Sonreí con timidez al ver la expresión de Perry. No me acordaba de que era vegetariano, y de que la hamburguesa podía suponerle una visión algo tétrica para él.

—Perdona, Perry— dije, comiéndomela lo más deprisa que pude, y apuré lo que me quedaba de zumo, para cenar rápido.

Asentí ante su sugerencia, y me levanté con ánimos renovados.

—Vale, de acuerdo, vamos a ver si me sale— dije, con los brazos en pose de culturista, como si estuviera preparada para hacer frente al hechizo—. Vamos.

¿Vas a cenar todo eso? - mire ensimismado la cantidad de comida que Eire se ponía en el plato.

No vas a poder dormir si comes tanto o por lo menos, si lo haces no se si vas a ser capaz de levantarte - digo riendo.

Cuando ésta acepto ir a practicar:

Cuanto antes te lo quites mejor, estarás más liberada y no tendrás que estar preocupada, así que cuando queráis nos vamos.

Cuando todos terminamos la cena, me fui con ellos a la Sala Común.

Tras haber estado estudiando, Byron baja a comer un poco, con el libro bajo el brazo,antes de irse a dormir. No le había salido del todo bien el conjuro, pero seguro que le saldría mejor la próxima vez. Si podía, intentaría practicar antes de volver a dormir.

Cogiendo un poco de pastel de verdura para comer. Byron empieza a comer mientras lee los detalles de se hechizo. Tras la cena, Byron vuelve a subir a la sala común para acabar de practicar.

Llegué al Gran Comedor con el estómago rugiéndome sin cesar. Tenía el estómago como si no hubiera comido en días, y mis ojos se dirigieron hacia una fuente llena de bollos recién hechos. La boca se me hizo agua, y me dirigí hacia aquellos bollos como si fuera lo más importante en mi vida.

Me dejé caer en el banco de la Mesa de Ravenclaw frente a aquella fuente, y los miré, sonriente.

—Hola, bollos— dije, divertida, apurando uno, y metiéndomelo entero en la boca. Casi lloraba de felicidad de lo rico que estaba.

Mientras masticaba con cierta dificultad, cogí una jarra de leche fría, y me llené un pequeño bol hasta el borde. Estaba sedienta, también.

Fui saludando a los compañeros que iban viniendo, y seguí comiendo, pensando en que no me había fijado si aún tenía la cana en mi pelo.    

Cuando me llené el estómago de bollos de chocolate, glaseados, rellenos de crema y demás variedad, y después de regarlo todo con casi un litro de leche, me sentí satisfecha, y con ánimos para afrontar la primera clase del día.

—Bueno, vamos allá— me dije, dándome ánimos para levantarme de la mesa, y coger la mochila—. Nos vemos en clase— indiqué a los demás, sonriendo.

Me colgué la mochila al hombro, y caminé por el pasillo que formaban dos mesas para salir del Gran Comedor e ir a Clase. 

No estaba demasiado entusiasmado aquella mañana. El motivo: cuidado de criaturas mágicas. La sola idea de ver al centauro le quitaba las ganas de acudir a la clase. Sin embargo, cuanto antes pasara antes podría hablar con Eire y Ryan sobre a dónde ir. El día anterior no había sido muy fructífero. Cogió yogur con muesli y lo tomó sentado, saludando a aquellos que iban llegando al comedor. Al acabar recogió sus cosas y se fue a clase con cara de poco entusiasmo.

Lo cierto es que en todo el tiempo que llevamos en Hogwarts me he ido recuperando lentamente de mi estado previo, y así le explico a William de camino desde la torre de nuestra casa al comedor. Antes a penas podía bajar cinco escalones solo, ahora si tengo energías logro hacer la mayor parte del recorrido solo o sin tener que detenerme demasiado a descansar. Lo cierto es que como la evolución va produciéndose lentamente, no me había percatado de ella, pero me alegra la idea de que no sea un lisiado toda mi vida.

Pese a esto, cuando llegamos William y yo al comedor, yo ando visiblemente cansado y necesito detenerme un momento junto a la puerta para apoyarme contra la pared. Mis huesudas manos han conseguido algo más de carne, pero siguen demostrando que no tengo una buena salud, al igual que la notoria escasez de grasas en todo mi cuerpo.

— Hasta luego, Perry — me despido de mi hermano al verlo pasar, ciertamente el rostro que lleva me preocupa un poco, pero hago acopio de memoria y rápidamente llego a la conclusión del motivo, al parecer debe ser cosa de familia el llevarse mal con un profesor de otra raza.

Una vez recuperado del camino, continúo junto a William hasta la mesa común donde tomo asiento y me quedo mirando durante unos segundos la comida.

— Buenos días — saludo a los comapñeros que aún no he visto y me decanto por tomar una especie de magdalena de calabaza para probarla.

— Oye, Will, — empiezo a decir dirigiéndome a mi amigo— ¿realmente se me ve mejor que cuando empezó el curso? — digo de nuevo animado ante la idea.

Doy un bocado a la comida y asiento complacido por su sabor.

— Por cierto, esto está rico, prueba — añado tendiéndole una magdalena sin empezar.

