Partida Rol por web

- Sí, conozco a Eärnil y Russef, - dijo Ragi mientras trataba de dilucidar si debía confiar o no en él. - Estuvimos juntos en mi última misión, pero no sé nada de ellos desde que comenzó el ataque. -

Tenía la esperanza de que el interrogatorio se acabara ahí, aunque tenía una misión importante y necesitaba ayuda.

- Si bien es posible que el sargento Pinto, allí donde necesitan los médicos, sepa más que yo. - Definitivamente no acababa de confiar del todo en Belegun, pero quizá conociera el nombre de Pinto y pudieran hablar entre ellos cuando sus curanderos estuvieran allí.

-De acuerdo, asintió el capitán mercenario. A continuación, mandó a uno de los mercenarios a la otra parte del campamento.

-Necesito hablar con Barendil, le susurró.

Belegond le ofreció algo de guiso y pan al joven, y le hizo alguna pregunta más sobre la ubicación del escondite de Pinto.

-Os ayudaremos, dijo para tranquilizar a Ragi. Y también a Milriel, quien parecía impacientarse.

Solamente habían pasado unos pocos minutos cuando entró el soldado a quien había enviado Belegond. Junto a él llegaba un hombre de mediana edad y pelirrojo. Una coraza le protegía el pecho, y llevaba una capa roja con bordes dorados. También llevaba un ribete rojo en el hombro derecho.

Se notaba que era un hombre acostumbrado a ejercer cierta autoridad. No obstante, le dedicó un saludo al mercenario Belegond como si de un compañero se tratara. La amenaza de los huargos les había unido temporalmente, y ambos líderes valoraban la opinión del otro.

Belegond le explicó la situación y le susurró alguna cosa más, y entonces el recién llegado se dirigió a Ragi y a Milriel quien seguía junto al joven.

-Saludos. Mi nombre es Barendil, y soy el escudero de Hir Echorion, dijo ajustándose el ribete rojo. –La situación requiere tomar decisiones rápidas. Belegund se ha ofrecido llevar a un pequeño grupo de sus hombres hasta el lugar donde se encuentra el sargento y los heridos. Los traerán aquí, al campamento.

No podían dejar desprotegido el campamento, y la colina no se hallaba demasiado lejos. Intentar llevar a los heridos por las tierras de la meseta hasta el castillo o la aldea era un suicidio con las manadas de lobos presentes allí.

-Por otra parte, un pequeño grupo formado por Ragi, Milriel, una persona de mi confianza y yo mismo cabalgaremos directos a Sil Auressë. No contamos con muchos caballos, pero están descansados. Llegaremos. Y desde allí, coordinaremos con los mandos de Sil Auressë la mejor acción a tomar. Aquí, en el campamento, reuniremos el máximo de hombres listos para actuar. Y desde la aldea, les enviaremos la orden de ataque llegado el momento.

Se notaba que estaba ansioso de partir.

El capitán mercenario admiraba la forma en que Barendil ejercía su autoridad. Belegund sabía que Milriel aceptaría sin dudar la misión. Ella estaba ansiosa de participar en esta contienda.

-Ragi, ¿sabes montar a caballo?, preguntó con una media sonrisa que daba entender que partirían de inmediato.

- Me temo que no- respondió sincero el joven Ragi. - Lo más que he viajado a caballo es montado en un carro. -

Esperaba que no tuvieran que atarle a un equino y tuviera que ir todo el camino así. No le gustaría estar preso durante el viaje si algo malo sucedida o se encontraban con problemas.

Lo cierto es que creía que montar era algo reservado para gente de posibles. No era posible que él, con lo poco que tenía pudiera comprar, o mantener, una buena yegua baya, o un misero asno. Ojalá no le dejaran allí.

-No te preocupes, Ragi, intervino Milriel. -Vente conmigo.

La guerrera le acompañó fuera de la tienda, no sin antes despedirse de Barendil. Quedaron en verse en breve para partir hacia Sil Auressë.

