

Sin embargo antes de eso la propia Cass abrió los ojos. Lo primero que se encontró, probablemente, fue la cara de Trish delante de ella. Y lo segundo el abrazo más fuerte que los delgados brazos de la muchacha eran capaces de dar. La apretó contra sí y se apretó contra ella, inquieta, hundiendo su rostro en la sudadera de su hermana. Es probable que alguna lágrima aprovechase para camuflarse en la tela de la prenda, porque cuando un momento más tarde Trish se separó sus ojos estaban un poco más secos que antes.

—Idiota —le dijo con la voz ligeramente tomada antes de darle un puñetazo amistoso en el hombro—. Como vuelvas a darme un susto así te mato.

No le importó no estar a solas, ni tampoco que los testigos fueran la repelente de Skyler y el seco de Kane. Trish nunca había necesitado intimidad para mostrar sus sentimientos o hablar de la mayoría de cosas, mucho menos en un momento como ese.