Partida Rol por web

Llego al Salón Principal y entro en él al momento que mi primo va saliendo. Lo esquivo rápidamente y logro colarme en su interior, siguiendo al Maestro Maserrak de Flambeau, a quien busco rápidamente con la vista. Una vez que le ubico, me acerco a él y me quedo a su lado, en completo silencio mientras observo lo que está ocurriendo en la Corte en ese momento.

Una gota de sudor comienza a recorrer mi frente en trayectoria descendente mientras un nudo se ocupa de mi garganta, impidiéndome tragar saliva a medida que miro a los presentes, sobre todo a los que están cerca del Trono Ducal.

Casi ignoré por completo a Lindor, que se había colocado a mi lado, lo que estaba ocurriendo en aquellos momentos requería de toda mi atención. En aquel momento, tras escuchar la "versión" de Mikail, mi rostro cambió por completo de la neutralidad y la condescendencia al odio y la furia. Mi puño cerrado encontró la madera de la mesa y la presionó con fuerza mientras mi gesto se torcía intentando evitar que mi boca gritase palabras impropias.

- Y ahora, Mikail ¿Qué tal si cuentas la verdad? - mi rostro se tornó sombrío y mi voz grave.- ¿Por qué no cuentas cómo rompiste la cerradura de mi puerta con tu daga? ¿Por qué no cuentas cómo entraste en mis aposentos con el pretexto de que me buscabas? ¿Por qué no cuentas cómo manoseaste todas mis cosas? - la tensión crecía por momentos.- ¿Por qué no cuentas cómo me robaste ese frasco que habrás escondido bajo tu jergón? ¿Por qué no cuentas cómo fuiste tan imbécil de salir corriendo con el cuchillo en la mano por el patio? ¡Ah! ¿Y qué tal si cuentas cómo me mentiste en mi cara? - le señalé con el dedo descargando toda mi furia sobre él.- Te he dado muchas oportunidades ¿Sabes una cosa? Eres un idiota, un completo idiota... - estaba irreconocible.- Y ya que estás ¿Por qué no nos iluminas contándonos qué demonios se te pasó por la cabeza para que se te ocurriera semejante estupidez?

Y allí estaba yo, de pie, con las manos cerradas sobre la mesa, con la mayor tensión que he sentido nunca. Me quedé en silencio, respiré hondo, me coloqué las ropas como si nada hubiera pasado.

- Mis disculpas, Caballeros... supongo que me he dejado llevar - dije en mi habitual tono de voz y volví a tomar asiento.

MASERRAK:

- Una nueva sensación como de momentánea náusea en tu estómago.

- Alguien más acaba de entrar otra vez en tu sancta sanctorum.

- Puede que sea por efecto de la chimenea, pero la temperatura en el frío Salón parece ahora ligeramente mayor.

La mirada de Durius pasó de uno a otro. El suyo era un ejercicio de paciencia, una paciencia puesta a prueba en la resolución de un asunto doméstico, cuando cuestiones de Estado de las que dependían las vidas de miles de almas de aquel país eran relegadas a un segundo plano.

-Maese Maserrak de Flambeau -dijo, la voz carente de toda inflexión. Su atención estaba puesta fija en el mentor de su ahijado. Mucho se había dicho allí y mucho requería de su atención-. Calmaos. Os he escuchado y he escuchado vuestra acusación. Mikail, gozarás hoy de un privilegio. Permanecerás aquí hasta que cuestiones más importantes sean resueltas. Llegado el momento, me ocuparé de esto. Personalmente -su mirada se volvió entonces hacia Lindor al que tendió una mano-. Ven aquí, ahijado mío. ¿Qué haces en este salón, en medio de una reunión de mayores, en lugar de estar acostado?

DURIUS:

- Tirada oculta y secreta de Poder Vampírico + Consciencia.

