Partida Rol por web

Conforme aumentaba la claridad a su alrededor, Milzarâk se sentía cada vez mas esperanzado.

- Igual esta batalla no es una causa perdida después de todo.

Así lo esperaba con todo su corazón el cual aún se encontraba en la torre del castillo que había abandonado. Pero también debía cumplir su misión y azuzando el caballo continuó hacia donde debía estar su antiguo capitán.

Milzarâk siguió avanzando por la meseta ondulada de la región de Minhiriath, las altas tierras de Cardolan. Era un terreno irregular y con rocas de distinto tamaño y quebradas que dificultaban el avance, y aunque llevaba un rato cabalgando, aún podía ver el río a sus espaldas en la distancia. Entonces miró enfrente, y vio a dos hombres en lo alto de una colina. En la penumbra y a contraluz por el sol que retornaba en el oeste, era difícil distinguirlos. Pero desde luego no eran orcos.

Iban a pie, y los dos también le habían visto a él. Uno alzó la mano dubitativo, a modo de saludo. Se hallaban a unos quinientos metros, en la dirección aproximada que le habían indicado que podría estar el ejército de Khôradur.

Respondiendo al saludo desde su caballo, Milzarâk hizo que su montura se girase hacia los dos hombres y comenzase a subir la colina. Esperaba que el encuentro con esos hombres significase que Khôradur se encontrara cerca. Si eso fuese así, el resto del camino podrían hacerlo a pie y mandar a su caballo de vuelta a ver si se lo comían los huargos como merecía.

Los dos hombres se detuvieron a esperar al jinete. Ambos iban armados, uno con una lanza y el otro llevaba una cimitarra enfundada. No obstante, no llevaban distintivos ni escudos. Fue precisamente el de la cimitarra el primero en hablar.

-¡Por Umbar!, dijo entusiasmado al reconocer el yelmo característico de la ciudad marítima. -¡Es un corsario! ¡Una camarada en esta hora oscura!, dijo con voz de incredulidad a su compañero. Cuando el jinete ya había alcanzado su posición, le saludó al recién llegado. -Soy Belkazir, de Bozisha-Dar. Hermano, ¿qué te trae a las tierras de Cardolan? ¿Vienes del castillo.

-Quien me acompaña es Sudwyll, y precisamente nos dirigimos a averiguar cuál es la situación en el fuerte.

MilzarÂk se alegró de encontrar un camarada tan lejos de su hogar, aunque no le sonaba su cara, por lo que no había sido compañero suyo en el barco.

- Saludos hermano, soy Milzarâk - repondió devolviendo el saludo - Efectivamente vengo del castillo y traigo noticias para Khôradur. El fuerte por ahora aguanta a duras penas al encontrarse sitiado por una horda de huargos. Pero ahora que la oscuridad se está retirando tengo nuevas esperanzas.

-¿Una manada de huargos? Malas noticias nos traes, pero aún hay esperanza, dijo Sudwyll. El cazador llevaba un vendaje en la frente, y se le veía falto de aliento. Habían estado corriendo para llegar lo antes posible a tener nuevas del castillo.

-Lord Khôradur resiste con el ejército de Sil Auressë a unas horas de aquí. La batalla contra la hueste orca ha durado todo el día, con idas y venidas. Aunque pudimos resistir los embites iniciales, finalmente las tropas se quedaron atrapadas entre el río y los orcos. Entonces Khôradur mandó hacer un contrataque para poder al menos tener una ruta de retirada hacia el castillo. Es cuando nos mandaron a ver si esa ruta aún existía, pues al no recibir noticias temíamos lo peor.

-¿Se sabe algo de la hueste orca que llegaba desde el sur? ¿Desde el Paso de la Loma?, intervino Belkazir. Su mirada preocupada recorría las tierras altas en aquella dirección, pero era imposible ver más allá de las primeras elevaciones.

El rostro de Milzarâk se oscureció.

- Me temo que en ese aspecto traigo malas noticias. Una nueva hueste esta atacando por el Paso de la Loma y con seguridad cortará el camino de retirada al castillo. No obstante confío en Khôradur, serví a sus órdenes durante muchos años y nos sacó de peores situaciones.

Al parecer Khôradur se encontraba aún bastante lejos, la perspectiva de lanzarse al galope no le entusiasmaba pero era urgente llevarle el mensaje antes de que los orcos llegasen al castillo.

- No puedo esperaros pues es urgente que lleve este mensaje a Khôradur pero os aconsejo que volváis sobre vuestros pasos y os unáis al ejercito. Las inmediaciones del castillo no son seguras para dos hombres solitarios aunque sean buenos soldados.

