Partida Rol por web

31 de agosto. El día en el que las vacaciones de verano terminaban para todos vosotros. El día en el que muchas de vuestras vidas iban a dar un giro de 180°. El día en el que todos los alumnos de la Academia de Magia y Santuario de lo Extraño Midnight Rose viajaban hacia su querida escuela.

Los autobuses vinieron temprano por la mañana, a recoger a cada alumno a la puerta de su casa, para luego desaparecer atravesando un portal mágico. Los jóvenes estudiantes se despedían de sus familias hasta las primeras vacaciones del año escolar, cogían sus voluminosos equipajes y se embarcaban en la aventura que era formar parte de una de las mejores instituciones mágicas del mundo.

El viaje a través de los portales era rápido y seguro, razón por la cual la directora de Midnight Rose, Morgana la Grande, los empleaba siempre como medio para traer a sus queridos estudiantes. Apenas sí eran las diez de la mañana cuando los primeros autobuses comenzaron a llegar a los inmensos jardines de la academia. Poco a poco, los alumnos fueron bajando y cogiendo sus equipajes.

Cerca de la entrada se encontraban seis profesores detrás de lo que parecían una especie de pequeños puestos de feria, sentado y con una lista de alumnos cada uno. En cada puesto había un cartel con un número, del 1 al 6. No hacía falta ser un genio para discernir que se trataba de los tutores de los cursos, los cuales estaban anotando los nombres de los recién llegados jóvenes en las listas que tenían. Además, alumno que se acercaba a decir su nombre, alumno cuyo equipaje desaparecía con un “puf” y que recibía una llave, seguramente la de su habitación.

La alarma de mi móvil suena y de mala gana me levanto de la cama y lo apago. Las vacaciones de verano cada vez se hacen más cortas aunque por otra parte las ganas que tengo de volver a la escuela y aprender más magia me despejan rápidamente.

Me doy una ducha y me aseguro de que el equipaje y todos los materiales que voy a necesitar este curso están preparados y los bajo todos a la puerta de la entrada arrastrándolos por el pasillo y las escaleras montando un buen escándalo. Mi madre baja las escaleras para ver qué es el ruido y tras echarme una buena bronca por despertarla con más de una hora de antelación se pone a hacer el desayuno. Lo devoro rápidamente aunque sabré que echaré de menos la comida de mi madre y me pongo a leer el libro de botánica de 3º, mi nuevo curso, para pasar el rato hasta que escucho el autobús en la entrada de mi casa.

Mi padre baja las escaleras y me ayuda a llevar todas las maletas a mano, a pesar de que mi madre se ofrece a llevarlas con magia. Les doy un abrazo a los dos y sigo leyendo hasta llegar a la academia. Cada año siempre me llevo la misma impresión, aunque ya conozco la academia es impactante ver sus altos muros, el enorme campus y la cantidad inmensa de alumnos que se agrupan en la parte exterior. Me estiro brevemente y siguiendo el patrón de anteriores años me dirijo primero hacia la recepción para inscribirme y recoger la llave de mi habitación y preguntar por mi nueva compañera: Yuki. Me suena el nombre de haber estudiado con ella en anteriores cursos aunque no me he relacionado mucho con ella así que espero que nos llevemos bien este año.

Ya que aun queda un rato para la presentación me muevo por el área buscando a mi nueva compañera Yuki ya que quiero conocerla un poco mejor y poder ser amigas este año. Cuando la encuentro me presento formalmente enseñando la llave de mi mano:

- Eres Yuki verdad? Hemos compartido clase estos dos años. Yo soy Alice y creo que vamos a compartir habitación. Espero que nos podamos conocer mejor y llevarnos bien! - le digo con una sonrisa y voz alegre.

Una mañana como cualquiera, Madre y Padre, ya me habían hablado de aquel lugar. No era que lo odiara, pero, ya me había acostumbrado a mi educación alternativa, en aquel lugar de mala muerte. No era que fuese mala, sólo que, ellos temían por mi seguridad, además, decían que no era bueno estudiar en un lugar, donde, tal vez podías morir, si alguien se levantaba de malas.

Suspiré, y me levanté de mi cama. La noche anterior, había sido mi última clase en aquel lugar, ciertamente, extrañaría a todo y todos. Empaqué todo, hasta aquel traje que Madre y Padre odiaban que usara, según ellos, ofendía los códigos visuales, morales y estéticos, de las personas. Volví a suspirar, un poco más molesta ahora. Cerré mi valija, y bajé a desayunar. -¿Hay carne de vaca hoy?- Y le di un beso a Padre en su mejilla, mientras, picaba algo que Madre nos había dejado en la cocina. Padre asintió, y, con una sonrisa, depositó un enorme bistec en mi plato. Sé lo que están pensando, pero, si no como una ración grande de carne en las mañanas, mi cuerpo no funciona como debe.

Terminé mi carne, y volví a subir a mi habitación, lavé mis dientes, y peiné mi cabello. Mi atuendo, era bastante peculiar, pues usaba una especie de uniforme, con un sobretodo militar, regalo de mi Padre. Además, llevaba una vincha blanca, que camuflaba los cuernos en mi cabeza. Madre insistió por esto, y yo, no me negué.

Les di un abrazo a los dos, y así, emprendí camino hacia aquel lugar. Ellos lloraron, mientras que yo, sólo los abrazaba con fuerza. Recordé el día que me encontraron, y por algún extraño motivo, me sentí triste.

Si bien era nueva en aquel lugar, arrancaría en 5º año. Al llegar, recibí varios papeles, entre ellos, uno con mi habitación y el nombre de otra muchacha: Gaea Blacksmith. "Suena a una especie de herrera" Y así, comencé a explorar, con mis ojos,  los alrededores de la entrada. Haciendo caso omiso a los Profesores, doy varios pasos, mientras continúo observando todo.

Pasaron meses desde que veo a otras personas, pero no eran como yo, no eran elfos. Ellos me dijeron que me habían aceptado en una academia de magia. No creí que hubieran venido a ayudarme...

