Partida Rol por web

Han acabado rápido con esos orcos Ferrin, pero no me olvido de esos murcielagos que sobrevolaban el bosque. Reunamonos con los demás y caminemos con sigilo y ocultos todo lo posible.

Una vez juntos de nuevo los cinco, avisamos al resto de la posibilidad de ser vistos por los sirvientes alados de la sombra.

Hay que ir con cuidado. Eben, veo que posees conocimientos sobre la naturaleza del terreno que nos vendrían bien para permanecer más ocultos a posibles merodeadores enemigos, le pregunto.

Mientras llegaba el resto del grupo, Denelloth y Girion se apresuraron a ocultar los cadáveres de los orcos lo mejor posible. Eben se mantuvo vigilante, y en cuanto les fue posible, se adentraron en la espesura del pequeño bosque. Tarde o temprano se iba a descubrir que faltaban dos guardias orcos, pero para entonces ya confiaban en estar en el monolito.

El bosquecillo era un reducto del bosque ancestral que según las leyendas cubría en los Días Antiguos casi toda la extensión de lo que ahora era Cardolan. Árboles milenarios se mezclaban con otros más jóvenes, y la vegetación del subsuelo era densa.

La sensación al entrar en el lugar era de un aire oprimido y pesado, y de una penumbra perenne que les envolvía a todos. Era como si el bosque respirara pero sumido en un misterioso letargo, del que poco a poco se estaba despertando. Pues todos lo sintieron, aunque los que habían estado hace poco pudieron notar la diferencia en mayor grado. Algo había cambiado en el bosque. Las sombras eran más profundas y más oscuras. Los árboles se agitaban lentamente, pero ninguna brisa se movía. Era como si algún eco del pasado los estuviera meneando.

No cantó ningún pájaro, e incluso el sol se filtraba con fuerza menguante a través de un extraño manto invisible que ahora les cubría. Estaban en la antesala de la Oscuridad, caminando hacia el origen. El foco que palpitaba con un odio eterno. Ese latido se podía sentir en los corazones que se encogían, y en la piel que se erizaba.

Aunque no hacía falta que lo dijera, porque sus ojos hablaban por él, Denelloth no pudo contenerse, y tuvo que expresar su satisfacción por la eficacia de la maniobra.

-Habéis estado magníficos -dijo, dirigiéndose a Girion y Eben. -Ahora tenemos que hacer un último esfuerzo -añadió, ahora para todo el equipo. -No dejéis de estar alerta, no sabemos lo que podemos encontrarnos.

Mirando a la profundidad del bosque, el montaraz dejó de lado cualquier sentimiento de euforia y volvió inmediatamente a ser consciente del desafío que enfrentaban. No es que se sintiera incómodo en aquel entorno. Al contrario, el ambiente oscuro y un poco claustrofóbico del bosque iba bien con su espíritu. No obstante, las sensaciones no eran tranquilizadoras. La cobertura vegetal era espesa tanto bajo sus pies como sobre sus cabezas, y de golpe echó de menos la presencia del búho protector. Se giró hacia sus compañeros para impartir instrucciones, y comenzó por el mediano.

-Otho, tengo una tarea complicada para ti, pero sé que podrás desempeñarla bien. Quiero que te quedes por aquí, escondido entre los árboles y los arbustos, pero a la vista del lugar donde acabamos de dejar a esos dos -señaló con la cabeza el sitio donde descansaban los cuerpos de los orcos. -Si algún enemigo se acerca o descubre nuestro rastro, quiero que vengas lo más rápido posible para avisarnos. Sé que no conoces el camino hasta el claro del centro del bosque, pero confío en tu inteligencia y en tu valentía; además, doblaremos unas cuantas ramas para que puedas seguir nuestro rastro.

Puso una mano sobre el hombro del mediano para mostrar su confianza lientrasa hablaba al resto de los miembros de la partida.

