- Sí, capitán. - Contestó automáticamente en cuanto le dio el visto bueno. En cuanto pasó de largo relajó los músculos de su cuerpo, caminando entonces hacia el exterior, esperando ver la situación que allí había. Ver el estado de los soldados y si fuera posible, ver las tropas enemigas.
Odiaba la espera.
Temía la llegada del enemigo. También la ansiaba. Deseaba terminar con aquello, pues aquel sin vivir no era una forma digna de sobrevivir. Temiendo lo que había tras las murallas, temiendo la llegada del enemigo, temiendo la muerte. Prefería afrontarla, y que sucediera lo que Dios había deparado para él.
Al patio.
Sabía lo estimable que era Baru para Radovina, al igual que intuía la gran lealtad que hacia su señora tenía el guardia; pero al igual que ella, debía entender que su habilidad era requerida para beneficio de todos como lo era la de Schaar. Reconocía que no le caía bien el guardia, no por algo particular, pero ahora entendía que no era más que una actitud recelosa con todos aquellos que se acercaban a su prima. Y hacía bien, aunque otra cosa es que pudiera hacer algo contra las criaturas que moraban el castillo, o sus aledaños. Quién sabe... puede que la joven Condesa se llevara una sorpresa, al parecer no todos eran lo que parecían.
- Capitán... -Le dedicó una leve inclinación de cabeza a modo de saludo-. Por lo que me han informado se ha retirado a descansar. Tenía pensado ir a su estancia tan pronto como verificara que mi prima se encuentra... bien -No sabría decir cuál era su estado-. Si me dispensa iré a comprobar la salud del Maestre, y sabrá su estado ya sea por sus palabras si puede acudir o por las mías en caso contrario.
Esperó a su respuesta sin que le pasara inadvertido lo que sucedía con los lacayos.
Boru salió, Schaar Dvy entró tras el capitán, y las puertas del salón se cerraron al fin. La respuesta de Dubieta no le sorprendió. Podían ser vasallas de Su Señor, pero su lealtad sería en primer lugar para su familia. No podía culparlas por algo así, especialmente cuando una de ellas tenía un hijo pequeño en un castillo que podía caer ese mismo día.
—Iré yo mismo —dijo Ferenk, devolviendo el saludo a la Dama, aunque no hacía más que unos minutos que la había visto en el patio—, aunque puede acompañarme si lo desea, a menos que prefiera quedarse con su prima. ¿Acaso está enferma la Dama Radovina? ¿Necesitan algo que esté en mi mano concederles?
- El Guardia Boru sale al Patio del Castillo.
// Sale de escena: Boru. - Sigue en: Patio del Castillo.
DECIMA CAMPANADA.
CINCO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.
Negó levemente pues bien podía ocuparse de ambos siempre y cuando fuera a su debido tiempo. Incluso sería de agradecer tener unos instantes para pensar detenidamente la situación que tarde o temprano golpearía los muros del castillo, si es que no encontraban otra vía de entrada...
- Os agradezco la preocupación, mas deduzco que está sumida en una amalgama de sentimientos -¡Y menudos sentimientos! Pero eso era algo que no incumbía ni siquiera al amable Capitán-. En cuanto sepa que el Maestre está en buenas condiciones atenderé por completo a mi prima -Con una mirada que advertía que tenía más experiencia a su espalda que edad aparentaba lo evaluó-. No es momento de ambigüedades, así que os confieso que tengo cierta necesidad por comprobar la evolución del Maestre, pues es una baza importante para salir indemnes y después de toda una noche de incertidumbre me vendría bien.
Aunque conocía perfectamente le poder de los sentimientos, Ferenk no estaba convencido de las palabras de Dubieta respecto a su prima. Y si así era, envidiaba a la mujer, que podía dejarse llevar por el irressitible pulsar de sus entrañas, mientras él debía encargarse de una responsabilidad que pesaba como una armadura de oro macizo, ignorando que solo deseaba apretarse contra un rincón oscuro hasta consumirse en la negrura.
