Partida Rol por web

Trish asintió al escuchar los nombres de sus dos interlocutores. Pasó la mirada de uno a otro mientras hablaban, y se alegró de que fueran más o menos claros con lo que pasaba. Nada de excusas como que la mentada Lis no estaba, o así, sino simplemente tanta verdad como podían contar. No parecían mala gente.

Al oír lo que decía el chico, la muchacha supo que ya estaba hecho. Sonrió de medio lado antes de mirar a Cassandra y a Daniel y al ver la expresión de su amigo le hizo un gesto indicando que todo iba bien. Aquello parecía cada vez más sencillo. Dejó que Daniel fuera el primero en hablar, y aunque su propuesta era interesante no tardó en ponerse en el lugar de aquellos dos. Si alguien propusiera algo así para entrar en el Morris sin ser invitado probablemente todos se negarían. Quizá es que la muchacha lo veía todo demasiado sencillo, pero lo que habían dicho sus interlocutores no le pareció tan mal. Sólo había que dar con las palabras adecuadas.

—Eso podría estar bien —asintió—, pero también podéis preguntarle y listo. Si no quiere no pasa nada, pero decidle que venimos del otro lado del río —Trish estaba segura de que con esa información sería suficiente para que Lis atase cabos. Después de todo no hacía ni día y medio que les había dejado el crío en la puerta—. Hemos pagado peaje y todo. Sería una putada volvernos sin hablar con ella.

Cassandra siguió la conversación con una cara de póker bastante buena, a pesar de no haber jugado nunca y sólo tener una vaga idea de lo que era el juego. Lo que proponía Daniel estaba bien, aunque podían negarse, pero lo que añadió Trish dejaba a los dos jóvenes sin excusa, sólo tenían que llevar un simple mensaje de que tenía visita. A pesar de todo sintió que se lo jugaban todo a una sola carta: que Lis no tuviese tanto miedo como para no salir frente a extraños. Con un suspiro dejó de lado una parte de sus resquemores y añadió una frase al mensaje que debían llevarle a la joven madre.

-Decidle que "buscarnos cuando sea seguro quizás no sea suficiente" -dijo mirando a los ojos del dúo, intentando transmitir que cada una de las palabras dichas era importante. 

Esperaba que la chica reconociese en el mensaje que recibiría parte de sus propias palabras.

La chica apretó los labios en un lazo rosado y luego los llevó hacia un lado y hacia otro, como si estuviese valorando la propuesta de Daniel, que no parecía terminar de convencerla. Pero cuando intervinieron Trish y Cass, dando otras opciones, su boca se relajó en una sonrisa y asintió con la cabeza. 

—Claro. Le diremos eso y ahora volvemos —aseguró antes de mirar a Daniel—. Es que se supone que no tenemos que dejar pasar a desconocidos, no te lo tomes mal. 

Cambió el peso de una pierna a la otra y se giró, poniendo la mano sobre el hombro de su compañero. 

—Vamos, Orson. —Parecía que ya se iba a marchar, pero se giró un momento para mirar a los tres visitantes—. No tardamos nada, no os vayáis, ¿eh?

Y, tras esa advertencia, su cabeza desapareció un instante antes de que la del muchacho lo hiciese, tras dedicarles un gesto de despedida. 

En determinado momento Daniel notó un leve cambio en la mirada de Janine. Hubo algo en las palabras de Trish que hizo que la muchacha pestañease dos veces y enfocase más en ella sus ojos, como si algo hubiese llamado su atención en lo que había dicho la inventora, o, quizá, como si algo le resultase familiar en sus palabras. 

En determinado momento Cass notó un leve cambio en la mirada de Janine. Hubo algo en las palabras de Trish que hizo que la muchacha pestañease dos veces y enfocase más en ella sus ojos, como si algo hubiese llamado su atención en lo que había dicho la inventora, o, quizá, como si algo le resultase familiar en sus palabras. 

-Por supuesto que no, Janine. Me parece de lo más normal -respondió Daniel con una sonrisa y un encogimiento de hombros al tiempo que les veía partir.

Cuando ya desaparecieron de su vista, se volvió hacia las hermanas.

-Buen trabajo, Trish. No me cabe duda que has sido tú la que la has convencido -dijo mirándola-. Algo de lo que has dicho, la ha hecho centrarse en ti. Doble pestañeo, enfocado... Ha habido algo que o bien le resultaba familiar o que ha llamado su atención. Lo que no sé es a qué obedecía y no sé si es bueno o nos pone en una situación comprometida. Diría que más vale ser cautos. Si como dice es amiga de Lis y conoce su situación y lo que hizo, quizá nos haya reconocido como miembros del Morris. Si hay más tema detrás de todo esto y no es tan íntima de Lis como afirma... Mejor estar preparados para todo.

