Partida Rol por web

Shamira no participó de la organización de la mañana, tan sólo escuchó a unos y otros mientras seguía comiendo, dispuesta a apuntarse a cualquiera que fuese el plan que se decidiese, hasta que terminó su plato. Rebañó los restos del puré con la cuchara hasta dejarlo prácticamente limpio y luego bebió agua despacio. 

Estaba dejando el vaso de vuelta sobre la mesa cuando llegó una pregunta que consideró para ella, así que mirando a Daniel se encogió de hombros. 

—No tengo ni idea. Supongo que por aquí cerca, pero Lincoln no dijo mucho —explicó, arrugando un poco la nariz—. Vino corriendo y se fue como un loco en cuanto desayunó. Está un poco raro esta mañana.

Se quedó callada en un silencio reflexivo durante un instante, como valorando sus propias palabras y sus implicaciones, para después añadir algo más.

—Supongo que con la aparición de... —Detuvo su lengua durante un brevísimo segundo en que sus ojos buscaron la puerta por la que acababan de salir Skyler y Clementine, decidiendo rápidamente la forma en que se referiría al bebé—... Ata, Morgana querrá echar un ojo por los alrededores o algo así. No creo que nos haga correr si ha dicho paseo.

Mientras tanto, en los brazos de Daniel, el bebé comenzaba a cerrar los ojos después de haber comido algo de puré. Sus labios formaban una pequeña curva plácida y su respiración se iba ralentizando, tomando un ritmo pausado. Todavía sus deditos se movieron varias veces, abriéndose y cerrándose, como si agarrase y soltase algo, pero no tardó en emitir un leve suspiro antes de quedarse dormido.

— Bueno —arrancó Robin como si llevara un rato adormilado—, os veo en ¿quince minutos? en el huerto. O lo que necesitéis.

Luego dirigió a Shamira una sonrisa —Espero poder llegar al paseo pero si no me ves, no me esperéis, ve tranquila.

Y con aquellas palabras, cargó su plato, el de Morgana y el vaso con café haciendo equilibrios entre mano y brazo para los primeros y ocupando su otra mano en el segundo y se encaminó a la puerta que abrió empujando con la espalda.

Shamira llevó su mirada hacia Robin al escuchar su voz y le dedicó una pequeña sonrisa y un asentimiento. 

—Limpiaré los platos que hemos usado y voy para allá —dijo, comenzando a apilar los susodichos, pero teniendo cuidado de no quitarle los suyos a Daniel y Kane. 

La muchachita parecía contenta de sentirse útil, o quizá fuese la presencia del bebé que mejoraba su humor de por sí optimista. Como fuese, empezó a tararear entre dientes una melodía y, aunque su voz no se parecía ni remotamente al tesoro que Clementine tenía en la garganta, tampoco tenía pinta de que a ella le importase en aquel momento.

-Muy bien, en quince minutos -respondió antes de que toda su atención se centrara en el bebé, comprobando que se estaba quedando dormido-. Oh, Dios, oh, Dios... -murmuró-. Se esta quedando dormido. No, se ha dormido -dijo mirando la cara relajada de Mathew. No pudo evitar sentir una oleada de ternura jamás experimentada y la necesidad de protegerlo de cualquier peligro, en cierta medida bastante irracional. Pero le gustó lo que sentía, le hacia sentirse bien y despertaba en él el deseo de ser mejor persona. Por un instante pensó en el futuro, algo que no le gustaba hacer en demasiadas ocasiones, en lo que el destino le tendría deparado al bebé. Por de pronto sido abandonado bajo su techo, provocando una pequeña revolución y donde pese a las reticencias iniciales, parecía haber supuesto el detonante para la adopción de diferentes decisiones y actividades. Por un segundo su mirada se posó en el pañal, y si bien su comentario había sido inocente, por primera vez se dio cuenta de lo inoportuno del mismo. La propia Skyler se había implicado, demostrando lo que la presencia de Mathew podía hacer, llevando a que incluso ella deseara colaborar en la medida de lo posible. Sus mejillas se ruborizaron por la súbita vergüenza que lo invadió. Y al mismo tiempo fue muy consciente de la necesidad de una cuna. Por delante tenía un cuarto de hora y parte de ese tiempo estaba destinado a pedir unas mas que sinceras disculpas si es que daba con Skyler.

