Partida Rol por web

-Podemos ir campo a través durante un tramo, hasta llegar de nuevo al camino. Los soldados suelen controlar los cruces de caminos, pero no el resto. Aunque puede haber patrullas y mensajeros.

Se quedó pensativo. -No sé si pueden causarnos problemas si decidimos viajar por nuestra cuenta. Depende de quien esté al mando de esas tropas.

Miró a Benaldamat. En su estado actual, todo se complicaba mucho. Ahora que la niña parecía poder aguantar andando, el problema era el guerrero elfo.

El elfo se adelantó viendo el silencio de Anael para preguntar él mismo. 

- ¿Orcos? Soy consciente de ello, solo hay que ver la advertencia sobre esa pica....- Dijo el elfo señalando la cabeza del orco.

-Has dicho que atacaron esa zona...¿y no sabes qué ocurrió? ¿Fueron repelidos? ¿Han arrasado todo lo que queda más allá de ese camino?

Anael se quedó pensativo mirando la cabeza del orco. 

¿Y si habían perdido la guerra las tropas aliadas de los pueblos libres? ¿Qué habría sido de Girion? ¿sería mala idea volver a Sil Auressë?

La voz de Aeldric le sacó de su ensimismamiento y se giró hacia el guardia. 

-Así que hacia Metraith está el camino despejado, pero luego el camino de Metraith a Sil Auressë es peligroso. Pero ¿está prohibición de cuándo es? Quizás ya no sea tal el peligro -preguntó el hombre aunque creía saber la respuesta.

El joven explorador bufó ante la alternativa que les venía encima.

-Si no consiguen convencerlos tendremos que ser muy cautelosos-dijo Ragi pensativo-. No sabemos que nos podemos encontrar y ya tenemos bastantes enemigos como para añadir, también, a la guardia de la ciudad.

Estaba claro que el viaje iba a ser más complicado de lo que habían previsto.

-Podemos rodearlos, pero es preferible no tenerlos en nuestra contra, asintió Rashat. Viendo el escaso avance en las negociaciones de Anael y Aeldric con los soldados, Rashat le dijo a Ragi: -Ve con ellos, mira si logras convencerles de que miren para otro lado. Por si te sirve, toma esto.
Y sacó de su cinto una pequeña bolsa de cuero y puso en su interior cinco monedas de oro. Toda una fortuna para la inmensa mayoría de la gente.

Ragi llegó también al puesto de control donde Aeldric y Anael trataban de averiguar más sobre lo sucedido y convencer a los soldados de dejarles pasar. Los hombres del ejército no le prestaron mucha atención al joven recién llegado, y se limitaron a contestar las preguntas de los otros dos.

-Poco se sabe aquí de lo sucedido, reconoció el que parecía hacer de portavoz. -La orden de cerrar los caminos es de hace cinco o seis días. Por vuestro propio bien. Puede que todo haya terminado ya. O puede que los combates ahora se estén librando más lejos en el sur. No lo sabemos
Luego miró a los tres y avisó: -Lo que sí sabemos es que el peligro es real. A menos de una milla de aquí hay cadáveres de trasgos apilados y quemados. Fueron de los primeros encuentros de esos días. Pero ya antes la gente de Sil Auressë tuvo que defenderse de los ataques. Fueron los primeros.

Aeldric desenvainó Anar Ilfirin y se dispuso a realizar sus mejores filigranas para demostrar su destreza con la espada con el fin de embaucar al guardia mientras el guerrero hablaba.

- No creo que unos orcos y unos trasgos sean problema para nosotros... De hecho ellos tendrán un problema si se encuentran con mi espada. Asuntos urgentes nos esperan en Sil Auressë así que os pido por favor que nos dejéis pasar.

El elfo finalizó sus filigranas cortando la cabeza de orco que había ensartada a modo de advertencia y a continuación volvió a guardar la espada en su funda.

Anael miró al guardia y luego, al ver que Aeldric sacaba su espada y se ponía a hacer filigranas, se quedó un rato mirándolo atónito y luego negó con la cabeza mientras miraba al suelo.

-Lo decimos porque queremos llegar a Sil Auressë y tenemos noticias de que todo ha acabado. Por eso hemos preguntado, para saber si teníais más información que nosotros...pero veo que no.

Luego miró nuevamente al elfo y luego a Ragi por si querían decir algo.

-¡Pero qué demonios...!, gritó el soldado sobresaltado al ver al elfo desenvainar su espada y golpear la cabeza del orco que usaban para señalizar el peligro. Se agachó para observar los restos de la cabeza. -Ya no nos sirve, dijo ensimismado y se reincorporó nuevamente. -Vamos a ver. Yo tengo que cumplir las órdenes que me han dado, y de momento no me han confirmado que el peligro haya pasado.

Luego miró al elfo, y volvió a mirar a los otros dos y se dirigió a estos últimos. -A Lord Echorion se le encomendó la tarea de proteger los caminos reales alrededor de Metraith. Es cierto que hay elfos que viajan libremente por estas tierras porque su derecho es anterior al de los reinos de los hombres. Lo digo por si váis en compañía de elfos y vuestro camino coincide con el camino real... Eso no es de nuestra incumbencia. No sé si me entendéis...