Me ayudaron a volver a mi aldea, pues me vendaron los ojos para que "ellos" no supieran adonde ir y me dejaron solo para que no lastimara a nadie. Al llegar todo estaba mejor que cuando me fui, ya no había sangre en las casas y las personas se veían mas felices, pero se les borró la sonrisa de su cara al verme llegar. Me dejaron un momento con mis padres, y los abracé como no los había abrazado hace meses, lloré de alegría, pasamos un rato que yo hubiera querido que durara siempre. Comí con ellos, salí a ver las hermosas estatuas de mi ciudad y volví para merendar.

Cuando el sol se movió (pasaron 5 horas) me dijeron que debería irme a la academia para poder controlar mi magia, ellos ya tenían mi equipaje hecho. Yo acepté y me teletransporté junto a los otros dos desconocidos. Allá el sol se movió mucho mas rápido y notaba como el calor era mucho mas abrazador que allá, pero lo que mas me intrigó fue ese color verde en las plantas, era increíble.

Las personas con las que me teletransporté me dijeron que tendría que caminar unos kilómetros para llegar, así me adaptaría al lugar y yo no les dije que no. Observé cada flor y cada cosa que se movía, incluyendo el sol, que increíble era el lugar pero algo resonó en mi cabeza... -Dejaras de leer, te cerraras a todo para que tu imaginación no vuele y tus amigos no tomen fuerza...- El sabio Asír me advirtió sobre mi imaginación, aunque el no supiera que magia usaba, tomaba los principios del hielo para enseñarme. Debo limitarme a lo que soy, debo dejar de intrigarme, al menos hasta que controle mi poder...

Llegué en unas horas a un lugar donde habían personas acercándose a algunas cosas, creo que les decían tiendas. quise ir sin que me vieran, no quiero que "ellos" conozcan mas personas. Me acerque al que me dijeron era mi maestro y le pedí la llave de mi habitación y mi curso pero vi que dormiría acompañado. -¿Aki goro será mi guardián, verdad?- Dije después de animarme a hablar con mi profesor.

Los padres de Aki, aunque fieles apoyos de su hijo, nunca habían sido muy efusivos sobre el plan emocional, y la despedida que tuvo de ellos se pasó sin un derrame de lágrimas y llantos de desconsuelo por ambas partes; de hecho, se limitó a un apretón de manos fuerte y afectuoso de su pardre y un abrazo no menos afectuoso, pero breve de su madre. Quería a sus padres y ellos lo querían a él, pero en su familia tenían su propio código de expresiones de amor.

Tras la despedida, ya puso paso en el portal y…

Lo demás pasó en un desfile de imágenes y suenos que apenas traspasaron el nivel de su consciencia, tan inmerso estaba en sus propios pensamientos. Por fin. Según lo que le habían predicho, aquí, en la Academia, iba a hallar respuestas a sus preguntas, y sus interrogaciones constantes sobre su condición… corporal, quizá.

También ignoró al grupo espeso de alumnos que llegaron juntos con él. Con un ademán rápido se acercó al tablón de anuncios, leyó el nombre de su profesor y captó también él de su futuro compañero de cuarto. Arathidas... Un nombre que no evocaba nada en él… de hecho, por no querer acabar desilusionado, no alimentaba ninguna ilusión que entre él y su compañero más cercano sobre el plan físico podría entablarse una amistad, una amistad de verdad – si existía de todo, lo que Aki no podía creer.

Al momento el profesor Beleem estaba hablando con un elfo y Aki, a quien tocaría después, esperó a poca distancia, para luego, cuando el elfo se alejó, aproximarse al profe. “Goro, Aki, señor. Mucho gusto conocerle.”

Los nervios estaban a flor de piel, tanto que si bien se había acostado algo tarde, la muchacha ya estaba despierta desde primera hora de la mañana, dos horas antes de que llegara el autobús a recogerla. Paseaba de lado a lado de la habitación, mirando en las maletas para no olvidarse de nada, seguía llevando el pijama, pero era normal en ella esperar hasta que bajara para vestirse. Finalmente y tras hacer la maleta principal tres veces más, tomó la toalla y la ropa, dirigiéndose así a la ducha, para ella era una nueva experiencia y quería dar una buena impresión, la mejor que pudiera.

Mientras el agua caía por su cabeza, comenzó a imaginar su vida allí “¿Habrá duchas grandes para mí?” Seguramente sí, pero no podía evitar preocuparse “¿Seré la más alta? ¿Habrá más centauros? ¿Me llevaré bien con mis compañeros? ¿Y mi compañera de cuarto?” De esas dos horas que tenía de margen se acabó pasando una y cuarto, saliendo por fin con uno de sus conjuntos favoritos, una blusa blanca de vuelo por abajo y unos pantalones color crema que llegaban hasta la mitad de sus patas, el pelo lo dejó suelto con una pequeña pinza decorada con una flor para sujetarse uno de los lados.

- ¡Astra! Baja a desayunar -La voz de su madre llegó hasta el piso de arriba- ¡Voy! -Pero no fue la única en acudir al llamado, desde dos lados distintos salieron sus dos hermanos varones, el mayor pasó por su lado acariciándole la cabeza con tanto entusiasmo que la despeinó, por el contrario, el pequeño se quedó a su lado, alzando los brazos- Vale, pero solo hasta la cocina -Consintiendo al menor, lo alzó sin mucho problema y comenzó a bajar tranquilamente, escuchando una puerta abrirse, seguramente la de su hermana, a la cual no llegó a ver pues bajó antes de que esta pasara por el hueco de la escalera.

Si bien la habían llamado a ella, su padre y hermano ya estaban comiendo, ambos preparados para irse a trabajar, normalmente lo hacían nada más salía el sol, pero esta era una ocasión especial- Vamos Denes -Dejando al chiquillo en su sitio, fue hasta donde estaba su madre, volviendo a preparar otra tanda de tortitas- Buenos días -Un saludo general mientras comenzaba a poner un par de platos y cubiertos más.

