Partida Rol por web

Ferrim se agachó al ver las patrullas enemigas. Orcos, de lejos e ignorantes de su presencia, pero orcos al fin y al cabo. Casi podía sentir su hedor en el aire.

Las estacan eran repugnantes y, quizá, la hilera que formaban constituía un camino a seguir hasta el monolito. O simplemente eran una repugnante decoración y un aviso: esto es tierra de orcos. Como mínimo, los orcos pretendían que lo fuera. Afortunadamente las patrullas parecían pequeñas y el grueso del enemigo había quedado atrás. Ahora estaban en la retaguardia del ejército, y ese ejército estaba mirando hacia Sil Auressë, no hacia ellos. Esa era la única ventaja con la que contaban: la sorpresa. Había que aprovecharla cuidadosamente.

Asintió al montaraz cuando dio las instrucciones. Eran las que le parecían más correctas. No podían quedarse ahí esperando indefinidamente y no podían esperar a que el enemigo desapareciera por arte de magia. Lo mejor era introducirse en el bosque lo antes posible y, dado el caso, abatir a la patrulla que no pudieran evitar.

Se detuvo al escuchar las palabras de Denelloth. Desde el caballo pudo ver algo de lo que había delante aún estando detrás de ellos, y no tenía intenciones de llamar la atención de esos orcos. Hizo retroceder el caballo unos pasos hacia atrás, de modo de salir de la elevación del terreno y no quedar expuesto. Bajar del caballo para él implicaba un esfuerzo, le costaba hacerlo sin ayuda, así que no se ocultó junto al resto.

Miró con cierta resignación a sus compañeros, él podía ser útil frente al monolito pero no lo sería en un combate y tampoco lo sería avanzando ocultos entre los árboles y arbustos, su paso era lento y su pierna le impedía moverse con destreza en ese tipo de terrenos. Lo suyo eran las bibliotecas y las catacumbas, así había sido toda su vida y su último día no sería la excepción.

El grupo de escondía de los orcos, inconsciente de que otros seres aún peores estaban observándolos, o mas bien, lo observaban a él. Se acercaban a los dominios de las sombras y las posibilidades de lograr su cometido caían segundo a segundo. Aún en silencio Norión seguía luchando contra esas fuerzas, pero él mismo dudaba que aguantase mucho mas.  

Girion marchaba al lado de su caballo Viento cuando Denelloth les detuvo el paso y les instó a que se escondieran. El joven hizo lo que les habían mandado pero quiso echar un vistazo. Lo que vio le reavivó su ritmo cardíaco que ya estaba bastante elevado por la tensión. Al lado del camino habían colocado una hilera de estacas y un poco más allá dos patrullas de orcos.

La mano del joven apretó fuertemente su arco por si tenía que usarlo. Pero al bajar la mirada vio que Denelloth le miraba y le pedía por gestos que apaciguara a Viento para que no relinchara.

El joven se acercó cuidadosamente a su amigo y le palmeó el cuello y el lomo. sabía que no habría problema pues su corcel estaba muy bien educado y antes de relinchar saldría corriendo. Además su color negro y sus cascos calzados con trapos hacía que fuera una figura poco detectable y poco ruidosa.

- Cálmate amigo mío. No debemos hacer ruido en estos lugares. A la vuelta te prometo un cepillado y unas buenas manzanas- prometió el joven a su montura.

Avanzaban con sigilo y a expensas de no topar con alguna sorpresa en forma de emboscada o algo similar.

Escuchó atrás como llamaban la atencion de algo que habían observado. No estaba claro qué era aquello, pero seguro eran enemigos y en un numero muy cuantioso.

Durante unos segundos dudó de si adelantarse en busca de Eben. El iba en cabeza y cabía la posibilidad de que no se hubiera percatado de las patrullas de orcos al igual que él si no llega a ser avisado.

¿Avanzo en busca de Eben? preguntó en un susurro no mayor del necesario para ser oido solo por los compañeros a los que se dirigía.

¿Avanzo en busca de Eben?