Se levantó con cuidado para no despertar al bebé y se dirigió a Kane. 

-¿Te importaría hacerte cargo de él? -pidió. Si aceptaba, saldría de inmediato de la estancia-. Shamira, nos vemos luego fuera. 

Todos podéis ayudar en lo que creáis oportuno. respondió el pistolero con un encogimiento de hombros. La batería de preguntas que le llegaron hicieron que frunciera un poco el ceño. No sé que cosas son prioritarias, no soy agricultor, así que planto, remuevo tierra y procuro que esté mojada.. eso es todo. ilustró sin muchas florituras cual era su función con tranquilidad, a lo que añadió. Es algo que me relaja, sin más.

Robin volvía a desaparecer por la puerta, Kane asintió sin decir nada, pues cuando tuvo intención ya se había esfumado. En ese instante aprovechó para desayunar un poco, enfangado en sus propios pensamientos. Para cuando volvió a la realidad, miró hacia Daniel viéndole de esa guisa y, a continuación, con el bebé dormido que se lo ofrecía.

Claro. dijo parco en mayores palabras. Lo tomó con cuidado, lo acunó del mismo modo que lo hubo hecho con anterioridad y, entonces, con la perspectiva de que iba a quedar solo en el comedor. Un pensamiento irónico paseó por su cabeza que hizo que dibujara una sonrisa que reflejaba ese mismo pensamiento.

La chiquilla ya había formado una pequeña montaña con los platos y vasos usados cuando Daniel le pasó el bebé a Kane. Su mirada siguió el traspaso de unos brazos a otros con cierto embeleso y después pestañeó al ver al chico dirigirse a la puerta. 

—Claro. Luego nos vemos, Daniel —se despidió con una pequeña sonrisa, para después volver a mirar al bebé en brazos de Kane.

Daniel no encontró a Skyler en la planta baja, por la que dio una rápida vuelta antes de subir las escaleras que llevaban al primer piso. Sin embargo, en cuanto llegó a él escuchó la inconfundible voz de Clementine, saliendo desde la capilla y llenando los pasillos del antiguo centro de salud. 

Con cada paso que daba el chico hacia allí con más claridad podía escuchar la canción de la joven. Cantaba Clementine una melodía que parecía dedicada al Señor y su cadencia era aterciopelada y luminosa, capaz de exaltar los espíritus y erizar los brazos de los más avezados. 

Nueva York, 12 de noviembre de 2037, 09.50 am.

El bebé no había llegado a abrir los ojos cuando Daniel se lo pasó a Kane, pero su ceño se había fruncido un poco en el cambio, como si en medio de su sueño detectase que algo estaba sucediendo a su alrededor. Sin embargo, en cuanto se encontró en los brazos del primero en encontrarlo aquella mañana, sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa y se acomodó contra su pecho. 

Shamira abandonó los platos para acercarse a Kane y contemplar al bebé por encima de su hombro con una sonrisa creciente. 

—Es una monada, ¿verdad? —dijo, repitiendo sin darse cuenta algo que ya había dicho antes, para después desviar sus ojos hacia el hombre que lo sostenía—. ¿Ya has cuidado niños antes, Kane? —preguntó con la inocencia de quien intuye pero no sabe—. Parece como si lo hubieras hecho toda la vida y a él le gustas, ¿verdad? 

Sin embargo, antes de que Kane llegase a responder, el bebé volvió a arrugar el rostro sin llegar a despertarse, apretó sus manitas en dos pequeños puños y empezó a ponerse un poco rojo. La chiquilla entonces abrió más los ojos, buscando en los del hombre alguna explicación para aquello. 

—¿Qué le pasa? —preguntó antes de que su cabeza sumase dos y dos—. ¡Ay, no! ¡No le hemos puesto el pañal!

