Partida Rol por web

Daniel se encogió de hombros restando importancia a todo. Él proponía. Aceptar o no, entraba en el rango de la libertad individual. Era cierto que él podía pecar de ingenuo a ojos de los demás, pero Daniel hacía tiempo que había tomado conciencia de una realidad. El mayor mal que afectaba a la humanidad no era su caída, los males vividos que prácticamente la habían extinguido, sino el pesimismo vital, el miedo y la falta de esperanza. Cada uno buscaba su camino, en pos de su supervivencia, pero aquel camino en solitario tenía consecuencias.

Daniel era joven, pero también tenía un proyecto personal que quizá algún día viera cumplido. Y pasaba por terminar con aquella soledad, despertar la chispa de ser una comunidad, una especie, un pueblo. Una tarea ardua pero cuyos peldaños se iban construyendo poco a poco y siempre que se tuviera ocasión. Daniel no solo quería sobrevivir, quería vivir y vivir con otyros, con sus iguales. De las ruinas y las cenizas podía surgir algo hermoso y bueno.

-Por supuesto -dijo poniéndose en pie, listo para seguir a Lis. Miró un instante a las dos hermanas. Presuponía que se quedarían allí, hablando entre ellas-. Y la tela, ¿dónde o cómo la consigues? -preguntó avanzando tras ella, fuera del salón.

Cassandra asintió a las palabras que oyó de Lis sin mirar en su dirección, pues lo hizo para sí misma y calmando sus temores, los pasos de la buscadora se detuvieron al borde de la ventana y susojos espiaron la calle en busca de algún movimiento inusual, aunque debido a su total desconocimiento del lugar discernir algo así le iba a costar bastante.

Durante su concentración oyó como la anfitriona y Daniel parecían dispuestos a ir hacia las habitaciones traseras, si no hubiese husmeando antes un poco por allí se habría girado y los hubiese acompañado, pero como no creía que tras las puertas que no había mirado se escondiese un peligro mortal siguió en su posición. Quedándose casi vizca mientras seguía intentando ver lo invisible.

Mientras Lis hablaba Trish continuó examinando el aparato, pasando primero con cuidado los dedos por la madera y luego empezando a mover lentamente los mecanismos. Observó con atención lo que sucedía al accionar las mariposas y el peine, y comprobó con los dedos la tensión de los hilos. Una sonrisa se dibujaba en la cara de la muchacha mientras su cabeza trabajaba. Sólo separó los ojos del aparato cuando la mujer terminó de hablar, y estos brillaban con la chispa de la curiosidad.

—En realidad lo de los pañales lo tenemos fácil —dijo antes de hacer un gesto con la barbilla hacia lo que había sacado de la mochila—. Puedes decir que, como ya no los necesitas, te los compramos a cambio de eso.

Acto seguido Trish tomó asiento, dispuesta realmente a usar el propio telar. Antes de ponerse a ello, sin embargo, miró en dirección a Daniel.

—La tela se fabrica aquí —enunció, poniendo las manos sobre el invento con cuidado—. Y supongo que el hilo es más fácil de conseguir, y más barato.

Mientras Daniel y Lis se marchaban Trish tenía toda la intención de quedarse probando el artilugio. Mientras tanto su mente ya le daba vueltas a cómo mejorarlo de algún modo, aunque fuera sólo una manera rápida de darle algo de mantenimiento.

La sugerencia de Trish no pareció convencer demasiado a Lis, a juzgar por la arruguita que se formó entre sus cejas, pero no le llevó la contraria en voz alta, tal vez quisiera pensarlo antes de aceptar o rechazar aquella idea. 

Pero cuando fue la muchacha la que respondió a Daniel, ella asintió con la cabeza. 

—Casi todas las telas las fabrico yo —corroboró entonces—. No es difícil encontrar hilos y lanas de muchos colores y luego hay gente que me compra la ropa o la tela, según. Algunas las tengo que comprar porque las hacían con máquinas especiales y con mi telar no se puede, pero intento hacer yo misma todo lo que puedo.

