Partida Rol por web

(…)
Podré pasar por mil batallas,
Podré pasar por mil infiernos,
Pero seguiré de pie,
Seguiré avanzando hasta el fin,
Por mi sangre corre sangre de guerreros
(…)

Khôradur había participado en grandes batallas en los últimos años. La Batalla de Metraith, las guerras de Dol Caladir, el gran Saqueo de Pelargir, y una serie de incursiones corsarios por las costas de Belfalas. Pero uno nunca se acostumbraba del todo. Nunca llegaba a ser algo rutinario. Cada batalla era diferente, y el destino pendía de un fino hilo. Cualquier paso en faso, cualquier pequeño detalle podía convertir la victoria en derrota.

Miraba el paisaje que se abría ante él…

Unas colinas cubiertas de árboles se erguían enfrente de las tropas de Sil Auressë. Los orcos aguardaban al otro lado, y también escondidos en distintos puntos. Cada vez eran más numerosos, y cada vez se hacían ver con más frecuencia. Pero no atacaban. Algo o alguien sujetaba las riendas de la bestia que era la hueste convocada. Algo les obligaba a esperar. El sonido de los tambores se seguía escuchando cada poco tiempo, haciendo mella en la moral de las tropas a las que había pasado revista.

Junto a Khôradur, tenía a sus sargentos disponibles: Parthil, Faelimir, Leaniach y Eliver. Luego estaba Walec al mando de sus guardias en el centro. Y también a su escudero y a Barendil. Los soldados estaban formados en seis grupos de siete, y la milicia en ocho de veinte liderados por un instructor.

Estaban esperando la información de los exploradores, que deberían llegar en cualquier momento.

Khôradur observaba la distribución de sus tropas. Contaba con cuatro sargentos, Barendil y a Walec, encargado de los guardias.

-Parthil, Faelimir, Leaniach y Eliver, he pensado en distribuiros al frente de las tropas en los flancos. Nosotros nos encargamos del centro, junto con los soldados de Walec. Podemos combinar grupos de soldados y milicia, para equilibrar mejor las fuerzas, dos por flanco, y estarías al frente de un grupo de soldados y otro de milicia, cada uno. Esto de momento a la espera de tener más información. El resto de tropas quedarían a la espera de instrucciones ya sea para reforzar posiciones o para otra función según la necesidad

Miró a sus hombres

-¿Opiniones?

-Me parece bien, comentó Leaniach sin titubear. -Me situaré aquí, en el flanco derecho, más alejado. Tengo pocos jinetes, pero desde allí podemos cargar por este terreno abierto.

Daba la sensación que Leaniach había nacido encima del caballo. Pero no contaban con caballería en número. Pero desde el flanco algo adelantado, tenía mayor capacidad de maniobra con sus caballos.

-Yo ocuparé la zona entre Leaniach y el centro. Eliver y Faelimir en el otro flanco, estando Eliver más alejado, ¿os parece bien?

Cuando vio que los otros sargentos asintieron, miró a su sobrino Faelimir. -Nada de locuras, nuestra fuerza está en las posiciones defensivas.

grupo1. 88-81: volvió y con información
grupo2: capturado,- muerto / parte, sin información
grupo3; capturado, prisionero
 

Los sargentos ya tenían asignados sus puestos y responsabilidades, pero antes de que pudieran abandonar la reunión para reorganizar las tropas, llegaron nuevas de los exploradores. Al final fueron enviados seis hombres, separados en tres parejas. Según les informa un mensajero, habían regresado dos y en ese momento se dirigían al pabellón para informar de los detalles junto al cazador Sudwyll quien había sido el que los había escogido para la misión. -Dos regresan. Otros no han corrido la misma suerte, según dicen, añadió el soldado y se fue a entregar otro mensaje.

Al escuchar las palabras de sus hombres, Khôradur sonríe.

-Bien, entonces esto queda así, esperaremos a....

Un mensajero llega al pabellón, Khôradur levanta la cabeza y al verle le hace señas. Las nuevas que trae no son del todo optimistas. De seis exploradores, han regresado sólo dos

Cuatro desaparecidos....

Khôradur espera ansioso a los exploradores, mientras en su rostro se refleja la rabia y el dolor por la pérdida de los cuatro hombres

El joven cazador se adentró en el pabellón. Saludó en silencio a los presentes y se ajustó la venda que llevaba en la cabeza. Una flecha orca casi le había matado mientras traía de vuelta a los exploradores. Junto a él estaba el soldado de origen umbareano Belkazir. Se había ofrecido voluntario para acompañar a Sudwyll.

