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ZONA FORJA - Turno 14

El veterano enano blandió su enorme hacha de combate y golpeó sin tregua al orcoOce8 que se defendía como pudo. El hacha le destrozó el brazo con el que se defendía, y Khizag le siguió golpeando. Incluso cuando cayó al suelo inconsciente, Khizag le golpeaba frenético. -¡¡¡BARUUUK KHAZAD!!!, gritó y se preparó para cargar hacia los restantes orcos.

ZONA FORJA - Turno 14

Skor le había proporcionado una distracción suficiente como para tomar la espalda de aquel trasgo, y Arthondir no lo desaprovechó, ensartándolo cual alimaña en una hoguera de campamento. La muñeca izquierda aún le dolía, pero parecía que las lecciones de esgrima que tanto odiaba de niño estaban dando sus frutos, tendría que pedirle disculpas a padre, cuando le viera de nuevo. 

Al tratar de retirar el acero de aquel mugriento ser descubrió que no era tan sencillo como se esperaba, puede que hubiera atravesado algún hueso, o que en el espasmo mortal de la criatura su escasa musculatura se hubiera cerrado en torno al objeto que le atraversaba el abdomen, el caso es que tuvo que focejear un poco con el cadáver mientras Skol se abalanzaba gritando sobre un nuevo enemigo.

En esa micropausa recordó el combate a las puertas del castillo, la unidad montada con la que había partido de la aldea debería encontrarse ya allí, pues antes de separarse de Denelloth prácticamente habían aniquilado ya al primer grupo de huargos. Retorciendo el gesto en una mezcla de esfuerzo y asco terminó de arrancar lo que fuera que obstruía la hoja de su espada larga, y sacudiendo los restos de vísceras orcas se permitió un respiro. Alzó la vista y trató de escudriñar lo que ocurría en la distancia, sopesando si continuar la carga con los enanos de la forja o era más necesaria su ayuda en la zona superior.

LA CABAÑA - Ayla y Norion

La Dama de Sil Aüresse, se quedó frente a la figura que se mostraba frente a ella. El silencio se hizo tan denso que podría haberse cortado. La Dama miraba a los ojos fijamente, en silencio, hasta que pudo ver su alma, y solo entonces pudo reconocer a quién tenía delante. Tras un frágil cuerpo se escondía un gran poder, tenía delante al Guardián de los muertos. Aunque ciertamente había cambiado, pero ¿Quién no lo había hecho en estos tiempos aciagos?

La respiración de ambos se acompasó lentamente, y entonces la sintió. Norion se había enfrentado a la Oscuridad, y esta lo había tocado. Como hace tiempo pasara con ella… Entendió la carga que llevaba, pues ella misma la había sentido, al igual que Finduilas. Sintió pena, porque la pureza que se les concede a los hombres cuando se les da el don de la vida, se había mancillado, pero ese momento formaba parte del camino de los llamados a ser grandes entre los hombres, y Norion ya se había enfrentado a ese momento.

- Guardián de los Muertos, hijo de Namo. Ciertamente cuando partí de mis tierras, Norion te hacías llamar, pero ahora tengo delante a alguien nuevo, alguien que guarda dentro de sí todo lo que fue, y ha abrazado su futuro, su destino para acercarse a quien debe ser.

Ayla tendió su cálida mano hacia la de Norion.

- He vuelto de enfrentarme a mi destino y al de todo Sil Aüresse, y a mi regreso me encuentro una guerra. El Lobo Blanco me ha traído hasta aquí, y aquí nos hemos encontrado. Acompañadme, quiero escuchar que ha ocurrido en mi ausencia, pues sois el primer habitante de nuestra aldea con el que me encuentro.

ZONA FORJA - Turno 14

Con largas zancadas Acero Rojo se acercaba a la lucha entre los enanos y los orcos. Cuando pudo ver al grueso de los trasgos en formación alrededor del líderOcg1, no dudó y postró su rodilla en tierra y rápidamente cargó una flecha más. Apuntó con el arco hacia el cielo de Sil Auressë, y disparó una volea. Era una maniobra fuera del alcance de los arqueros milicianos e incluso de los mercenarios veteranos, y más propia de alguien quien había recibido adiestramiento militar. Permitía lanzar flechas a una gran distancia, siempre y cuando no había aliados cerca y el objetivo era un grupo numeroso.