Cassandra siguió con su cara inexpresiva mientras oía y veía a los jóvenes habar, se despidió con un cabeceo al aire y escucho lo que Daniel les contaba. Asintió a sus palabras.

-Yo he visto lo mismo. Si tuviese que apostar diría que le ha llamado la atención que vengamos del otro lado del río. -su parte paranoica no paraba de decirle que hubiese sido mejor ir de noche, a nado y envueltos en el silencio, pero intentaba seguir los pasos de Trish y no ser tan desconfiada -Puede que el peligro que corría viniese de sus vecinos... -aunque no siempre lo lograba y las palabras del joven pistolero le habían dado pie a decir la suya.

Sus ojos recorrieron el paisaje buscando puntos ciegos y escondites, la lengua hizo acto de presencia entre sus labios y los humedeció ligeramente, y las manos apretaron las correas de su mochila.

-Quizás sería mejor que cuando vuelvan me haya alejado un poco y no puedan verme, por si acaso no traen buenas intenciones... 

Trish dedicó una sonrisa a la muchacha del otro lado de la valla al ver su expresión. Ella estaba tranquila, convencida de que portándose con naturalidad las cosas se solucionarían fácilmente. Sólo había que callar lo que no debían contar, y la coartada de ser mensajeros les daba la excusa perfecta.

Al ver que aceptaban hizo un gesto a sus compañeros, asintiendo, y luego otro a la chica para demostrar que entendían lo de no dejar pasar a cualquiera.

—No te preocupes —dijo en respuesta a las palabras de la chica—. Aquí estaremos. 

Por pura gracia estuvo a punto de añadir algo como «¿Qué clase de mensajeros seríamos si no?», pero no lo hizo porque quizá sería ya demasiado sospechoso. Después, una vez estuvieron a solas, se giró hacia sus compañeros a tiempo de escuchar y sonreír con la felicitación de Daniel. Viniendo de él en otro tiempo incluso se habría puesto algo colorada, pero esos días habían pasado, arrastrados por la convivencia. Aún así le gustó oír aquello, claro. Sin embargo lo que el chico dijo después arrancó una carcajada del pecho de la chica que ascendió por su garganta y se liberó desde su boca. Empezaba a dejar de reír cuando las palabras su hermana, acto seguido, la obligaron a volver a hacerlo.

—¿Doble pestañeo? ¿Desenfocado? —preguntó con cierta incredulidad. Habría dicho algo sobre que el té de la noche anterior le había sentado mal, pero eso no se aplicaba a Cassandra—. ¿En serio? Vale, vale... —enunció alzando una mano—. Seré la única que no se da cuenta de cuándo alguien enfoca o desenfoca la mirada, Sherlocks.

En ese punto la chica recuperó un poco la compostura. Bromear era una cosa, pero no tomarse en serio las advertencias de sus compañeros, otra. Valoró lo que habían dicho durante un instante antes de responder.

—Bueno, no creo que sea para tanto —dijo. Entonces se acercó unos pasos a ellos para hablar más bajo. Quizá en ese momento era ella la que pecaba de paranoica—. Es normal que le llame la atención que alguien venga del otro lado del río, pagando peaje y todo, para dar un mensaje a alguien que no conoce gente fuera de aquí. Pero sepa o no sepa lo que pasó, no cambia nada para nosotros. Si acaso a lo que Lis quiera explicarles después, pero ya nos dirá ella cómo está la cosa cuando hablemos. Pero por si acaso yo no lo diría muy alto, por si hay más peña al otro lado de la valla que nos esté oyendo.

Después de esas palabras miró a Cassandra. Lo cierto es que no estaba segura de qué decir con respecto a su propuesta. A ella no le daba la impresión de que pudieran venir de mal rollo, ni mucho menos, pero a veces pecaba de eso.

—A lo mejor el mal rollo les entra al no verte —comentó—. A ver, si vemos que la cosa se pone complicada sólo tenemos que decirles que los nuestros tienen al crío. Ellos no saben en qué condiciones, así que si nos hacen algo, que le den al secreto de Lis. No me gusta andar largando, pero es su gente y es su movida. En el peor de los casos, que no creo que llegue a pasar, les decimos que es nuestro rehén. Pero ya digo que no creo que vengan de ese palo. Aunque no fueran buena gente sólo pueden salir perdiendo.