-Avanzaremos todos juntos y cerca. Eben, tú abrirás la marcha, tienes las capacidades adecuadas, pero ten cuidado y presta la máxima atención. Girion irá por la derecha y yo por la izquierda. Maese Ferrim, en el centro. Russef, cerrarás la marcha, listo para apoyar si hay problemas en alguno de los flancos. Armas dispuestas y en silencio. No será un largo camino hasta el monolito. Puede que haya enemigos en el claro, al llegar extremaremos las precauciones. Por el camino, intentemos no molestar demasiado a los árboles...

No pudo evitar bajar la voz y mirar alrededor al decir estas últimas palabras...

Tras ayudar a Denelloth a ocultar un poco los orcos abatidos, Girion se reunió conlos demás y escuchó atento las palabras del montaraz. Al mencionar el bosque el joven miró en su derredor y observó el bosque circundante. La espesura embriagaba y sobrecogía. A pesar de ser joven, Girion había vijado bastante y había estando en inumerables bosques de muchos lugares diferentes, pero este era distinto a todos ellos. Un escalofrío recorrió el cuerpo del dunadan al pensar en el bosque, pero al instante, su autocontril venció y se centró en loq ue debía en aquellos momentos.

Cuando escuchó el orden de marcha de Denelloth Girion únicamnete asintió, aceptandola sin reproches.

Mantente alerta Girion, no podemos fallar ahora. Concentración y eficacia - se autoexigió el joven.

Tras unos segundos de espera por si alguno de sus compañeros opinaba otra cosa, Girion se colocó según lo dispuesto, sacó una nueva flecha y la colocó en el arco para estar listo por si encontraban algún enemigo más.

Eben tomó rápidamente la iniciativa de nuevo y se situó a la vanguardia el grupo moviéndose sigilosamente con el arco preparado.

Ferrim caminaba con cautela en el centro de la formación. Era un buen sitio para él, una especie de núcleo resistente. Los más ágiles y los que conocían el terreno se situaban delante y a los lados, marcando el camino y el ritmo.

Todo estaba más silencioso de lo normal en un bosque. Sombrío, incluso misterioso y tétrico. Sin duda, ese bosque era especial. Ferrim guardaba silencio. Sentía que muy pronto su querido Hakk tendría que hablar.

El mediano buscó un escondite cerca del linde del bosque, y desde allí observó cómo el resto de sus compañeros se adentraban en el corazón del mismo.

La idea de quedarse solo le hizo estremecer, pero al mismo tiempo no enviadaba a los que ahora caminaban hacia ese lugar del que emanaba un miedo y un terror silencioso pero muy presente.

-¡Qué los Poderes os protejan!, dijo aunque ya estaban lejos para oírle. -¡Qué nos protejan a todos!, añadió y se sentó en el suelo entre los matorrales.

Eben iba delante, atento a todos los ruidos del extraño bosque. Conocía el camino de la anterior visita, aunque notaba el lugar algo diferente. Y no era sólo por aber entrado desde otra dirección. Era algo más profundo. La propia esencia del bosque respiraba ahora un odio eterno, y todos sintieron que no eran bienvenidos allí.

Pero su destino les aguardaba. Paso a paso se acercaban, caminando rodeados de unas sombras cada vez más profundas. En medio del silencio se podía escuchar cada rama que se partía, e incluso la respiración contenida de los compañeros.

Denelloth se movía con naturalidad en este entorno, pero aún así algo le inquietaba. De vez en cuando miraba arriba por si entre las copas de los árboles pudiera ver a su amigo alado.

Los pasos de Ferrim eran pesados en el centro de la formación. Agarraba el martillo con fuerza, listo para actuar. A su derecha, Girion no perdía ojo de la espesura. Tenía la extraña sensación de que los estaban observando, pero no vio a nadie. Por momentos, el dúnadan creyó ver sombras moverse y ojos brillar en la penumbra, pero eran tan sólo espejismos.

Russef cerraba el grupo, con las hachas en la mano y acechando sin hacer ruido.

Y así continuaron. El bosquecillo no era muy grande, y todos eran conscientes de que pronto iban a llegar a las proximidades del monolito. Pero la incertidumbre de no saber qué les deparaba aquel oscuro destino les hizo sentir que el tiempo se detuvo.