La flecha surcó el cielo e incluso antes de ver dónde impactaba, la cazadora ya había sacado otra flecha de su carcaj. Una ligera sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro al ver cómo el proyectil se quedó clavada en la pierna de uno de los enemigos^Oce19.

También vio cómo los enanos se preparaban para cargar contra un enemigo más numeroso que ellos. -¡DENELLOTH! ¡CARGAD A LA RETAGUARDIA!, gritó a los aliados que iban a caballo.

Luego movió los labios en una oración silenciosa a los espíritus que le acompañaban cuando se enfrentaba a la oscuridad.

ZONA FORJA – Resolución turno 14

Belkazir y Denelloth atacaban al grupo de orcos que era cada vez menos numeroso. Los dos jinetes, uno a cada lado, y la pared de fuego rodeaban ahora a los trasgos que habían pasado de perseguidores a presas. El dúnadan maniobró su caballo para buscar un nuevo objetivo mientras ordenaba a su ave guardián hacer lo mismo. El golpe de su espada atravesó el brazo del escudo de un nuevo enemigo^Ocm11 que se quedó aturdido ante la brutal acometida. El buitre atacó al orco más alejado^Oce9 y sus garras se clavaron en el brazo del arma llegando hasta la oscura carne de la vil criatura.

Mientras tanto, Belkazir acabó con otro enemigo y Eben llegó como refuerzo aunque su disparo falló esta vez. Tan solo uno de los orcos^Oce13 estaba en condiciones de intentar atacar, y lo hizo buscando llegar hasta Belkazir aunque sin poder alcanzar al umbareano. Con todo, quedaban cuatro orcos en pie en aquel grupo, la mayoría heridos o aturdidos. Y estaban rodeados por fuego, dos jinetes, un ave guardián y un arquero.

En el centro, Ferrim caminaba con paso decidido aunque no muy rápido hacia delante. Tenía enfrente a la derecha a Denelloth y a algunos enemigos, y a su izquierda, bajando un pequeño desnivel, el banco del río y los orcos que luchaban contra sus compatriotas enanos. Pronto iba a tener que decidir a cuál de las dos luchas se iba a unir con su fiel martillo.

Junto al río, el combate entre los enanos y los orcos continuaba. Celegund seguía aturdido, y la espada de Arthondir se hallaba atrapada dentro del cadáver del último orco abatido. El dúnadan logró finalmente sacarla de entre los restos, y echó un rápido vistazo hacia la meseta que se alzaba al otro lado del río. Creyó oír ruidos de batalla y ver algunas siluetas moverse a caballo, pero no pudo distinguir más y volvió a centrarse en la pugna que tenía a mano.

Khizag acabó con otro de los orcos, y Kranz y Skor cargaron contra el grupo principal de orcos, uno a cada flanco. La pica de guerra que blandía a dos manos Kranz volvió a mostrar su brutal eficacia al barrer de un golpe al pobre orco^Oce17 que trató de parar la embestida con su brazo. Skor no tuvo tanta fortuna, y su ataque no logró herir al orco^Oce18 del flanco derecho de los trasgos. En cambio, el trasgo le respondió con un ataque de cimitarra que Skor no logró esquivar y sintió el dolor del golpe en la espalda. El resto de los orcos tomaron posiciones para intentar enfrentarse con los enanos en superioridad numérica. Todos menos uno^Oce19, que recibió un impacto de una flecha caída del cielo que había disparado Acero Rojo.

ZONA CASTILLO – Turno 14

El sargento sacó su espada del cuerpo de otro huargo^Hb8 abatido. Uno más… ¿Cuántos quedan, por los dioses?

