Partida Rol por web

-Procesos muy largos todos ellos y no disponemos de tiempo. La rumorología puede ser efectiva si lo que pretendemos es detruir el nombre o apellido de una casa pero en este caso, me temo que tal misión constituiría una pérdida de tiempo. ¿Dividir a los Basarab? ¿A partir de aliados y allegados? Son los Basarab quienes disponen de tales allegados y aliados. La vieja sangre sigue fluyendo y sin el Duque en el país, me temo que nuestra diplomacia es más bien, frágil, cuando no renqueante. El objetivo es destruir al enemigo. Pero como bien mencionáis, ellos mismos constituyen un ejército. No podemos hacerles frente de modo convencional. Mas hay algo que me ha llamado la atención. Ferenk, ¿decís de la presencia de un segundo vampyr? Mostraos más explícito, por favor.

—Supongo que recordarán que hace ocho años, cinco hombres Basarab fueron asesinados en las ruinas romanas del norte de la ciudad —Ferenk hizo una pausa para aclararse la garganta—. Por supuesto, los Primero y Segundo Caballeros no habrán olvidado nuestra expedición allí, más recientemente, cuando las víctimas fueron miembros de la milicia urbana. Unn vampyr aliado de los Basarab se oculta allí.

»Supongo que los Basarab que fallecieron allí se encontraban buscándolo —prosiguió Ferenk—. El caballero Zuyla Dravescu debía internarse en las ruinas, encontrarlo y eliminarlo. No eran órdenes; Mi Señor confiaba en que su odio hacia los vampyr fuera suficiente como para que emprendiera la tarea de motu propio.

Pero Zuyla Dravescu había muerto. El Senescal, que contaba con el Sello Ducal y, con él, la última palabra en todas las decisiones de gobierno en ausencia del Duque, estaba muerto. Farkas Deli, el mayor guerrero del séquito magyar, estaba muerto. Y los Basarab volvían a tener a sus vástagos entre ellos. No había perdón para el daño que habían hecho a Su Señor. Y él había sido parte de todo aquello.

Miro con los ojos bien abiertos a todos los presentes, sobre todo a Durius, mientras la conversación torna hacía la conspiración de como eliminar a los Basarab. Es la primera vez que escucho planes como esos, pero son muchas las historias que he leído y oído acerca de traiciones y guerras, por lo que no es algo del todo desconocido para mí.

Aun así, quedo un poco sorprendido porque nunca pensé que es así como se harían las cosas, aunque después de unos pocos minutos entiendo la situación y lo desesperada de la misma. Hemos perdido a uno de los más poderosos guerreros del Duque, Farkas Deli, quien finalmente terminó ser una bestia demoníaca. Por otro lado, hemos perdido caballeros de gran valía y buenos hombres de armas que pondrían sus vidas a disposición de Durius en una batalla que amenazase la vida de todos nosotros. Lamentablemente, sus decesos han debilitado nuestra capacidad bélica.

Por otro lado, los Basarab son muchos, todos guerreros, con lealtades igual de fuertes ahora como hace siglos. Luchar contra ellos es como lanzarnos contra un muro de lanzas afiladas. Sería un suicidio hacerlo sin un plan, por eso es menester desarrollar uno antes de cualquier intento hostil.

"Daño de reputación y aliados traicionando. Es imposible provocar una situación así sin la motivación suficiente. Dinero es lo que más mueve al mundo, además del miedo y el respeto. Recuerdo esas historias donde los conspiradores incitaban la traición a base de odio, haciendo creer que los traicionados daban el primer golpe bajo. Asesinar a alguien querido y dejar una marca que inculpe a los Basarab. Sería fácil pero puede que muy efectivo si se hace de buena manera y en un contexto apropiado, con avisos previos de posibles hostilidades y con el dialogo cortado de alguna manera. Bueno, solo soy un niño aprendiendo y eso es algo que los adultos podrán solucionar. No debo cometer indiscreciones."

Luego escucho las menciones a vampyrs, lo que me hiela un poco el alma. He oído las historias y sé lo que se supone que son los no-muertos. Jamás habría pensado que las leyendas son ciertas, siendo que el mismo Maestro Maserrak me había advertido que no todo lo escrito y contado era cierto. Los recuerdos de la noche anterior asaltan mi pensamiento y me traen a la mente al Basarab asesinado por Farkas Deli, que se transformó en polvo y huesos apenas muerto. Jamás olvidaré eso.

