Partida Rol por web

Taller de relatos cortos

Desafíos de escritura

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30/04/2013, 05:40
Aranía Serigala
Sólo para el director

Acontecimientos:

- Un personaje de la historia amenaza con acabar con su vida.
- Se produce una burbuja especulatoria sobre un elemento cotidiano.

Notas de juego

Aún no está listo para enviarse

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06/05/2013, 21:55
Donbarbosa
Sólo para el director

Material subversivo

A Carolina.

Cuando leas estas líneas te preguntarás cómo es posible haber dedicado tanto espacio para contar lo que según el Código de Economía Informativa no debería ocupar más que dos o tres renglones. Pero una vez más te pido que te olvides del código. Antes de la Nueva Era, a este tipo de comunicación la llamaban “carta” y hoy no encuentro mejor modo de transmitirte lo que pienso que imitando esa vieja prosa tan poco precisa como rebosante de sugerencias.

Aunque si he de ser sincero no creo que lo comprendas. ¿Cómo podría yo explicártelo? Poco después de la revolución alguien ideó algo llamado “lenguaje funcional”. ¿Recuerdas el manual que usábamos en la escuela de la fábrica? Nos dijeron que allí estaban todas las palabras que necesitábamos saber. Pero lo cierto era que no figuraban más que los nombres de las máquinas que manipulábamos y los de los procesos de producción que conocíamos más de cerca. ¡Todo lo que necesitábamos saber cabía en veinte páginas! Qué práctico, ¿verdad? ¡Todo un prodigio de ingeniería didáctica! Eso sí, cuando volvíamos a nuestras casas y cruzábamos el jardín del área 7-K, ninguno de nosotros era capaz de nombrar una sola de las plantas que embellecían el complejo. Pero a fin de cuentas, ¿para qué necesitaría nombrarlas un operador de montaje?

La última vez que te confié estos pensamientos me preguntaste si lo que quería era ingresar en el cuerpo de jardineros, pero no, no se trataba de algo tan sencillo. Lo que quería era tratar de comprender el sentido de lo que hacíamos todos los días, si es que lo tenía. Fue entonces cuando decidí preparar los exámenes para inspector de cadena con la vaga esperanza de que liberado de aquella engorrosa faena mecánica, tuviera tiempo para entender mejor algo de lo que por entonces no tenía más que una idea borrosa y que más tarde supe que se aproximaba a lo que otros habían llamado antes “sistema productivo”. Recuerdo tu reacción cuando te hablé de ello. “¿Para qué quieres complicarte la vida?” Entonces no supe qué responderte, y aun hoy no sabría decirte si aquella fue una decisión acertada.

De lo que sí que estoy seguro es de que la academia vino a expandir mi hasta entonces estrecho horizonte intelectual. Hasta aquel momento me había figurado que Nueva Bilbao funcionaba, tal como nos habían explicado en la escuela, por algún eficiente sistema de reparto igualitario del trabajo y que los bienes obtenidos de la producción industrial se distribuían de manera proporcional a la contribución que cada cual hacía al bien común. Pero cuando me acerqué a la realidad de nuestro tejido intrustrial descubrí que, además de la extensa red producción de bienes de subsistencia, existía otra que suministraba en exclusiva productos de lujo al distrito cero, el centro cultural y financiero de la ciudad. Y entonces decidí que debia conocer aquel santuario cuyo acceso, sujeto a severas normal de seguridad, estaba, por descontado, vedado a los habitantes de los sectores industriales.

De esto hará ya cinco o seis años. El distrito cero me llamaba con el poder de atracción de lo prohibido y nada más conseguir mi nuevo cargo en la corporación logré ingeniármelas para solicitar un  salvoconducto que me permitiera consultar un manual en la intrarred de la biblioteca del distrito central. Aún recuerdo el título: Optimización de tiempos y recursos en la industria ligera. Cuando logré superar la fascinación que que aquel monumental archivo ejercía sobre mi imaginación, reparé en que en la ficha con la clave de usuario que me habían entregado especificaba que tan solo tenía derecho a la consulta de obras técnicas. Y de nuevo, la fascinación por lo prohibido volvió a tentarme: ¿qué era lo que me negaban?

Si te cuento todo esto es porque sospecho que a partir de mañana no volveré a ser el mismo. Esta misma semana me han abierto un expediente disciplinario en el trabajo. Al parecer, las cámaras que  velan por nuestra seguridad más bien realizan funciones de control del personal. El caso es que me han sorprendido leyendo cuando debería estar revisando los balances de producción de la planta. Y ya sabes que un expediente significa, en el mejor de los casos, tener que volver a la cadena de montaje. A día de hoy me espanta la idea de regresar a semejante pesadilla, así que no tuve más remedio que colaborar con ellos. Les dije de dónde había conseguido el material subversivo, y satisfechos con mi sumisión, me ofrecieron conmutar la sanción por la asistencia a un curso de reciclaje.

No sé si el que volverá de allí será el mismo que conoces. La gente vuelve como transformada, y quizás para entonces no me vuelva a atrever a escribirte como he hecho hoy. Dentro de un par de horas parte el tren de la estación y mis pensamientos no pueden dejar de ocuparse de un bienintencionado bibliotecario que, después de informar al operario de turno de que no tiene derecho a consultar los fondos literarios, le copia en su pendrive una carpeta llamada Literatura Universal mientras esboza una sonrisa de satisfacción. En la vieja lengua creo que lo llamaban remordimientos.

No te preocupes por mí. Estaré bien, aunque te extrañaré estos días.

Te quiero, Olivero.

En Nueva Bilbao, a 127 del año 32 de la Nueva Era.

Notas de juego

Disculpas por el retraso.

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22/05/2013, 17:50
Paladin Taza

OCTAVO desafío de escritura: "Noctámbulos"

Plazo de escritura: del 22/05/2013 al 12/06/2013

Plazo de comentarios: del 13/06/2013 al 20/06/2013

DESAFÍO:

En esta ocasión, el desafío consiste en escribir un relato a partir de este cuadro de Hopper, pero NO es necesario que los protagonistas sean los personajes del cuadro ni que la escena tenga lugar dentro del bar. Tenéis libertad para crear la historia que queráis siempre que:

1. Contéis una historia con su inicio, su nudo y su desenlance.

2. La historia tenga lugar durante la noche, haciendo homenaje al título del cuadro (Noctámbulos) y la atmósfera de soledad que desprende.

3. La historia esté inspirada en el cuadro de Hopper.

Esto es, podéis contar lo que le pasa a cualquiera de los personajes del cuadro, pero también a otro distinto que pase por ahí, lo que sucedía justo antes o justo después de la imagen, lo que sucede a consecuencia de esa imagen… Lo que se os ocurra.

EXTENSIÓN:

El relato puede tener un máximo de 900 palabras (aproximadamente dos folios de Word).

(Desafío extraído de Literautas.com).

 

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06/06/2013, 08:30
Neriah
Sólo para el director

Noche de Bodas

-Escocés, por favor –Digo mostrando tres dedos, para indicarle al camarero cuánto tiene que llenar el vaso. Esta noche voy a agradecer más que nunca la derogación de la ley seca. Me quito el sombrero y la gabardina y los dejo encima del taburete, mientras esbozo una sonrisa irónica. Aquellas prendas habían sido un regalo suyo y, aunque me había desecho de todo los demás, no había podido tirarlas. Había que reconocer que tenía buen gusto para la ropa.

Enciendo un cigarro y dejo que el humo oculte una lágrima. El camarero se acerca con un vaso y tiene el detalle de dejarme la botella. -Parece que la va a necesitar… –Le agradezco el gesto con una sonrisa, y expulso una bocanada de humo al techo. Él duda un segundo y luego se retira. Es un buen tipo, sabe escuchar cuando hace falta, pero también sabe cuándo uno quiere que lo dejen tranquilo.

Miro el reloj, las tres de la madrugada. Probablemente ya estarán en casa. No había querido ir a la boda, nadie se hubiese tomado a bien que soltase una carcajada sardónica en el momento en el que  prometían amarse y respetarse para siempre… ¡Además había tenido la desfachatez de pedirme que fuera el padrino! Apuro el vaso de un sorbo y me sirvo otra copa. –La gente no había entendido la negativa. Al fin y al cabo habíamos jugado juntos desde niños y éramos como hermanos. Así que nadie pensó que entre nosotros pudiera existir otro tipo de relación, no entienden por qué no puedo dar mi consentimiento a esa boda. Pero no puedo hacerlo sabiendo como sé que nuestro amor es mutuo y que sólo se casa para impulsar su carrera.

Siempre había aspirado a lo más alto, a la Casa Blanca. Y como todo el mundo sabe, nunca ha habido un presidente sin una Primera Dama. Me pregunto si las anteriores serían como ella, condenadas a fingir que amaban a un hombre que fingía que también las amaba. Porque sé que la falta de amor es recíproca.

Me llevo el vaso a los labios, pensando una vez más en si había hecho bien al negarme. Al fin y al cabo era su sueño y conmigo jamás podría cumplirlo. Decían que el amor significaba sacrificio, ¿debería haber sacrificado lo que me quedaba de dignidad por que fuera feliz? ¿Por conservar su amistad al menos? Cada vez que lo pienso, corazón y cabeza me dan respuestas opuestas. Suspiro, ya es demasiado tarde para cambiar de opinión. Además, sé de sobra que no habría podido permanecer impertérrito ante su “sí quiero”.

Voy a empezar la tercera copa, cuando noto cómo me la arrebatan. Observo atónito mientras se sienta a mi lado y le da un trago, con su perfecta elegancia desentonando en ese bar. Le hace señas al camarero para que traiga otro vaso. Tiene que ser una alucinación, seguro. Pero no he bebido tanto, todavía. -¿Qué estás haciendo aquí? –Digo a medio camino entre la sorpresa y la amargura. –Llevo horas buscándote. –Responde mientras mira a su alrededor. –No pensé que fueras a estar aquí, este sitio tiene tantos recuerdos nuestros…- Sonríe de medio lado. -Sigues siendo un romántico…

-¿Qué haces aquí? –Repito cabreado. Y oculto todo el dolor que siento bajo un tono sarcástico-¿No deberías estar celebrando tu noche de bodas? –Suspira y se frota la frente. –No he podido hacerlo. –Mis ojos se abren por la sorpresa -¿QUÉ? –La pareja del fondo nos mira sobresaltada, pero vuelven rápido a su conversación y yo bajo el tono para que sólo me oiga mi interlocutor. -¿Has dejado a tu mujer sola la noche de bodas? –Me mira con la indignación pintada en sus ojos. –¿Tan cabrón crees que soy? -Pero le dura poco y baja la vista avergonzado. –He hecho algo peor, la he dejado plantada en el altar. 