Melechtor organizó la unidad siguiendo las pautas de cuando habían partido del campamento de Echorion. Mucho habían cambiado las cosas en pocos días, y unas caras nuevas habían sustituido a los hombres que ya no cabalgaban en esta vida.

Antes de partir, habló con Ciryan, uno de los cazadores de Sil Auressë. Pronto iba a llegar Halbered, y juntos irían todos ellos a pie hacia la aldea. Se iban a encontrar allí, si todo salía bien.

En cuanto a la formación, dividió a los hombres en tres grupos de ocho. Los líderes de aquellos grupos fueron Theon, Agnor y Wellard. El grupo de Agnor y el de Theon tenían como columna vertebral los jinetes que habían cabalgado bajo sus órdenes en la Loma. En caso de Theon, reunía a muchos de los que no llevaban ribete rojo, entre ellos Caldrim, Cathael y Bakar. De cada grupo de ocho, un jinete se quedaba libre para tareas de exploración. Aunque de inicio iban todos más o menos juntos, Melechtor tenía a su disposición esos tres exploradores. Además, contaba con un hombre a cada lado. Por último, en la retaguardia iban Eärnil y Bagnor, así como dos jinetes que no formaban parte de ninguno de los tres grupos.

Así comenzaron la cabalgata, en una columna de tres de ancho. El objetivo era aprovechar las horas de luz que quedaban para llegar lo antes posible a la batalla que estaba librando Khôradur.

-No se encuentran tan lejos, en una hora o poco más llegas, aunque el terreno es bastante irregular, comentó Sudwyll. -Desde lejos se ve una torre de madera en llamas, es una señal de los orcos para atraer la hueste de la Loma.

Luego negó con la cabeza, y miró a su compañero. -Hemos de regresar también con Khôradur, pues ya nos has dado la información que nos mandó buscar. ¡El castillo sigue en pie! Es la ruta de retirada para las tropas, que están luchando sin cuartel.

-Si te vas solo, cabalgarás directo a una batalla campal. Difícilmente podrás entregar el mensaje en medio de todo el caos. Déjanos guiarte, conocemos el camino y nuestras tropas. Estamos ya cerca.

El umbareano se quedó esperando la decisión de su paisano.
 

Tarbrand tras establecer el plan de ataque, se dirigió hacia Aaren, su compromiso para con Melechtor le había alegrado por lo que le dijo entusiasmado:

-Me alegra que nos acompañes amigo Aaren, de lo contrario perderías de forma estrepitosa la apuesta que tenemos en ciernes -expuso con una media sonrisa de complicidad- aunque a lo mejor por tu estado quizás deba darte un poco de ventaja jajaja -rió de forma clara como quitándole importancia al lamentable estado del guerrero, mas en el fondo estaba preocupado por él por lo que añadió- quizás antes del combate pueda paliar tus heridas más superficiales pero necesito descansar un poco... -concluyó lamentando no poder hacer más por él.

No obstante, para su sorpresa, el dúnedain le dio una hierba que podía ayudarle por lo que la aceptó sin dudar y se dispuso a tomar las medidas necesarias para poder sacarle el mayor provecho.

Así pues, se dirigió a su jefe de pelotón, que en este caso era Agnor, y le dijo con la confianza que se dispensaban:

-Amigo, creo que no voy a poder acometer tareas exploratorias durante una hora, tengo que descansar para poder ser de más ayuda en la lucha, espero que lo entiendas y permitas que alguno de los jinetes me vigile mientras reposo sobre mi montura o que me lleve en la suya, supongo que al haber caballos de refuerzo no habrá mucho problema -concluyó esperando tener su beneplácito, pues aunque al principio fuera una estrategia arriesgada, el montaraz estaba seguro de que daría sus frutos.

