Partida Rol por web

Girion asintió agradecido respondiendo a las palabras de Denelloth. Estaba tenso por el combate y ahora que había terminado parecía que la tensión se rebajaba. El joven vio que Denelloth se encargaba del orco moribundo para sacarle algo de información. Le dejó hacer pues él no conocía la lengua orca y no sabía de qué hablaban.

Siguiendo las órdenes de su superior, fue hasta el muchacho y lo agarró con cuidado de los hombros y tiró con suavidad de él, mientras con palabras suaves pero firmes le intentaba calmar.

- Ya estás a salvo, muchacho, no has de temer nada malo de nosotros. Hemos venido a salvarte de estos seres inmundos- comentó mientras lo sacaba del agua.

- ¿Estás herido?- le preguntó mientras se quitaba la chaqueta y se la ponía sobre los hombros al chico.

- Mi nombre es Girion, ¿cómo te llamas tú?- le preguntó para iniciar una conversación.

El orco escupía sangre oscura y densa por la boca, y sus dientes amarillentos brillaron en la noche. Soltó alguna palabra suelta en su lengua, y luego perdió el conocimiento. Palabras que sólo escuchó el montaraz.

-Burzum... Burzum... Fli. La niña. Está muerta.

El orco perdió el conocimiento mientras Denelloth lo seguía sujetando. Burzum...Oscuridad.

¿Fli? ¿Qué niña?

-Estoy b-bien, decía el muchacho mientras escupía agua de su boca. Entonces algo llamó la atención de Girion. ¡No era un niño! El joven se incorporó en el agua, y Girion vio sus pies descalzos, su pelo rizado... Medía menos de cuatro pies, como un niño. Pero era uno de los medianos que se habían asentado en el territorio al sudoeste de Bree, cerca del Río Baranduin.

-Me llamo Otho... Gratitud por vuestra ayuda, creo que os debo la vida. Tenía algunas magulladuras, y le dolía el cuello. Pero por lo demás estaba bien. -Los rufianes me quitaron la capucha y el zurrón. Todo.

Meneaba la cabeza. Le dolió la pérdida de sus pertenencias. Pero estaba agradecido de seguir con vida.

El joven al principio se sorprendió al ver que no era un niño si no que era un mediano, pero sus facciones no lo mostraron, por el contrario, Girion sonrió al mediano y le sacó del agua, le revisó el cuerpo por si tenía alguna herida.

- Será mejor que te quites la ropa mojada. Pónte esto, anda- le dijo tendiéndole su capa seca y su tabardo de fina lana. Luego le miró y al versu estatura negó con la cabeza. Todo le quedaría grande, pero al no tener nada más con qué cubrirse se semtiría más arropado.

- Otho, ¿a dónde ibas tan tarde tu solo?- preguntó mientras esperaba a que se cambiara.

El orco parecía muerto, y Denelloth seguía sacudiéndolo en sus manos, musitando repetidamente palabras en oestron y en la lengua de los orcos, intentando sacar alguna respuesta más del desgraciado ser. Miró a su alrededor, precupado, buscando cualquier signo de otra presencia humana, fuese amiga o enemiga. Mientras lo hacía echó un vistazo de reojo al mediano al que Girion ayudaba a ponerse en pie y componerse.

-¿Había alguien más contigo, Otho? ¿Otros viajeros, o más orcos en la partida que os atacó? ¿Alguna niña?

Ya en la orilla, y algo más seco, Otho volvió a agradecerles a sus salvadores el haber llegado en el momento más oportuno. El sombrío montaraz le estaba haciendo preguntas mientras seguía en tensión como si el peligro siguiera. Era posible. -Me llevaron a una emboscada los tres hombres del este, dijo enfadado. Luego se percató de que las historias era mejor contarlas desde el principio, como solía decir su abuela Nalda. Ay lo que daría ahora por unos pasteles de carne, y las setas.

-Todo comenzó hace dos días. Estaba de camino a la aldea, descansando y comiéndome unos pasteles cuando se acercaron tres hombres a hablar conmigo. Me preguntaron a dónde me dirigía, y me dijeron que me iban a acompañar y que me invitarían a cerveza. Tres jarras, servidas en pintas. Ése era el trato. Ni una palabra dijeron de que terminaría casi ahogado en manos de orcos. Otho había arrancado a hablar, y ya era casi imposible pararlo. -Entonces guardé lo que sobraba del pastel en la mochila. Sí, llevaba una mochila. Y una capa. Y unos pasteles. Los hace mi abuela Nalda, ¿conocéis a Nalda? Ahora ya no tengo ni mochila, ni pasteles. Espero que mi abuela se encuentre bien. Bueno, lo que os decía. Que querían entrar conmigo a Sil Auressë. Pero no sé qué me dijeron de ir con la capucha puesta al entrar, donde los guardias con los que intercambiaron unas palabras. No me fijé mucho, porque ya veía las luces de la Casa Común, que es como llaman a la taberna grande que hay junto a la plaza. Sirven cerveza, hidromiel, vino, estofados con guarnición de patatas, _{también tienen frutos secos (...)}