Mantengo los oídos atentos y mi boca bien cerrada para así aprender todo acerca de lo que está sucediendo y de las medidas que, lo que queda de la Corte del Duque, decidirá hacer para asegurar nuestro dominio y supervivencia.

Iacobus no dijo nada. Sus ojos se habían posado en Ferenk, y allí permanecían mientras los demás iban soltando sus ideas o la falta de ellas en algo que, comenzaba a comprobar, probablemente se volvería infinito. La mano que había posado sobre la mesa se retrajo, mientras se acomodaba contra el respaldo, y se posó sobre el filo de la espada que permanecía acostada sobre sus muslos. Ante lo que por fin reveló el Capitán, el caballero de los Cárpatos miró hacia la bóveda del Salón. Aquello era un dechado de incompetencia. Cada vez le sorprendía más que alguien, alguna vez, hubiera pensado seriamente en que toda aquella bolsa de gatos podía servir para un mismo propósito.

- Zuyla Dravescu estaba interesado en eliminar otros vampyr mucho más conocidos - dijo, con voz seca - Le importaba una mierda uno que se ocultase en esas ruinas cuando sabía perfectamente dónde estaban los otros. Pero, ya que lo habéis sacado a relucir, hay que acabar con aquel o, en su defecto, impedir que se entrometa. ¿Cómo dividir al séquito Basarab? Ni aliados ni mierdas, joder. Lo único por lo que se dividirían sería por parientes - sus dedos tamborillearon sobre el filo de la espada, provocando una sinfonía abrumadora - Coged a la cristiana y a sus dos jodidos críos, y enviadlos a tres puntos diferentes del territorio. ¿Decíais algo de unos caníbales? Pues llevad a uno de ellos en esa dirección. Los Basarab limpiarán la zona para ir salvarle. Y llevad otro a la frontera donde el odio hacia la vieja sangre sea superior hacia el apoyo que hay en el interior. O distribuid a los parientes entre fuertes aliados de este puto castillo. Eso, y sólo eso, dividirá a los Basarab.

Hizo una pausa, y una mueca seca, cargada de sarcasmo, apareció en su rostro.

- Lástima que sería más fácil matarles que cogerles con vida.

Lindor, en el regazo de su padrino, parecía no perder detalle si bien era cierto que su edad imposibilitaba la comprensión de muchos extremos. Durius lo sintió removerse un par de veces, ante diversos comentarios. Su mano se deslizó por su cabello, casi distraídamente, mientras su mirada volaba a uno y otro contertulio. 

-Sí, las ruinas romanas -mencionó en un recuerdo que casi pertenecía a otra vida-. Coincido con vos, Iacobus Radoslav. En demasiados aspectos para sentirme cómodo con tal hecho -señaló con un matiz de divertimento en su voz-. Hemos de dar con el segundo vampyr de la casa Basarab. No será ni sencillo ni halagüeño si procedemos de forma no adecuada. En cuanto al Boyardo, pretender que su familia se disgregue es tan ilusorio como desear saltar a la luna. Responde más a mi voluntad y visión de una estrategia adecuada, la selectiva eliminación de esa prole. Recuperar a los nietos de Blaatu no es imposible. Difícil sí, mas no imposible -los ojos de Durius se entrecerraron mientras meditaba acerca de aquel extremo-. Quizás entonces vuestra opción fuera factible, Segundo Caballero. Por de pronto, Maese Maserrak, necesitaré de vos y vuestras habilidades. Mapas. Tal vez sepáis si en Castillo o en la ciudad, contamos con un mapa de la región. Necesito saber así mismo la distancia exacta entre el Castillo y la mansión Basarab. La física y a uña de caballo. Y añado a ello la posibilidad de alguna carta con los planos del antiguo cementerio romano. Quizá, y solo es una posibilidad que aventuro, la iglesia que otrora rigiera Adelmus cuente con tales datos entre sus muros. Las bibliotecas diocesanas siempre han gozado de contar con notable material de interés entre sus anaqueles. Os ruego, Maese Maserrak que os pongáis a ello de forma inmediata. La premura en los preparativos será nuestra principal baza. Y si triunfáis en los extremos solicitados, gozaremos de ciertas posibilidades. 

La mano abandonó la cabeza de Lindor para tamborilear sobre la mesa. 