En silencio ocupé mi lugar en la formación que Mellechtor había dispuesto. Al poco de comenzar la marcha Tarbrand se acercó a mi en busca de conversación. Desde que podía recordar siempre había sido alguien bastante callado, sin embargo el norteño encapuchado me caia bien,ambos habiamos compartido momentos de gloria en la granja de los Huargos y entre ambos había surgido una suerte de compañerismo forjado bajo la apariencia de una sana rivalidad que me obligaba a esforzarme y mostrarle mi cara más sociable. Sonreí ampliamente con su chanza y le respondí señalando el paso que ahora dejábamos a nuestra espalda... ¿Seguro que quieres darme esa ventaja?...yo diría que puedo anotar en mi cuenta a todos los que ahora yacen bajo las rocas en el paso...tendrás que usar algo mejor que ese espadón tuyo si quieres igualar el tanteador...¿no te parece? Ambos nos miramos un segundo en silencio y acto seguido una sonora carcajada resonó entre las laderas que descendian lentamente a ambos lados de la comitiva. La conversación derivó en un intercambio de opiniones sobre la mejor manera de afrontar el trayecto y tras unos cuantas desacuerdos finalmente accedimos a ayudarnos mutuamente. El norteño usaría sus habilidades para aliviar el malestar de mis heridas y yo le facilitaría una dosis de Arunya para que su cuerpo pudiese disfrutar de un merecido y reparador sueño antes de llegar a nuestro destino. Los consejos de Tarbrand me hicieron reflexionar sobre mi propia salud y la idoneidad o no de anteponerla a la premura. De modo que tras sopesar unos instantes a solas, me separé del grupo principal y fui pedir consejo, primero a mi amigo Theon y finalmente a Mellechtor, aunque lo que buscaba en este ultimo era mas bien aprobación que consejo. No quería que mis actos perjudicasen el ritmo de la caballería. Era consciente de que en ocasiones una ventaja estratégica proporcionaba un valor añadido mucho mayor que una ventaja física. A pesar de no entender todas las variantes que jugaban en aquella disciplina táctica, eso era algo que había aprendido de Theon, al igual que había aprendido a seguir ciegamente sus consejos en cuestiones estratégicas...por muy disparatadas que me pareciesen sus ideas, siempre terminaba teniendo razón.

Agnor había partido de Sil Auressë con una misión, la de buscar ayuda para la guerra que se avecinaba. Y la guerra llegó, y tras ella Agnor con treinta aguerridos jinetes dispuestos a acabarla. El norteño volvía a casa cabalgando con la promesa cumplida: los Garan Gwalorn se habían creado en, por y para la guerra de Sil Auressë. La orden del jefe Khôradur se cerraba.

Agnor rechazaría un batallón mayor y más templado. Porque los Garan Gwalorn pocos eran, más sin embargo brutalmente capaces, valientes, duros y tan astutos como temerarios. Una punta de lanza capaz de todo. Cada uno de aquellos corazones valía por diez hombres. Se sintió hermanado con todos ellos, forjado de nuevo en una nueva arma.

Acabara como acabara la guerra, su cabalgada había merecido la pena. Los ascestros Guthild estarían orgullosos.

Y ahí se encontraba él, sintiendo temblar el suelo con el trote ligero de la caballería. Tarbrand había solicitado apoyo y Agnor no podía negárselo. ¿Acaso podría?

—Por supuesto, amigo mío.

Dispuso a uno de los hombres en la vanguardia, como segundo explorador, mientras Tarbrand entraba en aquella somnolencia inducida por las hierbas. ¿Se podía ser más bravo? Por no perderse la batalla, Tarbrand se atrevía a cabalgar en sueños, en trance.

—¡Decidme, hombres! —gritó al batallón— ¿Qué diréis de estos guerreros que por no perderse la fiesta son capaces de echarse una siesta cabalgando? ¿Son perezosos o simplemente locos? —rió, contento, orgulloso de los Garan Gwalorn. Eran hombres con los que cabía la camaradería, los chistes de campamento y los retos personales— ¡Apuesto un cobre por el buen Tarbrand! ¡No será él quien se caiga del caballo!

Y agarró las riendas del caballo del amigo para acercarlo a sí mismo y controlar su viaje. El brazo de Agnor sostendría al cansado Tarbrand.

—Yo mismo me aseguraré de ganar la apuesta. Descansa, amigo —le dijo. Se volvió al resto—. ¡Y ahora, a la guerra! ¡Garan Gwalorn!

Las palabras del leal norteño insuflaron mayor alegría si cabe en el ya animoso corazón del dúnedain. Así pues, agradeciendo de corazón que su amigo cuidara de esa forma por él, le devolvió el elogio diciendo:

-Con amigos como tú no hay apuesta que se pueda perder jajaja, gracias valeroso Agnor, espero poder agradecértelo con mis dones curativos -concluyó dejando con total confianza sus bridas en las manos del eotheod.

No obstante, antes de descansar, le devolvió a Aaren una respuesta mordaz a la par que graciosa, diciendo entre risa:

-Te equivocas amigo mío, para contar esos huargos muertos deberás ir allí, quitar las piedras y ver cuántos cayeron; de lo contrario no hay pieza que contar jajaja -concluyó a la vez que negaba con sorna el estar perdiendo la apuesta.