Otho seguía repasando el menú de la Casa Común que ya conocían Denelloth y Girion. Pero luego siguió contando lo sucedido. Le habían invitado muchas cervezas, y luego dos se habían ido y le habían dejado con el que se llamaba Raku. Hablaban lengua común, pero con acento. Al rato, Otho se dio cuenta de que le faltaba su mochila y su capa con capucha. Raku le tranquilizó y dijo que irían a buscarlo juntos. Pero en vez de eso, le acompañó a la salide de Sil Auressë, y hasta esta orilla. -Entonces vi a los otros dos, a lo lejos. Iban andando con una persona de mi estatura, que ¡llevaba mi capa y mi mochila! Parece que le pasaba algo, porque entre los dos le sujetaban de las axilas. Como si fuera un saco de patatas de las que llevamos a mi abuela Nalda. Y entonces aparecieron de la nada los tres orcos, y me apresaron y Raku se rió y les dio órdenes y se fue hacia la dirección de sus amigos, y de mis pasteles,

Mirando constantemente alrededor, sin terminar de fiarse (por ello, volvió a recuperar y cargar su ballesta), Denelloth reflexionaba sobre el relato que Otho acababa de proferir, profusamente adornado con empanadas y familiares, algo que parecía ser costumbre entre estas gentes. Cabeceó varias veces, con aire preocupado, y suspiró, mirando a Girion, como resistiéndose a tomar una decisión.

-No dejes de vigilar, Girion, el peligro podría no haber pasado. Por lo que parece, alguien ha utilizado a nuestro pequeño amigo para dar un cambiazo y llevarse a alguien de Sil Auressë bajo su apariencia -El montaraz miraba también de reojo a Otho, como intentando saber más sobre él de lo que decía su lengua. -Y creo tener una terrible sospecha acerca de quién podría tratarse... -añadió, susiprando de nuevo. -Girion, creo que debo seguir el rastro de esos tres hombres, y abortar sus terribles planes, si es que puedo, aunque no sé si tiene relación, aunqeu sea lejana, con la amenaza que se cierne sobre nosotros. Me gustaría hacerte responsable de la seguridad de este mediano y que, junto con Eliver, lo llevases a Sil Auressë, y dieras noticia de todo lo que nos ha ocurrido en esta larga jornada. Sin embargo, si me acompañases nuestras posibilidades se incrementarían enormemente; has demostrado ser hábil en la lucha. Quisiera conocer tu opinión antes de decidir.

Sin apenas dar tiempo a Girion a responder, interpela al mediano: -Otho, ¿por dónde se fueron los hombres que te engañaron? -e inmediatamente comienza a dar vueltas, buscando el rastro del hombre que dejó a Otho en manos de los asquerosos orcos.

- Dos ven y luchan mejor que uno solo- dijo escuetamente al montaraz.

- Aun así, si hemos de fiarnos de Otho, algo se cierne sobre Sil Auressë, algo que quiere entrar de cualquier forma dentro de sus muros y anidar como una sombra. Debemos comunidarlo lo antes posible, ¿no crees?- preguntó-. Si no que Eliver se adelante a Sil Auressë y comunique todo lo que ha sucedido. Nosotros, incluido Otho iremos a por los suplantadores. Y, sí, he dicho a Otho, pues él puede distinguir a sus raptores. Y no sé si será buen actor, pero me da que no, así que si quiere engañarnos lo tendrá que hacer muy bien y se le notará- dijo Girion muy seguro de sí mismo.

–No sé a dónde se fueron. Lo último que vi cuando me apresaron es que cruzaron el río aquí, dijo el hobbit indicando con el dedo el lugar. La respiración del mediano era aún agitada, y se sentía mareado a pesar de estar sentado en el suelo.

Viendo la contestación y el estado del mediano, Girion levantó las cejas y negó solo una vez.

- Quizás me haya precipitado al querer que nuestro nuevo amigo nos acompañe en la búsqueda de sus captores- cambió de idea el joven-. Pero sigo pensando que debemos ir prestos a Sil Auressë. Es nuestra prioridad.

- Si bien es cierto que ahora tenemos un rastro fiable para seguir a los malechores, es posible que necesitemos ayuda para capturarlos- Girion miró a Denelloth-. No sé que opinas, no sé si debemos seguir a los malechores, debemos regresar a Sil Auressë todos, o si debemos separarnos y que cada uno se encargue de una de las misiones- dijo el joven ofreciendo las alternativas.

Si bien el joven edain tenía una idea clara de lo qué debían hacer, sabía que le correspondía a Denelloth deliberar sobre qué hacer. Así que dejó que este hablara y decidiera por los cuatro que allí se encontraban.

