Partida Rol por web

La sala en desuso era una sala que disponía de una protección mágica para impedir el acceso a cualquiera, y a la cual solamente se podía acceder si se disponía de una llave mágica. Se trataba de una sala amplia y espaciosa, en la que habían múltiples columnas ornamentadas, y se podían distinguir tres zonas facilmente diferenciables. La primera daba el aspecto de sala de estudio, con varios pupitres y sillas que antaño se habrían usado en las clases pero que ahora estaban en desuso, un par de armarios y algunas estanterías con libros viejos y pergaminos antiguos. Una segunda zona con apariencia a sala común, con un par de sofás cómodos pero viejos, una chimenea actualmente apagada en la que habían troncos colocados en su interior, y una enorme alfombra antigua extendida recubriendo el lugar, que le daba un aire más acogedor al lugar pese a su antiguedad. Y finalmente, una tercera zona completamente vacía y apartada, en la que en un extremo, y recubierto con una tela negra de seda, había un enorme espejo con una letras que rezaban, "Espejo de Oesed".

La sala que nos había proporcionado el profesor era sencillamente magnífica. Lúgubre, fascinante y lo suficientemente grande, no solo para que nos reuniésemos allí las chicas, sino medio castillo también. Había mesas y sillas, armarios con libros y pergaminos viejos, sofás, una chimenea y por supuesto, el espejo del cual nos había advertido.

Inmediatamente, mi atención no se fue hacia el espejo, sino hacia todo lo demás, porque no me apetecía ver lo que más quería. No deseaba saberlo.

-¡Guaaauu! ¡Es... genial! -exclamé. Corrí hacia el sofá y la chimenea y me senté, viendo como el polvo ascendía a mi alrededor en cuanto me dejé caer, tosiendo como consecuencia de ello.

-Aquí podemos reunirnos para hacer los deberes, hablar, e incluso practicar hechizos.

Sin perder tiempo, me fui también a ver los libros y pergaminos antiguos.

-Profesor, ¿qué hay en estos libros?

El profesor había advertido a las pequeñas de cuáles eran las condiciones que debían cumplir si querían disponer de aquella sala en desuso para sus actividades. Tenía plena confianza en que pese a su edad, ambas eran lo suficientemente sensatas y maduras como para valerse por sí mismas y guardar aquel secreto entre los tres.

Rowle había obviado a propósito darle un respuesta inmediata a Altair, aunque trató de disimularlo dándoles la explicación del uso de las llaves mágicas vinculadas, y de la enorme responsabilidad que ambas debían afrontar para no lamentar las consecuencias de revelar la información de quiénes eran los vinculados y del uso que se le podía dar al mapa del merodeador. Una vez colocó la llave en la cerradura y la giró, un pequeño resplandor se hizo visible, y tras ello un sonoro "click" que auguraba que la puerta había sido abierta, y en cuanto los tres entraron, Harold cerró de inmediato nuevamente, volviendo a colocar la llave en la cerradura y girar.

- Tal y como habéis visto, siempre hay que entrar y cerrar de inmediato aunque estéis dentro, y por su puesto salir y cerrar nuevamente cuando os vayáis. De no hacerlo, cualquiera podría usar un hechizo Alohomora y acceder al lugar sin contratiempos... El aula solo es mágica e indetectable si lo hacéis de este modo, guardando vuestros secretos en el interior. Si accedéis de cualquier otro modo, forzando la puerta o usando Alohomora en la cerradura, entraríais en una sala similar a esta, pero completamente vacía. ¿Llegáis a entenderme? 

A veces una muestra era más efectiva que las palabras, por lo que les hizo salir nuevamente de la sala y tras cerrar con llave les comentó.

- Imaginad que soy alguien distinto a nosotros, sea quien sea, y quiero entrar en la sala... Mencionó el profesor Rowle mirando a las muchachas, para seguidamente lanzar un hechizo contra la puerta. Alohomora.

En cuanto la puerta abrió y los tres entraron, la sala estaba completamente vacía, solo las columnas ornamentadas dispuestas como anteriormente habían visto. ¿Veis a que me refiero? La sala está vacía, no hay muebles, ni sofás, ni pupitres, ni armarios, ni estanterías...ni si quiera el espejo del que os he hablado...

