Partida Rol por web

El Guerrero que preserva a sus amigos, y extermina a su enemigo, jamás es dominado por las tempestades de la existencia, tiene fuerzas para vencer las dificultades y seguir adelante.

Aunque haya pasado por un sinfín de adversidades, no se arrepiente, porque fueron ellos los que le condujeron hasta donde quería llegar, y le enseñaron el arte de estar nuevamente en pie. Ahora todo lo que le queda es esa espada, con la que lucha y guerrea en busca del Sendero hacia su verdad interior. Esa espada lleva con él, las marcas y las cicatrices de los combates; ellas son el testimonio de lo vivido, y la recompensa de lo que conquistó.

Esas marcas y cicatrices queridas las que le revelarán algún día el final del Sendero.

Hubo una época en la que simplemente vivió escuchando historias de hazañas logradas. Hubo otras épocas en vivió sólo porque le tocaba vivir. Pero ahora vive, porque es un guerrero y porque quiere un día estar en la compañía de aquel por el que tanto luchó.

Todo Guardián alguna vez mientras camina por el Sendero, tuvo miedo de entrar en combate,
Todo Guardián ya traicionó y mintió en el pasado.
Todo Guardián recorrió un camino que no le pertenecía, y sufrió por cosas a las que les dio importancia.

Y en cierto instante, dudó de que era un Guardián, fallando en sus obligaciones espirituales. Un día dijo que sí, cuando realmente quería decir que no, y otro día dijo que no, cuando realmente quería decir si.

Todo guerrero onírico, ya hirió a alguien a quien amaba.
Todo guerrero onírico, alguna vez se extravió en su camino, por el sofoco intenso de sus pasiones.

Pero a pesar de todo lo vivido y todo el tiempo caminado, a pesar de todo eso, no perdió la esperanza de ser mejor de lo que era.

Entonces, un día, en medio del camino, se arrodilló ante su Señor, llorando y con su espada cortando su mano, le juró con sangre, jamás apartarse del camino del Sendero, de la luz de la verdad, que solo yace en las virtudes de su perfecto y sagrado imagen de Arda Inmaculada.

                                                                              Fragmento del Credo de la Logia del Despertar                       

Mientras Ferrim terminaba el trabajo de inscripción, los demás Guardianes de Enila atendieron a las heridas propias y las de los compañeros y hombres liberados. También remataron los orcos inconscientes y moribundos, y arrastraron sus cadáveres hasta formar una pila de gran tamaño en los lindes del bosque. Separado de los trasgos muertos, estaban los cuerpos sin vida de los prisioneros que fueron ejecutados antes de la llegada del grupo, y los que murieron durante el sangriento combate. No había tiempo para darles sepultura ahora, pero hicieron lo posible para proteger esos cuerpos de los animales salvajes, que de todos modos evitaban el lugar al menos de momento. A los heridos los atendían en el centro del claro.

Por encima de sus cabezas, el sol por fin logró derrotar a la esfera oscura que lo había ocultado durante el Astquelion.

A luz era aún débil, apenas para teñir de rojo las nubes. Y la tarde era avanzada así que el nuevo día que ahora amanecía iba a durar escasas horas. Aún así, su brillo reconfortaba a todos. Era como si los hombres se despertaran de una pesadilla, aunque los montones de muertos y las armas manchadas de sangre que sujetaban decían lo contrario.

En medio del silencio, Norion tomó especial interés en separar a dos de los heridos. Uno era el prisioneroP1 que había liberado Girion. Estaba inconsciente y sangrando por una herida en el brazo y otra en la pierna. Los hombres de Iach Sarn decían que era un joven sin parientes vivos, de nombre Arath. Su único familiar directo era un tío que ahora yacía entre los muertos del monolito. Al lado de Arath, el segundo herido que estaba atendiendo Norión no era otro que el joven discípulo de Gotdhush al que había hecho un tajo profundo en el estómago Girion, además de otras muchas heridas. El anamarta susurraba palabras arcanas mientras caminaba cojeando entre uno y otro.

Girion terminó de vendarse con ayuda de Eben, y la herida dejó de sangrar. Los hombres del Vado de Sarn se preparaban para partir, con la idea de regresar lo antes posible a atender a los muertos. Pero no sería hasta que el lugar fuera seguro, que aún quedaban orcos merodeando por la zona. De su parte, los Guardianes de Enila tenían que regresar a ayudar en la defensa de Sil Auressë, o al menos para informar de lo sucedido.
 