-Estoy con ella -dijo en un murmullo, bajando el tono al nivel del de Trish-. Cuanta más normalidad aparentemos, mejor. Blue, no sé qué de lo que has dicho ha llamado la atención de Janine. Igual que no sé qué papel tiene dentro de su comunidad, ni si es amiga de Lis como dice, ni nada de nada. Vamos, que todo es una página en blanco. Nosotros hemos venido con nuestro guión, por nuestra cuenta y riesgo y esperando respuestas. La cosa es que esa ignorancia nuestra choca de frente con todo lo que se cuece aquí. Alguien ha sacado de aquí a alguien y por algo y además, no quiere que los locales lo sepan -Daniel se frotó la coronilla-. Verás, Trish, he conocido mucha gente y su cuerpo habla mejor que su lengua. Mentir es fácil cuando lo haces con la boca pero el lenguaje corporal tienen sus propias reglas y normalmente, no las conocemos. Como dices, tal vez no sea como para ponernos paranoicos, ni ocultarnos ni actuar de un modo absurdo. Tan solo digo que pequemos de precavidos.

Al escuchar cómo Daniel empezaba a dar aquel discurso entre susurros Trish escuchó con atención. Lo miró como si no quisiera sólo entender lo que decía, sino también aprender de él. Sin embargo hubo algo que no le encajó del todo.

—¿Crees que han mentido? —preguntó—. ¿O era sólo un ejemplo?

Pensándolo bien, ella era consciente de que el lenguaje corporal era importante. Pero desde luego estaba claro que no lo tenía tan estudiado como Dan. Así que se apuntó mentalmente lo del doble pestañeo y lo del enfocado y se propuso estar más atenta cuando la chica volviera. 

—Bueno, entonces —dijo antes de asentir—... Aparentar naturalidad: eso lo puedo hacer. —Y con una sonrisa llevó la vista hacia el lugar por el que habían desaparecido los otros dos, pendiente de si volvían.

—Yo supongo que sí es amiga de Lis —añadió tras pensarlo un momento—. Lo dijo antes de todo lo del doble parpadeo y sería lógico que con lo que hizo ayer hoy no quisiera ver a nadie. Más si aquí piensan que está de luto.

Miró a Trish, evaluando la respuesta a la sencilla pregunta de esta, y en esta ocasión se frotó la recortada barba del mentón.

-No lo creo. Pienso que era sincera cuando dijo que era amiga de Lis. Quizá de ahí su reacción, porque intuía la razón de nuestra presencia aquí, tal vez porque la chica le contó la verdad sobre su hijo o incluso contó con su ayuda. Pero cabe también que los del campamento ya estén sobreaviso de lo que ocurrió realmente y que su luto es falso. Si tu amigo de anoche, en tan poco tiempo, nos dio tanta información, quizá otros también la hayan conseguido -dijo Daniel-. Por otros canales, por supuesto. Pero ya sabemos que la información es poder y además, se puede vender a buen precio. Por ello, y aunque sea su amiga, si no sabía lo del crío, quizá al tocarle la guardia le dieron instrucciones de estar atenta a cualquiera que dijera que venía de más allá del río y que informara. Solo es otra opción.

Se encogió de hombros. Podía elucubrar muchas cosas, plantear todo tipo de historias. Se le daba bien ser un poco paranoico tras haber trabajado la calle como él lo hacía. En aquellas circunstancias, era útil y podía salvarle el culo. Pero esto no era la calle, ni alquilaba su cuerpo.

-Sin más -dijo con una sonrisa para quitar hierro-. Veamos qué ocurre.

Cassandra escuchó a su hermana y medio sonrió cuando hizo mención a cierto detective del que su madre les contaba historias, luego se encogió de hombros ante la falta de soporte que recibió su "plan" de ocultarse.

-^{_{Un apretujón en un mal momento lo tiene cualquiera...}} -murmuró sin mirar a ninguno de los dos chicos en particular. 

Era una buena excusa, o así se lo había parecido a ella, "a pesar de que no los habían dejado entrar no iba a ponerse en la puerta a hacer sus necesidades ¿no?" pero no dijo nada más dando el tema por zanjado. Mientras Daniel aportaba sus impresiones, la mirada de Cass se perdía por los alrededores buscando gente que pudiese estar viéndolos y sus pies se afianzaban en el suelo para no derrapar si tenían que salir corriendo.