- ¿Nerviosa? -La profunda voz de su padre le recordó ese sentimiento, pero no lo dejaría ver, se giró para así tomar la cafetera y llevarla hasta donde estaba él- No mucho, sé que estaré bien y podré venir a veros en las vacaciones -Comenzaron una charla, desviándose del tema de la escuela, si bien ella lo ocultaba, sus padres conseguían calarla enseguida.

Diez minutos antes de que llegara la hora marcada, la chica paseaba por la parte delantera de la casa, algunos vecinos ya se habían acercado a despedirla, si bien salió con un par de maletas de mano, ahora había añadido otra con lo que le dejaban para el viaje. Por la puerta salió su hermano, cargando con la maleta principal sin ningún problema, seguido del padre, la madre y el pequeño que volvió a ir corriendo hasta su hermana- ¿Volverás? -Los ojos llorosos del joven comenzaron a contagiarla, dejándola a punto de llorar también, agachándose lo abrazó con cariño- Claro que sí, no te preocupes -Poco a poco todos parecían llegar al mismo punto, su hermano mayor en vez de volver a despeinarla la hizo incorporarse, abrazándola también- No dejes que te molesten, si lo hacen, dales una buena coz de mi parte -Las lágrimas comenzaban a brotar mientras se reían todos, el siguiente fue su padre el cual no la quitó mucho tiempo, besando su frente y acariciando la cabeza de la menor de sus hijas, dejando así paso a la madre que la abrazó con fuerza- Lo conseguirás, estoy segura -Susurró con ternura, apenas quedaban unos minutos cuando por fin apareció su hermana mayor, esta no parecía preocupada, tampoco era anormal, la madurez de esta era mayor a la de los otros cinco miembros juntos- Haz que mama se sienta orgullosa de tus progresos en la magia -Unas palabras dictadas en un tono serio pero con un gran sentimiento, acto seguido comenzó a recoger el pelo de la pelirroja en dos coletas altas, decorándolas al final con dos lazos de color blanco, los mismos lazos que había llevado sus primeros días en la universidad.

Sin poder decir nada, el autobús llegó, tan sólo atinó a darle un último beso a todos antes de entrar, teniendo que agachar ligeramente la cabeza, aquella experiencia era nueva, excitante y a la vez triste “No Astra, no es momento de llorar” Tras secarse las lágrimas comenzó a despedirse desde la ventanilla, consiguiendo ver en el último momento como su padre y hermano comenzaban a dirigirse al trabajo y el resto entraba a la casa.

El viaje fue asombroso, esa pena inicial se transformó en alegría, el nerviosismo aumentó a la par que sus ganas de llegar. Los primeros pasos frente a aquella academia fueron temblorosos, veía todo tipo de criaturas, no podía dejar la vista fija en un solo sitio, al menos hasta notar lo que parecían ser sus profesores, se acercó a ellos dando su nombre, lejos de asustarse ante la desaparición de sus maletas, comenzó a dar pequeños saltitos con las patas, parecía a punto de saltar pero apenas se separaban unos centímetros del suelo, parecía más bien una niña con sobredosis de azúcar- ¡Gracias! -Llave en mano y el nombre en mente de su compañera, se dispuso a hablar con alguien, quien fuera, por muy raro o extravagante que pudiera ser le sonreiría y saludaría.

Álex estaba muy contento, por fin había llegado el día en que pudiera aprender a controlar el poder que había obtenido y que desconocía de dónde le venía. Había oído hablar de esa academia donde cualquier tipo de ser o criatura era bienvenida. Aún así estaba nervioso porque no sabía lo que podría encontrarse en el camino.

Preparó una maleta con ropa cómoda, su teléfono móvil, su portatil, su tablet y algún que otro cuaderno y bolígrafos. No sabía que iba a poder usar o qué es lo que iba a necesitar, pero fuera como fuese, quería ir bien preparado.

Cuando salió a esperar al jardín de su casa escuchó un BLOFF, ahí acababa de materializarse un autobús cuya letrero principal indicaba la dirección exacta de su casa. Le sorprendió aquello, pues se imaginaba que tendría que dirigirse a algún lugar para tomarlo. Cuando se quiso dar cuenta, el vehículo había hecho de nuevo el mismo ruido y había desaparecido para ir a buscar a otro muchacho.

Sacó su teléfono móvil y se colocó en la parte trasera del auto. No quería tener que relacionarse con nadie, pues toda la gente que iba llegando parecía de una gran variedad de edades y ni siquiera sabía él lo que le estaba pasando como para entablar conversación con nadie.

Aún así, de vez en cuando echaba un ojo a los seres sobrenaturales que subían y no hacía más que comprobar si su cuerpo seguía siendo el de un humano normal y corriente.

Cuando pasaron algunas horas, el autobús paró y el conductor pidió que descendieran, ya habían llegado. Sacó su maleta y se dirigió hacia el profesor cuyo cartel indicaba que era el tutor del primer curso. Conforme se acercó a él, le dio su nombre y vio como su maleta desaparecía. Tomó la llave y miró el número de la habitación que le correspondía. No dijo nada más, ni tan siquiera comprobó quién sería su compañero. Realmente de momento no le interesaba. Lo primero era deshacer la maleta, darse una ducha y prepararse mentalmente para lo que se suponiese que tenía que pasar.

 La pequeña Kitsune lleva un tiempo ya en la Academia y al no tener lugar en donde vivir, se las apaña durante las vacaciones en la casa de aquel Mago amigo de su madre o en el mismo Colegio que suele brindarle cobijo cuando la situación se torna peligrosa en su Comunidad. 

Por esa razón tras un merecido alejamiento de aquel lugar que lo ha considerado su hogar, regresa inundada por las diversas emociones tan explosivas que suele llevar consigo. Es encontrarse con la magia, su mejor amigo y ese precioso bosque plagado de animalitos dispuestos a ser conocidos por la curiosa presencia de la joven. 

