Partida Rol por web

En cuanto Cass entró por la puerta la recibió la mirada de su hermana, así como una sonrisa tranquila. Al notar lo apurada que estaba hizo un gesto con la barbilla, como preguntándole si todo iba bien.

En el salón donde los había dejado Lis estaba todavía sentada en el sofá, acompañada ahora por Daniel. La muchacha de pelo azul se había sentado cerca, y parecía pendiente de lo que la chica pudiera decir, como si le hubiera preguntado alguna cosa.

—Le decía a Lis que le hemos traído una tontería —enunció poniéndose en pie y acercándose para que Cassandra sólo tuviera que dejarle la mochila al alcance de las manos—. ¿Qué tal por ahí? ¿Todo en orden?

Miró con cierto asombro a Lis. ¿Que por qué?

-La verdad es que me gustaría hablar con ellos -dijo con sinceridad-. Todo lo que dices, me preocupa. Es llamativo que hayáis vivido todo este tiempo con esa especie de condena sobre vuestras cabezas, esperando que de un momento a otro os tocase. Tienes a tu hijo lejos de ti precisamente por ese miedo a que le pase algo. Yo... simplemente quiero saber, ver qué pueden decirme esas personas si llegado el caso tenemos tiempo para algo así. Vivís todos en un mismo lugar pero vivís separados los unos de los otros, sin unión ni sentido de comunidad, y alguien se está aprovechando de esa debilidad para robaros a vuestros hijos. Es por eso que me gustaría saber dónde viven y poder preguntarles. No sé ni cómo ni cuándo, solo sé que me gustaría hacerlo.

En aquel punto, Cass regresó. Qué había estado haciendo y por qué, era algo que ignoraba, pero sus razones tendría. Miró interrogativamente a esta cuando Trish le preguntó, al tiempo que se preguntaba qué era aquello que la peliazul habría traído para la joven madre.

Un rápido vistazo a la sala le informó a Cassandra que no había nadie más en ella que los que estaban cuando se había ido, estaba recuperando la normalidad en su rostro cuando Trish habló. La morena frunció el ceño con el gesto de su hermana, sacudió la cabeza y descolgó la mochila de su espalda.

-De momento. -respondió sucintamente.

Le tendió el objeto mientras elevaba una ceja.

-Cierta peliazul me debe una aurícula. 

Había cierto malestar en su tono. Trish que la conocía podría adivinar perfectamente que su paranoica hermana, al oír la llamada, se había temido lo peor, y eso en su excitable mente era casi un ataque al corazón por perderla de nuevo.

La chica desvió su mirada de Daniel cuando Trish empezó a hablar y sus palabras parecieron calmar en parte sus temores. Cuando Cassandra entró en el salón, estaba pensativa, como si le diese vueltas a algo antes de responder a la muchacha. 

Sin embargo, cuando Daniel la respondió a ella, Lis lo miró de nuevo, frunciendo el ceño antes de empezar a negar con la cabeza repetidamente. 

—No, no, no. Ni hablar —dijo, con un leve temblor en el labio inferior—. No puedes hablar con ellos, ¿estás loco? Si habéis dicho en la puerta que venís a verme, no puedes luego ponerte a visitar a la gente para preguntarles por sus hijos desaparecidos. ¿No ves lo sospechoso que sería eso? —preguntó, cada vez nerviosa—. Nadie puede saber que Thiago está vivo. Nadie —insistió, con mirada suplicante—. Por favor, no puedes hacer eso. No te diré dónde viven. Además —siguió, negando de nuevo—, no tienes ni idea, no sabes cómo vivimos ni nada de nada. Aquí hay muchísima gente, claro que no somos todos amigos. Sería imposible. Pero no vivimos aislados unos de otros, ¿quién te ha dicho eso?

Así, la propuesta que Trish le había hecho había caído en el olvido ante el temor a lo que Daniel se proponía. Lis parecía demasiado alterada por ello como para prestar siquiera atención a lo que hacían las dos hermanas con la mochila, demasiado centrada en el joven.

Al oír hablar a Daniel los ojos de Trish lo buscaron sin saber qué decir o cómo frenarle. Confiaba en él, más incluso de lo que confiaba en otros habitantes del Morris. Y sin duda las personas solían dársele muy bien. Pero estaba claro que cuando veía algo que le llamaba la atención no sabía mirar hacia otro lado.