Pasaron unos minutos hasta que de nuevo se escucharon pasos al otro lado de la valla pero en esta ocasión ninguna cabeza asomó por el borde. En lugar de eso se escuchó el tintineo de la cadena que sujetaba la plancha de metal que hacía las veces de puerta y unos segundos después, alguien la abrió dejando paso. 

Fue el rostro de un hombre joven y alto, con el pelo corto y la piel morena, lo primero que vieron los tres visitantes. El tipo llevaba un machete largo colgado de la cintura y su expresión era adusta. En las manos tenía un manojo de llaves y un candado bien gordo. 

Tras él se encontraban los dos que habían recibido a los habitantes del Morris, Janine y Orson. Ella, inquieta, cambiaba el peso de una pierna a la otra. Él tenía las manos en los bolsillos en un gesto tranquilo. 

Más allá podían alcanzar a ver que la comunidad parecía ser bastante grande porque no había a la vista más vallas como la que cortaba la avenida Jerome. La calle parecía girar acercándose al estadio y ahí se perdía la vista, pero como mínimo debían formar parte de la comunidad varias manzanas, con sus respectivos edificios. También podían ver algunas estructuras, como pequeñas casetas de metal, que salpicaban aquí o allá acera y carretera sin distinción. 

La rubia no se lo pensó mucho, en cuanto la puerta se abrió lo suficiente dio un paso adelante y tomó la palabra. 

—Gracias, John. Son unos amigos de Lis —le dijo al hombre antes de desviar su mirada a Trish, Daniel y Cass—. Venga, pasad. Está indispuesta, pero dice que puede hablar con vosotros un momento. Yo os llevo a su casa, no está muy lejos.

El tal John dio un paso a un lado, dejando espacio para pasar, pero desde esa posición no dejó de escrutar con mirada desconfiada a los tres habitantes del Morris.

—Si tenéis armas, se quedan aquí —anunció lo que ya había dicho Orson un rato atrás, señalando un bidón vacío y algo oxidado que se encontraba junto a la puerta—. Podéis recogerlas cuando os vayáis. 

-Por supuesto -dijo Daniel sacando su arma de la cintura del pantalón y entregándosela por la culata, evitando así toda interpretación de amenaza-. Reglas de la casa y normas de cortesía -añadió sonriente-. Las calles son peligrosas a veces -concluyó.

Para evitar malentendidos, se abrió la chaqueta y elevó los picos de la misma, para luego girar sobre sí mismo y que pudiera comprobar que no llevaba ninguna otra arma.

Tras ello, echó a andar tranquilamente por el hueco dejado por el tal John, y cuando pasó a la altura de Janine le guiñó un ojo y formó un mudo "Gracias" con los labios.

Los sonidos que se oyeron desde el otro lado de la valla invitaban a pensar que la abrirían, si para dejarles pasar o para apresarlos era algo que Cassandra no sabía, aunque como siempre se temía lo peor. Apretó los puños y su cuerpo se puso en tensión. 

La cara del hombre que apareció, y el arma que portaba en su mano, no hicieron que las sospechas de la morena se redujeran pero la visión de los dos jóvenes detrás, y su pose más o menos tranquila, hicieron que al menos esperase a ver qué pasaba. Lo que ocurrió fue más o menos lo mismo que había pasado la víspera con la llegada de Jimmy al Morris, por lo que cogiendo aire, como si fuese a sumergirse en agua, avanzó resuelta hacia el interior del cercado.

No es que hubiese empezado a confiar en esa gente, es que no tenían más remedio que arriesgarse si querían respuestas.

-Él es nuestra seguridad -dijo al ver el "streptease" de Daniel, esperaba que la creyesen y no tener que hacer lo mismo con el frío que hacía. 

Con los ojos ligeramente entrecerrados y bamboleándose ligeramente por el frío, Trish escuchó la explicación de su amigo y le gustó saber que estaban de acuerdo. La posibilidad que planteó después, además, le arrancó una sonrisa. Estaba bien ser precavido, desde luego, y como manitas sabía que era útil buscarle explicación a todo, por muy increíble que fuese.

El murmullo de su hermana, por su parte, hizo que Trish la mirase un momento antes de que su sonrisa se ensanchara. Si el temor de ellos fuese fundado y les estuvieran tendiendo una emboscada, sin duda sería la excusa más divertida del mundo, ya lo podía imaginar: «¿Dónde está la que falta?», «No, es que le entró un apretón y...»

—Qué idiota —murmuró la muchacha antes de dar un pequeño empujón a su hermana.

