Partida Rol por web

Or 'waith bain nura Anor
A panlû elin cuinar
Ú-pedithon 'i-aur gwann'
Egor nai îl 'namarië'.

Incluso la oscuridad debe pasar. Llegará un nuevo día. Y cuando el sol brille, brillará con más claridad.

Después del Astquelion, el Sol brillaba con más fuerza de lo habitual, como si se esforzara por ahuyentar los fantasmas del miedo y de la desesperación que se habían anidado en los corazones de los hombres y de las mujeres de aquella tierra castigada. La esfera negra que había devorado al orbe luminoso, lo había derrotado ante la incredulidad y desazón de todos. No obstante, incluso en la hora más oscura, el coraje y la fortaleza de unos pocos lograron mantener viva la esperanza cuando todo parecía perdido.

Lucharon con la rabia de sus corazones por la luz que se moría.

La luz de Sil Auressë, la brillante luz del amanecer y de la esperanza.

Ahora, en aquel nuevo día y en los nuevos días por llegar, el Sol les quería mostrar su gratitud por aquella defensa. La guerra no había terminado, pues las huestes seguían siendo numerosas. No obstante, la luz siempre regresaba, por muy oscura que fuera la noche. Al final, siempre llegaba un nuevo amanecer, y los defensores de Sil Auressë se sentían dichosos por poder contemplarlo. Y recordaron a los victoriosos caídos en las batallas habidas, a aquellos que ya no iban a ver este nuevo día. Un nuevo comienzo que se había ganado con gran dolor, con acero y con sangre.

Agnor y Girion

Agnor y Girion maniobraban sus caballos con cuidado. Llegaba por el camino del río, y ya tenían delante los molinos abandonados por la guerra. De allí el camino seguía hasta el vado, con la aldea a la derecha y el castillo en lo alto. Después de todo lo recorrido en las últimas semanas y en los últimos meses, el regreso a Sil Auressë tenía un significado particular para cada uno.

Agnor portaba en el antebrazo el ribete rojo, símbolo de los seguidores de Lord Echorion. Había salido a buscar ayuda, y ahora llegaba como el primero de los Garan Gwalorn. A su lado cabalgaba Girion. El joven había llegado en a la aldea en contra de su voluntad acompañando a su padre Gildur hace ya meses. Gildur estaba ansioso por enseñarle a su hijo la grandeza perdida, el legado de Númenor. Eran una familia bien posicionada, y Girion se había acostumbrado a ciertos lujos que en la academia de Sil Auressë no existían. Pero se adaptó, y más allá de eso, cuando la oscuridad amenazó la aldea y la región, Girion se había visto involucrado en todo tipo de investigaciones, misterios y misiones suicidas que habían culminado en el monolito ancestral donde se estaba llevando a cabo un ritual liderado por Gothdush, el maligno sacerdote que había convocado las huestes orcas.

Con todo esto en mente, los dos se vieron sorprendidos por un guardia del enemigo. Se trataba de un murciélago que de repente salió de su escondite detrás de los dos, y voló por encima hasta llegar a uno de los molinos. En realidad, eran batanes de cierto tamaño, y al parecer los murciélagos se habían apoderado de varias de estas estructuras. Se podían ver más de aquellos murciélagos gigantes en los batanes más alejados, pero el que había visto a los dos se encontraba en el que estaba situado a unos quince pasos. Más lejose, se podían ver pequeños campamentos de orcos y de huargos.

Agnor y Girion

Agnor se sobresaltó por el maldito murciélago gigante, pero contuvo el nervio y tuvo los reflejos suficientes como para tirar de las riendas y así evitar que Atreo se asustara.

Con un gesto, sin hablar, mandó detener la marcha. El monstruo los había descubierto y eso era la peor forma de empezar la exploración. Un murciélago podía avisar de su presencia a todos los enemigos de alrededor. Quedaba la opción de desistir y darse la vuelta o aventurarse. Si conseguían eliminar a esa criatura quizá pudieran adentrarse más en el valle e investigar mejor la situación del enemigo.