Apenas puedo creer sus palabras. -¿Por qué? –Me oigo preguntar en un susurro. -¿No es obvio? –Llena el vaso que acaba de dejar el camarero y su mano roza la mía cuando me lo pasa. -Supongo que en el fondo yo también soy un romántico. –Suelto un bufido a medio camino entre cabreo y diversión y choco mi vaso contra el suyo. Genial, esa simple frase ha sido suficiente para que olvide los dos últimos meses. Debo ser idiota.  -¿Y qué hay de la Casa Blanca? –Se enconge de hombros y da otro trago a su bebida.  –Supongo que puedo vivir siendo un simple Senador. –La pregunta se me escapa sin querer. -¿Crees que te dejarán ser senador cuando se sepa que has dejado plantada a tu prometida por un hombre? –Se ríe entre dientes y me enseña la primera plana del periódico de la tarde. –Bueno, la versión oficial es que he elegido la amistad por encima del amor, según han dicho en las noticias, nos habíamos peleado por ella. –Me rió con él, sin poder evitarlo. La pareja del fondo se levanta y sale del local, mientras el camarero finge un súbito interés en el otro lado lado de la barra. Ed aprovecha que no hay testigos para besarme, otro primer beso en el mismo bar.

Dejamos un billete encima de la barra y salimos cogidos de la mano, mañana volveremos a los secretos y al disimulo, pero por esta noche y en este barrio alejado de todo, podemos ser simplemente dos personas que se aman.

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07/06/2013, 01:02
Donbarbosa
Sólo para el director

La tentación vestida de rojo

- Aquel era mi día libre y fue por casualidad que me encontré con la víctima en el Phillies, en el cruce de la 53 con Amsterdam Avenue. Aquella noche ella iba acompañada de un caballero elegante y más joven que ella, de unos treinta años, diría. Complexión fuerte y mandíbula prominente: un deportista, o un militar, quizás, podríamos decir que un hombre con cierto atractivo. A partir de medianoche nos quedamos solos los tres en el bar. Él parecía tener palique para rato y ella no hacía más que reírle las gracias. Al principio pensaba que no eran más que artimañas de puta, pero después comprobé que en realidad se encontraba borracha.

- Inspector Lawrence, le ruego que modere su lenguaje cuando se refiera a la víctima -replicó el juez Atkinson con voz grave desde el estrado-.

En la primera fila de los bancos del público un anciano ajado y mal vestido clavaba una mirada envenenada en el testigo. Un familiar. Su padre, probablemente.

- Conforme, señoría, aunque si me refiero a ella como tal es por lo que pude averiguar a continuación. Aquel tinte de pelo rojizo, aquel vestido ... No, desde luego que no podía ser una mujer decente. ¿Qué clase de mujer frecuentaría un local como aquel a aquellas horas? En fin, que lo que hablaron ella y su acompañante nunca pude llegarlo a averiguar. En el Phillies sonó toda la noche música de negros. Charlie Parker me comentó Vicenzo, el barman, que se llamaba aquel saxofonista. El hombre hablaba en voz baja, como preocupado por que no lo escucháramos, así que lo único que podía oír entre aquella música estrepitosa era la risa de la mujer. Una risa diabólica, si se me permite.

- Limítese a contar a lo sucedido y déje los calificativos, inspector Lawrence. Al jurado no le interesan sus opiniones personales -volvió a intervenir el juez-.

- Bien, el caso es que tanto misterio me inquietaba, así que decidí pedirme otra copa y esperar a ver qué ocurría a continuación. Fue entonces cuando lo vi metiendo  algo en el bolso de la víctima con disumulo. Me levanté, y después de enseñarles la placa les pedí la documentación. Ella estaba nerviosa. Le temblaba la voz como a una cría. Él en cambio se mostró desafiante con no sé que murga de que si no tenía derecho a registrar sus útiles personales. Pero ya era tarde. Ella me había entregado el bolso cuando se le pedí y allí dentro se encontraba la bolsa con los dos gramos de cocaína que figura como prueba en el expediente policial.

- Bien, inspector Lawrence, ¿y qué fue lo que ocurrió después? -el fiscal Peter Dubois, una bola de sebo peinada impecablemente hacia atrás con una enorme cantidad de gomina, tenía una voz hilarantemente aguda, la cual no había sido impedimento para que medrara en su carrera jurídica gracias a la estrecha amistad que unía a su familia con la del gobernador del estado-.

- Aquella cantidad no era suficiente para una detención, así que le dije al hombre que se largara mientras acababa de interrogar a la víctima. Lo que me contó a continuación acabó de confirmar mis sospechas. Él le proporcionaba la droga a cambio de... favores sexuales. Un caso bastante frecuente según mi experiencia. Cuando acabé con el interrogatorio acompañé hasta su domicilio a aquella pobre diabla. Vivía muy cerca, en el 53 de Amsterdam Avenue. Me despedí de ella mientras entraba en el edificio y desde entonces no la he vuelto a ver.

- Inspector Lawrence, -inquirió Peter Dubois con su voz de pito- ¿Reconoce al hombre que se encuentra sentado en el banquillo de los acusados?

- Efectivamente, es el traficante al que interrogué aquella noche. No tengo ninguna duda.

Peter Dubois hizo una pausa retórica mientras que en el banco del jurado surgían los primeros murmullos.

- ¿Y es cierto que mientras acompañaba a la víctima a su domicilio ella le confesó que el acusado la había amenazado para que le pagara cierta mercancía que le debía?

- No exactamente. Lo que me contó fue que hubo un tiempo en que el acusado se cobraba la droga a cambio de sexo, pero que  pronto se cansó de aquello y empezó a exigirle dinero en metálico. Un dinero que ella no siempre podía pagar.

- Gracias por su testimonio, inspector Lawrence, por mi parte no tengo más preguntas -concluyó el fiscal-.

El venerable juez Atkinson dio entonces por terminada la sesión a la espera de que al día siguiente la fiscalía y la defensa concluyeran con los alegatos finales.  Lawrencie se subió el cuello de su gabardina y encendió un Marlboro mientras descendía por la escalinata de mármol de los juzgados esbozando una sonrisa.

Todo ha ido bien. Después de que el cerdo de Dubois acabe de atar los cabos sueltos, va a ser difícil de que ese diablo pueda convencerlos de su inocencia. Lo que no ha tenido precio ha sido ver cómo su padre se tragaba el orgullo cuando la llamé por su nombre. Seguro que se lo camelaba con la misma cara de cordero degollado con la que la encontré en el piso. ¡Putas! Pero, ¡qué carajo! Esta noche habrá una menos paseando su roja lujuria entre las gentes decentes.

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10/06/2013, 23:18
Inanna Pilgrim
Sólo para el director

Polillas

Ktch. Plac.

El ruido que hace el mechero cuando lo enciendo y lo dejo en la mesilla es lo único que oigo. Observo las volutas de humo volar hacia el techo. La luz tenue de las farolas entra por la ventana.

Otra vez.

Una noche más mirando al techo.

Es lo de siempre. No es como lo cantan las canciones, pero es así. Hace un mes que se fue. Hoy he firmado los papeles del divorcio. El amor se había acabado hacía mucho, pero supongo que es la costumbre… Estoy de luto por la costumbre, por un estilo de vida. Ahora que soy libre, que podría irme con cualquiera, volver a casa a la hora que me diera la gana… no me apetece.

Aborrezco esta cama de sábanas arrugadas. Estoy cansado. Me iría a un hotel si supiera que dormiría, pero las habitaciones de hotel son incluso más solitarias. Dicen que hay gente que se suicida en hoteles y que si hubiese estado en su casa no lo habría hecho. Te comen por dentro: lo poco que debe de quedarte, se lo zampan. Fiu, vacío.

Cojo la caja y me doy cuenta de que ya no quedan cigarros. Me levanto y me visto. Bajaré a la máquina de la esquina.

En la calle me pregunto qué hora será. Un rótulo de una farmacia me da la respuesta: 4:38. A las ocho entro a trabajar, pero no tengo ni pizca de sueño. Me fijo en una cafetería cercana, está abierta. Las 24 horas.

Su luz mortecina ilumina la calle.

Entro y suena una campanita.

-¿Qué quiere, jefe? –pregunta un camarero desganado. Es mayor, como de setenta años.

-¿Qué tenéis? –le digo, incapaz de contestarle lo que realmente me apetece. «Quiero dormir, eso es lo que quiero. Quiero volver poder a tumbarme en una cama, sin pensar, sin sentir, sin nada… y dormir», pienso.

-Pff… lo de siempre. Café. Cerveza. Sándwich vegetal. Pastel de manzana. Pastel de ciruelas…

-Está agrio –dice uno de los clientes de la barra.

-¿Disculpe?

-Digo que el pastel de ciruelas está agrio. No lo pida. De hecho, olvídese de cualquier cosa de origen vegetal.

-¡Cállate, Joe! Siempre metiéndote donde no te llaman… -refunfuña el camarero.- ¿Y bien, qué será?

-Póngame un café. Y… mmm… ¿tiene patatas fritas de bolsa?

-Siéntese. Ahora se lo traigo.

Agarro el periódico. Es de la semana pasada. Releo las noticias antiguas.

Pronto me canso. Levanto la mirada y observo al resto de gente.

Tenemos al camarero, un viejo amargado. Seguro que es el propietario de la cafetería y no puede permitirse pagar a nadie para que esté por las noches.

Luego está el tal Joe, un tipo de unos cuarenta años. Lleva gorra y camisa de franela. Parece el clásico camionero de paso. De esos que tienen unos cuantos bares de siempre en su ruta habitual.

Hay un chaval joven en una de las mesas junto a la ventana. Tiene un fajo de papeles, libros y libretas desparramados por la mesa. Mueve la pierna sin parar y garabatea algo. Parece que esté estudiando. Noche pre-examen.

El camarero se dirige hacia mi mesa. Hace una breve parada junto al joven y le rellena la taza.

El café huele a café. Pero el sabor es un eco del café. Es como si el agua hubiese querido ser café en otra vida y me hubiesen servido los residuos recalentados. Puaj.

A mi espalda hay una rubia. Vestido rojo y pintalabios más rojo. Está escribiendo en una agenda. ¿Tal vez un diario?

Nadie sonríe. Nadie tiene motivos para hacerlo. Nadie tiene un lugar en el que preferiría estar.

