Partida Rol por web

- Hay varias piedras como esas, Otho- respondió al mediano - No se dónde se encuentran todas, pero hay dos que han sido gravemente contaminadas, y me fueron reveladas en visiones. Una en la Biblioteca Real de la Ciudad de Reyes y otra en el puente de Ost-in-Edhil. Será peligroso, pero estaremos preparados, y no iremos solos- esperaba que algunos guardianes de Enila se sumase, incluso Rhav y sus seguidores, y sus dos discípulos si es que podía entrenarlos como se lo proponía.

Luego se dirigió a Russef - La cabaña esta en un lugar aislado y ha servido de refugio a varios montaraces, podemos sobrevivir. Claro que somos un herido de muerte, un sacerdote rengo y un mediano, y tu protección nos vendría bien. Pero estamos en guerra, y una vez que estés repuesto puedes proteger a la aldea o sumarte al ejército que combate en su defensa, y no puedo negar que eso sea mas importante que hacer guardia aquí - dijo, mientras lo invitaba a sentarse a su lado.

- Ven, recibe la bendición de Namo-* dijo y puso su mano sobre la frente del hombre. Su oración se extendió por unos minutos, hasta que las fuerzas de Russef se recuperaron plenamente. Luego asintió con una leve sonrisa - Los Valar allanan tu camino, pero esa gracia viene con responsabilidad - bien sabía el costo que implicaba el servicio, pero lo seguía haciendo pues sabía que valía la pena - A ti te pertenece la decisión de que harás con lo que te es dado, decide con sabiduría. Si prefieres ir a defender Sil Auresse, te recomiendo que salgas cuanto antes - luego puso unos paños de agua en la frente del discípulo que aún dormía.

Se sentó frente a la mesa y tomó un papel. Comenzó a escribir unas notas, tarde o temprano esas letras llegarían a su destino.

Tras el descanso y el buen desayuno me sentía mucho mejor, pero aún lejos de estar completamente recuperado de las muchas heridas todavía recientes de la dura batalla del monolito. Norion se dió cuenta de esto y dedicó parte de la mañana y de su poder en restaurar mi salud.

Gracias a sus poderes pude sentir de nuevo la vitalidad completa en todo el cuerpo y mente, y reflexionar sobre qué hacer. En unos minutos analicé las opciones que tenía , optando finalmente por ir hacia el castillo.

Partiré en seguida al castillo, allí creo ser más útil y podre ayudar a la defensa; espero llegar a tiempo, dije buscando la aprobación del anamarta

Finalmente añadí; Vienes?

El anamarta escribía con rapidez, sus manos estaban acostumbradas a ello y lo que fuese que plasmaba en ese papel no era tan extenso como para que se demorase demasiado. Cuando estaba por terminar Russef le expresó su decisión, a lo cual Norión asintió. Tomó uno de los papeles y los plegó.

- Ir hacia Sil Auresse? - dijo finalmente con la mirada perdida - No hay cosa que quisiera más, Russef. Pero no es el momento, mi paso es lento y ya no disponemos de un caballo para movilizar a este hombre. Tu paso debe ser ligero y sigiloso, no puedes demorarte ni distraerte con nosotros.- 

-No te preocupes, acordé con Denelloth esperar aquí su regreso, aunque si quieres acortar ese tiempo y enviar un par de caballos a buscarnos mañana, te estaré agradecido. Parte cuanto antes, así llegarás de día al Castillo, será menos riesgoso si viajas de día - luego escribió algo en el dorso de cada papel doblado - Debes dar aviso a quien sea que Khoradur puso a cargo de la defensa del castillo de que nuestra misión tuvo éxito, e informales también que el resto de nosotros iba a poner al tanto al Lugarteniente de esta situación. Además, quiero pedirte un favor.... - no era habitual en el anamarta pedir algo a nadie, pero en este caso aquél hombre era el único que podía ayudarlo - entrégale estas cartas personalmente a sus destinatarios, una para Curudae y otra para Finduilas, ellos sabrán que hacer al leerlas - tras ello le entregó los papeles y bendijo al hombre de Salarainn.