Se bajó del sofá y se fue hacia la puerta, guiando a Daniel al pasillo.

—Ahora volvemos —anunció antes de que los dos saliesen del salón, dejando a las dos hermanas solas. 

El pasillo al que salieron Lis y Daniel tenía dos puertas a cada lado y luego giraba hacia la derecha. Lis lo guió hacia la primera puerta de la izquierda, la más cercana al salón, y lo invitó a pasar.

La habitación que se mostró ante él parecía ser el dormitorio de la joven y su hijo. En un lateral había una cama fabricada con algunos palés y un colchón sobre ellos. El colchón estaba cubierto por una sábana, que parecía vieja pero limpia, y una manta de lana de colores alegres. Junto a la cama había una cuna de madera, que parecía haber sido fabricada a mano de forma casera. La madera no estaba pulida ni barnizada, pero pedazos de lana de distintos colores la cubrían, dándole un toque acogedor.

Las paredes, en las que sólo se podía ver una ventana pequeña sobre la cama, estaban cubiertas por el mismo papel pintado que el salón, aunque en la cercanía de la cuna alguien había dibujado un paisaje de colores. No era un gran dibujo, a la vista estaba que quien lo había hecho tenía más ganas que talento, pero alegraba la pared que debía verse desde la cunita. En la cuna había un par de mantas, una gemela a la de la cama en tejido y colores y otra de un color lavanda apagado. También había una especie de muñeco con forma de conejo amarillo que hacía las veces de peluche y bolsa de agua al mismo tiempo. 

Una cómoda de aspecto viejo y pesado con un espejo pequeño sobre ella formaba el resto del mobiliario del dormitorio, que en realidad no era demasiado grande y no tenía pinta de ser el dormitorio principal del piso. 

Precisamente fue hacia la cómoda que se dirigió Lis. Abrió el cajón de arriba y sacó algunos pañales de tela, todos de colores alegres y de tacto suave. 

—Mira, los hago con dos piezas —explicó la joven entonces, mostrándole cómo separaba por un lado un trozo de tela, que sin duda era el que quedaba en el exterior, y por otro un rectángulo que parecía más suave y esponjoso—. Esto es el inserto, se coloca en el centro y así se puede sacar y lavar más fácilmente. Así el pañal dura limpio más tiempo. Esta tela tiene que ser muy suave porque es la que está en contacto directo con el culito del bebé. Luego se dobla así y se sujeta con estos corchetes. 

Tras hacer esa pequeña demostración dejó que Daniel manipulase el invento si quería.

Su mirada recorrió somera la habitación. No tenía nada especial, pero los colores y el dibujo daban al conjunto una sensación de refugio, de intimidad, de hogar. Ver todo aquello y sentir la ausencia de Tiago en aquella basta cuna que supuraba amor, le dijo más sobre el dolor y la nostalgia que debía sentir Lis que sus palabras o lágrimas. Y de la capacidad de sacrificio de esta, quien podía preferir no estar junto a su hijo que el riesgo de perderlo, aunque Daniel no las tenía todas consigo acerca de si era la mejor solución. 

-Me gusta este cuarto -dijo sencillamente-. Es acogedor. 

Después se limitó a escucharla y a seguir sus pasos con el pañal. Era una gran verdad que muchas veces las cosas sencillas podían ser las más complicadas. Manejar aquello entre las gordas piernitas del bebé seria una prueba de fuego. Tomó el pañal para mirarlo bien, manipulándolo como ella había hecho. 

-Bueno, no parece tan complicado como me había parecido a primera vista. Y para lavarlo, ¿cómo haces? -una mirada que mostraba mas angustia que serenidad apareció en la mirada de Daniel. Imaginaba el pastel que contendría aquella tela e iban a necesitar un poco de estómago y buenos pulmones para llevar a cabo aquella faena. 

