Partida Rol por web

Las enfermeras siguen moviéndose de aquí para allá, mientras soldados camilleros entran y salen portando más heridos. En ocasiones salen con carga, sin embargo, soldados tapados con mantas que ya no tendrán ocasión de luchar más en esta vida. En la mayoría de los casos, son los propios doctores los que se encargan de matar rápidamente a esos desdichados cuando se da el caso, con el objetivo de ahorrarles un sufrimiento excesivo. 

Klaus trató de incorporarse con graves dificultades sin lograrlo. Notando punzadas de dolor en su carne maltratada por la explosión trató al menos de levantar la cabeza para hacerse una idea de la situación ¿por que siguen llegando cadaveres? ¿No hemos ganado ya la batalla? Un frio terror le encogió el alma ¿y si el enemigo conseguía llegar hasta la enfermería? ¿y si las lineas imperiales habían caido?

Los camilleros le habían dejado en un catre junto al resto de los desafortunados combatientes. Los ruidos lejanos de la guerra, llegaban amortiguados por el ajetreo de los sanitarios y pacientes. Había pasado todo este tiempo encerrado en su mente, con cierta consciencia de saber lo que realmente había sucedido.

Con dolor en todo el cuerpo susurró -¿Botas....Botas, ¿Dónde andas? ¿Que ha sucedido?

Más allá de las paredes del búnker, seguían escuchándose los ruidos del combate, a los que parecían haberse unido salvas de artillería "ligera", a juzgar por el repiqueteo y las pequeñas explosiones. Desde luego, no parecía que aquel asalto estuviera cerca de acabar. 

Las miradas entre el personal médico revelan preocupación, mientras se mueven de aquí para allá, intentando atender a todos los heridos que van llegando. Nadie tiene muy claro como están transcurriendo los combates en el exterior, ni cuanto más durará todo aquel intercambio de disparos, aunque todos rezan porque el enemigo no logre pasar. Si una de las trincheras cae, la enfermería y todos sus ocupantes podrían estar en peligro...

Klaus trató, entre grandes dolores, de levantar un brazo para llamar la atencion de la enfermera o el quirurgo. Pues a medida que los calmantes daban un mínimo respiro a su cuerpo entre las oleadas de dolor el miedo se abría camino en su mente. Necesitaba saber que habían ganado la batalla y que las hordas de rebeldes no habían roto sus lineas. 

Se estremeció pensando en la posibilidad de acabar empalado por una bayoneta enemiga en esta enfermería.

La triste verdad le llegaba a medida que el dolor se apoderaba de él. Las medicinas mitigaban el impacto, pero no eran suficientes para acallar todos los nervios de su cuerpo. Si no veía a su compañero en la enfermería, sólo cabía suponer dos cosas, o que continuaba luchando o que estaba muerto. La idea le frustraba. No podía ayudar ni hacer nada. Al entrar en la Guardia, todos saben a lo que se enfrentan, pero verse en aquella situación le frustraba. ¿Qué estaría pasando fuera? ¿Cómo podría salir de allí? 

Una de las enfermeras se acercó a Klaus en cuanto reparó en que tenía el brazo levantado, con gesto de preocupación en el rostro, pues quizás el soldado necesitaba algo o se encontraba mal de algún modo.

-¿Se encuentra bien, soldado?

Klaus agarró, o trato de hacerlo con sus escasas fuerzas, el borde del uniforme de la enfermera. Sus ojos febriles mirandola fijamente mientas murmuraba No dejeis que nos maten aquí...no dejeis que nos capture el enemigo...estan demasiado cerca

Agotado por el esfuerzo volvió a desplomarse en la camilla.

El creciente nerviosismo reinante dentro del búnker no ayudaba

No dejeis que nos maten aquí...no dejeis que nos capture el enemigo...estan demasiado cerca

Esas palabras le inquietaron algo más, ¿que sería de ellos si el enemigo entraba?. Por su fuerte acento y aspecto, el soldado tenía que ser del 303º. Lo poco que sabía de ellos, le decía que eran tipos duros de verdad. ¿Que habría pasado con ellos?. Tantas preguntas en su cabeza le estaban mareando, ¿o serían sus heridas?, ¿Estaba en shock?, ¿estaría entrando en él?. Sólo se le ocurrió recurrir a la oración para buscar algo de concentración -Por el Señor del Cielo y de la Arena, dame serenidad para servirte...