El papel plegado con el nombre de Curudae en el frente, contenía en su interior una nota en perfecto adunaico.

" Senescal,

Hemos logrado con éxito la misión que Khoradur nos encomendó, la amenaza del monolito ha sido eliminada y Gothdust ha muerto de mi propia mano. Quien te entrega esta carta es testigo de ello. Denelloth y los demás han ido al encuentro de Khoradur y yo estoy en un lugar seguro. Espero que este tiempo oscuro llegue a su fin pronto.

Además... tengo noticias de Ayla. Ella ha vencido en el este, y ha cumplido su parte así como yo. Los Valar nos han bendecido a ambos y oro para que te bendigan a ti también, Curudae. Te encomiendo que protejas a Finduilas y a Sir, sus vidas son más importantes que las nuestras, eso es algo que nuestra sabia y hermosa dama sabía muy bien.

Que Yavanna te llene de fuerza y Namo ilumine tu juicio

Norión"

El papel plegado con el nombre de Finduilas en el frente, contenía en su interior una nota en dos idiomas, quenya y lengua negra.

" Mi querida dama Finduilas,

Namo y Vairë se unieron para bendecir los caminos de los hombres. Del mismo modo, tu y yo hicimos nuestra parte, tu presencia estuvo a mi lado cuando usé los pergaminos que pusieron fin a la amenaza que se alzaba contra nosotros. Que ironía, ambos terminamos siendo instrumentos de luz en este juego.

Los Valar estuvieron a mi lado, se revelaron ante mis ojos poco antes de adentrarme en la batalla más difícil. Su presencia me dio esperanzas y las palabras que me has escrito me dieron fuerza para enfrentarme a Gothdust y sus aliados. El Guerrero de Irmo y el brazo de Aulë estuvieron a mi lado, y los guardianes de Enila prevalecieron sobre la oscuridad. 

Pero en el camino me convertí en lo que estaba destinado a ser, he visto con mis ojos el abismo, he sentido su poder y las infinitas posibilidades que me ofrecía.  La oscuridad me abrazó al punto de convertirme en uno de sus hijos. He cruzado la barrera que nos es prohibido cruzar y mi alma se perdio.  Gothdust se inclinó ante mi poder y todo fue atado a mi voluntad. Te entiendo como pocos en Arda pueden entenderte.¹

La luz y la sombra, la vida y la muerte, toda esa dualidad que me atraviesa llegó a su fin. Y en el último instante descubrí la llama que yace en nuestro interior, el fuego que Eru puso dentro de los hombres, una luz que no perece y está más allá de todo lo que podemos imaginar. Y Namo me recibió, ya no como uno de sus siervos, sino como el ejecutor de su juicio.

Y por un breve tiempo pude ver el tejido de Vairë, pude entender como todo está enlazado. Te vi, te comprendí, te conocí y fui tu misma, y vi que tu tiempo no ha terminado, aún tienes mucho por hacer. Y vi a Ayla, la comprendí, la conocí y fui ella misma, y vi su victoria sobre Karthog. Y me vi, me comprendí, me conocí y ahora soy yo mismo, el Custodio del abismo. Y vi a Sir, la comprendí, la conocí, más no me fue dado mas con ella, porque su destino es mas grande que el nuestro.

Los asuntos humanos poco me importan ya, mi lugar es claro y mi propósito está más allá del entendimiento de los mortales. Aún así, lo que me une a ti va mas allá de todo eso... y tu también lo sabes. Oro a Namo para que el tiempo en que caminemos juntos llegue pronto.