En aquella ocasión, con aquel discurso, le dio la impresión de que el chico se estaba enfangando cada vez más. Lis no querría que fuesen en esa dirección, desde luego.

La voz de su hermana, sin embargo, la distrajo un momento de esos pensamientos. Cogió la mochila según ella se la dio, y con la broma posterior se puso de puntillas para darle un beso en la mejilla.

—Añádela a la cuenta —bromeó queriendo quitarle importancia a su preocupación. Buscó su mano para apretarla suavemente y demostrar que todo iba bien antes de darse la vuelta.

Mientras Lis hablaba la muchacha de pelo azul se arrodilló en el suelo cerca de ella. Evitó mirarla directamente, como si se tratase de un animal asustado, y se entretuvo en la sencilla tarea de abrir la mochila.

—Bueno... —intervino cuando la mujer acabó con el rapapolvo que le soltó a Dan. Trish quería defenderlo, pero responder atacando a Lis no parecía la mejor idea. Optó por asumir la culpa directamente—. Fue culpa mía, perdona. Cuando supimos que tus vecinos no sabían nada de lo de Thiago di por hecho que no seríais buenos amigos, y creo que di a los otros la impresión de que cada uno aquí iba a su rollo. Perdona.

En ese punto Trish hizo una pequeña pausa.

—Como te he dicho antes, te prometo que nadie lo sabrá. No sé por qué desaparecen los chavales aquí, pero la prioridad hoy es Thiago. Eso lo tenemos claro. —Dedicó una mirada y un leve encogimiento de hombros a Daniel. Claro que Trish se sentía un poco impotente con aquello, pero el mundo era así—. Mira, te hemos traído una cosa.

Aún dentro de la mochila sacó de la cesta un par de verduras y las dejó en el suelo, como si eso no tuviera que ver con lo que habían traído a Lis. Unas horas antes lo había preparado todo para ella, pero era una costumbre adquirida intentar no quedarse sin nada, por más que tuvieran un huerto entero en el Morris. Con la marihuana que llevaba podrían atravesar el puente dos. No iba a arriesgarse a que eso fuera el único pago que tuvieran encima.

Sacó entonces el resto de la cesta con un par de berenjenas, zanahorias y demás y se lo tendió a la muchacha.

—No es gran cosa, pero creímos que a lo mejor te venía bien. No podemos imaginarnos por lo que estás pasando, pero si podemos ayudar, bueno... Pues eso.

Daniel alzó ambas manos, como rindiéndose, ante la volcánica intervención de Lis.

-No debes preocuparte por eso. No era algo que tuviera intenciones de hacer tras dejar tu casa. Hemos venido aquí por ti y por tu hijo y no por otra cosa aunque todo lo que has comentado me ha impactado. Y cuando te he dicho que quería hablar con ellos, era cierto, aunque debería haber sido más preciso y decirte que era algo de cara al futuro y no para hacer ahora y que pudieran asociarme contigo y tu situación. Pero Lis, hay algo en lo que creo que estarás de acuerdo conmigo. La solución a todo esto no pasa por huir o que los padres, por miedo a perder a sus hijos, los tengan que trasladar a algún lugar con la esperanza de que estén a salvo -dijo mirando a la mujer-. Sinceramente, creo que la única vía es saber qué ocurre y solucionarlo. Pero bueno, tan solo soy un extraño y quizá presuponga demasiadas cosas.

De algún modo había dejado la pelota en su tejado. Era ella la que debería decidir qué era lo mejor y convivir con la culpa o con la incomodidad, según qué fuera lo que mejor soportara.

Miró a Trish y le sonrió por su intento de justificar su comportamiento. Sabía que seguramente no compartiría su forma de actuar pero aún así, trataba de salvarlo de la quema. Sí, aquella jovencita de pelo azul era una verdadera amiga.

Que su hermana se tomase a broma el susto que le había dado no hizo nada por mejorar el humor de Cassandra, pero los gestos posteriores de Trish la desarmaron, como siempre. No pudo seguir con el ceño fruncido. Su cara se relajó mientras con los ojos seguía los movimientos de la inventora. 

Parecía que la buscadora había llegado en medio de un debate entre Daniel y la joven madre, un intercambio un poco tenso por lo que decían, sobre el destino incierto de los bebés en esa comunidad. Cass se quedó en silencio, ella prefería no traer nuevas vidas a ese mundo de presente cruel y futuro volátil, pero no se permitía el lujo de juzgar a nadie. Lo que sí hizo fue una pregunta, a pesar de no saber si ya había sido formulada o lo que podría acarrear, creía que era importante y no quería esperar.