Siempre en silencio, calmó a Atreo y desmontó, sin perder ojo de la criatura. Despacio, sin aspavientos, sacó el arco, un arma secundaria para él y lo preparó. Recordó su mayor éxito: matar a un trol de un único disparo. Dudaba de que nunca pudiera repetir aquella gesta. Y, sin embargo, en ese momento matar a un pajarraco oscuro era más importante que haber acabado con aquel monstruo gigante. Se jugaban mucho más.

Ya armado, le susurró unas palabras tranquilizadoras a Atreo y espero que Girion se preparara. Era el momento de escurrirse entre los matojos y moverse con suavidad. El murciélago sabía que estaban ahí, pero era necesario acercarse sin asustarlo.

Agnor y Girion

Girion también desmontó, y junto a Agnor comenzaron a andar con el mayor de los sigilos hacia el batán donde se ocultaba el murciélago.

Habían caminado unos 10 metros cuando el ave salió de su escondite, pero se quedó observando a los dos hombres que se le acercaban con los arcos preparados. Lentamente, paso a paso iban reduciendo la distancia. Confiado tal vez en su propia habilidad, o tal vez confundido acerca de cómo proceder, el animal esperó.

Cuando estaban a unos treinta pasos, el cuerpo se tensó y no podían esperar más para disparar. Girion fue el primero en apuntar y su arco largo soltó una flecha. Acto seguido, el arco de Agnor hizo lo propio. Pero el murciélago esquivó las dos flechas sin aparente esfuerzo y remontó el vuelo aunque revoloteó y permaneció debajo del pequeño tejado del batán.

Agnor y Girion

-Intrusos, gggiiiikk, intrusos, parecía decir el animal pero el sonido del agua impidió que se escuchara. Quería alejarse de los dos hombres y de sus arcos, pero al mismo tiempo el odiado sol había regresado, y parecía brillar con más fuerza que nunca. Se ocultaba de los rayos debajo del cobertizo y buscaba un refugio más alejado del peligro.

Necesitaba avisar a los demás.

Agnor y Girion

El disparo erró y el de Girion lo acompañó. Aquello rozaba la alarma. El animal se movió y trató de dar la alarma, pero era evidente que la luz del sol le dañaba el espíritu negro.

No habría más oportunidades. Agnor tomó otra flecha, la puso en el arco y apuntó. Pero antes de disparar le pareció que las plumas estaban dobladas. Estaba perdiendo un tiempo precioso. Quitó la flecha para comprobarlo.

—Maldición…

Inspeccionó la flecha. Las plumas estaban bien en realidad. Pero con el cambio había perdido la oportunidad.

—Girión...—solicitó murmurando, deseando que su disparo fuera el definitivo.

Agnor y Girion

Del rabillo del ojo Girion vio cómo Agnor dudó en el momento clave. El murciélago salió de su escondite, y remontó el vuelo desafiando al sol. Era ahora o nunca. El joven esperó su momento. Soltó la flecha...

¡Y esta vez dio en el blanco!

La flecha impactó cerca de la cola, y el murciélago comenzó a girar sobre sí mismo. Pero logró recuperarse y seguir volando, aunque sangraba bastante y cuando había recorrido tan solo veinte metros más, cayó en picado hasta zambullirse en el río.

Los dos se quedaron unos instantes esperando a ver qué pasaba. Por si el ruido había alertado a más vigilantes alados. Y así fue, pues en cuestión de pocos segundos más murciélagos salieron de otros batanes más alejados. Cinco en total, pero no estaba descartado que dentro de las estructuras se escondieran más.

Los cinco que ahora subían hacia arriba se hallaban lejos, y aún no habían localizado el origen de los ruidos. Pero desde su posición privilegiada iba a ser cuestión de poco tiempo.

Agnor y Girion

Aquella maniobra no había funcionado como deseaban. No podían seguir por aquella senda y, si persistían, serían descubiertos y pronto rodeados. Entonces, no podrían avisar a los demás del peligro. Era el momento de volver.

—Volvamos. Nada podemos hacer aquí ya.