Denelloth negó con la cabeza las excelentes intenciones de Wrings; una vez más, el saralainni demostraba su buen corazón y su gran temple; el montaraz se alegró de nuevo de haberlo incluido en la partida, a pesar de sus recientes heridas. Señaló vagamente hacia atrás y hacia la izquierda, hacia un pequeño risco, mientras respondía entre susurros:

-Eben y Otho no están por delante de nosotros.* Confiemos en que también ellos adviertan el peligro; no quiero que nos separemos aún más ni facilitar al enemigo que nos vea. Sólo intervendremos si está claro que nuestros ojeadores han sido vistos. Paciencia y cautela, amigos, estamos muy cerca de nuestra meta. Pero prepara tus hachas, seguramente tengas que usarlas contra esa pequeña patrulla que se adentra en el bosquecillo.

Y, por su parte, comprobó la ballesta, que llevaba cargada y en la mano.

-Todos preparados- añadió.

- No todos - dijo en voz baja. Era consciente de que el grupo no alcanzaría el monolito a tiempo si iban a pie con él entre los arbustos, eso sin contar que no podría lograr moverse sin ser visto a metros de distancia. La vida lo ponía a prueba una y otra vez, la caída cuando niño lo había dejado al borde de la muerte, así había conocido a Namo y así comenzó su cojera. Del mismo modo cuando la Gran Plaga se llevó a casi todo su pueblo, y así descubrió el mundo de los espectros y allí comenzó su exilio. Y del rapto de Sir conoció a Finduilas y perdió a Ayla, tal vez no volvería a ver con vida a ninguna de las dos. Que planes tienes ahora para mi, Namo? Estaba seguro que alcanzaría el monolito, que algo bueno podía llegar a suceder allí con el apoyo de los Valar, pero a que costo? 

Tomó su bolso y de él sacó el libro de los Enach, se apoyó sobre el lomo de su caballo y lo bajó con cuidado - Toma Ferrim, cuídalo con tu vida porque es lo mas valioso que tengo. Llévalo con los tuyos y presérvalo, si nos volvemos a ver permíteme ir a estudiarlo contigo - por un instante se vio en el interior de las montañas estudiando esas runas junto al Naugrim, descifrando aquél antiguo conocimiento y recordando las palabras de la mujer que se lo había entregado, le pareció un futuro imposible pero muy agradable.

- Denelloth, no hay modo que pueda ir con ustedes, y lo sabes. La misión es detener el ritual, no puedo ponerla en riesgo por intentar preservar el monolito. La presencia del Guardián es cada vez mas fuerte, si alcanzas el lugar y lo invocas habremos cumplido el cometido. Aún si no es así el martillo de Ferrim también puede quebrar esa piedra - se acomodó la capucha de modo que su rostro quedó completamente cubierto. - Aún Girion tiene los pergaminos, si yo no llego a estar con ustedes, pueden intentar leerlos, no estoy seguro que funcione pero Ferrim comprende su lenguaje y la magia de Finduilas está en ellos... tal vez... Denelloth, solo hay un modo de abrir el tubo de Kregora, la clave es el nombre verdadero de Sir, tu y yo somos los únicos que lo sabemos, aún si no llego a estar con ustedes salvar esa piedra es posible - miró al enano desde la oscuridad de la capucha, él era el único que compartía profundamente sus convicciones, pero al final serían los Valar los que decidieran el destino de esas tierras. 

Avanzó un par de pasos con su caballo - La oscuridad clama por mi, yo vengo a este lugar como invitado, el abismo mismo grita mi nombre. Cuando alcance al grupo de orcos toda su atención estará puesta sobre mi, será una buena distracción si la quieren aprovechar. Los veo antes del anochecer en el monolito. Que los Valar los bendigan -  dio un par de pasos mas con viento, cuidaría al caballo de Girion hasta su último aliento. La sombría imagen del anamarta comenzaba a alejarse del grupo hacia su incierto destino.

-¿Ves algo?, preguntó Otho. Su pequeña estatura le dificultaba la visión hacia el lugar que centraba la atención del resto del grupo. Así que se subió a uno de los riscos que había por los alrededores, y protegiéndose del sol y atento a los murciélagos malignos que volaban por los alrededores, miró de nuevo. -Es un bosquecillo, y veo movimiento. Parecen patrullas.

Se bajó y le hizo señas a Eben para que regresen con el resto. Se habían desviado de la ruta.

Eben y Otho se acercaban a paso ligero para unirse con el resto del grupo, y llegaron a tiempo para escuchar las palabras de Norión. Todos habían llegado al último tramo de su viaje hacia el pequeño bosque donde se encontraba el monolito, pero ahora parecía que había llegado el momento de separarse. Su objetivo, el bosquecillo, estaba siendo protegido por pequeñas patrullas de orcos. El grupo principal había visto dos unidades, de tres y cuatro orcos. También había una doble hilera de lanzas o estacas con algo abultado en las puntas. Pero aún estaban lejos para distinguir los detalles.