Dando unos cuantos pasos a un lado y a otro, intentando encontrar un rastro fiable de ese indeseable hombre del este*, el montaraz escucha las palabras de su compañero. Termina por detenerse, y cruza los dedos de las manos, evidentemente reflexionando sobre la dirección a seguir. Murmura como para sí:

-No, el mediano no viene... aún así, dos son demasiado pocos... -y continua en voz alta: -Nada garantiza que tú y yo en solitario venzamos a esos tres hombres y rescatemos a la criatura que se han llevado; y temo que, de no acabar con ellos rápidamente, le hagan daño a su presa. Y Otho debe ser llevado a Sil Auressë. Haremos lo siguiente: Eliver y tú seguiréis lo más rápido posible hacia Sil Auressë, y mucha atención en el camino ante nuevas sorpresas. Tomarás bajo tu responsabilidad a este mediano. Yo intentaré seguir las huellas de esos tres, pero sin acercarme demasiado. También deberás, en cuanto llegues, informar de lo ocurrido esta noche y de este evento con Otho a Khôradur y el Othrind; no te entretengas en los detalles, habrá tiempo para darlos después. Te ocuparás también de que envíen una partida de hombres a caballo para rescatar a la niña o lo que sea que se han llevado esa gente, indicándoles la dirección (si Khôradur lo cree conveniente, claro); con suerte y si hallamos el rastro, nos encontraremos, ellos y yo. Si pierdo sus huellas, volveré yo también a Sil Auressë.

En la última frase de Denelloth se advierte un deje de cansancio. Han sido dos jornadas duras para él, y parece que la responsabilidad en esta misión le pesa también como una losa.

-Separémonos pues -dice a Girion, estrechando su antebrazo, muy serio- y quieran los Valar que sea por poco tiempo.

Girion asintió mudo nuevamente. Denelloth había dejado muy claro el modo de actuar y la presteza que había que tomar respecto a esto. El joven estrechó el brazo de Denelloth y luego le habló.

- Descuida, haré llegar este hecho hasta Khôradur lo antes posible. Y conseguiré como sea que mande una partida en tu ayuda- dijo muy serio el joven edain.

Dicho esto asintió a modo de despedida y dando la vuelta se marchó junto con Eliver y Otho a Sil Auressë.

Nada más iniciar la marcha el muchacho puso un ritmo rápido, lo más rápido que pudo para que el mediano pudiera seguirlo. Cada cierto tiempo iban descansado para reponer fuerzas y comer y beber un poco.

Mientras descansaban el joven se iba interesando por el estado de sus compañeros, sobre todo por el de Otho. Temía que le mediano no tuviera suficvientes fuerzas como para llegar a Sil Auressë el solo y que tuvieran que cargar con él. Si llegaba el caso, debería dejarles y adelantarse hasta Sil Auressë el mismo. Eliver, que portaba armadura pesada se encargaría de Otho, y él joven y con un equipaje menos pesado se adelantaría.

Desde cierta distancia, Denelloth pudo ver cómo Girion se reunía con Eliver y partían en dirección a SA con una pequeña figura entre ellos. Se había detenido a una centena de pasos, desorientado por las huellas. Ahora volvía a verlas, claras y contándole muchas cosas, como solía ocurrirle: tres hombres a buen paso, dirigiéndose al norte aproximadamente, y ocasionalmente otros raros rastros que bien podrían ser pequeños pies arrastrádose ocasionalmente.

Haciendo un esfuerzo por superar el cansancio, Denelloth se lanzó a la persecución. Su intención era localizar en la lejanía al grupo y seguirlo discretamente, sin acercarse. Ojalá pronto aparecieran refuerzos...

Las zancadas de Denelloth eran largas, aunque el terreno era abrupto y con rocas sueltas que hacían difícil el avance. Las huellas desaparecían, pero tampoco vio otro camino posible que siguiendo el afluente del riachuelo. Por algún motivo, los perseguidos no querían subir a la meseta. Quizá para no ser vistos desde las murallas del castillo.

Mentalmente, el montaraz repasaba el mapa de la región. No recordaba ningún asentamiento al norte, hasta llegar hasta el Vado de Sarn. Sus piernas estaban cansadas, y le dolía el cuerpo. Pero estaba acostumbrado al dolor. Apretó los dientes, y siguió.

Pasado unas horas llegó hasta otro arroyo. No era profundo, pero tenía dudas de si lo habían cruzado o si habían cambiado de rumbo.

Girion, Eliver y Otho tomaron rumbo hacia Sil Auressë. En breve podían ver los molinos, y a lo lejos las hileras de humo saliendo desde las casas y tiendas. Pero Otho tenía grandes dificultades para seguirles, y podría tener una pequeña contusión ya que se mareaba con facilidad. Finalmente Eliver le tomó en brazos, y Girion siguió solo.

En vez de entrar en la aldea, se dirigió directamente al camino que conducía hasta el castillo.