Partida Rol por web

Sir le habló a Benaldamat. Trataba de guiarle con su voz. -Ben... Necesito que vuelvas. La batalla ha terminado. Sigo aquí. El mundo sigue aquí fuera. Sigue mi voz. Deja que sea yo quien te rescate esta vez...

Mientras hablaba, le sujetaba la mano. Ragi ayudaba a sujetar la otra mano del guerrero elfo. Aquellos movimientos involuntarios habían cesado, y el pálido rostro del elfo mostraba ahora serenidad. Su espíritu estaba en paz, pero necesitaba regresar del lugar donde se hallaba. Necesitaba regresar a este mundo.

-Su cuerpo está débil. Demasiado débil para sostener su espíritu, decía Sir. No había heridas visibles, pero el agotamiento extremo y la hipotermia habían provocado un estado de shock. -¿No podemos curarle?

Aeldric observaba impotente...y planteó dos soluciones. -Parece ser que necesitaremos ayuda de la magia para sacarle de donde esté... o bien puedo canalizarle mi poder a Benaldamat con ayuda de Anar Ilfirin para darle fuerzas...aunque no sé si funcionaría nunca he probado algo así. O bien lo llevamos junto a Finduilas y Tarosh, en el pueblo cercano al cruce en el que nos separamos.- 

Aeldric entonces volvió a dirigirse a la niña.- Tal vez hablarle en este mundo no tiene tanta eficacia como si le hablaras en el mundo en el que se encuentra él. Creo recordar que cuando soñabas mencionabas un lago helado, frío.... ¿Y si Benaldamat está en ese lago con el que soñabas? Tal vez debas dormir para intentar hablar con él.- Las opciones se les acababan y Aeldric no tenía más ideas en la cabeza salvo las ya expuestas.

El joven explorador se mantenía sereno, quizá alguna planta curativa pudiera ayudar al elfo aunque no sabía como localizarlas o, si quiera, si nacían por los alrededores.

- Espero que podemos hacer algo- dijo a su protegida tratando de animarla.

Anael sabía poco de lo que estaban hablando aunque a duras penas lo entendía. Si ben necesitaban curar a Benaldamat éste no parecía estar ileso de ninguna herida visible. Pero se veía a las claras que lo estaba.

-Si necesita curación y podéis otorgársela, sea cual sea, no será en vano si no ocurre nada, solamente descubriremos que no surge efecto y nos dará más pistas para segur avanzando en su curacón.

Las palabras secas del hombre resonaron en el aire un tanto ácidas, pero era la forma que tenía de relacionarse con la gente. Aun así, lo que había dicho lo pensaba on claridad. Si había algo que pudieran hacer por aquel ser estaría bien hecho, fuese lo que fuese.

Benaldamat apretó con fuerza la piedra lunar. Con todas sus fuerzas, temiendo que si la soltara volviera a alejarse de Enila. La sentía cerca, se acercaba a ella. Podía oír su voz, sin embargo, le pedía que la siguiera que está vez era ella quien iba a salvarlo a él. Que había pasado? Benaldamat recordaba la victoria del monolito, sin embargo tendría que haber despertado ya, y estaba atrapado...
Todo tenía sentido. Enila debía estar próxima a él, eso quería decir que Enila estaba viva y sana.
Tal descubrimiento aumentó la emoción de Benaldamat como nunca antes le habría pasado. Por primera vez sentía calor, desde que saliera del páramo helado en el que se encontraba atrapado. Se dio cuenta que era una lágrima suya. Una lágrima de alegría. Se impulsó con la corriente hacia donde venía la voz. Sin parar de buscarla. Volviendo a Enila...

Rashat creyó ver una lágrma descender por la mejilla de Benaldamat. Se imaginaba al valiente guerrero elfo luchando por regresar, con el cuerpo agotado y debilitado más allá de la comprensión humana. Necesitaba fortalecerse.

-Las hierbas..., dijo de repente. Y salió de la cueva y buscó en las alforjas del caballo de Benaldamat. Pronto regresó con una caja de madera finamente tallada. Sus dedos acariciaban suavemente la superficie de la misma. -Es una caja inereb. Se lo regalaron a Benaldamat los Hombres del Bosque. Conserva las propiedades de las hierbas, pero hay más...

Con cuidado abrió la caja. Rashat era un experto en los mecanismos de las trampas y de las cerraduras, pero sabía que aquella caja aparentemente sencilla escondía multitud de secretos en forma de compartimentos secretos que se podían colocar de distintas formas. Y había algo más. Un encantamiento o algo similar que impedía a aquellos con malas intenciones acceder a las hierbas que aguardaba en su interior.

Al rato, sacó con cuidado algunas hierbas de Benaldamat. -Tal vez puedan servir para fortalecer su cuerpo. Hay que hervir agua para hacer infusiones. Miradlo vosotros, yo voy a seguir con la caja a ver si logro sacar alguna más. Sé que Benaldamat tenía muchas hierbas curativas.