-Yo iré en mi caballo de guerra, pero puedes montar mi yegua. Su nombre es Dama, dijo dándole golpecitos al noble animal. Era un caballo de color gris, y de temperamento tranquilo. -Sube, te enseño lo básico. Cabalgaremos por el camino que siguen los carros, no es terreno difícil.

En total en el campamento había menos de una docena de caballos, y dos eran propiedad de Milriel. También su armadura, y su porte, denotaban un origen más noble que el de un simple campesino.

El joven agradeció a Miriel las clases que le daba. El poder llegar a la ciudad lo más rápido posible le mantenía atento a todo lo que su nueva profesora le mostraba.

- Espero que pueda seguir vuestro ritmo - le dijo mientras agarraba las riendas de la yegua y seguía las instrucciones que le iba dando. "Ojala sea suficiente" pensó.

Milriel y Ragi fueron a caballo hasta el punto de encuentro, donde ya esperaba Barendil. Junto al escudero había otro hombre, de aspecto más joven y algo descuidado para ser soldado. Pero llevaba el mismo ribete rojo, y por debajo de su capucha murmuraba algo parecido a un saludo. No obstante, estaba más pendiente de dos grandes bultos que llevaba en su caballo detrás de la silla, uno a cada lado. Eran dos sacos abiertos por la parte de abajo, con forma algo redondeada. Podrían ser dos jaulas, por el ruido metálico que hacían al golpear.

Sin más preámbulos, los cuatro partieron del campamento en dirección a Sil Auressë. Barendil tomó la delantera junto al otro hombre, y Ragi y Milriel iban detrás. Los otros tres eran expertos jinetes, y Ragi viajaba por primera vez a lomos de un caballo. Pero el camino estaba despejado, y los animales viajaban en grupo y Dama se dedicaba a seguir al resto.

Ragi no se veía muy seguro en el caballo, era la primera vez que montaba y el miedo a caerse hacía mella en su confianza. Aún así no se quejaba. Le estaban ayudando para llegar lo antes posible y tenía que agradecerlo. Ojala todo fuera bien.

Los cuatro cabalgaron por el camino que unía Metraith con Sil Auressë. La noche estaba dando paso a un nuevo día, y el cielo se notaba ya menos negro. Aún quedaba un poco para el amanecer.

Se escuchaban ruidos de enemigos por los alrededores, pero ninguno cerca del camino. Tal vez los vieron pasar, pero les resultaba imposible alcanzarlos.

Ragi sujetaba las riendas del caballo con fuerza y trataba de seguir el ritmo de los demás. De vez en cuando, Milriel se aseguraba de que todo fuera bien. Ella había montado caballos desde niña, y se podía permitir estar pendiente de los alrededores.

Cuando ya se vislumbraba la silueta del castillo de Sil Auressë en lo alto de la colina, vieron a un hombre a caballo en el camino. Se quedó observando a los cuatro que se acercaban hacia la aldea, y alzó la mano en señal de que no llevaba el arma sacada y también como señal de alto.

-¡Alto!, dijo Eliver algo sorprendido al ver a los cuatro llegando hacia Sil Auressë. -¿De dónde venís? Soy Eliver, sargento de Sil Auressë. Hemos evacuado a las gentes de los alrededores por la llegada de una hueste enemiga.

Miraba con interés a los dos primeros, y su ribete rojo. Conocía ese símbolo que identificaba a los que luchaban por Lord Echorion. Entonces vio a los otros dos que iban detrás. Una mujera guerrera, y un joven que le resultaba familiar.

-¿Ragi? Eres Ragi, ¿no? ¡Te hemos estado buscando!

No conocía personalmente al joven de la Academia, pero sí de vista.

- Sí, soy yo - respondió Ragi sujetando a la yegua. Se alegraba de ver una cara conocida, ya cerca del castillo. - Cuando los orcos comenzaron su ataque me tuve que separar de mi grupo y, gracias a esta buena gente, al fin he podido volver -

Presentó a cada uno de los integrantes del nuevo grupo y preguntó por el estado de su protegida. Estaba todavía preocupado y quería verla lo antes posible.