-Perdona Lis. -dijo no queriendo sonar tan... seca como siempre y sí más accesible -El padre de Thiago ¿quién es? No es que me importe personalmente, pero deberíamos saber si puede llegar a ser un problema.

La tensión que se marcaba en los hombros de la joven empezó a relajarse un poco con las palabras de Trish. Sus ojos la contemplaron mientras hacía su promesa, pero no tardó en volver a centrarse en Daniel, hasta que con la aclaración de sus intenciones, aflojó también su espalda. 

—No quería ser brusca —le dijo al chico entonces—. Discúlpame, por favor. Pero nadie puede sospechar que Thiago está vivo. 

Con esas palabras parecía dejar el tema a un lado, pues su mirada se dirigió hacia Cass. Negó con la cabeza haciendo que sus rizos oscilasen. 

—El padre no es ningún problema. Ni lo será nunca —aseguró con seriedad, sin llegar a responder exactamente a la pregunta recibida. 

Después su mirada volvió a la chica de cabellos azules y su cesta de verduras.

—Muchas gracias, de verdad. —Parecía algo confundida con aquello, como si no entendiese del todo el motivo por el que le hacían ese regalo, pero estiró los brazos para aceptarlo—. No era necesario, pero muchas gracias. 

Acercó entonces la nariz a la cesta y aspiró despacio su aroma. 

—Son de vuestro huerto, ¿verdad? Cuando oí hablar de vosotros mencionaron un huerto. —Se quedó mirando a Trish durante un par de segundos y suspiró. Sus labios se curvaron con tristeza—. Con que le recuerdes que le quiero y que iré a buscarle en cuanto pueda será suficiente. Gracias por eso también.

Trish miró a Daniel con los ojos brillantes cuando este empezó a hablar. Era único explicándose, la verdad. Ella misma no creía que lo que decía fuese del todo cierto, eso de que preguntaba para el futuro, porque no tenía en la cabeza volver pronto por esta comunidad. Pero si servía para tranquilizar a Lis, bueno... Ni tan mal. Fue inevitable sonreír cuando explicó su postura, mostrándose dispuesto a ayudar aún en algo como aquello.

Con la pregunta de su hermana, Trish llevó los ojos hacia la mujer que estaba explicándose. Daba por hecho que no contestaría, pero aún así no iba a perder la esperanza. Desde ahí escuchó todo lo que dijo Lis, dedicándole una sonrisa cuando acabó.

—Son de nuestro huerto, sí —aseguró antes de estirar una mano desde el suelo hasta la rodilla de Dan y apretarla un momento—. Dan es un hacha, vas a alucinar de lo buenas que están. Si las lavas puedes comerlas hasta crudas. Y... No te preocupes. Se lo recordaré cada noche.

Tras esas palabras la muchacha miró a su hermana un momento antes de ponerla al día.

—Lis nos ha explicado que llevan desapareciendo niños desde que ella y Janine eran pequeñas. Al principio eran más mayores, pero no hace mucho desapareció un bebé, así que nos llevó a Thiago para asegurarse de que no le hacían nada.

No tardó en volver a hablar.

—Oye —dijo volviendo a mirar a la mujer—, y si alguna vez quieres verlo antes de que tengas algo mejor, ya sabes dónde estamos. Supongo que te preocupará que alguien se entere, pero seguro que Janine y tú podéis buscar una excusa para cruzar el río. Nosotros hemos dicho que venimos a por una bomba de agua, por ejemplo.

-No hay nada que disculpar, Lis -dijo relajadamente-. Apenas nos conocemos, hemos irrumpido en tu casa prácticamente y echas de menos a tu peque. Es más que suficiente como para admirar tu temple y aceptar tu negativa.

Fue cuanto señaló antes de que Trish interviniera y cuando esta posó la mano en su rodilla, y dijo lo que dijo, no pudo sino reír por lo bajo. Regar y abonar no era algo que lo conviritera en un especialista en huertos. No, aquello era un trabajo cuyo protagonismo correspondía más a otros pero guardó silencio al respecto.