Esta cafetería es como una de esas trampas que se ponen en verano para atraer a los bichos. Somos como polillas, acercándonos a la única fuente de luz que hay en las cercanías, para evitar la soledad. Pero ella es fiel.

Me como las patatas y leo los ingredientes que llevan. Luego las calorías. Hago cálculos mentales. Me río por dentro de la advertencia que hay en un lateral. Han impreso una pirámide alimentaria, en la que las patatas están en lo alto del todo, significando que deben comerse en pocas ocasiones. Parece como si se hicieran propaganda contraria a su consumo.

Miro por la ventana. No hay nadie por la calle. Algún coche ocasional. Las luces de los edificios están todas apagadas. Hay una farola cuya bombilla está echando chispazos. Pronto se apagará.

Me levanto y compro un paquete de tabaco en la máquina de la cafetería. Es barato, del malo.

Miro la hora. Son las 5:29. Pago y me voy a casa.

Primero, ducha. Luego, cama.

Me incorporo rápidamente cuando oigo el despertador. Al salir de la ducha me he debido de quedar dormido. Son las 7:30. He dormido hora y media aproximadamente. Me visto y cojo las llaves del coche.

Entro y cierro de un portazo.

SLAM.

Suena como cuando algo se rompe y luego, silencio. Los ruidos amortecidos del exterior se callan, como si alguien los hubiera amordazado. No hay nada nuevo. La vida sigue; la de los demás, al menos. Yo soy como un robot.

Iré a trabajar, pasaré por el súper, me haré la cena, veré un rato la tele, luego me iré a la cama y no dormiré. Después encenderé un cigarro tras otro y volveré a bajar a la cafetería. Como cada noche.

¿Vida? Ya no tengo de eso.

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12/06/2013, 18:17
Aranía Serigala
Sólo para el director

LA DICHA QUE ME FUE NEGADA

Tan sólo la calle me acompaña en mi deambular. Solo como aquella vez, pero antes era feliz. Te miraba y te contemplaba de lejos, mi querida Helena. Siempre de lejos pues nunca me había acercado a ti. Paso por nuestro bar favorito, nuestro lugar. Casi vacío en la mitad de la noche, se encuentra Ricardo atendiendo el bar. Siempre. ¿Lo recuerdas? Claro que lo haces. El mundo era nuestro pero fuiste sorda a mi confesión, a mis palabras, a mis ruegos y sólo el amargo sentir del rechazo me quedó.

Podía verte a través de la ventana con ese hombre, ese hombre que te alejó de mí. Él nunca te dará lo que yo pude haberte dado. Sólo es un charlatán.

¿Recuerdas cómo nos conocimos? Fue en ese mismo bar mientras ambos tratábamos de ahogar un desamor en el alcohol. Temía que el licor fuera la inspiración de tu hermosura pero no fue así, el licor sólo te hacía confusa. Tu esplendor era magnífico. Todo en ti era perfecto: Tus curvas con una perfecta armonía, tu cabello con un brillo de color rojo que robaba mi aliento. Tus labios carmesí como tu vestido y tu piel tersa como la más fina seda, tu voz un canto de sirenas y tus ojos un mar de fantasías.

Inundada en tristeza te encontré y te di cobijo con el calor de mi ser mas nunca como un amante sino como un amigo. Tal vez ese fue mi error, tal vez no supe darte las señales, tal vez no supe entregarte mi amor. Sé que no habrá nadie que te ame como yo te amo porque nadie haría lo que yo haré por ti. Es mi única certeza.

Mis pasos van, uno tras otro, buscando su rumbo, su destino, pues han ido tanto tiempo tras de ti que han olvidado cómo caminar por su cuenta. ¿O tal vez sea el licor lo que me impide caminar hacia otro lugar? He permanecido tanto tiempo ebrio que ya no sé la diferencia, siento que me he perdido al perderte.

Te he perdido por causa de mi hermano. Mi hermano es quien te besa, mi hermano está siempre contigo. Ese hermano que con todas las mujeres jugaba, a todas traicionaba y todas me las robaba. Como un parásito que se alimenta de mi felicidad pues cada que yo veía una mujer, él debía robármela. Al principio pensaba que era mala suerte, hasta ese día donde todo cambió. Mi hermano confesó, me confesó que lo hacía para demostrar que era mejor hombre que yo y todo por nuestro primer amor. Ella me escogió a mí y él, en venganza, hizo que mi vida fuera amarga a partir de ahí. Mi propio hermano me desea infeliz, desgraciado, miserable y solitario. Mas eso se acaba hoy.

Sé que con lo que haré te perderé para siempre, Helena. Pero ya no me importa pues sé que nunca serás mía. Mis pasos siguen y comienzan a vislumbrar su destino: Nuestro lugar apartado de la gente, el mirador de la montaña. Siempre veníamos allí buscando paz. ¿Lo recuerdas? Siempre buscábamos escondernos de nuestras familias, de nuestros problemas, de nuestras vidas. Era aquel lugar el que nos cobijaba en su regazo lleno de paz cuando nuestros corazones agonizaban. Yo te llevé la primera vez y la expresión de alegría en tu rostro me llenó de dicha y consuelo. Era verte como una niña pequeña con los ojos abiertos por la maravilla de un nuevo descubrimiento. En esos días fui feliz.

Pero el día en que sería mi confesión, en que me abriría a ti esperando que me recibieras, él te raptó. Te llenó la cabeza de basura sobre mí y puso su historia como si fuera la mía en tu cabeza. Nunca me había sentido morir como ese día. El día que tu mirada se giraba hacia mí con odio, con desprecio. Como si todo lo que habíamos vivido fuera no más que un espejismo en las arenas del tiempo. Tuve que marcharme y él permaneció como el héroe que creíste que era. Ya no sonreía, no había razón. Pero a partir de hoy no importará.

Avanzo con decisión hacia ustedes, hacia ti. Parecen sorprendidos de mi presencia. ¿Y cómo no estarlo? Me dieron por muerto, me arrojaron al abismo del olvido, pero el odio me ha mantenido en pie para este momento, el momento en que todo se consumará. Miro tu rostro, hermoso como siempre, majestuoso y las lágrimas brotan de mis ojos. Te digo - Lo siento mucho - e ignorando tus súplicas y tus gritos, saco la pistola de mi bolsillo. La misma pistola que mi padre siempre guardaba en su gabinete. Tú sabías de ella porque yo te había contado de lo hermosa que era. Lástima que tuvieras que verla justo antes de esto. Apunto la pistola hacia mi hermano, quien ruega y pide clemencia con intensidad, pero tanto tiempo de acumular odio, hizo sordos mis oídos y mi corazón.

Un disparo. Un solo disparo. Justo en la frente logré apuntarle y con la mirada vacía hacia el horizonte, él cayó hacia atrás. Llorabas y llorabas mas tus palabras no entendía. Lo había pensado todo el camino hasta aquí y te lo dije - Te he liberado de la mayor mentira. De él era la historia que te contó sobre mí. Me odiaba tanto que me arrebató la felicidad, pero ahora tú tienes la opción de ser feliz pues ni él ni yo te lastimaremos nunca más -.

Veo tu rostro confundido y estupefacto. Alzo la pistola nuevamente y la meto en mi boca. Halo el gatillo y mi último recuerdo es tu rostro, cubierto de sangre, alumbrado por la luz pura de la luna. Ahora, nos habíamos ido. Ya nunca podrás ser mía, pero mi consuelo es que él tampoco te tendrá para sí.

Notas de juego

Listo :D

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13/06/2013, 00:13
Sólo para el director

Mahler y el capital

 

El Nighthawks, en la “West 49th St”, frente al edificio de la ya hundida Lehman Brothers, seguía siendo un local de referencia para las gentes noctámbulas con aspiración de clase alta, desde su apertura a principios de los 70. Un local oscuro y acogedor, presidido por una réplica exacta del célebre lienzo de Hopper.

Hopper retrató como nadie lo hizo la realidad de un pasado que no fue. Porque el pasado es, sí, desde el presente. Desde el carácter que imprime, el poso añejo, la cicatriz. Que pregunten ahora a ese imperio glotón y ludópata qué se hizo del hampa, qué se hizo de los negros y su bebop, qué de los comanches, o de Pancho Villa. Cómo iban a responder que deben su mitología a italianos y negros, a indios y prófugos. Ellos no saben. Ellos no quieren saber.

Aun sin la épica del humo y los sombreros, reinaba la ignominia en el lugar: un don nadie planeaba forrarse en la bolsa, otro hablaba de cómo eran las cosas en Harvard, otro se moría por soltar bombas atómicas en Irán. Junto a la barra, un dúo ejemplar, digamos Kevin y Steve, discutía en tono estupendo y falsamente erudito sobre sus gustos. A Kevin le gustaba tal grupo de música y a Steve tal otro.

Accidentalmente otro, claro, porque todos ellos son uno, con su lírica banal, su armonía trivial como porción mínima de Werckmeister o Bach, y poco más: pose, imagen, publicidad, rebeldía envasada. Y ritmos repetitivos, como repetitiva es la cultura popular ya malograda en fundamentalismo mediático. Un bombo, una caja, un tiroteo, unas tetas de goma. Todo es lo mismo.

Kevin, más bien alto y rondando ya la treintena, opinaba que todo era opinable y toda opinión respetable, embutido en su traje ajustado –para algo pagaba el gimnasio y el pádel–. Sabía que, de haber nacido medio siglo antes, conduciría un tractor y llevaría una de esas gorras que regalan con el fertilizante, y se sentía agradecido por poder vestirse y actuar como si ya no fuese esa persona. Steve no se había emancipado de la obesidad, y no parecía tener problemas en combinar su disfraz de comercial con una de esas gorras por las que medio siglo antes no habría tenido que pagar un disparate.

La algarabía necia no se inmutó cuando se abrió la puerta.

–Buenas noches, don Recaredo.
–Hola –respondió una voz baritonal, bajo unas cejas incisivas que se alzaban inquisidoras, ya arqueadas de por sí con no sé qué suerte de maldad oriental, mientras dejaba su bolsa de piel junto a la barra y tomaba asiento.

Jasón, el dueño del establecimiento, sabía que a don Recaredo no le interesaba la charla vacua. Había entre ellos cierto código de camaradería tácita, marcado por los silencios y la virilidad. Aunque esto beneficiaba más a don Recaredo –burgalés de pura cepa– que al bueno de Jasón, un negro de Santiago de Cuba que se había hecho a sí mismo en la capital del capitalismo, valiendo la redundancia, a base de "yes, sir" y "thank you, sir". A base de soportar la infamia gringa.

