Partida Rol por web

- Marchad a la batalla junto al capitán. Mi vida está junto al de nuestra señora. - Anunció a los guardias de la Dama Radovina, indicándoles que siguieran al Capitán fuera. La hora del horror había llegado, la hora de la verdad estaba ante ellos y solo podía preguntarse... ¿Cuántos de ellos volverían a ver la luz del sol?

No temía a la muerte. En realidad, temía más la muerte de Radovina que la suya propia. Lo que si temía realmente era morir sin cumplir su deber, sin cumplir su objetivo. Por ello lanzó un largo suspiro, mientras veía marchar a los hombres al combate, y el se daba la vuelta, caminando hacia donde estaba su señora. Y como si nada estuviera pasando fuera, como si aquella solo fuera una noche más, se situó junto a ella sin decir nada, alzando ligeramente el mentón y sacando pecho.

Como si solo hiciera una guardia más.

Mikail permaneció impertérrito cuando se enteró de la muerte del Caballero de los Cárpatos. Sin embargo, en su interior se regodeó en su gozo. La pesada carga que soportaba sobre sus hombros, la certeza de que moriría alimentando con su sangre la insaciable espada de aquel monstruo, desapareció casi instantáneamente.

Ojalá hayas sufrido lo indecible.

El cerdo de Maserrak había finalmente hablado, pero no sabía nada del paradero de su Señor Durius. Mikail miraba dubitativo a sus compañeros, recordando las órdenes precisas que les había dado el Primer Caballero. Pero, ¿cómo hacerlo?

La noticia de que los Basarab habían entrado en la ciudad lo cambiaba todo y espabiló a Mikail como si le hubieran lanzado un jarro de agua fría. Se presentó solícito delante del Chambelán Otto de Sajonia. Al escuchar que debían ayudar a Gretta se puso en movimiento. Si no hacía algo la tensión acabaría por hacer que vomitara.

- Vamos a los barracones.- Hizo una seña a Pavetta y Niziya para que le echaran una mano.

"Maldita sea... ya están aquí y con un vampyr..." - pensé, angustiado por la situación.

Apenas había tenido tiempo para recuperarme y además Durius todavía no había llegado. Al menos podía estar seguro de que el Capitán Ferenk y Schaar Dvy harían todo lo posible por defender el castillo, lo que nos daba algo de tiempo para planear. A pesar de todo me sentía extrañamente tranquilo, el castillo no era la mansión de los Basarab, les costaría mucho atravesar las defensas y eso nos otorgaba una ventaja: tiempo.

- Ehm... el Primer Caballero está en camino, Cambelán - respondí, siendo todo lo preciso que podía.- Tuvimos que separarnos para evitar al enemigo, de modo que no puedo asegurar su paradero, aunque sospecho que llegará muy pronto... Puede que sea una buena idea esperarle junto a la poterna del Castillo, es bastante probable que se dirija allí directamente, sobre todo ahora que el enemigo está frente a nuestras puertas.

Deseaba con todas mis fuerzas que Durius estuviera allí, no sólo por su poder, su presencia y su templanza eran legendarias. Eso era lo que verdaderamente necesitábamos, un hombre con ideas claras y que inspire confianza, o de lo contrario todo sería un desastre.

- Dama Dubieta, será un placer enseñaros lo poco que sé - respondí.- aunque me temo que quizás sea pronto para hablar sobre ello, no sé si la suerte me sonreirá dos veces en la misma noche... - tras aquellas sombrías palabras me dirigí al Capitán.- Capitán, os ruego que dispongáis de mi como uno más de vuestros soldados, seguiré vuestras órdenes.

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- El Lacayo Mikail sale del Salón Principal.

DOS HORAS PARA LA MEDIANOCHE.

- Seamos positivos. Pensar en un futuro anima el espíritu -respondió al Maese.

Dedicó una sonrisa de apoyo a su Caballero antes de marcar, y aunque prefería tenerlo a su lado su experiencia y pericia eran necesarias en los muros. Sin perder tiempo, y sopesando las palabras de la doncella y su guarda, actuó.

- Tomescu, iré con un guardia por escolta al barracón. Quédate con Tiberiu y el resto que se ponga a disposición del Capitán.

En principio utilizar el barracón era lo más sensato, pero para ella no tanto. No podía llevar a su hijo allí, exponerlo a la miseria humana y las enfermedades. Por lo pronto confiaba en Tomescu para ocuparse del pequeño para así poder organizar la futura estancia de los heridos y materiales a utilizar.

