Partida Rol por web

Aprieto con fuerza mis dedos en sus ropas al sentir el beso, lo único que parece sano en medio de tanta podredumbre. No quiero que se aleje con ese ser. Entonces se abre la puerta y distingo las figuras de los hombres de armas del castillo. Dulce Nombre de Jesús... amparadnos, pienso mientras me vuelvo a refugiar en brazos de Vasilov, conteniendo los sollozos. Puede que de angustia, puede que de alivio. El frío es intenso, el terror me hace temblar como una hoja.

Casi le entraron ganas de suspirar. Casi. La maldad, el poder, eran casi palpables. Su inmundicia llenaba el lugar casi sofocando el aire. Sí, era de esperar que contra ese ser de nada sirviera el demasiado pagado de sí mismo Carcelero. Como tampoco nadie de este maldito lugar salvo el propio Iacobus... o él. "Pero el maldito Capitán vendría bien ahora mismo, si tan sólo no fuera tan timorato" pensó para sí el caballero que miró, nuevamente, hacia su adversario.

- Supongo que era demasiado pedir que no te metieras en nada que ni te iba ni te venía, ¿no? ¿Tan importantes eran para ti los Basarab que, hasta cuando ya han caído, te prestas a jugar a su juego? Has matado a uno de los siervos de mi señor... tal vez si yo no fuera yo sino otro aun podríamos hablar, pero... tampoco es que fuera a servir de mucho. ¿No te parece?- Guarda silencio un instante.- Conmigo, hombres del Duque, eliminemos al enemigo de nuestro señor.- ordenó, para después atacar a quien consideraba, probablemente con razón, el segundo ser más poderoso al que se había enfrentado durante su vida.

 Conmigo hombres del duque, eliminemos al enemigo de nuestro señor.

Era todo lo que necesitaba oír.

Lanza y escudo en ristre, avancé con la determinación de la infantería que enfrenta un escollo en el que romper. A pesar de todo, la reciente victoria contra los Basarab aún latía con fuerza y me hizo albergar una chispa de esperanza, pues si todos atacábamos a aquel ser de inframundo, podríamos vencerlo. - Lo he visto sangrar. - Dije a los demás en un grito con los dientes apretados. - ¡Si sangra, puede morir!

Cargué junto al caballero, aquel sería el último combate de aquellas pérfidas noches. Para bien o para mal.

Tiro de Vasilov, alejándonos del alcance de las armas. Al estar el monstruo en la puerta de la celda aún podíamos resultar heridos.

- Por todo lo sagrado, aléjate de ellos. Vamos.

-¡A la carga!

Miro a los hombres que han llegado y escucho las palabras del caballero. Mi risa inunda el piso, una risa oscura y profunda compuesta de múltiples cacofonías, la amalgama perfecta entre la voz de un Señor y miles de gritos de pavor resuena al momento de mi expresión.

Le respondo con una sonrisa:

 - "Y yo que pensaba que matando a ese insolente bastaría para poder dialogar en paz. Supongo que este castillo está lleno de idiotas fanáticos. Si me atacas, nada te salvará, ni siquiera esa furia que resuma en tu alma. Si, puedo saborear el aura que pugna por salir de tu interior. Eres distinto del resto de los mortales, más fuerte y más violento. Tu fuego quiere salir. Hazlo si deseas, pero te advierto que esta vez solo será a ti a quien queme. A ti y a todos tus seres queridos."

La espada de mi mano aún gotea la sangre del ghoul, un enemigo que a estos hombres podría haber matado sin muchas dificultades y que para mí no fue más que una pérdida de tiempo. No deseo matar a estos mortales, pero si su deseo es ensanchar las filas de los caídos en vano, no seré yo quien se oponga.

Aprovechando que el Koldun se gira hacia los recién llegados aprovecho para agarrar a Enrietta y salir de la celda por detrás de la siniestra figura.

La firmeza inicial de Itsvan se quebró al sentir la maldad del enemigo al que se enfrentaban ahora, cuya fuerza provenía del más allá. Solo dudó unos instantes, pero fue suficiente como para que su contribución al combate fuera mínima, acabando este apenas al llegar él y lanzar sus primeras estocadas a un enemigo ya debilitado.