-Señores, nos estaban esperando, comenzó. Era consciente de que los líderes querían saber cuánto antes lo sucedido. No era un hombre habituado a tratar con nobles y con superiores. –Los dos que han regresado me han contado bastante acerca de la hueste. Es numerosa, y cuenta con orcos de todo tipo, pero también con media docena de trols y al menos dos manadas de huargos.

-Así es, confirmó el soldado. –De los tres grupos, uno logró averiguar la composición y regresar. Los otros dos… Vi desde la distancia cómo rodearon a nuestros hombres. Una emboscada. Se llevaron a dos de ellos con vida, vi morir a otro. Del resto no sé.

-Belkazir arriesgó su vida para salvar a los dos que han regresado. Con su ayuda, he preparado una hoja con información aproximada de cuántos son…

Sacó una hoja de su zurrón, y la puso encima de la mesa. El enemigo era numeroso. Varias tribus orcas se habían unido bajo la misma bandera. A simple vista, eran cinco unidades de 70 orcos más o menos. En cada grupo, había diez orcos más fuertes y diez exploradores snaga.

Luego había una docena de chamanes orcos con tambores, y algunos esclavos. Trols habían visto seis, pero tal vez tenían alguno más. Por último, los huargos estaban divididos en dos manadas de diez o doce, y luego dos grupos de seis huargos con jinete.

-Los trols están juntos, y algunos orcos mejor equipados rodean un punto central donde tienen puesta la gran bandera del Enano Desmembrado. Los exploradores no pudieron ver más. Pero hay una jerarquía muy clara.

Khôradur escuchó las explicaciones con detenimiento. Apretó los puños con rabia cuando supo el destino de sus hombres

-Pretenderán obtener información de los hombres capturados, aunque su destino será la muerte cuando lo consigan, si es que no fallecen antes

Que los Valar me perdonen, espero que sea así antes de que hablen, por su bien y por el nuestro

-Trolls, esto no me lo esperaba. Los trolls y los orcos sufren con la luz del Sol. Hemos de esperar entonces que ataquen de noche. Tendríamos que intentar construir, si hay tiempo, alguna defensa contra los trolls y los huargos, aunque me temo que no hay tiempo. Lanzas y flechas tendrán que ser nuestra defensa ante ellos, porque en cuerpo a cuerpo estaremos en desventaja. Espero que el sistema de señales funcione. Si aquí hay trolls, también los habrá para el ataque a Sil Auressë.

-Seguramente los chamanes dirigirán el ataque e puede que infundan fuerza de alguna forma a sus tropas. Si acabamos con ellos, puede que consigamos algún tipo de ventaja. Los huargo también me preocupan, y más tras su llegada a Sil Auressë, parecía que algo les infudía fuerza y valor. Si todo el ejército sufre ese hechizo lo pasaremos muy mal.

-Trolls... Serán restos de los ejércitos de Dagorhir, musitó Barendil. Durante largos años, los temidos trolls del Señor de la Guerra habían azotado el corazón de Cardolan. Eran fuertes y relativamente inteligentes, y capaces de avanzar a la luz del sol, aunque no les gustaba hacerlo. -Coincido, es importante preparar algunas defensas...

De repente algo les interrumpió. El sonido de un gran cuerno, y luego tambores. ¡Llegaba desde el frente enemigo!

-¡Enemigo a la vista!, gritaron algunos soldados. Y así era. Un pequeño grupo había salido de los puestos enemigos, y portando un gran estandarte se acercaba a paso lento. Era lo único que podía ver de momento Khôradur desde su posición, al estar tapado por sus propios hombres y por la pared del pabellón donde se encontraba.

Se hizo el silencio. Y entonces un grito de una fuerza desgarradora y grotesca se escuchó por doquier. Parecía imposible que le llegara con tal nitidez, salvo que algún oscuro encantamiento hiciera más fuerte la voz del orco. Porque era un orco quien gritaba, de eso no había duda. Ninguna otra raza era capaz de producir un sonido tan horrible. Y así gritaba:

-¡¡¡¡ C O R S A R I O !!!!

Y de nuevo: -¡¡C-O-R-S-A-R-I-O!! ¡TE CONVOCAMOS, CORSARIO!

Las miradas de los presentes se centraban ahora en su comandante...

Khôradur se encontraba planificando su siguiente acción

-Bien, intentaremos levantar algunas defensas, aunque sea para ralentizarles un poco o al menos desviarles hacia algún punto concreto, así será más fácil neutralizarles, podríamos....

Los gritos de sus soldados le hicieron callar, el enemigo avanzaba

-¡Vamos!