Volvió a salir y cerrar, para después abrir nuevamente con la llave mágica, y tras el pequeño resplandor, justo al entrar volvieron a ver la sala pero con todas las cosas. Y si os fijáis ahora, podéis ver qué usando la llave, todo está colocado en su respectivo lugar, y tal y como os mencioné, al fondo podéis ver el espejo que Dumbledore guarda. Olvidé mencionaros que Dumbledore también tiene acceso a cualquier lugar del castillo, también esta sala, pero él estuvo conforme a mi petición. En realidad... Vuestro club secreto... Yo soy el responsable asignado, jajaja,... pero no pienso interferir en las actividades que realicéis... Y tenéis mi palabra de que así será, salvo que rompáis las condiciones. No revelar el vínculo mágico de nuestras llaves, hacer un buen uso del mapa del merodeador y no permitir que caiga en malas manos, y no dañar al espejo de Oesed. ¿Podéis mirarlo? Por supuesto, pero ya os mencioné que solo muestra los más ansiados deseos, las más oscuras intenciones, lo que uno más anhela...y lejos de ser real, muchos antes de vosotras sucumbieron a la frustración de creer que aquello era posible y no lograrlo. Quiso volver a recalcarle el profesor, quién intervendría si alguna de las condiciones era rota, como era comprensible.

- Altair, no es que haya querido ocultarte quién es tu familia, solo que no sabía si estabas en condiciones de saber la verdad. ¿De verdad anhelas esas respuestas? Puedes acercarte al espejo, retirar la tela y decirme lo que ves,... aunque quizá no es el momento oportuno y prefieras esperar, solo debes dar el paso cuando consideres estar lista.  El gesto del docente se había vuelto un tanto serio, tenía miedo de la posible reacción de la pequeña al descubrir la verdad, pero consideraba que era el momento de ofrecerle las respuestas que hasta ahora le habían sido ocultadas. Ahora ya era una bruja de Hogwarts, estaba en su derecho de obtener aquellas respuestas.

- En cuanto a los libros... Son de grandes magos y brujas del pasado que quisieron dejar alguno de sus libros como recuerdo de su estancia en Hogwarts. Le tengo especial cariño a ese rojo de allí,... Es de Miranda Goshawk, la primera edición del libro de encantamientos que entre los dos fuimos redactando... Y sonrió con calidez.

Victoria miró a uno y a otra fascinada, ¡y hasta el director estaba de su parte! era sencillamente genial... allí tenían todo y cuanto pudieran necesitar lo iban a pasar muy bien sin duda, no veía la hora de empezar pero una duda la asalto.

- No enseñaremos a nadie el mapa y no revelaré a nadie nuestro vínculo profesor, pero ¿si podemos mostrar el lugar a los miembros verdad? siempre que entren y salgan con nosotras... 

Escuchó los consejos del profesor y sin perder tiempo se acercó a la estantería con Altair y comenzó a mirar aquellos interesantes libros, no veía la hora de poder leerlos todos, ¡que cantidad de conocimiento! y de reojo observó el espejo, no tenía ningún interés, por ahora, de acercarse a él, es más, el objeto le transmitía miedo, algo que podía saber tus mayores anhelos mejor que tú, no podía ser bueno...

- Así es jovencita, podéis traer a quien queráis y enseñarles el lugar sin problema, siempre que confiéis en ellos. Solo recordad que no debéis mencionar que la llave está vinculada, si no hacerles pensar que es una llave normal y corriente que abre este lugar. Le dijo el profesor a la joven Victoria con una sonrisa. Si alguien intenta entrar cuando no haya nadie, se encontrará la sala vacía, si roba vuestra llave y trata de entrar, se encontrará la sala vacía, solo si la usáis vosotras, cada cuál su respectiva llave, podrá acceder a la sala. Y si no cerráis tras entrar, si que cualquiera que tratase de entrar, os encontrará dentro con todo lo que veis. ¿Se entiende, pequeñas? Por eso la importancia de siempre cerrar tras entrar o salir...

Creia haber sido claro en la explicación, pero si tenían dudas, podían preguntar las veces que fuese necesario. El profesor Rowle era un hombre con mucho temple y paciencia de cara a sus alumnos.