-Es hora de que te retires, ahijado mío. Chambelán, encargaos de él y velad porque se acueste de inmediato. Tras ello, encargaos de vuestras funciones habituales. No obstante, os esperaré en mis aposentos. Hay aspectos relacionados con la boda que aún están pendientes y deben ser solucionados. Me refiero a la servidumbre que ahora reposa en las celdas de Carcelero. Capitán Ferenk, sin duda vuestros hombres os necesitan. Recuperar el valor no es algo sencillo cuando uno se enfrenta a determinados horrores. Y ante la realidad que se nos avecina, requiero de un exhaustivo inventario. Hombres, formación y material. Procurad que tal labor no os demore en exceso. Podéis partir -indicó en una invitación que se extendía a Otto de Sajonia y Ferenk Zarak-. Segundo Caballero, me temo que habré de forzaros a sufrir mi compañía durante unos minutos más. Maese Maserrak, vuestro conflicto con mi lacayo de confianza -sin variar un ápice su entonación, el adjetivo pareció cobrar una fuerza determinante-, será resuelto de forma inmediata, una vez nos hallemos los cuatro a solas. Ah, Capitán Ferenk, una última petición. Apostad alguien en las puertas del salón. No deseo nuevas e inoportunas interrupciones. 

El Chambelán está de pie junto al Secretario Ducal, en obsequiosa reverencia, aunque apenas se le ha visto moverse desde su inicial posición sentada en la penumbra ambiental.

- "Sí, mi señor. Así se hará.

Vamos, Lindor. Es hora de ir a dormir." -

Ferenk se puso en pie y asintió con un cabeceo a las órdenes de Durius. Eso era lo que debía estar haciendo, su tarea. Lejos de monstruos, lejos de los discursos grandilocuentes y las decisiones importantes. Un trabajo que ni siquiera había sido capaz de llevar a cabo correctamente, pero que era lo único que podía enmendar.

—Así se hará.

Se despegó de la mesa y se encaminó hacia la puerta con gesto sombrío.

Durius y Iacobus permanecerían en el salón gestando sus planes. O se matarían allí mismo, si el Segundo Caballero perdía la poca paciencia que le quedaba. No tenía claro qué sería de mayor beneficio, o de menor perjuicio para Su Señor.

Dos de sus hombres, o más bien sus cadáveres, seguían en las catacumbas del castillo. Ya no podía retrasar su búsqueda por más tiempo.

Las palabras finales de Durius no se dejaron esperar y las órdenes fueron repartidas sin mayor dilación. Todos tenían tareas por delante que se encargarían de preparar el camino para nuestra victoria sobre la sangre Basarab.

Finalmente Durius considera que es hora de que me vaya a dormir, a lo cual no protesto y acato completamente. Me pongo de pie y le hablo de frente mientras le hago una reverencia:

- "Como usted ordene, mi Señor. Deseo agradecerle de todo corazón permitirme estar acá y ser digno de su confianza. No lo defraudaré. Ahora me retiro, su excelencia. Que tenga una buena noche."

Acto seguido, sigo al Chambelán Otto de Sajonia, quien por orden del Primer Caballero se encargará de llevarme a mi habitación para descansar hasta mañana. Mi paso es digno, pero por dentro estoy sumamente feliz, pues por primera vez en mi vida me siento partícipe de las cosas importantes que se gestan dentro de los muros y me siento digno de confianza, hecho demostrado por permitirme estar mientras se hablaban temas tan relevantes y delicados. De una forma u otra, siento que tengo un futuro en la Corte, uno mayor que el esperado para alguien con mi nacimiento.

Esperé a que se hubieran marchado todos para responder a las peticiones del Secretario Ducal. Me alegraba poder satisfacer al menos parte de las demandas de mi señor, puesto que efectivamente el Castillo contaba con un mapa de la región que había tenido la posibilidad de estudiar en más de una ocasión.

- En respuesta a vuestras peticiones, mi señor, os diré que la mansión Basarab se encuentra a unas veinte millas de aquí, lo que supone una media jornada de viaje a caballo o en carruaje - dije casi recitando de memoria los datos que yo mismo había comprobado en el mapa de la región.- Por lo que he podido saber del lugar, se trata de un terreno bastante amplio defendido por una empalizada no demasiado resistente. La mansión es una gran edificación de madera, aunque el terreno tiene algunos edificios auxilires como cuadras, graneros y barracones para los soldados... - eso me recordó la vaga cuenta que tenía acerca de los efectivos militares.- Los Basarab cuentan con más de 50 soldados a su cargo, y eso sin contar con los hijos del Boyardo. Además disponen de armamento y caballos, cosa que aumenta su efectividad en batalla...

