Partida Rol por web

Los dedos ágiles de Ragi encontraron alguna hierba más que podía servir¹. Mientras tanto, Anael siguió preparando las infusiones, y Aeldric rebuscaba en los cajones ocultos aunque con menos fortuna.

El cuerpo de Benaldamat se movía ligeramente. Los dedos parecían responder a los estímulos, e incluso abrió la boca para beber más. Se estaba despertando por fin...

-Vamos Ben. Sigue mi voz, dijo Sir y le acarició la cara. -Soy yo. Te echo de menos.

-Vamos Ben. Sigue mi voz, dijo Sir y le acarició la cara. -Soy yo. Te echo de menos.

Benaldamat sintió la suave mano de la niña en su rostro. Era dulce y cálido abrazo en medio del frío. Siguió la voz, trató de alcanzarla. Bebió todo lo que le estaban dando, inhaló el humo, se dejó llevar.

Y poco a poco, sintió cómo su cuerpo cruzó el umbral para regresar al mundo físico. Sintió el poder de Irmo presente en aquel momento, y alabó al vala de los Sueños y de las Esperanzas. A Irmo le debía casi todo.

Aeldric, contento con ver los signos de vida que daba Benaldamat, comenzó a fumar de la hierba que el guerrero solía fumar mientras el resto preparaba las infusiones necesarias. Cuando el elfo absorvió la hierba combustionada comenzó a sentir un ardor insoportable en la garganta y un sabor bastante desagradable en su paladar y entonces tosió dejando salir de su boca el humo que podría haber aprovechado en Benaldamat. Acto seguido volvió a fumar otra vez y trató de aguantar las ganas de toser para acercarse al rostro del semielfo y expulsar de sus pulmones el humo que había inhalado para que el guerrero inhalase dicho humo.

Aeldric repetía esta acción una y otra vez, cada vez le irritaba menos la garganta el fumar esta hierba y estaba acostumbrándose a ese sabor que sabía a rayos, pero no cesaría en echar humo al rostro de Benaldamat hasta que este despertase.

Anael cogió las hierbas que había encontrado Ragi en la caja y preparó una nueva infusión con las mismas. Esperaba que el guerrero por lo menos saliera de su inconsciencia, pues ya había dado síntomas de movimiento en varias partes de su cuerpo. Parecía que se encontraba algo mejor.

El hombre no podía imaginar qué es lo que le había pasado, pues no mostraba síntomas de lucha ni de que hubiera sufrido enfermedad alguna. Esperaba que el propio semielfo les contara qué es lo que le había pasado para estar en aquel estado.

Benaldamat escuchaba lejana la voz de Enila. La niña por la que eligió una vida mortal. La niña que lo guiaría en su camino. Pero la niña que dejó oculta hace algunos años, había crecido y con ella su fuerza…
La voz de Enila era una llamada al Guardián, y lo guiaba en el sendero tortuoso que había recorrida para encontrar el camino de vuelta. Y así fue como el Guerrero Onírico que andaba perdido en los tejidos de los mundos, regresó a la voz que juró proteger.
Poco a poco comenzó a sentir de los miembros entumecidos. Intentó abrir los ojos, pero no tenía fuerzas, o aún no podía controlarlos. Intentó mover las piernas, y tampoco podía. Antes de que le invadiera el pánico, se dio cuenta de que podía mover las manos, y los brazos. Entonces alzó su brazo lentamente buscando la voz que lo llamaba, ansiando que fuera real y que tras esa voz estuviera ella. Su respiración se aceleró a ritmo frenético mientras su mano buscaba a Enila…
Había cruzado mares, había cruzado la Tierra Media de extremo a extremo, había entrado en Gorgoroth, se había enfrentado a un sinfín de enemigos. Había conocido criaturas tan antiguas como la Tierra que pisaba, y había cruzado el tiempo y duplicado su existencia para salvarle la vida, y por fin podría reunirse con ella y ya nada los separaría…
 