-He de volver a la muralla -dijo Itsvan después de recuperar el aliento-. Alguien debe vigilar y asegurar de que el Castillo abre sus puertas al Capitán y solo al Capitán. También hay que volver a encerrar a esos sinvergüenzas que han escapado y al que ha venido a ayudarlos.

Itsvan se va hacia las escaleras.

Siempre esa furia estaba allí. La ira, ardiendo, roja, una piscina de sangre que quería salir, que pugnaba contra las fronteras de su espíritu. Schaar la había dejado salir, por dos veces, esta noche. Y ahora habría una tercera. No se hacía ilusiones el caballero. No bastaba. Nunca bastaba. Sin embargo... 

Daba igual. Todos esos pensamientos desaparecieron al ver al koldun. Era lo que temía. Aún no sabía como pero el enemigo estaba allí, dentro de la fortaleza. La rabia, la soberbia, la preocupación por sus escasísimos seres amados, se mezclaron con la necesidad de la victoria. Aun así, intentó hablar, sin esperanzas de evitar combate alguno. Y tras las respuesta del koldun, sólo restaba el acero.

Schaar cargó hacia el koldun, acompañado por uno de los guardias ducales, Hakir, dejando pronto atrás a Istvan y a Boru, a los que la esencia llena de perversidad que emanaba del no muerto había dejado paralizados en su lugar. Pronto comprobó el poder del mismo, su capacidad, su facilidad para el combate. Si fueran uno contra uno... tal vez fuera un adversario que pudiera durar contra él.

Sin embargo Schaar no había mentido. Sólo había uno que hubiera podido vencerle en combate: Iacobus. Y a Iacobus ya no había que temerle.

A su alrededor escuchaba a los guardias transmitiéndose entre sí palabras de ánimo.

- Perserverad- era una sola palabra, pronunciada en mitad de los golpes que relucían en mitad de las sombras de la mazmorra, como promesas de dolor- Es nuestro. Perseverad.

El combate fue épico, pero también breve. Los golpes realizados por Schaar y por Hakir, a los que luego se sumó Itsvan y Boru, fueron excesivos. El koldun cayó, mientras el poder no muerto y perverso que lo animaba parecía abandonarlo. El caballero escuchó las palabras de este al morir. Y asintió, para sí. Entonces se acerca y decapita al koldun antes de decir una sola palabra más. Luego mira al guardia Istvan.

- Proceded, pues. No habéis combatido mal. No os fiéis de nadie que venga. Ni siquiera si aparentan ser el capitán o Durius, y avisadme. Nos enfrentamos a magos que pueden alterar sus rostros.

Tras estas palabras mira a Hakir y pone su mano sobre su hombro mientras recupera el aliento.

- Os felicito. Habéis combatido bien. Ahora agarremos a los sinvergüenzas de los criados que han huido y protejamos el castillo de nuevos enemigos de nuestro señor el duque.- alzo la voz entonces gritando para que los criados le escuchen- Enrietta, Vasilov, Mikahil, volved de inmediato o os consideraré fugados. Y será mucho peor. Hakir, Boru, ayudadme a llevar los dos cadáveres fuera. Carcelero debe ser enterrado adecuadamente... y creo que el enemigo al que acabamos de matar debe ser igualmente enterrado como ha indicado.  

Tras estas palabras escucha a Boru, y su pensamiento. Pudiera tener razón. Quién puede saberlo. 

- Por ahora empalaremos la cabeza en una pica. Tal vez Maserrak, el capitán o el verdadero Durius... si es que está vivo y regresa, pueda darnos una idea sobre esto. 

Tras las palabras tira del cuerpo del koldun y, arrastrando este con una mano, mientras lleva la cabeza decapitada con la otra, espera unos instantes por si los sirvientes regresan. Antes de partir, mira a los carceleros. 

- Vuestro comportamiento no es adecuado. Pero entiendo que os embargó el temor. Limpiad esto cuando nos vayamos. ¿Sabéis como entró en este lugar nuestro enemigo?

- "Mi señor, entró por las mismas escaleras por las que habéis llegado vos, estas que conducen al patio del castillo." -

Aquel ser infernal había estado invitando a todos los presentes a una muerte horrenda, pero finalmente fue él quien la encontró. Yo sólo tenía mi vida y mi lanza y me arrojé, junto al Caballero Schaar Dvy, a un combate sin esperanza. Pero, aun así, mi siempre fiel pica bebió de la sangre de aquel enemigo en un par de ocasiones, aunque mi costado también sintiera el beso de la terrible espada que el Koldun blandía como un demonio.