El tramo que les separaba de su destino seguía siendo propicio para ocultarse. Había riscos, y pendientes con quebradas que bajaban en dirección al bosquecillo. Así eran las tierras altas de Cardolan. Tal vez tenían que dar pequeños rodeos en vez de ir en línea recta, pero era posible. Aunque también tenían que estar pendientes de los murciélagos en el cielo.

-La oscuridad clama por mi, yo vengo a este lugar como invitado, el abismo mismo grita mi nombre. Cuando alcance al grupo de orcos toda su atención estará puesta sobre mi, será una buena distracción si la quieren aprovechar. Los veo antes del anochecer en el monolito. Que los Valar los bendigan

No había tiempo para largas despedidas. Norión dirigía su caballo hacia la cuesta que bajaba a su izquierda, cabizbajo, consciente de que el camino que le esperaba lo iba a recorrer en solitario.

Las palabras del anamartha sonaron en la mente del joven como atronadores y dolorosos relámpagos. No podía concebir que se sacrificara. Él no. Girion había considerado a su maestro como alguien imprescindible para llevar a cabo la misión. Y ahora les dejaba. 

No puede ser no puedo dejar que....

Una lágrima recorrió la mejilla del dunadan mientras observaba como Norion da unos pasos con el Viento en dirección al bosque. Sabía que su sacrificio les daría un tiempo valioso para poder actuar con el monolito. Era la manera y era la persona indicada.

- Nos veremos amigo- dijo en un susurro-. Aférrate bien a Viento, él no te dejará que esos sucios orcos os capturen.

El mediano tardó unos instantes en comprender qué estaba sucediendo. Vio las lágrimas de Girion, y entonces avanzó todo lo rápido que le permitían sus piernas hasta alcanzar a Norión. Desde abajo, vio al sacerdote tenebroso a lomos de su caballo. Sus ropajes oscuros, su piel pálida, sus ojos escondidos... Y algo más. Una presencia sobrenatural, como si los espíritus de los fallecidos siguieran al siervo de Namo. El Guardián de los Muertos. La gente solía apartarse de su camino. Pero Otho simplemente quiso verlo, tal vez por última vez.

Sin decir nada, estrechó su pequeña mano ofreciéndosela al anamarta. No comprendía del todo lo que estaba sucediendo. No sabía por qué seguía al grupo, pero al mismo tiempo sabía que su lugar era con ellos. De la misma forma, sin saber por qué, sin entender las consecuencias de la partida del sacerdote, Otho simplemente quería despedirse de su amigo.

No era momento para sonrisas aliviadas, pero la mueca que el montaraz dirigió a Eben y Otho destilaba precisamente eso. Por otra parte, las trascendentales palabras de Norión no dejaron espacio para mucho más. Denelloth las escuchó rígido, estupefacto, y no reaccionó inmediatamente. Parecía resistirse a creerlas, o tal vez no estaba dispuesto a ello. Miró suplicante a Ferrim mientras éste recibía el libro, y a Girion, en busca de un apoyo que impidiera la partida del valeroso anamarta, pero el joven parecía haberlo aceptado ya como algo inevitable. El sacerdote asumía no poder seguir al resto de la partida hasta su objetivo final, algo que el montaraz no creía o no quería creer.*

Norión, sin embargo, estaba convencido de ello. Pensamientos oscuros le asaltaban en los últimos tiempos, eso era evidente para todos, pero ninguno salvo él podían determinar lo acertado de aquellos pensamientos. ¿Quién sabe a qué extraños mundos se asomaba su espíritu y se enfrentaba su voluntad? Ahora, en un sacrificio tan inesperado (al menos por él) como peligroso, el sacerdote arriesgaría su vida para facilitar el camino de todos. Denelloth respetaba profundamente a este hombre de físico mermado pero capacidad espiritual sobrehumana, pero le dolió intensamente aquella decisión, y se negaba a aceptarla. No sólo por sentirse perdido y apenas capaz de cumplir la misión sin él, por mucho que así lo explicara el propio Norión, sino por el destino horrible al que se exponía.