Habiéndose quedado solo con Shamira y el bebé se sintió algo abandonado por todos, pero se encogió de hombros y se guardó cualquier queja para sus adentros, al fin y al cabo no le molestaba estar pendiente del bebé. Escuchó a Shamira, y por un momento se quedó congelado sin saber qué responder, pero respiró profundamente antes de responder, no quería darle impresión de que había podido meter la pata o algo parecido.

No, nunca antes. admitió Kane sintiendo de nuevo los aguijonazos del pesar, pero superándolos con oficio. No sé, supongo que sí. dijo dubitativo. Pero antes de responder a su última pregunta, alcanzó el desastre escatológico.

Si Shamira sumó dos y dos, el inminente olor que acechaba dejó claro lo que venía. Kane trató de mantener la calma, pero se sentía algo nervioso. Algo del todo paradójico si uno se para a pensar en qué situaciones había mantenido la calma.

Bueno.. era de esperar. el pistolero buscó una superficie para tender al pequeño, si bien se enfrentaba a un reto desconocido, si ese reto estaba relacionado con la cagalera del bebé, hacerlo sobre la mesa donde comían no hubiera sido excesivamente higiénico. Esperemos que haya tiempo.. acércame los pañales de Skyler.

No sabía que iba a encontrarse, ni cómo coño iba a solucionar el desastre, pero lo afrontó como un combate. Con aplomo.

La chiquilla se movió rápido en cuanto llegaron las instrucciones del hombre. Kane encontró como mejor opción para depositar al bebé una camilla algo desvencijada que alguien había dejado junto a una pared, quizá tras usarla como carrito para traer cosas de la cocina. Y, mientras, Shamira lo siguió con el trozo de tela que Skyler había recortado, dispuesta a ayudarle en todo lo que le pidiese. 

Al quitar la manta la muchacha respiró entre dientes. Todavía estaba limpia, aunque el olor que el pistolero esperaba no se hizo de rogar, dejando claro que el desastre iba a ser inminente. 

—¿Sabes cómo va? Creo que las tiras estas deben ser para atarlo... —Shamira miró a Kane mientras ponía el pañal sobre la camilla, esperando que él guiase aquel proceso, y girando la tela hasta que en la parte superior quedaba una «T» y en la inferior una invertida—. ¿Así? 

En ese momento la puerta se abrió y por ella entró Lincoln, apresurado como llevaba ya buen rato de la mañana.

—Shami —dijo, lanzado—, ya está arreglada la valla y nos iremos ahora al pas...

El crío detuvo sus palabras en seco al ver lo que los otros dos tenían entre manos y la prisa pareció abandonarle por un momento. Se acercó a ellos con los ojos bien abiertos, mirando al bebé y arrugando la nariz cuando el olor llegó hasta él. 

—Hala... —dijo, con toda la intención de quedarse mirando desde un par de pasos cómo Kane y Shamira se apañaban. 

Ciertamente. Uno ahora podría alegar que Kane había olido cosas peores, que la peste de la muerte era peor, que un hombre se caga al morir al no haber nada que contenga la mierda acumulada en los intestinos y cualquiera de los tópicos de hombres duros que uno puede acordarse. Eso está muy bien, pero se olvidan de un factor importante en todo ese juego, y eso era la disciplina mental. El prepararse psicológicamente, el estar mentalizado, y desde luego el pistolero no lo estaba para un hedor de esa magnitud. No esperaba que tras desayunar, conversar y ver las monerías del crío iba a llegar ese apocalipsis olfativo.

Joder, que peste. soltó sin tapujos arrugando la nariz, la pobre Shamira pidió asistencia a Kane, pero se encontró con la mirada también dubitativa de este. Supongo que sí. asintió Kane mientras corregía ciertos aspectos de la colocación del Skylerpañal. Y corregía en la creencia de que tenía que corregir algo, de demostrar que sabía lo que se hacia delante de Shamira, no por sapiencia, pero joder.. ¿no era tan complicado, no?

La llegada de Lincoln a ese circo de lo escatológico fue un añadido más. Kane volvió la mirada hacia el niño-soldado de Morgana, alzó una ceja ante la repentina fascinación del chaval por lo que estaba viendo.

