Partida Rol por web

Dubieta suspiró, no recordaba que su prima tenía más suerte que ella en cuanto a sirvientes y criados.

- Bueno, miraré a ver lo que puedo hacer con mi vestido, espero que tu sirvienta te ayude - esbozó una ligera sonrisa, regresó a su aposento, se tiró encima de la cama y miró a Schaar - bien, yo sola me las arreglaré, no dejaré que ningún sucio sirviente de los míos me toque la piel - permaneció tumbada un buen rato hasta que decidió tratar de cambiarse ella sola, aunque le costaría tiempo, pero lo lograría.

Boru se apartó ligeramente para dejar pasa a la sirvienta. Si su espíritu estaba atribulado por los recientes acontecimientos, su cara no lo mostraba, manteniendo firme su duro semblante de guardia.

Hizo un leve arqueamiento como para disculparse y dejo la habitación.

Aparece Mariana, que viene del patio del castillo.

El sirviente Cyrus espera servilmente ante la puerta de su señora.

Camino hacia la puerta de mi señora, saludo a los dos guardias que hay en la puerta y tras llamar un segundo.
Abro la puerta con cuidado, solo un resquicio.

Mi señora, vengo a terminar el vestido, creo haber visto a Elena con otro ramo como el mio entrando en el castillo.

Elena miró a Mariana, que tambien traía un ramo de flores rojas como la sangre.

Iba a trenzarselas ahora mismo, Doña Mariana.

Habría que señalar que, a pesar de que Elena salió más tarde que Mariana, ha vuelto antes y con flores más bonitas que la primera. 

Sonrio acercandome y cerrando la puerta detras de mi.

Dejo el ramo en la mesa. No recordaba donde estaban y creo que puede que necesitemos unas pocas mas, vere que puedo hacer.
Estareis radiante mi señora.

Enhebro una aguja y cojo la primera flor para empezar a preparar el vestido. Hay mucho trabajo pero puedo hacerlo es facil.

Bajare luego a las cocinas a ayudar un poco. Os dejare en manos de Elena para que termine de vestiros o de arreglaros un poco 

Radovina, algo ausente, probablemente afectada por su conversación con Boru se dejó llevar de nuevo al interior al cuarto, sin contestar nada audible a su querida prima. Mariana y Elena tenían flores, Elena, que volvió antes, llevaba una flores rojizas preciosas de pétalos oscuros y tacto aterciopelado que adornarían los dorados cabellos de la Szantovich, Mariana, que había estado presumiblemente más ocupada traía otro ramo escarlata para prender las flores tal y como ella había pedido en su vestido.

-Gracias-dijo con suavidad, componiendo una sonrisa apagada, cansada. Se sentía derrotada en parte, si bien podía contar con su pequeña intriga.

-Haces bien en ayudar , Mariana,seguramente anden con el personal más que apurado-miró a Elena- Elena, cuando termines conmigo, ve a prestar tu servicio a mi prima Dubieta, no tiene manos femeninas que le sirvan de ayuda con su atuendo.

El tiempo pasaba. Acomodé el peso de mi cuerpo primero en la pierna derecha... la experiencia me había enseñado que si tenía que esperar demasiado lo mejor era ir cambiando el peso de pierna, para permanecer fresco y descansado. Nunca se sabía cuándo un señor o señora podía darte alguna orden que te mandara a la otra punta del castillo, y según las prisas que tuviera me tocaría correr y esforzarme... o no.

Por un instante se me pasó por la cabeza llamar a la puerta, pero sabía que en ocasiones no estaba bien visto tomar la iniciativa así que decidí esperar pacientemente y en silencio por si mi señora necesitaba algo. De ser así ya se ocuparía ella de decírmelo.

Agaché la cabeza y permanecí junto a la puerta. La vida de criado no era la mejor, pero al menos tenía un techo y comida a diario.

¿os pasa algo? replico mirandola de reojo mientras comienzo a dar las primeras puntadas en el vestido para ir enganchando las flores.

Hago una leve inclinacion mientras cojo otra flor y la engacho tambien, antes de pasar a la siguiente.

La verdad es que si los he visto un poco apurados y para cambiarme antes de vuestra ceremonia puedo hacerlo rapidamente. Miro a Elena, la niña crece a ojos vista, espero pronto ser yo la que la prepare para su boda, pero tiene la cabeza tan llena de pajaros.

