Partida Rol por web

En el mismo instante en el que la sangre brotó de la piel de Durius, el resto del mundo desapareció para Ferenk. Si Schaar Dvy hubiera decidido iniciar la ofensiva en ese instante, no hubiera encontrado resistencia por parte del capitán.

Había usado parte de la que guardaba en su interior para combatir contra los Basarab. Era como un vacío que pugnaba por llenarse, una sed como no había experimentado jamás, antes de que Su Señor lo tomara bajo su ala.

Pero los demás se encontraban allí. ¿No podían olerlo como él? ¡Un aroma capaz de volverle loco! No a ellos, solamente a ti. El deseo era inmenso, pero mayor era la vergüenza de dar rienda suelta a su adicción en aquel lugar, rodeado de quienes no podían comprenderlo.

Los muros de la mazmorra volvieron a dibujarse en la periferia de su visión. Sus hombres, el antiguo caballero, el Chambelán, el guardia de las damas, todos seguían allí, por supuesto.

—No… ahora —siseó, apretando los dientes, apartando la mirada de la sangre que se derramaba en las baldosas. Su mirada recorrió a los presentes, antes de centrarse en los pozos esmeralda que eran los ojos de Durius. No delante de ellos—. No aquí.

El lamento surgido de la celda donde reposaban los cuerpos de Carcelero y Molensk le ofreció la excusa para ponerse en movimiento. Se abalanzó hacia la puerta y se arrodilló para comprobar los cuerpos. ¿De dónde procedía el gemido? ¿Había sobrevivido de nuevo el guardián del as mazmorras?

Simplemente asintió y la herida se cerró ante los ojos de todos. Aquella era una concesión que podía permitirse y entendía que el Capitán poseía un orgullo que mantener y defender. De forma pausada, siguió a Ferenk al tiempo que hacía un gesto autoritario exigiendo que el resto de los presentes los siguieran.

Cuando el olor metálico, viejo, de la sangre condenada de Durius inunda el hediondo espacio de las mazmorras, el cuerpo abierto en dos de Carcelero sufre una obscena convulsión. Los mazmorreros se encogen los unos sobre los otros, orinándose encima, mientras los guardias ducales dan un par de pasos atrás hasta dar con los muros helados del subsuelo del castillo.

Sólo Durius contempla desapasionadamente los restos que se agitan. Da un vistazo al resto de los presentes mientras deja que otra gota de su sangre golpee las baldosas.

Un gemido imposible brotando de un cuerpo destrozado y, todavía, parcialmente hipertrofiado. El ¿cadáver? de Carcelero se mueve, retorciéndose, reptando en dirección a las gotas de sangre en el suelo. Un animal primitivo, anterior al sol y a la vida. Un gusano primordial y oscuro escarbando la tierra a la búsqueda de nutrientes.

De algún modo imposible, el torturador del Duque ha sobrevivido.

Enarco una ceja ante la horripilante situación... Ver el cadáver del carcelero reptar dividido en dos en dirección a la sangre de Durius es de lo más desagradable que he tenido que observar en mi existencia.
-Y yo que pensaba haber observado lo más horripilante... No se porqué tentaré al destino...
Niego con la cabeza y suelto un bufido de resignación.
-¿Qué hacemos... A continuación? Tengo que reconocer que no he tenido tiempo para hacer lo propio...

Estático. Sobrepasado por la situación. Aferro mi lanza con fuerza, más por palpar algo real que por necesidad de defensa o ataque.

La situación es tan irreal que dudo si estar soñando o si me había vuelto loco. Miré a los demás y parecían estar viendo lo mismo que yo.

- Esto es imp... - Imposible, iba a decir, pero se me atraganta la palabra, pues viendo esto ya nada, nada, es imposible.

Itsvan contempló atónito cómo se avanzaba y gemía el mutilado cuerpo de Carcelero, tan aterrado como repugnado, aún más por las caras de normalidad si no indiferencia de los vampyr Durius y Otto.

¿Es «eso» lo que les espera a los sirvientes del Primer Caballero? ¿Es el Capitán también una de «esas cosas»?