Asentí, completamente de acuerdo con el profesor y con Victoria.

-Sí, sí, no se lo diremos a nadie. Para nosotros esto es muy especial, profesor -le dije, apretando la llave contra mi pecho.

Lo que no le dije era que en mi interior, estaba pensando en las palabras que había dicho sobre mi familia.

... no sabía si estabas en condiciones de saber la verdad. ¿De verdad anhelas esas respuestas? Puedes acercarte al espejo, retirar la tela y decirme lo que ves

Busqué el espejo con la mirada y después volví a mirar a ambos. No quería estar sola y Victoria era mi amiga, mientras que el profesor... bueno, sabía más que yo misma de mi familia, así que... para qué esperar.

-Esperad. Quiero decir, profesor, no se vaya aún. Victoria, quédate. Quiero... mirar en el espejo y que estéis aquí... los dos.

Lentamente, aún con la llave en la mano, fui acercándome al espejo, que permanecía tapado, respirando cada vez más rápido y más fuerte. Cuando llegué, acerqué la mano a la tela negra que lo cubría y poco a poco, la fui retirando, hasta que pude mirar mi reflejo en él.

Y era verdad que era un espejo mágico, porque mi reflejo no era lo único que vi en él.

Altair quería tener respuestas a sus comprensibles dudas, y a su vez, estar acompañada de Victoria y el profesor Rowle mientras estás llegaban a través del espejo. Justo antes de retirar la tela negra que lo cubría, lo primero que vio la jovencita  fueron las letras grandes inscritas en la parte superior "Oesed lenoz aro cut edon isara cut se onotse", que leyendo la inscripción del revés y arreglando los espacios se pudo entre leer: "Esto no es tu cara, sino de tu corazón el deseo". ¿Que era lo que más deseaba?

La respuesta llegó de inmediato, en cuanto retiró la tela y vió su propio reflejo, y el de Victoria y Harold. Mientras que los reflejos de Rowle y su compañera de Ravenclaw se hicieron borrosos y terminaron por desaparecer, fueron apareciendo y haciéndose más nítidas las siluetas de una enfermera muy guapa y de un hombre joven rubio y apuesto, que la abrazaba con ternura y calidez. La enfermera sujetaba entre sus brazos a un bebé recién nacido, y Altair era casi capaz de sentir esa calidez sobre si, estaba completamente segura de que el bebé era ella, y que su madre la estaba abrazando con muchísimo amor, a la vez que ambas erais abrazadas por el joven hombre rubio, que besaba a su madre y le dedicaba una sonrisa sincera,... era tu padre. El hombre era apuesto, y parecía por sus indumentarias que trabajaba en el Ministerio de Magia, dado que en la solapa de su chaqueta lucia claramente una identificación con las letras T. Rowle.

Además de Altair y sus padres, se podía ver la casa en donde la jovencita había vivido todos estos años, en Escocia, con todo lujo de detalle, el sofá rojo del comedor reluciente, como recién comprado, las estanterías con la cristalería intacta, que ahora probablemente si hiciese memoria, quedarian bastantes menos copas y vasos de los que ahora apreciaba, las escaleras de madera que subían a los dormitorios, y adornos navideños por doquier... Y justo en la puerta de entrada, aparecieron con una cálida sonrisa el profesor Rowle, unos años más joven que ahora, y la que Altair intuyó que sería su mujer, una mujer de finos rasgos y que se parecía bastante al hombre rubio que os abrazaba a ambas, a su madre y a ella. 

Los sentimientos de Altair parecían aflorar, y casi empezaban a resbalar las lágrimas en sus mejillas, si no lo estaban haciendo ya, por lo que el profesor Rowle volvió a colocar la tela cubriendo al espejo y susurró...

- Creo que por hoy ya es suficiente, pequeña... Supongo que tendrás muchas preguntas que hacerme... ¿Quieres hablar de ello?  Y le tendió un pañuelo a la vez que apoyaba durante unos instantes su mano en el hombro, tratando de reconfortarla.