Durante un instante, desvió la mirada a la pared y miró el dibujo.

-Cuidaré de tu hijo, Lis, pero un hijo necesita de su madre -dijo en un tono casual, antes de mirarla directamente, amable y sin acritud en su voz-. Lo sé muy bien. Por experiencia propia. Es evidente que quieres a tu pequeño y que has hecho lo que creías mejor dadas las circunstancias. No es mi intención juzgarte y sé que te planteas esto como algo temporal pero los imprevistos existen y las decisiones tienen consecuencias. No quiero ni apremiante ni agobiarte ni asustarte, así que no tomes a mal mis palabras. Solo quiero lo mejor para vosotros dos y eso pasa porque estéis juntos. Cualquiera entendería que ante el dolor por la pérdida de tu hijo desearas abandonar esto y empezar una nueva vida en cualquier lugar. Dudo que tuvieras que dar explicaciones. Y sí, supondrá dejar atrás amigos pero creo que ya sabes que tardes lo que tardes en reencontrarte con Thiago, no podrás volver aquí con tu hijo. Estaremos ahí, cuidando de él el tiempo que haga falta, pero Lis -en aquel punto dejó el pañal a un lado y cogió las manos de la mujer-, no pierdas tiempo. No voy a decirte que vengas ahora con nosotros, aunque no me parecería una mala decisión, al contrario, pero no tardes en hacerlo. Y ahora me callo. Sé que estás sufriendo y que no te hago las cosas fáciles, pero creo que la sinceridad es lo mejor en estas circunstancias. 

Trish dedicó una sonrisa a la mujer y a Daniel mientras estos abandonaban la habitación, y luego llevó la vista al frente, al telar. Durante algunos segundos se dedicó a mover lentamente el peine con cuidado, viendo las consecuencias que ese acto tenía sobre la tela. La muchacha estaba convencida de que habría hecho falta una gran mente para inventar un artilugio como ese, más aún cuando en el pasado no disponían de tecnología. Trató de continuar con el trabajo que Lis tenía a medias, pero tras algunos segundos creyó que era mejor dejarlo como estaba. No sabía si la mujer intentaba hacer algo concreto, como un difujo o alguna otra cosa, y no quería estropear su labor.

Trish apartó las manos del telar suavemente, casi acariciando la madera, antes de buscar los ojos de su hermana.

—Bueno, pues... Ya tenemos el por qué, el cómo, el quién y el cuándo —dijo antes de emitir un suspiro ladeando ligeramente la cabeza—. ¿Qué opinas?

La voz de su hermana hizo que Cassandra dejase su observación del exterior y voltease hacia ella, metió las manos en los bolsillos y aguantó el escrutinio de esos orbes azules por unos instantes. Al cabo de poco chasqueó la lengua y se encogió de hombros.

-Todo bien ¿no? Si obviamos las extrañas furgonetas chupa-sangre, las desapariciones de buscadores y ahora hasta de niños... _{^{vaya mundo de mierda -}}acabó susurrando y negando con la cabeza, cómo podía alguien siquiera plantearse traer un nueva vida a un lugar así -Lo de Lis y Thiago es bastante normal.

La sonrisa de Trish se acentuó un poco al escuchar hablar a su hermana, ya desde sus dos o tres primeras palabras. Asintió, aparentemente convencida, antes de responder.

—Eso creo, sí —afirmó—. Aunque me da que si fuese por Daniel nos quedaríamos aquí días, o semanas, hasta descubrir quién se lleva a los críos. Aunque en realidad... —Trish se encogió de hombros con cierta inevitabilidad—. Niños han desaparecido siempre —o, al menos, todo lo que para ella era siempre—, es lo que tiene que siempre haya gente dispuesta a comprarlos. Y tampoco es que desaparezcan todos, porque Lis dice que Janine y ella crecieron aquí. A lo mejor simplemente en ese sitio se dan más cuenta, porque es una comunidad bastante cerrada.