Vio a Milzarak con dos hombres valientes aunque inexpertos. –Acabad con los huargos heridos, indicó y comenzó a andar en pos de los guardias. A su lado iba uno de esas tropas de élite. –Vuestras alabardas y vuestras armaduras son necesarias en el flanco occidental una vez más, dijo. El vaivén de la larga batalla les había llevado de un lado a otro, pero la llegada de los jinetes les había dado un respiro en el momento más crítico.

-Formad junto a los jinetes, ordenó. –Vosotros dos, dejad los heridos. Os necesito en segunda línea.

Echó un último vistazo a los dos guardias heridos que ahora sujetaban varios aldeanos. Y cerró los ojos un instante.

Han luchado con valor, pero mucho me temo que no van a ver un nuevo día. ¡Qué su sacrificio no sea en vano!

ZONA CASTILLO - Resolución turno 14

La batalla de Sil Auressë continuaba ahora en dos frentes bien diferenciados, con el castillo en el centro. Un castillo imponente pero en ruinas en su mayor parte, donde faltaban almenas y pasarelas, y abundaban los andamios y soluciones de emergencia. Para complicar la situación aún más, prácticamente todos los soldados adiestrados, los guardias del castillo y la milicia adiestrada y equipada había ido a la guerra bajo el mando del Lugartaniente Khôradur.

En el flanco occidental, Bergil el escudero de Khoradur había recibido un duro golpe en la cara. Junto a él yacía muerto uno de los aldeanos que había corrido peor suerte. Aturdido y sangrando, el joven escudero se retiró de la contienda. Theon le cubría la retirada a lomos de su corcel y al mismo tiempo su espada barrió las piernas del orco^Ofe5 que había atacado a Bergil. El enemigo se quedó tendido en el suelo. Ginawr eliminó al orco con el que estaba luchando^Ofe4, y recibió un ataque de otro^Ofe6 que le alcanzó pero no era muy fuerte por suerte. No obstante, el bravo jinete de los Garan Gwalorn comenzó a sangrar de alguna herida anterior. El largo recorrido de una batalla a otra sin descanso había sido toda una proeza de aquellos heroicos jinetes.

Los restantes aldeanos se retiraban con Bergil llevándose a los aturdidos y heridos. Uno de ellos protege la retirada pero fue abatido por dos orcos. Una cimitarra orca le golpeó la parte baja de la espalda causando un daño masivo y mortal, y la masacre continuó con otra baja.

Desde el centro llegaba ayuda más que necesaria para aquel flanco. El sargento Faelimir llegaba con un guardia^G1, y detrás había otros dos^G2-G5 que primero dejaban a los dos guardias gravemente heridos^G3-G4 con la unidad de Belegund junto al puente.

La clave en el flanco occidental eran los huargos que regresaban de cazar a los jinetes. Dos de aquellas temibles criaturas^Hc1-Hc2 llegaban hasta la contienda rodeando a Ungail pero aún no alcanzaban atacar al jinete aturdido. Hubo un tercero^Hc5 que corría a gran velocidad, y bastante más lejos llegaban otros dos. No obstante, las defensas de Sil Auressë recibían también refuerzos. Agnor el Matahuargos maniobró con Atreo para buscar la posición de ataque allí, y también Aaren. Ahora eran cinco de los Garan Gwalorn allí, contra cinco huargos en breve. Cada golpe era vital, cada instante podía cambiar el curso de la batalla.

En el centro Milzarak remató al huargo malherido^Hb2 liberando así a los dos aldeanos que eliminaron a otro de los huargos abatidos. La zona centro estaba ahora libre de enemigos.

En el puente, Girion llevaba una camilla y avanzaba con los heridos hacia el portón del castillo. Belegund vio cómo Theon, Agnor y el resto reforzaron el flanco occidental. Así que ordenó a cuatro aldeanos intentar salvar la vida a los dos guardias heridos. No albergaba muchas esperanzas, pero no podía dejarlos morir sin más. Empezaron a aplicar vendajes tratando de detener las hemorragias para estabilizar a los dos heridos.

En el flanco oriental, los arqueros del castillo dispararon algunas flechas a los orcos que llegaban desde el norte y el este. No eran muchos, y Gaerel los había colocado en aquel flanco. Tan solo una de las flechas impactó. También disparó Sudwyll, pero falló el tiro. Aquel flanco fue reforzado  por Russef que también estaba herido pero blandía su temible hacha bastarda.