Mikail se quedó esperando, "gozando" del privilegio otorgado por su Señor. La tensión y el cansancio acumulado a lo largo del día hacía que las piernas apenas le sostuvieran. Tenía ganas de sentarse, de salir de allí, pero se limitó a apoyarse disimuladamente en la pared. No dijo ni una palabra, no se le ocurriría escupir veneno como había hecho Maserrak, delante de todos. Los trapos sucios se lavaban en casa, al menos eso pensaba él. Dejó volar su mente, gracias a lo cual podía escapar del cargado ambiente del salón principal. Se preguntó qué pasaría con Dagu e Innya, pero quizás pudiera comunicárselo él mismo pronto.

Asentí, con el puño aún cerrado y apoyado sobre la mesa de madera. Me mantuve en silencio, esperando a la resolución de aquellos hechos de gran importancia, mientras cerraba los ojos y escuchaba.

- No... ¡NO!... - la frustración de transmitió a través del vínculo.- Amigo, ahora no puedo salir del Salón... lo haré pronto pero mientras tanto, debes ver al invasor y decirme si se ha llevado algo... - un color rojo oscuro inundó el vínculo, el color de la venganza.- No voy a permitir más intrusiones... los asaltantes serán castigados, si no es por la justicia de este castillo lo haré yo mismo, lo juro... Dime lo que ves, amigo, dime a quién ves...

Me mantengo al margen de la conversación, en completo silencio junto al Maestro Maserrak de Flambeau, a quien jamás había visto en semejante estado de ofuscación. Siempre había mostrado ser un hombre reflexivo y de tono calmado, pensando antes de hablar y hablando antes de actuar, pero al parecer la situación que ha desencadenado esta discusión es algo que ha superado los limites anteriores de su paciencia.

Luego escucho al primer caballero y me acerco a él, tomándole la mano como me lo solicita y quedándome a su lado. Me pregunta de por qué estoy allí. Miro el suelo un poco avergonzado pero luego inflo mi pequeño pecho y levanto el mentón, decidido a decirle la verdad de lo que siento:

- "Soy Paje de esta Corte, mi señor. No he recibido ese honor para descansar mientras otros trabajan. Mi deber es estar aquí y es un deber que cumplo con orgullo."

Me quedo a su lado y miro sus ojos directamente, esos profundos ojos que me miran y en los que uno parece perderse, guiado por la fascinación y el miedo en una amalgama de sensaciones difícil de equilibrar. Mantengo la calma, pues sé que es un hombre que me aprecia y a quien yo admiro con todo mi espíritu. Me siento en calma cuando estoy a su lado y él me protege.

-Así que ya eres un hombre. Bien, en ese caso, habremos de tratarte como tal -dijo Durius, retirando su silla y sentándose en ella. Tomó a Lindor y lo sentó sobre sus rodillas-. Aprende, pues, ahijado. Ve, escucha y calla. Y cuanto aquí se diga jamás podrás trasladarlo a otra persona. Ni a tu madre siquiera. O pagarás caro tu desliz -la voz de Durius era seria-. Si puedes cumplir con ello, permanece aquí. En caso contrario, ve y acuéstate.

Miró al resto de presentes. En honor a Maserrak hizo un breve resumen de lo que había sido planteado en su ausencia. El problema Basarab, la viuda del Senescal, el funeral de este.

-Sigo esperando, señores. Nadie ha dicho nada aún.

Iacobus decidió que haría lo que había que hacer, que no fuera levantarse e irse. Es decir, hacer nada. No podía decidirse entre qué era más ridículo, si el imbécil aquel orinándose en los pantalones o mintiendo como un puto bellaco, o el otro gritando como una puta exigiéndole por qué no la ha satisfecho. O el crío aquel inútil entrando con tanta alegría hacia las fauces de la desgracia. El único interés era la intuición de las marcas de las uñas de Durius sobre la mesa, a la larga distancia, y la certeza de que finalmente aquel hijo de puta sabía lo que era el hastío.