Trish guardó un par de segundos de silencio antes de seguir bajando un poco el tono de voz.

—Lo que no veo tan claro es lo de que sea sólo un tiempo breve, si le da tanto miedo salir de aquí. Pero bueno, tampoco pasa nada si Thiago se queda una buena temporada, ¿no? Aparte de los cabreos de Nick y Morgana, digo.

Al ver la expresión con que Daniel preguntaba por el lavado del pañal, una sonrisa divertida asomó por un instante a los labios de Lis, sin llegar a ser una risa, se quedó en el preludio de una. 

—Es más fácil con agua caliente —dijo, mientras el joven desviaba la mirada, aunque en su mirada podía verse que comprendía la angustia de Daniel, como si ella misma la hubiera sentido en algún momento, tal vez al principio. 

Sin embargo, en cuanto el chico se giró para mirarla de nuevo, Lis le prestó toda su atención. Sus ojos se entristecieron al escuchar de su boca sobre su propia experiencia. Y así, mientras él hablaba pudo ver cómo distintas emociones iban pasando por el rostro de la muchacha. Esperanza, congoja, arrepentimiento, determinación, impotencia, una tras otra fueron desgranándose durante su discurso. Cuando él terminó de hablar, ella apretó sus manos y negó con la cabeza. 

—Te agradezco muchísimo tu sinceridad, Daniel —aseguró, esbozando una sonrisa triste—. Pero no puedo tomar más decisiones a la ligera. No si Thiago va a depender de ellas... Debo pensar bien qué voy a hacer y cómo, ¿sabes? El mundo ahí fuera —siguió, desviando por un momento su mirada hacia la puerta— es muy duro y peligroso. No hay mucha gente tan buena como vosotros y tengo suerte de haberos encontrado... Pero no puedo salir al mundo sin conocer a nadie. Si me fuera ahora con vosotros, ¿dónde iba a vivir? ¿Cómo iba a mantener a Thiago? —Sus ojos bajaron hasta contemplar sus manos unidas a las de Daniel—. No puedo arriesgarlo a él, tengo que medir cada paso para asegurarme de que está a salvo. 

Apretó un poco más las manos del chico antes de soltarlas despacio. Se frotó la mejilla con una de ellas, dejando que su mirada vagase por la habitación hasta detenerse en la cuna, y entonces suspiró hondamente. 

—Él es lo que más me importa en el mundo entero. Haría cualquier cosa para protegerlo. 

Asintió con la cabeza ante lo que Lis dijo. No iba a insistir más. Ambos habían hablado y se entendían. Más allá quizá de las palabras.

-No más cosas a la ligera -dijo seriamente-. Haré cuanto esté en mi mano por ayudarte, si me lo permites. Y eso quiere decir, tratar de dar con un grupo estable y bueno con el que vivir ambos, tú y tu hijo. Y donde puedas trabajar para manteneros a los dos. No quiero darte falsas esperanzas. Me implicaré en ello pero al margen de mi esfuerzo, estarán las decisiones de otros. Tardaré más o tardaré menos, pero sabemos los dos que no va a ser cosa de un par de días. Y mientras ese día llega, cuidaremos de él como si fuera nuestro. Trish y yo nos encargaremos de ello. ¿Te parece correcto? Porque si no estás de acuerdo con ello y quieres buscar por ti misma una solución, prefiero que me lo digas.

Desvió la mirada hacia los pañales.

-Así que agua caliente -dijo en un medio suspiro. Aquello iba a ser duro. Muy duro.

Cassandra sonrió de medio lado a su hermana, había que reconocer que la pequeñaja sabía donde pulsar para sacarla de su negatividad, las oscuras cejas de la buscadora se elevaron y una verdadera carcajada hormigueó en su garganta, aunque no la dejó salir.