- Tal vez algún tipo de alcohol más fuerte sería lo idóneo, como el aguardiente -dijo a Gretta-. Hará falta agujas e hilo de sutura, vendas, pinzas de extracción, cuchillos pequeños pero bien afilados y debemos disponer de agua caliente. También jabón y trapos limpios -Tenía un conocimiento muy básico de medicina, pero al parecer nadie se había ofrecido pensando que los heridos se curarían por obra divina-. Consígueme un delantal y busca a quienes puedan ayudar cuando llegue el momento. ¿Te ha quedado claro?

Cuando la muchacha se alejó a cumplir la tarea se acercó a su retoño y poniéndose a su altura le cogió las manos.

- Voy a encargarme de los futuros heridos. Tomescu se quedará contigo aquí, así que quiero que le obedezcas porque sabe bien cómo protegerte. Además, prima Radovina necesita que la cuides -dijo aquello último en un cómplice susurro-. En cuanto me sea posible vendré a verte.

Antes de salir hacia el barracón le dio un beso al pequeño en la mejilla, miró a su prima y con un leve asentimiento se despidió. 

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Para Boru, esperar la muerte o la victoria pacientemente era peor que estar en medio de la batalla, combatiendo a espada y escudo contra el enemigo y el peligro. Esperar allí de pie, mientras podía oír lo que sucedía en el exterior, mientras sabía lo que estaba pasando fuera.

Alcé el mentón, ligeramente para estirar la columna y soltar todo el aire de sus pulmones por la nariz, como si aquel ejercicio pudiera otorgarle algún tipo de tranquilidad que ahora tanto necesitaba. Era momento de esperar. Y era momento de mantenerse en pie junto a su señora, sin dudar, ni vacilar.

Pasara lo que pasara.

El Chambelán asintió a Maserrak. En su rostro se apreciaba una sonrisa perenne, de las que visten, más que expresan. En su mirada, sin embargo, se apreciaba una extraña intensidad. Contenida. Lo que era, mejor no saberlo. Otra cosa que se aprendía con los años es que no todo requería explicaciones.

Seguía con vida. Bien. No lo habían abandonado a su suerte.

Sin embargo, la Casa era ahora mismo un caos. Cada cual trataba de hacerse con el control de la situación, a su manera. El Capitán se preparaba para la defensa, mientras que Dubieta se arremangaba para atender a los heridos. Bien. No era una tarea que le suscitara demasiado interés, aunque la entendía como necesaria.

Cada cual intentaba hacerse útil. Por supuesto, él no sería una excepción.

Concuerdo con la dama Dubieta, Maese Maserrak - intervino Otto de nuevo, cuando éste propuso unirse a la defensa. - Si me lo permitís, preferiría que la ayudárais con los heridos. Vuestros conocimientos la ayudarían en su tarea, y seguramente, más dificiles de reemplazar.

Cualquier bruto podía empuñar una espada. Sin embargo, era preferible no malgastar más vidas de las necesarias.

- "Sí, mamá." - El niño sonríe a su madre con una sonrisa radiante, poco consciente de que está en peligro, de que todos están en peligro.

- "Sí, mi señora." -

La criada se apresta a obedecer las órdenes de Dama Dubieta.

- La Dama Dubieta sale del Salón Principal.

Dagu no entendía que estaba ocurriendo. A decir verdad, tras el golpe que le destrozó completamente su mano había estado en un estado de absoluta inconsciencia. Aunque dado el dolor de su mano, casi era lo mejor. Cada pocos momentos se despertaba, para al poco rato volver a caer en la inconsciencia. Notaba aún el dolor, no tan fuerte como la primera vez pero seguía estando ahí. Las pocas veces en las que estaba consciente intentaba no mover en absoluto el brazo.

Y así estaba en esos momentos, ligeramente despierto y mirando a su alrededor. Mucho movimiento y caras preocupadas por el salón, pero eso no le importaba en esos momentos lo mas mínimo puesto que volvió a quedar inconsciente.

- El guardia Hakir regresa al Salón Principal.

- "Todas las mujeres, a las cocinas. El Capitán ha ordenado que pongan a hervir aceite y agua en ollas, que las mantengan calientes toda la noche si hace falta. Los criados deben de estar preparados para subir las ollas a la barbacana y las murallas. Vamos." -

Sin dudarlo un segundo, a pesar de estar destrozada tanto física como moralmente, me dirigí a las cocinas arrastrando los pies. No quería buscarme más problemas y sufrimiento del que ya había tenido ese día.

La servidumbre del Castillo reacciona de su estupor y se ponen a trabajar. Van a las Cocinas a ayudar con las ollas, y a recoger lo necesario para convertir los Barracones en una improvisada enfermería de asedio.

- Niziya se dirige a las Cocinas.

- Gretta sigue a Niziya.

Como si fuera un fantasma en pena seguí a mi cuñada a las cocinas para intentar hacer mi trabajo