Se hizo el silencio, y no había cojones para romperlo. Iacobus disfrutó de aquel vacío, el primero en tanto tiempo que casi no llegaba a recordarlo, y se sintió tentado en no hablar de nuevo y preservarlo. Pero bien sabía que no duraría, y que cuanto más dilatara su intervención, mayor sería el tiempo que duraría todo aquello.

- Por el contrario, Tremere. Se ha dicho demasiado, por demasiada gente. Y, como siempre, demasiadas palabras no llevan a ningún puto lado - dijo, antes de erguirse en su asiento - Como las declaraciones de Dubieta Szantovich. Pero veréis que cambiará de discurso una vez que haya hablado con Schaar Dvy, que para eso lo había traído aquí. El juego ha cambiado para ellos. Recordad mis palabras.

Frunció luego el ceño, apoyando la palma abierta sobre la mesa. Su mano, aún enfundada en el guantelete, dejó una breve marca de sangre.

- Los Basarab... Hubiera sido mejor saber lo de Farkas Deli antes de que sucediera lo que sucedió - acarició con la punta de los dedos una madera que no podía sentir - Pero su desaparición podría minar la legitimidad de sus reclamos y la lealtad de sus aliados. Hay que dejar que se sepa. Que lo griten a los cuatro vientos. Que alguien haga escándalo por ello - se encogió de hombros - Como imbéciles quedarán cuando se sepa que la abominación pasó por su casa como si tal cosa, luego de matar a uno de su familia, y la dejaron marchar. Sí, de pronto nadie la habrá visto. Pero ese rumor será algo que no podrán frenar rápidamente.

Hizo una pausa, y se reclinó de nuevo contra el respaldo.

- Y, por lo demás, si es cierto que aquel puto párroco ha sido convertido en un vampyr, pues hay que volver a esa casa de día. Con fuego.

Aunque a él, sinceramente, no le importaba una mierda.

Regresó primero Maserrak junto con uno de los lacayos de Durius. El robo, verdadero o no, era un asunto más cercano que cualquier cosa ocurrida en esos dos fatídicos días. Ni la política, ni las grandes decisiones sobre vida y muerte o sobre guerra y paz, ni todo lo que atañía a las criaturas inhumanas que moraban en el castillo, eran para él. Los crímenes normales en Balgrad y Alba Iulia eran su competencia. Eso, y lo que dictara la voluntad de Su Señor.

Como si no imaginaras ya, Ferenk, que el ungüento, o lo que fuese, tenía poco de mundano.

Maserrak se mostró enfurecido como nunca le había visto. Un arrebato marcado por un afectado histrionismo. El lacayo, Ferenk ni siquiera lo había considerado hasta ese momento, debía estar tan unido a Durius como él lo estaba a Su Señor. El Primer Caballero sabría, ciertamente, si su criatura mentía; o más bien, la criatura no se atrevería a mentir a su señor.

Apareció en mitad del arrebato el ahijado de Durius, hablando sobre la responsabilidad como solo un niño podría hacerlo. El Primer caballero lo sentó sobre sus rodillas antes de que prosiguiera la interrumpida reunión. Así que la forma de tratar a un hombre es sentarlo en el propio regazo. En eso sí puedo estar de acuerdo, aunque el pequeño Lindor es quizás demasiado joven todavía.

Ferenk decidió guardarse su opinión sobre las situaciones expuesta por el Primer Caballero y los comentarios del Segundo Caballero. Escaso favor hacía a nadie, incluida su persona, reanudando una discusión vacía. Sí tenía, empero, una información que compartir, aunque dudaba ser el único de los reunidos que disponía de ella.

—No sería el único vampyr Basarab —dijo con la mirada perdida en la pared de la sala—. Eran dos los que permanecían sepultados.

Y si hubiéramos actuado a tiempo, hubiéramos evitado todo lo ocurrido, maldita sea.

Acato las órdenes de Durius y me siento a escuchar tal como él me indica. La verdad es que estoy acostumbrado a aprender escuchando y observando, pues es lo que deseo hacer. No huiré y es completamente cierto que me comprometo a no contar nada de lo que me entere dentro de estos muros.

