Partida Rol por web

- Mi Señor Durius... - digo llegando hasta donde se encuentra. Me alegro de veros.

- Tal y como solicitó hemos venido con el Maese Maserrak tan pronto como nos ha sido posible.

Durius que observaba la llegada de Maserrak se volvió ante la voz de Schaar. Su cabeza se ladeó un tanto. La vida siempre proporcionaba sorpresas, pero que el cuerpo gravemente malherido de un hombre acabara cadáver para volver a la vida minutos después y mostrara un cínico humor ante la llegada de terceros, entraba en el terreno de lo paródico.

-Gracias, mi buen Vasilov. Carcelero, aguardad unos segundos, pues nada es lo que parece y nada sabemos acerca de cuanto ha de ocurrir. Maserrak, me alegra veros en buen estado. Temí por vuestra seguridad tras nuestra forzosa separación. Os he mandado llamar porque necesito de vos. O más bien ellos. El soldado Hakir se encuentra malherido. Diría que su vida no corre peligro pero sus heridas requieren de vuestras atenciones. Heridas infligidas por el hombre que se lamenta de no poder saludaros en condiciones, hombre que me acusó de suplantar la identidad de Durius bajo el poder de una magia oscura y que por tres veces alzó su espada sobre mí, incluso cuando cualquier duda acerca de mi persona fue disipada. Cayó bajo nuestras espadas, pero en el proceso malhirió a nuestro guardia ducal. Atendedle en primer lugar, Maese Maserrak para que pueda ser conducido con posterioridad a un lugar más halagüeño que este. Mikail, Vasilov, cuando Maese Maserrak acabe con su tarea, deberéis conducir a Hakir a sus dependencias -Durius habló sin prisa, exponiendo con claridad y sucintamente cuanto había ocurrido a oídos de Maserrak e impartiendo las órdenes precisas-.  Hay más cosas de las que hablar y que sin duda os placerá escuchar, más pueden aguardar. Sanad a Hakir, Maserrak.

La voz del caballero Dvy me sobresalta. Mis ojos se agrandan por la sorpresa y por mi boca abierta escapa un sordo gemido de sorpresa. Con la cabeza en mi brazo izquierdo me acerco extendiendo el derecho pero me detengo a poca distancia y retiro el brazo. Me siento sobre mis talones totalmente aturdida, mirándolo como un niño a un buhonero exhibiendo sus fruslerías:
- ¿Cómo es posible...?

Asiento a las palabras de Durius.
-Mi señor, iré a informar a la dama de lo acontecido. Aunque primero necesito alimentarme, empiezo a notar una fatiga insana. Además... No puedo dejar que me vean de esta forma. -Hago un rápido gesto con la mano que abarque mi cuerpo. -Demuestra una falta de protocolo indecente. Ahora, si al cárcelero , que de no ser por mi compasión seguiría languideciendo tristemente en busca de unas tristes gotas de sangre tiene a bien cumplir su cometido y abrir las endemoniadas puertas de las mazmorras para que pueda alimentarme de una vez por todas... Podré dedicarme a mis menesteres lo antes posible.
Carraspeo un poco y señalo una de las puertas.
-Por favor, ábrala.

- Así se hará. - respondo esperando a que Maese Maserrak acabara con sus quehaceres para con el Guardia Ducal Hakir.

No me hacía ninguna gracia ayudar a ese maldito bastardo malnacido después de como nos ha tratado pero ... órdenes son órdenes.

Maserrak asintió, con gesto agotado, para después acercarse a Hakir. Una vez llegó al lugar donde el guerrero ducal yacía, abrió la bolsa que portaba con él, de la que extrajo un par de tarros de cristal con sumo cuidado, así como unas pocas vendas. Con el modo de proceder metódico y automático de alguien que ha visto más heridas de las que le gustaría, procedió a limpiar esas heridas, ayudándose de agua de un cubo y del contenido de esos frascos, para después vendar firmemente las heridas.

-Ya está-dijo, cuando acabó-aunque no hago milagros. Este hombre necesita tiempo de reposo para reponerse totalmente. 

- Mikail. - digo agachándome para cargar con él cuando este me ayude. Ayúdame a llevarlo a sus aposentos.

Mikail asintió a su Señor y ayudó a Vasilov a cargar con el cuerpo herido del guarda. Sentía realmente que ninguno de los dos contendientes hubiese muerto. Al menos aún quedaba esperanzas de que Schaar fuese juzgado por alta traición. El mismo había presenciado los tres ataques que había realizado a su Señor y las mentiras que había vertido por esa boca de cloaca. Se forzó a dejar sus esperanzas a un lado y a ejecutar la tarea encomendada. Desde luego no lo hacía con cariño y le importaba poco si se le soltaba el agarre y las heridas volvían a abrirse o si golpeaba su duda cabeza de Hakir con alguna esquina.

- Ups.

Al escuchar las palabras de Schaar pensé que la gravedad de mis heridas era superior a la esperada y sufría alucinaciones. Lego comprendí que no fui el único en escuchar tales palabras y una nueva maravilla se mostraba ante mis ojos, que estaban ya callosos de tanto contemplar sinsentidos. No dije nada y recibí con alivio las atenciones del inquietante Maserrak, al que agradecí con un gruñido leve y una asentimiento quedo.

Cuando los dos lacayos me ayudaron a tenerme en pié, intenté valerme por mí mismo, pero el dolor era punzante y agudo, así que no tuve más remedio que hacer uso de los apoyos que me ofrecían, de mala gana, eso estaba claro.

