Partida Rol por web

En la tercera planta hay un acceso a la torre más grande del edificio de la academia, que alberga en su interior al observatorio de Midnight Rose.

El interior de la torre recuerda a esos grandes observatorios que hay repartidos por el mundo, como el de París, el de Sierra Nevada o el de Greenwich. Hay un enorme telescopio en el centro de la sala, con un asiento acoplado para poder observar el cielo con comodidad. También hay mesas y armarios, llenos de maquetas, planisferios, mapas.. Todo lo necesario para investigar el cielo en condiciones.

En los mandos del telescopio hay varias palancas y botones con rotulitos que indican lo que hacen. Hay mandos para aumentar y disminuir los aumentos, otro para poner una capa protectora en la lente para ver el sol... En general, esta aula está preparada para cualquier aficionado a la astrología.

Tras despediros del jardinero, entrasteis en el edificio y subisteis hasta la tercera planta para llegar a la torre del observatorio. La puerta estaba abierta y tenía un cartel que decía:

 Permitida la presencia de alumnos desde las 0:00 hasta las 23:59. No os olvidéis de poner vuestro nombre en el libro de visitas.

-Hay que seguir las reglas-Aetheldryd tomó la pluma al lado del registro y escribió su nombre con la mano derecha. Se podía leer que su caligrafía era decente y legible, aunque lo llamativo es que escribiera sin problemas con los guantes puestos. Al terminar se hizo a un lado para dejar que Kyrt escribiera el suyo.

-No habrá mucho a comparación del jardón o la Cafetería, pero para que conozcas las instalaciones está bien-y en lo que el elfo escribía, la pelilavanda miró la hora en algún reloj dentro del observatorio para saber cuánto faltaba para la cena de bienvenida. 

Tomé la lapicera, escribí mi nombre en la lista, luego le contesté a Aethel.

- Servirá para hacer tiempo. ¿Quién sabe lo que podamos aprender aquí? -

Con un poco de anhelo, traspasé la puerta, y me tomé el tiempo de observar cada detalle del observatorio.

Bajo los expertos ojos de Kyrt, aquel observatorio reveló mucho más que a un observador profano. Aparte de las maquetas y los planisferios, había multitud de libros sobre constelaciones, separados en hemisferio norte y hemisferio sur. Además, las maquetas estaban colocadas de tal manera que encajaban con su posición en el cielo en la fecha y en la latitud en las que os encontrabais.

Los planisferios estaban pegados en las paredes, ordenados por meses, de Enero a Diciembre. En ellos se veían las constelaciones de ambos hemisferios y aunque había mucha luz natural dentro del observatorio y era difícil de ver, podríais jurar que las estrellas de los planisferios brillaban como las de verdad.

Cerca del centro de la sala había un pedestal con un par de interruptores que decían "Día" y "Noche" respectivamente.

-Muchas cosas se pueden aprender aquí-dijo Aetheldryd mirando con gran curiosidad el sitio, pues no es que lo visite frecuentemente. 

Sus ojos brillaban a la par de los planisferios, preguntándose si algún día podría dominar la magia estelar aunque fuera de forma básica. Siempre que iba se emocionaba como una niña pequeña.

-¿Qué te parece?-preguntó la pelilavanda esperando que el elfo no se sintiera intimidado o que no le gustara la forma en como se estudian las estrellas-. Uy, podríamos apreciar la constelación de Orión. ¿Sabías que Orión era un titán de la mitología griega que se le representa para la caza? Hay varias historias, pero en todas se concuerda que los dioses lo elevaron al cielo en compensación a las penurias de su vida. 

Animada, comenzó a buscar dicha constelación para apreciarla mejor.

-Ah, y para los egipcios, esa constelación representaba a su dios Osiris, el juez de la vida y la muerte-dijo esto con más énfasis, tal vez influenciada por la historia de su familia, quienes prácticamente eran testigos de aquél hilo de lo terrenal y lo sobrenatural. 