Deseperado y conmovido, tuvo que admitir en su fuero interno que la idea era buena; la distracción provocada por Norión les permitiría penetrar más fácilmente en el bosquecillo, bajo el que pasarían desapercibidos más fácilmente. Terminó por asentir, casi contra su voluntad, a las generosas palabras de Norión. No obstante, la única respuesta que fue capaz de articular fue:

-No tiene por qué ser así...

Mientras se alejaba para servir de cebo, Denelloth deseó con todas sus fuerzas que los valar acompañasen a aquel hombre, y, extendiendo una mano hacia él, atinó a murmurar:

-Ten cuidado, nos volveremos a encontrar, antes o después...

Eben y Otho alcanzaron al grupo justo a tiempo para oír las palabras de Norión.

Eben apenas había llegado a conocer al sacerdote pero ahora se maravillaba del gesto generoso de ofrecerse como distracción para que el resto pudiera llegar al monolito.

No se sentía con fuerzas para decir nada. Aunque había evolucionado mucho, seguía siendo un aprendiz comparado con la gran parte de miembros del grupo. Siguió con la mirada a Norión mientras se iba y escuchaba apenas los susurros de Denelloth.

Ojalá sea así... pensó mientras se preparaba para avanzar en vanguardia hacia el monolito.

Como los demás, Ferrim no esperaba aquella decisión. Escuchó las últimas palabras de Norión, cargadas de significado, y aceptó con reverencia aquel libro que tanto podía significar para él y los suyos. No iba a pedirle que se detuviera. No intentaría convencerle de nada. No estaba en las manos de Ferrim interponerse en las misteriosas decisiones de aquel erudito que, quién sabe, quizá estuvieran inspiradas por los susurros de algo mucho mayor. Ferrim sabía que Norión comprendía y veía cosas a las que pocos podrían llegar, incluyendo la importancia de la curación del monolito, así que, ¿quién era él para retenerlo? Si aquella era su decisión, estaba hecho.

El más lento y torpe de todo el grupo, montado en el más rápido de todos ellos, podía dejar de ser un lastre y transformarse en el arma más eficaz. Si Norión sobrevivía a aquel día, Ferrim lo llevaría a estudiar el libro de los Enach a las gloriosas estancias de los reinos bajo la montaña, como había solicitado. Pero ni él podría hacerlo, ni Ferrim llevarlo a las profundidades, si no aprovechaban aquella oportunidad. Observó alejarse al jinete tullido como una sombra fantasmagórica, y tras unos segundos el pragmatismo de los khazad volvió a emerger.

– Su sacrificio será en vano si no lo convertimos en gloria. Aprovechemos el momento, atentos todos.

Russef escuchó las palabras del anamarta con atención y un apice incluso de incredulidad; se sacrificaba por el bien de la misión!

Rapidamente le vino a la mente un juego que recordaba de su niñez de ver jugar a su padre, fundamentalmente con otros señores y tambien con su hermano mayor. Recordaba como en el juego ambos jugadores guiaban a un ejercito de diferentes piezas hacia la victoria frente al otro bando; todo ello en un bonito tablero con cuadrados negros y blancos, y con fuertes combinaciones tácticas y calculadas estrategias.

Russef nunca aprendió a jugar, pero sí recordaba con total nitidez las palabras de su padre a su hermano mayor un dia tras una partida; "nunca hagas un sacrificio si no tienes posibilidades de obtener la victoria; de lo contrario, tu sacrificio será en vano"

Ese sacrificio que recordaba del juego de las piezas y el tablero se estaba trasladando a un tablero mucho mayor, a la vida misma.

Rapidamente comprendí que las nuevas opciones de llevar a cabo la misión se habían renovado al tiempo que Norion cambió su estrategia tras los nuevos acontecimientos tan poco halagüeños.

Compañeros, no podemos desperdiciar esta oportunidad que se nos brinda para el buen final de nuestro cometido. Se lo debemos a nuestro compañero, digo mirando la espalda de Norion mientras se aleja decidido.

Si bâr adel, si i amar
Adh ennas baidd laew reniad
Tri i lum, a nlanc fuin dhûr
na lû ir i inglîr bain thennin
i chith a lum, faun a wath
firitha firitha¹

La sombría figura de Norión montado en el Viento contrastaba con los rayos de sol que teñían de naranja y amarillo el paisaje. O casi todo, ya que alrededor del jinete las sombras eran más profundas de lo normal, como si su mera presencia, o la inmensa carga que había asumido, fueran capaces de absorber la luz y sus reflejos. Cualquiera fuera el motivo, la oscuridad iba con él ahora más que nunca, y él se dirigía a su encuentro, a su origen. De algún modo, Norión regresaba al lugar desde el cuál su alma nunca había partido del todo.