La enfermera se puso visiblemente nerviosa ante el ruego de aquel soldado, tanto que empezó a temblar levemente. La mera idea de que los enemigos entraran en aquel búnker lograba aterrarla hasta límites que no quería reconocer, pero era una posibilidad, sobre todo si muchos de ellos no cumplían. 

-N-no se preocupe... No entrarán. Estoy segura-dijo, con una voz temblorosa y un tono que revelaba que estaba de todo menos segura o tranquila. 

Klaus notó un escalofrío de terror que por unos momentos se superpuso al atroz dolor de su carne magullada. Se imaginó las bayonetas enemigas acuchillandole en esa misma camilla. Tembló ante la idea de morir ahí entre vendas desechadas y miembros amputados. Elevó una plegaria al Dios-Emperador pero este, como siempre, respondió solo con el silencio.

En ese momento las tropas entraron en el búnker, aunque no las que muchos temían, si no tropas aliadas (al menos, para la mayoría). Varios zapadores de Lantan andando por su propio pie, con heridas de diversa consideración, que acudían a ser tratados. No parecían estar huyendo de nada, lo que en cierto modo ayudaba a tranquilizar los ánimos en aquel lugar. 

El tensión era imposible de ocultar. El lenguaje corporal de la enfermera no tenía secretos, había terror en aquel búnker. El gran enemigo de la humanidad rompía la moral de sus adversarios sin que su presencia fuera necesaria.

Y entonces llegaron los zapadores. Korlo no sabía si eso eran buenas o malas noticias, por lo que, para enterarse, agudizó sus sentidos en busca de alguna pista o comentario delatador.

El personal empezó a atender a los recién llegados, nerviosos por todo aquello. Finalmente, tras unos cuantos minutos de dedicación, y ante el mutismo de los recién llegados, que parecían ajenos a todo aquel ambiente tenso, una de las enfermeras no pudo aguantar más.

-Bueno, ¿qué? ¿Qué ha pasado? Por el Trono, hablad de una vez antes de que nos mate la tensión. 

Los zapadores se miraron entre ellos, para después encogerse de hombros. Desde luego no parecían tensos, y aquel al que estaba tratando la enfermera respondió con naturalidad y calma.

-Ha pasado que Lantan ha cumplido con su deber para con el Emperador y ha limpiado su sección de trinchera. Nos han enviado a los heridos aquí para que nos parcheéis, no hay tanto misterio, creo. 

-Ha pasado que Lantan ha cumplido con su deber para con el Emperador y ha limpiado su sección de trinchera. Nos han enviado a los heridos aquí para que nos parcheéis, no hay tanto misterio, creo. 

-Por el Señor del Cielo y la Arena, eso son grandes noticias

La tensión se fue en cuanto las palabras de aquel lantanita llegaron a sus oídos, tan sólo quedaba el dolor agudo de la heridas apenas tratadas. Cabía esperar la misma resolución en las trincheras por parte de sus compañeros y el jeque. Y mientras él tirado en la cama. Si tuviera la oportunidad de combatir de nuevo, demostraría su valía; las promesas en Caldeum no se hacen a la ligera.

Klaus respiró tranquilo al saber que al parecer habían ganado. Pero la idea de estar ahí herido a merced de esas ratas de tunel que eran los lantanitas le robaba la alegría de la victoria. Era sabido que esa banda de gañanes eran todos poco más que animales.

De fuera seguían llegando sonidos de combate, mientras los recién llegados eran atendidos, aunque lo cierto es que habían perdido en potencia, apenas se escuchaban ya explosiones o muestras de armamento pesado. El combate, para bien o para mal, debía estar terminando e inclinándose del lado de alguno de los contendientes. 

Klaus añadió a su plegaria habitual para que el Dios-Emperador acbase con los rateros de turno lantanitas una de agradecimiento por haber mejorado sus posibilidades de supervivencia.

Y claro está rezó para no salir de esa enfermería convertido en un mutilado.