La respiración del Guerrero Onírico se aceleraba hasta alcanzar un ritmo frenético. De pronto comenzó a mover las manos al principio sin control aparente, movimientos torpes y sin sentido. Pero rápidamente pudo controlar los movimientos de los brazos, y comenzó a buscar lentamente la voz que lo llamaba. Su mano se movía ahora despacio, con miedo de que la voz pudiera apagarse otra vez…

Aeldric tosió y escupió el humo que le quedaba de fumar en los pulmones al ver la escena. - Está despertando.- Dijo el guerrero elfo escuetamente, quedándose boquiabierto, viendo como el guerrero onírico movía sus extremidades como buscando algo, y entonces miró a Enila. -Vamos, pequeña, no hagas esperar a tu amigo y dale ternura, la misma con la que le has traído de vuelta. Pero no desistamos todavía, puede que tengamos que seguir un poco más hasta que al menos abra los ojos.- Y el elfo siguió fumando, le estaba empezando a coger el gustillo.

Emocionada, Sir le agarró la mano a Benaldamat. Lágrimas brotaban de sus ojos, y le costó articular palabra. Aquí, en este mundo, ella no era más que una niña. Aunque en el mundo invisible, en el mundo de Irmo, su poder aumentaba día a día.

-Bienvenido, mi Guerrero de los Sueños, dijo y sonrió.
 

Poco a poco, el cuerpo del guerrero místico comenzó a responder. Sus movimientos eran poco más que espasmos, y cuando finalmente abrió un ojo, no lograba fijar la vista aún. Estaba agotado y nervioso a partes iguales, y temblaba de frío y de ansiedad. Pero estaba regresando.

Siguieron dándole hierbas y charlando con él, y a medida que pasaban los minutos, Benaldamat volvía en sí.

Por fin el guerrero abria los ojos. Se notaba que aun estaba cansado y muy débil, pero ya estaba con ellos. Les había costado bastante y habían gastado muchas hierbas que sin duda les hubieran venido muy bien más adelante.

Espero que merezca la pena y que sea alguien muy importante para la niña- pensó Anael mirando al guerrero y luego a la pequeña quien mostraba una cara alegre por la recuperación de este.

El explorador se alegró de que, por fin, algo saliera bien.

-Una buena señal-dijo Ragi a medida que el guerrero iba despertando-. Espero que todo siga, ahora, con buenas señales.

El joven estaba contento por la nueva situación pero, aún con ello, se sentía nervioso con la misión que todavía tenían por delante.

-Bienvenido de vuelta, Ben, dijo Rashat y por un momento las duras facciones de su rostro parecían suavizarse. -De dónde sea que vengas...

No preguntó más, al menos de momento. Había compartido largos trayectos con el paladín de Irmo, y sabía que seguía un sendero de las visiones que le guiaba. No compartía su fe, pero la respetaba.

El Guerrero Onírico alzó su mano y asió el brazo de Rashat, su fiel amigo y custodio. Su compañero de “El Camino”. Nunca habría imaginado tal compañero, pero había demostrado su valía y lealtad hasta fuera de cualquier límite. Lo había seguido más allá de la comprensión y lo había custodiado en el momento más difícil.
Un susurro ronco se escapó de los labios del Guardián.
- Gracias amigo.
Entonces se volvió a Enila. La miró a los ojos, y se perdió unos instantes en ellos. No lo podía creer. Estaba a salvo, y estaba con él. Benaldamat la rodeo con su brazo abrazándola y la retuvo un rato junto a él.
- Nunca te dejé sola Enila. Nunca te dejaré sola…
Su voz sonaba emocionada, y se rompía por la intensidad de lo que estaba sintiendo en aquél momento el Guardián.
Pasaron unos minutos, en lo que parecía un eterno abrazo. Cuando su corazón y su alma encontraron consuelo, entonces tuvo ojos para los demás.
Los miró uno a uno a los ojos. Intentó averiguar lo que le estaban dando. Entonces aspiró el dulce humo de las hierbas que utilizaba para sus meditaciones y vió al elfo que junto con Enila escuchaba cuando estaba al “otro lado”. Sonrió el Guardián.
Con las fuerzas que le permitía su cuerpo, les preguntó sus nombres y volvió a guardar silencio.
 