-Buenas están, eso seguro. Y si te las cocina ella -dijo señalando a Cass- lo fliparías. Ayer nos dejó babeando a todos. Y di si miento -retó a la hermana de Trish con una sonrisa devastadora-. Ella tiene razón. No tiene por qué ser mañana o pasado, pero una vez cada cierto tiempo podrías acercarte y disfrutar de unas horas junto a tu hijo -en su mente bullía la imagen de Morgana montando en cólera ante aquella invitación y sacando el látigo dispuesta a desollar sus espaldas. Una carcajada brotío de su garganta rápidamente disimulada con unas toses.

A Cassandra le hubiese gustado una respuesta menos críptica a su sencilla pregunta, del tipo "está muerto" o "ni siquiera sabe que existimos", pero en vista de la actitud de Lis no creyó conveniente presionar con ese tema. Escuchó, con una ceja levantada y la cabeza ladeada, las explicaciones de las dos jóvenes y su mente voló comenzando a buscar una razón para las desapariciones. Encontró un par de buenas teorías, pero las palabras de Daniel, y su sonrisa, hicieron que volviese al tema presente y dejase las conspiraciones judeo-masónicas para otro momento.

-Sí, bueno... hasta un ciego acierta en el centro de la diana algún día. 

En su cara se pudo ver una sonrisa irónica, de esas que se ponen cuando te burlas de ti mismo. Lo cierto es que Cass no se sentía nada especial en nada, ni siquiera en sus búsquedas por la red, le gustaba perderse por sus recovecos y punto, no era nada del otro mundo.

La chica parecía aliviada del rumbo que había tomado finalmente la conversación y con el rostro ligeramente ladeado iba alternando la mirada entre cada uno de los tres visitantes. La propuesta de Trish, avalada por Daniel, hizo que le brillasen los ojos, pero aún así parecía reticente a salir fuera de los muros de aquella comunidad. Cuando el joven disimuló su risa entre toses, frunció un poco el ceño y extendió una mano hacia él. 

—¿Quieres agua? —ofreció—. Los grifos no funcionan, pero tengo. En la cocina. 

Había colocado ya un pie en el suelo, preparada para ir a por ello si Daniel respondía afirmativamente, pero mientras llegaba su respuesta, su mirada se desvió hacia Trish. 

—Sois aún mejor de lo que me habían dicho —declaró, mordiéndose el labio inferior—. Generosos, amables... Y tan valientes de venir hasta aquí sólo para verme. No sé cómo voy a pagaros por todo esto, pero lo haré. Y es temporal —repitió una vez más—. Sólo hasta que se me ocurra algo mejor. 

Después de las palabras de Dan Trish dirigió los ojos a su hermana al oírla hablar. Podía parecer una chorrada, pero en ese momento la chica sentía que habían dejado algunas cosas negativas de lado y se estaban comportando como un grupo compenetrado y unido. Quizá era simple optimismo, y sólo había sido un instante de decirse las cosas que les gustaban de los otros. Eso le hizo sentir bien, desde luego. Sonrió a Cass mientras ella le quitaba importancia a sus labores de cocina, y al volver a intervenir Lis emitió un suspiro.

Fue inevitable sonreír al escuchar la oferta que dirigió a Daniel con lo del agua. A ella no se le había escapado aquella carcajada del chico, y aunque no tuviera claro de dónde venía el buen ánimo la animaba.

Acto seguido, cuando la madre se dirigió a ella, Trish se encogió de hombros.

—Tampoco es para tanto —comentó con cierta modestia—. Hemos tenido suerte de encontrarnos, supongo, y de restaurar un sitio como el Morris. Lo menos que podemos hacer es echar un cable a los que lo necesiten, como nos gustaría que nos lo echasen a nosotros. 

Hizo una breve pausa, dispuesta a cambiar de tema. De verdad creía que no había tanto que agradecer, salvo por el hecho de que Thiago era el hijo de la chica. Por eso se sentía en deuda, creía Trish, no por valientes, ni todo lo demás.

—Oye, Lis, ¿y tú a qué te dedicas? —preguntó—. Supongo que aquí en vuestra comunidad todos haréis algo para echar un cable, ¿no?

Cassandra puso cara de circunstancias con las alabanzas de Lis, pensó que menos mal que no había venido Morgana, o Nick, o incluso Kane pues la conversación hubiese sido muy diferente, eso si hubiesen podido llegar hasta allí... Imaginarse la escena del puente con la ex militar entre ellos hizo que un escalofrío la recorriera. No pudo evitarlo y tuvo que poner un poco de realidad a la versión edulcorada de su hermana.