A don Recaredo le gustaba hacer como que no sabía esa lengua que antaño fuera inglés. Y así se las arreglaba para abrirse paso por aquel valle de lágrimas hablando tan poco como maldecía. No habría mentido quien dijera que en su caso la procesión iba por dentro.

Seguramente por eso le gustaba tanto ir a este local todavía libre de televisión, radio e hilo musical, después de tantos años. Había pocos sonidos que fueran agradables a los oídos de nuestro héroe, tan curtidos en aquello de vivir y oír innumerables cosas que terminaron por ser siempre la misma. Como aquellas conversaciones que lo circundaban y en las que en más de una ocasión habían intentado involucrarlo sin éxito. Su actitud fría, su barba canosa y cuadrada de corte romano y su frente despejada y altiva –no con ausencia de cabellos sino con presencia de sí– eran un buen escudo contra los dardos envenenados de la estupidez.

Apuró su copa de coñac, solemne, y se levantó de su asiento.
–Oye, tú eres cubano, ¿no es cierto?
–Sí, señor, de Santiago.
–Claro –dijo en voz baja, con la mente en otro lugar–. Acompáñame un momento.

Actuando casi como escudero, lo acompañó sin titubear, quizá predestinado a una gran hazaña, y juntos desaparecieron tras la puerta, en el bullicio de la noche neoyorquina.

Dentro, ya eufórico, Kevin dejó de prestar atención a su compinche y reparó en la bolsa de piel que don Recaredo se había dejado, indagando, indiscreto, la etiqueta dorada que tenía:

–Jaja, Vivar, ¡like Ben Hur movie!

Apenas hubo dicho esto cuando la apoteosis de la detonación, triunfal como una marabunta de hoplitas, lo invadió todo, y redujo a la nada el relativismo, la estupidez, y toda la manzana de rascacielos, mientras don Recaredo, en su mente, escuchaba la sublimación final de la 2ª de Mahler.

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13/06/2013, 14:09
Paladin Taza
Sólo para el director

Noctámbulos


   La ciudad entera a mis pies y nadie para compartirla.


   Sustancia y propósito divorciados.


   Era una de esas noches de abril en las que puedes oír tus propios pasos sobre las baldosas. Una de esas noches en las que cuando la gente duerme plácidamente en sus camas, los noctámbulos despiertan como borrachos de soledad. Porque no quieren renunciar a la vida y se aferran a ella hasta el final del día. Se les puede ver en las últimas butacas de las salas de cine, con la cara en sombra, bajando la calle muy despacio en el coche, apurando un triste vaso.


   Por lo que a mí respecta, aquel catorce de abril vagaba sin rumbo bajo la luz de las farolas. Mis pulmones se llenaban con cada suspiro de aire fresco y el silencio estaba preñado de sonidos. Tintineos, crujidos, chirridos, pisadas apresuradas, ladridos. Todo parecía posible, un destello de plata en una esquina, la voluntad o la vida, un último estertor junto a una bolsa de papel.


   Pero dentro de aquella cafetería el tiempo se había detenido. Lo noté en cuanto traspasé el umbral y me llegó aquel olor a cruasán recién tostado que después nunca olvidaría. Ese condenado olor cambió mi vida.


— ¿Qué desea caballero?


— Un café cargado. Tan cargado como pueda estar.


   Me miró aquel tipo del sombrero azul. Se giró hacia la mujer, vestido rojo y carmín rojo resaltando la blancura de su piel. Se sonrieron con disimulo, pagaron la cuenta y salieron, dejándome a solas con aquel camarero. Llevaba uno de esos ridículos gorros blancos medio encasquetado sobre la calva. Recuerdo que su nuca brillaba como una bola de billar recién bruñida.


— ¿Quiere un cruasán?


— No, gracias.


— Eso es porque no ha probado uno de estos. —Cogió uno de los cruasanes que reposaban tras un inmaculado cristal, todos perfectamente alineados. —Tome, invita la casa.


   Supongo que le di las gracias. Pero dejé el cruasán en el plato, sin intención de probarlo. Al cabo de un rato estaba leyendo el periódico tranquilamente. No me interesaban las memeces de siempre, ya sabe, política o edificios inaugurados; por aquel entonces aún me gustaba la sección de deportes.


— Ya veo.


— El caso es que ese tipo se me quedó mirando mientras leía. Se apoyó sobre la barra y se puso a mirarme, sin más.


— ¿Y eso le molestó?


— ¡Claro joder! Me miraba con sus ojos azules como si fuera un maldito libro de recetas.


   Le pregunté si quería algo. Él me contestó que sí, que claro que sí. Me dijo muy claramente:


— ¿Qué estás haciendo?


— Leer cómo ese maldito Murdock se carga el equipo otra vez.


— No me refiero a eso, ¿qué estás haciendo aquí? —Frotaba un vaso de cristal con un trapo impecable, girando la muñeca una y otra vez, pero tenía sus ojos clavados en los míos.


No me apetecía entablar una de esas conversaciones profundas con camareros, así que saqué unas monedas y las dejé con una palmada en la barra. Tenía la mano en la puerta, pero su voz me retuvo.


— Ya no volverá, Jack.


—  ¿Cómo ha dicho? —Volví adentro, más con la intención de averiguar por qué aquel desconocido sabía mi nombre. Y a punto de perder los papeles.


— Ella está con otro hombre y a nadie le importa tu desesperación.


   Me abalancé sobre la barra y le cogí del pecho.


— ¡Vete a la mierda! ¿Quién te crees que eres?


   No me enorgullezco de ello, pero le zarandeé. Quizás estaba asustado porque supiera aquello, enfurecido porque se metiera en mi vida. Me molestaba el modo que tenía de leerme con sus ojos azules. Me sentía desnudo.


—No importa quién sea, Jack. Lo importante es que estoy aquí para ayudarte, para que averigües la gran pregunta.


— ¿Qué gran pregunta? ¿Esto es algún tipo de concurso, eh gilipollas? —Le solté del pecho y me senté de nuevo en la butaca. Mientras me aflojaba el nudo de la corbata, aquel tipo me pilló desprevenido, cogió el cruasán del plato y me lo metió en la boca antes de que pudiera protestar.


— ¡Prúebalo!


   Me quedé estupefacto, con medio cruasán sobresaliéndome de la boca y las migas cayendo al suelo.


— ¡Cómetelo!


   Y lo hice. Era el cruasán más delicioso que había probado jamás. Perfecto en todos sus matices. Consistente, redondo. Completo.


¿Se puede creer que al día siguiente en aquel bar había una librería?


— No.


— Me lo imaginaba.


— ¿Así que se fue sin más, después de que le metiera un cruasán en la boca como si fuera el relleno de un pavo de Navidad?


— Sí.


— Ya veo. ¿Y cuál era esa gran pregunta?


— No estoy seguro, pensaba que usted me ayudaría a resolverla.


— ¿Por qué demonios le metió un cruasán en la boca?


— No lo sé.


— Bueno, volviendo a la entrevista, ¿por qué decidió embarcarse en “Sustancia y Propósito”, para muchos, la primera novela que disecciona el alma del hombre posmoderno?


— Se lo acabo de contar.

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27/06/2013, 01:35
Paladin Taza

NOVENO desafío de escritura: "El barco"

Plazo de escritura: verano de 2013

Plazo de comentarios: dos semanas a partir del fin del desafío.

DESAFÍO:

En esta ocasión, el desafío consiste en escribir un relato que transcurra en un barco o en sus proximidades. No tiene por qué flotar, puede ser un barco actual o pretérito, puede tratarse de un barco fantasma o de un barco pirata, lo que queráis. Además, en la historia debe ocurrir o haber ocurrido una desaparición, ya sea de un objeto o una persona, o incluso de algún otro elemento que se os ocurra. Puede ser que haya desaparecido un collar de perlas, el capitán, o que los tripulantes hayan perdido la capacidad de hablar. Tenéis libertad para crear la historia que queráis siempre que:

1. Contéis una historia con su inicio, su nudo y su desenlance.

2. La historia tenga lugar en un barco o en sus proximidades.

3. Se haya producido una desaparición, sea del tipo que sea.

EXTENSIÓN:

El relato puede tener un máximo de 900 palabras (aproximadamente dos folios de Word).

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27/06/2013, 11:19
Sólo para el director

Mar en calma, Mar muerto.
El sol brillaba inclemente sobre la bahía. A primera hora de la mañana los jóvenes trabajadores bajaban con gesto cansado de sus casas en la colina hasta los astilleros y puertos para ganarse el jornal. Los ebrios marineros anadeaban como podían apoyados unos contra otros, en pequeños grupos o en bancos cual boquerones en dirección a sus navíos y bajeles.
Por las zonas del astillero un joven chiquillo corría desenfrenado. Pelo rubio al viento, mejillas sonrojadas faltas de aliento, pantalones cortos holgados, fina camisa remendada, pies desnudos y sucios.
-¡Baco! ¿Dónde estás Baco?- Gritaba con su joven voz resonando en el astillero. Los marinos sonreían al verlo pasar.
-¡Astinos! ¿Qué buscas tan de mañana con ese desenfreno, muchacho? ¡Los dioses aún no se han despertado, y no creo que tus gritos les alegren el despertar! –Rugió la voz de Lucretius, Princeps  de la Gloria Amphitrites, la nave mercante más famosa de todo el Mare Nostrum. Especias y oro, cobre y joyas, bestias y esclavos decoraban las bodegas del precioso bajo cuya sombra se encontraban recostados la tripulación.
El precioso Corvita empequeñecía a sus tripulantes como a niños. Ahí estaban Memmnius, con su ojo vago y su falta de dientes;  Vitruvius, con esa cicatriz en el hombro, regalo del marido gálata de su amante; también estaban Quintos y Fulvio, los hermanos de Germania, sonriendo con esos dientes tan blancos y esos ojos tan azules, estaban Claudius, Pinarius…
-¡El Princeps te a echo una pregunta chico! ¡Yo de ti contestaría!- Dijo con guasa Quintos al ver el embotamiento del joven.
-Yo… Esto… ¡Baco!
-¡Salve!- Gritaron entre risas los pájaros marinos alzando sus odres de vino… Que rápidamente bajaron bajo la atenta mirada del capitán.
-Tienes poco tiempo para encontrarlo. Si te quedas en tierra, zarparemos sin ti.
-S-Si Princeps.- Dijo el muchacho firme como la estaca de amarre.
-¿Y a qué esperas zagal?- El prínceps sonrió al ver correr al muchacho. Era un buen talismán de la suerte se dijo. El jovencito que un día se encontraron durmiendo como polizón en un barril antes lleno de manzanas.
Como Princeps habría estado en su derecho si hubiera querido de tirarlo al agua en ese mismo barril. Pero algo refrenó su mano… Sería su edad, apenas 8 inviernos, o su asustada mirada, pero sea lo que fuere el joven se quedó a bordo y desde entonces ninguna borrasca, ningún mar picado se había interpuesto en su camino.
-Esperemos que encuentre al maldito Baco para zarpar de una vez…- Musito el capitán. Lentamente se volvió a los marinos con los brazos en las caderas.- ¿A qué esperáis cuervos marinos? ¡Vamos! ¡Todo el mundo a sus puestos!

