Partida Rol por web

He cantado las hojas, las hojas de oro, y allí crecían hojas de oro;

he cantado el viento, y un viento vino y sopló entre las ramas.

Más allá del sol, más allá de la luna, había espuma en el mar,

y cerca de la playa de Ilmarin crecía un árbol de oro, y brillaba

en Eldamar bajo las estrellas de la Noche Eterna,

en Eldamar junto a los muros de Tirion de los Elfos.

Allí crecieron durante largos años las hojas doradas,

Mientras que aquí, más allá de los Mares Separadores, corren ahora las lágrimas élficas.

Oh Lórien.  Llega el invierno, el día desnudo y deshojado;

las hojas caen en el agua, el río fluye alejándose.

Oh Lórien.  Demasiado he vivido en estas costas

y he entretejido la elanor de oro en una corona evanescente.

Pero si ahora he de cantar a las naves, ¿qué nave vendrá a mí,

qué nave me llevará de vuelta por un océano tan ancho?

Cuando comenzó el eclipse, Aeldric se encontraba en las tierras altas al este de la aldea de Sil Auressë. Se había despedido de Ayla, ya que le había sido encomendada la sagrada misión de proteger el camino de las Compañías Errantes en su paso por Cardolan. Eran los senderos secretos de los elfos que se dirigían a los Puertos Grises para zarpar hacia las Tierras Imperecederas. El cometido era para mucho tiempo, tal vez para siempre. Hasta entonces lo había hecho Andovon Pathdal, un elfo legendario que portaba la espada Orcrist. El arma que usaba Aeldric no era tan famosa, pero también tenía su historia. Y él iba a luchar para ser un digno heredero de aquel legado.

La repentina llegada de la oscuridad marcó el inicio de lo que parecía un ataque coordinado contra la aldea fundada por Ayla. La Dama de Sil Auressë había partido hacia el este para luchar contra un enemigo terrible, y mientras tanto su hogar, y todo lo que ella había estado construyendo se encontraba al borde de la destrucción. En aquel momento, Aeldric aún no conocía toda la magnitud del ataque, pero pronto pudo ver movimientos anormales de varias manadas de huargos que se dirigían hacia la aldea. Así que sacó su espada y comenzar a andar hacia la guerra…

Aeldric se encontraba frente a frente con uno de los huargos de las manadas que estaban atacando bajo el manto de la oscuridad. No estaba seguro de dónde se encontraba exactamente, pero calculaba que al norte o noreste del castillo. El animal abrió sus fauces, listo para actuar.

Aeldric se prepara para la batalla contra el huargo.

He de proteger la aldea de Ayla a toda costa. Le prometí que sería un guardián de su gente, no puedo fallarle.

Aeldric aguarda a que el huargo efectúe su primer movimiento.

El huargo se acercaba lentamente, tanteando al rival. Eran animales salvajes y muy rápidos, pero no eran ajenos al miedo y el brillo del filo de la espada élfica le hizo dudar. La Gran Oscuridad les había convocado, y luchaban junto a las huestes orcas. Pero no eran sus vasallos, pues servían a un poder mayor.

Aeldric acomete contra el huargo decidido a acabar con su vida de un solo tajo pero sin bajar la guardia.

Resolución turno 1

Aeldric se lanzó al ataque con la espada. A pesar de lograr impactar, no fue un golpe limpio y no hizo mayor daño. El huargo respondió con la garra, pero el elfo paró el débil ataque con el escudo sin mayores problemas.

Turno 2

Aeldric oía en su cabeza los gritos de los habitantes y eso le recordaba que no debía perder tanto tiempo en aquel huargo. Aeldric entonces se dispuso a atacar con todas sus fuerzas para poner fin al conflicto.

Turno 2 - Resolución

Antes de que el huargo pudiera reaccionar, Aeldric le volvió a atacar con la espada cortándole parte de su pata de un tajo. El animal se quedó aturdido, y a merced de los nuevos golpes del elfo.

Turno 3

Aeldric vuelve a cargar contra el huargo.

Turno 3 - Resolución

El huargo estaba herido, y Aeldric le seguía atacando sin cuartel. De nuevo alcanzó una de las patas delanteras cortando músculos y tendones.

Turnos 3 y 4

Aeldric, algo oxidado, decide curarse de espanto y hacer una carnicería con el huargo

Turno 3 y 4 - Resolución

El huargo era una bestia increíblemente resistente, pero golpe a golpe Aeldric lo estaba derrotando. Primero le atravesó el estómago, y acto seguido le hizo un feo tajo en el pecho. Ambas heridas sangraban profusamente, pero aún así el animal se mantenía en pie. Estaba claro que si Sil Auressë recibía el ataque de muchas de estas criaturas, lo iban a tener complicado. Desde lejos, el elfo había visto antes algunas de las manadas, y el ejemplar que ahora agonizaba delante de sí no era de los más grandes, y además Aeldric había tenido suerte con el primer golpe que lo había dejado tocado.