-Tampoco te pases Trish, -dijo manteniendo el gesto mientras miraba a la peliazul, luego sus oscuros ojos miraron a la joven madre -no todo es de color de rosa y hay veces que se calientan los ánimos. La llegaba de Thiago ha sido... intensa, pero intentamos sobrevivir sin olvidarnos de vivir.

Una leve sonrisa de disculpa apareció fugazmente en su rostro, si alguna vez Lis iba al Morris no quería que su imagen de paraíso se viese hecha trizas por la verdad. 

Ante la intervención de Cass, Daniel no pudo sino menear la cabeza en sentido negativo y esbozar una sonrisa un tanto socarrona.

-Es la reina de la berenjena, pero como puedes ver no es la reina del color de rosa -dijo acompañando con una suave risa su comentario-. No, gracias, ha sido pasajero. Una tos tonta -afirmó-. Pero volviendo al tema, ambas tienen razón. No todo siempre es rosa aunque somos más de ayudar de a lo que a algunos les gustaría y es que son tiempos jodidos y la llegada de Thiago nos ha puesto a prueba. Te arriesgaste mucho dejando a tu hijo en un lugar desconocido fiándote tan solo de algunos comentarios. Un bebé necesita cuidados y sobre todo alimentos que no siempre están disponibles. El tema de la leche ha sido bastante... azaroso. Y están los pañales y demás historias. Imagino que tú le amamantabas, ¿no? ¿Y no tendrás más pañales o cosas que usabas con él y que no pudiste llevar contigo cuando lo llevaste al Morris? Porque nos vendrían de lujo. A todos y especialmente a Thiago. ¿Sabes? Los niños no vienen con manual de uso.

La chica iba mirando a cada uno según intervenía y si bien las palabras de Cassandra pusieron algo de duda en sus enormes ojos, las de Daniel parecieron calmar en parte esa inquietud antes de que llegase a crecer. Al menos, hasta su última frase, que la hizo negar entristecida.

—No vienen con instrucciones, no. —Suspiró y se mordió el labio inferior, pensativa—. Tengo su ropa y sus pañales, pero lo hice todo yo y temía que pudieran reconocerlo si alguien lo veía, por eso no os llevé nada, ni siquiera su conejito. —Con esas palabras desvió sus ojos hacia Trish para responder a su pregunta—. A eso me dedico. Hago mantas, ropa, cosas de abrigo... Luego lo intercambio por otras cosas. Tampoco necesitam~ —detuvo su voz para corregirse con una mueca dolorosa— necesito. No necesito mucho.  

Hizo una pausa de un par de segundos y tomó aire despacio antes de volver a mirar a Daniel. 

—Yo lo amamantaba, sí. No pude pensar en todo, lo siento. Siento mucho si os he dado muchos problemas —dijo, con una mirada entre arrepentida y culpable—. Tuve que tomar la decisión muy rápido y sólo pude confiar en que podríais cuidarlo hasta que... hasta que se me ocurriese algo, un plan, y pudiera ir a buscarlo. Pero es temporal, de verdad. 

No dudó en echar una mano sobre el hombro de Lis y atraerla hacia él cariñosamente.

-No seas tonta. Y no te disculpes -dijo con suavidad-. Hacemos lo que hacemos, y lo hacemos cuando lo hacemos. Pensabas en tu niño y punto. No hay más que decir. Porque lo reconozcan no deberías de preocuparte. Tenemos un huerto en la casa así que sus ratos de aire libre los puede tener allí. Además, estos fríos no son para andar por la calle -calló el tema de la inseguridad porque no venía a cuento mencionar algo que cualquiera sabía-. Te agradeceríamos esos pañales. De verdad. Y más si me enseñas cómo hacerlos, porque así podría ir reponiendo los que se estropearan por el uso. Y podría estar bien si hicieras alguna prenda de cara al futuro para el peque. Podría venir yo mismo a buscarla. Solo o acompañado -guiñó un ojo a Trish-. Bastaría un intercambio en el puente, sin necesidad de cruzarlo ni tú ni yo o nosotros. De hecho, podría ser incluso provechoso para ambos. La buena ropa de abrigo no abunda y podríamos comerciar contigo -se quedó un rato pensativo tras aquel comentario y no tardó en añadir una pregunta-. ¿Crees que con la excusa de comerciar te dejarían salir de los límites y acercarte al Morris?
 