Así que tras un largo viaje en donde ha conversado filosóficamente con su mago favorito, desciende de aquel carro destartalado a través de un grácil salto y tras realizar una reverencia, se despide de aquella persona que suele cuidarla como si fuese un Padre realmente. 

Como es de esperar, la sonrisa se encuentra dibujada en su rostro mientras camina como si estuviera sobre nubes de algodón. Sigue siendo pequeña, eso sí que no ha cambiado y pese a su despiste constante cae en la cuenta de que una chica la busca cuando se pone de puntillas para ver si Hassan aparece por allí. Aquel amigo es alguien importante en su vida, no puede pasarle por alto el no verlo. 

- Ehm. ¡Hola! -  expresa alzando sus orejas animada. - Si, soy yo. Un placer Alice, es genial y me gustaría conocerte. Lo único es que soy... algo despistada y puede ser que pierda las cosas... Unos fantasmas me las roban y quizás tu puedas ayudarme a atraparlos. - susurra al final para que no la traten de rara. - Son unos seres muy traviesos... Adoran mis calcetines. 

No hace falta que la alarma me avise que me despierte, apenas y he pegado ojo en toda la noche, la emoción de esta nueva vida y las infinitas posibilidades mantuvieron mi mente ocupada toda la noche, apagó la alarma, me levantó de la cama y voy al baño a asearme. Me visto de manera casual y pongo especial atención a como me veo en el espejo, no quiero cometer ningún error.

Bajo a la cocina a desayunar mientras mis padres apenas se van despertando, se acercan a darme un abrazo y un beso sabiendo que no me verán en un tiempo, cuando término todavía falta una hora para que el bus llegue. Me siento en la sala sin quitar la mirada de la acera, cuando falta media hora me llevó mis maletas (revisadas mas de 4 veces) afuera, me siento en la acera mirando a mi alrededor alerta de cualquier señal de algún bus magico, cuando faltan 10 minutos mis padres salen junto con mi hermana para despedirse de mi.

Conversamos un rato mientras mis padres me dan consejos, sobre comportamiento, no sobre magia, nadie de mi familia posee o ha tenido indicios de magia.

-Recuerda hacer caso a lo que te digan tus maestros - me dice mi madre por enésima vez conociendo mi actitud.

Un portal se abre al extremo de la calle, de este sale un bus con algunos estudiantes adentro, para frente a mi casa y abre sus puertas. Miró a mis familia por última vez, estos me abrazan y se despiden.

Me apresuro a subirme al bus, como si todo esto fuera un error y el bus fuera dejarme aquí.

De camino al instituto veo seres humanoides extraños sentados repartidos por el bus, una sonrisa me recorre el rostro, nunca había visto algo igual antes.

Me colocó en uno de los asientos vacíos mirando a la ventana, un toque de preocupación llega a mi, mirando a todas estas personas, no encajó aqui, ni siquiera se si puedo usar magia, la última vez sólo fue un accidente, quizás debería devolverme. Suelto un suspiro y me tranquilizó. En una de las paradas no veo que se monte nadie, extrañado pienso que quizás sea un ser invisible o algo así, algo se mueve en mi visión periférica, un pequeño conejo intenta subirse al asiento a mi lado, es tan pequeño que no le había visto montarse al bus, me río ante el intento del Chiquitín de subir el asiento, lo agarró por la nuca y le ayudó a subirse, me da las gracias y dice llamarse Hachi Hachi, no puedo evitar reirme ante el nombre.

Cuando llegamos al instituto me quede sin palabras, nos bajamos del bus y allí nos esperaban varios profesores con sus cursos, me oriente rápido y preguntando logre inscribirme y conseguir la llave de mi habitación, hice un ademán con la mano de agarrar mis maletas, pero no había nada, confundido miró a ambos lados hasta que el profesor me explica que las maletas ya están en mi habitación.

Voy a mi habitación, me pierdo en varios pasillos pero como dice el dicho, preguntando se llega a Roma, o a tu cuarto de instituto en este caso.

Ya en mi cuarto lo examine de cabo a rabo para luego tirarme en mi cama mirando al techo, pense en quien sería mi compañero pues había otra cama en el cuarto y no creó que fuera mi cama de repuesto.

Hassan se había despertado esa mañana, principalmente debido a que aquel día regresaría a la academia de magia. Ya hacía un tiempo que había conseguido aquel lugar donde poder vivir durante las vacaciones cuando no estaba en la academia. Era una vieja posada, mantenida por dos ancianos que le habían tomado cierto cariño al chico y que le habían ofrecido la posibilidad de trabajar en su posada a cambio de un lugar donde dormir y comidas, además de una pequeña compensación. Para el joven mitad Djinn, aquello había sido como una oportunidad de oro caída del cielo, que no había dudado en aceptar. Con el tiempo, había llegado a ver a los ancianos con cariño, como si fueran los abuelos que nunca había tenido, y lo mismo se podría decir de estos, quienes veían al chico como un nieto o incluso un hijo, teniendo en cuenta que nunca habían podido tener hijos.

De cualquier forma, el día había llegado, y Hassan no se había demorado demasiado en prepararse para regresar a la academia. Por un lado, anhelaba volver a aprender más sobre la magia y alcanzar en el futuro un nivel de maestría tal que enorgulleciera a sus padres, donde sea que estuvieran. Tenía la esperanza de que algún día aparecieran frente a él, una vez mejorara su control sobre la magia y fuera alguien de renombre entre los magos. Estaba seguro que cuando alcanzara ese nivel de maestría, sus padres aparecerían sonriendo. Bueno, al menos esa era la ilusión que siempre tenía en la cabeza. En especial, teniendo en cuenta que siempre había alguien que velaba por él, dejando vestimentas o dinero en el caso de que lo necesitara mientras dormía.