Cuando el tintineo del cincel de Ferrim se detuvo, el claro quedó en sumido en un sobrecogedor silencio. Una luz incieta contribuía a crear una atmósfera irreal, extraña, en la que los vivos miraban a los muertos y entre sí con aire de no entender, pero de alegrarse por la suerte que les había tocado.

Norión y Denelloth habían intercambiado unas breves palabras junto a la pila de cadáveres, y todos pudieron ver cómo el montaraz sonreía ampliamente, claramente aliviado, y agarraba los antebracos de Norión con efusividad, mirándolo fijamente. Una especie de abrazo comedido, una felicitación o un consuelo sin palabras dirigido al hombre que tantos riesgos había asumido en aquella hora.

Después caminó lentamente hacia el monolito, pues aparte de fatigado, se hallaba herido. Lo miró como con recelo, pues en su último encuentro la piedra le había jugado una mala pasada, y aunque no tenía la sensibilidad de los naugrim para con la piedra, la tocó con cierta cautela, como si fuera a acariciar a un animal peligroso.

-Has hecho un hermoso y preciso trabajo, maese Ferrim -dijo con voz ronca al enano, admirando su talla. -Y fundamental para el futuro de todos nosotros. Te estoy muy agradecido, y los padres de tus padres y los hijos de tus hijos podrán estar muy orgullosos de ti.

Caminó en dirección a Russef, Eben y Girion, y había mucha calidez en sus ojos. -Y también os estoy agradecido a vosotros, Guardianes de Enila. Habéis luchado con bravura, más de la que cabría esperar en cualquiera. Sil Auressë os debe mucho.

Miró a continuación al pequeño Otho, desde muy arriba, con los brazos en jarras y una expresión incrédula. -No cometeré el error de infravalorar nunca más a estos medianos -dijo, muy serio. -¿Cómo es que has aparecido en el momento justo, a pesar de la misión que te encomendé?

Buscó a Hugaew con la mirada, cerciorándose de que seguía cerca, y miro al horizonte, al Norte, como quien se despide sin la certeza de volver a encontrarse.

Luego reparó en los hombres que habían liberado. Era sin duda un problema; no podían dejarlos aquí, ni era seguro que partieran hacia sus granjas junto al Vado de Sarn. -Como habéis visto, el monolito ha sido sanado de sus heridas y liberado del peso que lo mancillaba, y sabéis mejor que nadie que ha sido a cambio de un alto precio. -Sois libres -añadió, llanamente. -Libres de partir a vuestros hogares y de volver a este claro cuando queráis, y sé que así lo haréis. Pero por el momento, debo pediros que nos acompañéis a Sil Auressë. El camino a vuestros hogares no es seguro, pues seguimos rodeados de enemigos, y mantenerse agrupados nos hará más fuertes. Dicho esto, actuad como mejor consideréis -concluyó, y parecía más cansado que nunca.

-En realidad sois todos libres de hacer lo que os parezca -añadió, dirigiéndose ahora a sus compañeros, -pero yo vuelvo a Sil Auressë, y aunque quisiera evitr malos encuentros en el camino, no espero encontrar el pueblo en calma ni el castillo tranquilo. Habrá que combatir, y no os puedo pedir más esfuerzos ni riesgos.

En ese momento reparó en Norión, que deambulaba entre los heridos. -Creo que deberíamos ajusticiar a ese ahora mismo -dijo secamente, señalando al discípulo del Gothdust con la barbilla. -Pero lo dejo en tus manos. Lo que sí quisiera tener en las mías de nuevo es la piedra de Sir -continuó, acompañando las palabras de un gesto con la mano. -Y saber qué ha sido de Viento, también; seguro que a Girion también le interesa.

Estaba claro que el montaraz estaba pensando ya en la forma de abandonar el claro y hacerlo de la manera más discreta y rápida posible.

Eben entendía muy poco de rocas e inscripciones, pero sí era consciente de la destreza del enano haciendo su trabajo. De alguna manera que era incomprensible para él, había conseguido erradicar las tinieblas y hacer que la luz regresara.

Se sentía bien, con la sensación del trabajo realizado.

Pero Denelloth le devolvió a la realidad. Lo conseguido no era más que un paso hacia la completa victoria. Quedaba mucho por hacer y, aunque el paso había sido importante, la labor aun estaba pendiente.

Denelloth era algo más que un maestro y algo más que un amigo, era su mentor y su guía. Eben tenía claro cual sería su destino.

- Yo te acompañaré allá donde vayas y mi arco sea requerido. - Sonrío - Aún tienes mucho que enseñarme y, ademas, no te voy a dejar para ti toda la diversión.