Y respecto al asunto de las ruinas al norte de la región, me temo que no cuento con información al respecto, aunque coincido con vos en que cualquier registro o mapa de la zona que exista estará seguramente en la biblioteca de la iglesia, el Padre Adelmus estará al tanto de la existencia de dichos documentos.

Mikail observaba impotente como el jovial Lindor abandonaba la estancia junto con el Chambelán Otto. Cada paso que ellos daban era como una losa que se apilaba sobre el alicaído  lacayo, haciéndole más dificultoso el respirar. Escrutó el rostro inmutable del chambelán. ¿Qué tendría pensado para con Innya y Dagu?. Por su parte, no sabía si prefería retrasar lo inevitable o que se aceleraran las cosas. Mantuvo la cabeza gacha, dejando que el pelo, negro y largo, se rindiera a los caprichos de la gravedad. Ojalá él pudiera dejarse caer en el catre y cerrar los ojos y...descansar. Pero aún debían aguantar un poco más. ¿Podría aguantar la presión de tener delante a aquel asesino implacable?. Mejor seguir mirando al suelo.

-Media jornada -Durius reflexionaba y una media y fugaz sonrisa aleteó en su rostro haciéndolo realmente hermoso-. Empalizadas, madera, barracones. Me place escucharos, Maserrak. Mucho. Respecto al cementerio, deposito en vos la misión de hallar cualquier referencia a los mismos en el templo. Ausente Adelmus, gozáis de mis bendiciones para registrar ese lugar de cabo a rabo. Cuando hayáis de hacerlo, id acompañado de dos de los hombres de Ferenk. No quiero sorpresas desagradables. Y bien, ahora, es momento de resolver vuestra disputa. Vuestra acusación sobre mi lacayo no me es grata. En efecto, cumplía con mis órdenes, razón que justificaba su visita a vuestros aposentos. Mas no lo creo capaz del crimen del que lo acusáis. No obstante, ante dos palabras que se contradicen, debo resignarme. Afirmáis que os fue sustraido algo. Y que ese algo obra en poder de Mikail. Mikail, acércate. Maese Maserrak, registrad sus prendas.

Nuevamente, del caballero de los Cárpatos volvió a no oírse nada sino el silencio. Sólo frente al pedido de audiencia privada de Durius se limitó a extender aquella mueca que, en otro rostro y otra vida, quizás hubiera sido una media sonrisa, para que después todo gesto y todo atisbo de emoción se esfumaran de su semblante. El que marcharan todos los que lo hicieron no sólo le daba igual, sino que era parte de lo que debería haber sucedido desde el principio. Al único al que le dedicó una mirada más allá de la necesaria fue al Capitán, a aquel perro apaleado de semblante cabizbajo que hablaba y se escapaba de sí mismo a trompicones.

Los ojos de Iacobus no requerían palabras. La gota de sangre, que cayó al suelo solitaria desde el filo de su espada, tampoco.

En el aire aún sonaban, trémulos, los ecos del último encaje de las puertas de aquel salón maldito. Iacobus permaneció observando las junturas en los hierros y madera por un largo rato, mientras Masserak escupía su respuesta y Durius volvía a, como era esperable, seguir hablando. Lamentablemente, en aquel puto mundo las palabras no eran un bien escaso. Se llevó una mano al pecho y tocó un instante los bordes que recordaban lo que había sucedido hacía sólo un pequeño rato y que ya nadie parecía evocar con claridad. Afortunadamente, Iacobus sí tenía memoria. Jamás olvidaba.

Giró la mirada y la clavó en el criado. Era hora de terminar con toda aquella mierda, y sobre todo, con aquel idiota. Recordaba perfectamente lo que había hecho en aquel fallido intento de asesinarlo. Quizás por eso, para divertirse o para concentrar su atención en vez de levantarse e irse como debería estar haciendo, Iacobus buscó los ojos de aquel desgraciado. Los buscó hasta que dio con ellos. Y los atravesó de lado a lado, con algo más terrorífico que el filo de su espada.