Aquel flanco necesitaba a los jinetes de acero que luchaban contra los huargos allí. Entre Bakar y Caldrim casi acabaron con una de las bestias^Hb1 con brutales golpes en el costado y cabeza. El huargo siguió en pie a pesar de todo, pero estaba magullado y aturdido. Tarbrand atacó al suyo^Hb7 y le barrió las piernas con su espada causándole una herida profunda. El dúnadan mandó a Cathael a ayudar a los otros dos jinetes con el otro huargo^Hb1, y así lo hizo. Su lanza impactó duramente en las patas traseras del huargo y lo derribó. Estaba rodeado por jinetes mercenarios y no tenía escapatoria.

Desde el noreste llegaban otros trece orcos en dos grupos distintos. Habían sido engañados por las hogueras de Eärnil, pero ahora podían complicar aquel flanco una vez se reagrupaban allí. Eärnil dirigió su caballo hacia el sur para intentar distraer a los orcos más próximos y así dar tiempo a los Jinetes de Acero a unirse a la contienda.

ZONA FORJA – turno 15

Denelloth, ceñudo, se concentraba en repartir mandobles entre los orcos que tenía delante cuando oyó el grito de Acero Rojo. Aunque seguramente no pasarían del siguiente ataque sin convertirse en cadáveres, obedeció al instante. -¡Aguantad! -se limitó a decir a Eben y al desconocido, al que por fin pudo ver bien y en quien reconoció a Belkazir, el explorador corsario que había encontrado poco antes de desencadenarse el ataque desde la aldea.*

Con un ligero grito atrajo consigo al hopta y viró en redondo. Vio muy cerca a Ferrim, pero ni una palabra ni un gesto pudo dedicarle; así de precipitada era la situación. Avanzaba, con la determinación que parecía serle característica, hacia el meollo del combate, a socorrer a sus hermanos de raza.

Buscó al enemigo mayor y enseguida pudo distinguirlo: un trasgo corpulento y de aspecto fiero, bien equipado y con unos colmillos desmesuradamente grandes. Enfiló hacia él sabiendo que contaba con el socorro del ave rapaz** que lo protegía y se había demostrado feroz, y aquello lo tranquilizó un poco; porque la maniobra era algo temeraria, si bien confiaba en que Ferrim o Acero Rojo estorbaran a los orcos próximos. Se lanzó hacia delante entre los orcos, lanzando cuchilladas con rabiay gritando para intimidar a los unos y envalentonar a los otros:

-¡Los enanos están sobre vosotros! ¡SIL AURESSË! ¡CARDOLAN!

ZONA FORJA – turno 15

Eben maldijo por lo bajo... se había precipitado y su flecha se había perdido.

Respiró hondo y sin moverse cargó nuevamente una flecha apuntando al mismo orco^Oce13 que intentaba atacar a Belkazir, esperando en esta ocasión un mejor tiro.

ZONA FORJA – Turno 15

Aquel instante de respiro hizo dudar a Arthondir, aún había combate colina arriba y quizá necesitasen su ayuda, pero él no era un guerrero, y dudaba que por sí mismo inclinase la balanza a favor de los aliados. Lo que sí podía hacer era apoyar a los enanos para terminar rápido con esa resistencia enemiga, de tal modo que pudieran reforzar la defensa en la entrada del castillo.

Afianzó su espada en su mano buena, ahora más que nunca, y cargó de nuevo tras los enanos, procurando buscar el punto donde mejor pudiera ayudar, como hiciera previamente con Celegund. 

Observó alarmado como el enano junto al que acababa de luchar sufría un golpe en la espalda, luchaba contra dos orcos, así que equilibraría la balanza, armando el brazo de la espada mientras corría hacia él lanzó un fuerte golpe sobre el trasgo que había herido a su improvisado compañero de armas.