El sol comenzaba a brillar en el cielo, su dorada luz resultaba cálida sobre la piel del anamarta, llenando de vida todo el claro, contrastando con la agonía de la que había sido protagonista minutos atrás. El monolito lucía diferente, los precisos trazos que Ferrim había hecho sobre la roca lograron perpetuar la bendición de Yavanna sobre la sagrada piedra, finalmente un nuevo altar se alzaba en esas tierras, un signo de que un nuevo tiempo comenzaba. Norión interrumpió su plegaria alrededor de los dos hombres inconscientes para contemplar el trabajo del naugrim y asintió en aprobación has inmortalizado la luz sobre esta roca, que seas bendecido hasta el fin de los tiempos por lo que acabas de hacer, hijo de Aulë, e hizo eco de las palabras de felicitación que brindaba Denelloth al enano y luego al resto. Cada uno había cumplido un importante papel en la hora del fin, habían sido las piezas en un juego mayor, que excedía su imaginación, y el valor y la entrega de todos ellos había hecho posible que el sol se alzase victorioso dejando atrás el fantasma de un abismo eterno.

El montaraz se consolidaba con líder del grupo, Norión podía sentir como sus palabras llegaban hondo en todos, incluso en él. Su estilo, sin embargo, era muy diferente al de Khoradur, pues Denelloth invocaba la libertad que cada uno llevaba dentro de sí, y cuando se opta por seguir a alguien el resultado es mayor que cuando simplemente se le obedece. Eben fue el primero en responder, el anamarta contemplo sus emotivas palabras y demoró unos segundos su respuesta a las inquietudes que le planteó el guardián de Enila.

- Aquí tienes la piedra, te pertenece y es tu destino proteger a la elegida- le extendió la piedra de la luna, por medio de la cual podía conectarse al guerrero onírico, un objeto que Sir llevaba consigo y que el anamarta había explicado como usarlo al montaraz apenas un día atrás. Luego buscó a Girion con la mirada - Viento me ha ayudado a entrar al claro, pero para evitar que fuese cenado por los orcos lo dejé el libertad en el bosque circundante. Sin duda acudirá al llamado de Girión apenas nos adentremos en él- hizo un silencio con cierta preocupación en el rostro - Hace falta dar aviso cuanto antes a Khoradur, a Finduilas y a Curudae de lo ocurrido, al Lugarteniente le interesará saber de esta victoria, a la Princesa le interesará saber que Gothdust ha sido derrotado y el monolito está limpio, y al Senescal que Ayla esta viva y ha vencido en su duelo con la oscuridad en el este, es importante que esto llegue a sus oídos cuanto antes-  el anamarta tenía claro que esa información tardaría demasiado en llegar si volvían todos juntos a pie, en especial él, y el caballo ya no podía usarse para llevar a un sacerdote cojo - Denelloth, propongo que Girión viaje sobre Viento para llegar cuanto antes a Sil Auresse y de aviso hoy mismo de lo que ha ocurrido. Te pido que me ayudes a llegar a la cabaña junto con estos dos moribundos antes de esta noche. Mañana al amanecer puedes partir con los demás, los alcanzaré luego en la aldea - tenía claro que todos querían llegar cuanto antes y él era un estorbo para lograrlo, su tiempo ya había pasado, y las espadas de estos hombres aún podían ser requeridas para defender el Castillo.

Luego, observando a los heridos contestó al montaraz - Hemos atendido a los heridos y nos ocupamos de los muertos, pero estos dos no están en ninguno de esos grupos. Al igual que yo, ellos caminan en medio de dos mundos y su destino está en manos de Namo, Denelloth. Lo que fueron ya no es y lo que tienen por delante no les pertenece. Que uno haya seguido los caminos de la oscuridad en su antigua vida y otro haya sido devoto de la tierra y la vitalidad de la naturaleza en su pasado, no hace diferencia a los ojos del Juez. Ambos hombres vieron el abismo y resistieron, ambos fueron protagonistas del ritual junto conmigo, y ellos al igual que yo estamos marcados por el mismo destino, Namo nos ha reservado para él - tras ello continuó atendiendo las heridas de ambos moribundos, tratando de revertir lo que parecía inevitable.

-¿Cómo es que has aparecido en el momento justo, a pesar de la misión que te encomendé?

El mediano miró sus pies descalzos, buscando las palabras. Estaba serio y taciturno. Finalmente contestó. -Sólo sé que el cielo se oscureció, y se hizo el silencio en los lindes del bosque. Como no vi orcos, pensé que tal vez podía ayudar al resto. Primero caminé un poco, pero me desvié y terminé en aquella senda que habían preparado los orcos.