El joven corría por los astilleros en busca de su amigo. Le perdió la pista en la oscura noche y no había querido aparecer. El joven se sentía solo sin su amigo y notaba como la gente le miraba raro sin su compañero.
Baco se había enrolado en el barco hacía ya un año y desde el primer momento, Astinos y Baco habían sido inseparables. Comían y dormían juntos, siempre iban juntos a todas partes… A pesar del color de Baco y de que fuera incapaz de pronunciar una sola palabra en latín, Astinos le apreciaba mucho. Su nombre venía de la afición al licor de uva que tanto parecía gustarle al nuevo grumete.
Desalentado y viendo que la mañana ya avanzaba el joven Astinos regresó al Gloria Amphitrites con los hombros bajos y la cabeza caída. Sin una palabra subió a bordo y en silencio realizó sus tareas, empezando por enjabonar y limpiar la cubierta del bajel.
En ello estaba, concentrado en su deber cuando algo le cayó al hombro. El muchacho desequilibrado pudo recomponerse lo justo como para no caer a tierra. Un familiar ruido le hizo sonreír mientras agarraba al mico por las axilas.
-¡Benditos dioses! ¡Baco! ¡Creía que te había perdido!- Grito feliz mientras abrazaba al pequeño simio de pelaje negro.
La tripulación reía de buen grado, hasta el Princeps se permitió una sonrisa. Luego presintiendo que el viento sería propicio alzó la voz y con gesto grave ordenó a la población.
-¡Volved al trabajo, sarnosas señoritas, si no queréis quedaros en tierra! ¡Arriad velas, recoged el amarre, retirad las calzas!
Pronto el Gloria Amphitrites surcaba el Mare Nostrum dejando atrás la civilización, rumbo a nuevos horizontes.

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03/07/2013, 23:05
Donbarbosa
Sólo para el director

Madame Duval

Por muchos años que pase embarcado, uno nunca puede olvidar el embriagador aroma de Port-Royal, esa penetrante mezcla de canela, guindilla, salitre y sudor de marinero. La noche del solsticio de verano, las estrechas callejuelas de la ciudad se encontraban iluminadas por unas sencillas lámparas de coco y engalanadas con lianas. En aquella noche festiva, la tripulación del Pèlerin se encontraba apurando el néctar del amor en los burdeles del puerto. Yo, por mi parte, sabía que la única manera de poder regresar a la vieja Bretaña y comprar la granja de mis sueños era pasar algunos años de pobreza franciscana.

Mientras ascendía por las empinadas cuestas adoquinadas del barrio colonial, desde el puerto se escuchaba el frenético tantán de los bongoes y los aullidos de un himno tan viejo como la  humanidad que crecía poco a poco en intensidad. A medida que en la arquitectura que me rodeaba la piedra iba cediendo paso al adobe, empecé a contemplar con espanto cómo sobre los alféizares de aquellas viviendas salvajes reposaban cada cierto tiempo unos muñecos de esparto que parecían formar parte de algún siniestro ritual.

Allí donde las últimas viviendas dejaban paso a la selva me encontré con ella. Madame Duval, pitonisa, rezaba el cartel sobre el destartalado carromato. No sabría decir cuál fue la razón que llevó a entrar en aquel habitáculo apenas iluminado por la tenue llama de dos lámparas de color verdoso, abigarrado de jaulas de gallinas, espantosas máscaras funerarias y una colección de tarros con polvos de todos los colores imaginables. El aire se encontraba viciado por una mezcla de olor a azufre y a guayaba madura y si no fuera porque aquello atentaba contra las más elementales leyes de la física, hubiera jurado que el interior era mucho más amplio que el exterior.

-¿Mesiú Laplace? Te ehtaba ehperando, mushasho.

Aquella negraza de trescientas libras con senos grandes como sandías me miraba sonriendo bajo un gigantesco chal encarnado.

-¿Quién es usted? ¿Y cómo es posible que sepa...? - pregunté con voz de corderillo asustado retrocediendo un par de pasos.

-Oh, vamoh, ¿qué importansia tiene eso, shico? Reláhate, que no te voy a moldel. ¿Tú quiereh un cafesito caliente?

Lo último que necesitaba para calmar mis excitados nervios era precisamente beber un café preperado por una bruja. Negué con la cabeza, pero ella, haciendo caso omiso de mi respuesta, ya había empezado a avivar los rescoldos que calentaban un rudimentario hornillo. Cuando el pote comenzó a hervir, me sentí reconfortado por el aroma hogareño de un café bien especiado que me trajo a la memoria los felices días de mi juventud en mi casa familar de Brest.

-¿Cuándo podré volver a mi tierra? -le pregunté tendiéndole la palma de la mano.

La negra rió estrepitosamente:

-¿Tú qué haseh, chico? El futuro no ehtá ehcrito en lah líneah de la mano. Esos son nomáh que embuhteh de ginatah.

La retiré avergonzado mientras que ella me miraba a los ojos.

-¿Tú quiereh sabel la veldá? -me espetó en un tono enigmático.

-Sí, por favor.

Entonces la adivina cerró los ojos y comenzó a masajearse las sienes mientras que pronunciaba la funesta profecía:

-Tu dehtino ehtá unido a ehtah ihlah. Nunca máh volveráh a ver tu tierra, pueh la muelte te agualda en tu prósimo viahe.

Palidecí escuchando sus palabras, pues mi instinto reconocía la verdad que había en ellas.

-¿Qué  puedo hacer para evitarlo? -pregunté desesperado.

-El presio para vensél a la muelte eh muy caro, mesiú Laplace. ¿Tú ehtáríah dihpuehto a pagal-lo?

Sin pensármelo dos veces arrojé sobre la mesa la bolsa que llevaba atada al cinto. Cuarenta luises de plata: los ahorros de diez años embarcado. La hechicera la miró con cara desaprobación:

-Guáldate tu plata, mushasho. El plesio del que te hablo eh otlo dihtinto.

Entonces ella dejó caer el chal que la cubría y comenzó a desatar las lazadas de su blusa dejando al descubierto aquellas aquellas portentosas ubres negras como el carbón. A continuación deslizó sus bragas, enormes como un foque, por debajo de su falda, y al punto me vi sumergido entre sus exuberantes carnes:

-Para vensél a la muelte empiesa por dalme colol ehta noche, shico.

***

El alto almirantazgo francés dio por naufragado al carguero Pelerin el 23 de julio de 1732 cerca de la costa nororiental de Puerto Rico, víctima de una fuerte tormenta tropical. Las únicas noticias que se volvieron a tener del malogrado velero fueron las relatadas por el capitán Théophile Morel, quien antes de morir en Guadalupe de unas fiebres tifoideas dejó relatado en su diario cómo, extraviada su fragata en el Caribe en medio de una neblina de extraño color verdoso, esta fue abordada por la noche por un carguero homónimo. El relato no escatima en detalles fantásticos y truculentos, como el de una tripulación de aspecto cadavérico y de fuerza sobrehumana que resistía impasible la carga de las bayonetas y que, antes de haber sido repelida hacia el mar, se había cobrado la vida de la mayor parte de la marinería, devorando los cerebros de las víctimas con un apetito voraz.

Obviamente, la historia no pudo haber sido más que el producto del delirio de una mente enferma, contagiada por las leyendas sobre piratería y vudú que aún hoy se siguen relatando en el Caribe a la luz de las hogueras.

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03/10/2013, 17:56
Paladin Taza

DÉCIMO desafío de escritura: "Una historia terrorífica"

Plazo de escritura: dos semanas, desde el 04/10/13 al 18/10/13.

Plazo de comentarios: dos semanas, desde el 19/10/13 al 02/11/13.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

DESAFÍO:

Todo el mundo sabe que lo sobrenatural no existe. Que los asesinos viven en el mundo del celuloide y que esas cosas sangrientas y espeluznantes les pasan a otros… Hasta que cae la noche, y las sombras comienzan a moverse por el rabillo del ojo. Entonces, las cosas que sabemos dejan de ser tan importantes. Un reflejo en la ventana. Las gotas que repiquetean en la bañera. Quizás simplemente un objeto cambiado de sitio. Esos detalles adquieren de pronto una consistencia inusitada. Nos alteran y nos recorren como un relámpago, nos hacen cosquillas en los brazos, sentimos su aliento en la nuca…

En esta ocasión, el desafío consiste en escribir un relato de terror que comience por alguna de estas oraciones:

-Me habían encerrado.

-La cordura pende de un fino hilo.

-No me atreví a abrir esa puerta.

-Se fue la luz.

Podéis cambiar el tiempo verbal y el sujeto de los verbos.

EXTENSIÓN:

El relato puede tener un máximo de 900 palabras (aproximadamente dos folios de Word).

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08/10/2013, 01:26
Paladin Taza
Sólo para el director

Se fue la luz. Apenas fue un momento, pero bastó para que mi corazón se acelerase con fuerza. A siete mil metros de profundidad cualquier imprevisto puede ser fatal.

 

Las hélices del batiscafo se detuvieron con un chasquido suave. Los servomotores pararon y por un momento el silencio fue absoluto. Sepulcral. Ante mí se abría el contorno agudo e inequívoco de una grieta, abierta como las fauces de un leviatán muerto siglos atrás. La más absoluta oscuridad era lo único que se podía intuir de la sima que aguardaba delante del pequeño submarino de exploración.

-Kurosawa uno, estoy en posición.

-Recibido, tienes luz verde. -La estática crepitó por un momento. Las comunicaciones dependían de un cable que unía la nave con el barco nodriza, a modo de un cordón umbilical de más de tres kilómetros de longitud. Una estación remota permanecía suspendida a cuatro kilómetros de profundidad y funcionaba como base de operaciones. -Ten cuidado con las corrientes ascendentes. Hemos detectado algunas perturbaciones sísmicas.