-Mientras no le dejemos al bebé berreando a su cuidado... Morgana se cabreará de verdad cuando Lis venga a buscarlo, ya oíste que piensa que después de abandonarlo no tiene ningún derecho. Y Nick bufará pero no más de lo habitual. -sacó una mano del bolsillo y comenzó a hurgar en la madera del telar con el índice -Yo tampoco creo que sea breve, y no por su miedo a salir, más bien por el de perderlo.

Se mordió la cara interna de la mejilla derecha mientras ordenaba sus pensamientos y al fin el dedo paró su prospección. 

-Deberíamos exagerar lo de las desapariones. -acabó por decir con convicción.

Al darse cuenta de que una parte de la negrura presente en la cabeza de su hermana se había disipado, Trish le dedicó una sonrisa. Escuchó lo que ella decía, y en cuanto explicó aquello sobre Morgana la muchacha se encogió de hombros.

—Me la sopla lo que dijera Morgana —enunció la muchacha como si efectivamente la opinión de la militar no fuera relevante—. Bastante hecho mierda está ya el mundo, como para que una madre pierda sus derechos por hacer algo así, venga, hombre —protestó. Permaneció un momento pensativa antes de añadir algo más—. De hecho a lo mejor es que no tengo ni idea de cómo va esto, pero a mí me parece que quiere a Thiago un huevo. Seríamos unos cabrones si decidiésemos unilateralmente quitárselo, por más que ella nos lo diera primero. Y más ahora que sabemos que no tiene intención de que sea para siempre.

Después de eso Trish miró a su hermana, valorando las últimas palabras que ella había pronunciado, antes de ladear un poco la cabeza.

—¿Exagerar de cara a los otros, dices? —preguntó dubitativa—. ¿Para que entiendan más lo que ha hecho?

Lis escuchó muy seria lo que Daniel decía y cuando terminó de hablar, sus ojos empezaban a humedecerse de nuevo, esta vez de emoción. Tardó un par de segundos en responder, mirándolo directamente y sin titubeos. 

—Me habían dicho que eráis buenos, pero Daniel, tienes que tener un corazón enorme para estar dispuesto a ayudar así a una desconocida. —Se pasó el dorso de la mano por los ojos conteniendo las lágrimas antes de que llegasen a brotar—. Te lo agradecería muchísimo. Yo voy a seguir pensando igualmente, pero si puedes, si estás dispuesto a ayudarme... —Tuvo que tomarse un instante para respirar despacio antes de seguir hablando—. Claro que me parece correcto. No sé si algún día podré pagaros lo que estáis haciendo por mí. 

Detuvo sus palabras para coger aire y sonrió con aquel leve suspiro del chico. 

—Ya verás, sólo es difícil las cien primeras veces —dijo, en una broma que quedaba algo deslucida por esa tristeza que no terminaba de despegarse de sus labios. 

La morena aguantó la vehemencia del discurso de la joven sin emitir ningún sonido ni hacer ningún movimiento, a ella no le tenía que decir nada de eso pues estaba de acuerdo, pero tampoco quería que se lo soltase a la exmilitar y tener un lío... bueno, otro. No se le olvidaba lo que le había contado su hermana y pensaba tener unas palabras con Morgan, pero eso sería en el momento adecuado y sin público. Así que, dejó que se desahogase y cuando Trish le preguntó ella asintió con la cabeza.

-Sí, se exagera un poco la situación y todos comprenden los motivos de Lis para separarse de su hijo, incluso se entiende que no llamase a la puerta. Hacer eso posiblemente nos ahorre dolores de cabeza. -se encogió levemente de hombros, al fin y al cabo ella no era experta en hablar con la gente -Coméntaselo luego a Daniel, a ver qué le parece.

Al escuchar la confirmación por parte de Cassandra Trish torció un poco el gesto. No le gustaba exagerar conscientemente y de cara a sus compañeros: se parecía bastante a mentir. Y aunque no hubiera lazos de sangre entre ellos, había algunos a los que consideraba su familia.