Hizo un gesto hacia el camino ceremonial por el que había entrado Norion. -Luego escuché voces, vi al búho... No lo pensé mucho la verdad, añadió. -En verdad poco podía haber hecho contra tantos orcos armados.

Girion se encontraba haciendo unas camillas para llevar a los heridos y trasladarlos a Sil Auressë, cuando escuchó las palabras de Denelloth. Si bien eran libres, aun quedaba mucho por hacer para que eso se materializara. Si bien habían acabado con este monolito y las fuerzas de la oscuridad que trataban de usar su poder ancestral en su beneficio, aun quedaban muchos acólitos y otras fuerzas de la oscuridad que intentarían acabar con esa libertad que tanto defendían.

Cuando Denelloth habló por fin de Viento, su caballo, el joven dunadan se levantó y miró a Norion. Su mentor respondió al montaraz y se explicó, indicando que había dejado el caballo antes de infiltrase entre los enemigos. Sin pensarlo dos veces, el muchacho silbó varias veces como siempre hacía para que su fiel amigo acudiera a él. Si estaba cerca acudiría presto a la llamada, si no...

Dejando que pasara el tiempo para que Viento acudiera, Girion miró a Norion y asintió.

-Iré lo más rápidamente posible a Sil Auressë con la noticia de nuestro hecho, si es lo que me pides... -dijo-, siempre que aparezca Viento.

-Pero preferiría que vayas tú con Viento, Norion, y yo me quedara para ayudar a escoltar a toda esta gente. Viento te conoce y te servirá tan bien como lo hace conmigo. Seguro que tú podrás contar mucho mejor que yo lo que ha pasado en el claro. Y yo seré más útil aquí con mi arco -comentó recordando fugazmente el momento en el que disparó la flecha contra Norion.

-Aun así hay mucho que hacer y no estaremos seguros durante el trayecto. Aunque confío en ti, Denelloth para que nos lleves por un camino seguro de vuelta a Sil Auressë.

El joven miró a los que estaban allí presentes mirando en las posibilidades que tendrían y en lo que habría que hacer y preparar antes de partir, para que todo fuese más fácil para todos ellos. Su mirada se detuvo en el discípulo oscuro que aun seguía con vida. Rercordó que Denelloth lo quería ajusticiar. Girion negó mientras lo miraba.

-No creo que debamos ajusticiarlo. Podríamos sacar buena información de quiénes están detrás de esto y... -el joven hizo una pausa en la que miró a su mentor Norion-, siempre hay que darle una segunda oportunidad a alguien. Que no quita para que se le vigile adecuadamente.

El trabajo en la piedra parecía estar terminado. Quizá solo el tiempo valorará como se merece tal destreza, al igual que el valor que todos demostramos en la contienda recien acabada y que finalizó con la victoria de los guardianes de Enila, en contra de toda lógica en un principio; superados en numero y en fuerza, pero el tesón y la valentía, junto con una pizca de fortuna, siempre bien recibida, obraron el milagro.

Debatían sobre que acciones realizar a continuación. Denelloth propuso volver hacia Sil Auresse, había que informar cuanto antes de lo sucedido en el claro con el monolito, y también ayudar en la defensa de la ciudad.

El hecho de pensar en otra batallla casi hace que se me vuelva a abrir mi herida. El cansancio era considerable y solo una pequeña herida más podría causarme un desfallecimiento o incluso algo peor; debía recuperar fuerzas. Ya me sentía algo mejor cuando llegué a tocar la piedra; fue como recuperar el aliento con un  poder extraño que penetró en mí, pero aún estaba lejos de estar recuperado del todo.

Por mi parte, no sé como os encontráis el resto, creo que debemos avanzar hacia Sil Auresse y descansar cuanto antes. En este estado poco podremos ayudar si fuerzas oscuras nos atacan de nuevo.

Denelloth escuchaba atento las palabras de los demás. Respondió inmediatament a Eben con una sonrisa; entre aquellos dos no eran necesarias muchas palabras. Todos hablaron, salvo el enano Ferrim, que parecía rumiar lentamente el regusto del fino trabajo que acababa de ejecutar, que sin duda le daría que pensar. En todo caso, Denelloth sabía que el enano estaría dispuesto a llevar él mismo a Sil Aurssë la noticia de lo ocurrido si fuese necesario... Tampoco los hombres liberados decían nada, todavía, tal vez expectantes, tal vez conmocionados por los ventos recientes.

Denelloth aceptó la piedra que le tendió Norión con una expresión de agradecimiento. Luego intentó recapitular y poner sus ideas en orden. -Yo colocaría a este en manos de Namo -se refería al discípulo del Gothdust. -Sin mayor dilación.