Las manos me sudaban, pero estaba helado de frío. La calefacción y el sistema de deshumificación funcionaban perfectamente, pero era difícil no ponerse nervioso en aquel lugar. Bajo la implacable presión de la columna de agua sobre el submarino; siete mil metros de profundidad. Sumido en una vasta y gélida oscuridad. En un dominio insondable y abismal. Había dejado la región batial para adentrarme en la hadal. Y bien podría estar a las puertas del mismísimo infierno porque hasta el momento nadie se había aventurado a comprobar si estaba ahí.

En esos momentos era ya el hombre que más abajo estaba a lo largo y ancho del planeta. Y estaba absolutamente solo, eso bien podía jurarlo.

 Continué con el descenso, con suavidad, tal como había aprendido a hacer durante miles de horas en el simulador y posteriormente en el centenar de misiones de exploración que había realizado. Prospecciones geológicas, rescate de tesoros, exploración de chimeneas submarinas, fallas oceánicas... Aquello era distinto. En esta ocasión se trataba de explorar la fosa de Mallström, una extraña formación geológica de profundidad insondable y poblada de perturbaciones magnéticas y anomalías eléctricas que impedían cualquier exploración en detalle. Hasta el momento. El batiscafo estaba preparado para soportar presiones de hasta novecientas cincuenta atmósferas y podía resistir perturbaciones electromagnéticas.

 

La nave descendió suavemente por las paredes de la grieta. Desde la burbuja donde pilotaba, los potentes haces iluminaban unas paredes prácticamente verticales y desprovistas de toda vida. Me esperaba media hora de descenso, así que me acomodé cuanto pude y activé la reproducción de la música que más me ayudaba en los momentos difíciles: Led Zeppelin.

No se estaba nada mal allá abajo...

-¿Verdad que no, hijo? -Mi padre fumaba una pipa justo a mi lado.

-¿Por qué te fuiste sin despedirte?

Me miró con tristeza, pero no me contestó. Giró la cabeza y pude ver el orificio de la bala que acabó con su vida.

Debía estar dormido. ¡Pero tenía que despertar y coger los mandos del batiscafo para…

Ahora era Bobby, mi pastor alemán muerto dos años atrás quien me miraba con la cabeza ladeada y quien me decía: -No pueden descubrirnos. ¿Nos guardarás el secreto, verdad?

Abrí los ojos. Estaba solo. Los haces iluminaban el final de la pared vertical. Me froté la cara con fuerza y me acabé el termo de café. -Kurosawa uno, estoy en el blanco. -El comunicador solo me devolvió el sonido de la estática. Las agujas del batímetro oscilaban frenéticamente y los marcadores digitales se movían arriba y abajo sin ningún sentido. -Kurosawa uno para Escitia, ¿me reciben?

Nada.

No habría comunicaciones con esas interferencias en la zona. Accioné los mandos de los servomotores para girar el batiscafo y echar un vistazo.

Nada.

Quizás estaban fritos. Aceleré las hélices.

Nada.

Mi estómago subió a mi garganta. Fui consciente con pasmosa rapidez de que estaba aislado en medio de aquella enorme fosa. Solo en esa oscuridad, en aquel gélido y eterno silencio. Rodeado de muerte. A varios kilómetros de profundidad del cielo azul y el aire fresco. Con las manos temblorosas presioné el botón de emergencia. Pero los tanques de lastre no se vaciaron.

 

Entonces, escuché un estampido contra el techo metálico del batiscafo, como si un gigante hubiera pegado un manotazo o un calamar gigante lo hubiera aferrado con un enorme tentáculo. Las luces temblaron, y el estampido se prolongó en golpeteos y un sonido de algo que se arrastraba pesadamente. Dos minutos después, el cable que unía el batiscafo con la superficie se desplomó delante de mí, levantando una nube de polvo del lecho submarino.

Estaba muerto. Jodidamente muerto. Sin comunicaciones y sin suministro de energía, solo era cuestión de tiempo que las baterías se agotasen y muriese allí abajo. ¿Moriría de frío? ¿O me quedaría sin oxígeno antes?

Alguien me puso la mano en el hombro. Era mi padre otra vez. Me sonreía con unos ojos inhumanos.-No podíamos dejar que nos descubrieran.

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08/10/2013, 11:28
Gavilan1973
Sólo para el director

EL ROSTRO DEL DEMONIO

            La cordura pende de un fino hilo. ¿Cuándo lo rompí?

          Primero realizo el triángulo con la sangre de mi dedo corazón. La fina línea es difícil de trazar, el dedo apenas sangra y debe tener continuidad o no será efectiva. La segunda línea es con vino. El cuadrado surge natural esta vez y mi dedo índice demuestra su firmeza al marcar el trazo sin desviarse. Luego el pentágono, con mi dedo meñique izquierdo sumergido en la orina. Tuerzo la nariz por el olor pero continúo sin más problemas trazando la figura, esta vez con menos maestría porque la mano izquierda me tiembla.

            ¿Lo estoy haciendo? Sí, creo que al final me he atrevido. Después de todo lo que ha pasado. Después de Alfonso y María. Termino de dibujar. Lo cierto es que el diseño en sí no es complicado. Ahora el espejo que representa el propio conocimiento. Me he sorprendido descubriendo lo que tenía dentro. Lo que soy capaz de hacer. Luego coloco en el centro los trozos de cerebro. Tuve que guardarlos en formol para que no se degradasen. Alfonso pensaba con estas pequeñas porciones de tejido que ahora coloco en el centro del dibujo. Representan la superación de una inteligencia superior, la capacidad de engañar y manipular a quien es mejor. A fin de cuentas todo fue idea suya.

            Miro hacia atrás, al cadáver mutilado de María y pongo los labios que tantas veces besé en la zona apropiada del dibujo. Representan la negación del amor. Matar lo que más amas. Era lo que ponía en el maldito libro y lo que hice. La amé más que a mi vida, pero todo puede ser rechazado, hasta el amor. Sobre todo el amor que te hace débil, el amor que te obliga a proteger a otros. Cuántos besos robé de esos labios que pertenecían a otro.

            Saco el cuchillo de carnicero. Esta no es una de mis operaciones. Nunca volveré a operar. Estaba casada con Alfonso pero el hijo era mío. Tengo que reconocer que me gustaba. Me gustaba que Alfonso fuese a cuidar de mi hijo. Sentía una satisfacción malsana. Ella me quería a mí y al dinero de Alfonso. Yo me quería a mí y quería joder a Alfonso. Era la relación ideal. Él ponía el dinero y los cuernos y yo embarazaba a su mujer mientras vestía la ropa interior de su noche de bodas. Con gesto experto abro el abultado abdomen. La placenta tiene que estar cerca, soy cirujano y conozco la zona. Abro el útero ya casi frío. Los tejidos apenas sangran. Saco el feto. No llora. Al menos no hasta que le doy un buen cachete. Es como una rata pequeña, se retuerce en mis manos, cubierto de sangre y líquido amniótico.

            Lo siento pero es hora de morir. Cumplo la receta. Matar un recién nacido. Lo hago rajando la carótida. La sangre mana a borbotones cayendo en el dibujo. Está hecho. Todo comienza a brillar. El demonio va a venir. El espejo se agranda. Ya no parece un espejo, es  ¿una puerta?

 

            Le veo acercarse. Sonríe. El demonio ha llegado. Tiene mi rostro. Soy yo.

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10/10/2013, 20:02
Dante
Sólo para el director

Chomp, chomp

Se fue la luz, cagon satan...

Esas fueron las ultimas palabras que pude jamas antes de que una porra me diera entre los ojos y me dejara fuera de combate.

Cuando desperté; para mi eterno asombro y consternación; me di cuenta de que estaba atado a una silla, con dolores fantasma en todo en todo el cuerpo que no era capaz de ver a traves de la capucha que me cubría el rostro; pero lo peor de todo era una curiosa sensación de vació a la altura de la cintura.

Lo que mas me sorprendió de toda la escena no fueron las cuerdas, ni la ausencia de dolor, ni la extraña sensación de vacío, sino la frialdad y la poca reacción que parecía causarme. Nunca he sido una de esas personas de temple de acero, sino que hasta llore con bambi de modo que mi frialdad era algo que me escamaba bastante.

Mi nariz detecto un olor peculiar a través de la capucha que me cubra toda la cara; lo bastante grande como para cubrirme entero pero hecha de alguna clase de material que me permitía respirar; no sin cierta dificultad.

Era un olor atrayente; podía notar el aroma característico de una fritura, el aceite abrasando suavemente el ingrediente hasta que estuviera en su punto y de nuevo me sorprendió que pese a toda la situación me entro el hambre.

Lloraría, berrearía, me cagaría encima de miedo de tener la ocasión pero parece que fuera lo que fuera lo que había pasado me había dejado emocionalmente como poco mas que un cacho de carne atado a una silla preguntándose de que estaba pasando aquí.

Forcejee un poco con las cuerdas que me ataban o algo así serian por que no tenían tacto de cuerda sino mas bien una consistencia plástica bastante poco confortable; la silla de asiento de paja con varias hebras sueltas llagandome el culo tampoco eran precisamente una gran ayuda; no menciones que me estaba ahogando dentro de la capucha y el remate de que a pesar de no sentir el dolor de mis heridas podía notar una sensación húmeda en varios puntos de mi cuerpo que me hizo pensar que me estaban desangrando como a un gorrino.

Una situación que me aterraba profundamente y sin embargo permanecía impertérrito en medio de todo este asunto, desangrándome y con el estomago rugiendo quedamente ante el olor que se filtraba del exterior de la capucha hasta mis fosas nasales, las cuales tampoco parecían estar en su mejor momento hinchadas por el golpe recibido previamente.

En general, tengo que admitir que estoy jodido a niveles que no puedo ni expresar...¿ y por que ostias no puedo sentir nada?, estoy frio, todo es inconsecuente, no hay reacción, no hay emoción.

No hay nada...

Siento humedad correr por varios sitios de mi cuerpo y solo puedo pensar que corresponde a sangre que me esta corriendo por las heridas, fuera de mi cuerpo y formando un grueso charco debajo de la silla de paja en la que me encuentro atado.

¿Es eso acaso?.

Mi cerebro se esta apagando poco a poco por la perdida de sangre y lo primero que se ha ido por el sumidero han sido mis emociones; de ser asi la verdad es que no he pensado mas claro en mi vida. Por primera vez desde hace mucho tiempo no estoy atado por cosas como la timidez, la envidia, el odio o la lujuria.

