Partida Rol por web

- Zort y Zuyla Dravescu salen del Patio hacia los Aposentos de los Dravescu.

En cuando hube recogido aquel preciado hallazgo, limpié un poco el suelo tal y como había pensado en un principio. No fue necesario esmerarse mucho pues ya lo limpiarían correctamente los criados al día siguiente, además no parecía haber ni alma en el castillo de modo que el secreto quedó donde debía quedar.

Dudaba de la integridad de la muestra, por lo que era imperativo comenzar los experimentos cuanto antes. No estaba seguro de que fuera a encontrar algo de utilidad pero aquel brillo me había llamado la atención lo suficiente como para estar seguro de que valía la pena intentarlo.

Al amparo de la noche devolví los utensilos de limpieza a su lugar y volví a mis aposentos con mi preciada carga recién adquirida.

El guardia Tomescu escuchó el griterío en el patio. Con las cosas que había visto aquella noche, temía por sus señores, así que decidió asomarse a la ventana para ver qué ocurría.

GUARDIA TOMESCU:

- Estás en el pasillo ante la puerta de los Aposentos Szantovich, de pie apoyado contra la pared y no del todo despierto.

- Hay algunas antorchas encendidas en soportes en la pared, una cada cinco o seis metros o así.

- No hay ventanas.

- Te ha parecido escuchar unos gritos incoherentes que sonaban en mitad del patio y se alejaban hacia el Este, hacia el Salón Principal.

- Estás casi seguro de que el que grita es uno de los lacayos al servicio del Caballero Durius de Slobozia, Primer Caballero de la Corte.

Temiendo que pueda ser algo importante, echo a correr pasillo abajo hacia la puerta que da al patio del castillo.

- Innya sale de las cocinas al patio del castillo y nota el cortante frío de la madrugada transilvana a la intemperie. Está todo terriblemente oscuro.

- Escucha pasos de dos hombres saliendo del pasillo cercano a los barracones de la guardia.

- Por ese pasillo salen el Escudero Krevcheski y el Guardia Tomescu. El primero ataviado con una túnica y sus botas, el segundo con su armamento completo, pues estaba de guardia.

- Los tres se ven entre sí, pero no ven nada más. Nada sospechoso y ni rastro de quien ha gritado de ese modo.

- Maserrak abandonó la capilla hace horas y se encerró en su pequeña habitación encima de la sala de estudio.

- Pasa a su escena privada personal.

Se ladeó inquieta, mirando a sus espaldas, por el camino a la zona de servicio de la que procedía llevándose una mano al pecho, aferrando la tela del vestido dentro del inquieto puño de la muchacha.

Tras unos instantes de duda en los que sus ojos se perdían en la oscuridad imaginando mil pesadillas decidió avanzar un poco hacia los hombres que se encontraban en su campo de visión sin soltar la tela aferrada.

-Buenas noches tengáis-dijo en voz baja pero cálida esbozando una sonrisa que no ocultaba del todo la turbación sin razón que sentía.

- El Chambelán Otto acaba de entrar al Castillo por la Barbacana.

- Está en el patio. Ha ido a la ciudad a dejar al niño Lindor de Slobozia en la mansión donde vive su madre, Pavetta.

Tomescu mira alrededor extrañado, como si algo faltase en aquella escena nocturna. Entonces recuerda algo. Duda, mira el pasillo que acaba de dejar y mira al frente, hacia la negrura de la noche. Luego se percata de la presencia de otras tres personas.

- Buenas noches.

Hace una ligera inclinación de cabeza, bastante átona. Curiosidad y deber luchan, pero gana el deber. Así que se da la vuelta y regresa por el pasillo por donde acaba de salir en dirección a los aposentos Szantovich.

Esperaba no tener que verse obligado otro día a llevar de nuevo a Lindor a su casa siendo tan tarde. Obviamente las circunstancias responsables de que todos hubiesen estado despiertos hasta horas tan intempestivas eran extraordinarias. Al menos eso esperaba el mayordomo, pues prefería no tener que lidiar con la muerte sesión de corte tras sesión de corte.

- “Sí. No pasará de nuevo”- se dijo sin creérselo demasiado. El tiempo tenía la molesta costumbre de llevarle la contraria.

Después de que se abrieran las puertas hizo cruzar al caballo por la barbacana. Con cada paso que daba estaba más cerca de su cama, del descanso que tan merecido tenía después de un día lleno de emociones. Pero una vez más, como tantas otras, sus intenciones se vieron trastocadas por las circunstancias. En esa ocasión fue un grito.

- Qué diab…- masculló y calló a tiempo de evitar blasfemar. ¿A quién se le ocurría gritar a aquellas horas? ¿Cómo se podía ser tan irrespetuoso con el sueño de los demás? Y lo que era más importante, ¿quién era el inconsciente que lo había hecho?