Lo dijo sin moverse, intentando sonar convincente y seguramente dispuesto a ejecutar él mismo la sentencia, aunque un ligero temblor en la voz lo delató; sin duda, no estaba en la voluntad del montaraz segar la vida de un hombre a sangre fría.

-Desde luego no pondré en peligro la vida de cualquiera de los presentes por llevarlo a un lugar seguro; y creo que del otro podrían ocuparse sus compañeros -continuó, replicando a Norión. Hablaba con comedimiento y en un tono conciliador, casi cariñoso, demostrando gran deferencia por el anamarta. -Será vuestra decisión si ellos deciden dejarlo en tus manos. Por otra parte, no hay un camino seguro para volver, la cabaña está en nuestra ruta, y puede que necesitemos reponernos, aunque sea unas horas... Si optamos por esa opción, yo mismo arrastraré a tu herido hasta allí.

Respiró hondo, reflexionando y dando un espacio a los demás para hacerlo. -Respecto a dar aviso a Sil Auressë... Aunque prometí a Khoradûr darle noticias en día y medio, no es aviso lo que necesitan, sino ayuda. Si como parece el ritual que hemos impedido era crucial para enemigo, y la misma Dama Finduilas lo dijo, es muy probable que ya esté empezando a imaginar que algo ha frustrado sus planes y pronto dirigirá aquí su atención. Sólo quisiera que Sil Auressë haya podido resistir sus embestidas. Cierto es que flaco apoyo podremos darle, aparte de moral. Por eso estoy de acuerdo con Girion en que Norión sería el más indicado para llevar la nueva a Sil Auressë a lomos de Viento; y podrías transportar a tu herido, si el noble caballo lo soporta. Otro candidato sería, en mi opinión, Russef; que bastante indisciplinado ha sido en el combate y a punto ha estado de dejarse el pellejo, bien podría ahora ser nuestro correo -acompañó la falsa reprimenda con una sonrisa cómplice y apoyando una mano en el hombro del saralainni; -lo que lamento es que tampoco para el correo el camino será seguro, ni mucho menos.

Miró alrededor, incapaz de decidirse todavía, haciendo una mueca de desagrado con la boca. -Padres, qué sed tengo. ¿Alguien tiene algo de agua?

Estaba fijándose en los orcos de los alrededores. Desenvainó la espada y se acercó al más cercano con aire sombrío. Iba a asegurarse de que sólo dejaban atrás cadáveres.

Algunos de los hombres de Iach Sarn se acercaron al grupo. Estaban cansados y asustados, y en sus rostros se reflejaba el horror que habían sufrido y que iban a tardar en olvidar. Rhav fue el que habló, aunque otros también intervinieron para mostrar su gratitud. -Nos habéis salvado, dijo, y luego miró a los que no sobrevivieron. -A muchos de nosotros...

-Estamos en deuda con vosotros. Pero ahora hemos de regresar hacia el Vado de Sarn. A unas horas de viaje hay granjas que conocemos, donde podemos descansar y recibir provisiones. El Vado no está demasiado lejos tampoco. Hemos de avisarles. Avisar al comandante Minastir, dijo refiriéndose a la guarnición arthedainii que estaba en aquel lugar estratégico.

-Sóis bienvenidos todos a acompañarnos si así lo deseáis. En cualquier caso, en el Vado de Sarn pediremos ayuda para Sil Auressë.

- Namo es quien decide cuando partimos y cuando no, Denelloth. Y a éste lo quiere entre los vivos por un tiempo mas - contestó al montaraz, que nuevamente mostraba su desacuerdo en intentar salvarlo - Gracias Girion por comprender, ciertamente lo que haya sido antes ha muerto, el que resurja será diferente. Su primer prueba será decir quienes más estaban relacionados con Gothdust, era su discípulo y los conocerá bien, y deberá hacerlo si quiere caminar la senda de los justos- . Las palabras de los guardianes de Enila hicieron que el anamarta aceptase la ayuda que le brindaban. - Aceptaré que Viento me lleve junto al herido a la cabaña, tal vez sea lo mejor para no demorar tanto al grupo. Pero debo insistir en que consideren que otro más hábil que yo cabalgue en mi lugar desde la cabaña, para informar de modo seguro la Lugarteniente antes del anochecer - dijo, poniendo una mano sobre el hombro de su alumno a modo de agradecimiento. Miró al Maestro de Cazadores asintiendo, no lo estaba desafiando, pero veía las cosas de un modo diferente, él sabía en que cosas era un completo inepto y el bosque y la intemperie estaban primeras en su lista.