Altair parecía dispuesta a mirar en el espejo de Oesed, y quiso hacerlo acompañada del profesor Rowle y de ti. Sabías que quizá serían emociones fuertes para tu amiga, por lo que te acercaste poco a poco hacia ella para ofrecerle tu apoyo, y aunque en principio no tenías por qué mirar al espejo*, estaba claro que lo que tú y ella podríais ver en el reflejo, sería totalmente distinto.

Tras unos segundos que parecieron hacerse eternos, viste a tu compañera con cara de emoción, de alegría y tristeza, de asombro e incomprensión, para terminar viéndola frágil, endeble. Los sentimientos de Altair parecían querer aflorar, y casi empezaban a resbalar sus lágrimas por las mejillas, si no lo estaban haciendo ya, por lo que el profesor Rowle volvió a colocar la tela cubriendo al espejo y susurró...

- Creo que por hoy ya es suficiente, pequeña... Supongo que tendrás muchas preguntas que hacerme... ¿Quieres hablar de ello?   Y entonces viste como le tendió un pañuelo, a la vez que apoyaba durante unos instantes su mano en el hombro, tratando de reconfortarla.

Nada más asomarme al espejo, pude ver a mi madre, bellísima, joven, alegre... y a su lado, mi padre, al que jamás había visto. De hecho, mi madre no tenía ninguna foto suya y nunca me dijo que en realidad, fuese alguien en particular, sino que mi concepción se debió al fruto de una noche.

Pero no fue solo eso.

Su nombre aparecía en la toga que llevaba.  T. Rowle. Rápidamente, al verlo, me giré para mirar al profesor, que estaba detrás de mí.

Cuando volví a mirar , vi también que había otra figura, y era el mismísimo profesor Rowle, pero más joven que ahora, un poco más, junto con... ¿su mujer?

No me di cuenta de que estaba respirando más rápido y más fuerte, y que había empezado a llorar. Fue entonces cuando el profesor... que me di cuenta que por lo tanto sería de mi familia, se adelantó para tapar el espejo.

- Creo que por hoy ya es suficiente, pequeña... Supongo que tendrás muchas preguntas que hacerme... ¿Quieres hablar de ello? 

Me dio un pañuelo y yo me limpié los ojos. Yo miré a Victoria, que me miraba preocupada y aunque no me apetecía mucho hablar, no era justo que no supiese lo que me sucedía. Después de todo, era mi amiga.

-He visto a mi padre, también... a mi abuela... y al profesor, que es... mi abuelo.

Tras explicárselo, me giré de nuevo hacia el profesor.

¿Usted... es mi abuelo, verdad? ¿Dónde está mi padre, profesor? Sé que estaba en el ministerio de magia, pero... ¿dónde está ahora, y por qué mi madre nunca ha hablado de él?

Victoria se puso junto a su amiga apoyándola en todo momento, era una situación difícil para ella y le había dejado claro que la necesitaba. Ella por su parte no quiso mirar al espejo, quizás en otra ocasión... ahora era el momento de Altair y además, le daba miedo lo que pudiera descubrir.

Puso una mano en el hombro de su amiga, mientras unas lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas. Ella les explicó qué había visto, el profesor Rowle, su abuelo, le tendió un pañuelo y ella se enjugó las lágrimas.

- Ven, sentémonos aquí - dijo conduciendo a la Slytherin hacia las butacas que había en la sala contigua, estaba muy emocionada y debía tranquilizarse un poco, los tres se sentaron y esperaron a que el señor Rowle siguiera contando la historia de la niña.

El profesor Rowle aguardó a que la pequeña Altair se secase las lágrimas, y tras escuchar las comprensibles preguntas que se le empezaron a amontonar en la mente a la muchacha, le indicó que con calma las iría respondiendo una a una. Primero asintió a las palabras de Victoria y les sugirió que se sentaran en los cómodos sillones del lugar, muy próximos a la chimenea. Inmediatamente, con un movimiento de su varita, Harold prendió los leños de la chimenea que empezaron a crepitar y calentar la estancia, y antes de empezar a hablar, sacó de su morral una foto en la que se veían a cinco personas que Altair reconocería de inmediato, que estaban cenando en la gran mesa del comedor de Altair.