Sin embargo, otra de las razones por la cual deseaba regresar, era para ver a Yuki. Era una kitsune adorable a la cual Hassan le había tomado cierto aprecio, al punto de considerarla una buena amiga, incluso una especie de hermana, aunque algunas veces también despertaran otra clase de sentimientos en el interior del chico que éste no sabía muy bien cómo expresar. No era que fuera alguien denso, sabía muy bien lo que sentía, o al menos tenía una idea, el problema era que tenía miedo de que aquello espantara a la kitsune y arruinara su buena relación con la misma. Sabía que era un poco despistada... bueno, tal vez bastante, pero debería de haber notado que algunas veces él era un poco... demasiado protector, que se preocupaba mucho por ella. ¿A quién engañaba? Probablemente no estaba ni enterada. Si quería que lo supiera, tenía que ser más directo, pero a la vez debía pelear contra ese miedo que sentía.

Mientras debatía sobre aquello que parecía enloquecer su mente y ponerle un tanto de mal humor, el joven se despidió de sus "abuelos", dándoles a cada uno un fuerte abrazo y un beso en la mejilla, contento por tener a personas tan amables que se preocupaban por él. Una vez que se despidió, se subió al autobús, algo a lo que ya estaba un tanto acostumbrado por lo que no le sorprendía mucho a esas alturas. El viaje, como siempre, había sido bastante rápido, algo normal teniendo en cuenta que se transportaban por medio de portales mágicos especiales para eso.

Una vez llegó, Hassan buscó con la mirada a Yuki, quien era su mayor prioridad, ya que usualmente requería de su ayuda, o al menos él pensaba que necesitaba su ayuda. Sentía que no podía dejarla sola la mayoría de las veces, aunque tampoco significaba que le molestara aquello. Simplemente creía que tenía que cuidarla y guiarla como lo había hecho en un principio. Cuando la encontró con la mirada, cerca del puesto del 5° curso, al cual asistirían ambos ese año, el chico se acercó, a pesar de que la kitsune estuviera conversando con otra chica, a la cual el joven desconocía, no porque no la hubiera visto antes, sino porque usualmente era así con la mayoría a menos que formaran parte de su pequeño círculo de amigos.

- Orejitas... Buenos días. -  Le dijo a la joven en un tono de voz apagado, serio, en el momento en el que se acercó por detrás de la misma, tocando con delicadeza las orejas de suave pelaje de Yuki. Le encantaba jugar con ella de esa manera, a pesar de que invadiera un poco su espacio personal, era su forma de demostrarle cierto nivel de cariño. Rara vez había tenido la oportunidad de hacerlo con otros de los huérfanos en aquel orfanato. La mayoría de las veces, se la había pasado compitiendo por tener algo para él mismo, muchas veces peleando con otros chicos. Por lo que una relación así de amistad era realmente de su agrado. Mientras tocaba las suaves orejas de la chica, le dedicó una mirada a Alice, preguntándose qué quería ella con Yuki.

Aunque hacía ya tiempo que no pasaba nada fuera de lo normal en el bosque no me hacía gracia tener que dejarlo para asistir a una academia de magos, llega de humanos y otro tipo de seres que no se preocupaban mucho por el medio ambiente. La mayoría de los problemas del bosque seguramente era culpa suya, ya fuese de forma directa o indirecta.

Me habían dicho que una especie de vehículo metálico tendría que pasar a buscarme, pero no había ninguna zona por la que pudiese llegar, a no ser que fuese volando y aterrizase en alguna montaña, por eso decidí avisar a la academia de que tomaría mi propio transporte y aprovecharía alguno de los portales de los vehículos cuando se abriesen.

La Madre de Lobos se ofreció voluntaria. Ya que ella iba a ser la encargada de defender el bosque cuando yo no estuviese no me parecía mal que fuese ella la que me acompañase hasta mi destino, además de que era muy veloz y podía usar los portales de los guardianes de los bosques que conectaban con los demás refugios de guardián. Haciendo uso de ellos podíamos viajar de un centro del bosque a otro y también era como se hacían las reuniones generales de los guardianes.

(Tamaño de la Madre de Lobos)

Después de preparar mi equipaje y vestirme con las ropas de viaje monte sobre la Madre de Lobos para iniciar mi viaje. Una vez atravesamos el portal no tardamos mucho en encontrar uno de esos vehículos, el gran olfato de la Madre de Lobos podía localizar esas grandes cantidades de magia sin mucho problema, y aprovechamos el viaje de uno de los autobuses para subir encima y pasar por el portal que dirigía a la escuela.

Al llegar cerca del recinto decidí decirle a mi compañera de viaje que no se acercase mucho al resto de alumnos. Las malas lenguas decían que los lobos eran unos animales peligrosos, y debido a su tamaño podría terminas asustando a alguien, así que era mejor mantener las distancias. -Te dejo nuestro hogar a tu cargo - dije mientras le daba unas caricias en la zona del cuello y veía como se marchaba. Luego me encaminé hacia donde estaban todos los demás alumnos.

-Casi todos son unos larguiruchos y sin ningún tipo de pelaje que les cubra el cuerpo... no se como han progresado tanto, supongo que el truco está en que se reproducen como conejos... - miré a mi alrededor y suspiré. Tenía que ir con el tutor de tercer curso, que para mi sorpresa y agrado se trataba de lo que ellos llamaban un semi-humano. Me puse cerca de el y me presenté, y tras unas breves explicaciones me separé para tomar un poco el aire - No estoy acostumbrado a hablar tanto, el idioma del bosque es más sencillo y no te hace mover tanto la boca- cogí la cantimplora que llevaba en la mochila y le di un pequeño trago. Justo después vi una criatura de la que había oído hablar mucho, pero nunca había tenido la opción de conocer en persona. 

Me acerqué a ella (por la parte de adelante, para que me viese, pues su tamaño era bastante más grande que el mío) para conocerla mejor. - Hacía mucho tiempo que quería conocer a alguien de tu especie, los centauros suelen ayudar cuando ocurren catástrofes en los bosques. Me llamo Hachi Hachi, peor puedes llamarme Hachi si lo prefieres. - me presenté. No estaba muy acostumbrado a presentarme ante nade, en el bosque simplemente compartíamos necesidades y nos beneficiábamos los unos de los otros.

