Partida Rol por web

- Realmente me alegra escuchar eso, Carcelero- dice Schaar nada más llegar- Vamos a necesitar que todos realicen un buen trabajo para poder vencer.- tras las palabras mira al capitán- Capitán, ¿qué ordenáis?

Carcelero recompensa las palabras de Schaar con una sonrisa torcida. La sonrisa de un torturador que no conoce la piedad.

No puedo evitar mostrar una sonrisa irónica al ver el labio torcido del carcelero, esa sonrisa insana que muestra la naturaleza del que hace gala de ella. Aunque todo parecía moverse igual que siempre, de manera automática, como si nada fuera de estos muros importase ni nos amenazase, la verdad es que me sentía inútil, aunque lo disfrazase de aburrimiento tratando de engañarme a mi mismo. Necesitaba sentirme últil de una vez por todas y dejar mi hastío y mis dilemas morales para cuando tuviera ocasiones de preocuparme por ellos. Y la verdad que tenía intención de ocuparme de ellos lo más tarde posible.

-Muy bien Carcelero, hable directamente con el Capitán para que pueda organizar debidamente a las tropas, pero no descuide las mazmorras.

Miro en derredor, buscando a la gente que se encuentra en el salón en este momento, no se muy bien porqué, en realidad tengo memorizada la presencia de todos y cada uno de los presentes, pero ando buscando una fuente de inspiración. Me acerco al Capitán Ferenk para hablarle sin necesidad de alzar la voz, tampoco es que quiera que se me escuche en este momento.

-Por cierto Capitán ¿Tenemos algo planeado más lejos que aguantar una noche más un posible ataque de nuestro enemigo?

La sonrisa cruel de Carcelero se acentúa.

- "No tema, Chambelán. Su Rebaño estará a salvo en las mazmorras." -

Después añade:

- "Los Basarab no deben de ser tan fuertes como todo el mundo cree, parece que la mayor parte han sido exterminados como cucarachas." -

UNA HORA DESPUES DE MEDIANOCHE, CINCO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

- Los guardias ducales Hakir e Itsvan irrumpen en el Salón Principal.

Ferenk respondió la sonrisa cruel de Carcelero con una propia, divertida, deshonesta. Hacía tiempo que había perdido la capacidad de sonreír con sinceridad ante las dificultades, disfrutando de lo que podía ordeñar de las ubres cuarteadas de la vida. Se sentía como un recipiente de arcilla de paredes tan finas que se romperían con el más suave de los golpes.

Aunque solo habían hecho falta unos días para que se acostumbrara a la desagradable sensación, hasta hacerlo sentirse casi cómodo en ella.

—Fuera, y en las mazmorras —rectificó—. No tema. No será necesario que permanezcan mucho tiempo bajo la luz del sol.

Cuando ya se disponía a salir de allí, el chambelán Otto se acercó a preguntar por los planes trazados, más allá de los esfuerzos destinados a resistir el esperado ataque. Planes que no existían, pues incluso las preparaciones para resisitir en el castillo eran improvisadas. Carecían de las fuerzas y recursos para organizar una resistencia. Por fortuna, los Basarab carecían de las fuerzas y recursos necesarios para montar un ataque en condiciones.

—Descuide, Otto —respondió—. Por esta noche, les esperaremos en el castillo. Cuando llegue el alba, consideraremos otras opciones. Si puede luchar, será bienvenido, en caso de que se produzca la escaramuza.

En ese momento, dos de sus guardias entraron el salón, probablemente con noticias del exterior. Ferenk se encaró con ellos, esperando el informe.

Mientras íbamos hacia el salón principal no pude evitar preguntar a Hakir el porque del tratamiento de Señor que había recibido Mikail, aunque por su tono no parecía que le gustara mucho llamarlo de esa manera.

Hakir te tengo que preguntar algo antes de entrar al Salón. ¿Por que has tratado de Señor a Mikail si solo es un lacayo?

Si no es una razón que nos complique más lo que tenemos entre manos o es una historia demasiado larga podemos dejarla para cuando todo esto acabe. 

Entramos al Salón principal, quizá demasiado deprisa, hicimos un poco de ruido con la puerta al entrar y la mayoría de la gente que allí había se giró hacia nosotros. El Capitán se dirigió con paso firme hasta nuestra posición, quedando frente a nosotros. Pidiendo las noticias que traíamos sin ni siquiera articular palabra alguna, solo con su mirada Hakir y yo sabíamos lo que el Capitán estaba esperando de nosotros.

Capitán, según los informes de la Guardia Feudal de las murallas no son mas que una treintena de hombres y tres caballeros, parece que están acampados en las ruinas malditas.

Después de decir esto en un tono marcadamente serio y marcial me acerqué un poco más al Capitán, para que sólo él y Hakir pudieran oír lo que iba a decir.

