Partida Rol por web

- Schaar Dvy ha estado ocupado, arengando a la milicia, trayéndose a una veintena de milicianos y repartiéndolos por las murallas y el barracón.

- En la ciudad ha puesto a los otros ochenta milicianos en servicio activo, repartiéndolos por la exigua muralla romana en ruinas. En principio, para llegar al Castillo, cualquier invasor debería de pasar antes por la ciudad. Lo que es dudoso es que la milicia realmente suponga un freno para cualquier enemigo decidido.

UNA HORA ANTES DEL OCASO DEL CUATRO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

- Maserrak ha podido descansar (en la cama de la aneja habitación del Senescal) y beber agua, además de comer un poco. Ha pasado cuatro horas durmiendo profundamente de un sueño del que no podía ser despertado (inconsciente).

- Al fin, al enésimo suave zarandeo del Capitán, abre los ojos y parece que está lúcido, aunque todavía agotado y consumido, como si le hubieran chupado toda la vitalidad y su alma estuviese seca, como el fondo de una poco profunda charca bajo un sol de agosto.

- Gretta y Niziya le han limpiado la sangre. Ahora no parece herido, pero es evidente que sangró por boca, nariz, oídos, e incluso por los ojos...

Su Señora, la Dama Radovina no se movió, no habló, ni expresó deseo alguno. Como fiel guardián, o simplemente como un perro bien amaestrado, Boru no se movió de su lado ni un solo segundos. Se preguntaba que debía pasar por la cabeza de su señora, tan ausente aquel día. Se preguntaba tantas cosas que llegó a dudar, solo un segundo, de que debía hacer.

Miró a Su Señora. Tragó saliva, humedeciéndose los labios después de varias hora sin apenas moverse. Aprovechó el momento para mover ligeramente los hombros y comprobar que sus músculos no habían quedado entumecidos por las horas de guardia. Sintió tirar el musculo y el hueso, sintió el dolor sobre la piel donde la armadura estaba siendo cargada. Se afrontaba quizás a uno de los momentos más duros de su vida, y debía reconocer que estaba cansado y dolorido. La Dama Radovina no le había ofrecido ni un minuto de descanso desde que marchara su marido, y aquello le estaba pasando factura física y psíquicamente.

Estado de Alerta. Seremos atacados. Heridos, ataque, intrusión. Muerte. Muerte... Todas aquellas palabras resonaron en la cabeza del Guardia, del protector y siervo. Palabras que hasta hace muy poco sonaban extrañas y distantes, que resonaban en pasillos en tonos de alegría, en tono de victoria. Y ahora, en cambio, resonaban como el augurio de una muerte próxima.

¿Tan cerca estaban de la muerte?

Había tenido horas para pensar en ello. Había contemplado como los rayos de luz que entraban por las cristaleras se desplazaban lentamente por el suelo de piedra. Se preguntó si aquel sería el último rayo de sol que vería. No deseaba morir, pero moriría por su señora.

Y entonces, llegó aquella noticia. Los Basarab venían, llegaban, estaban allí. Iban a atacarles. Él, al igual que muchos otros habían escuchado historias. Más bien, las historias. Hombres fuertes como bestias, bestias como hombres. Heraldos de la muerte, heraldos del fin.

¿Qué debo hacer?

Se preguntó, pero aquella pregunta tenía una fácil respuesta. - Mi señora. - Llamó la atención de Radovina. - ¿Qué desea hacer? - Preguntó finalmente. él permanecería junto a ella hasta que muriera o le ordenara otra cosa. No importaba el cansancio o el dolor. Seguiría a su lado hasta su último aliento.  

Radovina había permanecido callada hasta ese momento, pues no tenía mucho que decir. Ella era una simple mujer. Noble, sí, pero mujer al fin y al cabo, y la guerra era campo de los hombres. Las mujeres libraban sus batallas en otros campos. No estaba muy versada en asedios, ni en batallas, y lo cierto es que no sabía muy bien que responder a la pregunta de Boru.

Finalmente, se decantó por la sinceridad.