- Esta foto es la última foto que tengo de toda nuestra familia reunida, puedes quedártela pequeña. Tú estás en los brazos de tu madre, tomando el biberón, tenías poco más de un año... Sonrió al ver tus enormes mofletes y esas piernecitas llenas de michelines. Siempre que no estabas durmiendo, tenías un enorme apetito y llorabas hasta que tu madre te daba de comer,... en eso te parecías más a mi que a tus padres, por lo que tengo entendido. Recuerdo que a veces me dejaban tomarte en brazos para dormirte, siempre tuve ese don contigo, pero dudo mucho que ahora funcione. Esbozó una cálida sonrisa, al recordar y hacer presente aquel momento.

- El que está junto a tu madre, sirviéndole una copa de vino a tu difunta abuela, Reggina Rowle, es tu padre, Thorffin Rowle. Trabajaba para el Ministerio de Magia en el Departamento de Misterios y siempre estuve orgulloso de él, era mi ojito derecho...y estaba convencido de que llegaría a ser el jefe del departamento... Por su tono de voz se demostraba que aquello le dolía, y la razón llegó de inmediato en cuanto se tomó un par de segundos y continuó. Pero sin entender por qué, comenzó a actuar de forma extraña y a mostrarse serio, violento, siempre enfadado y de muy mal humor,...y todos sabiamos que algo estaba ocurriendo. De pronto, ya no quiso que fuésemos a visitaros nunca más, sin darnos una explicación, y aunque traté de hablar con él y ofrecerle mi ayuda si es que estaba en problemas, solo logré evasivas suyas y una amenaza de muerte si volvía a intentar acercarme a vosotras. Tu abuela sufrió mucho por todo aquello y se puso gravemente enferma, y desde entonces estuvo largo tiempo en San Mungo hasta que hace dos años falleció... Se que tu madre lo pasó muy mal, recibió maltrato, tuvo fuertes discusiones al querer imponerle tu padre sus ideas, y que tras aquellos serios problemas, al final un día tu padre se largó y os abandonó sin dar explicaciones. Revivir todo aquello parecía hacer envejecer al profesor Rowle, y sus ojos se volvieron vidriosos, como si estuviese a punto de llorar, pero apretó los puños y tomando fuerzas prosiguió. Ahora mismo está en Azkaban, con una condena de por vida por cumplir,... Se había convertido en un de tantos mortífagos al servicio de "Quién no debe ser nombrado", cometiendo atrocidades y crímenes, filtrando información desde el ministerio,... Siento tener que darte esta triste noticia, pero tarde o temprano lo descubrirías, y prefería ser yo quién te lo dijese. 

- Tu madre lo pasó muy mal, y entiendo que nunca te hablase de él ni de nosotros, dudo mucho de que te hablase si quiera de que existe un mundo mágico... Pero quiero que sepas que desde que recibiste la carta para venir a Hogwarts, hemos mantenido periódicamente correspondencia, y me ha pedido perdón por no haberte hablado de mí. Comentó con sinceridad, y demostró una sonrisa sincera al decir esto último. Para el profesor Rowle era una alegría saber nuevamente de su pequeña nieta Altair, y aunque hubiesen pasado tantos años, la había reconocido de inmediato al llegar a Hogwarts, y esperaba que con el tiempo, surgiese la oportunidad de hablarle de sus orígenes, tal y como ahora había sucedido.

- Comprendo que para tí no soy más que un desconocido todavía, pero espero que llegues a quererme poco a poco, como yo siempre te he querido a tí, pese a las circunstancias. No sabía si querría darle un abrazo o no, pero inconscientemente se agachó, esperando quizá que se abalanzase a sus brazos. Era un momento muy emotivo.

El profesor Rowle fue muy atento, al igual que Victoria. Todos nos sentamos y con voz suave, y preocupada, empezó a hablarme de mi familia. Menos mal que Victoria estaba conmigo. Agarré su mano con fuerza y no la solté en todo el rato.

Empezó hablándome un poco de mí, algo que incluso me hizo sonreír, a pesar de las lágrimas, pero aquello no duró mucho porque también él, m-mi abuelo, se sentía apenado por  lo sucedido y nuestra separación. Lamenté no haber conocido bien a mi abuela tanto como a mi padre, aunque era a este a quien no podía dejar de mirar, y cuando me habló de su destino... lo entendí todo.