Como hombre de armas que debe velar por su equipo tanto como por su propia vida, tomé la lanza para usarla de báculo y el escudo lo agarré por un ala, con el único propósito de no dejarlo atrás.

Después, me dejé guiar por ambos lacayos, aun procurando hacer uso de su ayuda lo menos posible.

- Con ayuda de Carcelero, el Chambelán Otto de Sajonia visita las celdas de cada uno de los doce prisioneros que en ellas languidecen, bebiendo un sorbo de sangre de las ventas de todos y cada uno de ellos.

- Entretanto, Maese Maserrak atiende las heridas de Hakir, quien después es acompañado a los Barracones por Vasilov y Mikail.

Una vez alimentado, sin peligro próximo de volver a caer en ningún estado que ponga en peligro a nadie ni me deje en mal lugar. Me coloco bien las vestimentas y asiento con la cabeza. Me despido de los presentes y voy camino de cumplir mi cometido. Salgo en busca de la dama Dubieta.
-Durius, después me gustaría hablar un momento en privado si no es molestia.

- El Chambelán Otto abandona las Mazmorras y al tiempo que los Lacayos Mikail y Vasilov regresan a ellas.

-Mi Señor Durius. - digo entrando en las Mazmorras. El Guardia Ducal Hakir ya está descansando en los Barracones.

- El Capitán Zarak desciende pesadamente los escalones que proceden del Patio, de la fría superficie.

- Los minutos se siguen desgranando, pasa media hora de la medianoche.

Durius había asentido fríamente al Chambelán al tiempo que este desaparecía de su vista.

-Maserrak, debemos hablar con urgencia de asutos importantes, pero las interrupciones son constantes -dijo al tiempo que oía unos pasos pesados descendiendo por la escalera- y resulta casi imposible. Sé que estás agotado pero pronto sentirás tal energía que creerás que no necesitarás dormir. Si no me equivoco quien desciende es el Capitán Zarak -era hora de tomar decisiones pero no disponía de tiempo-. Veamos que quiere decirnos.

No movía las piernas con rapidez, pero bajó los escalones de dos en dos, haciendo resonar la piedra con cada paso. Se detuvo al pie de las escaleras, recorriendo la totalidad de la mazmorra con la mirada. No la detuvo ni titubeó cuando se encontró con lo que estaba buscando. No era el único motivo para regresar a la morada de los mazmorreros.

Se acercó al lugar donde hablaban Durius y el maestro, por cuyo aspecto hubiera podido jurar que no había aprovechado ni un instante del descanso que había podido disfrutar en las horas transcurridas desde el final de la batalla. Un pensamiento pasajero le hizo preguntarse si lo que había hecho en la plaza pedía del hombre más que un simple esfuerzo, si podría recuperar todo lo que había entregado.

—Necesito hablar con Carcelero —explicó escuetamente.

Empezaba a acostumbrarme a vivir inmerso en una nebulosa. A veces me sentía flotar, otras el tiempo pasaba de repente tras un parpadeo. Había personas que entraban y salían de la nebulosa sin previo aviso, dotándola de cierta vida.

"Creo que me he vuelto loco definitivamente Falke..." - pensé, recordando a mi viejo amigo.

Creo que nunca había tenido una actividad tan intensa y con tan poco descanso entre medias, ni siquiera cuando pasé el Reto del Aprendiz. Después de aquello pensé que sería siempre la experiencia más dura y extenuante de mi vida, pero está claro que me equivocaba.

- ¿Eh?... Estooo... Si, claro, lo que digáis - las palabras de Durius surgieron de la nebulosa, sacándome un poco de aquel estado.- Hablar... si... por supuesto...

El Capitán entro en la nebulosa buscando a Carcelero. Aquello me trajo recuerdos recientes del enfrentamiento en las calles de la ciudad, dónde aquel hombre daba rienda suelta a su ira machacando a los Basarab con una maza. Nunca había visto a Carcelero en combate antes pero, la verdad, comenzaba a acostumbrarme a aquella clase de personajes sanguinarios, después de todo ahora vivía rodeado de ellos.

"Un momento... ¿Ha dicho que sentiré la energía...?"

Me volví hacia Durius enarcando una ceja.

-Tendréis que esperar, Capitán. Necesito de Carcelero y sus servicios. No obstante, cuando finalice en el cumplimiento de mis peticiones, lo enviaré a vuestra presencia. Ahora, si nos disculpáis, hay asuntos que debo resolver con cierta premura y privadamente y la defensa del Castillo exige de vuestra presencia en nuestras defensas -Durius miró a Ferenk directamente esperando su marcha inmediata. Su paciencia comenzaba a agotarse ante las constantes interrupciones-. Mikail, apóstate en las escaleras, junto a la entrada a las mazmorras e indica a cuanto desee entrar que deberá hacerlo en otro momento, pues tal es mi deseo.

- Voy enseguida..- Se preguntaba si aquellos soldados que le habían vilipendiado durante la corta ausencia de su Señor ahor ale mostrarían más respeto. El primero de ellos reposaba en su sucio catre convaleciente de sus heridas. no le deseaba nada mejor, desde luego. Quedaba claro que El Primer Caballero necesitaba algo de tranquilidad para lo que fuese que fuera a tratar.- Quizá alguien debiera hacer lo mismo con las escaleras que bajan de las bodegas de la cocina, mi Señor.- Sin decir nada Mikail subió las escaleras y se quedó junto a ellas en caso de que alguien pretendiese bajarlas.

- El guardia ducal Itsvan desciende las escaleras seguido por otro guardia, cuando de repente siente que el Lacayo Mikail se atreve a bloquearle el paso.