Esto tiene su lado practico la verdad...aunque las heridas y el vació este en el estomago son algo de lo que podía prescindir; lo que mas me llama la atención es el vació a la altura del estomago mas o menos y el hambre que tengo cuando me llega el olorcillo a carne siendo cocinada a través de esta capucha.

¿Que sera ese vació?.

Forcejeo un poco tratando de rascar la zona vacía con el respaldo de la silla, dado que mis manos están atadas y prácticamente solo puedo moverme a trompicones y saltitos algo que tampoco me entusiasme demasiado; aunque no las sienta; si me agito demasiado agravare mis heridas y me desangrare aun mas de lo que ya estoy.

Con algo de esfuerzo logro rascar la zona y de repente nada mas hacerlo una punzada de dolor como nada que he sentido antes me taladra el cerebro como un punzón dejándome el cerebro en blanco por el trauma durante unos largos y agónicos momentos en los que la realidad ha tenido a bien recordarme a las bravas lo que es el dolor con mayúsculas.

Noto líquidos correr por mi estomago como si fueran melaza y unas extrañas sensaciones de tirón en los bordes de mi estomago, entre vaharadas de dolor y gracias a mi estado tan poco usual puedo llegar a una conclusión mas o menos acertada de que es lo que ha pasado.

De verdad que me gustaría cargarme de miedo o desmayarme por el trauma o tener alguna clase de reacción mas allá de apretar los dientes y resoplar por la repentina llegada del dolor de nuevo en mi sistema.

La única reacción lógica en la que puedo pensar es que se me han saltado puntos recientes y que los líquidos que me corren por el estomago como la melaza son sangre, bilis y demás líquidos del interior del cuerpo en los que prefiero ni pensar. Lo cual me lleva a otra conclusión y es que me han sacado algo del interior del cuerpo y luego me han cosido de nuevo.

Y siguiendo esa linea de pensamiento relacionamos el olor de la carne frita con la pieza que me falta en el interior.

Estoy sorprendente mente tranquilo dadas las circunstancias...y ahora que lo pienso sorprendentemente débil, ah...vale claro, se me olvidaba con todo lo que ha pasado, me estoy muriendo por la perdida de sangre, el trauma y que me falta un órgano.

Empiezo a perder el sentido y la verdad es que me alegro con una clase de alegría de villano de película de tercera, de villano tonto que se hace daño a si mismo para hacer daño a los demás de que me este muriendo.

No falta razon cuando dicen que en general, la humanidad somos una panda de cabrones desalmados; anda mira; de repente he vuelto a sentir ira; ya que mi cerebro se apaga supongo que lo que sea que me haya jodido las emociones tampoco tendrá donde agarrarse y durante unos pocos segundos pueda morir de terror sin paliativos.

No es que lo espere con ansias.

Y siendo completamente sincero...me habría gustado probar ese plato, ¿ estaré rico?.

 

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12/10/2013, 16:00
lobosol
Sólo para el director

El aniversario

No me atreví a abrir esa puerta. Aquel pomo me llamaba, sin pronunciar palabra. El reluciente metal cobrizo me miraba, me tentaba a que lo rodara, a que ejerciera un poco de presión y empujara.

Más allá de esa puerta había una escalera con peldaños de madera que descendían hacia la oscuridad. Crujían con el peso de una persona, nunca le había prestado demasiada atención. Nunca hasta ahora.

La puerta estaba cerrada con llave, y dentro… Dentro no podía haber nadie. Sin embargo acababa de escuchar el crujido de la escalera de madera. Allá dentro no había ventanas, no habían otras puertas, sólo un oscuro sótano ¿Sólo? No. También albergaba un oscuro secreto.

Miré el calendario que estaba encima de la chimenea. Hacía de aquello… ¡Dios! ¿Cómo no me había dado cuenta? Hoy se cumplía un año ¡Hace un año la maté! Bueno, fue algo peor que eso… Yo… Hice algo horrendo, pero no soy malvado. Sólo fue un momento de enajenación ¡Sí, eso fue! Me hizo enloquecer, me martirizaba. No dejaba de hablar, de maltratarme, de humillarme… entonces lo hice.

Es curioso, el corazón se me aceleró, llevé las manos a mi cabeza, como cuando ella no paraba de hablar… ¡Me duele! Mis pies comienzan a caminar, mi mano se posa en el pomo. Luego de forma precipitada busco la llave en mi bolsillo y la introduzco. La llave gira y… CLACK. La puerta está abierta.

Respiro por la boca, tengo ansiedad. ¡No puede ser! ¡Está muerta! No puede ser… Mi mente necesita asegurarse, no tengo la conciencia tranquila. Giro el suave y frío metal y empujo la puerta. Una ligera brisa me roza. Eso tampoco puede ser, no puede haber corriente de aire.

Ante mí… la oscuridad. Le doy al interruptor, y la única bombilla que hay al fondo del sótano reluce con desgana. La amarillenta luz apenas da como para despejar las sombras. Mis pulsaciones poco a poco se van calmando, pero no la jaqueca. Mientras, intento convencerme a mi mismo: ha sido la imaginación y lo voy a demostrar.

Comienzo a descender los escalones de madera. Se quejan por el peso, pero reúno valor y no les hago demasiado caso. Llego abajo y mi mirada se dirige a la izquierda, a la pared del fondo. Esa pared de ladrillo no corresponde con las otras tres. Lo leí en un antiguo relato, no es necesario enterrar a nadie: unos ladrillos, un poco de cemento, el resto es pan comido.

La pared está en su sitio, todo en orden ¿Y cómo iba a estar sino? Sonreí, me acerqué hasta la pared y mi mano se posó en ella. No pude evitar dedicarle unos pensamientos: ¿Cómo estas? Hace tiempo que no me dices nada ¿Eh? Bien, bien… Hasta dentro de un año entonces.

Di media vuelta dispuesto a salir y volver a mis quehaceres. En mi mente ya comenzaba a olvidar todo con rapidez. Subí el primer escalón, subí el segundo, dos más y…

¡Crack! El cuarto escalón cedió de pronto. La madera se partió en dos, me desequilibré hacia atrás - ¡Noooo! – Caí como el tronco de un árbol, no pude hacer nada por amortiguar mi caída. Mi espalda crujió como el palo de una escoba al romperse. El dolor relampagueó con fuerza mis cervicales, y de inmediato dejé de sentir cualquier cosa de cuello para abajo – Noooo…

Me entró una tremenda angustia ¿¡Porqué no podía moverme!? ¿Me había quedado tetraplégico? Intenté levantarme… Fue inútil, como ordenar que una piedra levite en el aire – Noooo – Apenas podía mover un poco mi cabeza.

Desde esta posición algo me llamó la atención: vi un oscuro agujero en la base de la pared nueva. Algo se movía allí… ¡Ratas! Ratas que habían estado bien alimentadas, ratas que habían probado la carne humana. La escasa luz de la bombilla se apagó de pronto - ¡NOOOOOO!

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13/10/2013, 20:55
oideun
Sólo para el director

Enterré mi corazón

No me atreví a abrir esa puerta. Su madre me dijo que estaría en el baño, y sabía que a Alba le gustaba tomar largos baños en la bañera antigua, cubierta por la espuma de sus sales de baño favoritas de lavanda… Jugueteé con la idea de verla desnuda, pero la deseché pronto. No habíamos llegado aún tan lejos. Sé que es algo raro, yo con 17 y ella con 19 años y aún “nada”. Pero tampoco éramos muy normales los dos ¿no? Las chicas suelen buscar a chicos mayores que ellas. Y a los chicos a los que les gusta escribir poesía ya sabemos cómo les llaman. A mí me lo llamaban a diario. Ni porque conocieran a Alba dejaban de hacerlo. Si escribías poesía, eras marica y punto. En fin.

La verdad es que la poesía era mi vida. Mi segunda vida. Mi vida era Alba, mi Musa. Desde que la conocí los versos prácticamente venían a mi mente por sí mismos. Ya escribía antes, claro, pero ni la cantidad ni la calidad eran ni remotamente comparables. Hasta aquel día en el taller literario del instituto. Yo iba a segundo y ella a COU, por lo que no teníamos modo de habernos conocido antes. Dos años de diferencia son un mundo en secundaria: diferentes clases, diferentes círculos de amistades… Ambos adorábamos la poesía, así que en cuanto don Federico (“el Lorquita”, un profe nuevo) montó el taller ni nos lo pensamos.

Toc, toc, toc, llamé a la puerta del baño para que Alba saliera antes.

Alba tenía muchísimo talento. El Lorquita estaba como loco con ella y yo tengo que reconocer que, en comparación, lo mío no eran mas que garabatos incongruentes. Pero ella vio algo en mí. Talento latente, decía. Un diamante en bruto, decía. Y se propuso hacerlo aflorar en mí a como diera lugar. Y cuando Alba se ponía con algo, no había dios que la parase. Poca broma con ella.

Pasamos mucho tiempo fuera de clases y del taller, todo con tal de convertirme en un auténtico escritor de poemas. Para cuando el curso acabó ya estábamos juntos.

Alba entró en Matemáticas convencida por su padre. Ella habría preferido una carrera de letras, de literatura o de historia, pero su padre la convenció de lo contrario. Aceptó a regañadientes y lo lamentó. Ella lo llamaba la “senda en la que las letras no forman palabras”. Algunos días lo llevaba peor que otros, me recordaba a una planta que se va quedando seca. Me preocupaba. Yo le daba todo aquello que lograba escribir, todos los versos que invadían mi cabeza amenazando con hacérmela estallar como una olla a presión. Era como si toda la inspiración que Alba desaprovechaba me tocara a mí en reparto.

Toc, toc, toc. Alba no respondía. Que raro.

Esta misma mañana me salté la clase de literatura para ir a ver a Alba a su facultad. Había escrito un nuevo poema y, para mi gusto, era lo mejorcito que había hecho hasta el momento. Ella tenía que leerlo. Quería picarla para que volviera a escribir. Desde que entró en la facultad ya apenas lo hacía, y cuando lo hacía no parecía ella misma. Ella podía hacerlo mucho mejor.

Me dijo que lo leería a la vuelta a casa y que allí me contaría. Me pareció ausente, pero estando como estaba hasta las cejas con cosas de la facultad pensé que sería cansancio. Le di un rápido beso y volví al instituto, que no todos los profes eran tan comprensivos como el Lorquita. Después de clase iría a casa de Alba. Sus padres ya me trataban como a un hijo.

Me encontré a su madre en el portal del edificio y subimos juntos en el ascensor. Ya en la cocina, al ver que Alba no había tocado la comida que le dejó su madre en el túper, me dijo que estaría tomándose un baño. Últimamente llegaba demasiado cansada para comer y se daba un baño relajante para abrirse el apetito.

