Partida Rol por web

Los ojos de Schaar relucen con furia y niega con la cabeza ante las palabras de unos y otros.

- Sin mí los Basarab hubieran acabado con este castillo- dice con rabia.- Si dejase mi espada, Capitán... tengo claro lo que me pasaría. Ya que voy a morir a manos de quien, o bien es un farsante, o bien lleva matando a todo el que le molesta desde que se fue el Duque, lo haré con mi espada en la mano. En cuanto a Dubieta... no metas a mujeres y niños en asuntos de hombres, ni les hagas cargar con lo que no es error suyo.- Guarda silencio un momento y mira a todos los presentes, uno por uno.- Si alguien quiere mi espada, que venga a por ella. Si es que es hombre, claro.

El antiguo caballero cerró todas las puertas salvo una. Era cierto lo que decía, y sin embargo, no quedaba más remedio que reducirle por la fuerza. Y allí, entre la mugre y la peste, morirían uno o varios hombres que habían sobrevivido a las pruebas de aquel día.

—¡Maldito sea —escupió las palabras, presa de la frustración— por forzarme a hacerlo!

Más allá de esa frustración, daba la bienvenida a la pelea. No era ese deseo que había despertado ese día, tras años de profundo sueño, algo que pudiera arrancar de su ser en unas horas. Ni siquiera la perspectiva de su propia muerte, factible a tenor de la habilidad del antiguo caballero, frenaba su ansia cuando el combate parecía inevitable.

—Prended a Schaar Dvy —ordenó a sus hombres, avanzando al tiempo que desenvainaba su espada—. Muerto, si resiste hasta perder la vida.

Y todo esto para nada. Molensk ha muerto, y con él, el paradero de sus hermanos y sobrinos.

La espada de Schaar se mueve fulgurante tras marcar el signo del infinito y luego volver a golpear a Hakir, aumentando sus heridas.

- Ríndete o retírate Hakir.  No deseo matarte.- logra decir Schaar aunque no parece siquiera meditar en no golpear nuevamente al guardia si este no hace lo que le ha pedido.

Itsvan se sentía demasiado repugnado esta noche después de ver el aspecto más inhumano de aquellos a los que servía. Fuera, los enemigos del Duque seguían al acecho. Y aquí estaban todos los guerreros del Duque que seguían en pié, luchando entre ellos por egos y defendiendo ideales que solo los nobles comprenden. Confundido, con una lealtad que provenía más de la inercia que de la convicción, avanzó cautelosamente hacia el Caballero.

¿Por qué no huye? Sin duda Schaar no pensará que puede acabar con todos nosotros... ¿o sí? ¿Por qué no busca al menos un lugar más ventajoso para combatir?

-¡Alto a la Guardia Ducal! -acertó a decir mecánicamente, como si el Caballero hubiera sido el pequeño alborotador de un día de mercado que fuera a asustarse y entregarse por eso. Itsvan, en su interior, sabía que esa frase solo servía para darse fuerzas a sí mismo. Pero quizá con ello huyera, eso era lo que los pequeños alborotadores solían hacer, y probablemente, lo que más convenía al Caballero.

Enardecido por la perspectiva del combate, apenas fue consciente de las heridas del guardia, cercano a caer bajo la embestida ígnea de Schaar Dvy.

—¡Retírate, Hakir! —alcanzó a gruñir entre dientes.

Anegados mis sentidos por las heridas y la furia del combate, a penas soy consciente del significado de las palabras del Capitán. Cuando llegan a mi yo consciente, ya he descargado nuevas lanzadas sobre Schaar, con el último hálito que me queda.

Me aparto del carcelero. Ha tomado más de lo que necesitaba para aguantar con vida y ya no estoy dispuesto a darle más. Lamo la herida para cerrarla mientras me giro para ver cómo ha acabado el combate. Al parecer Dvy ha encontrado aquello que tanto ansiaba...
Me acerco a Durius y al capitán. Hakir está a un lado bastante malherido por el combate, pero no parece haber más heridos.
-¿Está muerto?
Es todo lo que alcanzo a decir en vista al panorama actual. La sed empieza a embriagar mis sentidos aunque debo permanecer firme. Tendré tiempo de alimentarle en breve.

Durius bajó la espada con la que había puesto fin a aquel embate. La batalla había sido más breve de lo esperado y más larga de lo deseado. 

-Aún respira si bien por cuánto lo hará, es algo que aún está por decidir. Soldados, un notable trabajo el vuestro. Vuestro valor y lealtad serán premiados adecuadamente. Mikail, da aviso a Maese Maserrak de que se le necesita en las mazmorras y que traiga sus útiles de sanación. Tras cumplir con tal misión, regresa de inmediato aquí. Te estaré aguardando. Capitán, que Schaar Dvy sea despojado de sus armas y armadura de forma inmediata y que su cuerpo repose en una de estas celdas. Deseo una guardia permanente de dos hombres a la puerta de su prisión. Tras ello, restableced la guardia de castillo y cuanto consideréis oportuno. Chambelán, dad aviso a su señora de lo aquí acontecido -dijo con un leve gesto por el que señalaba a Schaar- y decidle que es mi deseo permanezca en sus habitaciones junto a su hijo a la espera de mi visita. Que el soldado Hakir repose en un camastro de estas mazmorras hasta ser atendido por Maserrak, momento en el que será trasladado a otras dependencias. Haced lo propio con Carcelero. Y vosotros -dijo dirigiéndose a los hombres de Carcelero- traed el cuerpo y cabeza de esa extraña criatura e introducidla en otra celda hasta que decida su destino. Enrietta, ven aquí, pequeña mía pues pronto te encomendaré alguna labor. Ahora, proceded según se os ha dicho. 