PAM...PAM...PAM.......

Lo notaron primero en las hojas del lecho bajo sus pies. Incluso antes de percibir el sonido, las plantas vibraban con cada golpe de tambor. Parecían dos gopeando al unísono cada cinco o seis segundos. Entre medias, afinando el oído, Girion y Denelloth pudieron escuchar algo...

BUR-ZUM.... BUUUR....ZUUM....

Eran voces apagadas, forzadas y tristes. Se escuchaban como un murmullo lejano entre los golpes de tambor. El ritmo era lento, como una letanía siniestra. Los sonidos venían de enfrente, de la dirección aproximada del monolito.

Hijo de las Sombras, Guardián de los Muertos, el último anamarta de un reino condenado... Muchos podrían ser los sobrenombres para Norión con el paso de los años, si es que la senda oscura que ahora recorría se lo iba a permitir.

Como sumido en un profundo trance, él avanzaba por un camino ceremonial que había sido ensanchado hace poco por las hachas orcas. Esas viles criaturas le acompañaban ahora, dos a cada lado de su caballo Viento. El animal se mostraba en calma, aunque las venas de su cuello estaban a punto de estallar por la tensión. Olía sangre, sentía el miedo y la oscuridad, y estaba rodeado de orcos. Pero seguía avanzando, contra su propia naturaleza. Tal vez era cierto que algunos animales, igual que pasaba con ciertas personas, podían tener un sino. Un destino que les aguardaba desde el momento de su nacimiento. Y que así fuera escrito que el noble caballo de Girion iba a estar aquí.

Pero en tal caso, ¿qué ojo o mano inmortal pudo haber tejido los designios que habían llevado a Norión hasta este lugar tan aciago? Tal cosa no era posible, pues el Abismo se hallaba fuera del poder de los valar y de los Círculos del Mundo. Al mismo tiempo, cada hombre albergaba en su corazón una semilla de ese eterno Vacío. El libre albedrío y la mácula del Mundo Que Es hacían que era posible desviarse de la luz y recorrer esas sendas oscuras, cada uno a su modo. Pues en el corazón de las personas era donde resonaba el Mal. Y mientras la oscuridad del bosque le envolvía cada vez más y mientras su espíritu hollaba la sombra viva, Norión era consciente de que otros muchos habían hecho antes una travesía similar. Hombres mejores que Norión, más poderosos que él. Grandes señores de Oesternesse temerosos de la inevitable muerte, otros con ansias de poder y ambición sin límites. Incluso princesas hechiceras en busca de un elusivo conocimiento arcano. Muchos se habían adentrado en la Nada, pero ninguna había regresado. Al menos, no del todo...

Fha-Burzum

Tal era el poder de esas simples palabras que los guardias orcos le habían hecho una reverencia, y sin mediar palabra le acompañaban ahora por esa senda. Se les veía temerosos más allá de la cordura, pero aquello era hasta cierto punto habitual en su miserable existencia.

BUR  - ZUM.... BUR - ZUM

Entonces se escuchaba una letanía a lo lejos. Unas pocas voces, apagadas y forzadas, recitando palabras oscuras. Una y otra vez. Un golpe de tambor marcaba un ritmo lento cada cierto tiempo. Las voces venían del lugar hacia donde se dirigía ahora. Hacia donde se había dirigido durante toda su vida. El lugar donde la Oscuridad y el Abismo se encontraban.

Y allí, Gothdush le esperaba.

Girion notaba como su corazón palpitaba cada vez más fuerte cuanto más se adentraban en aquel bosque tenebroso. Había estado con anterioridad pero ahora se le antojaba más lúgubre y siniestro. Haciendo un esfuerzo ímprobo de autodisciplina, el joven se concentró en la misión y puso todo su empeño en vigilar lo que les rodeaba.

Tras varios segundos que parecienron horas, donde las sombras y crugidos se acechaban a cada paso que daban, escuchó algo que lo dejó helado. Al momento se detuvo y alzó la mano para que todos supieran que había advertido algo. Miró en la dirección de donde provenía aquello y puso más atención.

