Partida Rol por web

La Dama Radovina procuró mantenerse cerca de su prima. Las cartas estaban echadas, los Basarab habían llegado y ya poco se podía hacer. Sólo esperar que los defensores del castillo, y la propia fortificación en sí, fueran suficiente para rechazarlos. Pero claro, Blaatu y sus hijos eran más poderosos que la mayoría de los hombres que había visto...

La noticia de la muerte de su reciente esposo fue recibida con una expresión neutral en su rostro, sin manera de saber si se trataba de un intento de mantener el decoro y reservar el duelo para la privacidad, o si trataba de ocultar la alegría de haberse librado de aquel hombre al que muchos comparaban con un monstruo. 

-No sé como de extraordinarios serán, prima. Pero son Basarab. Su sangre es espesa y pura, y los nobles de esta tierra siempre han estado por encima de los súbditos, en muchos sentidos. 

En esos días solo hacían llegar trágicas noticias. Soldados muertos, castigos ejemplares... El ambiente estaba teñido del color negro de la muerte que se aproximaba a este lugar, un negro aún más cargado que hace algunos días. Se aproximaba un ataque por parte de los Basarab, enemigos del duque, esos malditos hijos de puta. Solo querían tierras y poder. No algo más allá de lo que pedía su señor, pero eran sus enemigos y había que combatirlos hasta la muerte.

La voz de alarma sonó y apareció Maserrak de Flambeau herido. Otra trágica noticia a la lista de las mismas en los días anteriores. Según afirmó se pondría mejor con un poco de descanso, lo que agradó a Hakir, pues una espada más siempre iba bien en momentos como esos.

Preguntó al Capitán Ferenk Zarak nada más oír la noticia de un avistamiento de tropas enemigas. - Capitán ¿Cuáles son sus órdenes? ¿Reforzamos el lado sur? - Estaba algo inquieto por lo que se avecinaba. No era miedo, solo respeto hacia la muerte que llegaría en cualquier momento y él sabía que tal vez le tocaría en la ruleta del destino.

Las ordenes de Su Señora estaban claras. No podía haber sido más clara, cosa que agradecía. Así, hizo llamar al resto de la guardia personal de la Dama Radovina, con claras intenciones de reunirse junto al capitán para recibir las ordenes y saber que puesto le sería asignado.

- Señor, la Dama Radovina desea que disponga de su guardia para la defensa del castillo y así asegurar la victoria. - Se mantuvo firme. Habló con fuerza, con seguridad. Tenía claro que, si era lo que Radovina deseaba, él estaría allí para defender el castillo hasta su último aliento.

Había mucha verdad en las palabras de Radovina, y por eso mismo los muros del castillo no le proporcionaban la seguridad que a otros sí le procuraban. Sus ojos habían visto demasiado, tanto que a punto estuvo a punto de ver al mismísimo "Ángel de la Muerte".

- Guardemos un poco de fe, y que el resto se reparta entre los hombres que nos protegen. Después de todo, tendremos que posponer nuestra visita al pueblo para otro día -Ofreció una suave sonrisa, apenas perceptible-. La noche nos acompaña. Tomemos asiento porque espero que sea más larga que agitada.

Escuchó al malherido Maserrak. Iacobus había encontrado al fin la muerte, no por ello había jugado bastante con ella. Lástima, en aquel instante su talento marcial sería de gran ayuda. Pero no estaba, no estaría nunca más. Y Durius...

- Trae agua y algo de comer ligero -arregló con una de las sirvientas presentes-. Radovina, tomemos asiento mientras.

Guió a su prima e hijo a la mesa principal para que tomaran asiento, pues una cosa era permanecer en el Salón Principal y otra quedarse como idiotas de pie.

Poco después, las mozas sirven pan, queso, manzanas y agua para todos los presentes.

Ferenk escuchó a Schaar Dvy sin interrumpirle. El antiguo caballero se había ocupado de casi todo mientras él padecía los efectos de la ausencia, el vacío que le conminaba a dejar que la muerte llegara hasta él y se lo llevara consigo, arrancándole del sufrimiento para arrojarle a lo desconocido.

O no… ¿cuáles son sus verdaderos intereses aquí? ¿Es Dubieta? ¿Lo hace por ella?

—Los hombres de la ciudad se rendirán o serán masacrados —explicó, suspirando—. Un solo caballero entrenado y bien armado podría abrirse camino entre esa chusma cobarde. Espero que al menos sean capaces de traernos esos mensajes, y no se maten entre ellos por el privilegio de alejarse de los Basarab. O que el mensajero huya de la ciudad.

 Cobarde…  es patético que sea yo quien les llame cobardes…

—Con respecto a lo del aceite, hemos pensado lo mismo —asintió—. Si pretenden entrar por la puerta, los freiremos en sus armaduras.

»Aun así, el regreso de Maserrak, sus palabras… —reconoció— han renovado mis esperanzas. Dejadme un momento para dar órdenes a mis hombres, y hablemos con el maestro antes de ultimar los preparativos.

Ferenk se alejó del antiguo caballero y se dirigió a sus hombres en el salón.