Khôradur salió corriendo de su pabellón y se acercó hacia el punto dónde gesticulaban los soldados. No podía ver mucho, sólo lo que parecía un pequeño grupo llevando un pabellón, pero un grito le hizo estremecer, aunque permaneció aparentemente sereno, el grupo le llamaba. Le estaban convocando. Se adelantó ante la mirada de sus hombres para tener una mejor visión.

-Mi caballo, y todo aquel que desee acompañarme, no seremos más de cuatro. Si quieren hablar hablaremos. El resto quedaros aquí preparados para cualquier cosa. No me fío de esas criaturas. Parthil, Faelimir, Leaniach y Eliver, me gustaría que uno de vosotros viniese, pero no me fío, tal vez seais necesarios aquí por si pasa algo.

-Iré con vos, dijo Barendil sin titubear. –Nuestro comandante no debe ir solo, pues temo una trampa de esas viles criaturas. Pero al mismo tiempo, los sargentos debéis posicionaros en caso de que la batalla se precipite.

Miró a los sargentos presentes. Todos estaban dispuestos a acompañar al Lugarteniente. –Llevaré esto, dijo y agarró con fuerza el estandarte de Sil Auressë que estaba clavado en el suelo delante del pabellón. –¡Qué no sea la bandera del enano desmembrado la única que ondee en ese encuentro!

-Iré yo, dijo el jefe de guardia dando un paso hacia delante. –Mi guardia forma el centro de nuestro despliegue, y su misión es clara. Los sargentos necesitan estar en posición junto a sus unidades, pero yo puedo dejar a la guardia y acompañaros.

Su mirada estaba fija en los orcos que se aproximaban a paso lento. Si la situación se complicaba, Walec era uno de los mejores guerreros.

El escudero de Khôradur llegó al momento sujetando las riendas del caballo. –Yo también iré. Mi lugar es junto a mi señor.

Sin decir más, el joven se situó a la derecha de Barendil.

Y así se formó la pequeña comitiva de cuatro. Khôradur en el centro, montado en su caballo. A su izquierda Walec, con una lanza en la mano y ataviado con coraza y sujetando el yelmo para poder colocarlo rápidamente. A la derecha del comandante caminaba Barendil portando el gran estandarte de Sil Auressë. Los tres silmarils hechos con tejidos brillantes reflejaban el sol de mediodía.

Las filas del ejército se abrieron para permitirles el paso, y volvieron a cerrarse detrás de ellos. Delante de ellos se abría el campo despejado, y más lejos la colina detrás de la cual se escondía la hueste enemiga. O lo había hecho hasta entonces. Porque ahora aparecieron multitud de unidades enemigas, formadas en largas filas que ocupaban toda la extensión. No dieron un paso más, pero ocupaban gran parte del horizonte en el oeste. También levantaron rápidamente varios postes de diez metros de altura, y mientras Khôradur lideraba la pequeña comitiva al encuentro en el centro del campo despejado, pudieron ver cómo ataron a un prisionero en cada uno. En total tres. Ninguno se movió.

A medida que se acercaban, podían ver con mejor detalle a la burda imitación de un grupo de mando. El estandarte de batalla de los orcos era enorme y negro, y se decía que el Gran Estandarte tenía en su travesaño el legendario yelmo cerrado de Moria. Un artefacto de los enanos que habían recuperado los orcos del Señor de la Guerra. No era el caso del estandarte que portaban estos orcos, pero el dibujo era sin duda el de Skator-Vok-Koptog, y era el símbolo bajo el que se habían agrupado las distintas tribus de la región. El orco que lo cargaba era de cierto tamaño y de extremidades largas, pero parecía evidente que era un simple guerrero. A su derecha, en el centro, iba la figura encapuchada. Casi lo tapaba el enorme orco de piel pálida que era el que había gritado. Tenía proporciones humanas, la estatura de hombre y una fuerza descomunal. Sus colmillos afilados sobresalían de forma grotesca. Algunos ya habían visto la nueva raza de orcos que se usaban en Angmar como líderes en las huestes de guerra, o como tropas de élite. Los temidos Uruk-Hai. Pero no era habitual verlos en Cardolan.

Junto al gran uruk, en primera línea, estaba el jinete de huargo. Era si cabe más llamativo aún que el uruk. Llevaba un parche en el ojo, y era indudablemente viejo. Los orcos en teoría eran inmortales se decía, pero en la práctica su esperanza de vida era muy corta. Pero éste ya estaba en el ocaso de vida. Aún así, o tal vez por eso, gozaba de una posición elevada en la jerarquía de la hueste.