ZONA CASTILLO - turno 15

Cuando el segundo huargo cayó, Milzarâk pudo respirar aliviado. Esas bestias eran mucho más duras de lo que había pensado. Miró a su alrededor y comprobó que el combate se encontraba a bastante distancia de su posición en ambos lados. Un fuerte pinchazo en el hombre le hizo recordar que no se encontraba en sus mejores condiciones.

Era el momento de intentar ayudar a los heridos y preparar la retirada al castillo.

- Vamos - les dijo a los dos guerreros que estaban a su lado - Ayudemos a entrar a los heridos, con suerte tendremos otra oportunidad de enfrentarnos al enemigo una vez recuperados y reorganizados.

ZONA CASTILLO - turno 15

Bergil contempló con horror como uno de los milicianos era muerto, mientras llegaba el señor Theon sobre su  caballo y le ordenaba marchar de allí, junto con los milicianos. El joven escudero se daba cuenta de que no eran rival contra los orcos, les faltaba experiencia, fuerza y equipo adecuado, por lo que obedeció sin decir nada. En su interior notaba el peso de la derrota y de la armargura del fracaso.

Aún así retrocedió lentamente atento a lo que pasaba en el campo de batalla. Ayudó como pudo a los heridos, primero a los milicianos que le acompañaban y se quedó en la puerta esperando al resto para ayudarles entrar y si era necesario volver a salir a luchar, aunque le costase la vida, para dar tiempo que entrasen.

ZONA CASTILLO - turno 15

Para cuando alcancé a Theon y al resto, los Huargos ya habían rodeado a Ungail. Los hombres de Bergil estaban siendo masacrados por los Orcos, pero la amenaza de los lobos ocultaba cualquier otro rumbo de acción.

Cuando vi llegar a Agnor le hice un gesto señalando con mi martillo para repartirnos las presas y no dejar a Ungail en desventaja.

Yo me encargo de este! (HC1)

Los milicianos en retirada estaban a merced de los Orcos. Aquello era una masacre. Y solo con la ayuda de los Dioses alcanzarían las puertas del Castillo para ver un nuevo día. Pero la suerte de los Jinetes no se auguraba muy distinta. Tres Huargos contra tres Jinetes y otros dos en camino. O todos emulaban las hazañas del Matahuargos...o pronto su sangre regaría el descampado a las puertas de Sil Auresse.

ZONA CASTILLO - turno 15

Había logrado interponer su caballo con los milicianos y dañar al orco que estaba a punto de acabar con la vida del Bergil, el escudero de Khoradur. La maniobra le había dado algo tiempo a los milicianos para retirarse, pero no fue suficiente para impedir que otro de ellos muriese enfrentando a los orcos. No tenían experiencia, si se quedaban allí un instante más acabarían todos muertos. Miró alrededor y la batalla estaba lejos de ganarse, los heridos ingresaban, le pareció ver a Girion a punto de entrar y seguramente Khoradur ya lo habría hecho en primer lugar, al menos hemos salvado al Lugarteniente y a la niña, pensó, mientras sentía un gran alivio en sus espaldas, la misión que le había sido encomendada ya estaba cumplida. Ahora se trataba de enfrentar con valor a esas bestias para que la mayor cantidad de gente permaneciese con vida.

Ninguna flecha llegó a su llamado, Gaerel o bien no había recibido su mensaje, o bien había caído, o bien distaba de ser un estratega, pues los arqueros no estaban defendiendo la entrada del castillo. Eso preocupaba a Theon, sin la asistencia de los hombres de la Fortaleza, esa contienda ya estaba perdida. Afortunadamente estaba rodeado de hombres de gran valor, Faelimir y sus hombres se acercaban hacia el grupo de orcos y él asintió cuando sus miradas se cruzaron - Son tuyos- le dijo, y tomó con firmeza las riendas de su caballo y bordeó al grupo de orcos para intentar interceptar a uno de los huargos que estaba casi encima de Ungail.

Alzó su espada nuevamente y se abalanzó sobre la bestia^Hc2 , nuevamente combatía frente a una de éstas criaturas, y esperaba acabar con ella pronto, antes que las otras que venían detrás llegasen. 