-Sobrevivir, mi querido Boru. Como todos. Organiza al resto como creas conveniente, y colabora con el capitán para la defensa. 

Mikail acudió al salón principal a regañadientes. Permaneció junto a Vasilov y Enrietta aunque su mirada y pensamientos se dirigían constantemente al pobre Dagu y su familia. Las palabras sobre una inminente batalla le entraban por un oído y le salían por otro. Si pensaban que después de lo que había pasado, y el destino que seguramente hubiera corrido Innya, pensaban que iba a proteger con su vida aquel castillo de mierda, lo llevaban claro.

Panda de engendros.

Su Señor Durius le había dado instrucciones claras y sólo a él obedecería. Sumido en sus cavilaciones pasó algo totalmente inesperado para el lacayo. El monstruo de Maserrak había regresado y en un estado que le hizo deleitarse de placer. Por su culpa le habían azotado y aún recordaba perfectamente el lacerante dolor en su espalda, además de tener aún las marcas que lo demostraban. Si hubiera podido lo hubiera rematado allí mismo. Lo peor de todo es que si Maserrak había vuelto y Durius no, ¿significaba aquello que había muerto su Señor? Lanzó una mirada cargada de suspicacia a sus compañeros y a Visany.

Hay que ponerse en marcha.

Deseaba que su Señor hubiera sobrevivido pero no le importaría en absoluto que el hijo de puta de Iacobus muriera. Siempre había pensado que acabaría muerto ensartado en su espada y, si los Basarab lo habían matado, tan malos no serían. ¿Qué diferencia habría para los sirvientes entre unos y otros?

- Tenemos trabajo que hacer.- Indicó con una orden seca a Vasilov y Enrietta. Se acercó a Dagu y a Visany y puso su mano sobre el pobre muchacho. para después salir hacia el patio y las estancias de Durius.

El caballero Schaar alzó la mano como pidiendo un momento de silencio.

- Esperad todos un momento. Hay cosas que debemos poner en común- pone en orden sus ideas y, finalmente, se decanta por la sinceridad. Al menos, por toda la sinceridad que le es posible- Somos siervos del duque. Él es el señor de todos. Como os dije antes de tener que salir para intentar que la defensa esté al menos mínimamente organizada- sonríe al decir eso- Tuve que salir para preparar las defensas y, cuando lo hice, vi a Maserrak regresando. Él mismo me confirmó el enfrentamiento contra los basarab, y como los mismos han herido gravemente al primer caballero Durius (quien me indicó Maserrak que le seguía pero no ha aparecido, esperemos que ha podido ocultarse) y han matado al caballero Iacobus- al decir esto mira un instante a la dama Radovina e inclina la cabeza- Mis condolencias señora- guarda un instante silencio y entonces continúa- Pues bien... creo que los basarab van a atacarnos. Son enemigos de nuestro señor, el duque, y su comportamiento es de abierta rebelión. No iremos a atacarles, pero sí eliminaremos a todos los que se atrevan a atacar las tierras de nuestro señor, y a cualquiera de sus siervos. Para ello, al ver llegar en tan mal estado a Maserrak, tras dar algunas instrucciones, regresé al castillo. Tengo toda una serie de medidas preparadas, conforme con el capitán. Creo que lo urgente es defendernos del ataque, y luego, si logramos vencer a nuestros enemigos, buscar al primer caballero Durius y someter las tierras basarab al dominio del duque. Ahora, creo que el capitán, si tiene un momento, y cuantos guardias y hombres capaces de portar armas, queden, deberían reunirse, junto a mi, a las ordenes del capitan, para hablar de la defensa. 

Durius, desaparecido. Iacobus, muerto. Ahora sabía exactamente qué sentía ante la muerte, ante el vacío. Pero estaban vivos, lo estaban. ¿Pero por cuánto tiempo? Las campanas de guerra pronto sonarían, o eso esperaban.

- Radovina... -susurro mientras brevemente apretó con suavidad su brazo en un gesto de comprensión-. Regresemos a las habitaciones. Habrá mucho ajetreo mientras se realizan los preparativos en la defensa del castillo -Miró a Baru y luego prosiguió-. Déjame un instante con Schaar antes de acompañarte, prima.