En cuanto notó la tensión que precedía a un combate Mikail comenzó a recular. Conocía bien el castillo y la salida de las mazmorras que llevaba a las bodegas y después a las cocinas. Cuando la tensión paso a materializarse en peligrosas estocadas el lacayo ya había desaparecido, oculto tras el muro de la escalera. Allí se quedó hasta que los ruidos del combate, metal contra metal y alaridos de esfuerzo y dolor, cesaron. 

Ante las órdenes de Durios, Mikail se hizo presente de nuevo en las mazmorras, asintió y salió raudo en busca de Maserrak. Al pasar junto al moribundo Schaar, le soltó una mirada cargada de odio. Se lo merecía. Deseaba que no viviese. Deseaba no poder encontrar al endemoniado brujo. ¿Dónde estaba Vasilov? Se suponía que había ido a buscarlo.

Me alejo del combate, sin mirar atrás. No quiero ver a Durius combatiendo, no quiero ver su sangre derramada, no quiero ver el brillo del acero bajo la pálida luz mortecina de las antorchas. Con el corazón desgarrado y anegada en llanto silencioso, llego a una celda y me aovillo en un rincón rogando volver a ver los hermosos ojos de mi señor nuevamente mirándome. Me tapo los oídos cuando el salvaje choque de espadas y armaduras llega hasta mí, arrancándome un profundo gemido de angustia. 

- ¡No, no, no! Así no, amor mío... 

De repente se hace un sepulcral silencio seguido de las voces de los hombres. Me giro hacia la puerta, aún postrada en el suelo.

- Amor mío, sigues vivo... 

En cuanto me llama el gozo impulsa mis piernas hasta la puerta de la celda. Me quedo unos instantes parada, contemplándolo. Por segunda vez esta noche el alivio me abruma al poder saber que podré tocarlo una vez más, que cada noche despertará para que pueda seguir cuidándolo, que volveré a sentir sus labios sobre mí. Después me limpio las lágrimas. Gesto inútil pues ahora el alivio y la alegría desbordan por mis ojos. Me acerco a él y tomo su mano para besarla feliz. Luego me pongo detrás de él, recatadamente esperando sus instrucciones.

El combate había resultado intenso. Como no podía ser de otra forma. Con Schaar trazando infinitos con su espada y asestando golpes de una dureza como nunca había visto en un adversario. No en vano, sus golpes me habían puesto al borde del fin. Quise creer que las lanzadas que conseguí acertarle habían sido determinantes para que aquella matanza sin sentido acabase rápido. Por buscar algo de consuelo entre el dolor lacerante de las heridas abiertas que chorreaban bajo mi armadura.

Miré a Itsvan. Asentí hacia él, entrecerrando mis ojos y sujetándome un costado. - Bien hecho. - Le dije, aunque a penas resultó audible.

Me acerqué a uno de los pútridos camastros que señaló Durius y recé por que Masserrak llegara antes que las ratas creyeran conveniente tratar de meter sus hocicos por entre las escamas de la coraza.

Sentí como la muerte se sentaba a los pies de mi improvisada cama y me dieron ganas de cocear para echarla de allí. Pero finalmente me quedé quieto, pues la había provocado demasiadas veces las últimas horas como para que no se sintiera invitada a venir.

Itsvan suspiró aliviado al ver caer a Dvy. Parecía que el insensato caballero buscaba su propia muerte. Dejando sus armas a un lado se apresuró a ayudar a Hakir, que malherido deliraba. «No, amigo, inmovilizar a un buen guerrero hiriéndolo hasta matarlo no es un buen trabajo».

Cogiéndole del brazo lo llevó hasta un camastro y le ayudó a tenderse sobre él. Viendo cómo perdía sangre, Itsvan dejó caer su peso sobre las heridas para detener las hemorragias. Así permanecería, hasta que llegara el sanador o le dieran otras órdenes.

—¡Aguanta, Hakir! Aún no ha llegado tu momento.

DURIUS:

- Son dos tiradas Ocultas:

• Percepción + Medicina.
• Poder Vampírico, a secas.

Durius observó los diversos movimientos, al tiempo que acariciaba inconscientemente la cabeza de Enrietta cuando esta besó su mano.

-Y seamos cautos, pues no hay realidad que no oculte una mentira. Maniatad a Schaar Dvy de pies y manos. Con cadenas. No deseo sorpresa alguna.

- Mikail se apresura a obedecer a su amo y sale al Patio.

ONCE DE LA NOCHE.

NOCHE DEL CINCO AL SEIS DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

La mole humana que es Carcelero se alza en pie. 

Está visiblemente herido, pero la terrible herida que casi lo partía en dos ha cerrado ya por completo. Su boca, ensangrentada. Sus ojos, negros.

Mira hacia un lado y otro, y cuando ve allí a Durius agacha la cabeza en una reverencia.

-Señor -susurra.