No podía permitirse dedicar el precioso tiempo de luz a asuntos separados de lo esencial. Así que, simplemente, asintió.
—Vayamos a los aposentos del maestro, en ese caso —dijo, cediéndole el paso—. ¿Nos acompaña? —añadió, mirando a Schaar Dvy.
MEDIODIA.
CINCO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.
El capitán salió hacia la cámara del maestro.
/A los aposentos de Maserrak (para no alargarlo más, que me sigan Dubieta y Schaar cuando quieran)
- La Dama Radovina guardaba un tenso silencio, al igual que su criada.
- Lo mismo los sirvientes de Durius, tal vez silenciosamente furiosos por ser obligados a permanecer aquí, en vez de custodiando las estancias de su amo y al durmiente Mayordomo.
- Schaar también estaba tenso, mirando a Dama Dubieta.
- El Capitán Zarak rompió entonces el silencio, retirándose hacia el Patio y el dormitorio del Maestro Maserrak sobre la Sala de Estudio.
// Sale de escena: Capitán Zarak. - Sigue en: Sala de Estudio. - Pasando por: Patio del Castillo.
Me parece bien, vayamos hacia la habitación del Maese.
- Dama Dubieta sale del Salón y se dirige a la Sala de Estudio.
// Sale de escena: Dubieta. - Sigue en: Sala de Estudio. - Pasando por: Patio del Castillo.
Schaar asiente al capitán y mira unos instantes a Dubieta. ¡Tanto por decir!... y tan poco tiempo. El caballero caído en desgracia, el guerrero, el soldado, el asesino, el traidor, el leal... Schaar había sido muchas cosas. Pero igual que siempre había sido valiente, nunca había sido poeta. ¿Qué era primero? ¿los conceptos o esas palabras con las que estos toman cuerpo? No importaba. Schaar nunca podría explicar los sentimientos que le atenazaban desde que había hablado hacia unos instantes con Dubieta. Tampoco pretende hacerlo. Acompaña al capitán y a Dubieta a las habitaciones de Maserrak.
// Sale de escena: Schaar. - Sigue en: Sala de Estudio. - Pasando por: Patio del Castillo.
- Schaar sale presuroso del Salón.
// Sale de escena: Schaar. - Sigue en: Sala de Estudio. - Pasando por: Patio del Castillo.
Tanta entrada y salida del salóncomenzaba a desperezar a Mikail que, de todas formas, sólo había caído en un sueño ligero. Se frotó los ojos y vio que apenas ya quedaba gente allí.
- Vasilov, ¿dónde están todos?- Miró a los sus compañeros con una mirada inquietante.- ¿Ha vuelto Durius? Deberíamos preparar los aposentos.
Me encojo de hombros.
- Han ido en busca de Maese Maserrak. - le respondo a Mikail. El Capitán Ferenk ha dicho que nos quedemos aquí que tiene un encargo para nosotros. - añado volviendo a encogerme de hombros.
- De nuestro Señor Durius no hay noticias.
LA UNA DE LA TARDE.
CINCO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.
- El Capitán Zarak entra en el Salón.
- Poco después le sigue un lacayo feudal.
// Entran en escena: Capitán Zarak, lacayo feudal. - Proceden de: Patio del Castillo.
- "Señores, el señor Schaar Dvy quiere que todos acudan al Patio..." -
El capitán Zarak entró al salón a paso ligero, haciendo resonar el taconeo de sus botas metálicas por encima del murmullo general. Dirigió una brevísima mirada a la Dama Radovina, que por la tonalidad de su tez parecía todavía indispuesta, y se plantó frente al trío de sirvientes de Durius: Mikail, Vasilov y Enrietta.
—Vosotros no. Permaneceréis aquí conmigo —ordenó.