Los jinetes se alinearon bajo la formación que el Capitán había dispuesto, tres columnas encabezadas por exploradores avanzaban hacia el nuevo combate por venir. Había algunas horas aún por delante hasta alcanzar a las tropas enemigas, pero Theon quería apresurarse, cada momento perdido era sin duda una vida menos en el bando aliado, el ejército estaría en desventaja. Varios de sus compañeros estaban de buen ánimo, intercambiando bromas y levantando la moral del equipo. Le llamó la atención que Agnor aprobase la propuesta de dormitar con tantos elogios, demorar el grupo implicaba necesariamente mas bajas entre los aliados, si el ejército de Sil Auresse contaba con caballería media hora antes, cuando aún no caía el sol, eso sería la diferencia entre la vida y la muerte para muchos de ellos, era algo que desde su punto de vista no podían permitirse. Aún discrepando con el sargento guardó silencio, esa aldea eran los suyos, no dudaba de su compromiso para con ellos ni de su experiencia en combate, seguramente sabría porqué hacía lo que hacía. 

Aaren vino a consultarlo por el mismo motivo, Theon respondió con menos entusiasmo que Agnor, pero tuvo en cuenta las profundas heridas de su amigo y ahora que la velocidad del grupo era mas lenta, era una buena idea que se tomara un tiempo para recuperase. Indicó a Cathael que cubriese la posición de Aaren y continúe explorando mientras el montaraz se recuperaba entre hierbas y sueño, le hacía falta. - Descansa amigo, necesito que el águila esté fuerte para poder remontar su vuelo! Recupérate- desplegaría sus alas mas adelante, cuando sus ojos marcasen la diferencia entre la victoria y la derrota.

Luego se dirigió a Melechtor - Capitán, hay algo que me gustaría hablar con usted. Nosotros atacaremos por el flanco enemigo, pero Khoradur no está al tanto de ello. Si supiese de nuestra llegada y del bloqueo del paso, tal vez pueda adaptar mejor su estrategia - sin duda lo haría, si ambos grupos se coordinaban el impacto sobre el enemigo podía ser letal. - Podríamos enviar un jinete por otro camino, directo a la retaguardia aliada, para darle aviso lo antes posible. Que le parece?- dijo, dudando sobre cuando sería el momento mas oportuno para hacerlo.

La palabras de Belkazir eran ciertas:

- Acepto vuestro ofrecimiento. Por cierto, ¿alguien quiere un caballo? Esta maldita bestia me ha hecho entender por que los Corsarios preferimos los barcos y la furia del mar a viajar por tierra.

Una vez en marcha, Melechtor permitió que su caballo marcara el ritmo de un trote ligero. Eran animales fuertes, y de algún modo su fuerza se trasladaba de unos a otros cuando iban en grupo. De un modo parecido, los hombres bajo su mando intercambiaban bromas, cuidados y ánimos. Melechtor no intervino cuando algunos se tomaron hierbas para intentar descansar, ni insistió en aminorar la marcha más de la cuenta. Confiaba en que la propia inercia del grupo les iba a devolver el tiempo perdido a medida que se acercaban a su destino.

Maniobró su caballo para colocarse junto a Theon y le escuchó con atención mientras avanzaban. -Pronto enviaré a los exploradores, afirmó el capitán y miró a los hombres más adelantados. Cathael, Senwin y uno de los jinetes del grupo de Agnor se hallaban a unos cincuenta pasos. Su trabajo consistía simpelemente en evitar alguna sorpresa inmediata. -Cuando lleguemos a la zona donde se ha preparado la defensa. No conocemos la posición exacta de Khôradur, y había pensado en enviar a tres exploradores como tres flechas que se abren.

Hizo el gesto con las dos manos indicando una apertura para cubrir el máximo de terreno.

Los Garan Gwalorn partieron del final del Paso de la Loma, y primero siguieron un tramo el camino que conducía hacia Metraith y que pasaba por la aldea de Sil Auressë. El avance era rápido por el camino despejado, y no se veía ningún peligro ni ninguna otra cosa, tan solo mesetas vacías de las tierras altas de Cardolan.

Llegado a un punto, Melechtor dio la orden de abandonar el camino. Tomaron rumbo norte-noroeste, protegidos por una elevación a su izquierda. A pesar de no ir por el camino, era un terreno apto para ir a mayor velocidad. No obstante, los peligros también aumentaban, y fue en aquel momento cuando Melechtor hizo llamar a Cathael, Senwin y a un tercer jinete. En ellos recaía ahora la tarea de exploración.