Escuché y dudé un instante sobre como proceder. Finalmente, tras meditarlo, tomé una decisión y me dispuse a exponer todos los datos que obraban en mi poder y que esclarecerían aquel asunto.

- Mi señor, me conocéis, sabéis que trato de ser un hombre juicioso y no acuso a nadie, y menos aún a un criado o plebeyo, sin estar seguro de lo que estoy haciendo - comencé a exponer.- Podría haceros una detallada lista de todos los indicios y evidencias que me han llevado a hacer este juicio, y estoy seguro de que os convencerían, pero nuestro tiempo es limitado y el mío más aún en estos momentos - tras el instante de expectación continué.- Ahora mismo alguien campa a sus anchas por mi habitación... si, parece haberse convertido en el nuevo centro de reuniones del castillo... Os preguntaréis, mi señor, cómo puedo saberlo si he estado aquí con vos y los presentes, y mi respuesta es: de la misma forma que supe que Mikail entró en mis aposentos rompiendo la cerradura de la puerta, lo he visto.

Las cartas estaban sobre la mesa, y esperaba que con esas escuetas palabras mi señor, que también consideraba mi amigo, entendiera lo que estaba tratando de decirle.

- No puedo asegurar que él haya robado lo que me falta, pero la probabilidad es altísima, y desde luego lo que si ha hecho es romper una costosa cerradura y violar mi intimidad sin un motivo de peso - dije para finalizar.- En cualquier caso, estoy casi seguro de que un registro no revelaría nada, antes de subir a mis aposentos para comprobar el estado de mis pertenencias solicité a Mikail que esperase en la puerta del Salón. No me demoré más de unos minutos, pero en ese tiempo Mikail se retiró a sus aposentos y se aseó y cambió de ropa, además de armarse con un cuchillo adicional... cosa que no dice mucho en su favor. Si de verdad me robó, es casi seguro que escondió el botín antes de venir aquí.

Mikail avanzó unos pasos, separándose del soporte que le proporcionaba la pared, con la intención de someterse al humillante cacheo. De manera inmediata sintió como si cien hombres tiraran de él hacia el centro de la tierra y de esa manera caminaba, o más bien arrastraba los pies. El problema fue que, al iniciar la marcha, levantó la cabeza, topándose de lleno con la del Caballero de los Cárpatos. La mirada de aquel engendro era la confirmación de un fatídico destino. ¿Cuánto tardaría en darle caza si ese era su deseo? Una muerte que no tardaría en llegar, a pesar de haberla esquivado una vez.

Está muerto y trae la muerte consigo.- Le recorrió un escalofrío.¿Ese era su castigo? ¿Por qué su Señor permitía la presencia allí del Caballero de los Cárpatos? Su instinto de supervivencia le decía que debía darse la vuelta y salir corriendo, cuchillo en mano. Pero frenó de golpe su estampida imaginaria, al darse cuenta de ante quien se encontraba. Cualquier excusa le serviría a aquel vil ser para justificar una carnicería. Se recompuso como pudo para defenderse.

¿Qué coño era Maserrak? Al lacayo sintió náuseas, adoptando su rostro un desagradable rictus. Se sentía como una miserable y diminuta hormiga.

-Nnno... no... no se me dio orden alguna de permanecer en el patio. Si como dice lo había visto todo, ¿por qué me dejó marchar en ese momento? Con nosotros había dos guardias que podían haberme registrado  con una sola orden suya... ¡ah! y Visany estaba allí, él puede corroborarlo... a todos anuncié a dónde iba y qué iba a hacer cuando usted se marchó.- Tenía la boca seca y pastosa, con un regusto agrio al final, a causa del vino. Trataba de no mostrar miedo, pero balbuceaba un poco.- Si hubiesen gustado me hubieran acompañado o, si usted lo hubiera ordenado, así lo habrían hecho. No estuve solo en ningún momento. En el cuarto estaban Vasilov y Enrietta. Me cambié de ropa ya que olía... a vino. Me puse algo más presentable sabiendo quién estaría en el salón. Lo del cuchillo no sé a qué se refiere, mi Señor. No sabía cuánto iba a tardar Maserrak por lo que me dediqué a mis cosas. Afilé un par de cuchillos, quizá sea eso, pero no cogí ninguno nuevo, son los que llevaba cuando me topé con él.-

¿Acaso era tan descabellado afilar un cuchillo? Eso es que no había visto en acción al Caballero de los Cárpatos. Mikail no le iba a decir a su Señor lo que tenía que hacer, se rendía a su buen juicio y a su voluntad. Si querían preguntar a los testigos que lo hicieran. Si querían registrar sus cosas, adelante.