LA CABAÑA - Ayla y Norion

El anamarta contempló la imagen de la esbelta mujer, un inmenso poder emanaba de ella, pero su identidad estaba cubierta pon un velo oscuro. No era el fuego de Finduilas el que sentía, pero tampoco la pureza de Ayla. Ambos se contemplaron en silencio, hasta que supo la verdad. Su corazón se alegró al reconocerla, está viva, pensó aliviado al saber que el enfrentamiento no había acabado con ella, pero la alegría no era plena, algo de la pureza de esa mujer se había perdido, algo de la luz que había conocido ya no brillaba del mismo modo.

Escuchó las palabras de la elfa y cuando ella le tendió la mano, él la tomó y se inclinó para besarla - Mi señora, Guardiana de la Luz, imagen viviente de Varda en éste tiempo, faro en medio de tinieblas y esperanza de éste pueblo, me alegra saber que estas con vida - le dijo con solemne respeto. Luego se enderezó y asintió ante su pedido de conocer lo que sucedía, y su mirada se desvió hacia un costado, en dónde un hombre vestido con túnica negra descansaba. - Vayamos al espacio que te pertenece, allí hablaremos mejor- no sabía que tan profundo era el sueño de aquél hombre, pero lo que hablara con ella era sólo para sus oídos, los de nadie más. El discípulo aún no era digno de estar en presencia de esa dama. 

El anamarta salió de la cabaña y caminó hacia un árbol que ya conocía bien, muy cerca la tierra removida custodiaba el cuerpo de un guerrero que había sido abrazado por los Valar. En ese rincón había hablado con Denelloth y con Benaldamat, la magia de Ayla los había protegido y ahora ambos pisaban ese nodo de poder - Los lobos están ligados a éste lugar tanto como tú, verdad? Denelloth, Benaldamat, Thelran, Haldamir... muchos nombres que están mas allá de mi conocimiento me fueron revelados, y un destino en común que los lleva a todos a Annúminas, para proteger al Rey de Arthedain. Es el pasado o es el futuro lo que se ha abierto ante mi? Acaso el tiempo es importante cuando se habla del destino?- preguntó al aire, mientras su mente peleaba por no perderse en pensamientos que ya no podía comprender.

- Hablas con verdad cuando dices que fui el Guardián de los Muertos, lo sigo siendo y a la vez no lo soy, pues algo nuevo se abrió ante mí. Pero el sacrificio fue grande, el abismo que una vez visitó Finduilas se abrió ante mi, y me abrazó, y fui llamado entre sus seguidores como el Hijo de las Sombras. Y alcé mi mano para levantar a los muertos y comandarlos, y hasta el propio Gothdust se inclinó ante mi - su voz carecía de emoción mientras hablaba, pero sus ojos brillaban al contemplar sus recuerdos - Hubo un momento en que la oscuridad lo cubrió todo, Ayla, y yo no estuve exento de eso. Y cuando entré al monolito, cuando el abismo se reveló por completo ante mi, cuando la luz de Varda y de Namo ya no brillaban en mí, entonces encontré el secreto mas preciado de esta creación, el regalo que Eru le dio a los hombres, el Fuego Sagrado, la LLama Imperecedera que arde en nuestro interior, que brilla aún en la noche más oscura y no puede apagarse. Y allí, mi señora, nací nuevamente, y a partir de ese momento mi destino es otro. Soy el Custodio del Abismo, el que puede abrir y cerrar esas puertas, y es mi compromiso que permanezcan cerradas en esta era - sonrió levemente y la miró a los ojos.

- He matado con mis propias manos a aquél que se hacía llamar Gothdust, y te he visto luchar contra la amenaza en el Este que era conocida bajo el nombre de Khathog. Tú y yo cumplimos nuestro destino, Varda y Namo nos guiaron para frenar la oscuridad. Ahora es el tiempo en que Yavanna sanará las heridas, Enila ya habita entre nosotros y tú la has protegido desde que sentiste su presencia en esa niña. Denelloth es ahora su guardián y la vida de la niña está a salvo, los Guardianes de Enila arriesgamos nuestra vida por ella una vez y lo haremos hasta el cansancio. Llegará el día en que la acompañe a Orod Certhas junto al Guardián de Irmo para que cumpla su destino. Pero eso será en otro tiempo, Ayla, aún hay mucho por hacer- su mirada volvía a perderse en imágenes de otro tiempo por venir, de lugares que no había visto y sin embargo conocía.