Aeldric miró contento al campeón de la dama de la luz pero no lo mostró en su rostro salvo en su mirada. Al fin nuestros esfuerzos se ven recompensados pero el elfo tenía preguntas. -Soy Aeldric Kininward, protector del Camino de los Errantes. Hijo de Beldar Kininward y portador de la espada Anar Ilfirin.- El elfo acarició la empuñadura de su espada para recordar quién era y qué no debía repetirse durante el resto de su vida.

-Has dicho que nunca has abandonado a Enila, mas tú no has sido quien la ha sacado de Sil Aüresse mientras era atacada. Ellos...- Señaló el guerrero a Ragi y Anael con la cabeza -Ellos la han protegido con sus vidas hasta ahora. Merecen tu agradecimiento.-

El silencio en la estancia era claro, y el elfo respiró hondo antes de comenzar a preguntar. -Tengo entendido que eres el campeón de la Dama de Luz, ¿dónde estabas mientras Sil Auressë ardía? ¿Con Ayla, por eso estabas tan débil? ¿Por qué no estabas en el momento y lugar apropiados para proteger a Enila si esa era tu misión?- Una mueca de repugnancia recorrió el rostro de Aeldric -Soy un hipócrita porque pongo en duda tu obligación para con la Dama Ayla cuando yo fui uno de los primeros en abandonar su misión para seguir sus intereses personales, pero tan solo quiero saber qué te ha llevado a ese estado, y además quiero ser un ejemplo de lo que no hay que ser ni hacer... Si yo hubiese estado en mi guardia tal vez podría haber estado en Sil Auressë para proteger a Enila.- El guerrero portador de Anar Ilfirin no parecía ser capaz de perdonar sus errores. 

El Guerrero Onírico, el Campeón de Irmo e hijo de Yavanna, el Guardián miraba inquisitivamente al elfo que le hablaba.

- Muchas preguntas para responder en tan poco tiempo Aeldric Kininward, Hijo de Beldar Kininward, portador de la espada Anar Ilfirin, protector del Camino de los Errantes.

Benaldamat había visto al elfo pero no recordaba donde…

- A veces, lo más difícil es perdonarse a uno mismo. – Benaldamat apretó suavemente la mano de Enila y la miro por un momento.- Pero la Dama Aylarien seguro que habrá entendido que llega un momento en que uno debe iniciar su propio camino, y que hay otros deberes que uno no puede demorar, y otros a los que uno debe enfrentarse solo. Yo no estoy al servicio de la Dama, de hecho a penas la conozco y mi encuentro con ella solo se debió a que Enila estaba en Sil Aüresse. Solo me debo a los designios de Irmo y Yavanna, que son mis guías, y Enila es la luz de mi camino.

Benaldamat hizo un pausa y volvió a mirar a Enila para asegurarse que era cierto que volvían a estar juntos.

- Ella no es mi misión, es mi destino… Y en el suyo estoy yo. Desde que la conocí lo supe. Por eso he dedicado desde el momento que el destino nos unió a protegerla. Al principio tuve que dejarla a buen recaudo, pues el mero hecho de que estuviera a mi lado era un peligro para ella. Así que anduve por la Tierra Media distrayendo a nuestros enemigos, hasta que pude acabar con ellos. Eso fue unos días  antes de que el Sol se apagara. El día del Astquelion, me hallaba en Annúminas combatiendo a las huestes de la Oscuridad y protegiendo al Rey de Arthedain. Y a mí vuelta con mi amigo Rashat, fue cuando sentí que ella estaba en peligro. Sentía que algo no iba bien, y la piedra no brillaba.

La angustia se reflejaba en el rostro de Benaldamat.