Ahora mismo está en Azkaban, con una condena de por vida por cumplir,... Se había convertido en un de tantos mortífagos al servicio de "Quién no debe ser nombrado", cometiendo atrocidades y crímenes, filtrando información desde el ministerio,... Siento tener que darte esta triste noticia, pero tarde o temprano lo descubrirías, y prefería ser yo quién te lo dijese. 

H-he leído sobre los mortífagos en Historia de la Magia. Yo... no lo entiendo. No entiendo como podía querernos... e ir con aquel... con ese Voldemort -dije, enjuagándome las lágrimas.

Tu madre lo pasó muy mal, y entiendo que nunca te hablase de él ni de nosotros, dudo mucho de que te hablase si quiera de que existe un mundo mágico... Pero quiero que sepas que desde que recibiste la carta para venir a Hogwarts, hemos mantenido periódicamente correspondencia, y me ha pedido perdón por no haberte hablado de mí. 

Asentí. Lo entendía. Comprendía lo duro que debía ser para mi madre saber lo que había hecho mi padre, y tener que explicármelo. Era mejor decir que estaba muerto o que sencillamente, ni estaba. Tendría que escribirle una carta para decirle que la perdonaba y que la quería.

- Comprendo que para tí no soy más que un desconocido todavía, pero espero que llegues a quererme poco a poco, como yo siempre te he querido a tí, pese a las circunstancias. 

El profesor Rowle se había agachado y yo entendí perfectamente el significado del gesto. A pesar de tener a mi amiga, descubrir que él era mi abuelo constituía algo completamente diferente; inesperado, sí, pero también... agradable. Así que me lancé hacia él sin dudarlo y le abracé con fuerza.

De repente, no era una niña muggle, sino una "mestiza". De la parte de mi padre habían venido todos mis poderes mágicos y también de él, que entrara en Slytherin, porque todos los magos malos venían de esta casa, o eso había leído. Pero yo no me sentía mala. Quizás por eso también fui invitada a estar allí, para demostrar que era así.

Cuando me separé del profesor, pensé que iba a ser un poco incómodo estar en clase, y que no podía escapárseme llamarle "abuelo".

-C-creo que voy a escribir a mamá ahora. Seguro que le hace ilusión que le diga que sé todo esto y que voy a estar bien. Gracias por contármelo, prof.... quiero decir, abuelo. Gracias por quedarte conmigo, Victoria.

Me giré hacia ella y la abracé también, sabiendo que para ella tenía que ser todo igual de incómodo.

Victoria los escuchó a los dos sin decir una palabra y aunque hubo momentos en los que sintió que sobraba sabía que Altair la necesitaba y por eso no dejó de acompañarla ni un segundo, tras acabar vio como abrazaba fuerte a su abuelo, el profesor Rowle y después a ella misma. La niña sonrió y le devolvió el abrazo.

- C-creo que voy a escribir a mamá ahora. Seguro que le hace ilusión que le diga que sé todo esto y que voy a estar bien. Gracias por contármelo, prof.... quiero decir, abuelo. Gracias por quedarte conmigo, Victoria.

- Seguro que a tu madre le encantará poder leer esa carta - la animó sonriente.

En todo momento el profesor Rowle trató de ser abierto y responder las preguntas que se le suscitaron a su nieta. Eran más que comprensible sus dudas, y a medida que hizo su relato y la pequeña formuló alguna pregunta, no tardó en responderle.

H-he leído sobre los mortífagos en Historia de la Magia. Yo... no lo entiendo. No entiendo como podía querernos... e ir con aquel... con ese Voldemort 