Si ponía a Baru al servicio de la defensa debía sopesar si hacer lo mismo con Tomescu. Las víboras campaban a sus anchas por el campo de piedra; de distintos tamaños y colores; a plena vista o en recovecos.

- Schaar, un momento antes de que marches -Dirigió sus pasos hacia alguna zona más apartada del salón, y aunque no había nada que ocultar sí deseaba un instante de privacidad aparente-. Radovina pondrá a Baru a las órdenes del Capitán. Sabes cómo está la situación, ¿lo mismo sucederá con Tomescu? -Había un ápice de molestia en su pregunta.

Tras hablar con un nervioso mensajero de la milicia, el Guardia ducal Itsvan se acerca corriendo al Capitán.

- "¡Mi Capitán! Los Basarab han sido vistos al Sur de la ciudad. Una treintena de infantería y tres caballeros con armadura extrapesada. De momento no avanzan, tal vez estén esperando al ocaso..." -

Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando escuché que aquellos monstruos Basarab estaban de camino. La repugnante imagen de la mandíbula colgando de la que fuera ama de llaves, Mariana, vino a mí como si aún tuviese delante a aquella mujer, que en paz descanse. Si habían sido capaces de hacer aquella barbaridad por una minucia, ¿qué no nos harían en una batalla abierta? Ya pude ver las atrocidades que le habían hecho a Maserrak mientras le limpiaba

Mi cuerpo empezó a temblar, presa de los nervios. Quería cerrar los ojos y que todo pasara. Poder abrazar a Dagu y a Visany, y que la vida volviese a ser tranquila. Pero no había forma: de aquella pesadilla no se podía despertar.

Esperé órdenes en silencio, resignada.

Schaar miró a la dama Dubieta y finalmente, asintió.

- Mi señora... creo que podemos ganar. Pero necesitaremos a todos los hombres de armas para ello. Entiendo que en este caso lo mejor es que estéis con el resto de las damas, niños y no combatientes. Quizás si los basarab llegan a alzarse con la victoria no acaben con la vida de las damas y niños. En tal caso la mejor opción sería, precisamente, la falta de defensa.- es evidente que Schaar piensa con rapidez- En todo caso, es mejor que en estas situaciones sea uno el que dirige. Yo hablaré con el capitán. Estemos preparados para el combate.  

Dicho esto se acerca al capitán y le indica todo lo que ha estado preparando y comprobando.

- Capitán, tenemos provisiones en el Castillo para aguantar un asedio de meses, si fuera necesario. Ahora tenemos veinte milicanos más para defender el castillo, aunque no son de demasiada calidad. Si a eso sumamos vuestros catorce guardias, los doce que están en el sequito de mi señora y la dama Radovina, y los cuatro mazmorreros de Carcelero... tenemos un número aceptable de hombres de armas. A los que hay que sumar vos mismo, Carcelero, yo, Maserrak y el chambelán Otto. A esto hay que sumar ochenta milicianos que conforme vuestras instrucciones he repartido en la exigua muralla romana que rodea la ciudad. La mitad está en el flanco sur, diez en el este, diez en el oeste y veinte en el norte. No disponemos de armas a distancia, ni de asedio, pero tampoco parece que dispongan de ellos nuestros enemigos. Como veis, dispuse mensajeros que nos permiten estar avisados de la llegada de nuestros enemigos.  También he localizado una poterna en la pared norte del castillo. Está bien cerrada, y resulta casi imposible forzar desde el exterior. Puede usarse para que, llegado el caso, mujeres, niños y no combatientes, escapen. O puede usarse para tratar de atacarles con la guardia baja. También he pensado que sería interesante que las criadas pusieran a hervir aceite, y lo mantuvieron hirviendo, para poder arrojar aceite hirviendo si nuestros enemigos atacan la entrada principal del castillo. Nuestra situación no es desesperada, capitán. Sigo teniendo fe en nuestra victoria.