Parece que Hakir y yo estamos de acuerdo en que hay algo extraño en este ataque y mas en que sea llevado con nocturnidad, posiblemente tenga algo que ver con cosas del Maligno, aunque solo son suposiciones no deberíamos descartarlo del todo. ¿No cree Capitán?

Hakir respondió algo ofuscado. -Estoy tenso, Itsvan. Llevo buena parte de la noche despierto, más que llevaremos y no me fijé en quien era. Todo el castillo está revolucionado, y a veces no sabes con quien tratas si no se te identifican.

Hakir dejó hablar a su camarada, al menos era más optimista que él. ¿Por qué hablaba con tanta naturalidad del Maligno? vociferó para sus adentros, esto no es cosa a tomarse a la ligera. A las últimas palabras de Itsvan, él agregó en el mismo tono bajo.

-¿Quién acampa por la noche en un lugar así, señor? ¡Lagarto! ¡Lagarto! Cosa fea señor, pero aquí nos tiene. Y al infierno iremos con usted y con Dios si hace falta.

Muevo negativamente la cabeza hacia el joven señor ante la petición de darle una espada, no es seguro, y además no tengo órdenes al respecto. Sin embargo hago un gesto hacia la puerta de la salida.

- Sin embargo, no podemos quedarnos aquí sin hacer nada- le comento a mi protegido- vayamos a ver a vuestra madre.

Miro hacia los que estamos en el salón algunos entrando otros saliendo. No me gusta como se están sucediendo los acontecimientos, esos tres caballeros en el cementerio no presagia nada bueno. Se nota la tensión y creo que va a morir mucha gente de la que ahora estoy viendo. Así se lo digo Tiberiu.

-Miradlos bien, a lo mejor no los volvemos a ver. Recordad sus caras y porqué están luchando- se que mis palabras pueden que no calen hoy, quizás algún día.

- Tomescu, el guardia personal de Dama Dubieta y su hijo Tiberiu, sale hacia la Capilla.

-¡Espera Tomescu! ¡Voy contigo!

El niño sale a la carrera tras el guardia. No piensa en la gente a la que no va a ver, ni en quiénes van a matar y morir. No teme a la muerte, aunque la ha visto de cara desde que tiene uso de razón. No le asustan los terrores antiguos con los que puede encontrarse esta terrible noche, porque ha vivido rodeado de ellos. No. El ánimo de Tiberu no está oscurecido por el pesimismo y el horror, sino que brilla a causa de la excitación.

- Tiberiu sale a la carrera detrás de Tomescu, aunque sus pasos son mucho más cortos.

- La Dama Dubieta llega al Salón Principal.

Nada más entrar buscó a su retoño, pero no estaba, ni Tomescu. Sin embargo, sí estaba Schaar y su prima en lo que le pareció un estado preocupante. Absorta, desalentada.

- Disculpen -interrumpió la animada charla entre el Capitán y su caballero, centrándose en éste último-, ¿dónde se encuentra Tiberiu? 

Los avances en el barracón eran secundario.

Una treintena de soldados y tres caballeros. El número se mantenía inamovible.

El Capitán Zarak entornó los ojos con incredulidad. Hacía años que vivían en un castillo cuya corte abría sus puertas al caer la noche. Solo hacía unos días que habían sido testigos de lo ocurrido en la noche de los esponsales, de la muerte del vampyr Basarab y la transformación de Farkas Deli.

En cierto modo, los envidiaba. Ferenk era un hombre simple, como ellos, y hubiera deseado vivir en un mundo más sencillo, donde el hombre solo tenía que temer a sus semejantes, y los monstruos vivieran en los cuentos y pesadillas.

—Confían en la noche para ocultar sus movimientos —sentenció—.  Regresad a las murallas y acostumbrad la vista a la oscuridad.

¿Quién acampaba en un lugar así?, se preguntaba el guardia. Quien esperaba ganar algo de aquel lugar era la respuesta.

La Dama Dubieta regresó al salón, preguntando por su hijo. Aunque la mujer se dirigía a su protector, fue el Capitán el primero en responder:

—Su hijo acaba de dirigirse a la capilla en compañía de uno de sus guardias.

 Se dirigió inmediatamente después a Carcelero y Schaar Dvy.

—Tenemos asuntos que tratar en el exterior —indicó, invitando a ambos hombres a que le acompañaran hacia el patio.

Agradeció con un ligero gesto de asentimiento la información proporcionada por el Capitán. Como era de esperar fue un encuentro escueto, mas era lo esperado en una situación límite como era aquella. Los Basarab no habían atacado, ¿a qué esperaban? 

Miró a su Caballero y le ofreció un gesto de despedida con una sonrisa que intentaba otorgar un punto de esperanza. Ahora, tras la marcha ambos, sólo quedaba dirigirse a la Capilla. Antes de salir echó un vistazo a su prima, que pese a la consternación se mantenía callada y sin moverse del Salón Principal. Hablaría con ella más tarde pues le desagradaba que su pequeño anduviera por el castillo.

"¿En la Capilla?"

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