Cuando los rayos del sol atravesaron la ventana para dar a la cama donde Aetheldryd se había estado quedando dormida en la última semana para que el autobús no pasara directamente en casa de sus padres... la luz indicó que la joven no estaba ahí a pesar de que sí estaban las sábanas revueltas. Desde antes de que amaneciera, ya se había levantado para ultimar sus maletas y desayunar muy temprano con sus abuelos una taza de café y huevos revueltos. Cuando ya faltaba poco para regresar a la Academia, Aetheldryd se iba con sus abuelos, Alair y Vitalia Northwest, para que el transporte escolar la recogiera ahí y no en otro sitio para evitar ciertas situaciones con sus padres; pero sí se despidió de ellos de manera afectuosa prometiendo estar en comunicación constante para que no se preocupasen.

Siempre, desde su primer año, la joven proponía una convivencia con sus abuelos para recibir consejos, guías y echar unas risas entrañables antes de irse; por lo que este 31 de agosto no fue diferente. Llegada la hora, Aetheldryd abrazó con cariño tímido a sus abuelos y se subió al camión con una sonrisa apacible indicando que estaba bien y que daría lo mejor de sí en su nuevo curso. Atravesar el portal siempre le provocaba un nudo en el estómago como cuando en un automóvil se desciende sobre una carretera y le agrada dicha sensación, pues le indicaba que todas esas experiencias no se habían vuelto costumbre y no quería que fuese así.

Pasados unos segundos deslumbró la Academia y sonrió de manera tranquila y con pequeña línea en su rostro. Pensaba en qué tipo de alumnos entrarían, pues la escuela recibía a cualquiera dispuesto a aprender de la magia y su curiosidad se vio satisfecha cuando miró por la ventana distintas criaturas que le provocaron un brillo fugaz en su rostro: Midnight Rose era su segundo hogar y para muchos igual. Con cautela bajó del autobús y buscó a quien sería el tutor del cuarto curso reconociendo a la profesora Deadeye con un cartel, así que se dispuso a acercarse para que las maletas fuesen dejadas en su nueva habitación. ¿Quién sería su nueva compañera? ¿Sería alguien de nuevo ingreso o ya la conocería de otros cursos? Esa pregunta la respondería después, ya que arribó con su tutora sonriendo finamente.

-Buenos días. Aetheldryd Northwest-de inmediato, el familiar sonido de sus valijas desvaneciéndose le hizo saber que ya no estaban a su lado y una llave con el número "298" indicó dónde pasaría el siguiente año-. Gracias, señorita Deadeye-y antes de retirarse, saludó a sus otros profesores que habían sido sus tutores en años anteriores con más afabilidad, pero a Falivene y Auriel de manera respetuosa. No quiso interrumpir mucho porque, como ella, otros alumnos llegaban al registro y optó por alejarse para acercarse al tablón de anuncios y ver quién sería su compañera de cuarto.

Renata Nigri... es nueva... Ya nos presentaremos luego.

Sabiendo su nombre, Aetheldryd comenzó a caminar para observar a los estudiantes con sus manos a la espalda y sus característicos guantes negros. A la lejanía ubicó a Yuki, Alice y Hassan, por lo que se limitó a saludarles con un movimiento de mano cuando se cruzaran miradas y así continuó caminando para observar más cosas. Elfos, una centauro, un guardián del bosque... le agradaba mucho que la Academia los recibiera y así expandir sus horizontes. Eso sí, cuando miró que un chico de primero de cabello morado* intentó agarrar unas maletas ya desvanecidas no pudo evitar sonreír recordando que, cuando ella entró a primero, le ocurrió algo similar.

Más relajada, la joven se recargó en una de las paredes exteriores y desde ahí contempló todo el panorama. Aunque no lo reflejaba por su exterior apacible, estaba muy emocionada por un nuevo año escolar.

Esa fue una despedida emotiva, Renata abrazaba a su tía y a sus padres antes de subir con un montón de mariposas en el estómago debido al viaje.

Desde la noche del 30, sentía que podía flotar de la emoción, a veces pasaban las horas muy rápido si deseaba estar mas tiempo con su familia y al contrario parecía detenerse el reloj si deseaba ver el colegio y a sus futuros amigos.

Bajando del autobús, con su maleta en mano y los panfletos del colegio que no paraba de releer, se sentía perdida ante tanta gente, más de la que había visto en toda su vida, más aún en un lugar que nunca había estado.

Cálmate, cálmate, todo saldrá bien.

¿¿¿Pero qué pasa si me rechazan??? Y si se me olvidó algo??? Tengo todo??? No se me olvida nada???

Leyendo por undécima vez la reglas, se extrañaba de algunas de ellas como la de beber alcohol, ya que esta era una escuela ¿Por qué habría alcohol aquí? Las muestras de afecto también la dislocaron un poco antes de ver a su alrededor.

Espera… ¿Ya se conocen varios?

Aunque veía a algunos chicos y chicas que parecían ser nuevos también, su contraparte de alumnos veteranos, empeoraba sus delirios imaginativos.

Los cuales se dispararon cuando vio a una chica centauro y un elfo.

Distraída, dejó que una ráfaga de viento arrancara la hoja de su mano donde venían los datos de su ingreso. Y aunque quiso usar magia para recuperarla, se detuvo nerviosa de estar violando alguna de las reglas de la academia.

Lo que estaba escrito lo sabía de memoria, en esos precisos momentos dudaba de su propia mente.

Con solo la información del tablón de anuncios disponible, quería presentarse, conocer a su futura compañera de cuarto, hasta que por azar alcanzó a escuchar.

-Buenos días. Aetheldryd Northwest-

¡Ese nombre! Apuró sus pies, cargando su maleta hasta la chica en cuestión.

-Disculpa, ¿Eres Aetheldryd? -Pronuncio lento tratando de evitar equivocarse, aunque con su imaginación, estaba segura de haber dicho mal algo. Soy Renata Nigri, creo… somos compañeras de cuarto. Por ciertosoynuevaymegustariamuchollevarmebiencontigo.