¿Hala? Ayuda a Shamira, ¿quieres? dijo el pistolero conteniendo aquello como si fuera a salir a chorro. Trae algo con agua, anda. Creo que no vamos a salir indemnes de este lance..

Shamira fue la primera en ponerse en movimiento, dirigiéndose rápidamente hacia la cocina. Lincoln tardó un par de segundos más en reaccionar, pero enseguida se fue tras ella, echando la mirada por encima del hombro un par de veces antes de llegar a salir de la sala común. 

—Robin dice que está fuera —comentó de forma algo inconexa el chiquillo, como si sintiese la necesidad de transmitir ese mensaje a pesar de las circunstancias. 

El bebé seguía con la cara roja, haciendo fuerza con los puñitos apretados, y pronto el desastre escatológico tuvo lugar sobre la camilla. Los niños no tardaron en aparecer, Shamira con una pequeña palangana llena de agua y Lincoln con un jabón del tamaño de una mano.

Al pasar cerca de la mesa, la muchacha se hizo con los restos de la toalla que Skyler había cortado y al llegar junto a Kane empezó a colocar todo sobre la camilla. 

—Puf, Ata, qué mal hueles —comentó hacia el niño, frunciendo la nariz en un gesto gracioso—. Vale, vale, ahora te limpiamos y te ponemos el pañal —siguió diciéndole, sin que le preocupase que el bebé no pudiera comprenderla. Entonces miró al pistolero, dispuesta a ponerse a sus órdenes—. Tú dime qué hago.

La fascinación del niño por el asunto parecía haber disminuido de forma inversamente proporcional al aumento del mal olor. Al llegar había dejado el jabón sobre la camilla, pero después había retrocedido un paso. Desde allí miraba hacia el bebé sin poder evitar poner cara de asco y cuando Shamira empezó a hablar con el crío, la miró a ella y luego a Kane. 

—Bue-no —dijo entonces, empezando a caminar hacia atrás despacio—. Mientras limpiáis la caca yo voy a avisar a los demás de lo de Robin y te bajo el abrigo, Shami. 

Con esas palabras se dio la vuelta y salió de allí escopetado.

Unos minutos después el bebé dormía en su capazo, limpio y ataviado con el pañal de toalla que había hecho Skyler. Shamira contemplaba su obra con una sonrisa entre triunfal y tierna y los ojos brillantes, como si sintiese que había vivido una enorme aventura junto al pistolero. 

Sin embargo, por la puerta no tardó en aparecer Lincoln, con el abrigo de la chiquilla en la mano, y ambos críos se despidieron de Kane para acudir a la llamada de Morgana. 

Desde la sala común Kane escuchó la puerta principal abrirse y cerrarse y, después, silencio. Un silencio que parecía mecerse en la respiración regular del pequeño, que descansaba plácidamente por el momento. Durante algunos minutos el tiempo pareció haberse parado en ese instante tranquilo, dando espacio al hombre para ordenar sus pensamientos. 

Al cabo de un rato apareció Skyler, ofreciéndose para ayudar a cuidar del bebé para que Kane pudiese ir al huerto o a donde quisiera sin preocupaciones. Le informó de que todos los demás habían salido y, con la herida en su orgullo ya restañada, se llevó al niño y la toalla a la capilla, con intención de dedicarse a terminar de cortar la toalla, para conseguir algunos pañales más. 

Nueva York, 12 de noviembre de 2037, 10.15 am.

El contraste de temperatura entre el exterior y el interior del refugio cortó la respiración de Robin y Cass por un instante en cuanto atravesaron la puerta. El frío intenso quedaba atrás y, aunque la calefacción era un lujo ya prácticamente olvidado, el interior estaba bastante protegido de las inclemencias del tiempo. 

El lugar estaba silencioso con tantos de sus habitantes fuera y la luz que se colaba por las ventanas daba una sensación de paz imposible de conseguir cuando todos andaban por allí. Kane no estaba a la vista*, tampoco Skyler o el bebé que en unas horas había revuelto toda la rutina del Major Morris con su llegada.