Luego en un susurro reprodujo lo que había oído.

- Oigo tambores y un murmullo de una letanía maligna que se repite- dijo señalando en la dirección que seguían, en dirección al monolito.

Sin duda alguna algo estaban haciendo en el monolito, algún ritual maligno para apoderarse del poder del mismo. 

Entonces se dio cuenta de loq ue había hablado Norion sobre el el guardian protector del monolito. Él sería el encargado de ayudarles para quitarle ese poder al monolito. Y seguramente ahora mismo estuviera luchando contra los que estaban haciendo el ritual. Girion, abriendo los ojos miró a Denelloth y dijo solo dos palabras:

- ¡El Guardián!

Un lúgubre tam tam y oscuras salmodias procedían del claro. Denelloth asintió a Girion con la cabeza. También él lo había oído. Pero levantó la mano, intentando que todos mantuvieran la sangre fría en aquellas circunstancias, a pesar de lo espeluznante de la situación.

Cargó la ballesta silenciosamente, con un oscuro brillo en los ojos. Esperaba que los trabajos de Norión para atraer la atención del enemigo sobre él no fuesen en vano, y confiaba en que la vigilancia de Otho surtiese el efecto deseado. Palpó la piedra de Sir en su bolsillo, y pensó intensamente en la niña y en Benaldamat, el Guardián.

Hizo un gesto a Girion para que avanzara un poco, hasta ponerse a la altura de Girion, y él hizo lo mismo. El equipo se arrastró unos cuantos pasos en absoluto silencio, con los tres en primera línea, Russef y Ferrim cubriéndoles las espaldas. Intentarían acercarse hasta tener el claro a la vista.

Eben no se había percatado de lo que pasaba más adelante, pero Denelloth y Girion le advirtieron por lo que esperó al resto del grupo mientras sacaba un de sus flechas y la preparaba por si hiciera falta.

Ocupó su puesto entre sus compañeros de avanzadilla moviéndose en absoluto silencio e intentando ver algo del claro situado más adelante.

Ferrim seguía las indicaciones de Denelloth. En el bosque se notaba una vibración sorda, como un aire espeso, maligno. Ese bosque no era, o no estaba, normal. Aquello era de lo que había hablado con Norión: algo contaminaba la esencia de la tierra, su propia matriz, y debía ser sanado.

El tamtam sumaba cierta tensión al momento. Prevenía al mismo tiempo que amedrentar. Era como si un ritual marcara los tiempos. Debían llegar antes de que se cumpliera su hora, y detenerlo.

Cada paso que dieron Denelloth, Girion y Eben era casi una proeza de fuerza y de valor. De repente, notaban sus pies pesados y sus cuerpos agotados. Un extraño poder emanaba del centro del bosque, y ningún animal se iba a acercar allí pues el miedo que irradiaba les ahuyentaba. Pero el grupo ya iba sobre aviso. Paso a paso su destino se hallaba cada vez más cerca.

Detrás de los tres, Ferrim y Russef vigilaban alrededor. De momento aún veían a sus compañeros, pero pronto les iban a perder de vista en medio de los árboles. Ellos también sintieron ahora el eco del terror que se originaba en el lugar del monolito. Mientras tanto, el tambor seguía y las voces se escuchaban con más claridad.

...BUR-ZUM...(tam)....BURR-ZUM...(tam tam)... BUR-ZUM...(tam)...

Eben notaba la presión a cada paso que daba.

El terrorífico ritmo destilaba maldad pora. Denelloth sintió cómo se le erizaba el cabello, y no pudo evitar que un temblor incontrolable se apoderara de sus miembros. Su cabeza le pedía, le gritaba que saliera corriendo de allí, pero notaba la piedra de Sir entre sus dedos crispados, y en el fondo de su espíritu algo pugnaba por hacerle mantener la calma...

Ferrim y Russef siguieron al resto a una distancia prudencial, con paso dubitativo.