Luego el anciano habló y el eco de las palabras de Denelloth volvieron a su mente. Se acercó al hombre y le habló cara a cara. - Mucho ha sufrido tu pueblo, lamento que hayas perdido a tantos de los tuyos. Pero me alegro que estés con vida, eres un buen líder y tu fe es ejemplar. No dudaste en intentar matarme cuando pensaste que podía desatar un mal para esta tierra, y no alimentaste tu odio cuando viste que en realidad estaba intentando sanar aquello que consideras sagrado, poniendo tu mano junto a la mía para restaurar el monolito - se detuvo en un gesto de agradecimiento, el anciano llevaba la pesada carga de la muerte de decenas de los suyos y Norión comprendía lo que implicaba llevar el peso de la muerte de su pueblo - Sin embargo, yo levanté esta daga sobre la cabeza de uno de los tuyos*, te aseguro que no iba a tomar su vida, pero aún así lamento haber tenido que ser parte de su sacrificio. Ahora tengo la oportunidad de ser parte de su salvación. Pero debo decirte algo, Namo permitirá que viva como lo hizo conmigo tiempo atrás, pero su destino quedará atado a él. Irá contigo y hablará con su familia y todo el Vado como aquel que volvió de la muerte, pero en la próxima luna iré a tu pueblo en su búsqueda y lo instruiré en su nuevo camino- lo que decía era difícil de aceptar por ese hombre, toda su vida estaba en torno a su culto y a su pueblo - Ambos sabemos que esta vida se termina y también conocemos las fuerzas divinas que exceden nuestra voluntad. Si este hombre ha de vivir, es por ellos y no por nosotros, y seguir sus designios es lo menos que podemos hacer - dijo, y luego lo invitó a que ayudase a vendar al prisionero moribundo, juntos podrían lograr que el hombre se recuperase. Namo, tu hijo esta en el umbral de la muerte, experimentándola y conociéndote, permite ahora que vuelva entre nosotros para servirte... siguió pronunciando su oración en susurros.

Ferrim acabó su ritual particular y el cielo se liberó de las sombras. Se acercaba el ocaso pero la oscuridad ya no era antinatural, sucia, impía. Era la luz que debía haber en una tarde como aquella. La luz esperada.

Ferrim se quedó ante el monolito, apoyando una mano en él mientras murmuraba, con los ojos cerrados, un viejo poema en khuzdul. Era una oración que los enanos del noroeste recitaban en alabanza y agradecimiento a Mahal por las obras finalizadas. Era la última firma del cantero y del orfebre, una que no quedaba grabada salvo por la palabra. En ciertas ocasiones se añadían dos versos más a cada estrofa, dedicados a Yavanna como dadora de vida y sanadora. Ante el monolito, acabada la obra para la que había sido convocado, Ferrim utilizaó la fórmula completa, dedicada a ambos como no podía ser de otra forma.

Al acabar, miró al cielo, satisfecho, y sintió la nueva-vieja vida limpia del monolito en la palma de su mano. El trabajo había sido realizado. Se agachó y recuperó del suelo las esquirlas más grandes que hubiera tallado de la roca y las guardó en un saquito de piel. Las atesoraría y, si tuviera la oportunidad, engarzaría en alguna hermosa joya o, mejor, en el propio martillo Hakk. Un legado familiar rebosante de significado.

Recogió sus herramientas y cargó al hombro su petate. A su alrededor, los hombres discutían el plan a seguir. Parecía que habían hecho un prisionero, que seguramente moriría en el camino. Pero, si sobrevivía, podría confesar información importante. Eso obligaba a cargar con él, lo que implicaba un retraso en la travesía.

Porque era imprescindible partir de inmediato. El enemigo sabría que el ritual no había funcionado y enviarían patrullas a investigar. Para cuando llegaran no debían estar ahí.

Ferrim había estado ausente y le pareció que ninguno había mencionado un respuesta que a él la pareció digna de valorar. Independientemente de que hubiera que cabalgar a Sil Auressë o no, había un mensajero más rápido que ningún corcel, más discreto y más silencioso.

— Esa misteriosa ave, ¿quién es? ¿Se prestará a llevar la nueva?

Para Ferrim, era obvio que el búho no era un ave cualquiera. ¿Podría encargarse de llevar la noticia mientras los heridos se encaminaban a la cabaña a descansar?

Tras acabar con las camillas, Girion se levantó y se dirigió al monolito. Ferrim acabab de terminar de tallar las runas yq uería ver cómo había quedado. Al verlo una sonrisa apareció en su rostro mientas tocaba las finas filigranas en fomra de runas creadas por el cincel del maestro enano.

Tras esto se acercó a los que estaban habando.