-Parece ser que nuestro bienamado Carcelero no solo no ha muerto sino que goza de un estupendo apetito. Las criaturas del Duque siempre han sido... peculiares -dijo Durius en medio del horror de los presentes-. Habremos pues de ayudar a nuestro súbdito, quien así sabrá dar adecuadas razones de cuanto aquí ocurrió y de la muerte del Basarab. ¡Mazmorreros! Tomad el cuerpo de Carcelero y depositadlo en un lecho y limpiad este desastre de sangre y orines. En mi próxima visita deseo ver esto como una patena en el altar de la iglesia. Capitán, tomad a vuestros hombres, disponed la guardia del Castillo y preparaos para cualquier eventualidad en las próximas horas. Que el caballero Dvy os acompañe. Extraño sería que no ocurriera alguna desventura en breve. Mikail, Vasilov, Enrietta, permaneced conmigo unos minutos. Deseo hablar con vosotros. Chambelán, vos también permaneced.

La mirada de Schaar no muestra horror alguno ante lo que sucede. Tampoco parece sentir confianza alguna. Se ha limitado a cruzarse de brazos y esperar. Luego menea la cabeza volviendo a mirar hacia Durius y las incomprensibles evidencias de vida del mismo. Finalmente agarra la cabeza decapitada del koldun y su cuerpo, y sale de la mazmorra, hacia el patio.

Me dejo confortar por la presencia familiar de Mikail. Tanto él como Vasilov siempre son gentiles y se preocupan por mí. Perdida entre sangre, muerte y horror, soy una frágil hoja indefensa a merced del viento. Me incorporo lentamente apoyándome en Mikail, siempre fija mi vista en mi señor. Me siento débil y cansada.

Y justo cuando pensaba que todo había finalizado, el cadaver destrozado y abierto en canal de Carcelero se remueve y repta hasta alcanzar y lamer una gota de la sangre de mi amado. La visión es más de lo que puedo soportar y una dolorosa arcada seca me dobla sin resultado, pues mi vientre se halla vacío. La dolorosa convulsión se repite mientras trato de apartarme e intento, inútilmente, mantener siquiera un asomo de dignidad.

- Perdón, mi Señor. Yo... yo limpiaré lo que ensucie...

-No, Schaar, dejad ese cuerpo y esa cabeza aquí. Yo decidiré su destino, no vos. 

Conteniendo una mueca de asco y horror ante el repugnante espectáculo presenciado en las mazmorras, Mikail asintió a las palabras de su Señor Durius.

- Vasilov ya no está aquí. Salió en busca de Maserrak para advertirle.

- Schaar Dvy se detiene justo al pie de las escaleras que ascienden al Patio del Castillo.

Hizo un gesto afirmativo con la cabeza en agradecimiento a la explicación de su lacayo.

-No, dulce Enrietta. No es tu labor limpiar estas dependencias. Ven, acércate, pequeña -dijo tendiendo la mano libre para que ella se aproximara-. No sufras por tu destino pues estás bajo mi protección y yo ya me hallo aquí. Si la visión de Carcelero nubla tus sentidos, aparta tu mirada de él y reflexiona sobre cómo una vida y un objetivo así como la abnegación pueden llegar a configurar el aspecto y conducta de todo ser. Aun si te repugna su visión, su apego a la vida, incluso si en ello parece perder su dignidad, es elogiable. Observa también al caballero fenecido, cuyo porte habla de su vejez, de su poder. Posiblemente enrocado en la fe absoluta en su poder, perdió la humildad necesaria, un mal en el que resulta harto fácil caer. Y ahora reposa en el suelo con una súplica en sus labios que no sabe si verá la luz, pues la legitimidad de su petición acabó cuando alzó su espada. Es difícil creer en la palabra de quien basa sus acciones en el filo de su arma. Caballero Dvy, confío en no tener que insistiros en que abandonéis vuestro propósito de abandonar esta estancia portando tan pesada carga.

DURIUS:

- Restaurar por completo a Carcelero probablemente costaría unos 30 puntos de Sangre, aunque no es necesario que sean los 30 de un mismo vampiro.

Una risa corta, dura y seca resuena en la estancia, mientras Schaar, que se ha quedado parado, se gira y se queda mirando al extraño vampiro.

- Lo cierto es que sería divertido deciros que viniérais vos a por él, Durius... pero aunque sigo abrigando enormes dudas sobre que seáis quien decís ser, puesto que para todos los que os hemos visto estos meses el cambio es evidente, reconozco que por primera vez desde que os vi estoy dispuesto a concederos el privilegio de la duda. Ahora respiráis, y vuestra piel es sonrosada, y tenéis pulso, e incluso frío por lo que veo. Y antes no. Sin embargo...- la mirada del caballero hacia la sangre vertida en el suelo es suficientemente explicativa- Como digo, reconozco por primera vez que podéis ser quien decís ser. Por eso no vuelvo ahora mismo a intentar mataros. Pero pedirme que obedezca órdenes de quien bien podía ser un esbirro de otros, toda vez que ni siquiera pretendéis dar explicación alguna a tales cambios radicales, es excesivo.- el caballero se sonríe mientras dice esto último. 