Dejó atrás a Schaar Dvy y se llevó aparte a Hakir e Istvan, los más capaces, o al menos los más despiertos, entre sus hombres.

—Hakir, quiero que registres todo el castillo, empezando por los dormitorios y las caballerizas, y traigas a todos los sirvientes y lacayos aquí. La tentación de huir será insoportable para algunos de ellos. Mientras se mantenga esta situación, es necesario tenerlos a todos controlados. Vivirán y comerán aquí mientras sea necesario.

»Lleva contigo a un par de hombres —ordenó—, por si presentan resistencia. Y si lo hacen, dejadlos al cuidado de Carcelero.

Tras dar las instrucciones al veterano Hakir, siguió con el joven Istvan, el único que había aguantado a su lado en la noche de bodas, cuando los Basarab habían decidido abandonar el castillo, llevándose a los rehenes.

—Tengo que hablar con el maestro, así que te dejo provisionalmente al cargo de las murallas. Reúne al resto de hombres, incluidos los milicianos de la ciudad, y habla con los guardias de las damas Dubieta y Radovina. La mitad os ocuparéis de vigilar la muralla, especialmente de la puerta. Que no haya milicianos solos en sus puestos. Comprobad también que la poterna esté firmemente cerrada. La otra mitad puede descansar, por ahora, en los barracones.

»Y por cierto, —recordó—. Si alguien reconoce al Primer caballero, que me haga llamar de inmediato. Cuando acabe aquí, haré un repaso por mí mismo.

De vuelta con Schaar Dvy, el capitán dirigió la marcha hacia el lecho del maestro. Visany, un sirviente que había mostrado una conducta ejemplar hasta donde sabía Ferenk, se encontraba a su lado, interrogándole sobre el destino de Innya, su tía. Solo eso lo libró de que lo apartara bruscamente de allí.

—Visany, luego —ordenó, colocando un brazo entre el sirviente y el lecho.

Le indicó con un gesto que dejara el espacio libre para que pudieran hablar con el maestro y se inclinó sobre la cama en la que reposaba el herido.

—¿Dónde se separó de Durius? —preguntó—. No creo que podamos ir a buscarle, pero he ordenado a mis hombres que me avisen sin demora si lo ven llegar.

»¿Estuvo presente durante toda la batalla? —añadió—.  Se ha avistado a tres hombres con armaduras pesadas junto a un grupo de soldados. ¿Sabe cuántos supervivientes hubo entre los hijos de los Basarab? ¿Estaba el Padre Adelmus entre los caídos?

Sobre la mesa estaba dispuesta agua y comida ligera. No era adecuado servir alcohol cuando debían permanecer alerta, y cuando los nervios de un asedio se asentaban no se solía pasar de una comida frugal, si es que lograban comer.

- Tiberiu, intenta comer algo pero no te obligues -Dispuso un plato con un poco de todo, en pequeñas cantidades, así como un buen vaso de agua-. Cuando era pequeña sufrimos unos pocos asedios, pero tu abuelo fue un gran gobernante y todas esas veces repelió a las fuerzas invasoras -comenzó en voz baja-. Has dado paseos con Schaar, ya ves que los muros de este castillo son fuertes -Se acercó y le susurró casi pegando sus labios al oído del pequeño-, y Schaar nos protegerá. Ahora necesito que estés junto a tu prima Radovina mientras me ocupo de que todos estemos lo más cómodos posibles.

Miró a su hijo con ternura mientras acariciaba su rostro.

- Prima, Tiberiu te hará compañía un momento. Voy a organizar esto un poco, parece que la servidumbre nunca haya sufrido un asedio.

Dio un beso a su hijo antes de indicarle con un sencillo gesto que tomara asiento al lado de Radovina. Hizo un barrido visual hasta localizar a la muchacha de antes. A medio camino de ella, así podría ver con más claridad el ánimo de los presentes, hizo un gesto con la mano para que se acercara.

- Muchacha, ¿cómo te llamas? -Escuchó la respuesta-. La noche puede ser larga. Haz que los presentes dispongas de mantas por si desean resguardarse del frío otoñal, y que se ocupen de mantener el fuego encendido -Miró brevemente a Schaar y el Capitán- Pregunta si disponen de catres para posibles heridos, así como vendas o sábanas disponibles para crearlas. Mira del aguardiente disponible, mientras más puro mejor. Sólo pregunta, cuando regreses con las mantas hablaremos con más detalle.

En cuanto se marchó se acercó al Capitán y Schaar, ambos hablando con Maserrak, pero se quedó a una distancia prudente. Hizo un gesto a su Caballero cuando la percibió, haciéndole saber que atendieran primero a Maserrak. 

- "Capitán, ¿los siervos del Primer Caballero también? ¿O a esos los dejamos en paz?" -

- "Ha llegado otro mensajero de la milicia. Han conseguido rechazar a los Basarab en la puerta sur de la ciudad. Los Basarab se han retirado y han acampado al Sur, fuera del alcance de los proyectiles que pudieran arrojarles." -

Tiberiu asiente, obediente, y le da un beso a su madre.