Cuando respiró de nuevo, esperaba cualquier reacción de la chica, parecía de su edad, pero no aseguraba nada habiendo visto una centauro, un elfo, una chica con orejas de zorro y una chic@ guardián del bosque.

Levanté la vista para observar la entrada al pueblo. Varias personas se habían congregado en las puertas, para verme partir, un efecto secundario de ser el hijo del capitán del ejército. Muchas veces oía a la gente preguntándose como sería yo cuando creciera, si sería tan diestro en la magia como mi padre. Era poco común que un hijo del clan Frostfang lo abandonara, pero yo sabía que era necesario para poder cumplir con mis metas. Necesitaba volverme más fuerte, y la Academia era la mejor oportunidad.

El grupo se separó de repente, movimiento que me distrajo de mis pensamientos. Allí estaban mis padres, con un aire triste mientras se acercaban para despedirse. Los Frostfang solemos ser poco efusivos, pero mis padres eran la gran excepción a esa regla. Me dieron un abrazo, me sacudieron el pelo, y luego, forzando una sonrisa, mi madre me dijo:

- Cuidate Kyrt. Espero que en la Academia encuentres tu camino. Te queremos mucho con tu padre, y estamos muy orgullosos de ti -

- Eres un gran guerrero, hijo - Añadió mi padre. - Se que triunfarás. Esperamos volver a verte pronto. -

- No se preocupen tanto. No soy un niño - Les contesté, con una sonrisa sarcástica. Se me daban muy mal las despedidas, ya que las consideraba innecesarias. - Por cierto, dejé mi espada. Las armas están prohibidas en la academia. -

- Nosotros te la cuidaremos. - Respondió mi padre. - De cualquier manera, si alguna vez realmente la necesitas, ella encontrará el camino a ti. -

No entendí a que se refería mi padre, así que simplemente les dediqué un saludo con la mano, y me volteé para subir al bus que justo llegaba. Parecía ir ya bastante lleno, seguramente sería yo uno de los últimos en subir. Volví una última vez la vista hacia mi pueblo, y esta vez, con una sonrisa genuina, pensé: "El camino a cumplir mi sueño, empieza hoy."

Llegamos a la Academia una hora más tarde, calculé, después de recoger al último alumno. Nos dejaron en un jardín enorme, muy bien cuidado. Y allí cerca se encontraban seis profesores, cada uno con un cartel que representaba el curso que les correspondía. Me encaminé hacia el que sostenía un cartel de "1°", para anunciar mi llegada. En cuanto anotó mi nombre, apareció una llave en mi mano, la que correspondía con mi cuarto, mientras mi equipaje desaparecía. Era muy eficiente el sistema, debía reconocer, y me interesaba mucho entender el funcionamiento. Sin embargo, me dije a mi mismo que ya tendría tiempo para indagar, por lo que opte por retirarme a un lado y esperar. Muchos estudiantes se apiñaban ya a nuestro alrededor, y divisé a varios hablando con el mismo profesor con quien me anoté. Ellos seguramente iban a ser mis compañeros. Me senté en el pasto y esperé, observando tranquilamente la escena. Ya habría tiempo de platicar más tarde...

Apenas había conseguido pegar ojo debido a los nervios que inundaban cada fibra de su ser. Antes de que pudiera darse cuenta, los primeros rayos del sol comenzaron a atravesar las cortinas de su cuarto, indicándole que apenas quedaban un par de horas para su marcha.

Se levantó de un salto de la cama para darse una buena ducha, vestirse con la ropa que le había preparado su abuela el día anterior y bajar a dar cuenta del contundente desayuno que habían preparado.

Seguía estando nerviosa, pero, al menos, gracias al pequeño entrenamiento que había tenido con su abuela apenas unos meses atrás había conseguido aprender lo básico de la magia y comenzar en el segundo curso, o al menos eso le habían dicho.

El autobús estaba al caer, por lo que fue a su cuarto a recoger su maleta y una gran mochila. Entre las dos cosas ya ocupaban más que la propia Sarah. Salió a la calle con una gran ilusión. Apenas un año atrás soñaba con que existiera la magia y ahora, ¡iba a ir a una escuela en la que le enseñarían a utilizarla!

Una vez en el autobús se sentó en cualquier asiento pegado a la ventana para no marearse mientras movía los pies con energía, ya que no le llegaban al suelo.

El viaje resultó más corto de lo que le habría gustado. Apenas le dio tiempo a imaginarse cómo sería la escuela cuando llegaron a los jardines de la misma. ¡Todo resultaba inmenso! Bajó de un salto y correteó hasta sus pertenencias, luchando por bajarlas del auto. Por suerte, antes de que la liara de cualquier forma, alguien que supuso que trabajaba allí le garantizó que sus cosas aparecerían en su cuarto. "¡Qué guay! Así no tengo que cargar con todo".

Miró a su alrededor entre sorprendida, asustada y emocionada. Ya no es que solo existiera la magia, ¡sino también un sinfín de seres fantásticos!

-Esto... Ho-hola. Yo soy Sarah- miraba casi siempre hacia arriba, ya que todos eran mucho más altos que ella. Se sentía como un enano en un mundo de gigantes.

La vista de la chica estaba puesta en aquello que llegara más o menos a su campo de visión, buscaba a alguien y al final la encontraron a ella. Durante unos segundos se extrañó pues no veía a nadie que la hablara, fue necesario bajar la mirada, bastante, para poder ver un ser que podía catalogarse como “lindo”, unas largas orejas, cabello blanco, ojos dorados y un pelaje que le cubría por completo, sin duda alguna había dado con algo que no podía dejar escapar. Los ojos de la chica se iluminaron “¡Qué bonito!” Pensó mientras comenzaba a ponerse algo nerviosa, la cola se movía y volvía a dar pequeños saltos con los cascos a menos de un par de centímetros- Hola -Agachó un poco el torso, sujetándose el pelo con una de las manos para que no tapara mucho su cara, si bien las coletas ayudaban, era demasiado largo como para que no ocurriera eso. Pudiendo verle mejor ahora, le dedicó una gran sonrisa llena de amabilidad, algo típico de ella, pero a su vez estaba alegre y aliviada de que no fuera la única con un físico claramente distinto al de un humanoide normal como podrían ser elfos o humanos. 

