Partida Rol por web

Suspiro al ver las flores, servirian para una emergencia, pero no son las que necesito. Voy a necesitar un maldito guardabosques o un cazador.

Entro de nuevo en el castillo sujetando un lado del vestido mientras que en la otra llevo el escualido ramillete. Mi mente rememora lo escuchado en la cocina, sobre los faisanes, cierto cazador y...tal vez si se lo pido por favor me ayude a encontrarlas, solo espero que no me pida nada extraño a cambio.

Pregunot al primer soldado con una sonrisa y mis mejores modales donde podria estar en este momento.

- El Ama de Llaves Mariana regresa al interior del Castillo de Balgrad y pasa al Patio del Castillo.

Hoy Iacobus parece de mejor humor...

Mi Señor, ¿recuerda el carruaje Kadar que llegó ayer? Pues su propietario sigue igual de... temperamental. Fui a cuidar de vuestra montura, y el ilustre familiar del duque y su séquito me auyentó. Debió creer que las miradas de los transilvanos tienen el poder de derretir los carros magiares.

No me atreví a preguntarle su nombre por no mostrar mi ignorancia... y por no añadir leña a su fuego, pero le complací en todo lo que pude. Sus únicos deseos fueron que me alejara de allí.

Oh, y le complacerá saber a mi Señor que el dignatario también me confirmó que está al tanto de la agenda de boda.

Iacobus escuchó, y luego simplemente asintió.

Otro idiota encerrado entre estos muros. Sólo nos faltaba eso

Mas luego, en fin, curvó los labios en una sonrisa seca.

- Lo que creen es que los oídos de los que se deben a un amo son armas que podrían matarles. Están demasiado acostumbrados a las cortes, es evidente. Deberías sentirte importante.

Señaló la armadura. Él ya vestía sus ropas normales, con las armas ceñidas al cinto como mandaba su rango, o su supervivencia.

- Asegúrate que esté reluciente para cuando vuelva, que no me tomará mucho. Ah, y hay algo que quiero encargarte.

Total, faltaría más. Iacobus mismo se encargaría de una parte. El resto, se lo podía delegar a Flaviu.

- Tengo la impresión que alguien está siguiendo mis pasos. Presta buena atención a los tuyos, y si percibes algo, me lo dices inmediatamente. Ahora bien, quiero que te informes de los movimientos de los sirvientes del castillo. Haciendo uso y gala de tus dotes de cortesano, que para eso las tienes - la advertencia estaba clara. La cautela era necesaria, y no se toleraría un paso en falso, porque para averiguarlo de otro modo... Iacobus, en sí, se bastaba solo - Dudo que sea eso, pero no está de más saber si hay alguno que de tanto en tanto no cumple con sus tareas normales.

Dejaré su armadura como recién salida de la forja, mi Señor.

¿Ahora está paranoico? No, siempre lo fue. Y estos días yo también desconfío de todo. Pero me encarga seguir a los sirvientes porque no quiere que le vuelva a poner en un apuro frente a la nobleza. Menos peligroso, donde va a parar.

Soy afortunado por servir a un amo que me advierte de los peligros que él percibe. Gracias, mi Señor, tendré cuidado. Y también tendré los ojos bien abiertos. Siempre que me vea ocioso y libre de mis tareas de escudero, estaré pendiente de la servidumbre.

No se atrevió a preguntar qué asuntos iba a atender el Caballero de los Cárpatos en este momento, para que en sus recelos Iacobus no dudase del propio Krevcheski.

Iacobus miró a su escudero con ojos insondables. ¿Pero qué le pasaba a ese imbécil? ¿Acaso todavía no había aprendido que, de toda la gente de la Corte, de todos los seres del mundo, justamente con él aquellos circunloquios propios de una lengua viperina no iban? Tiempo de sobra había tenido para darse cuenta y, joder, qué poco sentido común que tenía el puto mundo del castillo.

- En particular, si oyes un sonido de metal tras tus pasos, ven directo a verme.

Eso fue todo cuanto dijo, antes de hacer un gesto con la mano de despedida, y salir de la habitación.

La pregunta de qué estaba sucediendo allí no dejaba a Iakov indemne. Estaba seguro que se trataba de Durius, y que si era cierto lo que los Dravescu habían dicho, definitivamente había puesto a algo o a alguien tras sus pasos. La vida, y su encuentro con Radu, lo habían llevado a tener que admitir que las sombras tomaban demasiadas formas inesperadas, y no dudaba que esa pudiera ser una de ellas. Estaba lejos de su entendimiento descubrir cómo, cuándo y quién, pero eso no le impedía estar más atento que nunca, y empezar a desplegar algunas argucias para cubrir puntos ciegos.

Por lo pronto, las cuadras y la comitiva del Kadar eran una buena opción para empezar. Aunque la luz del sol contradecía muchas cosas que los Dravescu pudieran haber dicho.

Tras la marcha del Caballero de los Cárpatos, Flaviu asomó la cabeza al pasillo, temeroso de encontrarse con alguien. Cerro la puerta y se puso en frente de la armadura, mirándola.

Pasos metálicos... menuda pista. Como si el castillo no estuviese lleno de guardias y nobles con armadura. Y si la persona que nos ha de acechar es un hombre de armas, ¿qué pinto yo vigilando a sirvientas... cocineras... y mozos de cuadra? Brrr... qué ganas tengo de que me nombren caballero y dejar toda esta mmmm... En fin.

De momento lo que le esperaba a Flaviu eran dos horas de lustrar armadura. Mejor no demorar ese trabajo mucho más, o ni siquiera llegaría para el brindis del banquete.