El mediano canturreaba una melodía que había oído en algún lugar. En algún lugar… No era del todo cierto, ya que recordaba dónde. Era una melodía que había oído en su hogar. En Siragalë, como lo llamaba la gente grande. Para ellos, los hobbits, aquel era el primer lugar al que realmente podían llamar hogar después de siglos y siglos vagando por las distintas regiones. Siempre huyendo, siempre sintiéndose extraños. La canción hablaba de atravesar la oscuridad para poder regresar, y Otho comprendió que la gente de Sil Auressë, las personas que le habían salvado y los demás de la aldea… Lo que querían todos era poder salvar su hogar de la oscuridad. Y para eso tenían que adentrarse en ella, en vez de huir o esconderse. –Cuanto antes lleguemos, antes podemos volver a casa, y a nuestra cama, sentenció y se puso a andar junto a Eben retomando la posición de avanzadilla.

Así continuaron el camino. Cabizbajos y afectados por la partida del clérigo anamarta, el resto del grupo siguió para completar el último tramo que les separaba de su destino. El sacrificio de Norión les permitiría avanzar sin ser vista hasta las proximidades del bosquecillo. Seguramente la atención de los guardias se iba a centrar en él, facilitándoles la tarea al resto.

No jure que caminará en las tiniebas quien no ha visto la caída de la noche.

Así comenzó su travesía Norión. En solitario, rodeado de las sombras, avanzando hacia la oscuridad. Y lo que había más allá de la oscuridad. Ese Abismo que se había despertado. A su modo, tanto Ayla como Norión se acercaban al Abismo. Era el mismo Abismo del que Finduilas duras penas había regresado. Ayla llevaba la luz con ella. Su luz. Una luz pura y sagrada. Norión traía su Oscuridad. Las sombras le acompañaban. La oscuridad venía con él.

En su travesía particular, Norión siempre había caminado en el umbral oscuro entre la vida y la muerte. Pero algo había cambiado en él al llegar a Sil Auressë. En la fiesta de la Academia vio nacer una luz en medio de la decadencia de Cardolan.

Sikil Kaluva Tielyanna - la Luz iluminará tu camino

Ésas eran las palabras bordadas en el emblema que vio en su primer día en la aldea. Norión se había acercado a esa luz, a la esperanza que ofrecía Ayla. Porque aunque apenas habían coincidido e el tiempo, la huella de la Dama de Sil Auressë era innegable en la andadura del anamarta. Los tomos de conocimiento oscuro que encontró no hicieron sino aumentar la fascinación y el respeto hacia Ayla. La Luz le había guiado, pero Norión nunca había abandonado su Oscuridad. Había observado aquella luz inalcanzable para él desde la lejanía. Aún así, le había servido de guía. Pero entonces, en la hora más sombría, cuando el Abismo se estaba abriendo, Norión se había encontrado perdido, y en la ausencia de Ayla sus pasos le habían llevado hasta la Dama Oscura, por llamarla de algún modo. Aunque Finduilas era mucho más que simple oscuridad. Era puro fuego y pasión, pero envuelta en sombras intensas y profundas. Indomable y poderosa. Mientras Ayla le había ofrecido una forma de luchar contra la Oscuridad desde las sombras, Finduilas le había mostrado la imparable fuerza de su fuego interior. Su oscura alma bailaba al son de la Canción. La fiera oscuridad de ella era muy diferente a la sombría y fría calma del Guardián de los Muertos. Desde la oscuridad, Finduilas comprendía la noche.

O môr henion i dhû  - Desde la oscuridad comprendo la noche

Pero Finduilas no derrotaba la oscuridad, lo que trataba era dominarla. ¡Cuán diferentes eran las dos, y a la vez parecían dos caras de una misma moneda! Dos aspectos, dos reflejos de la eterna dualidad. Vida y Muerte. Oscuridad y Luz. Ayla y Finduilas. Y en medio, Norión avanzaba paso a paso, cojeando y débi, pero marcando ahora su propia senda. Un recorrido por el destino tejido por Namo.