- Me gusta este lugar. Es mejor de lo que me esperaba. - Le dije a Aethel. - Hay muchas cosas que no conocía, como esto... y esto...-

Iba y venía, yendo para todos lados.

- Sabes bastante sobre estrellas, por lo que veo. - Contesté a la chica de pelo lavanda, al escuchar lo que contaba sobre Orión.

Sentía un cosquilleo en la espina mientras observaba el lugar. Caminaba admirando todo, observando de cerca particularmente los planisferios y maquetas, y una en particular, una maqueta de una galaxia, me llamó la atención. No pude contener las ganas de tocarla, y la rocé ligeramente con los dedos.

Al rozar la maqueta de la galaxia, ésta comenzó a brillar de forma tenue y a girar, como lo haría una galaxia de verdad. Incluso podían distinguirse pequeños puntitos brillantes que debían ser cometas viajando por entre las estrellas de la galaxia. El nivel de detalle era increíble para una maqueta de ese tamaño. Era casi como si fuera una galaxia de verdad en miniatura más que una maqueta.

Aetheldryd por su parte buscaba la constelación de Orión, encontrándola por fin en forma de maqueta colocada en una de las estanterías del observatorio. Era una maqueta sencilla, pero que representaba fielmente la forma de la constelación real, incluyendo el arco de orión, que no solía estar incluido en muchas de las representaciones de la constelación.

La belleza de lo que veía me nubló por completo, y sin querer comencé a enfriar el ambiente. Recién me di cuenta cuando vi el halo de mi respiración.

- Ah, perdón Aethel. - Le dije a la pelilavanda, siempre mirando a la galaxia, que giraba aún, hermosa, como para impresionarme más. - Olvidé controlar mi frío. -

Aetheldryd sonrió de lado cuando Kyrt dijo que sabía de estrellas*, aunque era casualidad que conociera tal dato más que nada por la historia de su familia. Pero, cuando la galaxia que examinaba el elfo comenzó a brillar y ella ubicó bien la constelación de Orión, se acercó al espectáculo que inició el chico admirando también el fenómeno. Aunque ya lo había visto antes nunca dejaba de sorprenderla.

Ni siquiera se dio cuenta del vaho que emanaba hasta que Kyrt le dijo.

-¡No te preocupes! No fue nada-estaba acostumbrada a los fríos repentinos, así que no le ocasionó molestias-. Sigue disfrutando, te faltan más galaxias que ver-empezó a imaginarse si Renata estuviera ahí, emocionándose también como un niña pequeña-. Deberías buscar la Galaxia del Sombrero o Centaurus A, cualquiera que vieses sigue siendo un espectáculo hermoso**.

Luego ella pasó a admirar el suyo, a Orión, para inspeccionarla y tocar el arco. ¿Acaso aparecería el escorpión de la leyenda?***

Al tocar la maqueta, las estrellas de la misma comenzaron a brillar con calidez y una figura empezó a aparecer y desaparecer encima de la maqueta. Se trataba de la figura de Orión, tal y como se lo habían imaginado los descubridores de la constelación cuando la vieron en el cielo por primera vez.

Al cabo de un breve rato, tanto la galaxia como la constelación dejaron de brillar y regresaron a su anterior estado de maquetas inertes. Si os dejabáis guiar por la lógica, muy probablemente el resto de maquetas y materiales tuvieran el mismo encantamiento que las hacía actuar de aquella manera al ser tocadas.

Una sonrisa de lado se dibujó en el rostro de Aetheldryd, esperando que Kyrt y el resto de los nuevos alumnos se entusiasmaran por todo lo que la Academia tenía que mostrarles y lo que ellos mismos debían descubrir. Definitivamente había sido un día tranquilo y provechoso, pero de cierta manera extrañaba haber estado leyendo en la Biblioteca. Si tan solo su padre pudiera comprender que la magia...