Sé que soy parte de la Corte y que es mi deber cumplir con el código que mi señor me ordene. En este caso es mantener la completa discreción acerca de lo que sepa por estar presente en estas reuniones. Asuntos de estado, tanto políticos como militares, así como otros domésticos de importancia que no deben ser difundidos por los corredores del castillo.

Me mantengo en silencio, con los ojos abiertos y los oídos atentos, dispuesto a entender todo lo que pueda y memorizar lo que no para así preguntarlo cuando llegue el momento apropiado.

MASERRAK:

- Percibes la imagen difusa de un guardia (desde el punto de vista de Falke todos los humanos son muy parecidos).

- También tienes la sensación de que para vigilar más, tendrá que arriesgarse a ser visto.

Apremiaba decidir qué hacer con el asunto Basarab, pues al Secretario Ducal se le estaba acabando la paciencia. Cualquier idea preliminar desembocaba en un acto de violencia, ya muere la muerte, mutilación o quema de uno o más miembros de la familia. Para mi, que siempre había sido un hombre pacífico y dado a los discursos, no me disgustaba la idea de ver a alguno de aquellos caballeros adornando el patio colgado de una soga, no sentiría pena por ellos.

Me froté las sienes con fuerza para eliminar mi estrés por los acontecimientos recientes, y enviarlo lejos, a algún oscuro rincón de mi mente donde pudiera dormitar hasta volver a ser despertado. Tras esos instantes la claridad de mente volvió a mi y comencé a actuar como lo que suponía que era: una especie de consejero.

- Mi señor, caballeros... el asunto Basarab debe ser resuelto, como bien apuntan, a la mayor brevedad posible - dije con mi habitual tono de voz, al fin recuperado.- Es nuestra situación una realmente compleja, no contamos en el castillo con un ejército ni nada que se le parezca, aunque bien es cierto que estaremos a salvo mientras permanezcamos aquí dentro. Los Basarab no tienen hombres suficientes para rendir esta plaza, al menos no de forma inmediata, y aún pudiendo no estoy seguro de que se arriesguen a sufrir la ira del Duque. Una guerra abierta no nos beneficia, pero algo hay que hacer - carraspeé ligeramente.- Divide et vinces, sabias palabras de Julio César, Divide y vencerás... El Boyardo tiene demasiados hijos a los que ponerles una espada en la mano, sólo con su familia ya tiene un pequeño ejército, no veo otra manera de proceder que tratar de desperdigarlos por Transilvania de algún modo. Sobornemos o amenacemos a sus aliados para ponerlos en su contra, que se encuentren un puñal en las costillas sin previo aviso, y delegar esa responsabilidad en quienes creían sus amigos. Y cuando estén dividos y debilitados... entonces y sólo entonces será el momento de atacar - hice un breve silencio.- El Caballero de los Cárpatos ha tenido una gran idea, esparcir rumores puede ser muy malo para los Basarab... que se difunda que han tenido tratos con una bestia sobrenatural, que todo el mundo sepa que los Basarab descienden de los vampyr, que los protegen en sus casas... hay pocas cosas más peligrosas que una turba enfurecida a las puertas de tu casa.

DURIUS:

- Sientes que, efectivamente, la temperatura de la estancia ha subido algunos grados.

- El origen parece Maserrak, su bastón, y algo más, externo a él, que no puedes ver. Hay en su interior algo cálido como un fuego, como el magma volcánico.

¿Cuándo acabaría todo aquello? Sólo quería marcharse de allí y volver a sus mundanas tareas. Cada vez que el Caballero de los Cárpatos hablaba las fuerzas le flaqueaban más si cabe. Pensaba que sus piernas iban a abandonarle de un momento a otro, dejándole caer al suelo cual marioneta de trapo. Quizá para los excelentes señores presentes en la reunión fuera poca cosa, pero para Mikail, era todo un reto aguantar allí sin salir corriendo a sus aposentos.