Benaldamat sentía una nueva fuerza en su interior. Aún era débil, pero la voz de Enila le animó más allá de lo razonable. Y entonces escuchó voces de otras personas. No las conocía, pero le reconfortaban pues se imaginaba que estaban con Enila.

-Parece ser que necesitaremos ayuda de la magia para sacarle de donde esté

-Tal vez hablarle en este mundo no tiene tanta eficacia como si le hablaras en el mundo en el que se encuentra él. Creo recordar que cuando soñabas mencionabas un lago helado, frío.... ¿Y si Benaldamat está en ese lago con el que soñabas?

Y otra voz...

- Espero que podemos hacer algo

Había una tercera persona...

-Si necesita curación y podéis otorgársela, sea cual sea, no será en vano si no ocurre nada, solamente descubriremos que no surge efecto y nos dará más pistas para segur avanzando en su curacón.

Finalmente, escuchó la voz de su compañero Rashat.

-Es una caja inereb. Se lo regalaron a Benaldamat los Hombres del Bosque. Conserva las propiedades de las hierbas, pero hay más...

Al elfo se le iluminó la mirada, - Puede que sea suficiente. ¡Rápido, buscad un cazo en el que poner a calentar agua!.... Usaremos estas.- Aeldric cogió todas las hierbas de Rewk y Thurl y las preparó para la infusión.- Probaremos primero con las hojas de Rewk, si no surten efecto entonces usaremos Thurl.- 

El elfo se acercó de nuevo al guerrero, -Benaldamat, lucha por volver. Eres fuerte, no te rindas al sueño... Tienes una misión para con tus dioses, no desistas y falles en tu misión. Este mundo necesita al campeón mestizo.- Mientras sus compañeros buscaban lo necesario, Aeldric no cesaba en hablarle a Benaldamat, sabía que escuchaba y había que aprovechar eso.

Anael lanzó al aire al búho quien en seguida se posó en una roca cercana. Al momento se puso en un lateral e hizo un fuego* con su pedernal y unas cuantas pajas y ramas secas que encontró por las cercanías. No había tiempo que perder por eso el hombre actuó de aquella manera, si no tal vez se hubiera pensado si hacer o no fuego en aquel lugar que daba tan malas vibraciones.

Luego colocó un cazo sobre el fuego, en el que vertió algo de agua que llevaba en su odre.

-El fuego está listo y el agua pronto comenzará a hervir.

Anael no era ducho en preparar ungüentos curativos, por lo que después se apartó a un lado para que los demás hicieran el resto.

Ragi ayudó en todo lo que pudo a sus compañeros. Su conocimiento de las plantas curativas era vago e inexacto pero comprendía como las infusiones podían sanar a una persona.

Se acercó a su protegida y la abrazó con cariño.

-Todo saldrá bien

Benaldamat escuchaba a su amigo Rashat, a Enila... Estaban intentando sacarlo de donde estuviera. No era la primera vez que Benaldamat estaba atrapado en algún lugar del mundo Onírico, y esta vez volvería a salir.

Con fuerzas renovadas, el Guerrero Onírico hizo acopio de todas sus fuerzas y canalizando la misma energía que lo movía a comunicarse con Enila, el amor que sentía por ella, la utilizó para emitir un pulso de energía que lo catapultaría hacia sus amigos. Ya no había barrera de hielo que los separara, ya lo quedaba estaba solo en la mente del Guerrero Onírico y debía salir de ahí.

Notaba como la energía se acumulaba en su Fëa, como lo iba alimentando y revitalizando, la única barrera que quedaba era él mismo, y estaba dispuesto a romperla para llegar a Enila. Intentaba mover la mano en la que Enila había puesto la piedra, pero no en este plano, sino en el mundo físico. De pronto su mano, instintivamente repetía unos movimientos secuenciales una y otra vez, los mismos que realizaba cuando tallaba el caballo de la niña. Sí, ese era el camino.

Ambas manos bailaban con un ritmo frenétio, una apretaba la piedra lunar, la otra tallaba el caballo. Todo le llevaba hacia Enila, todo su camino giraba en torno a ella, y todos sus pasos la conducían a ella.

Ahora no iba a ser diferente...

Su Fëa emitió un fuerte destello de luz, como el aura con el que lo bendecía Irmo antes del combate, pero era diferente y de una intensidad muy superior. Sintió un nuevo torrente de energía por todo su cuerpo.

I lume Itulie.

Aeldric se dispuso a echar las hierbas al caldero y se paró de repente. Percibió un tacto y olor de esas hierbas. - Estas hierbas son para curar su cuerpo... Y su cuerpo esta perfecto. Rashat, ¿no tienes algun otro tipo de hierba? ¿No hay alguna hierba que soliese tomar a menudo?- preguntó el elfo guerrero antes de comenzar a hacer la infusión por si acaso.

Rashat miró a Aeldric y finalmente asintió. -Sí, recuerdo unas hierbas que Benaldamat solía fumar. Luego dejó de hacerlo, pero seguro que guardó algunas.