-¿Y bien?-habló la pelilavanda en un tono sereno y afable, recuperándose de la emoción por la proyección de las constelaciones y galaxias-. ¿Quieres seguir aquí o ir a otra parte? Ya falta poco para la cena, pero quiero que sea tu decisión porque eres nuevo aquí.

Aún tenía mucha curiosidad en saber más cosas de su clan, pero debía ir de poco a poco. Pues el elfo pasó de ser un chico frío de primera vista a uno más cándido a pesar de la ironía que significaba que su magia fuese de hielo.

-No podemos abarcar todo, te queda aún un ciclo entero para que aprendas... y aún te faltará. ¿Entras a primero y a otro año?

- Entré a primer año, más que nada, como puedes notar, porque no controlo a pleno mi magia, y no conozco ni una pizca de otro tipo de magia. No se enseñan otras magias en donde vivo, porque generalmente no se necesitan. Ha habido varias Princesas y algún que otro Príncipe que han sabido manejar magias externas a las nuestras, pero lo han aprendido por su propia voluntad, estudiando de libros y esas cosas... -

Terminé de revisar el Observatorio, la miré a Aethel y recordé su otra pregunta.

- Vayamos al banquete. - No me gustaba llegar tarde, así que me preparé para salir. Podría mirar las estrellas más tarde, cuando termináramos de comer. Siempre podría igual verlas desde mi cama, ya que me había elegido la que estaba pegada a la ventana.

Tras despedirte del bibliotecario y el médico, saltaste al hueco entre las escaleras y desplegaste tus alas. No sabías si era por la urgencia, la emoción o el destino, pero habías conseguido saltar y echar a volar a la primera en vez de ir a abrazar violentamente el suelo.

Unos cuantos aleteos consiguieron elevarte por encima de las primeras dos plantas, hasta llegar a la tercera. La entrada a la torre del observatorio era amplia y estaba bien señalizada, por lo que no tuviste problema alguno en encontrarla y entrar haciendo un vuelo rasante por ella. Sólo tuviste que ascender por un tramo más de escaleras para llegar a la gran sala del observatorio, donde encontraste al vicedirector Witchward mirando por el telescopio.

El profesor levantó la cabeza del ocular del telescopio para mirarte.

 -¿Puedo ayudarle, joven? ¿No encuentra su aula?

¡Lo había logrado! ¡Conseguí volar! Y eso que era demasiado joven para los estándares draconianos... Pero lo hice. Imaginar a mi mamá felicitarme por haber logrado tal hazaña y a mi papá pidiendo que no volara tan alto para que no me lastimara provocó que pudiese sonreír un poco a pesar de la gravedad de la situación. Definitivamente debía contarles de esto, pero...

-Será después-había llegado al Observatorio. No guardé mis alas por si acaso y en cuanto vi a un señor rubio muy parecido al Doctor supe que era él-. No, no. ¡Soggoths! Están esas cosas por toda la escuela. Son peligrosas, me mandó su hermano con usted para que supiese de la situación. 

Nada más oírte decir aquello, el vicedirector puso una expresión preocupada y se acercó para tocarte la frente con la mano.

 -¿Te encuentras bien muchacho? No parece que estés febril... ¿Has comido algo en mal estado? ¿Muy mal estado?

Soggoths... Si una amenaza de ese calibre estuviera ensu academia, él lo sabría. A no ser que el prácticamente imposible caso de un ataque soggoth le pillara en mitad de una tarea de investigación que requiriese de toda su atención, como el examen y posterior traslado a ilustración de las más recientes manchas solares y su impacto en las corrientes de la energía cósmica.

 -Vamos a bajar a hablar con Johannes, a ver si tiene un digestivo potente. Acompáñeme, por favor.

Dicho esto, el profesor te puso una mano suavemente en la espalda para empezar a caminar contigo hacia la puerta de salida.