- Gracias, Capitán - dije al ver cómo alejaba a Visany, la situación comenzaba a ser incómoda.- No sería capaz de indicaros el lugar exacto en el que mi señor Durius y yo nos separamos, pero tener por seguro Capitán que estará pronto entre nosotros, dudo que los Basarab hayan podido encontrarle... seguramente hayan pensado que venía conmigo y habrán seguido mis pasos.

Hice un esfuerzo en recordar los rostros de los hijos del Boyardo que habían caído durante la batalla, asignándoles a cada uno su correspondiente nombre.

- Tanto Seldu como Beld Basarab murieron en el camino, tuvimos un extraño encuentro pues, al parecer, se dirigían hacia aquí con algún oscuro propósito. Una vez en la mansión... puedo aseguraros que el Boyardo está muerto... yo mismo lo maté - me quedé en silencio un momento, asumiendo el poder de mis actos.- al igual que a su hijo Glaatu. El Padre Adelmus huyó de la mansión, por sus palabras parecía querer desertar pero reconozco que no sería capaz de discernir sus verdaderas intenciones... Mi señor Durius tuvo un breve encuentro con él mientras yo preparaba los caballos pero, no conozco los detalles... De modo que, casi con toda seguridad, los tres caballeros que acechan a nuestras puertas son Iador, Barakta y Molensk Basarab.

Reflexioné un momento sobre los caballeros, sabía como herirles pero... ¿Estaría dispuesto a ir hasta el final?

- Son oponentes formidables pero... pueden ser vencidos - dije al fin.- Puedo eliminar al menos a alguno de ellos pero antes necesito recuperarme... de otro modo no haré más que estorbar.

—Gracias, Istvan.

Extrañas noticias, aquellas. Esperanzadoras, si no era todo un truco.

Ferenk suspiró ante la pregunta de Hakir. Esos eran precisamente los que más le preocupaban. Con el Primer Caballero en paredero todavía desconocido, no debían lealtad a nadie. Esos, y los parientes de Dagu e Innya...

—Todos —repitió —, sin excepciones.

Si todo iba bien, no sería mucho tiempo.

- "A la orden, mi Capitán." - Hakir se retira de inmediato para ir en busca de los lacayos de Durius de Slobozia.

- El Guardia Hakir sale del Salón Principal.

- Al cabo de un rato vuelve con dos milicianos que le acompañan, los pocos siervos que quedaban sueltos por el castillo, los Lacayos Mikail y Vasilov, la Sirvienta Enrietta; y detrás de todos, el Chambelán Otto de Sajonia.

Mikail volvió a entrar en el salón principal pero ahora estaba más pálido y alicaído incluso que antes. Se sentía como un cerdo al que llevaban al matadero y, no estaba muy desencaminado pues comida era lo único que eran.  Le dieron ganas de vomitar y dejó que su pelo largo y negro tapara la expresión de su disgusto emitiendo sobre su rostro oportunas sombras.

Allí se quedó sin hacer nada hasta que le dispusieran las tareas de las que debía encargarse.

La mujer se quedó sentada, observando como su prima daba órdenes a la servidumbre. Por lo que se podía escuchar, sólo tres caballeros Basarab se acercaban a ellos. El boyardo estaba muerto, lo que era un alivio, y también tres de sus hijos. Sin embargo, las cuentas seguían sin cuadrar. Blaatu Basarab había tenido más hijos que esos, y a pesar de que Transilvania se había empeñado en arrebatarle a muchos, aún le quedaban unos cuantos. ¿Quizás estaban ya infiltrados en la ciudad? O podrían haber dado un rodeo para atacar desde otro lado.

Esas cavilaciones consiguieron que Radovina no se sintiera tranquila en absoluto. Su esposo, que era el mejor guerrero que tenían, había muerto. Sólo Dios podía librarles de lo que se estuviera preparando para ellos...

El Boyardo, Seldu, Beld, Glaatu... Era impresionante que hubieran conseguido acabar con el Boyardo. ¿Y había sido el propio maestro el ejecutor? ¿Qué escondía aquel hombre? Por alguna razón lo había llevado consigo Durius. Y ese bastón que sujetaba como una madre a su bebé... No iba a interrogarle sobre ello en esos momentos. Iban a necesitarlo más adelante.

En cualquier caso, confiaba en que el número de víctimas entre los caballeros hubiera sido superior.

—¿Qué fue de los demás, Maserrak? —preguntó—. Catorce de los veinte hijos del Boyardo seguían vivos hace dos noches, incluido Niktu, el mayor. ¿Perecieron entre las llamas? ¿O no se encontraban acaso en la mansión? ¿Visteis allí a la dama Svitlana y sus hijos?

Si seguían vivos, las esperanzas de victoria se reducían. Podían encontrarse en las cercanías, buscando un modo de infiltrarse. Quizás las antiguas ruinas romanas ante las que les había advertido Su Señor. O buscando aliados, fuera de la ciudad...

Asentí a las preguntas del capitán y observo a Maserrak, esperando lo que tenga que responder.

- Si sois capaz de eliminar a uno más... bien nos dais una alegría, creedme. Pero la pregunta del capitán debe responderse. ¿Cuantos hijos quedan? ¿quienes son?