Partida Rol por web

El veterano sargento se mostraba de acuerdo. –Hay que confiar en Belegund y sus hombres. Y en Gaerel. La defensa del castillo está en buenas manos...

Una manada de huargos cayendo sobre los refugiados de Sil Auressë era una posibilidad terrible y sobrecogedora. Un festín de muerte y terror. Pero tenían que atender otros asuntos más a mano.

-Me encargaré de esas defensas, señor. Estacas, fosos, cadenas… Aún quedas horas para el anochecer, y además contamos con hombres dispuestos a ayudar pero sin armas para luchar.

Pathil se refería  a los cientos de obreros que estaban haciendo labores de apoyo logístico. Eran expertos constructores, pero el tiempo era escaso.

-Conozco el Paso. Es un desfiladero que corta la meseta conocida como La Loma. Por allí se pueden traer máquinas de asedio, algo imposible por aquí ya que nos encontramos en un terreno mucho más irregular.

No se le ocurría otro motivo para separar las tropas de la hueste orca. –Allí se encontrarán con  Halbered y sus hombres. No son muchos, siete creo recordar, pero el desfiladero se puede usar para la defensa. Y además, Eärnil partió con algunos hombres más. Es posible que logren atrasarlos unas horas, tal vez más.

Lo que sucedería después era obvio. Miró el plano sobre la mesa. La aldea no estaba pensada para defenderse de un asedio. No aguantaría, y si el camino hacia el castillo estaba bloqueado…

Khôradur evaluó rápidamente la opinión de sus hombres.

-Perfecto Parthil, poneros a ello de inmediato. De momento, salvo que no sea estrictamente necesario, que los hombres que dispongan de armas para el combate no trabajen en las defensas, necesitamos que estén frescos para el combate. Pero si no queda más remedio que echen una mano.

-Esperemos que Halbered aguante el tiempo suficiente, o al menos los retrase, para que se pueda neutralizar una de las amenazas, aunque tengo cada vez más claro que si no salimos victoriosos de aquí, Sil Auressë no sobrevivirá, nosotros hemos de marcar la diferencia. Si obtenemos la victoria volveremos rápidamente a la aldea, al menos con los hombres más frescos y en mejores condiciones.

Khôradur comprendía que aún saliendo victoriosos, pagarían un alto precio al enfrentarse a dos ejércitos

-Espero que la ayude no nos falle y que nuestros hombres tengan éxito en el monolito, de ellos posiblemente dependa nuestra victoria. Si no hay nada más, pongámonos en marcha y preparémonos para el combate.

Los sargentos partieron a cumplir las órdenes en silencio. Ya no quedaba nada más por decir, y cada uno a su manera se preparaba para lo que se les iba a venir encima. A menos iban a aprovechar las horas previas para preparar las defensas lo mejor posible.

Y así trabajaron. La batalla estaba próxima, y todos lo sintieron. La propia Naturaleza de Arda contuvo la respiración. El silencio era sobrecogedor, solamente iroto por los golpes de los martillos y el sonido de las palas Se sucedían las miradas furtivas al cielo para ver la posición del Sol. Cada vez faltaba menos para la caída de la noche...

El escudero contemplaba el campo que se abría ante ellos. Se preguntaba en qué estaba pensando Khôradur. La enorme figura del lugarteniente contemplaba la escena con gesto sombrío. Él era la roca en la que se apoyaban las esperanzas de los hombres, de las mujeres y de los niños de Sil Auressë. Él los iba a liderar hasta un nuevo amanecer.

Entonces Bergil escuchó algo. Ruidos desde la colina de enfrente. Y al rato, unos pocos orcos que tomaban posiciones entre los árboles. De momento eran unos pocos, y se detuvieron allí. Pero el enemigo había dejado de ser invisible, y mucho antes de lo prevista una parte de la hueste oscura se presentaba ante el ejército de Sil Auressë.

-¿Qué motivo pueden tener para ponerse allí ahora, desafiando el Sol?, se preguntaba Bergil.

Khôradur se encontraba observando los trabajos y el futuro campo de batalla. Cavilaba en todas las opciones posibles, todos los escenarios que se podrían presentar, pero, como bien sabía, nadie es capaz de preveer todos los imprevistos y siempre había algo que se le escapaba. Aún así, quería plantearse todas las opciones posibles para reaccionar ante el escenario que se presentase lo antes posible.