- Comprendo -Entendió la necesidad de mantener a los soldados en posiciones estratégicas-. Mantenlo donde más valioso sea. Si el Salón Principal es la zona más seguro allí estaremos, a menos que hablemos de un largo asedio.

Una cosa era mantenerse parapetados uno o dos días, otra semanas de larga espera. Esa parecía la idea cuando la noticia de la llegada de los Basarab al sur de la ciudad llegó junto a un mensajero. En principio parecía un número igualado, sin contar los muros del castillo y la falta de armas de asedio por lo que dedujo. Dejó que Schaar tratara con el asunto y hablara con el Capitán a fin de saber con exactitud qué hacer.

- Esperemos a ver qué deciden. Confío que esos tres Caballeros no sean "extraordinarios" -dijo al llegar junto a su prima.

¿Cómo de entrenada estaba la infantería Basarab?¿Marcarían la diferencia sólo tres hombres? Iacobus lo hizo durante mucho tiempo, y finalmente cayó ante la misma casa que les hacían frente.

- Sería interesante saber si Durius sigue vivo. - pienso al ver la señal de Mikail para abandonar el Salón.

No obstante no articulo palabra sino que sigo a Mikail siguiendo las indicaciones que Durius nos dió antes de partir.

Reuno coraje y me acerco a Maserrak.

- Maesre Maserrak, ¿qué habeis hecho con mi tía? - le pregunto apoyando una mano sobre su hombro mientras le miro fijamente a los ojos esperando una resuesta sincera por su parte.

OCASO DEL CUATRO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

EL SOL SE HA PUESTO.

- Vasilov, Mikail y Enrietta salen del Salón, regresan a las estancias privadas de su señor.

Luchaba por mantenerme despierto y alejar de mis mente los demonios que me atormentaban. En aquel Salón nadie podía comprender ni remotamente lo que habíamos pasado aquella noche, lo que habíamos visto y oído, lo que habíamos tenido que hacer. Ninguno sabría jamás lo que hicimos por ellos, por salvar nuestro linaje, a nuestra gente, pero aún así eso no cambiaba el pasado y tendría que vivir con ello por siempre.

- Visany... yo... - le miré a los ojos, haciendo un profundo esfuerzo.- yo no pude hacer nada... sabes que no soy más que un siervo... no pude salvarla...

Un puñal más en mi herido corazón que alguien agarraba con fuerza y retorcía haciendo más grande la herida. Me planteé mi propia existencia como otras veces antes. Pensé si mi vida tenía algún valor si no había podido evitar la horrible muerte de Innya, si no estaba mi alma tan podrida como la de los monstruos de los que me había rodeado la noche pasada. Quizás... pero hay una voluntad más fuerte que te impide quitarte la vida, me sorpendío conservarla pero supe que aún me acompañaba.

- Señoras, Caballeros... me temo que no seré de mucha utilidad si no consigo descansar - declaré.- Pueden estar seguros de que me entregué por entero la noche pasada y cabalgué hasta aquí al límite de mis fuerzas para traer las aciagas noticias del enfrentamiento. El Caballero de los Cárpatos pereció en el asalto - "Y que tu alma se pudra en mil infiernos, malnacido".- pero luchó valientemente, sin duda alguna el resultado final le pertenece tanto como a mi mismo. Estoy casi seguro, y lo deseo con toda mi alma, de que nuestro señor Durius sigue vivo y llegará al castillo muy pronto. Quizás sea una buena idea tratar de facilitar su entrada o podría encontrarse de frente con nuestros enemigos.

- ¿Que pasó? - pregunto nuevamente apretando mi mano sobre su hombro.

He de reconocer que aunque de nuevo empecé a temblar presa de los nervios cuando Visany volvió a insistir a Maserrak, no pude mover un sólo músculo para deternerle. Sabía que no era buena idea que le parase de ese modo: había dicho que se iba a descansar, y ya le había dado una respuesta. Visany sólo conseguiría buscarse un problema.

Pero mis destrozados nervios no daban para más aquel día. Mi cuerpo estaba molido, como si me hubiesen pegado una paliza, y nada dije ni hice.