- Encantada Hachi, yo soy Astra Tsergas, pero puedes decirme simplemente Astra -Le tendió la mano, si bien era para formalizar el saludo, sus intenciones eran “oscuras”, aquel ser lleno de pelo parecía sumamente suave y le tentaba tomarlo en brazos y achucharlo, si bien se pudo contener para no hacerlo y tratarlo cual peluche, no dejaría pasar la oportunidad de por lo menos saber si era tan suave como parecía.

Me desperté entre bostezos y papeles de esquemas de armas y armaduras que había estado leyendo la noche anterior para intentar que me entrara  el sueño, con muy poco éxito. Me levanté de la cama, me duche, me vestí con mi traje mas cómodo y baje a desayunar con mis padres. La maleta descansaba al lado de la puerta desde hacia ya casi una semana, hecha en un arranque de euforia.

-Bueno, no voy a preguntarte si lo tienes todo listo, lo has revisado demasiadas veces-dijo mi padre  antes de soltar una risotada-. Y por favor, no te olvides de que la maleta te desaparecerá e irá a tu cuarto,.

-Si, no seas como tu padre, que casi lo expulsan  el primer día cuando atacó a un profesor pensando que se la había robado con todas sus herramientas-dijo mi madre con una sonrisa picara, a lo que mi padre respondió con quejas de que tendrían que avisar antes de hacer esas cosas.

Tras aquella escena salí de mi casa y escuché el sonido de la forja trabajando. Mi hermano estaría haciendo algún collar elegante y de poca utilidad real, como siempre. Se había graduado hacia 2 años y desde que volvió apenas hablabamos mas que lo necesario. Y mejor, no aguantaba a ese pijo prepotente.  Me subí al autobus segun llegó y me despedí de mis padres. Después me senté en el primer asiento libre que vi y me senté a esperar llegar.

Cuando llegué  me baje de un salto. Mi maleta roja sujeta en mi mano, y colgando de un lateral mis herramientas de herrería como martillos y pinzas, ademas de piedras de afilar y algunos líquidos para el mantenimiento de las herramientas. Me dirigí al hombre que llevaba el numero 1 y procedí a apuntarme.

-Gaea Blacksmith-le dije. En el momento en el que apunto mi nombre me dio una llave y mi maleta desapareció-. ¡Gracias!-dicho esto me dispuse a marcharme. Había algo que quería preguntar, pero sería mejor hacerlo en otro momento y me fui a mirar el nombre de mi compañera de habitación.

-Sam Brunh-susurré. Entonces me giré y miré a la gente de allí, como si pudiera adivinar los nombres con solo mirarlos.

Mientras nos presentamos casualmente otro chico que no conozco se aproxima y empieza a juguetear con sus orejas haciendo que me sienta un poco incómoda, no se si es su novio o algo parecido pero prefiero dejarles espacio para que estén a gusto.

- Me alegra haberte conocido, esta noche hablamos mas en el cuarto - me despido con una sonrisa y me alejo de ellos en busca de alguna cara conocida. Paseando sin rumbo me encuentro con una escena de lo más inusual, una centauro y una bolita de pelo están hablando casualmente así que sin poder resistirme me acerco con ojos brillantes y aguantándome las ganas de lanzarme sobre los dos, probablemente interrumpiendo alguna conversación aunque incapaz de controlarme.

- Hola! - digo más enérgicamente de lo que debería mientras doy unos pasos más hacia ellos - Soy Alice, Alice Reindhart de 3º. No os había visto por aquí nunca, sois nuevos? - espero una respuesta con una sonrisa.

El día de la presentación era un cúmulo de saludos, despedidas y gente nueva y conocida que paseaba por la escuela, había pasado el verano en la escuela a excepción de unos cortos aunque intensos días que el profesor Witchward me había permitido ir a mi ciudad natal a visitar a la poca familia que me quedaba. El resto de las vacaciones fueron dedicadas a mis dos hobbies, dibujar y leer libros de conjuros.

Cuando el día comenzó decidí ir primero a ver el tablón de anuncios, para saber con quien compartiría habitación este año, Hassan. Era un chico de 5º año, no es que hubiera hablado nunca con él pero siendo alguien ya en los cursos de especialización tendría mucho que enseñar y ofrecer. Así que mientras acompañaba a mi hermana para saber con quien le había tocado a ella decidimos ir a presentarnos a nuestros respectivos.

Saliendo del Edificio para presentarme encontré a mi compañero de habitación en actitud cariñosa con una chica por lo que decidí esperar para presentarme, había mucha gente nueva en la academia aunque ya era el tercer año que veía esta situación, siempre era interesante saber como se daría el año.

Acompañé a mi hermana para que conociera a sus compañeros de 2º año y me quedé paseando, yo ya tenía la llave de mi habitación pues había vivido allí todo el verano, no es que me disgustara tener que compartir habitación tras la soledad de estos meses pero había hecho un trabajo recogiendo los dibujos y despejando el espacio para que mi compañero se sintiera agusto, pensaba que la educación era una buena base para encajar.

-Como puedo acercarme- Pensaba mientras veía a la pareja haciendo arrumacos, Mientras paseaba ví a Alice, La había visto estos años, estaba en mi curso así que decidí acercarme para hacer tiempo.

Fuí con paso firme hacia donde se situaba Alice que hablaba con otra chica, -Hola!, Creo que estamos en el mismo curso, que tal las vacaciones chicas- mientras extendía la mano, las presentaciones me abrumaban un poco pero me dí unos segundos antes de la presentación para tranquilizarme.