Un ruido llamó su atención seguidas de las palabras de su fiel escudero. En lo alto de la colina un grupo de orcos se hacían visibles. Khôradur los observó, receloso

-No lo sé, nada bueno me imagino, tal vez observarnos, tal vez....otra cosa. Avisa a los sargentos y a Barendil. Que los que no estén trabajando se preparen.

El hombre de Echorion fue el primero en llegar hasta la posición de Khôradur. Había perlas de sudor en su frente. -Algo traman, dijo entre dientes. -Parecen orcos de alguna tribu más débil que los que hemos visto antes. Puede que sean "snaga". Sus armaduras son de cuero, y muchos no llevan ninguna.

Miró alrededor. -Estamos listos. Si cargan para probar nuestras defensas, estamos preparados.

Barendil había oído que a veces los orcos sacrificaban parte de su hueste para probar al enemigo antes de la carga principal.

Khôradur observaba atentamente, mientras escuchaba las explicaciones de Barendil

-Es posible. De momento no hacer nada, estar a la espera. Vigilar por todos los flancos no sea que intenten una maniobra de distracción y nos ataquen por otro lado.

-¡Asegurad los flancos!, ordenó Faelimir al escuchar al Lugarteniente. El sargento estaba listo para la batalla, pero la tensa espera comenzaba a agotarle. Prefería tener al enemigo delante al alcance de su espada.

Su mirada recorría la parte alta de la colina donde el enemigo se agrupaba.

-Jinetes de huargos..., maldijo al ver aparecer la silueta de una docena de orcos montados en grandes lobos malignos.

Un primer grupo de unos cincuenta orcos "snaga" se había desplegado, y detrás una fila de jinetes de huargos, dividida en dos unidades de seis. No estaba claro si la función de los jinetes era controlar a los orcos, ya que los snaga se movían de forma nerviosa y la actitud de los orcos montados era amenazante con ellos. Estaban mejor equipados, y parecían empujarlos hacia una determinada posición.

De nuevo se escucharon los tambores. Golpes a un ritmo lento.

TAM....TAM....TAMMMM

Y comenzó una letanía. Un murmullo que llegaba desde más allá de la colina, y también se unieron los orcos aterrorizados. Palabras que ya se habían escuchado antes.

BUR-ZUM.... BUR-ZUM

Khôradur observaba el horizonte con el semblante serio

-¡Que todos se preparen!, tomar posiciones pero no os mostréis en la medida de lo posible, no quiero que sepan de cuantas fuerzas tenemos,  hasta el último momento. Esto tiene pinta de ser una táctica de despiste o para evaluar nuestra fuerza.

La hueste del enemigo crecía en tamaño, y el ruido era cada vez mayor. Más orcos snaga llegaban, y en medio de las dos unidades de huargos, Khôradur vio al grupo de mando y el enorme estandarte del enano desmembrado. Reconoció a Zaboht, quien parecía estar buscándole con la mirada. Junto a él, llegaba más de un centenar de orcos de mayor tamaño que tomaron posiciones en la retaguardia. De momento, no se vio a Ulog-Plak, pero ibcluso las copas de los árboles se agitaban ya al otro lado de la colina. Aquello era un hervidero de enemigos, y entre ellos se encontraban los temidos trolls que aún no habían salido de su escondite.

Incluso sin aquellos monstruos, la panorámica del contingente enemigo intimidaba incluso al más valiente. Se estaban preparando mucho antes de lo previso… Ya no se trataba de una distracción. Por experiencia, Khôradur y otros sabían que movilizar una horda así no era tarea fácil. Y una vez desplegados los orcos, no había forma de reagruparlos. No. Esta hueste oscura se preparaba para atacar con el Sol en lo alto del cielo, en contra de la propia Naturaleza oscura de estos seres.

Entonces sucedió lo impensable. En el cielo despejado, donde únicamente las bandadas de murciélagos sobrevolaban la posición de los orcos. Allí brillaba con fuerza el Sol, pero de repente una mancha negra e impenetrable surgió y comenzó a devorarlo lentamente. Minuto minuto, la sombra se extendía. Los hombres no reaccionaron. Simplemente miraban atónitos, con el rostro pálido. La noche había comenzado a derrotar al día.

Los que sí reaccionaron fueron los orcos. Los chamanes tocaban los tambores con frenesí, y se escuchaban grotescos gritos de júbilo. Incluso los huargos aullaron. Por fin había llegado su momento prometido. La Gran Oscuridad.

FHA BUR ZUM…. (tam) (tam) – ¡¡¡FHA BUR ZUM!!! – (tam) (tam)