El soldado miró a sus compañeros. Lo que querían era no verse involucrado en asuntos turbios de espadachines elfos. -Si váis con elfos, y os sentís seguros con ... él... Bueno... ¡Eh! Pero recordad que os advertimos del peligro.

Anael miró al soldado y asintió. La verdad es que para él era un marrón tener que dejar pasar a alguien cuando expresamente le habían dicho que no pasara nadie que se dirigiera a Sil Auressë, pero viéndose en esa disyuntiva tiró por el camino del medio.

-Bien, no hay problema por nuestra parte y despreocúpate, nos has informado bien y somos nosotros los que tomamos las decisiones. Gracias.

Dicho esto, Anael miró a sus compañeros y con un gesto de la cabeza les instó a que fueran a hablar con el resto. No dijo nada de camino y parecía meditar las opciones que tenía el grupo. cuando llegó donde estaba el resto habló.

-No creo que nos pongan problema para ir donde nos plazca, pero tenemos que tener cuidado de lo que nos podamos encontrar. Si han ganado los pueblos libres es posible que nos encontremos con algún orco o huargo..o lo que sea, que esté desperdigado por ahí. Si han ganado las fuerzas del mal, seguramente estén de batida buscando aliados de los pueblos libres a los que aniquilar.

-Sea como fuere debemos tener cuidado mientras nos acercamos a Sil Auressë. Y yo seguiría manteniendo a un vigía que esté delante de nuestra posición por si encontrase cualquier contingencia.

Ragi no sabía que pensar. El camino era la mejor opción, incluso con los orcos haciendo batidas podrían encontrase en un problema lejos del camino, pero también podrían encontrar más problemas, incluso alguno que no tuvieran previsto. -Creo que debemos ir por el camino, es la forma más rápida de viajar y, tomando las debidas precauciones, podemos evitar muchos enemigos-dijo el joven explorador mientras pensaba en que debía proteger a la niña a toda costa-. Deberíamos ir con cuidado, pero sin pausa.

Cuando el grupo se reunió Aeldric se adelantó para contar a Benaldamat y Sir las nuevas noticias.

- Podemos seguir nuestra marcha pero conocemos los riesgos. Anael ha sugerido que siga habiendo alguien de avanzadilla para asegurar el camino o avisar de cualquier peligro. Yo coincido con mi compañero y me ofrezco otra vez a ser el que vaya delante.

Benaldamat empezaba a estar tenso. Y la sombra de que tal vez volviera a estar atrapado desoló su alma, pero entonces escuchó una voz familiar. El Custodio también estaba aquí.
Las emociones se agolpaban en la mente del Guardián, los recuerdos de algo lejano y cercano. El monolito, los guardianes de Enila, ahí vio nacer a El Custodio y frente al monolito se sellaría una parte del destino de ambos, un vínculo se forjó al abrigo del regalo de Aule a su esposa y los hijos de Namo e Irmo se desvelaron tal y como eran y eso los uniría hasta el fin del camino como dos hermanos que después de mucho tiempo han podido reencontrarse.
La voz de Benaldamat al principio sonó débil, pero repitió sus palabras una segunda vez con su fuerza habitual.
- Custodio!! ¿Puedo oírte, dónde estás?
Benaldamat esperó un segundo a que el eco de sus palabras se desvaneciera. Y continuó.
- Lo siento… No supe verte cuando más era necesario. Ahora entiendo cual fue tu sacrificio, y lo que tuviste que hacer. Solo quería decirte que, de todos los hombres que habitan esta tierra, sólo tú tenías la fuerza para arriesgarlo todo y poder volver, hermano…
La palabra hermano voló por la cueva, rebotando por las paredes de la cueva, hasta que se volvió a hacer el silencio.

Anael asintió a las palabras de sus compañeros. Estaban cerca de su objetivo pero era precisamente este hecho lo que les hacía tener que estar más atentos y más seguros a la hora de avanzar.

-Ve, si pasa algo o sientes que algo va mal, detente y espéranos o búscanos y modificaremos la ruta.

Dicho esto se pusieron en camino para llegar a Sil Auressë.

Recogieron el pequeño campamento improvisado y bajaron todos desde la colina hasta el camino. Sir caminaba despacio junto a la camilla de Benaldamat que había recuperado el conocimiento. Estaba callado y pensativo, pero en cierto modo más sereno que antes.

Llegaron hasta el puesto de control, donde los guardias les saludaron con actitud algo incómoda. Les informaron que si querían acortar bastantes horas de trayecto, podían salirse del camino y seguir el arroyo hasta un punto donde se podía cruzar. Y luego de allí enganchar con la ruta que llevaba hacia su destino.

Echaron un último vistazo hacia el norte antes de emprender el viaje. Las Quebradas se quedaron atrás, y ahora les quedaba una travesía corta para llegar a la aldea. El hogar de Ragi y de Sir, y también de Aeldric durante un período de su vida. No sabían lo que les iba a esperar allí, pero se fiaban de las visiones de la pequeña niña que había huido de la guerra y de la devastación, pero que ahora ansiaba volver.

Comenzaron a andar, con Aeldric de avanzadilla. Sir y Benaldamat se turnaban en la camilla, con Ragi y Anael protegiéndoles uno en cada lado. Y Rashat iba en la retaguardia atento a las colinas que les rodeaban.

Su destino les aguardaba. Solo quedaban unas pocas millas para llegar hasta Sil Auressë.