Por suerte todo acabó con la muerte del enemigo. No había lugar para el cansancio cuando el corazón late tan fuerte. Pero esperé que no hubiera más noches como aquella. Que aquella noche llegara a su fin. Que la pesadilla terminara para todos.

Asentí con la cabeza a los ánimos del Caballero Dvy. - Es mi deber, señor. - Le respondí. Entonces me dispuse a ayudar a portar los cadáveres y proceder tal y como indicaba Schaar. El costado me dolía, pero era soportable.

Asentí al Guardi Boru. - Estoy bien. - Respondí a su pregunta. - Apresad a esos lacayos, si no vuelven por su pié. Los muertos no irán a ninguna parte.

Agarré el cadáver que pretendía transportar Boru, para liberarlo de esa tarea y pudiera dedicarse a la más acuciante, que era impedir la huida de los fugados.

Al escuchar las palabras del mazmorrero, asentí comprendiendo. - Estando en el patio, bajo la lluvia, una sensación funesta nos embargaba a todos. Ahora es fácil deducir que se trataba del enemigo y su aura de malignidad. Sólo una inocente criatura, con su pureza de corazón, vio al Koldun, pero fue harto difícil saber a dónde había ido o, incluso, confiar en el llanto de un crío. Sin embargo, creo que el Chambelán podrá contarnos algo más, si ese es su deseo.

- El Guardia Ducal Itsvan sale al Patio del Castillo.

- El Lacayo Vasilov sale a las Cocinas.

Recuperado de la visión del Koldun, Mikail se deshizo del manto de sombras para cortar el paso de Vasilov y Enrietta. Era ahora o nunca.

- Seguidme.-No hacía falta decir mucho más. Iban a salir de allí y él sabía cómo.

-¡Vamos!¡Vamos!¡Vamos!- Repetía Mikail como si con las palabras pudiese estimular a sus dos compañeros.

De repente, mientras subía a la carrera las escaleras, todo pareció cambiar. ¿Habría muerto ese monstruo, llamado el Koldun? Sin detenerse Mikail susurró unas palabras a sus compañeros que le pisaban los talones.

-¡Encontré a Durius!- Por fin pudo darles la noticia.- Lo encontré en la ciudad siguiendo su rastro pero también vi como fue traicionado por Schaar Dvy. Le atacó dos veces en mi presencia y luego me mandó a las mazmorras.- Con eso les decía que no iba a entregarse.- Durius logró escapar, creo que está débil, pero no sé a dónde fue.

Mikail no podía ir a hablar con Maserrak que casi logra que lo mataran. Las palabras de Erietta le cerraron la boca del estómago pero sabía que de los tres sería la que más segura estaría en el castillo. Si Durius se enterara de que hacían algo a Enrietta su furia caería sin piedad sobre aquellos que fueran los culpables.

- Como veáis. Yo saldré del castillo ahora si puedo.- Fue decir esto último y pararse en seco. No, lo mejor era que se quedara. Aunque Durius estuviera débil lograría recuperarse y se vengaría del trato dado a sus lacayos. Ahora que Carcelero y ese monstruo habían sucumbido las mazmorras hasta se le antojaban acogedoras.

Mikail asomó la cabeza por las escaleras que bajaban a la mazmorra. Su rostro pálido reflejaba el temor a que ese monstruo siguiera aún en pie.

- ¿Qué era eso?- Dijo colocándose donde se le pudiera ver, iluminado por la luz tenue de las antorchas.- ¿Ha...ha muerto?- Había visto morir a Carcelero, esa bestia inhumana, y la sola visión del Koldun le había aterrorizado hasta paralizarlo de miedo. Pero de pronto, todo parecía haber acabado.

- Por las escaleras que conducen al Patio descienden cuatro individuos: El Guardia Itsvan, con su lanza y escudo; el Chambelán Otto, con el rostro blanco como la leche, pero recuperado cierto semblante de humanidad en sus ojos, aunque sus uñas siguen rotas y ensangrentadas; y por último el Capitán Zarak y el Primer Caballero Durius Tremere, ambos con sus espadas listas y desenvainadas, los dos portando armadura pesada.