Ahora el huargo sangraba de varias heridas, y agachaba la cabeza. Finalmente se cayó al suelo, y respiraba con dificultad. Su fin estaba próximo.

En el cielo, el eclipse seguía y todo estaba a oscuras.

Aeldric remata a la bestia y emprende marcha a toda velocidad hacia Sil Auressë.

Espero que no sea demasiado tarde, esto va a ser más complicado de lo que imaginaba.

Aeldric iba a trote hacia Sil Auressë, y entonces notó algo en el cielo. En el lugar donde la negra esfera tapaba el sol, un brillo apareció. Primero un destello, y acto seguido una hilera fina de luz brillante y pura. Lentamente, el sol se asomaba. ¡El día regresaba por fin!

Eso alentó al elfo, pues el enemigo era más fuerte en la oscuridad. Y con los primeros rayos del sol que regresaba, pudo ver con mayor claridad la meseta donde se hallaba el castillo de Sil Auressë, aunque no pudo ver la estructura aún al encontrarse en el otro lado de la elevación. Lo que sí vio fue un movimiento en la misma ladera. Unos puntos que se movían y captaron su atención. Era un grupo de tres o cuatro personas. Se encontraban en un saliente de roca a bastante altura por encima del nivel del suelo. Vio unas líneas como cuerdas que bajaban, y uno de ellos también había bajado. Luego comenzaron a bajar un bulto usando las cuerdas.

Todo eso sucedía mucha distancia de la posición de Aeldric, que además estaba entre los árboles. Era completamente imposible que pudieran verle desde tan lejos.

Aeldric observó con curiosidad a esas personas bajando con cuerdas desde el saliente.

¿Enemigos o aliados? Debo averiguarlo, en el caso de que fueran aliados me vendría bien ayuda para abatir a las bestias oscuras. Si fueran enemigos....tendré que poner fin a lo que sea que estén haciendo. Sil Auressë ya tiene suficiente con una manada de huargos como para que se les una esbirros de Mordor.

Aeldric aceleró el paso dirección hacia el grupo de personas e intento afinar la vista con el fin de identificar mejor si se tratarían de aliados o enemigos.

Se trataba de un grupo de cinco personas. Había dos que parecían más jóvenes, y uno tercero era un hombre armado. Los dos jóvenes le resultaban familiares a Aeldric, tal vez los había visto por la aldea. Pero no podía estar seguro, estaban demasiado lejos.

También había una mujer de baja estatura, con el rostro oculto debajo de la capucha. Se movía ajena al resto, como si las cosas de los otros no fueran con ella. Por último, cargaban con una quinta persona en una camilla. Tal vez había sufrido heridas, o incluso podía estar muerta. Pero entonces Aeldric vio cómo la mujer se le acercó e intercambió algunas palabras con la persona herida.

Poco después, levantaron la camilla entre dos para seguir avanzando. El terreno era irregular, y las quebradas hacían díficil orientarse. Aeldric conocía los caminos secretos de los elfos que pasaban por estas tierras poco habitadas, pero dudaba que ninguno de aquel grupo lo hacía. Aún así, estaban dispuestos a arriesgarse cargando al herido.

No parecen esbirros de Mordor... Es más, me suenan un par de ellos. Su ignorancia sobre estas tierras y por donde pisar les costará más heridas y posiblemente algún muerto.

Aeldric sigue avanzando a buena marcha para acortar rápidamente la poca distancia que le separaba de ese grupo y reunirse con ellos. Sin embargo seguía intentando aguzar la vista con el fin de reconocer a los integrantes de aquel grupo. Cuando Aeldric llegase a una distancia prudencial se dirigiría a ellos:

Qué os trae por estas tierras en un momento tan sombrío, no es buen momento para realizar excursiones por estas tierras tan traicioneras.

El elfo era rubio, y no parecía mayor, aunque era difícil saberlo con certeza cuando se trataba de los inmortales Primeros Nacidos. Medía 1,90 y era fuerte y ágil. El elaborado y brillante pomo de la espada dejaba claro que era el arma de un guerrero, y además varias manchas de sangre salpicaban su armadura y su rostro. 

Se detuvo a unos treinta pasos del grupo, y habló: 

-¿Qué os trae por estas tierras en un momento tan sombrío? No es buen momento para realizar excursiones por estas tierras tan traicioneras.