Bajo su punto de vista, Lis ya tenía motivos suficientes para hacer lo que hizo. Tal y como había dicho un rato antes comprendía lo que había hecho, aunque ella no habría optado por su camino.

Al final la muchacha de pelo azul asintió con un suspiro. Si Cass recomendaba aquello podía darle una oportunidad. A veces pecaba de paranoica, pero mejor eso y estar seguros de ser precavidos que cualquier otra cosa.

—A la vuelta lo hablamos con él —acordó. Los ojos de la muchacha repasaron la habitación, aunque sentía que ya se la sabía de memoria.

—¿Quieres que les preguntemos si les queda un rato —dijo— y si eso salgamos a dar una vuelta mientras acaban? Podemos ver qué tienen por aquí. A lo mejor encontramos algo que nos sirva para arreglar el frigorífico.

Cassandra vio la duda en el rostro de su hermana y abrió la boca para decir algo que la acabase de convencer, pero la cerró mientras asentía sin haber dicho nada. Luego llegó la propuesta de salir a ver qué se cocía y elevó las cejas en gesto de excepticismo. 

-No creo que nos dejen vagar sin vigilancia, pero quizás Janine nos podría acompañar.

Despues de su inicial jarro de agua fría añadió una nota de optimismo, no es lo que solía hacer pero por una vez podía intentar aportar un rayo de luz a los inconvenientes que siempre veía. 

-¿Corazón? -Daniel se sintió repentinamente tímido. No creía merecer aquel cumplido-. No, no es corazón. Es... no sé explicarlo. Somos uno. Una misma comunidad, un mismo pueblo, somos la misma gente, tengamos un color u otro, una altura u otra, un sexo u otro. Ayudarnos debería ser lo normal, lo habitual. Y creo que la mayoría somos así, personas dispuestas a ayudarnos entre sí. Unos pocos son los que lo enturbian y el problema es que les dejamos hacerlo. Pero basta de profundidades -sonrió alegre-. Tenemos un trato -dijo extendiendo su mano para estrechar la de Lis-. Y pagarnos, no. Ya lo has hecho compartiendo a Thiago con nosotros. ¿O acaso te parece poco? Somos nosotros los que estamos en deuda contigo si lo piensas bien. Esta es la forma correcta de pensar y no esa en la que hay deudas y la creencia de una necesaria contraprestación -Daniel se calló serio para a continuación darse una colleja a sí mismo-. Daniel, nada de profundidades -y se echó a reír.

Cuando las risas se fueron extinguiendo, guiñó un ojo a Lis.

-Creo que es hora de reunirnos con mis chicas. Y gracias por los pañales -dijo recogiéndolos-. Solo las primeras cien veces -añadió en un suspiro cómico.

La chica escuchó con atención cada una de las palabras de Daniel y tan sólo titubeó un instante antes de extender también la mano para encajarla en la del chico. Después su sonrisa se amplió al escucharlo reír, aunque no llegó a unirse a su risa. Suspiró, ayudándolo a doblar los pañales de colores menos llamativos. 

—No me merezco la suerte que he tenido de encontraros —dijo, dándole el último—. Nunca voy a olvidar lo que estáis haciendo por mí. Ojalá todo el mundo fuera como tú. 

Puso su mano sobre el antebrazo del chico para apretarlo suavemente mientras le miraba a los ojos con gratitud y después asintió, poniéndose en marcha de regreso hacia el salón. 

Las dos hermanas estaban hablando, Cassandra cerca de la ventana y Trish aún sentada frente al telar, cuando la puerta del salón se abrió de nuevo y por ella pasaron Daniel y Lis. El chico llevaba algunas piezas de tela de distintos colores entre las manos y la chica lo miraba agradecida mientras le sostenía la puerta para que pasara él primero.