Partida Rol por web

Kayla estaba disfrutando como una niña pequeña. Las explosiones de tarta estaban dejando perdidos a casi todos los alumnos, pero había uno que estaba demasiado limpio para su gusto, y al ver a Sinclair fallar en el hechizo, reventando un enorme pastel de chocolate, hizo uso de la apuesta.

- Has fallado el reto, comienza una guerra de pasteles, objetivo... Alex Lowell, está demasiado limpio... ¿no le ves?.... - le dice flojito a la Ravenclaw -... pero no sufras, cuando tires el pastel, yo te secundo para crear caos..., seguro que muchos más se nos unen.... ¿qué me dices niña buena?... ¿las Ravenclaw tenéis algo del espíritu de los leones?....

La pelirroja ya estaba cogiendo un trozo de pastel con las manos, y es que si Victoria comenzaba la guerra, no estaría sola, formarían parte del mismo batallón hasta que ambas cayeran sucumbidas ante las grandes dosis de azúcar.

Victoria miró hacia donde le señalaba la slytherin y localizó a Alex Lowell con su túnica curiosamente impecable, a pesar de que él mismo acababa de explotar una gran tarta.

- Oh eso esta hecho... - le dijo a la pelirroja con una sonrisa picara, cogió una porción de tarta y la lanzó con todas sus fuerzas hacia el gryffindor mientras le llamaba para que impactara en su cara - ¡Lowell!

El niño acabó cubierto de tarta y Victoria comenzó a reír tapándose la boca, no sabía si él se enfadaría por aquella broma, pero era divertido. 

Antes de que mis cromos terminaran cubiertos de tartas de mil sabores, decidí guardarlos, esto se estaba volviendo una verdadera guerra de pasteles, me preguntaba si estaría bien tanto desorden, al final de cuentas quienes limpiarían eran los elfos pero no me parecía justo dejar el aula tan sucia, además yo ya había hecho mi desorden y el profesor Dumbledore había recibido un pastel en la cara, aunque igual lucía igual de limpio que de costumbre, así que algo apenado, me acerque a la puerta  y con me disponía a salir.

-Bueno con permiso profesores, me retiro- dije mientras que un pastel perdido de algún lugar y fue a impactarse de lleno con mi cara, dejandome cubierto de merengue el rostro, lo mas curioso es que entre todo el jaleo no había visto de donde había salido, aun así me retiré para ir a cambiarme.

Alex se reía maliciosamente al ver que su plan había sido un éxito. Su compañeros no tardaron en devolverle el favor, la primera fue Victoria, quien cogió una de las tartas y la lanzó contra Alex mientras aun se reía, un "sexto sentido" le advirtió del impacto mucho antes de que Victoria pronunciara su nombre, pero decidió ignorarlo pues sabía que no corría peligro, siendo impactado por la tarta.

Pasaron unos segundos hasta que el plato de plástico y gran parte de la tarta se precipitó contra el suelo desde la cara del chico, su rostro había desaparecido y en su lugar solo había blanco por la nata y negro por el chocolate. 

Necesitó ambas manos para limpiarse y cuando apenas consiguió ver algo, un segundo impacto le azotó de nuevo, solo pudo ver la trayectoria y la mano de la pelirroja que la había arrojado, no necesitó más para descubrir a la culpable.

Lo próximo que sucedió era inevitable LA GUERRA DE TARTAS. Alex no tardo en coger dos, una en cada mano, y presto localizó a los profesores.

Los próximos minutos en aquella sala solo se escucharían gritos, risas, y el salpicar de la nata, mientras las tartas volaban en todas direcciones.

El director de Hogwarts sabía perfectamente como acababa siempre la sesión del Club de Coleccionistas de Cromos de Magos y Brujas famosos cuando salía el cromo de Archibald y relataba la historia. Entendía que los jóvenes necesitaban aprender divirtiéndose, que esos años en el Colegio serían únicos y que eran una pena no aprovecharlos. 

Solo por ver cómo reían a carcajadas, comían tartas hasta reventar, practicaban los hechizos con gran interés y se divertían haciendo una guerra de tartazos para finalizar, supo que los jóvenes aprendices habían aprendido mucho y fortalecido sus lazos de unión. El viejo docente aprovechó para corregir algunos movimientos, mejorar algunas posiciones al lanzar los hechizos, y cuando iniciaron las explosiones de tartas y lanzamientos libres, se inbuyó de una capa protectora repelente para no mancharse para nada de tarta.

Harold a su lado había hecho lo mismo, y con aquella ventaja en su favor, también habían respondido lanzando algún hechizo. Dumbledore realizó con gran éxito un encantamiento a una tarta de casi un metro cúbico de tamaño, y les indicó a los jovencitos que la probaran.

- Me gustaría que todos probáseis el sabor concentrado de esta descomunal tarta de tres chocolates. Por favor, acercaros y probad una porción... Les indicó con su habitual tranquilidad y un tono que no admitía réplica, como si fuese parte de la clase y que en verdad quería que apreciaran aquel nivel superior de sabor, prácticamente inalcanzable. No obstante, cuando todos se agolparon alrededor de la tarta y extendieron sus manos para tomar una porción, incluido el joven Anderson que pretendía retirarse ya por aquel día, Dumbledore aprovechó para dar sigilosamente unos pasos hacia atrás con disimulo. Había programado que el Flipendo concentrado estallase unos segundos después, cuando ya los pequeños estuviesen confiados, y cuando la tarta saltó por los aires, la inmensa mayoría quedó recubierto de pies a cabeza, dando la sensación de ser árboles marrones. ¡Oh, vaya! Parece que me estoy oxidando y ya no me salen bien los hechizos... Y disimuladamente le guiñó el ojo a Harold, quién no pudo evitar reír. Ver para creer.

Finalmente, viendo que se acercaba el momento de concluir aquella primera sesión del Club, Albus agitó su varita y pronunció el conjuro Evanesco, y retiró por completo cualquier vestigio de tarta que estuviese por la habitación o por encima de la ropa de los presentes.

- Bueno, eso ha sido todo por hoy... Me alegra que os hayáis divertido... Confío en que acudáis a la próxima sesión, seguro que os parece muy interesante explorar los distintos rincones del castillo. A más ver, pequeños.

La guerra de tartas había sido sumamente divertida. La pelirroja logró impactar en varios de sus compañeros, aunque no fue tan sutil como pretendía, probablemente Lowell se percatase de que una de las grandes malhechoras de que su cara acabase siendo de nata fuera por ella misma. Victoria había cumplido bien su parte del plan, y si el club de coleccionistas no acabó siendo un desmadre fue por la actuación de Dumbledore.

El gran mago quiso hacerles una demostración final de lo deliciosa que podía resultar una de esas tartas haciendo que los alumnos se acercasen, pero Dumbledore, fiel siempre a su carácter impredecible y bromista, hizo explosionar el dulce, llenando aún más a los alumnos.

Kayla no pudo dejar de reír, al menos hasta que el hechizo final les limpió por completo y dieron la indicación de que el club había llegado a su fin.

- Ha sido una tarde genial, gracias Director Dumbledore... - respondió la pelirroja encaminándose hacia la salida del aula, no sin antes sonreír a victoria y guiñarle un ojo a Lowell..., probablemente se vengaría, y lo mejor, lo sabía.