Saludo a Perry con la mano al cruzarnos y cuando llego a la mesa saludo a todos.

—Buenos días, chicos y chicas.

Me siento y empiezo a servirme un té. Mientras voy añadiéndole azúcar me giro hacia Ed y asiento.

—Sí, estás bastante mejor —le confirmo—. A ver... —tomo la magdalena que me tiende y la pruebo. Abro los ojos sorprendido ante lo buena que está—. ¡¡Mmmmmm!! 

Bajo el trozo con un sorbo de té.

—¡Está buenísima! Estos elfos domésticos son unos cracks.

Al llegar al Gran Comedor ni Perry ni Eire estaba allí por lo que saludando rápidamente al resto de mis compañeros de casa, tomó un par de magdalenas y una tostada de mermelada entre mis manos y me voy a clase.

Sonrío contento por que se me note mejor, al igual que por que a mi amigo le guste también la magdalena.

— Sí, aunque sigo sin estar del todo de acuerdo con que cocinen tantísimas cosas que luego se tiran— le contesto mientras tomo una tetera y me sirvo una taza del humenate líquido verdoso.

— Hola, buenos días— saludo al chico de segundo que según llega se marcha, la verdad es que a penas he tenido trato con él.

— Oye, Will...— le digo a mi amigo una vez parece que estamos de nuevo más solos— Gracias por lo de anoche, de verdad, me lo pasé bien y si hubiese sido por mi no hubiese ido. A veces soy un poco cabezón, supongo.

Byron llegó al comedor con alegría. Aunque el día anterior no había conseguido perfeccionar su conjuro, hoy seguramente lo conseguiría. Lo tenía a punto.

- Buenos días!- comentó a los chicos mientras cogía alguna magdalena y un poco de leche para mojar.

—Ya... —farfullo con la boca llena mientras me encojo de hombros. Engullo el desayuno a las carreras para no llegar tarde encima de casi quedarme dormido—. ¿Ves? Si es que eres un cabezón con eso de que nadie quiere que vayas y todas esas chorradas tuyas. Anda, deja de darme las gracias y vamos a clase.

Esbozo una sonrisa, soy consciente de que a veces soy un poco negativo, pero no siempre.
—Sí, pero mira, por ejemplo con Sánchez sí tuve razón — digo antes de encogerme de hombros después de recordar lo de Gabriela.

Termino de desayunar con un par de bocados y asiento con la cabeza.

— Sí, vamos. ¿Te vienes, Byron?

Llegó cuando todos ya se iban, así que corriendo se sirvió un buen tazón de cereales con leche y los engulló -aunque con cuidado de no atragantarse- tratando de tardar lo menos posible.

Cuando terminó, salió corriendo sin siquiera limpiarse la comisura de la boca.

Cuando llego a la mesa de Raven, veo a todos saliendo ya de allí, asi que con todo el espacio disponible, acomodo mis cosas a un lado y examino con cuidado que podía tomar para desayunar. Sabía que me espaba un día clases largo y exigido, así es que me sirvo un zumo de frutas y un trozo de pastel y lo disfruto mientras observo como todo el mundo va retomando a clases.
Termino de desayunar rápidmente. Acomodo el desorden de la mesa, rocojo mis cosas y me pongo en marcha. Con las energías renovadas para el nuevo día.

Ya está servida la comida del día 10

Jueves, Tercera semana de Noviembre

Al llegar, posó su mochila entre sus pies y se sirvió un buen vaso de zumo de naranja. Con aquel frío no sería raro que se pusiese mala, pero realmente no podía permitírselo. Tenía que recuperar dos hechizos y ponerse al día con demasiadas cosas como para perder el tiempo en cama o andando cual inferius por ahí

Entré en el Gran Comedor totalmente hambrienta. La clase fuera, junto al Lago, nos había dejado a todos totalmente helados, y habíamos perdido todas nuestras energías cuando el cuerpo quiso mantenerse caliente. Por otro lado, la partida de ajedrez mágico contra Ryan me había dado un hambre atroz, porque no estaba acostumbrada a pensar tanto durante tanto tiempo.

Así pues, cuando vi la Mesa a rebosar de comida, noté cómo la boca se me hacía agua, y me sentaba en el primer hueco que encontraba libre para servirme una enorme porción de lasaña que ocupaba casi toda la superficie del plato.

—“Jé uena”— dije, mientras me metía un trozo enorme en la boca, y la saboreaba.  

Miré mi reloj de pulsera, mientras me seguía llenando la boca de lasaña, y abrí mucho los ojos, sin dar crédito a lo que veían.

—No puede ser— dije, con el corazón latiéndome muy deprisa—. Llego tarde otra vez— me lamenté, levantándome de la silla, y cogiendo la mochila con brusquedad para salir del Gran Comedor hacia la clase.

No me di cuenta hasta que llegué a la puerta del aula que mi reloj llevaba tiempo parado, y todavía había tiempo. 

Caldo calentito. Eso fue lo que tomó Perry, por supuesto de verduras, y con picatostes de pan de centenos reblandecidos en el caldo. No quería hartarse de comida pues las clases de duelo solían ser moviditas. De postre se tomó una pieza de fruta y por darse un capricho algo de chocolate negro.