- Dicho todo lo anterior... yo soy fiel al duque. He combatido por él, he matado por él, y ha sido mi liderazgo y mi espada la esencial para derribarlo en estas mazmorras mientras vos os retrasábais. No tengo intención con mis actos de provocar muertes entre los guardias ducales, ni entre los restantes fieles al duque- tras las palabras mira al capitán Ferenk- Capitán, el koldún dijo que enterráramos separadamente su cuerpo y su cabeza. "Deben cortar mi cabeza y enterrarla separada de mi cuerpo, bajo tierra cubierta de flores frescas que simularán vida. Solo así el mal quedará encerrado en el cuerpo. De otra manera se liberará y poseerá a alguien más", fueron sus palabras exactas. ¿Qué queréis que haga con el cadáver?

Todo se descontroló por segundos, no solo parecía que allí estaría a punto de producirse un duelo de titanes, de monstruos que caminaban sobre la tierra en la cual, los mortales como él solo eran meros espectadores sin más opción que la súplica pro la vida y el alma. Se acercó a la pared, apartándose de ellos por si acaso comenzaban a batallar, cuando Schaar y Durius comenzaron a intercambiar acusaciones y el capitán intervino.

Boru no sabía que creer, que hacer o que pensar. Y aquellas dudas le hicieron quedarse paralizado. Él no tenía permiso para hablar, él no era nadie, solo un guardia, un fiel defensor de su señora totalmente sobrepasado por la situación. Y no se movió, no abrió la boca, no pudo moverse... hasta que los restos del carcelero se movieron. Algo en las entrañas del guardia se revolvieron ante el grotesco espectáculo, ahora agradeciendo lo poco comido los últimos días por no llenar el suelo de restos de comida mal digerida.

Temblaba ligeramente de miedo, buscando la manera de controlarse. Aquello había sido un exceso para lo que su débil mente podía soportar. - Y....yo.... m-mi... señor.... c-con... su permiso.... m-me gustaría.... ir... al encuentro.... d-de.... mi señora.... p-p-por favor. - Le costó un horror liberar el aire de sus pulmones para formular la petición, en un bajo tono que si no fuera por el lugar, sería difícil de oír.

Durius volvió una mirada fría hacia Schaar Dvy, desatendiendo la voz de Carcelero.

-Vuestras palabras dejan claras vuestras intenciones. No solo os negáis a obedecer al Secretario Ducal, mano diestra del Duque Kadar quien me nombró para tal cargo y a quien corresponden las tareas de gobierno de estas tierras y de este Castillo, sino que además me acusáis de posible connivencia con el enemigo, afirmáis no desear acabar con la vida de los fieles al Duque, afirmación que conlleva ímplícita una amenaza de muerte a los mismos. Además, con una osadía cuya intencionalidad me queda clara, me desautorizáis públicamente al tiempo que os erigís en adalid haciendo valer vuestra intervención en la muerte del cadaver que arrastrais. Hecho en el que aprovecháis para culparme de un retraso que no fue sino consecuencia de vuestros dos previos ataques hacia mi persona -la fría voz de Durius provocó leves ecos en las pétreas paredes de la mazmorra-. Capitán Zarak, arrestad al Caballero Schaar Dvy, desarmadlo y encerradlo en una de estas mazmorras.

Por fin. Mikail no entendía por qué había tardado tanto su Señor en solicitar que apresaran a Schaar Dvy. Por mucho menos, nada en realidad, habían metido los soldados, mostrando una bravura que ahora se diluía por las grietas de los muros de la mazmorra, a los lacayos de Durius en las celdas. Las palabras del Primer Caballero no dejaban lugar a dudas, era a él al que le correspondía el mando mientras durante la ausencia del Duque. Aunque contento , Mikail se mostró prudente. Ya había presenciado la locura del guardia y no le quedaba tan claro que fuera a dejarse apresar fácilmente. Con un gesto hacia Enrietta, tan frágil ella como una rosa, le indicó que se pusiese a cubierto en caso de que se desencadenara una situación violenta. Él mismo se puso en guardia y observó el entorno para ver dónde podía resguardarse.