- El destino de muchos estaba en peligro, y Enila me necesitaba. Una piedra sagrada había sido profanada, y tenía a Enila atrapada de algún modo. La puerta del vacío iba a ser abierta. Se avenía un mal que ningún ser que camine por esta Tierra iba a poder afrontar. Y entonces Irmo Señor de los Sueños y de las Visiones, me convocó. Y fue su gracia la que hizo traspasar los velos del espacio y del tiempo, y pude volver tiempo atrás para afrentar ese mal. Fue así como con la forma de un búho pude seguir a un grupo que partieron de Sil Aüresse, encabezado por Denelloth. Ciertamente no tenían ninguna posibilidad de deshacer el mal que estaba siendo invocado, y por eso Irmo me envió a asistirles en un momento imposible.

Benaldamat paró unos momentos para descansar y volvió a beber el brebaje que le habían preparado.

- Todo parecía perdido, pero entonces pude hacerme presente en el círculo maldito, mi forma se hizo presente en un lugar lejano y en un tiempo pasado. Y con la gracia de Irmo y Yavanna y los campeones que fueron enviados de Sil Aüresse, pudimos derrotar al mal que amenazaba esta Tierra, y con ello Enila despertó. Sin embargo, el esfuerzo que hice me dejó sin fuerzas para poder “regresar” y me perdí en los círculos de Arda, custodiando Rashat mi cuerpo hasta que vosotros me habéis convocado, mostrándome el camino de regreso.

Benaldamat volvió a mirar a Enila

- Por ello, ciertamente os estaré eternamente agradecido por haberla protegido durante este tiempo y por habernos reunido de nuevo.

Benaldamat los miró a todos y se llevó el puño al pecho mientran inclinaba levemente la cabeza a modo de agradecimiento.

- Desconocía que Sil Aüresse ha ardido, ¿Qué es lo que ha pasado? Y ¿Cómo me habéis encontrado?

El elfo asintió en silencio. No esperaba menos del legendario guerrero de Irmo.

 -Descansa pues todo lo que necesites hasta que te sientas con energías de moverte. Tenemos todo el tiempo del mundo. Esperaremos aquí lo necesario.- 

Aeldric se sentía satisfecho de los resultados que habían obtenido desde que se encontró con sus compañeros. Momentos de paz....demasiado largos. Tanta paz no es normal, tarde o temprano se acabará. El elfo se aferró más a su espada y descansaba apoyado contra una pared del refugio. Las hierbas del guerrero de cabello de plata no le habían sentado muy bien, tal vez echase una cabezada...

-Esas hierbas tuyas que fumas...son fuertes...-

El joven explorador no intervino en la conversación puesto que lo consideraba innecesario. No tenía nada que aportar a sus compañeros más que su propia pena de haber estado lejos cuando comenzó el ataque a Sil Auressë pero ya no había nada que hacer sobre ello más que continuar hacia delante.

-¿Cuál es ahora nuestro objetivo?-preguntó mientras se apoyaba en una piedra-. Una vez te recuperes quiero decir...-

Sabía que partir antes de que todos estuvieran bien sería un riesgo demasiado grande pero la espera empezaba a ser eterna y había muchos peligros que seguro estarían dispuestos a alcanzarles mientras estaban parados.

Anael miró al guerrero como despertaba y se alegró. Si bien su semblante no cambió un ápice en su perpétua máscara marmórea ajena a sentimientos y otros afectos.

-Yo soy Anael, y junto con Ragi...bueno y otras personas que ya no están, nos mandaron preoteger a la niña sacándola de Sil Auressë para que no le pasara nada -dijo y luego se calló como si ya hubiera dicho todo lo que tenía que decir.

Luego escuchó a sus compañeros y esperó a ver si decían cuál sería su próximo paso a dar.

El Guerrero de los Sueños había regresado a este mundo, y ahora los que protegían a Enila, o Sir como era conocida en Sil Auressë, tenían que decidir el siguiente paso a tomar.

La misión de Anael, de Ragi y también de Aeldric había sido alejar a la niña del peligro de la guerra. De eso habían pasado ya semanas. La guerra sin duda había terminado ya, pero el desenlace era desconocido para los allí presentes.