- Lindor se dirige a la puerta y sale acompañado del Chambelán Otto.

- El Capitán Ferenk Zarak sale también del Salón con ellos dos.

HORA ONCE.

Durius negó con la cabeza en un gesto que parecía más dirigido a sí mismo que a otro.

-Decidme, Maserrak. ¿Quién está ahora en vuestras habitaciones? Mikail, ¿rompiste la cerradura del cuarto de Maese de Flambeau tal y como dice? -su monocorde tono reflejaba una paciencia que estaba lejos de sentir.

Ni la mirada aterradora del Caballero de Los Cárpatos podía ejercer en él el efecto que le producía la del Primer Caballero, Durius Tremere de Slobozia.

- Sí, Señor. La rompí como él dice.- La postura de Mikail cambió de manera apreciable. Se había erguido un poco y parecía más alto. Mantenía la mirada fija en los ojos fríos y esmeraldas que lo escrutaban. Intuyó que querría que continuara, así que eso hizo.- Fui a buscar a Maserrak a sus habitaciones. Llamé a la puerta y no contestó. Insistí, e insistí, pues oía que había alguien dentro...eché un vistazo por la cerradura y me pareció ver una sombra moverse...en ese momento, yo estaba seguro de que era él.- La vergüenza se adueñó de sus rostro en forma de rubor pues, ahora, era evidente que el maestro no se había encontrado allí.- Me enfurecí ya que no entendía por qué no atendía a la órdenes de mi Señor, así que rompí la cerradura para entrar. -  Maserrak había tenido razón en lo que había dicho, ¿qué coño se le había pasado por la cabeza para realizar semejante locura?. Más bien, ¿quién se había creído para extralimitarse en sus funciones de semejante manera, avergonzando así a su Señor?. Debería haberse vuelto inmediatamente a informar de lo que sucedía ajustándose a su papel de lacayo. ¡Qué necio había sido! En ese momento sólo las órdenes que le había dado su señor resonaban en su cabeza.”Despiértalo si fuera preciso.”- La habitación estaba a oscuras y seguía oyendo extraños ruidos dentro. Tomé una antorcha y entré a pesar del miedo que comenzaba a sentir. Lo que vi no me gustó nada.-¿No había nadie "normal" en el castillo?¿En manos de quien estaba la formación de Lindor y los pequeños nobles del castillo? Decidió ser discreto en ese aspecto por si, a pesar de haberle preguntado, su señor no quisiera hablar del tema delante del Iacobus. - Sentí una presencia a mi espalda, me asusté, cogí lo primero que pillé y salí corriendo, daga en mano.- Mikail no estaba orgulloso.- No sabía lo que era hasta que llegué a las habitaciones. Ni siquiera sé lo que es ahora mismo. Cuando me crucé con Maserrak en el patio le mentí por supuesto, pues yo no sabía si vos...-¿Cómo decirlo?De nuevo se sentía ridículo, pues era evidente que todos los sabían allí menos él.-...si vos sabía lo que...Maserrak...vamos que quería hablarlo con vos primero. Mi intención no era robarlo ni mucho menos. Sólo tener una prueba con lo que cubrirme las espaldas. 

- No puedo asegurarlo, mi señor, pero creo que se trata del guardia Itsvan. Cuando volví aquí le pedí amablemente que montase guardia en las escaleras que conducen a mis aposentos... - quise matizar algo que había dicho Mikail antes.- Le pedí, al igual que le pedí a Mikail que me esperara delante de la puerta del Salón, sé perfectamente cual es mi posición y por tanto no doy órdenes, me limito a hacer peticiones... Volviendo a lo del nuevo intruso, imagino que se tomó al pie de la letra lo de vigilar mis aposentos.

Las últimas palabras estaban impregnadas de sarcasmo, aunque ni todo el sarcasmo del mundo habría podido disimular lo molesto que estaba por las constantes violaciones de mi intimidad. Y al fin el mentiroso confesó, y es que ya lo reza el dicho: Antes se pilla a un mentiroso que a un cojo.