Agnor volvió agachado hasta los caballos y los calmó. No montó, sino que tomó a Atreo de las riendas y lo condujo de vuelta por donde habían llegado. Evitaba así ser un objetivo fácilmente visible por los monstruos que habían alzado el vuelo. Con suerte, el sol les quemaría la vista y ellos dos podrían escabullirse sin mayor problema.

Agnor y Girion

Derrotados por su falta de puntería, los dos regresaron a sus caballos y los alejaron del lugar antes de volver a montar. Tomaron rumbo de regreso por el camino que bordeaba el río. La entrada sin ser vistos por la zona de los molinos iba a ser tarea complicada.

Al menos, los murciélagos no parecían percatarse de su presencia y regresaron a la protección que les proporcionaban los batanes. Se escuchaban ruidos de disputa o de pelea entre las criaturas aladas. Fue entonces cuando los dos hombres comprendieron que se estaban alimentando. Un escalofrío recorrió el cuerpo de ambos al pensar de qué podía tratarse. En cualquier caso, los murciélagos gigantes le proporcionaban una ventaja importante al enemigo, aunque su poder era menor a la luz del día.

Llevaban poco tiempo a caballo cuando se encontraron con dos hombres corriendo por el mismo camino, pero en sentido contrario. Eran Belkazir y Sudwyll, los exploradores de la unidad de Theon. El cazador fue el que dio un paso al frente para hablar, mientras el umbareano Belkazir vigilaba alrededor.

Agnor y Girion

-Saludos, Agnor y Girion, dijo Sudwyll y bajó la guardia. Estaba sudando de las numerosas carreras de las últimas horas, y tenso por la proximidad a la villa. -¿Qué nuevas hay de la aldea?

Luego continuó dando una explicación corta de la situación que conocía. La unidad de Theon había alcanzado a Milzarak, a Bergil y a Khoradur. Ahora todos estaban cerca, pero parados en una granja abandonada. Theon había enviado a Belkazir y a Sudwyll, dos exploradores silenciosos, para averiguar cómo estaba el tema y para contactar con Agnor y Girion si posible.

-El plan de Theon es cruzar la colina hacia el sur y entrar desde el otro lado, y escondernos en la aldea y desde allí preparar el siguiente paso.

-Pero el tiempo corre. Decidnos, ¿qué habéis visto?

Agnor y Girion

la mala suerte les había acompañado aunque tampoco se podíanq uejar, pues los murci´lagos que habín salido de los demás batanes no les habían descubierto y eso era un golpe de suerte. Así volvieron a montar para dirigirse de vuelta y contar lo que habían visto.

Al poco se encontraron con los exploradores Belkazir y Sudwyll, eso quería decir que Theon los había mandado. Sudwyll les contó que ya habían llegado al grupo de Milzarâk, Bergil y Khôradur y eso era bueno.

-Hemos dado con un grupo de murciélagos que se enconden en los batanes -se apresuró a decir Girion. -No sé cuanto hay pero hemos contado cinco de ellos. Lo malo es que seguramente estén ahí para avisar si se acerca alguien, con lo que es posible que haya más tropas enemigas por los alrededores.

-Debemos decírselo a Theon y ver cómo actuar. No sé si es buena idea entrar en la aldea, puede que esté llena de enemigos. -pensó en alto el joven duandan.

-Rápido subid y llevadnos a esa granja, hemos de contarle todo esto a los demás -dijo Girion a uno de ellos tendiéndole la mano para que se subiera a la grupa de Viento y les llevara junto al resto del grupo.

Agnor y Girion

Belkazir miró a Girion, y luego el camino que seguía a Sil Auressë, y luego otra vez a Girion. Vio cómo Sudwyll se subía al caballo del joven dúnadan. Pero el umbareano negó con la cabeza.

-Ve con ellos Sudwyll. Yo subiré por la colina y me acercaré a escondidas hasta ver la aldea desde arriba. Estaré esperando cuando lleguéis por el otro lado, y os haré una señal para que entréis.