Toc, toc, toc.

La puerta se entreabrió con el último golpe, se ve que Alba no había echado el cierre. El aroma a sándalo y el vapor perfumado por las sales me envolvió de inmediato, empañando mis gafas. Sentí el rubor acudiendo a mis mejillas y extendiéndose hasta mis orejas mientras metía un poco la cabeza esperando escuchar algún improperio por parte de Alba por intentar espiarla en el baño. Extrañado por el silencio me limpié los cristales en la camiseta y me volví a colocar las gafas. Ojalá no lo hubiera hecho. Sólo me dio tiempo de ver el suelo antes de que éste se precipitara hacia mí.

Desperté no sé cuánto tiempo después, aún en el suelo, mi cabeza sobre el regazo de la desconsolada madre de Alba. No había sido un sueño. Maldita sea, no había sido un sueño.

¿Qué vi?

Vi una orquídea de marfil vestida de rubíes envuelta en una bruma de incienso y esencia de zafiro.

¿Qué vi?

Vi una perla envuelta en sedas carmesíes sobre una concha nacarada de aliento salobre.

¿Qué vi?

Vi el tema del que sería mi mejor poema. Vi el final de mi vida.

Mi último poema perdurará, letras doradas sobre mármol negro. Enterré mis versos junto con mi corazón.

Notas de juego

Espero haberlo posteado donde correspondía :P

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15/10/2013, 17:46
Senshi
Sólo para el director

Prisionera y Carcelero

La cordura pende de un fino hilo. O eso dicen. La mía parece que hace puenting, y bien segura estoy de que pronto se abrirá la cabeza contra el suelo. No soporto más estar en este sitio. ¿He dicho que me está volviendo loca? ¿Qué ha sido eso? … Creo que ya se ha ido. No me creo que esté haciendo esto. Me hablo a mi misma, bueno... ¿Me pienso? Desde que me cortaron la lengua ni hablar puedo. Malditos bastardos... ¿Por qué me hacen esto? Ya ni me acuerdo. No se ni siquiera cuanto tiempo llevo aquí. ¡No! ¡No estoy llorando! Es solo que... Quiero comer, pero comer de verdad. Lo último que me trajeron lo vomité. Quería tragarlo. No me importaba ni el aspecto, ni el hedor, ni el sabor. Solo quería llenarme el estómago con algo, pero no pude. Maldito cuerpo... Tuve que comerme un dedo. Me dolió, pero ya no lo noto. Esta un poco morado... Ya solo me quedan dos en la mano izquierda, los otros tres me los arrancaron con la ventanilla cuando intenté asomarme. Ese día los vi. Pensé que quien me hacía esto sería un monstruo, sería horrible, como las películas esas que te dan pesadilla. Pero son como yo, y eso me enloquece más todavía. ¿Por qué me hacen esto? Yo no he hecho nada. Ssht. Calla, calla. Ya vuelven. Oigo sus pasos. ¡No, parad! ¡No hagáis eso! Lo odio... lo odio.... Arañan el metal. Sé que estoy en una celda de metal por eso, por el infernal ruido que hacen. Me rechinan los dientes, aunque ya casi todos se me han caído o partido de tanto apretarlos. También se que se me cae el pelo y hace mucho que no estiro las piernas... El espacio no me da. Los primeros días... ¿Cuándo fue eso? Ya da igual. Los primeros días no podía ni respirar. Tenía como claustrofobia. Casi muero. Ojalá lo hubiera hecho. Pero no me dejan, no me dejan morir... ¡Van a abrir la ventanilla! Os vais a enterar hijos de puta. … ¡Ja! Me ha encantado su grito. Me he llevado un arañazo pero también un cacho de dedo. No sé que quería hacer pero se ha llevado una buena sorpresa. ¿La vuelven a abrir? No, espera, no... ¡Eso no! ¡Aléjalo de mí! ¡NOOOOOOOO!

…...

La cordura pende de un fino hilo. Y créeme que en este curro esa frase tiene más sentido que en ningún lado. No se quién la inventó, pero seguro que cuando lo dijo pensaba en algo como ésto. Dios, como me duele la mano. También es jodida mala suerte. Llevo apenas tres días asignado aquí y ya he perdido un cacho de dedo, y solo por querer verla. Dicen que era una maldita asesina, una maníaca de esas que matan a sus hijos o algo peor. Tampoco se muy bien los detalles, yo solo vigilo. Bueno, me han encomendado algunas tareas más. Tengo que arañar la pared de vez en cuando con la porra, para mantenerla cansada. Y también tengo que fijarme en que no se muera. No se muy bien por qué, creo que estaría mejor muerta. ¡Dios! Ha vuelto a gritar. Me da un mal rollo acojonante. Luego tengo que volver. Me han dicho que le de un espejo. Que eso es lo peor que puedo hacer y que es lo que la mantiene “tranquila”. La verdad, no se qué creerme. Se supone que esto es algún tipo de laboratorio, que aprovechan que está condenada de por vida para testear pero... esto parece una puta tortura. Lo peor son las guardias nocturnas. Oírla gritar, gemir, arañar las paredes... Buff. Decir que me pone los pelos de punta es poco. Mi novia piensa que me volveré tarumba, pero es que cobro un cojón. … Bueno, turno nocturno. Ya sé lo que me espera. ¿Qué ha sido eso? Voy a mirar. … ¡Hostia puta! ¡Mierda! No está. ¿Cómo coño se ha escapado? Mierda, mierda... he visto algo moverse. ¡Es ella! Joder, joder. No, espera, no... ¡Tú no! ¡Aléjate de mi! ¡NOOOOOOOO!

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15/10/2013, 20:25
EbaN
Sólo para el director

La cordura pende de un fino hilo cuando has presenciado el mal de la humanidad sin poder hacer nada para evitarlo. Así dicho puede parecer más drástico de lo que parece pero es un tema serio, muy serio, lo que os voy a contar ahora.

Todo empezó con un libro, uno de esos viejos y mohosos trastos que uno se encuentra en un lugar inesperado. En este caso fue en casa de los abuelos mientras ayudaba a mi madre a sacar los trastos viejos que no quería. La vieja casa de los abuelos no era un lugar misterioso ni grandilocuente sino una simple vivienda de pueblo con paredes enormes y muchas goteras. El paso del tiempo había dañado al lugar y al mover trastos un trozo de madera de la escalera que sube a la troje (una especie de buhardilla) se soltó. Mi sorpresa fue muy grande al descubrir un hueco y dentro de él había un viejo libro cubierto con un trapo.

Mi primera intención fue avisar a mi madre pero me pudo la curiosidad. ¿Que era aquello que estaba ahí oculto? Subí hasta situarme junto a una ventana para inspeccionar mi descubrimiento. Por fortuna el paso del tiempo no lo había dañado demasiado y se conservaba en buen estado. La cubierta exterior era de cuero basto, seguramente habría sido un añadido posterior reciclando esa parte de otro libro pues no encajaba bien y estaba suelta. El libro interior era un diario pero no ponía el nombre del dueño, pero si la fecha, año 1759. Me encontraba ante algo inaúdito, un diario de un posible antepasado pero quería ojearlo... ese fue mi error. Debería haberlo lanzado al fuego inmediatamente pero la sorpresa fue mayor que la repulsión y no pude dejar de mirarlo mientras pasaba las páginas.
Definitivamente no era el diario de un antepasado que hablara sobre su vida. No, era algo mucho peor, era el grimorio de alguien que podría haber formado parte de la familia. Y lo que había allí escrito, pese a estar en un lenguaje castellano antiguo era bastante fácil de entender. Había mucho poder ahí, por eso estuvo escondido, pero mi curiosidad me llevaba a pasar las páginas mientras leía los enunciados de los distintos conjuros, todos orientados al trato de los animales de granja, al cuidado de los terrenos, sacrificios para contentar a los dioses de la tierra, etc... aunque al principio pensé que sería una broma fue a medida que lo ojeaba que me di cuenta que eso era muy real.

Mi madre me llamo y escondí el libro entre mis pertenencias pero no llegué a tocarlo más hasta esa noche. La curiosidad era fuerte, ardía en deseos de volver a abrir el libro y eso hice. Sabía que debería haber algo así, solo había que buscarlo, y al final lo encontré, un hechizo de amor. El ser humano puede llegar a ser rastrero y cruel, ahora lo sé, pero en ese momento solo buscaba... mi placer personal. ¿Que hombre no ha soñado con ser un adonis del que se enamoran las mujeres? Me llevo tiempo prepararlo, y encontrar los ingredientes, pero unos días después lo hice. En el hechizo no venían instrucciones así que no sabía si había salido bien o estaba haciendo el tonto. Como no parecía pasar nada raro decidí salir a la calle a investigar, me cruce con algunas mujeres pero no me hicieron caso así que pare a una chica para pedirle un cigarillo y me asegure de tocarla y mirarnos a los ojos. Ella se sorprendió y se quedo en silencio, yo mantuve la mirada y le dirigí un piropo bastante inocente sobre su belleza, con la esperanza de que no huyera. Ella se río, se quedo quieta y me miro de arriba a abajo mientras yo temblaba levemente. Se produjo un silencio, al principio algo breve pero se hizo más largo y nadie dijo nada, y cuando ella se excuso con un "buenas noches" ocurrió. No era lo que yo esperaba, debí confundirme durante el conjuro, pero caí presa del amor y enloquecí por ella. Empecé a hablar sin controlar lo que decía y ella se puso nerviosa pero yo no me retiré. Esa noche la seguí a su casa y un hombre vino a pedirme que me alejará pero no podía hacerlo. ¡Me había enamorado yo de ella!

Pasaron los días, mi locura crecía por no estar con ella y finalmente ella comprendió el poder que tenía sobre mi. Yo era su muñeco, su juguete, y podía hacer conmigo lo que quisiera. Me convertí en su perro, su esclavo, dispuesto a hacer por ella lo que hiciera falta. Y así fue como ella conoció el libro de hechizos, como se apodero de mi y me hizo hacer cosas horribles sin que pudiera hacer nada para evitarlo.
Me arrepiento de las cosas que hice en esa época pero no podía luchar contra el poder del amor, no hay forma de hacerlo, porque el amor es ciego.

Solo ahora, en mi vejez, y una vez que ella abandono este mundo antes que yo, he podido liberarme del hechizo y poder volver a ser yo mismo. Lastima que ahora sea tarde, muy tarde, para haber aprovechado el potencial de ese poderoso libro de conjuros.