-Muy buen trabajo maese Ferrim. La experiencia y habilidad de tu trabajo es sin duda motivo de elogio. Gracias compañero -dijo Girion de forma sincera y llana.

-Con respecto a vosotros -continuó el joven mirando a Rhav-, creo que lo más seguro es que vengáis con nosotros, pues las patrullas orcas seguirán por los alrededores y si estamos juntos podremos hacerles frente mejor. Si decidís ir al Vado de Sarn, no os pondré ningún impedimento, pero no podremos ayudaros, pues nosotros tenemos que ir sí o sí hacia Sil Auressë. De todas formas, tampoco es mala idea lo de que aviséis al comandante Minastir. Quizás sea tarde, pero toda ayuda siempre es bienvenida.

Girion asintió agradeciendo la ayuda que habían prestado para acabar con los orcos, dándoles tiempo para que ellos pudieran acabar con los sacerdotes y demás acólitos.

- Con respecto a nosotros, está claro que debemos acercarnos a Sil Auressë y contarles nuestras buenas nuevas. Pero también debemos decírselo al comandante Khorandur. Si bien cada uno está cerca del otro, no creo que puedan comunicarse muy bien etre sí, y además hay una lucha de por medio que lo dificulta sobremanera.

- Por eso estoy con el maestro enano. Si el búho pudiera llevar un mensaje a Sil Auressë diciendo lo que ha pasado y nuestras intenciones para ver a Khorandur, nos dejará la opción a nosotros de ir directamente a reunirnos con Khorandur y ayudarle en lo que podamos...encima con la buena noticia de nuestra victoria. Quizás sea lo más rápido y lo más sencillo. ¿qué opináis?

Girion miró a todos los ruinidos para ver que les parecía.

-Que así sea, dijo Rhav sobre el joven Arath. Los vendajes eran aparatosos, y seguía con la mirada perdida por los horrores que había contemplado. -Haremos lo posible para curarle. Vente en la luna siguiente a Iach Sarn, y si así lo desea, podrá acompañarte para que le instruyas.

Sobre el destino de aquellos hombres, no había discusión. Querían regresar a su hogar lo antes posible. El grupo de los hombres liberados ya estaba listo para partir, igual que los Guardianes de Enila. Sus caminos se separaban ahora en el mismo lugar donde se habían encontrado.

Denelloth terminó la desagradable tarea de rematar orcos moribundos mientras los demás intentaban aclarar las incertidumbres del futuro próximo. Se cuidó muy mucho de acercarse al muerto que había caminado sin cabeza y se reunió con ellos, mirando a Ferrim y asintiendo.

-Desde luego, fue una idea acertada traerte con nosotros, maese Ferrim, y vuelves a demostrarlo. Es una gran idea, intentaré que Hugaew, pues ese será su nombre si él decide responder al mismo, realice esa nueva y crucial misión para nosotros.

Se giró hacia el viejo llamado Rhav para despedirse, pues su decisión estaba tomada. Fue con gestos solemnes y cordiales, pues habían compartido los momentos más importantes de sus vidas.

-Llevad mucha cautela en vuestro camino, y os agradeceremos mucho que déis noticia de lo ocurrido aquí al comandante Minastir. Por supuesto, sé que no hace falta que os lo diga, podéis continuar con vuestro culto aquí, y bueno será, pues hasta yo puedo sentir que hay muchas cicatrices que sanar. Pero hacedlo con cautela, pues el mal todavía impera en etas tierras, y largo tiempo llevará erradicarlo por completo. Sabed que en Sil Auressë tenéis amigos a los que podéis recurrir siempre que lo consideréis necesario.

Quedaba concretar los siquientes pasos de la compañía. Se decidió que todos se dirigirían de inmediato a la cabaña de los montaraces, donde descansarían esa noche; el claro quedaría así, por el momento, y ojalá hubiera ocasión para borrar las huellas de muerte que ahora dejarían detrás. Norión usaría de nuevo los servicios de Viento, si la noble bestia aparecía, y portaría también al herido que tantas suspicacias despertaba en el montaraz. Después quedaba una ardua tarea para uno de ellos: adelantarse, buscar a Khôradur quien sabe si en plena batalla y comunicarle el feliz desenlace acaecido al pie del monolito.

-Girion, ya nos has mostrado tanto tu buen juicio como la firmeza de tu mano. Es ocasión ahora de demostrar templanza y tu habilidad para montar a Viento y convertiros ambos en una sombra invisible al enemigo. Tú llevarás el mensaje a Khôradur, allá donde se encuentre, sea en el campo de batalla, sea en Sil Auressë. Si lo ves imposible, recuerda tu otro cometido: poner a Sir a salvo.