Los ojos de Cassandra ruedan en sus cuencas con la explicación de Daniel, es obvio que ella no es fan del rosa, se ve que lo suyo es el negro, el gris y el negro de nuevo, mucho negro, como sus pensamientos. La morena encuentra demasiado arriesgado lo de que Lis vaya al Morris o se vean asiduamente. Quiere decirlo, ellos han estado preguntando por ella, buscándola, que se vean más solo servirá para que la gente que siempre sabe, como el pimpollo de anoche, se de cuenta de la verdad. 

Abre la boca, mira a las otras dos mujeres de la estancia, y la vuelve a cerrar. Sus labios de aprietan y sus dientes se encajan para que las palabras que le queman la garganta no salgan sin su permiso, espera que alguien más se de cuenta del peligro. Su ceño se frunce y el aire sale de sus pulmones por su nariz. Si no estuviesen en un mundo postapocalíptico, su semejanza con un toro cabreado por no poder alcanzar el capote rojo causaría hilaridad, pero nadie recuerda nada de esos esparcimientos y la joven patea el suelo y se aleja hacia una ventana.

Trish sonrió ante la mención de Daniel a esa supuesta tos tonta. Asintió para reforzar sus palabras cuando él dijo que les gustaba ayudar, aunque su ceño se frunció un poco cuando el chico pasó a explicar cómo les complicaba la vida tener a Thiago entre ellos. No dijo nada. De hecho guardó más silencio del habitual, esperando a ver por dónde quería llevar la conversación su amigo.

Con la respuesta de la chica Trish se puso en pie y se acercó al telar mientras escuchaba. Escuchó la disculpa de ella y a punto estuvo de decirle con total sinceridad que eso no era necesario. Dan se le adelantó, y Trish reafirmó sus palabras con una pequeña sonrisa. Mientras él seguía hablando la muchacha examinó el telar sin llegar a tocarlo, queriendo comprender exactamente cómo funcionaba.

—No estoy segura de que nos dejen comerciar en el puente sin pagar el peaje —dijo—. Nos lo cobraron al principio y había guardias al otro lado, así que supongo que para encontrarnos tendríamos que pagar dos peajes fuera como fuera. Para eso casi mejor vernos a un lado o al otro. De todas formas... —prosiguió antes de mirar un instante a la muchacha—. Corrígeme si me equivoco, Lis, pero creo que no tenéis prohibido salir ni nada de eso, ¿no? Que prefieres quedarte sólo por lo peligroso que pueda ser fuera de tu comunidad.

Hizo un gesto hacia el artilugio.

—¿Puedo? —preguntó con un tono que parecía prometer que tendría cuidado.

Lis se dejó estrechar por Daniel y una sonrisa agradecida apareció en sus labios ante aquella muestra de cariño. Después lo escuchó con atención y se quedó pensativa. Su mirada siguió a Cassandra hacia la ventana antes de que llegase a responder y finalmente terminó mirando a Trish cuando habló junto al telar. Asintió con la cabeza e hizo un leve gesto con la mano, como dándole permiso para tocarlo si quería, pero cuando habló lo hizo de nuevo hacia Daniel. 

—No creo que sea buena idea que nos veamos mucho —dijo, frunciendo un poco los labios—. No sé de quién tengo que desconfiar y no quiero poner en peligro a Thiago... Si alguien os relacionase conmigo y supiera que tenéis un bebé... —Negó con la cabeza con la mera idea—. Podrían llegar a reconocerlo. 

Se quedó pensativa un momento más y después miró a Trish. 

—No es sólo eso, pero sí. Nadie de aquí me impide ir a ningún sitio. Quien quiera puede irse y correr el riesgo... —Riesgo que a todas luces ella consideraba enorme—. Pero no quiero que se sepa que Thiago está vivo y con vosotros. Nunca he comerciado fuera del asentamiento, podría ser sospechoso que justo lo hiciese ahora. Tendría que pensarlo muy bien antes de hacer nada. 

Su mirada se fue hacia la puerta por la que un rato atrás había salido y entrado Cass y finalmente regresó hacia Daniel. 

—Puedo enseñarte a hacer pañales, no es complicado. Lo que más te costará es encontrar la tela. Y puedo escoger los que sean más discretos para que os los llevéis. —Empezó a moverse, parecía dispuesta a levantarse para salir del salón—. Ven, si quieres, y te los enseño.