El sargento asintió y agarraba con fuerza las riendas de su montura. –Os llevaré al puesto de mando, ante Hirgon Khôradur, dijo dirigiéndose a Barendil con una leve reverencia. Estaba claro que no estaba acostumbrado a las formalidades ni estaba al tanto de la situación política, pero el joven soldado consideró que no era el momento de desestimar cualquier ayuda.

Al ser preguntado por la joven Sir, su semblante se volvió serio. –La atacaron… Está malherida. No se ha despertado, pero sigue luchando. La están cuidando bien. Ella… Es importante. Parece que el enemigo la quiere para algo, y la estamos protegiendo por todos los medios.

Eliver iba a añadir algo más, pero desistió. No era el momento.

Eliver los guió el camino que restaba hasta la aldea, pero en vez de entrar pasaron de largo hacia el oeste. Ragi se sorprendió que no tomaran el camino hacia el castillo. Por el contrario, siguieron en paralelo al curso del río durante casi una hora. Entonces vieron primero decenas y decenas de puntas de lanzas en la penumbra, y después las figuras de los soldados de Sil Auressë en formación. Delante de ellos se abría un campo despejado.

Y escucharon ruidos desde el otro lado. Tambores. Tambores de guerra.

La hueste enemiga había llegado

"¿Malherida?" pensó Ragi furioso consigo mismo. No debería haberla abandonado tanto tiempo, quizá si él hubiera estado allí...

Cuando no tomaron el camino hacia el castillo estuvo a punto de gritar, de decir que se estaban equivocando, que tenía que ver a Sir... Pero no dijo nada, permaneció taciturno todo el viaje, pensando en que su ayuda sería más necesaria fuera de la fortaleza, protegiéndola de lo que viniera. Él no era médico, no podría sanarla.

Cuando escuchó el sonido de las huestes acercándose su corazón dio un vuelco, no era un gran guerrero pero haría todo lo posible por ayudar.

-Vamos, creo que ya queda poco, dijo el hombre que se había presentado como Ullant ante Eliver. No era muy hablador, de hecho apenas había pronunciado palabra en todo el viaje. Tampoco parecía el mejor de los guerreros, pero cargaba con algo de gran valor para Barendil.

Manejaba su caballo con maestría por el terreno algo difícil cerca del río y entre las filas de soldados. Delante de ellos, encima de una colina, se veía un pabellón con el estandarte de Sil Auressë ondeando.

Ragi pudo ver la enorme figura de Khôradur en el pabellón que hacía las veces de puesto de mando en el lugar escogido para montar la defensa de Sil Auressë. Aún seguían llegando tropas, pero a simple vista daba la sensación de que se había convocado prácticmente la totalidad del ejército a este lugar.

Dirigieron sus caballos hacia el pabellón a galope, lo que hacía más difícil maniobrar entre los soldados armados y las demás personas cargando cosas.

Ragi trato de evitar a los soldados que se agolpaban por el camino, aunque era complicado hacerlo mientras montaba el caballo. Si fuera corriendo a través de una calle, cargado de bienes robados y escapando de los guardias, seguro que podría conseguirlo con los ojos vendados. Pero cabalgando era todo más lento y pesado.

Observaba todo lo que sucedía a su alrededor, alerta por si veía alguna cara conocida que le informara mejor de la situación de Sir. No creía que eso fuera a suceder hasta llegar a su destino, pero no perdía la esperanza.

Estaba deseando llegar y poder desmontar.

Ragi dirigió el caballo lo mejor que pudo tratando de seguir la estela de Milriel y al mismo tiempo no embestir a la gente. Las caras de las personas las veía difuminadas mientras agarraba las riendas del animal, que por suerte mantenía la calma en medio de los gritos de susto, y los tirones de Ragi.

Por otro lado, aunque hubiera visto a alguien conocido, no debería parar para no perder de vista al resto del grupo que se dirigía a toda prisa a hablar con el comandante Khôradur.