Norión"

Russef recibió las dos misivas que preparó Norión, y tras una breve despedida partió de la cabaña en dirección a Sil Auressë. Sus heridas se habían curado en gran parte, y aunque le dolía el cuerpo al caminar, confiaba en llegar pronto hasta el castillo. No en vano, el hombre de saralainn era un escolta y habituado a moverse por las tierras altas de Cardolan.

Desde la cabaña, Norion observaba por la ventana la partida del penúltimo compañero de los Guardianes de Enila. Uno tras otro todos se habían marchado para seguir ayudando en la guerra contra las huestes oscuras. El anamarta también luchaba en una contienda, pero la suya no se libraba ni con espadas ni con hachas.

Russef tenía por delante varias horas de trayecto en solitario. No le preocupaba en exceso, estaba acostumbrado a viajar solo. Pero debía tener los ojos abiertos ya que podía haber patrullas o exploradores orcos por todo el territorio. De forma instintiva, buscaba los lugares más elevados pero sin dejarse ver, y aminoraba la marcha todo lo posible.

La amenaza del monolito ha sido eliminada y Gothdust ha muerto de mi propia mano.

Espero que este tiempo oscuro llegue a su fin pronto.

Ayla ha vencido en el este, y ha cumplido su parte así como yo.

Los Valar nos han bendecido a ambos y oro para que te bendigan a ti también.

Que Yavanna te llene de fuerza y Namo ilumine tu juicio

Norion repasaba mentalmente las palabras de la carta de Curudae. Resultaba impactante el cambio que había experimentado el anamarta desde su llegada a Sil Auressë. Una débil llama se había encendido en su interior cuando vio las letras bordadas en élfico a la entrada de la Casa del Comercio. Y ni la llegada de la oscuridad y del abismo, ni haber vivido y sufrido la llegada del Astquelion ni las huestes oscuras, nada de eso había podido apagar aquella llama que había surgido en el alma atormentada.

Y ahora, ese fuego iluminaba los actos del sacerdote oscuro. Estaba presente en sus palabras, y en sus gestos. La Dama Finduilas le había avisado a Norion, pero para entonces ya era tarde. Ella lo había llamado "la maldición de Ayla". En realidad, se trataba de algo mucho más simple, y a la vez más difícil de hallar en aquellos tiempos aciagos.

Esperanza.

Bien, se limitó a contestar al anamarta al recoger las cartas y las últimas instrucciones que éste le diera.

El hombre de Saralain era parco en palabras pero en sus adentros llevaba consigo el deber y la responsabilidad de cumplir con su misión a toda costa, se lo debía a Norion.

Tú crees que al final de esta senda oscura hallarás la paz y el sentido a todo (…)

Ésa es la promesa de  tu Oscuridad. Pero es una mentira. Igual que la promesa que me fue dada. No hallarás paz ni en esta vida ni en la otra.

Y así… de la luz brillante y llena de esperanza, la mente de Norión recorrió una senda imaginaria hacia la otra carta. Hacia la otra Dama. Tan volátil, tan fiera, tan imprevisible… La fugaz llama de la esperanza de Ayla frente al fuego feroz e indomable de Finduilas. Ayla había recorrido todo Cardolan para encontrarla cuando todos la daban por perdida o por muerta, cuando había sido despojada de su poder y de su riqueza, cuando solo tenía enemigos a su alrededor. De aquel encuentro nacido de la voluntad inquebrantable de la Dama de la Luz surgió la oportunidad de hacer frente a dos amenazas aún desconocidas en aquel entonces. Una en el este, y la otra aquí.

Yo te he visto a ti, lo que hay de oscuro y de luminoso en ti.

¿Se podía haber logrado la victoria en el Monolito sin Finduilas? La respuesta era evidente, y aún así pocos eran sabedores de su aportación. Solo desde la oscuridad se podía comprender la noche.

ambos terminamos siendo instrumentos de la luz en este juego

Y mucho más. Norion había traspasado la dualidad de la luz y de la oscuridad. Había cruzado uno más de los umbrales que estaban vedados para los mortales. Y allí, en aquel lugar que Finduilas había descrito como “al otro lado de la Oscuridad y más allá del Abismo”. Allí, las almas de Norión y de Finduilas podían reencontrarse. Allí…

Cuando el anamarta había leído la carta de Finduilas el día anterior en ese mismo lugar, había hecho una silenciosa promesa.