- Hay preguntas que tienen difícil respuesta, preciosa. Se que tu padre era una persona muy amable, noble, valiente y que os quería muchísimo, tanto a tí cuando nacíste, como a tu madre durante muchos años. La prueba la tienes en la foto que te he dado, observa su rostro, en él hay amor por toda su familia... Comentó con una sonrisa triste al recordar aquellos buenos momentos que al final se desdibujarían por todo lo posterior. No suele ocurrir a menudo, pero a veces surgen personas con mucho carisma, persuasión, y una especie de aura que atrae a su alrededor, que pueden hacer que sus palabras penetren y calen en tu mente, haciéndote partícipe de sus ideales. No me gusta nombrar su nombre no por miedo o temor, si no porque es posible que te detecten y te encuentren si lo usas si se les ocurriese usar un "hechizo tabú", así que diré "el que no debe ser nombrado", pero el caso es que ese hombre tenía ese extraño poder de cautivar con sus palabras, y probablemente arrastró hacia el lado oscuro a Thorffin... La magia oscura es muy atrayente porque en muy poco tiempo te permite obtener un gran poder, pero aunque no lo entendáis, usar las artes oscuras corrompe el alma, y hace que las personalidades cambien... Ni sé cuándo ni como, pero casi de la noche a la mañana tu padre cambió por completo, puede que por llevar a cabo atrocidades y quitar vidas de gente inocente por estar al servicio de quién tú ya sabes, y aunque regresara a casa posteriormente, ya no podía ser el mismo... Queriendo amaros, solo se encontraba haciéndoos daño y mal, y llegó un momento en que ya no os podía ver a la cara... Es muy triste, pero eso es a lo que conduce ese camino de oscuridad... Finalizó con mucho pesar, tratando de reconfortar a Altair, aunque para él fuese igual de duro o incluso más, al haberlo vivido en sus carnes, de primera mano.

Cuando se agachó, quizá esperando un abrazo que no llegaría, no le hubiese recriminado fuese cual fuese su reacción. Pero cuando vió que Altair, su queridísima nieta se le echaba a los brazos, sintió más fuerte que nunca, con gran intensidad, que no estaba solo y que aún había sangre de su sangre que le quería. Fue un momento realmente especial para Harold, hasta el punto de que el abuelo también lloró. Y no dudó en corresponder su abrazo y depositar suave beso en sus mejillas.

- Estoy muy feliz, pequeña, jaja. No lloro de tristeza, si no de felicidad, así que no te preocupes por nada. Y por supuesto, tu mamá se alegrará muchísimo de que le escribas. Diria que incluso está esperando esa carta tuya de lo que ha sucedido ahora, desde el primer día... Sonrió enjuagándose las lágrimas. Bueno, he de marchar... Sentiros libres de hacer lo que queráis en esta sala, solo recordad lo que os he comentado, ¿Vale? Y Altair, tengo un álbum de fotos en mi despacho que estoy seguro te gustará ver, veniros las dos un día de estos, y os los enseñaré. Hasta os mostraré la mascota preferida de tu difunta abuela... Sonrió divertido y con suma calidez, una vez más. Puede que de todo Hogwarts, no hubiese nadie que transmitirse tanta calidez como el profesor Rowle. No regreseis tarde a la sala común, ¿Vale? Nos vemos pronto...

Mientras observaba como se marchaba el que a partir de entonces era mi abuelo, me senté a reflexionar sobre todo lo que me había contado. Mi vida era muuuucho más complicada de lo que había supuesto. Era la hija de un mortífago, nieta de un profesor de Hogwarts, y la magia, que tan maravillosa me había parecido en un principio, al darme cuenta de que formaba parte de mí, era también una especie de maldición que me obligaba a escarbar en mis propios sentimientos.

Antes de que se fuera, le dije algo más, mientras me secaba las lágrimas y recuperaba la compostura.

-Esto... ab... profesor, menos mal que por lo menos, este lugar está bien, pero me parece que no deberíamos dejar que la gente se mirara en el espejo. Creo que podría ser peligroso que lo hicieran sin estar alguien delante. ¿No podría llevárselo usted?

El profesor Rowle entendió la preocupación de su nieta, y en verdad veía necesario que en cuanto se pudiese, tratar de cambiar de lugar el espejo. No obstante, Dumbledore había estado realizando modificaciones en el espejo en algunos momentos días atrás, y aún no era posible poder trasladarlo para que los efectos fuesen permanentes.