Rebuscó en la caja de hierbas, pero no las veía. Entonces regresó al caballo de Benaldamat y en la alforja encontró alguna hoja junto a una pipa. -Son estas. No sé por qué las había vuelto a usar...

En realidad no importaba si podían servir para despertarlo.

Ya tenían hecha la infusión medicinal con las hojas de Rewk. Además, echaron las hojas que fumaba Benaldamat en el fuego y dirigieron el humo hacia él. Rashat utilizó una capa para tapar la cabeza del elfo y el cazo, y así todo el humo le llegaba. El olor era algo dulzón y relajante.

Luego le dieron también las hojas de Thurl. Parecía cambiarle el color de la piel ligeramente, y ya no estaba tan frío su cuerpo. Incluso movía un poco más los dedos. Pero seguía sin despertarse de momento.

Benaldamat seguía luchando. Notó algo cálido en su boca. Un líquido revitalizante. Pero era poco, como una vela en el páramo helado. No lograba calentar su cuerpo, pero el deseo de hacerlo ya era suficiente para alentar al guerrero onírico. Estaban intentado ayudarle desde fuera. No estaba solo.

No caminarás solo. Eso lo habían prometido sus maestros de la Logia.

Luego notó un olor característico. Las hierbas que había fumado para poder andar los senderos de Irmo en sus inicios, cuando el malvado discípulo Artadel le había privado de sus poderes. Primero reaccionó extrañado, pues esas hierbas le introducían más profundamente en el mundo de Irmo. Pero luego pensó que tal vez le iban a llevar a un lugar más conocido o más seguro en este mundo, y de ese lugar tal vez iba a poder regresar con más facilidad.

¿Resistirse o dejarse llevar?

-Está haciendo algo de efecto, dijo Rashat. No podía ocultar su decepción, pues apenas se notaba diferencia en el aspecto de su compañero. Pero algo sí.

-Vamos, que alguien me ayude a buscar más hierbas en esta caja.

La caja inereb tenía multitud de compartimentos secretos que se conectaban entre ellos de formas misteriosas. Sin conocer la caja, uno podía pasar horas abriendo y moviendo las barreras de madera, y encontrar cada vez cosas diferentes.

-Si esas hierbas se las fumaba tal vez no tengan el mismo efecto hervidas que en combustión... fumaré esas hierbas y le echaré el humo a la cara a Benaldamat para que lo respire- El elfo nunca había fumado, sería desagradable, pero estaba dispuesto a salvar a ese guerrero. -Mientras se prepara la hierba para fumarla buscaré en la caja inereb a ver si me suena alguna de las hierbas.- Aeldric le cedió gentilmente las hierbas que fumaba Benaldamat para que se las preparara para que fueran fumadas -Por favor, Rashat. Así tengo las manos libres para encontrar más posibles hierbas útiles.- Y entonces cogió la inereb y rebuscó.

De pronto llegó, fue como el aroma de tiempos pasados, de amigos pasados, victorias pasadas... Muchos recuerdos se agolpaban en la mente del Guardian, y lo relajaron. No tardó en darse cuenta de que no estaba lejos de despertarse, pero a veces, justo cuando estabas más cerca de la meta, un muro invisible te impedía alcanzar el final. Las hierbas le daban un oportunidad de volver a su Yana...

Benaldamat se incorporó del lugar en el que estaba. Aspiró con fuerza el dulce humo que le estaban preparando su amigo Rashat, Enila y otros que no conocía pero que estaban luchando por traerlo de vuelta. Pero ahora debía dar un paso al lado para encontrar el mejor camino de regreso. Aprovechando las hierbas que le daban volvería a su Yana, para desde ahí poder volver al mundo físico...

Se sentó en el suelo en postura de meditación, como ya había hecho cientos de días. Lanzó el hechizo Olfain, que le ayudaría a concentrarse mejor. Todo estaba preparado. Lanzó una plegaria a Irmo para que lo guiara en este salto, y entonces el Guardián saltó a su Yana...

Ragi se sentía fuera de lugar en aquella ocasión. No conocía nada sobre hierbas pero quizá podría ayudar a encontrar en la caja algún recoveco o mecanismo que abriéndolo permitiera obtener algo para salvar al guerrero.

Cogió la caja de las manos del elfo y le ayudó en la tarea.

Anael, siempre dispuesto a ayudar, se puso de rodillas detrás del guerrero incosciente. Con un brazo le sujetó el cuerpo para que no se ladeara y con el otro le echó la cabeza hacia adelante y haciendole un masaje en la garganta para que deglutiera y así el líquido que le estaban echando le llegara hasta la tripa y no a los pulmnes. No era la primera vez que hacía esto, pues en más de una ocasión había ayudado a uno de sus compañeros a comer y beber cuando estaba incosciente.

Luego dejó tendido nuevamente el cuerpo de Benaldamat en el suelo y dejó a sus compañeros que siguieran con las curaciones.

Cuando Rashat pidió ayuda para buscar más hierbas en la caja, se acercó a donde éste estaba y entre los dos buscaron la forma de encontrar y abrir más compartimentos secretos que la caja pudiera contener.