- El Caballero de los Cárpatos abandona la habitación que comparte con su Escudero (sita en la planta de arriba de la Torre del Chambelán, la torre que está junto a las puertas del castillo en el ala oeste del mismo).

Se dirige al Patio del Castillo para, desde ahí, llegar a los establos.

- El Escudero Flaviu Krevcheski se queda solo en la habitación, puliendo la armadura del caballero.

Resuenan unos potentes cuernos de guerra desde la ciudad...

CERCANO EL MEDIODIA.

El Escudero Flaviu Krevcheski, ha dejado reluciente la armadura de su caballero. Desde el patio puede escuchar voces y ruidos fuera de lo normal, incluso para un día tan ajetreado como aquel. Puede asomarse a la ventana para curiosear o bajar al patio.

¿Uhm?

A estas alturas, los Basarab anunciados desde el pueblo ya deberían haber llegado al castillo. Le producía la misma inquietud que el carro visto en las cocheras, pues con el Duque fuera del país era buen momento para que la nobleza hiciese desmanes violentos lejos de la mirada de su amo.

Flaviu se puso en pie y se sacudió la ropa. Quería asomarse primero al balcón para evaluar lo que estaba ocurriendo.

Era probable que si se entretenía en bajar las escaleras del gran torreón, cuando llegase al patio se pueda haber perdido gran parte de lo sucedido. Además, el aire fresco del balcón le despejaría la cabeza después de haberse pasado tanto tiempo de trabajo. Por eso la ventana parecía la mejor opción.

Puedes ver claramente el patio del castillo. 

La situación parecía tensa por unos momentos, especialmente cuando, con sólo dos Basarab dentro (parecía que el Boyardo y su primer hijo) se ordenó cerrar las puertas. El resto de los hijos probablemente estaban esperando fuera. Se oían los ecos de la discusión dentro del patio, especialmente el vozarrón de la enorme mole que era Blaatu Basarab. 

Finalmente, cuando llegaron al patio la dama Basarab y los dos hijos, parece que el ambiente tenso se disipó. Blaatu y Niktu, el primer hijo, bajaron de los caballos a saludar a sus parientes. Se abrieron las puertas de nuevo, permitiendo la entrada de todos los hijos del boyardo. Todos llevaban pesadas armaduras, y armas en el cinto, pero el ambiente parecía ser distendido y alegre, como un reencuentro familiar. 

Flaviu se apartó del balcón.

Familia de alborotadores...-pensó, con desprecio.

De todas formas, ahora que había acabado con la armadura del Caballero de los Cárpatos, el Petimetre tenía un poco de tiempo libre para holgazanear un rato a lo largo y ancho del castillo. Eso encajaba bastante bien con las órdenes dadas: echarle un ojo a los sirvientes. Lo normal en un día como hoy sería que esos infelices estuviesen muy atareados con los preparativos de la boda, pero con un poco de suerte podría pillar a algún sirviente ocioso y fuera de lugar.

El primer lugar más adecuado para buscar eran las cocinas, y hacia allí salió.

- Flaviu Krevcheski sale de la habitación que comparte con su señor y baja las escaleras de la torre del Chambelán hasta la planta baja, saliendo al pasillo y de allí al Patio del Castillo (por donde es necesario pasar para acudir a las cocinas).

MEDIODIA DEL TREINTA DE ABRIL DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

- El Capitán Zarak se ha dirigido a su habitación en el piso superior de los barracones de los guardias del Castillo.

- El Caballero Zuyla Dravescu se dirige hacia allí. Los barracones están vacíos en estos momentos, por lo que sube las escaleras hacia el primer piso sin que ningún guardia ducal se lo impida.

Con paso firme y seguro me adentré en los barracones. Mis ojos observaron con precisión mi entorno para asegurarme de que estábamos sólos.

La repentina ausencia de Zarak había hecho que me saltaran todas las alarmas.

- Buenos días Capitán. Lamento la intromisión... - dije carraspeando cuando entré en los barracones. No quería sobresaltarlo. - Disculpadme pero... ¿os encontráis bien? No he podido dejar de percatarme de que os retirásteis del patio del castillo de forma apresurada. No parecíais estar bien físicamente. ¿Puedo ayudaros en algo? -

Observé con atención al Capitán intentando discernir si realmente estaba enfermo o si había sido todo una pantomima para salir del patio. De haber sido una excusa, la verdad es que Zarak lo había interpretado realmente bien.

- Debo advertiros que Farkas ha dejado libre paso a toda la comitiva Basarab. No parece que busquen problemas pero ahora mismo tenemos dentro del castillo casi más caballeros enemigos que guardias ducales... Personalmente no creo que haya sido una buena decisión estratégica... aunque sí diplomática. -

-Zuyla, gracias por vuestro interés, Ferenk se acercó a una cama, se quitó las armas, las botas y se quedó con la ropa de calle, levantó la manta y metió en la cama, debo descansar, en un par de horas estaré mejor. Ahora si me perdona, se tapó con la manta casi por completo, estoy seguro que los Basarab no van a hacer nada estúpido, no van a poner la vida de los pequeños en peligro. Aun así, manténgase  cerca de los pequeños, si alguien intenta algo, hágale entender que con un simple movimiento, un hombre fuerte como usted le puede romper el cuello en un instante... Se quitó la manta de golpe y miró fijamente a Zuyla, ¡olvide lo que he dicho!, ¿vale? Vuestro padre, debería intervenir y calmar cualquier situación tensa que se presente. Lo siento, pero debo dormir, ya no sé lo que digo... Se volvió a tapar, esta vez por completo y en cuestión de segundos empezó a roncar.