Te veré en el otro lado, te lo prometo...

Y ahora, con la senda recorrida, después de todo lo que había visto y vivido en el Monolito, deseaba que aquel encuentro pudiera producirse. Finduilas aún tenía un papel que jugar en aquella obra.

Cada alma tiene su voz, y su medida. Algún día, encontrarás la tuya. Aunque no estaré para verlo, de alguna forma resonará en mí.

Las colinas y los riscos se movían a su alrededor mientras Russef corría veloz hacia Sil Auressë. Sin detenerse en ningún momento, observaba el terreno que le quedaba por recorrer para evitar las patrullas enemigas. En un momento, decidió cruzar el río para acercarse al castillo por la meseta más elevada. Así lo habían hecho cuando regresaron con Sir, y confiaba en poder evitar muchos peligros así, y llegar antes a su destino.

Tras unas horas, de repente vio algo en la distancia. La lluvia había regresado, y no era fácil ver lejos. Pero en la lejanía había una luz roja. Como una señal. Y venía de Sil Auressë.

A buen paso conseguí llegar pronto a las inmediaciones de Sil Auresse. Por lo pronto no había habido contratiempos y no encontré enemigos pero no podía bajar la guardia, así que avancé con cuidado en dirección a esa extraña luz que provenía del castillo.

La ruta que había seguido Russef le había llevado de regreso hasta Sil Auressë. Ya pudo ver la silueta de la torre del castillo de homenaje, y de allí salía esa extraña luz. El hombre de Saralainn seguía agachado, evitando ser visto.

Cada vez tenía más cerca el castillo de Sil Auressë, pero también pudo ver, o más bien oír, los peligros que allí acechaban. Había varias manadas de huargos rodeando el castillo, a una distancia prudencial pues los defensores en las almenas de las murallas llevaban arcos y estaban listos para disparar a aquello que se acercaba demasiado.

Russef vio la silueta del castillo entre los árboles y los arbustos. Se hallaba relativamente cerca, aunque varias manadas de huargos le podían dificultar la entrada en el mismo.

Entonces vio algo a su izuierda, al norte del castillo. Dos hombres, y dos caballos. Se habían bajado de sus monturas y estaban preparando lo que parecía una gran hoguera fuera de la vista de quiénes podrían estar rodeando al castillo. Se encontraban a bastante distancia, y además se ocultaban entre los árboles. Así que Russef no pudo identificarlos, pero estaba seguro de que no se trataba de orcos.

Russef se acercaba con cuidado para poder ver mejor a aquellos dos hombres. Parecían soldados de Sil Auressë, y uno de ellos le resultaba familiar...

Norion seguía leyendo junto a la ventana. Estaba inmerso en el libro de los Enach, en los detalles de la caligrafía de Finduilas, de su sutil manejo de la Esencia, de la inmensidad de sus conocimientos… El tomo no era un compendio detallado, más bien pinceladas de una sabiduría que iba más allá de lo mortal. Una inteligencia superior combinada con un talento natural, y alimentado por un fuego imposible de apaciguar. La echaba de menos, pero de momento el anamarta sabía que su lugar estaba allí, junto al discípulo que aún seguía inconsciente. Al menos podía aprovechar estas jornadas para leer aquel valiosísimo tomo, y contemplar la claridad de ideas de alguien quien había caminado en la noche más profunda, y quien comprendía los claroscuros de la existencia.

Mientras tanto, Otho hacía las funciones de vigilancia de día, y luego descansaba no sin antes preparar empanadillas y otros platos con las raciones que tenían. En realidad, no eran un mal plan…