ZONA CASTILLO - turno 15

Girion corrió por la pasarela que daba a la puerta del castillo. En sus brazos sostenía a uno de los heridos, mientras que en su montura, Viento, llevaba a otro. El joven miraba la puerta esperando que esta se abriera sin detener su ritmo, pero también miraba a sus floancos para ver cómo iba el desarrollo de la batalla. 

Algo en el interior de Girion se revolvía al ver como sus compañeros luchaban por las vidas de los heridos y hacían frente a la amenaza de orcos y huargos. En su muslo derecho notaba como su espada ancha, regalo de su abuelo, golpeaba una y otra vez recordando que estaba envainada y que así no podría ser de ayuda.

Si tan solo pudiera...

La mente de muchacho le jugaba una mala pasada. Su anhelo era luchar, pero su obligación era otra. Y ésta debía imponerse por mucho que le costase y doliese.

-¡¡ABRID EL PORTÓN!! ¡¡DEJAD QUE PASEN LOS HERIDOS!! ¡¡AYUDAD A METERLOS Y A RETENER A LAS TROPAS ENEMIGAS!!

El grito de Girion era un aviso para que los de dentro reaccionaran y un recordatorio para él mismo de que tenía una misión que cumplir.

ZONA CASTILLO - turno 15

El montaraz se alegró al ver como el frente parecía quedar libre de enemigos, así los heridos podrían pasar con más tranquilidad, no obstante, la lucha en los flancos se volvía más enconada, aunque por suerte su lado estaba controlado, al menos hasta que llegara el grupo de orcos...

Así pues, a la par que descargaba un nuevo golpe con su letal espada bastarda haciendo uso de su posición como jinete, le gritó a sus compañeros jinetes:

-¡Caldrim, Bakar, Cathael! ¡dejad a ese despojo! ya no supone una amenaza ¡ayudadme con este! cuanto antes acabemos antes podremos reformar y cargar debidamente contra esos inmundos orcos... -expuso esperando que la posibilidad de una carga gloriosa los animase a seguir su consejo.

Acto seguido y mirando a los soldados de Sil Auressë que combatían junto a ellos a pie, dijo:

-¡Defensores de Sil Auressë! ¡no os acerquéis a los orcos! ¡retiraos y seguid disparando! ¡los Garan Gwalorn los barreremos y necesitamos espacio para la carga! -expuso esperando que entendieran lo importante que es que no se trabaran cuerpo a cuerpo contra ese enemigo numeroso.

CAMINO DESDE METRAITH

Ragi y Aeldric se adentraron en el pequeño arroyo y mostraron su destreza en el agua. Ayudaron a cruzar a Sir y a Enila. Rasthat y Anael cruzaron con algo más de dificultad, pero con la ayuda de sus compañeros y las cuerdas pasaron al otro lado. A continuación siguieron la marcha por las tierras altas. Su primer objetivo era alcanzar el camino que conducía a Sil Auressë.

Miraban alrededor, pero no vieron a nadie. Ni siquiera ovejas o aves. Un extraño silencio se había apoderado de aquellas tierrras. Un silencio que no parecía presagiar nada bueno. El aire estaba cargado de tensión, y una sensación de peligro se iba apoderando de los miembros de aquel pequeño grupo.

ZONA CASTILLO - turno 15

-Dejad el huargo, instó Caldrim a su hijo y a Bakar. Tarbrand estaba en lo cierto, era mejor no perder más tiempo con aquel monstruo moribundo. -Formad una cuña. Dos a cada lado, yo en el centro.

Hizo gestos hacia el jinete que se incorporaba desde el norte. -Eärnil, ¿no es así? A mi derecha. ¡Vamos a cargar al flanco de los orcos!