Para cuando poco más tarde se oyeron aquellos pasos Trish se acercó algunos pasos a la valla, exponiéndose. Si ellos estaban en lo cierto y las intenciones del grupo no eran buenas no estaba de más un cebo escurridizo. Escuchó entonces el tintineo de metal y vio la puerta abrirse, y al observar al hombre que estaba al otro lado lo miró de arriba abajo, teniendo que alzar sus pupilas para esa última parte. No tardó en compararlo con Morgana, dando por hecho que la función de aquel tipo sería similar a la de ella en el Morris, cosa que el tipo casi confirmó con sus siguientes palabras.

—Perfecto, Janine, muchas gracias —respondió a la muchacha con una sonrisa. Después dio un paso adelante y alzó las manos con naturalidad.

—Nada de armas —prometió, y al oír lo que decía Cass la verdad es que tuvo que contener la risa. Una cosa era comparar a aquel tipo moreno y alto con Morgana y otra bien distinta hacerlo con Daniel. Pero si eso servía para dejar claro que no estaban desprotegidas, que fue como lo interpretó la muchacha, perfecto.

—Es un tipo duro —advirtió mientras miraba alrededor, pasando un primer reconocimiento al lugar.

Siempre que llegaba a un sitio le gustaba preguntar si no tendrían trastos que necesitasen un arreglo. Sin embargo en aquella ocasión estaban medio de incógnito —un incógnito pésimo tras dar sus nombres, desde luego— y pendientes de hablar con la madre del crío, así que lo aplazó. Sin embargo, probablemente no se marcharía de allí sin ofrecerse si parecían de fiar.

—Mola el sitio —comentó al darse cuenta del tamaño de la comunidad—. Es enorme.

Estaba claro: a eso se referiría Jimmy con lo de que los vecinos de Lis no sabían la verdad, y Janine con lo de que la mujer no conocía gente fuera de allí. Ese sitio no era como el Morris, era como mínimo como la cuarta parte de Sugar Hill.

—Oye, Janine —se dirigió entonces a la chica—, ¿siempre has sido de aquí?

El tipo cogió el arma que Daniel le tendía y asintió con la cabeza cuando el chico dio aquella vuelta sobre sí mismo, dando su aprobación. Después se agachó para dejar el revólver dentro del bidón y, al alzar la mirada, la detuvo sobre la mochila que Cass cargaba a la espalda y la señaló con la barbilla. 

—¿Qué llevas en la mochila? —preguntó con el mismo tono seco que había usado antes—. ¿Puedes abrirla? 

Mientras esperaba respuesta por parte de la buscadora, sus ojos examinaron a Trish de arriba a abajo. Su mirada se detuvo con una atención que parecía experimentada en la zona de las axilas y la cintura. Por un momento pareció que se estuviese planteando la idea de cachearla o pedirle que se desabrochase el abrigo, pero finalmente debió desecharlo porque no le dijo nada y su mirada volvió a posarse, expectante, en Cassandra y su mochila.

Las mejillas de Janine se tiñeron inmediatamente de arrebol con el guiño que le dedicó Daniel. No era la primera vez que veían una reacción como esa cuando alguien tenía un primer contacto con el joven. Y es que podía ser que sus compañeras de refugio ya estuviesen acostumbradas a tenerlo cerca, pero Daniel tenía esa forma de andar y moverse que parecía exudar sensualidad, provocando sonrojos y sonrisas nerviosas a su alrededor. 

Exactamente ese fue el tipo de sonrisa que la rubia devolvió como respuesta al agradecimiento del visitante. Su compañero, un par de pasos por detrás de ella, emitió una risa breve, pero no dijo nada ni cambió su postura tranquila. 

Las palabras de Trish consiguieron que Janine apartase su mirada de Daniel para mirarla a ella para, a continuación, contemplar el lugar, como si la apreciación de la inventora le hiciese mirar su hogar con otros ojos. 

—Supongo que es grande —dijo, aunque parecía que su afirmación se basaba más en la de Trish que en algo que ella supiese con certeza—. Yo llevo aquí desde que era pequeña —explicó entonces—. Creo que tenía como tres años o así cuando llegué. Vamos, que ni siquiera me acuerdo de donde vivía antes. Pero lo sé porque me lo han contado. 

Su mirada entonces buscó a John y le hizo una mueca frunciendo los labios. 

—John, venga, deja de dar la turra. Que hace frío y Lis nos está esperando. 

El hombre la ignoró ampliamente, ni siquiera le dedicó más que una mirada de reojo, y la chica bufó por lo bajo mientras cambiaba el peso de una pierna a la otra, inquieta y, al parecer, con cierta prisa por llevar a los habitantes del Morris junto a la tal Lis.