Elena lanzaba ojeadas a Mariana mientras trenzaba las flores rojas en los delicados cabellos de la señora y se decía a sí misma

Ojalá sea alergica...

No obstante, tenía que reconocer el buen gusto de Radovina. Su pálido cabello quedaba de maravilla con el oscuro rojo de las flores. Sin poder evitarlo, la joven se preguntó como la quedaría a ella una de aquellas flores en su cabello.

Tiberiu asintió, sabía muy bien que debía portarse bien si quería obtener lo que quería y siendo tan importante para él eso que quería ni siquiera hubiese sido necesario recordárselo. Qué iba a aprender y cómo le iba a enseñar Schaar era en lo único en lo que había pensado antes de acostarse y después de despertar, y muy seguramente ese sería su único pensamiento durante todo el día. Suficiente para mantenerlo entretenido, suficiente para no rechistar…

Se estiró la ropa aun más de la que se lo que se la había estirado ya su madre y sonrió antes de mirar a Schaar. Entonces recordó algo.

- El Maestro Maserrak me ha pedido que te pregunte a ti y a mamá por mis antepasados. Por mi linaje.

-¡Sí! ¡Sí, sí! La chiquilla palmeó con brío, contenta. Se rió, de nuevo, mostrando de una vez por todas que empezaba a ser la Veronika alegre y despreocupada que había sido antes de... lo que había sucedido. O, por lo menos, que había conseguido recuperar parte de su ilusión infantil. -¡Los collares!

Corrió de nuevo hacia su habitación, y al armario, y empezó a revolver estantes perchas y cajones para ir sacando montones de prendas. Puntillas, encajes, cintas de seda... pronto hubo esparcido sobre su cama un colorido muestrario de posibles candidatos a formar parte de su indumentaria en un día tan importante.

Miró hacia atrás, y sonrió al ver a sus hijos tan ensusiasmados-Cyrus, mis hijos deben prepararse para el día de hoy, y yo necesito una doncella que me ayude en mis propios preparativos. Ve a decirle a Zort Dravescu, el ayudante del Chambelán, que tu señora necesita una doncella, y cuando vuelvas, ayuda a mis hijos-la voz de Svitlana era amable, no tenía la necesidad de tratar bruscamente a sus criados mientras ellos cumplieran con sus quehaceres, pero era una voz de mando al fin y al cabo.

Vi como Veronika corría hacia su cuarto y comenzaba a buscar entre su ropa, por lo que me levante y me estire al tiempo que bostezaba y hacia lo mismo, comencé a sacar los trajes con cuidado y ver que me ponía, el terciopelo rojo quizás quedaría bien para la ocasión de hoy, me encantaba el negro pero eso era mas para un funeral y ya habíamos estado de luto mucho tiempo.

Traté de buscar algo formal pero llamativo, con el escudo de los Basarab bordado en el pecho...

- Así se hará, mi señora. - respondí con premura haciendo una profunda reverencia.

Permaneciendo con la cabeza gacha y sin dar nunca la espalda a mi señora retrocedí todo lo rápido que me permitieron mis piernas y cuando desaparecí de la vista de mi señora salí disparado en busca del ayudante del Chambelán.

Tenía que cumplir las órdenes con premura y eficiencia.

- El sirviente Cyrus llama a la puerta de la estancia donde se alojan los Dravescu, padre e hijo.

- Se cruza por el pasillo con Boru.

Al abrir la puerta Zort no puede dejar de sosprenderse con la figura que aparece ante él. Se preguntaba qué tenían los Basarab con los sirvientes feos. Pero él no era quien para juzgar. Se había chocado en su larga vida con muchos seres extraños.

Con un gesto amable de su cabeza le dió a entender que lo escuchaba.

- Disculpe mi señor. - dije mientras mi cuerpo se encorvaba hasta límites casi imposibles haciendo una reverencia. - Mi señora, lady Svitlana Basarab de Polonia, solicita una doncella que le ayude con los preparativos, y me pidió que acudiera a vos para ello. -

Sin levantar la mirada del suelo esperé la respuesta del señor. Esperaba que estuviera de buen humor.