Calló, como hacían Eben y Russef desde hacía largo rato. Pero añadió, frunciendo el ceño: -Siento que olvido algo; algo que ayude a probar nuestr victoria ante amigos y enemigos...

Mientras sigue pensando, saca un trozo de papel y un lápiz y se pone a garabatear lentamente un pequeño texto, a los ojos de los demás, para lo que pide la colaboración de Norión, dudoso de si convenía cifrar un texto que pudiera caer en manos del enemigo, o si convendría en ese caso que el enemigo también supiese lo que había ocurrido:

PARA LOS OJOS DEL CONSEJO DE SIL AURESSË: Durante el Oscurecimiento, y sin poder terminar su dañado ritual, el Gothdust ha caído. Fue por la mano de Norión. Con él lo hicieron sus acólitos y toda su escolta. Fue por la mano de los Guardianes de Enila. Los prisioneros liberados han dado cuenta en Sarn Athrad. Denelloth.

Tras rematar el texto pidió que se aprestaran para partír, y se alejó haciendo un canutillo bien prieto con el papel, mirando al cielo. No le hizo falta esperar demasiado: Hugaew apareció enseguida, posándose en su hombro. El montaraz le acarició la cabeza cariñosamente, por primera vez. Se dejó colocar el papel en torno a una pata con facilidad, y el montaraz le estuvo susurrando durante unos minutos. De repente, el ave partió, y Denelloth la siguió con la mirada. Se elevó, dio un par de vueltas amplias, volvió a bajar veloz y partió raudo hacia el este.

Lo llamó con un silbido y un agudo gañido, pero sobre todo con el espíritu. Pues ambos estaban ligados, habían sido uno y ya no dejarían de serlo. Y Hugaew, que había sido Hawmenedrol, apareció enseguida. Y en su feroz mirada ambarina pudo intuir los profundos y gélidos ojos del Guardián. Pues aquellos habían sido sus ojos.

-Mucho te debemos, amigo -de dijo, con voz suave, acariciándole la cabeza por primera vez, con profundo cariño, respeto, admiración. -No sé por qué acudiste a mí cuando tanto lo necesitaba, pero lo hiciste. Difícil me será pagar esta deuda, pues sin ti nada de esto hubiera sido posible. Sé que una "deuda" no es nada para ti, pero sí sentirás mi agradecimiento y mi amistad mientras los desees y necesites. Pero aún tengo que pedirte un nuevo trabajo. Que seas portador de nuevas noticias -le dijo, mostrándole el canutillo de papel, dándoselo a oler, permitiendo quese familiarizara con él. -Que me permitas colocarlo en tu cuerpo, y que lo lleves hasta el punto en que nos encontramos por vez primera, ¿lo recuerdas? Que no te dejes alcanzar por murciélago, flecha o garra alguna, y que permitas, en cambio, que otro hombre recoga este mensaje, aunque no lo conozcas de nada. Ruego que reconozca en ti el maravilloso animal que yo conozco, y entienda tu especial cometido. ¡Vuela con él, Hugaew!

Y de súbito, casi sorprendiendo al montaraz con su velocidad, Hugaew se elevó, describió dos amplios círculos sobre el claro y se lanzó hacia el este.

La partida por fin había llegado, irían a la cabaña para después continuar camino. El habitualmente silencioso montaraz se adelantó ligeramente al grupo para prevenir cualquier emboscada mientras los guiaba de vuelta al refugio.

Ferrim estaba conforme con el plan de Denelloth. Completamente equipado, con el petate a la espalda y apoyado en el fiel Hakk, escuchaba las palabras del capitán de los montaraces de Sil Auressë. Sin embargo, para su gusto faltaba un detalle.

Ferrim sabía lo importantes que eran los símbolos, en la paz, en la guerra, en los tratados, el comercio, el trabajo y los rituales. Él mismo acababa de firmar el mayor símbolo de su vida. Y allí tenían ellos uno de, quizá, profundo significado, tanto para el enemigo como para los aliados.

Observó al humano escribir el mensaje que el misterioso búho llevaría a los amigos. Bien, pero insuficiente.

— Cualquiera puede hablar. Cualquiera puede soltar palabras al viento. Cualquiera puede ser tomado por mentiroso. Pero hay algo que no miente y son las pruebas.

Un líder decapitado podía decapitar una rebelión y darle esperanza a los aliados. En la guerra, la moral es tan importante como la calidad del acero. Las armas que los enanos habían forjado para Sil Auressë no servirían de nada si las manos que las agarraban desfallecían al miedo y el desaliento.

— Su cabeza —dijo, señalando al brujo ciego.