Partida Rol por web

El sonido de las gaitas les acompañaba mientras se alejaban del campamento.

-Nuestro camino nos llevará hacia el oeste, cruzando todo Cardolan hasta entrar en las tierras de Girithlin junto al río Baranduin, le dijo Muryelle.

Ayla comenzó o a andar con Muriel. Después de que le hablara y le dijera a donde iban mas o menos, le comentó: -Muryelle, volviendo a la conversación que tuvimos, si sabes donde está tu señora y es tan importante para ti ¿por qué no has vuelto a ella?...

Y guardó silencio y esperó paciente una respuesta.

Tras despedirse de Lanaigh y su séquito, tomaron rumbo oeste. Ayla le preguntó a Muryelle por su Dama, y mientras tanto ella observaba su reacción.

-Como ya te expliqué, le dijo tras una larga pausa mientras caminaban, -me liberó de mi voto de servicio y me indicó que me fuera. Se entiende que aquello fue una orden, pero sobre todo sentí aquello como una despedida. No he tenido motivo para volver a ella, simplemente deseaba que en ese lugar tan extraño ella por fin halle la paz que tantos años le ha eludido. Tampoco ha pasado tanto tiempo, y lo he pasado junto a mi familia en Sudúri.

El viaje avanzó rápido por caminos poco conocidos y transitados. A pesar de estar cada vez más adentrados en Minhiriath meridional, no vieron rastro de las temidas bandas de orcos ni manadas de huargos. El acompañante de Ayla siempre iba primero, atento a todo. Parecía conocer bien el camino y además estaba adiestrado como guardaespaldas.

Los días de viaje le permitían a la elfa reflexionar sobre lo sucedido en Sudúri. A pesar de conocer el riesgo, no le había quedado más remedio que usar su poder. Y al hacerlo se había arriesgado a ser detectada. Como le había explicado Morannar, cada usuario de Esencia tenía su sello personal, reconocible para otros usuarios que le conocían. Y Ayla sabía que había uno en particular cuyo destino iba ligado al de ella.

Ayla guardó silencio ante las respuestas que dio Muryelle, aunque no le satisfacían. Había mucho más en lo que decía. En el silencio que guardaba aprovechó para concentrarse mientras seguía cual sonámbula a Muryelle, intentando sentir si había sido detectada. Supongo que no era fácil pues, ella hasta ahora nunca había detectado a Kathog y él no escatimaba en usar su poder. Eso era lo que caracterizaba a la oscuridad. La falta de cuidado en el dominio de los elementos, la falta de sutileza... Querían algo, lo utilizaban al precio que fuera y se acabó.

Así que suponía que si él estaba cerca, Ayla lo habría sentido antes, pero... Tal vez estuviera escondido, tal vez le temía más de lo que ella pensaba, tal vez temía el encuentro de los dos tanto o más que ella... Y en ese caso, sí que podría estar acechando esperando a que ella se mostrara para localizarla... Sea lo que fuere, el encuentro estaba escrito pero no el modo en el que acababa, y esta vez iba a ser diferente a nuestros encuentros anteriores, y al encuentro pasado entre Hilde Sikelion y el campeón oscuro.

Una vez finalizadas sus cavilaciones, Ayla se dio cuenta de que estaban en tierras en las que los orcos andaban con menos temor que en otras tierras y procuraba estar atenta junto a Muryelle.

Avanzaron por las tierras abandonadas del centro de Cardolan, rodeados de granjas en ruinas, tierras quemadas, postes con cadáveres colgando, y otros recuerdos del “Reino de Minhiriath” que fundó el Señor de la Guerra en los oscuros años de declive tras la Plaga. Mientras tanto, Ayla meditaba sobre Khathog y la posibilidad de detección del uso de la magia, y concretamente, la posibilidad de identificar la traza que caracterizaba a cada usuario. Tenía claro que aquello debía hacerse mientras se estaba en sintonía con las corrientes mágicas de la Esencia que les rodeaba. Meditando, o en el Mundo de las Sombras. Quizá era necsario estar haciéndolo activamente en el momento de lanzar el hechizo, o quizá era posible observarlo después. De cualquier modo, era una habilidad que ella no había explorado a menudo, y no sabía hasta qué punto lo dominaba Khathog. Lo que parecía evidente era que cuando había entrado en el Mundo de las Sombras, o cuando había desplegado su aura, enseguida había podido contactar con su adversario. Existía un nexo de unión entre los dos, sus destinos, sus caminos, sus vidas, estaban inmersos en un espiral que avanzaba imparable hacia el enfrentamiento final. Hasta ahora Ayla había evitado entrar en el Mundo de las Sombras por miedo a descubrirse ante Khathog, por miedo a poner en peligro a los que le rodeaban. Pero al desplegar su poder, una parte de ella ya se había dado a conocer en aquel plano. No sabía cómo había reaccionado Khathog, o si había reaccionado. Últimamente le había notado con miedo y temor, algo nuevo en él. Ya no tenía tan claro su superioridad. La Oscuridad, y sobre todo el Orbe, le habían dado un gran poder. Pero también le habían llevado a este enfrentamiento ante un enemigo, la depositaria de Hilde Sikelion, cuyo poder aumentaba.

Ayla meditó sobre si era conveniente mostrarse ante su enemigo en aquel mundo, para ver su estado anímico. Para retarle. Para provocarle. Para eso iba a tener que adentrarse allí. Le preocupaban algunas cosas de él. No parecía estable. No tenía límites ni control. Era capaz de todo con tal de conseguir el poder. Estaba aprendiendo demasiado rápido, y tenía en sus manos un Orbe cuyo poder le superaba. Por poco entregó su destino y el Orbe a Angmar, que pudo haber supuesto una calamidad terrible. Pero no era así cómo debía acabar esto. Acabará en un enfrentamiento directo entre los dos. A solas. El encuentro estaba escrito, pero el final era imprevisible. Se avecinaba una tormenta…

-Se avecina una tormenta, dijo Muryelle despertándole de sus meditaciones a Ayla. -Ya casi hemos dejado atrás estas tierras abandonadas. Hemos tenido suerte, no ha habido problemas. Pronto entraremos en los dominios de Hir Girithlin.