Belkazir parecía confiado en su habilidad de subterfugio, y era cierto que se movía sin apenas hacer ruido, y llevaba ropas de tonos oscuros que no llamaban la atención entre las rocas.

-La ruta por el río está descartado, Theon no debe perder tiempo esperando nuevas. Avisadle de la situación para que tome la otra ruta bordeando la colina hasta llegar a la aldea desde el sur.

Los exploradores fueron informados de las noticias y los siguientes pasos fueron determinados. Uno de ellos, seguramente más capaz que Agnor, se infiltraría para reconocer el terreno.

—Nos reuniremos con el resto—dijo Agnor, asintiendo a la propuesta de Belkazir—. Vamos, aprovechemos el día que nos regala el sol.

Agnor y Girion

Tras ayudar a Sudwyll a subir a la grupa de Viento, Giron escucha a su compañero Belkazir y luego a Agnor. Sin duda estaban en una situación complicada, estaban muy cerca de Sil Auressë pero el enemigo controlaba los puntos de acceso. Sin duda algunad debía cmentárselo a Theon y encontrar una manera de entrar en la fortaleza.

-Sí, vayamos a reunirnos con el resto y para contarle lo que hemos visto.

Tras decir esto y despedirese de Belkazir, el joven dunadan espoleó a Viento para que se dirigiera al encuentro de sus compañeros.

Agnor, Girion, Theon, Milzarak, Bergil

Agnor, Girion y Sudwyll cabalgaron veloces en aquel día, como si quisieran atrapar cada instante de luz que se les brindaba. Una luz, y una esperanza. Fue lo primero que confirmó Sudwyll al bajarse del caballo. El explorador no había llegado hasta Sil Auressë, pero Girion y Agnor sí lo habían logrado, y habían visto algo de la situación general. El castillo resistía. Había campamentos o grupos enemigos, pero no había lucha. Y bandadas de murciélagos se habían adueñado de los molinos cerca del río, haciendo ahora funciones de vigilancia.

Agnor, Girion, Theon, Milzarak, Bergil

-Ellos os lo podrán con más detalle, dijo el cazador y aceptó la cantimplora de agua que le ofrecía Faelimir. -Belkazor siguió, por encima de la colina. Es sigiloso. Va a llegar hasta la aldea, y explorarla, informó.

Agnor, Girion, Theon, Milzarak, Bergil

Mientras se ponían al día, Faelimir dio la orden de ponerse en marcha. La ruta parecía clara. Cruzar la meseta y entrar desde el sur para poder ir directos al refugio de la aldea sin pasar por la zona de los murciélagos.

Agnor, Girion, Theon, Milzarak, Bergil

Bergil caminaba cautelosamente, a pesar de que toda la zona le era familiar, como si fuese su hogar, se sentía como si estuviese en territorio enemigo

Y en cierto modo ahora lo es

Pero el nuevo día había renovado sus esperanzas. Incluso cuando todo parecía perdido, su señor Khöradur, a pesar de sus heridas seguía vivo y había esperanza de que se recuperase si llegaban al castillo. El ejército de Sil Auressë no había sido derrotado contra todo pronóstico.

Vigilaba a su señor, parecía que Khôradur aguantaba el ritmo y su aspecto seguía igual

No es mala señal

Pero sabía que las dificultades no habían acabado y que se volverían a encontrar al enemigo, tarde o temprano

Agnor, Girion, Theon, Milzarak, Bergil

Milzarâk se estremeció al recordar a esas malditas bestias. Una casi consiguió arrancarle el brazo.

- Cuando llegamos al castillo había tres manadas de huargos de una docena de ellos cada una. Estaba a ambos lados del río, pero al desalojar a los habitantes de la aldea y refugiarlos en el castillo creo que todas las manadas se concentrarían en el otro lado del río.

El recuerdo de su salida del castillo hizo que un rubor rojizo de vergüenza apareciera en su rostro.

- Cuando salí del castillo con el mensaje el caballo me jugo varias malas pasadas y no pude observar exactamente cuando huargos había en los alrededores. Sólo se que nada más salir me encontré rodeado de 3 de esas malditas bestias y pude escapar por los pelos.