Dispuesto a responder a las preguntas golpeó los flancos del animal para que se dirigiera hacia el patio y origen del grito un poco más rápido. Se obligó también a olvidarse por un momento del cansancio irguiéndose todo lo que pudo sobre el caballo. Altura era autoridad y si el descerebrado responsable de aquel acto era un subordinado suyo debía mostrarse muy autoritario

- Zort Dravescu sale apresuradamente de la habitación de los Dravescu y cruza el pasillo iluminado por una antorcha encendida, sujeta de un soporte cada seis metros.

- Tras salir del pasillo, llega al patio del castillo, que está oscuro como la pez. No se ha abrigado demasiado y siente en sus viejos huesos el frío gélido de la noche transilvana, que le roba el aliento de los pulmones.

- Le parece escuchar pasos cercanos, unas botas y alguien que se mueve portando armas y armadura. No les ve muy bien, pero cree que cerca suyo están el Escudero Krevcheski y uno de los guardias del Séquito de los Szantovich (Tomescu, aunque Zort no le conoce por el nombre).

- El Chambelán Otto está también en el patio, a lomos del caballo de monta que se disponía a llevar de vuelta en los establos.

- A Zort le parece discernir además una silueta femenina procedente de las cocinas (se trata de Innya, aunque Zort no llega a identificarla)

- El Guardia Tomescu saluda a los presentes que están más cerca suyo y regresa por el pasillo a su puesto de guardia.

Zort salió al patio corriendo. O al menos eso pretedía sus huesos y el intenso frío no le permitían andar muy rápido. Su cara estaba decolocada, parecía muy asustado. Al ver al Chambelán juntó fuerzas para gritar.

- Chambelán... Otto, necesito ayuda urgente. Alguien, alguien que busque al Maestro Maserrak por favor. Zuyla está teniendo un ataque. AYUDA!!!

¿Un ataque?

Guiada por su naturaleza, Innya se acerca hasta la figura cuya visión no llegaba a distinguir del todo entre las tinieblas con el semblante demudado por la preocupación abierta y sincera.

-¿El caballero está muy grave?-inquirió frotándose los brazos y exhalando nubecitas de vaho al hablar-¡Yo buscaré a Maserrak y lo traeré,mi señor, no tardo!-giró sobre el suelo helado sin esperar más indicaciones, seguramente el mayordomo Otto la exhortaría a no quedarse parada como una idiota helada asíque se adelantó y  echó a correr haciendo que el faldón se levantara en ondas por la carrera al salir del patio a toda prisa.

No hay tiempo que perder, no hay tiempo que perder, no hay tiempo que perder.

Por suerte al menos un alma lo escuchó, en medio de un castillo lleno de gente. Y por suerte fué aquella jóven que conocía ya el lugar.

- Corre niña, corre!

Al ver alejar la figura decidió volver pronto a la habitación con Zuyla.

Erguido sobre su caballo vio a Innya en el patio y no pudo creérselo. Era una muchacha diligente y responsable, y creía que sensata. No la pensó capaz de dar aquella voz en mitad de la noche y aun así allí estaba. Pero la realidad nada que ver con aquella irreflexiva primera presunción producto en su mayor parte del cansancio que Otto cargaba a sus espaldas.

Dejo caer sus hombros y a caballo caminó hacia ella. Fue a media distancia cuando el verdadero responsable de los gritos se reveló y después de escucharle sus voces eran más que justificadas.

- “Oh Dios, otro más no. Por favor…”- rogó en silencio por la vida del caballero Dravescu.

Innya corrió rauda a buscar a Maserrak haciendo honor a la percepción que de ella tenía, aunque antes de que se alejase demasiado el mismo mayordomo se vio dando las voces que instantes antes había tenido intención de castigar.

- ¡Innya! ¡Antes pasa por la cocina y despierta a un par de sirvientes para que vayan hirviendo vino y agua! ¡Que tengan lista también agua fría y paños limpios! Cualquier cosa que el Maestro Maserrak pueda necesitar…

Se bajó del caballo y dejándolo en mitad del oscuro patio salió corriendo tras Zort el Emisario.

¿Un ataque? Que era lo que estaba pasando en el castillo, todo era muy confuso.  Vio correr a la sirvienta, y luego a Zort y al Mayordomo. El petimetre se quedo quieta un momento, sin saber que hacer, y salió corriendo detrás del mayordomo. Voy con vosotros, se algo de medicina, podría ser de ayuda.

- Innya se ha ido corriendo a la zona del servicio y las cocinas.

- En ese momento, el Caballero de los Cárpatos sale al patio procedente de las habitaciones privadas de Durius de Slobozia.

El Caballero es una visión de pesadilla, pues va completamente cubierto de pies a cabeza de sangre y entrañas, y sostiene una espada Basarab cubierta de sangre fresca desde la punta a la empuñadura.