- Siento decirte que de momento no, cielo. Aunque creo que quizá en un par de meses sea posible trasladarlo,... Nadie puede acceder a él salvo que se lo permitáis, solo vosotras tenéis las llaves. ¿No podéis llevar a cabo las actividades que deseéis del Club, sin remover la tela negra que lo cubre? No deberíais hacer partícipes de entrar en esta habitación a nadie de quién desconfiéis y que pudiese actuar por su cuenta sin haceros caso. ¿De veras puedo confiar en vosotras y haceros cargo de todo lo mencionado anteriormente? Espejo, mapa y llaves... Tenemos un pacto entre nosotros tres... No me gustaría tener que actuar por no haber podido cumplir lo pactado... Durante unos instantes se quedó pensativo. ¿Quizá estaba depositando demasiada responsabilidad en las pequeñas? Aquel podía ser el lugar más seguro que pudiesen encontrar de recibir un nuevo ataque, y el mapa les ayudaría a escapar de cualquier peligro... Pero...¿Y si eran demasiado inmaduras y todo aquello, se volvía en su contra? 

Agaché la cabeza. Las palabras del profesor parecían atravesarme como si de repente, hubiera perdido la confianza en nosotras. Pero yo no lo decía porque no fuésemos capaces de proteger el espejo, sino porque la curiosidad, sin duda, se despertaría en las demás chicas y podía ser difícil controlarlas. 

Cuando lo miré de nuevo a los ojos, lo hice apretando la mandíbula y segura de lo que iba a decirle.

-Cumpliremos nuestro pacto, profesor (no podía evitar seguir llamándole profesor, sobre todo cuando se ponía así) -. Le diremos a las demás que las dos condiciones para entrar será mantener el secreto y no retirar la tela negra. Estoy segura de que cumplirán. ¿Verdad, Victoria?

Entonces se me ocurrió una idea.

Claro que... se me está ocurriendo una idea, aunque yo no sé si sabremos hacerla. ¿Podríamos hacer alguna especie de conjuro o maldición pequeña para que si alguien rompiese su palabra, sufriese algún tipo de... digamos daño, no muy importante, algo así como que le salieran un grano enorme en la nariz o algo parecido?

- Si profesor, le prometemos que así lo haremos - la niña miró a su amiga preocupada, si no confiaba en ellas lo perderían todo y habían llegado tan lejos... entonces a Altair se le ocurrió una genial idea que hizo que los ánimos de la pequeña Victoria se vinieran arriba - ¡Si eso es! Díganos ¿podríamos? es una gran idea, profesor ya se que solo somos dos niñas de primer curso pero, le aseguro que, haremos lo que sea y si nos enseña ese hechizo, podríamos estar mucho mas tranquilos los tres.

Victoria miró al profesor sonriente y deseando que, gracias a la gran idea de su amiga, él volviese a confiar en ellas, a no ser que... le pareciera demasiado osado por parte de ellas proponer lanzar un maleficio a sus compañeras...

En cuanto escuchó a ambas hablar, no puedo evitar sonreír. En verdad deseaban tener aquel lugar como sitio de reunión, y era innegable que se habían esforzado por conseguir tanto la llave como el mapa. ¿Aquello no valía como prueba de que se reforzaría al máximo? Harold supo en ese mismo instante que si, y las dudas se desvanecieron por completo.

- Habéis superado la prueba, ambas. Era lo que necesitaba escuchar para saber qué realmente estáis dispuestas a esforzaros por mantener nuestro pacto, nuestro secreto. No veo necesario hacer ningún tipo de maleficio como castigo ni nada similar, todos sabremos a la vez si alguien ha roto el pacto porque las llaves reaccionan entre si... Les comentó con calidez , y agachándose nuevamente para estar a la misma altura y apoyando sus manos sobre sus hombros añadió. Siempre he sido una persona con buena intuición y se que puedo confiar plenamente en las dos, al 100%. Altair, ¿Te acordarás de darle recuerdos a tu mamá de mi parte? Ahora si, tengo que marchar. No olvidéis cerrar con llave...

Cuando el profesor se hubo marchado, miré la llave que tenía en mis manos y también a Victoria. 

-Es... un sitio genial, ¿verdad? -le dije, aún  algo conmocionada por todo lo que había descubierto sobre mi familia, pero intentando dejarlo a un lado.

-Deberíamos intentar explorar otros lugares con ayuda del mapa. En nuestra primera reunión, deberíamos hablar de algunos de los pasadizos que aparecen en el mapa y explorarlos. ¿Qué te parece?